Con la Boca y el Corazón
8 Pero ¿qué dice?: «Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón».
El Evangelio no dice: «Haz esto y vivirás», sino «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo» (Hch. 16:31).
Esta confesión del Señor, delante de los hombres, es especialmente ardua en tiempos de persecución, como fueron los tres primeros siglos de nuestra era, cuando la aclamación de 1 Corintios 12:3, Kurios lesous, Jesús (es el) Señor, era tenida como un insulto al Kurios Kaisar, César (es el) Señor,
La frase final del versículo 9 («serás salvo») engloba la confesión de boca y la fe de corazón, pero en el versículo 10b leemos: «Con la boca se confiesa para salvación». Para evitar confusiones, es necesario recordar que el vocablo «salvación» no se limita al momento de la justificación, «sino que abarca la realización de los propósitos de Dios frente a todos los aspectos de la vida»
10 porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación.
“Porque es con el corazón que una persona ejerce la fe que lleva a la justicia, y es con los labios que hace la confesión que resulta en salvación”
La muerte y la resurrección de Cristo forman el núcleo del Evangelio (1 Co. 15:14). La muerte expiatoria de Cristo en nuestro lugar y su posterior resurrección que garantizaba en aquella muerte una victoria sobre el pecado, son los hechos históricos que hemos de acoger como base segura personal para alcanzar la aceptación por Dios y, por tanto, la vida eterna (v. 4:25). La confesión de boca sin la fe de corazón es una enorme hipocresía; la supuesta fe interior sin la profesión exterior de la fe es una enorme cobardía que da motivos para dudar de la genuinidad de la fe.
11 La Escritura dice: «Todo aquel que en él cree, no será defraudado», 12 porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de todos, es rico para con todos los que lo invocan; 13 ya que todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo.
En esto de la salvación, como en el pecado, no hay diferencia (v. 12) entre judío y griego (comp. 3:22, 23, 29; Col. 3:11), pues uno mismo es el Señor de todos (comp. Hch. 10:36), que es rico para con todos los que le invocan. No hay un Dios para los judíos, y otro para los paganos; no hay un Mediador para Israel, y otro para las naciones, sino que hay un solo Dios y un solo Mediador (1 Ti. 2:5). El Señor es aquí Cristo, rico (2 Co. 8:9) con todas las riquezas del Padre, pues es su Hijo Unigénito, y dispensa las riquezas de su gracia a todos los que le invocan, sin distinción ni excepción, porque (v. 13) todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo.
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?
14 ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? 15 ¿Y cómo predicarán si no son enviados?
15 ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Como está escrito: «¡Cuán hermosos son los pies de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!».
16 Pero no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?». 17 Así que la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios.
16 Pero no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?». 17 Así que la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios.
16 Pero no todos obedecieron al evangelio, pues Isaías dice: «Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio?». 17 Así que la fe es por el oir, y el oir, por la palabra de Dios.