conociendo a Dios
INTRODUCCIÓN
“Huston , tenemos un problema”14 de abril de 1970
“Dios tenemos un problema”
1 CONOCE LA BIBLIA PARA CONOCER EL MUNDO
Antes de enfocarnos en el problema de conocer la voluntad de Dios después del pecado de Adán en el Edén, vamos a considerar el diseño original de Dios para la humanidad. Aunque Génesis 1–3 es breve, encontramos algunas implicaciones significativas acerca de las intenciones de Dios para Adán y la raza humana. Los humanos llegan al escenario en el sexto día cuando Dios dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza. Que tenga dominio sobre [la tierra]» (Génesis 1:26). Los humanos son los que más se asemejan a Dios, más que cualquier otra categoría de la creación. Fuimos diseñados a la imagen de Dios de manera tal que especialmente reflejamos y representamos al Creador en su creación. Fuimos particularmente creados para la gloria de Dios (Isaías 43:7; Romanos 11:36), y la meta principal de los hombres y las mujeres es glorificar a Dios (1 Corintios 10:31).
Las personas que llegamos a ser y cómo operamos en nuestro mundo proporcionará ya sea un buen reflejo o un mal reflejo de nuestro Padre en los cielos.
La relación entre Dios y Adán es muy parecida a los vínculos creados entre la madre y la hija o el padre y el hijo. Los padres les proveen a sus hijos los parámetros que constituyen normas aceptables en su unidad de familia. A menudo estas son intencionalmente amplias porque un padre quiere que su hijo aprenda a pensar: «¿Qué le agradará a mi madre y a mi padre?» Los hijos necesitan cercas y espacio para desarrollarse. Dios, el Padre, estableció el modelo original proveyéndole ambas a Adán. Que los hijos sigan la voluntad de sus padres involucra dos niveles. Deben (1) ejercitar la obediencia ciega para las normas que no son negociables y (2) aprender cómo anticipar los deseos de los padres, razonando a base de lo que ellos ya saben y aplicando eso a la decisión que están por tomar. Este segundo aspecto emociona a los padres. No hay un gozo mayor para los padres que los hijos, por su propio razonamiento y voluntad, reflejen las expectativas de los padres. Dios diseñó que Adán y toda la humanidad lo glorificaran de una manera similar. Él quiere que nosotros respondamos a sus instrucciones, para tomar decisiones sin que nos supervisen minuciosamente y para hacer progresos que nos ayuden a llegar a ser semejantes a nuestro Padre. El modelo es como de padres e hijos, no de empleado a empleado.
se terminó el paraíso. El resto de la Biblia describe las consecuencias del pecado de Adán. Ahora vemos que la caída trajo distorsión a nuestra habilidad de conocer a Dios e incluso a nosotros mismos. La habilidad de glorificar a Dios mediante nuestra obediencia a su verdad revelada se agravó con nuestra participación en la caída de la humanidad del paraíso. Sin embargo, no todo está perdido. Aunque la caída trajo distorsión al hecho de que fuimos creados a la imagen de Dios, está claro que seguimos siendo portadores de su imagen (ver Génesis 9:6; Santiago 3:9). Aunque ahora es más difícil para nosotros obedecer (Romanos 7), no es imposible. De hecho, Dios demanda nuestra obediencia. Romanos 12:1–2 nos recuerda nuestra responsabilidad de ser transformados mediante la renovación de nuestras mentes. Esto sencillamente quiere decir que ahora debemos pensar qué significa conformarse a las expectativas de Dios en un mundo poco amistoso. Por lo tanto, debemos hacer la voluntad de Dios a medida que entendemos cómo se aplica la verdad bíblica a nuestras vidas cotidianas. De hecho, nuestro desarrollo moral es un tema bíblico de esperanza, para que cuando veamos a Jesús, seamos como él (Romanos 8:29; 1 Corintios 15:49; 1 Juan 3:2). Nuestra semejanza a Jesús es una semejanza moral que es el producto de la obediencia a las enseñanzas de Dios. Esto es lo que significa hacer la voluntad de Dios.
16 Por eso les digo: dejen que el Espíritu Santo los guíe en la vida. Entonces no se dejarán llevar por los impulsos de la naturaleza pecaminosa. 17 La naturaleza pecaminosa desea hacer el mal, que es precisamente lo contrario de lo que quiere el Espíritu. Y el Espíritu nos da deseos que se oponen a lo que desea la naturaleza pecaminosa. Estas dos fuerzas luchan constantemente entre sí, entonces ustedes no son libres para llevar a cabo sus buenas intenciones, 18 pero cuando el Espíritu los guía, ya no están obligados a cumplir la ley de Moisés.
19 Cuando ustedes siguen los deseos de la naturaleza pecaminosa, los resultados son más que claros: inmoralidad sexual, impureza, pasiones sensuales, 20 idolatría, hechicería, hostilidad, peleas, celos, arrebatos de furia, ambición egoísta, discordias, divisiones, 21 envidia, borracheras, fiestas desenfrenadas y otros pecados parecidos. Permítanme repetirles lo que les dije antes: cualquiera que lleve esa clase de vida no heredará el reino de Dios.
22 En cambio, la clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, 23 humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!
24 Los que pertenecen a Cristo Jesús han clavado en la cruz las pasiones y los deseos de la naturaleza pecaminosa y los han crucificado allí. 25 Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida. 26 No nos hagamos vanidosos ni nos provoquemos unos a otros ni tengamos envidia unos de otros.
LA SOLUCIÓN DE DIOS
CONCLUSIÓN
Cómo Dios lidia con Adán se refleja en su trato con las personas en la Biblia. Estudiar la naturaleza de esta relación establece el escenario donde Dios opera con nosotros. Ahora necesitamos volver a un repaso más exhaustivo de cómo las consecuencias del pecado de Adán afectan nuestra habilidad para conocer a Dios y su voluntad.