La semilla tiene que morir
La semilla tiene que morir para dar fruto
El v. 36 hace eco de la enseñanza de Jesús en Juan 12:24. Se sabe, no obstante, que esta clase de analogía era común entre los rabinos que abogaban por la resurrección. Hay que recordar que el ministerio y los escritos de Pablo anteceden casi en 40 años el Evangelio de Juan. Es de conocimiento común también que Pablo tenía acceso a información respecto al ministerio de Jesús. Ésta la obtuvo de Pedro y otros. No hay por qué creer, no obstante, que Pablo esté citando directamente a Jesús. El Apóstol tendría más acceso a tradiciones rabínicas que a los dichos de Jesús. Con la cita Pablo no recalca la necesidad de la muerte tanto como la transformación o el cambio efectuado en el proceso de muerte y revivificación. El Apóstol, desde luego, no habla como si fuera un botánico moderno, pensando así en la germinación. Más bien, simplemente observa que se siembra una semilla, y algo totalmente distinto resulta, una planta. La idea clara es que si se sepulta un cadáver, en la resurrección algo muy diferente sale; es otra clase de cuerpo. El punto que Pablo quiere hacer sobresalir es la marcada diferencia entre los dos cuerpos, el de la vida anterior y el de la resurrección.
Entre los vv. 36 y 41, Pablo responde por medio de comparaciones o ejemplos de cosas paralelas. Luego, entre el 41 y el 47, presenta una respuesta, haciendo una diferenciación entre lo terrenal y lo espiritual. El tema es redondeado con las conclusiones de los vv. 48–50.
Comencemos por las tres analogías, que son precedidas por una exclamación. Pablo dice que esta cuestión sólo la puede suscitar un “necio” (v. 36a).
El resumen de esa respuesta es: “Lo que tú siembras no se vivifica, si no muere antes” (v. 36). Esto nos recuerda la declaración del Señor: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Jn. 12:24). Sembramos un grano, que puede ser de trigo (v. 37), y es necesario que se disuelva en la tierra para reaparecer en la nueva vida de la planta. Además, “Dios le da el cuerpo como él quiso, y a cada semilla su propio cuerpo” (v. 38). Una de las maravillas de la naturaleza es que todos los vegetales reciben el mismo sol y extraen las mismas sustancias de la tierra, pero un vegetal se transforma en roble, otro en melón, otro en pasto y otro en rosal. El control de Dios sobre la materia y el traspaso de una forma de vida (el grano) a otra (la planta) son la primera demostración de la verdad del v. 36.
Luego del ejemplo del mundo vegetal, el apóstol pasa al mundo animal. De la misma manera, “no toda carne es la misma carne” (v. 39), pues no es igual la de los hombres, bestias, peces y aves. Hay cuerpos de distinta sustancia o esencia. La inclusión del cuerpo humano es para recordar que el nuestro es también material, como el de los animales, aunque la superioridad del ser humano no está en discusión.
El tercer ámbito a reconocer es el sideral. Todo lo antedicho es terrenal, pero hay cuerpos que están fuera de esta tierra, sobre los cuales nuestro conocimiento es limitado. Por supuesto, hoy sabemos muchísimo más que en el primer siglo, pero continuamente se va descubriendo que la materia asume muchas más variedades de las que conocemos. Por otra parte, Pablo no está haciendo un estudio de cosmología ni de fisica, sino poniendo ejemplos que pudieran alcanzar la mente de sus lectures. De nada habría valido que aquí disertara sobre galaxias, novas o quasares y otros temas que también son oscuros para la mayoría de nosotros.
Sin embargo, notemos que ha dejado de hablar de la materia que compone los distintos cuerpos, para referirse a su “gloria” (v. 40b, 41), con lo que describe su hermosura, su esplendor y la admiración que producen. La esencia de los cuerpos ha dejado lugar a su apariencia. Cada astro tiene la suya, sin importar su composición físico-química.
Estos tres ejemplos abren el camino para declarar que “así también es la resurrección de los muertos” (v. 42).
LOS EJEMPLOS DE LA NATURALEZA
1. Su apariencia es diferente (v. 41)
2. Su esencia física es diferente (v. 39)
3. La necesidad de que algo muera para dejar lugar a otra cosa superior es visible (v. 36).
¿Cuál es el traspaso de un estado (muerte) a otro (vida), que no sólo tiene una nueva apariencia, sino también que es esencialmente distinto? Pablo lo describe de cuatro modos: de la corrupción a la incorrupción, de la deshonra a la gloria, de la debilidad al poder, del cuerpo animal al cuerpo espiritual. Insists en que hay cuerpos de amber clases (v. 44b).
Volviendo a ideas ya presentadas—como la corrupción inevitable de lo que se siembra y la gloria que se ve por ejemplo en los astros—retoma otrar más lejanas, como el poder que demostró la resurrección del Señor.
Todo ello culmina con la afirmación de que “hay cuerpo animal y cuerpo espiritual” (v. 44b). El juego de palabras se hace necesario para expresar lo inexpresable. La palabra “animal” tal como la encontramos en Reina Valera, ha sido traducida “natural” en BLA y B. de J., y “material” en V.P. Resumiendo, podemos decir que los seres humanos tenemos un cuerpo material que es de la naturaleza del que tienen los animales. Pero hay más. La palabra griega significa literalmente “psíquico”, o sea que el cuerpo no sería exactamente como el de los animales.
Hoy tenemos un cuerpo (cabeza, tronco, extremidades) en el que exists una vida psíquica (entendimiento, sentimientos, voluntad), que Pablo ya ha mencionado en el cap. 2, como un paso previo al conocimien to espiritual. Con este cuerpo y sus sentidos, conocemos oscuramente, como por espejo (13:12) a través de nuestro entendimiento. Este ahora es renovado parcialmente (cap. 2), y además se nos da la esperanza de una renovación total “cuando venga lo perfecto” (13:9). Tenemos, pues, que nuestra experiencia en Cristo nos ha dado un nuevo espíritu, que es el Espíritu de Dios; nos ha dado también una nueva vida interior. Y ahora se nos agrega otra verdad maravillosa: “en su venida” se nos dará también un nuevo cuerpo, que Pablo describe como “espiritual”.
Nuestra capacidad actual no nos permite captar todo lo que ello significa. Volviendo al cap. 13, podemos decir que, si ahora “vemos … oscuramente” y si ahora “conozco en parte”, “entonces conoceré comosoy conocido” (vv. 12, 13). Estos ojos que tanto aprecio ahora serán cambiados por una visión superior—que quizá no sea por medio de la vista sino de un entendimiento más alto que me permitirá “ver” sin las limitaciones de este cuerpo material.
Tendremos un cuerpo, pero no limitado por la naturaleza como está limitado el que Dios nos ha dado en esta tierra. No será terrenal, ni animal (material), ni sujeto a la muerte. Lo que encontramos en la Biblia que puede acercarnos más a esta idea es pensar en el cuerpo resucitado del Salvador. Por cierto, tenía un cuerpo: se lo podía ver y tocar, caminaba y hablaba e inclusive comía—lo que no indica que necesitaba hacerlo, pero sí que podía. Al mismo tiempo, podía entrar estando “las puertas cerradas” (Jn. 20:26), podía recorrer grandes distancias, podía tener una apariencia no fácilmente identificable (Jn. 21:4) y finalmente podía ascender al cielo, como si careciera de peso. Si “Dios es espíritu”, su cuerpo era gobernado por las leyes del espíritu y no por las de la materia. Así será algún día nuestro cuerpo.
Para seguir adelante con la comparación entre el hombre terrenal y el espiritual, Pablo continúa apelando a las Escrituras y la historia más remota. “Así también está escrito” (v. 45a)—aunque no en forma literal—cuando se narra la creación del primer hombre. Este es descripto como “alma viviente”, contrapuesto a “espíritu vivificante”.8 Adán tenía cuerpo material pero además interior. Nosotros lo identificamos como “alma”, mientras que el término psicológico sería “vida psíquica.”
EL SER HUMANO
1. Tiene un cuerpo como las cosas materiales.
2. Tiene vida como los vegetales o animales.
3. Tiene vida interior, lo que no tiene otro ser de la misma manera.
4. Tiene un espíritu con el que se relaciona con Dios.
La otra diferencia es que “el primer Adán” no era sino un “alma viviente” (lo que había recibido), mientras que “el postrer Adán”, Cristo, es un “espíritu vivificante” (capaz de dar vida)—en este caso, una nueva vida que va más allá de lo terreno.
Entendido esto, resulta más simple comprender por qué—en el ser humano—lo “animal” debe Preceder a lo espiritual, ya que lo primero es el continente de lo segundo.
Sigue una nueva aclaración. El primer hombre fue hecho con polvo de la tierra (Gén. 2:7), fue prototipo de nuestro cuerpo terrenal. Cristo fue el prototipo de nuestro cuerpo espiritual. Todos los descendientes de Adán tienen cuerpos terrenales, y los descendientes de Cristo tendrán cuerpos espirituales. Eso no significa que sea “espiritual” en el sentido de no tener cuerpo, sino que el cuerpo será espiritual, lo que sólo ocurre en los cielos ahora y ocurrirá en todo lo existente cuando “venga lo perfecto” (13:10).
36. Necio—con toda tu filosofía jactanciosa (Salmo 14:1). lo que tú siembras no se vivifica, si no muriese antes—“Tú”, enfático, apela a la propia experiencia del incrédulo: “La semilla que tú mismo siembras.” Pablo en éste y en el v. 42, contesta a la pregunta del v. 35: “cómo;” y en los vv. 37–41 y 43, a la pregunta de “¿Con qué cuerpo vendrán?” Convierte en argumento la misma objeción (a saber, la muerte del cuerpo natural). La muerte, lejos de impedir la vivificación del cuerpo, es el necesario preludio y pronosticación de ella, así como la semilla “no se vivifica” en un brote nuevo que dará fruto, “si no muriere”, es decir, a menos que se verifique una disolución de su organización previa. Cristo al morir por nosotros, no nos ha suspendido la muerte en cuanto a la vida que de Adán tenemos, antes permite que la ley cumpla su curso sobre nuestra naturaleza carnal; pero por sí mismo saca de la muerte una nueva vida espiritual y celestial (v. 37).
36. ¡Necio! Lo que siembras no vuelve a la vida, a menos que muera.
No sorprende que Pablo exprese su disgusto diciendo ¡necio! Usa el singular en armonía con la pregunta que uno de sus oponentes le planteó, pero dirige su disgusto contra cualquiera que niegue la resurrección. Los necios no pueden razonar bien, aun cuando todos los hechos son obvios y claros. Desprecian la sabiduría, distorsionan la verdad y son indiferentes con Dios y su revelación. Por otra parte, los que temen al Señor dependen de él para el don de sabiduría.
Pablo se refiere al mundo de las plantas, un mundo que nos entrega expresivas ilustraciones de la continuidad de la vida. Confronta la necedad del que niega el relato de la resurrección, y apunta a algo que esta persona hace de vez en cuando: sembrar una semilla. Cuando uno planta una semilla en tierra fértil que tiene suficiente humedad y una temperatura adecuada, la semilla germina. El proceso de germinación hace que la semilla se desintegre. Al morir, la semilla da a luz la nueva vida en la forma de una planta en desarrollo que después madura y produce semilla (véase Jn. 12:24). Notemos que si bien nosotros sembramos la semilla, no tenemos el poder de darle vida para que germine. Esa es labor de Dios.
Esta es una ilustración muy adecuada para aplicarla al cuerpo humano que al morir desciende a la tumba. El cuerpo se desintegra y con el tiempo desaparece por completo. La analogía no incluye un tiempo específico de tiempo, porque ese no es el punto principal. El punto es que la vida surge de la muerte. No existe ser humano en la tierra que pueda crear nueva vida de un cuerpo humano reducido a partículas de polvo. Sólo Dios, a través de Cristo, puede juntar esas partículas del cuerpo y crear una forma de vida glorificada y nueva.
Las traducciones modernas usan la voz activa: «no cobra vida» (BP). Pero el texto griego tiene la voz pasiva del verbo venir a la vida, que una versión traduce: «no es vivificado» (VM). La voz pasiva comunica la idea de que es solo Dios el agente que crea vida y que los seres humanos no pueden hacer otra cosa que contemplar el milagro.100 La vida viene de Dios que es su fuente.