La Iglesia Primitiva

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VIDA Y SUJECIÓN

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VIDA Y SUJECIÓN
La iglesia primitiva no tenía un libro de membresía, ni siquiera el Nuevo Testamento. ¡Pero era la iglesia verdadera! Estaba sujeta a la cabeza, cada uno reconocía a Cristo como el Señor de su vida y tenía la vida del cuerpo.
¿Cómo sabían ellos, entonces, si alguien pertenecía a la iglesia de Cristo o no?
Precisamente por estos dos factores: vida y sujeción.
Son las dos cosas que indican que pertenecemos a la iglesia.
A continuación consideraremos algunos aspectos prácticos que tienen que ver con lo que es la verdadera iglesia. Para ello nos referiremos al capítulo 2 del libro de los Hechos.
Hechos de los Apóstoles 2.14–41 NTV
14 Entonces Pedro dio un paso adelante junto con los otros once apóstoles y gritó a la multitud: «¡Escuchen con atención, todos ustedes, compatriotas judíos y residentes de Jerusalén! No se equivoquen. 15 Estas personas no están borrachas, como algunos de ustedes suponen. Las nueve de la mañana es demasiado temprano para emborracharse. 16 No, lo que ustedes ven es lo que el profeta Joel predijo hace mucho tiempo: 17 “En los últimos días —dice Dios—, derramaré mi Espíritu sobre toda la gente. Sus hijos e hijas profetizarán. Sus jóvenes tendrán visiones, y sus ancianos tendrán sueños. 18 En esos días derramaré mi Espíritu sobre mis siervos —hombres y mujeres por igual— y profetizarán. 19 Y haré maravillas arriba en los cielos y señales abajo en la tierra: sangre, fuego y nubes de humo. 20 El sol se oscurecerá, y la luna se pondrá roja como la sangre antes de que llegue el grande y glorioso día del Señor. 21 Pero todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. 22 »Pueblo de Israel, ¡escucha! Dios públicamente aprobó a Jesús de Nazaret al hacer milagros poderosos, maravillas y señales por medio de él, como ustedes bien saben; 23 pero Dios sabía lo que iba a suceder y su plan predeterminado se llevó a cabo cuando Jesús fue traicionado. Con la ayuda de gentiles sin ley, ustedes lo clavaron en la cruz y lo mataron; 24 pero Dios lo liberó de los terrores de la muerte y lo volvió a la vida, pues la muerte no pudo retenerlo bajo su dominio. 25 El rey David dijo lo siguiente acerca de él: “Veo que el Señor siempre está conmigo. No seré sacudido, porque él está aquí a mi lado. 26 ¡Con razón mi corazón está contento, y mi lengua grita sus alabanzas! Mi cuerpo descansa en esperanza. 27 Pues tú no dejarás mi alma entre los muertos ni permitirás que tu Santo se pudra en la tumba. 28 Me has mostrado el camino de la vida y me llenarás con la alegría de tu presencia”. 29 »Queridos hermanos, ¡piensen en esto! Pueden estar seguros de que el patriarca David no se refería a sí mismo, porque él murió, fue enterrado y su tumba está todavía aquí entre nosotros; 30 pero él era un profeta y sabía que Dios había prometido mediante un juramento que uno de los propios descendientes de David se sentaría en su trono. 31 David estaba mirando hacia el futuro y hablaba de la resurrección del Mesías. Él decía que Dios no lo dejaría entre los muertos ni permitiría que su cuerpo se pudriera en la tumba. 32 »Dios levantó a Jesús de los muertos y de esto todos nosotros somos testigos. 33 Ahora él ha sido exaltado al lugar de más alto honor en el cielo, a la derecha de Dios. Y el Padre, según lo había prometido, le dio el Espíritu Santo para que lo derramara sobre nosotros, tal como ustedes lo ven y lo oyen hoy. 34 Pues David nunca ascendió al cielo; sin embargo, dijo: “El Señor dijo a mi Señor: ‘Siéntate en el lugar de honor a mi derecha, 35 hasta que humille a tus enemigos y los ponga por debajo de tus pies’ ”. 36 »Por lo tanto, que todos en Israel sepan sin lugar a dudas, que a este Jesús, a quien ustedes crucificaron, ¡Dios lo ha hecho tanto Señor como Mesías!». 37 Las palabras de Pedro traspasaron el corazón de ellos, quienes le dijeron a él y a los demás apóstoles: —Hermanos, ¿qué debemos hacer? 38 Pedro contestó: —Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo. 39 Esta promesa es para ustedes, para sus hijos e incluso para los gentiles, es decir, para todos los que han sido llamados por el Señor nuestro Dios. 40 Entonces Pedro siguió predicando por largo rato, y les rogaba con insistencia a todos sus oyentes: «¡Sálvense de esta generación perversa!». 41 Los que creyeron lo que Pedro dijo fueron bautizados y sumados a la iglesia en ese mismo día, como tres mil en total.
hechos 2.14
Allí hay una iglesia que verdaderamente funciona como la iglesia de Cristo dentro de una ciudad, porque expresa y vive el reino del Señor.
Aunque estamos hablando de la iglesia en conjunto, es bueno individualizar un poco. Porque generalmente al referirnos a ella, decimos: “Sí, es cierto, la iglesia debería ser así.”
Pero, ¿quiénes forman la iglesia? ¿No está compuesta por cada uno de nosotros? ¡Por supuesto que sí! De modo que si la iglesia no funciona es porque tú no funcionas, y porque yo no funciono.
No hablemos, pues, de ella como algo ajeno a nosotros mismos, y de sus problemas como de los problemas de alguna institución extraña a nuestra vida.
Así que yo quisiera particularizar un poco y decir: La verdadera iglesia es aquella en la que cada uno de los miembros respalda, de palabra y de hecho.
1. JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI VOLUNTAD
La iglesia verdadera es aquella en la cual cada uno de los miembros demuestra con sus hechos que Jesucristo es el Señor de su voluntad.
Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Hechos de los Apóstoles 2.36 LBLA
36 Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo.
Pedro, ante aquella multitud reunida el día de Pentecostés, hizo sencillamente una cosa: presentó a una persona.
Pedro, ante aquella multitud reunida el día de Pentecostés, hizo sencillamente una cosa: presentó a una persona. Una persona a quien ellos ya conocían como personaje histórico: Jesús de Nazaret. “Este, a quien ustedes crucificaron y mataron, Dios le resucitó y le hizo Señor y Cristo.” Los miles de oyentes que escucharon esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los otros apóstoles (v. 37): Varones hermanos, ¿qué haremos?
Una persona a quien ellos ya conocían como personaje histórico: Jesús de Nazaret. “Este, a quien ustedes crucificaron y mataron, Dios le resucitó y le hizo Señor y Cristo.” Los miles de oyentes que escucharon esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los otros apóstoles (v. 37): Varones hermanos, ¿qué haremos?
Allí había 3.000 personas que hasta ese día nunca habían buscado orientación ni habían dicho a nadie “¿Qué tengo que hacer?” Por el contrario, su actitud siempre había sido: “Yo hago lo que se me da la gana.” ¡Pero, ahora tenían una nueva actitud! Entonces, vino la orden. Pedro, igual que su maestro, no titubeó. No les hizo una invitación suave. Fue una orden (es el evangelio del reino):
Hechos de los Apóstoles 2.38 NTV
38 Pedro contestó: —Cada uno de ustedes debe arrepentirse de sus pecados y volver a Dios, y ser bautizado en el nombre de Jesucristo para el perdón de sus pecados. Entonces recibirán el regalo del Espíritu Santo.
Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Luego el versículo 41 señala: Así que, los que recibieron su palabra —es decir, los que recibieron su orden, los que obedecieron este mandato, los que reconocieron la autoridad de Cristo, en este caso a través de Pedro— fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas.
Podemos decir que allí nació la iglesia como comunidad.
La iglesia verdadera, formada por aquellos que podían decir de todo corazón: “Jesucristo es el Señor de mi voluntad.”
Tres mil voluntades fueron doblegadas en aquel instante ante la voluntad de Jesucristo.
Tres mil voluntades se rompieron, se quebraron, se rindieron: ¿Qué haremos? Hubo arrepentimiento, un cambio total de actitud. Ante la orden —Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros— sin dilaciones se arrepintieron y se bautizaron.
Sí, la iglesia es un cuerpo. ¿Cuántas voluntades puede haber dentro de un cuerpo?
¿Qué pasaría si yo tuviese en mi cuerpo más de una voluntad? Yo, Jonathan Oliva, tengo una sola y, básicamente, se expresa a través de mi cuerpo.
Si quiero caminar, camino; si quiero hablar, hablo; si quiero saltar, salto.
¡Qué conflicto habría en mí si yo tuviera dos voluntades!
¡Si una quisiera caminar y la otra sentarse!
¡Si un pie quisiera ir hacia adelante y el otro se negara!
¿Y qué sería si dentro de este cuerpo hubiese tres voluntades? ¿Y si hubiera mil?
¡Imposible! Mi cuerpo tiene una sola voluntad. Y cuando tú integras el Cuerpo de Cristo, y lo reconoces como Señor por el acto del bautismo, ya tu voluntad queda sepultada.
Tú mueres bajo las aguas y se levanta una nueva criatura que dice: “En mi vida ya no mando yo sino Cristo.”
La voluntad es algo propio que todos tenemos. Al sumarse a la comunidad de los discípulos de Jesús, el cristiano deja de actuar en forma independiente.
Tampoco puede hacerlo en forma dual, es decir: según su voluntad y según la voluntad de Cristo.
Cuando Cristo se ha convertido en el Señor de tu vida, cuando comienzas a pertenecer a su iglesia, hay para ti una sola manera de vivir. No puedes estar decidiendo cada vez: “¿Qué hago? ¿Esto o aquello?”
Simplemente te limitas a hacer la voluntad de Dios, lo que él ha ordenado. Si te encuentras en un aprieto por una pregunta difícil, no puedes decir: “¿Qué hago? ¿Digo la verdad? ¿Miento? ¿Qué hago?” ¡No tienes opción! No hay dos caminos. Ahora, para ti hay sólo uno posible. No puedes mentir. Ya está decidido. Cristo lo decidió por ti. No existen las dos alternativas.
Llega el momento de pagar los impuestos. Hay una planilla con una declaración jurada que reza más o menos así: “Doy testimonio que los datos arriba consignados son fidedignos.” Ahora, “¿Qué hago? ¿Digo todo? ¿O sólo la mitad? Total, lo que no pague al Estado lo voy a dar para la obra del Señor.”
¡No! Eso ya está decidido. Lee si queda alguna duda. No puedes mentir. De modo que cuando declaras con juramento y firmas, ¿qué estas firmando? ¿Una mentira?
Nadie te obliga a ser cristiano. La puerta está abierta; puedes irte al reino de las tinieblas si quieres. Pero no puedes pertenecer al reino de Dios y vivir conforme a tu voluntad. Ya no mandas tú en tu vida. Hay una sola voluntad que rige. Y aunque te amenacen de muerte, aunque te rematen la casa, tienes que hacer la voluntad de Cristo.
Mateo 11.12 NTV
12 Desde los días en que Juan el Bautista comenzó a predicar hasta ahora, el reino del cielo ha venido avanzando con fuerza, y gente violenta lo está atacando.
¡Los cobardes quedan afuera! Si tú eres cobarde y no te atreves a andar como el Señor manda, no hay lugar para ti en el reino de Dios. No hay lugar. ¿Sabes de cuántas tentaciones te libras de un solo golpe cuando tomas esta actitud?
¡Los cobardes quedan afuera! Si tú eres cobarde y no te atreves a andar como el Señor manda, no hay lugar para ti en el reino de Dios. No hay lugar. ¿Sabes de cuántas tentaciones te libras de un solo golpe cuando tomas esta actitud?
Vas a una tienda, y pagas con un billete de Q50,00. El cajero, por equivocación, te da el vuelto por Q100,00.
¿Qué haces? ¿Le dices, o no le dices? Un momento: No tienes esa alternativa. Hay un solo camino. Si no es tuyo, lo tienes que devolver: “Señor, se equivocó.”
“¡Qué amable! ¡Qué honesto! ¡Muchas gracias!” —dice él.
No te sientas orgulloso de tu acción. ¡Hiciste justo lo que tenías que hacer! No era tu dinero, y se lo entregaste a quien correspondía.
Podríamos agregar a esto mil ejemplos más de la vida diaria. Pero lo importante es que entendamos que nuestra voluntad debe estar rendida.
Cuando Pedro dijo: “Bautícese cada uno…” a nadie se le ocurrió decir:
“Pedro, está haciendo un poco de frío. ¿No me puedo bautizar dentro de tres meses, cuando venga la primavera?”
No; era una orden. Nadie dijo: “Yo me voy a arrepentir y voy a aceptar a Cristo, pero esto del bautismo, ¿podría estudiarlo por algunas semanas, para orar y ver si es la voluntad de Dios?”
¿Cómo “si es la voluntad de Dios”? ¡Si su voluntad ya está expresada! No hay alternativa.
La Escritura no dice que tres mil personas preguntaron, “¿Qué haremos?” Tampoco que tres mil fueron compungidos, sino que tres mil recibieron la palabra, la orden.
Quizás había muchos más que preguntaron “¿Qué haremos?”.
Pero sólo tres mil se rindieron, y fueron añadidos a la comunidad del Señor.
Cuando Cristo es el Señor, hay una sola manera de vivir: a plena luz, y haciendo a cada paso su voluntad.
No te equivoques; Dios no puede ser burlado. Su reino es reino de luz, y nada se puede esconder en la presencia de aquel que es la luz.
Un creyente puede equivocarse únicamente cuando ignora si lo que hace es o no la voluntad de Dios.
En ese caso, su fracaso tiene cierto justificativo, aunque, aún así, él tiene la responsabilidad de buscar mayor luz de Dios y conocimiento de su Palabra a fin de que no se reitere la falla.
Pero hacer algo reprobable a sabiendas de que desagrada al Señor es ajeno a la naturaleza de un hijo de Dios.
Es bastante con que sepas esto: Si quieres ser parte de la iglesia de Cristo, tu voluntad debe estar completamente rendida a él.
Sería demasiado extenso desarrollar en mayor detalle el tema de nuestra propia voluntad. Es bastante con que sepas esto: Si quieres ser parte de la iglesia de Cristo, tu voluntad debe estar completamente rendida a él. Los cristianos primitivos tenían esa actitud, preferían obedecer la voluntad de Dios y morir, si era necesario, antes que desobedecer a Dios y seguir viviendo. ¡Qué actitud! ¡Obedecer a Dios aunque nos cueste la vida!
Los cristianos primitivos tenían esa actitud, preferían obedecer la voluntad de Dios y morir, si era necesario, antes que desobedecer a Dios y seguir viviendo. ¡Qué actitud! ¡Obedecer a Dios aunque nos cueste la vida!
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