Preparando el Altar
Una vez edificado el altar en el nombre de Jehová (v. 32), Elías preparó el sacrificio (v. 33). Dios mismo iba a proveer el fuego (comp. con Gn. 22:7, 8). Si ofrecemos sinceramente nuestro corazón a Dios, Él encenderá allí, con su gracia, un fuego santo. Elías no era sacerdote, los que le asistían no eran levitas. En el Carmel nunca hubo tabernáculo ni templo; con todo, nunca hubo en el Antiguo Testamento un sacrificio tan acepto a Dios como éste. Al estar erigido ya el templo de Jerusalén, el sacrificio de Elías habría supuesto un quebrantamiento de la Ley si no hubiese sido por lo excepcional del caso.
Ordenó que se derramase abundante agua sobre el altar y en la zanja que había cavado alrededor (v. 32). Los doce cántaros de agua fueron sacados, a no dudar, de una fuente cercana al lugar, la cual no había sido afectada por la sequía (el mar está demasiado lejos como para hacer tres viajes). De este modo el milagro se haría más patente, al estar tan mojados el altar, la leña y la zanja.
4. Entonces Elías se dirigió a Dios con toda solemnidad, y oró ante el altar breve y humildemente, a fin de que Dios aceptase el sacrificio convirtiéndolo en cenizas, pues era holocausto (v. 36). Su compostura estaba en agudo contraste con la danza y los gritos de los sacerdotes de Baal. Se dirigió a Dios como a «Jehová Dios de Abraham, de Isaac y de Israel», para traer a la memoria del pueblo la relación que les ligaba al Dios de sus antepasados. A dos cosas apela en su oración: (A) A la gloria de Dios: «Sea hoy manifiesto que tú eres Dios en Israel». (B) A la edificación del pueblo: «Para que conozca este pueblo que tú eres el Dios, y que tú vuelves a ti el corazón de ellos» (vv. 36, 37).
5. Dios respondió inmediatamente por medio del fuego (v. 38). Apenas terminó Elías su oración, «cayó fuego de Jehová y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aun lamió el agua que estaba en la zanja». Los altares de Moisés y de Salomón fueron consagrados por medio del fuego bajado del cielo, pero este altar de Elías fue destruido por el fuego que consumió el sacrificio y todo lo demás, a fin de que el altar no volviese a usarse. Podemos imaginarnos el terror que se apoderaría de los adoradores de Baal y del mismo Acab.