Jesús y Zaqueo

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Jesús ama a todo el mundo

Aun antes del reinado de Herodes el Grande, Jericó ya era “un pequeño paraíso”, con sus palmeras, rosales, etc. Herodes el Grande y su hijo Arquelao la habían hecho aun más hermosa. Allí habían edificado un gran palacio invernal y también un teatro y un hipódromo. Algunas de las calles estaban bordeadas por sicómoros. El clima era delicioso. ¿No había dado Marco Antonio la ciudad a la reina egipcia (Cleopatra) como una prenda de su afecto?

Esto es un relato muy conocido. Lucas nos deja claro que el evangelio es para todos y que no tiene estrata social.
Zaqueo era un hombre bien reconocido en Jericó. “Pequeño de estatura”, pero poderoso, jefe de los recaudadores que controlaban el paso de mercancías en una importante encrucijada de caminos. No es un hombre querido. La gente lo considera pecador, excluido de la Alianza. Vive explotando a los demás y ni siquiera es hijo de Abraham.
Sin embargo, este hombre quiere ver a Jesús. Había oido hablar de él, pero no le conoce. No le importa hacer el ridículo actuando de manera poco acorde con su dignidad.
Como un niño corre más rapido que los demás para delanterseles y se sube a una higuera “sicómoro”.
Solo busca ver a Jesús. Zaque estaba buscando algo, pero probablemente no sabía que se encontraría con paz, verdad, alegría, y con un sentido de dignidad para su vida. Eso es lo que implica querer ver a Jesús.
Al llegar hasta aquel lugar, Jesús levanta los ojos y ve a Zaqueo “suponemos que hubo un cruce de miradas, entre el explotador de los pobres y el defensor de los pobres. Jesús lo llama por su nombre:
Lucas 19.5 RVR60
Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa.
Zaqueo no hay más tiempo, hoy es el día en que debo morar en tu casa.
Ese es el momento en que Jesús está a la puerta y llama.
Lucas 19.6 RVR60
Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso.
Viene la crítica de Jericó “todavía está llena de muros”.
Lucas 19.7 RVR60
Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador.
Al contacto con Jesús Zaqueo cambia. Quien experimenta a Jesús en su vida no puede ser el mismo.
La vanidad no nos permite ser nosotros mismos.
La vanidad no solamente vacía de su verdadero contenido lo que poseemos; nos roba también lo que de hecho tenemos. Hay una historia en las vidas de los padres del desierto de un cierto monje que vivía en un gran monasterio, y, como dice su biógrafo, «habiendo luchado valientemente y recibido la ayuda de Dios, se convirtió en dueño de nueve virtudes». En su esfuerzo por obtener una perfección aún mayor, deseaba sin embargo adquirir una décima virtud; pero a pesar de todos sus esfuerzos no podía conseguirlo. En lugar de examinar las razones por las cuales había de aspirar a más y de preguntarse a sí mismo si había en él algún defecto que le impidiera hacer más progresos, decidió dejar aquel monasterio, que le parecía impropio para alentar su tendencia. Cuando salía de su celda para no volver a ella, la poca humildad que había adquirido le dejó y la vanidad se difundió por su alma. Visitó sucesivamente nueve monasterios, pero los dejó todos, uno detrás de otro, como ineptos para ayudarles a convertirse en un santo de Dios; pero cada vez que dejaba uno, era más pobre que cuando había entrado en él. Perdió toda la paciencia que tenía en el primero, la fortaleza en el segundo, la disciplina en el tercero, la obediencia en el cuarto, la indulgencia en el quinto, la amabilidad en el sexto, y así sucesivamente; pero la vanidad se fue haciendo cada vez más fuerte, el orgullo creció más y más y trajo consigo irritabilidad y cólera, indolencia, obstinación, arrogancia y dureza de corazón; y cuando hubo visitado nueve monasterios, no quedaba en él nada de las nueve virtudes originales, que habían sido primero adulteradas por la vanidad y el orgullo y luego desplazadas por sus contrarios.
Una vez bajó del árbol, supongo que se calló, o que estuvo en el suelo no sé, solo sé que en ese momento frente a Jesús comenzó a Cambiar sin que Jesús le dijera “tienes que dejar esto, tienes que soltar esto otro, tienes que dejar de robar, tienes que dejar de explotar, no, nada de eso,
Zaqueo puesto en pie dijo:
Lucas 19.8 RVR60
Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado.
Es el momento en que Zaqueo comienza a pensar en los pobres “compartirá con ellos sus bienes”. Es el momento en que Zaqueo deja que Jesús introduzca justicia, verdad y compasión en su corazón.
Zaqueo se siente otro. Con Jesús nos sentimos distintos.
Jesús se alegra, porque Zaqueo era poderoso, pero en aquella región pero hay algo que Zaqueo no tenía:
Lucas 19.9 RVR60
Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Aquel hombre jefe de publicanos, muy rico, era pobre. Quien no tiene a Jesús es muy pobre. La alegría de Jesús es que a casa de Zaqueo había llegado la Salvación.
A esto a venido el Señor:
Lucas 19.10 RVR60
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.
Jesús tambien ama a los ricos. No quiere que ninguno se pierda.
Jesús se acerca a todos por igual.
Hay preguntas que muy pocos llevan en su interior:
¿puedo yo cambiar? ¿NO es tarde para rehacer mi vida? ¿Qué paso debo dar?
La vida de Zaqueo carece de esperanza y solo tiene dinero, pero buscó ver a Jesús. Sí, era un pecado, porque Jesús le aclara “hoy ha venido la salvación a esta casa”. Su deseo de saber quién es Jesús va a cambiar su vida.
Tendrá que superar el bulling de su estatura. La crítica de la gente, los ideales propios, porque no son muy nobles.
Es un momento importante porque es el tiempo en que Jesús pasa por nuestras vidas para salvar lo que nosotros estamos echando a perder.
Este miedo al juicio, a las opiniones de los demás hombres es lo que frecuentemente nos impide cambiar, incluso cuando somos capaces de mudar, de dar un paso, porque ese paso traiciona nuestro pasado.
El encuentro es uno de transformación:
Cambia su manera de mirar la vida, piensa en los demás, cambia su estilo de vida, hará justicia y compartirá.
Todo encuentro con Jesús hace la vida más humana y más solidaria.
Jesús nos saca de la zona de confort.
Para aquella comunidad Zaqueo era un pecador, para Jesús una persona que vivía perdida y que necesitaba salvación.
Jesús lo busca con su mirada
Lo llama por su nombre y le ofrece su amistad personal “no de facebook”, personal.
Jesús va a la casa de Zaqueo porque Zaqueo no tiene vida en su casa, tiene cosas, pero no tiene vida y con Jesús en la casa, hay salvación. Jesús en casa de Zaqueo provoca una reorientación de vida.
Hay quienes no saben para dónde van porque no han permitido que Jesús les oriente.
Jesús se ofrece, propone un camino de vida sana. Jesús sabe que Zaqueo se siente perdido, pero su misericordia es como el sol, para buenos y malos.
Jesús no se impone más bien se ofrece, no conquista más bien invita.

Fuerzas para vivir

Jesús le ofrece a Zaqueo una opción de vida.
Jesús le ofrece salvación.
Jesús no le ha pedido nada. Jesús solo quiere ir a su casa.
Jesús no quiere que te sientas obligado.
Jesús no es religión, Jesús es pasión por Dios.
Sinos falta el deseo de encontrarnos con Dios, solo existen religiosos que buscan a Dios por interés.
Jesús no es un código de prohiviciones y preceptos, sino fuente y estímulo de vida más coherente y sana, más gratificante y unificada.
Jesús está a la puerta y llama a quienes desean una nueva manera de vivir, una nueva fuerza para seguir, Jesús llama a quienes andan buscando una razón para vivir, para amar la vida y disfrutarla de manera responsable y sensata.
Isaías 1.18 RVR60
Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.
Muchos hospitales desechan casos por ser incurables, pero yo conozco muchos incurables que en Cristo han sido curado.
Comentario Al Nuevo Testamento EL HUÉSPED DEL QUE TODOS DESPRECIABAN (Lucas 19:1–10)

«El Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido». Debemos tener cuidado con el sentido que damos a la palabra perdido. En el Nuevo Testamento no quiere decir condenado, sino sencillamente que no está en su sitio, y que no se sabe dónde está. Cuando encontramos aquello que habíamos perdido, lo volvemos a poner en su sitio. Una persona está perdida cuando no está en contacto con Dios; y es hallada cuando una vez más ocupa su debido lugar como hijo o hija obediente en la casa y familia de su Padre Dios.

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