El Señor es el centro de mi hogar

Preserva la salud de tu familia

Una de las credenciales más grande y más poderosa es tu familia, comenzando por tu matrimonio.

Protégelo como el tesoro más valioso y más alto que se te ha dado custodiar.

Si quieres ser excelente comienza en el trato con los tuyos. Si vas a levantar un trofeo que sea tu hogar.

Ningún éxito en la vida justifica el fracaso en el hogar. Uno de los regalos más grandes que podemos dar al mundo es la familia.

Servir a Dios no es incompatible con el tiempo a mis hijos, esposa, es decir familia. Atender a su rebaño no está reñido con dedicar tiempo a los suyos. Tu familia es la parte más importante del rebaño.

Reforzar tu hogar confiere solidez a tu ministerio. ¡Vigilia y cuida con esmero la relación que mantienes con la persona que decidiste compartir tu vida. No te dejes embaucar por ofertas tentadoras ni seas necio como para comparar a tu cónyuge con el resto.

Si comparas a tu esposa, a tus hijos, a tu esposo, pierdes. Esa es la ruleta rusa de la familia.

Esa estrategia es del diablo: “me gustaría que mi esposa fuera como aquella, que es tan simpática”. “Si mi esposo fuera conversador como aquel”. “Si mi esposa fuera callada, como fulana”. El enemigo trabaja con guantes de seda, pero con intenciones de destrucción.

Tu adversario no es malo, es el diablo. Su objetivo no es herirte, es destruirte, robarte, matar tu matrimonio, tu familia, todo lo que tienes.

Tiene una obsesión con los que le sirven al Señor. No le prestes oído a tentaciones que quieren destruirte. Es intención diabólica que el propósito de Dios en tu vida se detenga. NO le conviene.

Cuando sirves a Dios y tienes una relación correcta con tu familia, Dios te dota de autoridad.

La manera en que un esposo trata a su esposa, la manera en que una esposa habla de su marido, la manera en que los hijos hablan de los padres, calibra la salud de la familia.

La conducta de los hijos son sermones sin palabras. Si amas a los tuyos no tendrás problemas con que disfruten estar contigo.