Resultados de la Sana Doctrina: Las Ancianas y Las Jóvenes
Introducción
La mujer ejerce una tremenda influencia sobre el hombre: esto es un hecho indubitable. En cada acontecimiento importante de la historia de la humanidad o de los individuos encontramos, cuando estudiamos desapasionadamente, a la mujer ejerciendo su influencia sobre el hombre. La historia y la experiencia se dan la mano en su testimonio a este respecto. De Agripina, la madre de Nerón, se ha dicho que acostumbraba asistir a las reuniones del senado romano oculta tras espeso continaje; y un poeta, presentando una hermosa paradoja a este respecto, ha dicho que “Agripina estaba presente aunque ausente, en el senado.” Nosotros, usando esta figura, podemos decir que la mujer ejerce tal influencia en la humanidad que en cada uno de sus hechos está presente aunque esté ausente. Es decir, podremos no verla a primera vista; pero si estudiamos bien el asunto la encontraremos ejerciendo su influencia en cada uno de esos acontecimientos.—El Expositor Bíblico.
Deberes de las Ancianas.
Los que miran a las hermanas maduras en Cristo deben ver un reflejo auténtico de la santidad y del caminar con Dios en sus vidas.
Aunque se trate de una generalización y siempre habrá excepciones, en general la conversación preferida de los varones suele centrarse en el mundo externo: el trabajo, el país, la política, el deporte y otras cosas un tanto impersonales. En cambio, la conversación predilecta de las mujeres suele centrarse en las personas: la familia, los conocidos enfermos o desgraciados, los vecinos y sus asuntos. Esto tiene su lado altamente positivo: la mujer, en general, es más sensible ante las necesidades y los sufrimientos ajenos. Pero también tiene su aspecto negativo: es especialmente propensa al chismorreo, a que la conversación derive hacia la calumnia, a hablar mal de la gente. Si bien es cierto que los varones ancianos necesitan también prudencia en su conversación, Pablo es más explícito aún en el caso de las mujeres. La forma especial que la prudencia debe tomar en ellas es que aprendan a refrenar su lengua y a no revelar confidencias ajenas ni hacer comentarios negativos acerca de otras personas (cf. 1 Timoteo 3:11).
La palabra griega que el apóstol emplea es diabólous. Las ancianas de la iglesia no han de ser «diablos». No han de ser como ciertas «brujas y marujas» de la calle que dedican el día a comentar y criticar los asuntos del vecindario. Quien dice cosas negativas acerca de los santos colabora con el acusador de los hermanos.
En realidad ésta es la misma idea que ya se ha expresado en cuanto a los ancianos varones: que sean sobrios. Pero ahora el apóstol emplea una frase aun más gráfica: esclavas del vino. Las mujeres, como los hombres también, no deben permitir que en ningún sentido el vino las domine. No deben permitir que el apetito de vino las lleve a sufrir alcoholismo ni tampoco deben emborracharse puntualmente y comportarse de maneras indignas dictadas por el alcohol.
Pablo no prohíbe beber vino con moderación, ni aquí ni en ningún otro lugar, pero lo que sí prohíbe es que el vino llegue a esclavizar a la persona.
una enseñanza adecuada de estos temas requiere llegar a niveles de mucha confianza al hablar de asuntos de la vida doméstica y matrimonial. Los pastores difícilmente pueden dar esta clase de enseñanza a las mujeres jóvenes sin vulnerar la intimidad de la pareja y sin exponerse, ellos mismos, a ciertos peligros y tentaciones.
En segundo lugar, no es apropiado porque es ofensivo para las mujeres que los varones les enseñen sus obligaciones hacia los varones. Es mucho menos ofensivo que se las enseñe otra mujer.
Deberes de las Mujeres Jóvenes.
Pero la esposa joven tiene que saber que el amor no es solamente un sentimiento espontáneo o un enamoramiento apasionado. Sobre todo, es una actitud inculcada por el Espíritu de Dios, una manera de ser que hemos aprendido a través del ejemplo del mismo Señor Jesucristo. Para esto necesita ser enseñada por las mujeres más experimentadas.
En siglos pasados era impensable que una mujer aristócrata diera de mamar a sus propios hijos. Nada más nacer el bebé, se buscaba a una nodriza para darle el pecho. Más adelante se buscaba una criada para cuidar al niño durante el día. Si acaso, la madre recibía a los niños durante media hora por la noche y le suponía cierta incomodidad, porque, ya se sabe, los niños estorban.
¿Y qué del día de hoy? Con cada vez mayor frecuencia, la madre joven deja a su recién nacido en una guardería a fin de seguir adelante con su carrera profesional, o sencillamente porque la familia cree que no puede sobrevivir sólo con el salario del marido. Después de la guardería, el niño pasa al parvulario, luego al colegio. El resultado es que carece del afecto materno y, en cambio, recibe las principales directrices de su formación de parte de personas ajenas a la familia. Hace unos días vi un informe en las noticias de la televisión en el que diversos «expertos» sostenían que el lugar apropiado para la formación del niño en cuanto a modales y estilo de vida ¡es la escuela!
Objetivo de los Deberes.
Si las madres jóvenes, que profesan ser cristianas, manifestasen falta de amor por sus maridos y por sus hijos, falta de sensatez, de pureza, de apego al hogar, de bondad y sumisión, harían que el mensaje de salvación fuese vilipendiado por los de afuera. Además, se debe tener presente, que cuando Pablo dice “para que la palabra de Dios no sea vituperada”, quiere decir, “para que la palabra de Dios sea honrada”. Esto también, como se notó anteriormente, es un modo típicamente paulino de hablar