Fidelidad y Limpia Conciencia
Los falsos maestros son hipócritas (4:2). “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7:15–20). Estos falsos maestros predican una cosa pero practican otra. Les dicen a sus discípulos lo que deben hacer, pero ellos mismos no lo hacen. Satanás obra por medio de la hipocresía de mentirosos (traducción literal, 1 Timoteo 4:2). Una de las características de un siervo verdadero de Dios es su sinceridad e integridad: practica lo que predica. Esto no quiere decir que sea perfecto y sin pecado, sino que sinceramente quiere obedecer la Palabra de Dios. Trata de mantener una buena conciencia (1:5, 19; 3:9).
La palabra “cauterizada” significa quemar con un hierro candente. Así como la piel de la persona se puede herrar o marcarse a tal grado que se vuelve dura y sin sensación alguna, así también la conciencia de la persona puede cauterizarse. Siempre que afirmemos con nuestros labios algo que negamos con nuestra vida (sea que las personas lo sepan o no), estamos insensibilizando nuestra conciencia cada vez más. Jesús dejó en claro que no es la palabrería religiosa ni aun la realización de milagros lo que hace a una persona apta para el cielo, sino el hacer la voluntad de Dios en la vida diaria (Mateo 7:21–29).
Un apóstata no sólo está equivocado doctrinalmente, sino también moralmente. Su vida privada se ha deteriorado antes de que su doctrina cambie. De hecho, es probable que haya cambiado sus enseñanzas para poder continuar con una vida pecaminosa y apaciguar su conciencia. La fe y la conducta siempre van juntas.
Mediante el uso del participio de pretérito perfecto («habiendo cauterizado …»), cronológica y lógicamente anterior al participio de presente «que hablan mentiras …», el apóstol da a entender que la desvergüenza con que los falsos doctores enseñan el error se debe a que, de antemano, han tornado insensible su propia conciencia. El verbo kausteriázo que aquí usa Pablo (y es la única vez que ocurre en todo el Nuevo Testamento) significa quemar, aplicar un hierro ardiente, ya para curar una herida que tarda en cicatrizar, ya para marcar a un esclavo o un animal, e indicar así quién es su dueño. En este último caso, la marca indicaría que el dueño de tales falsos maestros es el diablo. Pero la metáfora cuadra mejor aquí con el sentido de hacer insensible la propia conciencia, e impidir así que reaccione debidamente ante el vicio y el error. Dice Hendriksen: «Han llegado así al punto en que la conciencia ya no les incomoda por más tiempo»
1 CO. 4:1–6
6 de julio del 2008
FIDELIDAD Y LIMPIA CONCIENCIA EN LOS MINISTROS
A. BOSQUEJO
Introducción
I. Servidores y administradores (1 Co. 4:1)
II. Ser fieles (1 Co. 4:2)
III. El juicio y la conciencia (1 Co. 4:3–6)
a. La conciencia no es el último árbitro
b. Obra y problemas de la conciencia
Conclusiones
B. SERMÓN
INTRODUCCIÓN
Como ya hemos dicho el gran problema que Pablo trataba de resolver en la iglesia de Corinto eran los partidismos internos, las subiglesias que se estaban formando, con gente que decía seguir a Apolos, a Pablo, a Cefas (Pedro) y a Cristo. Había líderes anónimos en todo esto, pero toda esta situación minaba la comunidad de la iglesia de Corinto.
Ahora, muchas veces los problemas pasan inadvertidos, o uno piensa que está todo bien, cuando hay bendición, cuando hay prosperidad económica, cuando hay milagros. Como en el país: cuando los índices de la construcción suben, cuando la recaudación impositiva es record, cuando la inflación, según el INDEC es 0, 6 en el mes, y nos estupidizan con la farándula de plaza Congreso, creemos, o algunos incautos creen que todo está bien.
En la iglesia y en la vida privada también: cuando hay milagros, cuando hay profecía, cuando hay sanidades, cuando hay crecimiento, cuando hay ascenso, creemos que como iglesia andamos bien o en lo personal andamos bien. Pero nos olvidamos que Dios hace llover sobre justos y pecadores. Es decir, que haya bendición no quiere decir que todo esté bien. Muchas veces creemos que el Espíritu Santo nos tiene que decir que algo está mal para que esté mal, cuando nosotros sabemos en nuestro corazón que está mal. No esperes una palabra profética de corrección sobre algo que sabes que estás haciendo mal. Y si recibes una palabra profética de algo bueno, y no te advierte de algo malo, no creas que está todo bien, y que al Espíritu Santo se le pasó por alto o hizo la vista gorda. Si uno sabe que está mal debe corregirlo, y esto tanto en lo privado como en lo colectivo; tanto a nivel familiar como a nivel laboral, comercial, educativo, etc.
I. SERVIDORES Y ADMINISTRADORES (1 CO. 4:1)
Pablo en este capítulo, como que hace una autodefensa y compara, o desafía a comparar, a Cefas, Apolos y a él mismo con los supuestos líderes de la iglesia de Corinto que la estaban dividiendo en facciones. ¿Qué son Cefas, Apolos y Pablo en la iglesia? El apóstol busca una suerte definición para él y su grupo (quienes son, cómo deben ser considerados, cuál es su función primordial, cuáles son sus características básicas y fundamentales), que creo que es bien orientadora para lo que debemos ser como hijos e hijas de Dios, sobre todo si queremos trabajar en la iglesia de Jesucristo.
Dice: “servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios”. ¿Qué quieren decir estas dos palabras?
En el capítulo anterior (3:5–9) había usado la palabra diákonos, que se traduce como siervo o sirviente de un trabajo bajo la autoridad de Dios, y con un énfasis secundario en la división de tareas: uno sirve para esto (o en esto) y otro para esto otro. Pero aquí utiliza la palabra huperetas que es alguien que administra los asuntos de otro. Y justamente la otra palabra es administrador o mayordomo que es a quien se le ha confiado al administración de una casa.
Entonces aquí hay cuatro elementos importantes: la idea del ministro, de la persona que sirve en la iglesia:
• Es una persona de confianza, es alguien que debe velar por los intereses de otro, debe llevar la administración de una casa, la economía de la casa.
• Es una persona que debe rendir cuentas. Si está puesto en un cargo de confianza, él o ella no es la dueña, sino que justamente el dueño o la dueña debe recibir el informe de este siervo.
• Es una posición de autoridad. Le ha sido conferida una autoridad: servir y administrar.
• Es una función delegada. No la compró, sino que le ha sido dada por su dueño/a.
Ahora, esto quiere decir que los apóstoles en aquel entonces, como los ministros actualmente, tienen una posición humilde, son sirvientes, hay una pertenencia sólo a Cristo, a quien tienen que rendirle cuentas. Pero al mismo tiempo, Dios les ha confiado el ministerio. Así, son para Dios, personas de confianza. Sólo le rinden cuentas a Dios.
Ahora, yo te pregunto, ¿cuánta confianza se puede tener en una persona para que no le exijas rendición de cuentas, sabiendo que él o ella sólo le rinden cuentas a Dios? Cuando pensamos en “rendición de cuentas” automáticamente pensamos en números y pesos. Pongamos como ejemplo, que yo le doy dinero a una determinada persona para que vaya y compre algo. La rendición de cuentas sería, que traiga el o los productos comprados, la factura correspondiente y el vuelto. Y a esto le agregaría otras cosas: en un tiempo prudencial. Si yo le doy $5 para comprar pan y me viene dentro de tres días con el pan, el ticket y el vuelto, no me deja muy convencido. ¿Qué hizo durante tres días con mi dinero?
Este tema de la confianza (o desconfianza) lo hemos vivido muchos de los argentinos con el tema del corralito: la plata estaba allí, era tuya, pero no la podías sacar. Y pataleabas y nada: malos administradores de los bienes ajenos. Hace algunos años, cuando estaba en Europa, planeé un viaje a Rusia, aun siendo parte de la URSS. Y deposité mi dinero en una agencia de turismo para que me enviaran el pasaje. A la semana me dicen que desafortunadamente no había suficiente gente para hacer el tour, y les devolverían el dinero a los que habían comprado el paquete. Bueno, lamentablemente no se pudo hacer el viaje. Comencé a revisar mi cuenta, y nunca me depositaban el dinero. Así que llamé a la agencia, para ver qué pasaba… y que sí…, y que no…, y que esto…, y que aquello… El punto es que después de 1 mes me depositaron el 100% de mi dinero. ¿Se llama eso buena administración? No. ¿Qué hicieron con mi dinero y el dinero de otros durante todo ese mes? Lo trabajaron para sus propios intereses (comunistas de palabra, pero capitalistas de hecho). Usaron lo que era mío, pero sin mi autorización. O sea, para mí ya no eran personas de confianza. No les puedo dar mi dinero porque hacen cualquier cosa con él, para su propio provecho.
Esto es algo que nosotros debemos saber, no sólo en el ámbito eclesiástico, sino comenzando por el ámbito familiar: cuando tú delegas algo que es tuyo para que alguien te lo administre, y pones claras pautas de lo que se tiene que hacer, ¿cómo te rinde cuentas esa persona, si es que te rinde cuentas? Porque allí te está mostrando si es una persona de confianza o no.
Una pauta (aunque no la única) para que tú sepas que esa persona sea una persona de confianza, es que tú no la tienes que llamar para que te rinda cuentas, sino que ella viene a ti con todos los papeles bien claros, bien prolijos, pronto y con todos los números “que cierran”. Si esto no ocurre, comienza a sospechar. Y el que es infiel en lo poco también es infiel en lo mucho. No te engañes. Y esto debe enseñarse desde el hogar con los hijos. Y si esto no ocurre con tus hijos, cuidado, aunque sea hijo, te puede estar robando. Inclusive con los cónyuges.
Ahora, el aspecto de autoridad que presenta el versículo es que dice que son “administradores de los misterios de Dios”. Esta expresión “misterios de Dios”, es genérica y tiene que ver con la revelación del evangelio, dada conocer por el Espíritu Santo y confiada en aquel tiempo a los apóstoles, y ahora a los ministros en la iglesia.
Dios delega una autoridad a sus ministros (a sus siervos y administradores) para enseñar, capacitar, formar, orientar al pueblo. Darle herramientas para que ellos puedan vivir como el evangelio dice que pueden vivir y Dios quiere que vivan. Voy a repetir esto: uno de los objetivos del siervo y administrador de los misterios de Dios es darle a la gente los principios de las Escrituras para que la gente viva como Dios quiere que vivan. Uno, al no estar en Cristo, por lo general viven en inferioridad de condiciones. Pero el ministro tiene que darte las pautas de cómo vivir mejor. No darte el pescado, sino la caña de pescar. Darte los principios, las herramientas para que uno salga de un estándar que le puso el mundo y al cual se acostumbró a vivir, para desafiarlo a otro estándar según el deseo de Dios. Implica creerle a Dios, implica dar un salto de fe, implica cambiar la mentalidad, implica toda una revolución en el estilo de vida. O lo crees, o lo dejas.
Ahora, esta posición de autoridad, implica que estos siervos y administradores de misterios saben la Palabra y viven conforme a ella. Tú nunca pondrías tu confianza en una persona que dice una cosa y hace otra. He. 13:7 dice: “Acordaos de vuestros guías que os hablaron la palabra de Dios y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe”.
Algunas traducciones en lugar de “guías” dice “pastores”. Pero la palabra que se traduce es más genérica que la de pastor: es un guía o líder espiritual. Dice que nos acordemos de aquellos líderes que nos hablaron la palabra de Dios. Y luego nos desafía a que imitemos su fe –la fe de los líderes. Ahora, ¿cómo puedo imitar algo que es tan abstracto como la fe? Dice: “considerando el resultado de su conducta.” No dice, “considerando su conducta”, sino “considerando el resultado de su conducta”. ¿Qué quiere decir resultado? Fruto. ¿Qué es lo que produjo su conducta?
Cuando pensamos en conducta, nos viene a la mente un boletín de calificaciones por comportamiento: se porta bien o mal. Pero aquí el concepto es muy más amplio. La idea de la palabra es “modo de vida”. Es decir, la Palabra nos llama a considerar el resultado de su estilo de vida. Cuál es el fruto que portó el hecho de tener esas pautas para la vida, sea económica, sea laboral, sea académica, sea matrimonial, sea familiar, sea social, sea eclesiástica, etc. ¿Qué fruto tiene, qué resultado? Fíjate que no dice si es perfecto o no? No dice si cometió errores o no. Porque uno puede cometer muchos errores, caerse muchas veces, pero un determinado estilo de vida te puede dejar en el piso o puede levantarte nuevamente. Un estilo de vida, ante el error puede llevarte a nuevos errores, o corregirte para bien y aprender de los errores.
¿Qué nos dice la Biblia, entonces? Agárrate ahora: considera el resultado del estilo de vida de tu supuesto líder espiritual que te predica la Palabra, y si hay resultados entonces imítale su fe, imita cómo él o ella trabaja, incorpora sus principios, estate atento a lo que te puede enseñar, cálcale la vida, porque esos principios funcionaron, y como que está para tenerlos en cuenta. Pero, la otra cara de la moneda: si no hay resultados, cuidado. No pierdas el tiempo, no imites su estilo de vida. Y si es un guía o líder espiritual, más cuidado, porque te está guiando por ciertos principios que a él mismo no le sirvieron o no los aplicó. Te está guiando por mal camino. En otras palabras, ni lo consideres como líder tuyo.
¿En quién estás poniendo tu confianza? Dios no quiere líderes espirituales que hablen teoría, y que repitan versículos de memoria, sino que lideren hacia un nuevo estilo de vida –es el estilo de vida del Reino–, que es mucho mejor del que teníamos en el mundo. Y los vemos en funcionamiento.
Allí se muestra la autoridad, o al menos una faceta de la autoridad. Por eso se le delegó la confianza en la administración de la casa de Dios: la casa de Dios son personas, por las cuales Jesús murió, y el Señor les delega la autoridad, sabiendo que él o ella va a guiar a su pueblo a un nuevo y mejor estilo de vida. Pero nosotros no podemos ser ciegos al estilo de vida del supuesto líder: dime tus obras y te diré que tipo de fe tienes.
II. SER FIELES (1 CO. 4:2)
Pero hay una característica más de los siervos y administradores de los misterios de Dios, y que es clave: ser fieles. Se le requiere fidelidad. Ser fidedignos, dignos de confianza. Se los ha puesto en un cargo y se espera un desenvolvimiento apropiado. Se les ha entregado algo y se espera que se le de un buen uso.
Por ejemplo, volvamos al tema del dinero. Se le levanta un dinero para comprar una radio, pero en el medio de la colecta se decide comprar con ese dinero un proyector, y con lo que sobra se sigue ahorrando para comprar la radio. Eso se llama malversación de fondos. Yo le digo que el dinero lo voy a usar para una cosa y lo uso para otra, aunque sea para algo bueno que beneficia a todos. No me estoy robando la plata, pero rompí la confianza que la gente me tenía al haber dicho que ese dinero iba a ser usado para un propósito y ahora es usado para otro. No fui fiel; fui infiel.
Cuando los cónyuges se prometen mutuamente fidelidad, implica que el objeto de su amor de aquí en más va a ser su cónyuge y ningún otro ni ninguna otra. Su corazón no va a estar compartido con otro u otra. Su tiempo no va a estar compartido. Sus pensamientos no van a estar compartidos. Su dinero no va a estar compartido. Hay fidelidad. Cuando se traiciona este pacto matrimonial, el cónyuge ha sido infiel.
¿Cómo confiar luego en alguien inconfiable? ¿Cómo restaurar la confiabilidad, la fidelidad, la fidedignidad? Es muy difícil.
Cuando eres infiel en tu trabajo, la empresa te raja sin misericordia, porque sabe que no se puede trabajar con gente infiel, gente que no cumple, gente que falta, gente que es ley para si misma. ¿Y qué pasa en la iglesia? “Bueno, hermano, Dios tiene misericordia…, Dios es Dios de segundas oportunidades…, Dios en su gracia y amor nos perdona…, dice que levanta al caído…” “Ah pastor, yo no soy líder, así que me puedo mandar alguna macanita de cuando en cuando, como escape, vio, porque tengo que descargar el indio que llevo adentro…”
Pablo da muchas “palabras fieles” a Timoteo. Una de ellas dice que “si morimos con él, también viviremos con él. Si perseveramos, también reinaremos con él. Si le negamos, el también nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, pues no puede negarse a sí mismo” (2 Ti. 2:11–13). Pero aquí no nos está dando una permisión para ser infiel, para elaborar toda una infidelidad. Porque la realidad es que si lo negamos él nos va a negar, porque ser infiel es negar mi relación de fidelidad con él.
Pablo dice también en 1 Ti. 1:12–13: “Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor, que me ha fortalecido, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio; aun habiendo sido yo antes blasfemo, perseguidor y agresor. Sin embargo, se me mostró misericordia porque lo hice por ignorancia en mi incredulidad.” Entonces no importa lo que hiciste en la vida pasada, cuando vivías en la incredulidad. Lo que importa es lo que haces ahora, que supuestamente vives en la fe y vives para Cristo. ¿Te puede tener por fiel (te puede considerar fiel) el Señor para ponerte en el ministerio? ¿Nos tiene confianza el Señor? ¿Le rendimos cuentas a diario al Señor, para que él nos confíe el cuidado, la alimentación, la sanidad de sus ovejas?
III. EL JUICIO Y LA CONCIENCIA (1 CO. 4:3–6)
III.A. LA CONCIENCIA NO ES EL ÚLTIMO ÁRBITRO
Ahora, el año pasado decíamos que mi medida del amor a Dios es el amor a mi hermano: “Nadie puede amar al Dios que no ve, sino ama al hermano que sí ve” (1 Jn. 4:20). Y la Palabra me dice que el ministro puesto en un cargo de autoridad sólo le rinde cuentas a Dios. ¿Quiere decir que no le tiene que rendir cuentas a nadie? Esto en la historia se malinterpretó que todas las autoridades terrenales tenían que rendirle cuentas a las autoridades espirituales y la espiritual menor a la mayor, y el papa sólo a Dios (tiempos medievales).
El que es fiel, primeramente, tiene una conciencia que no lo acusa, y segundo no tiene inconvenientes de rendirle cuentas de lo que hace y dice a quien se lo pida. Porque uno no puede serle fiel a Dios y no a los seres humanos. Pero es cierto que si Dios lo comisiona para una tarea tiene que responderle a Dios por esa tarea. Pero esto no quita que él se mueva (el estilo de vida) interrelacionándose con otros seres humanos (tan pecadores como él o ella mismo/a). Ese estilo de vida tiene que ser chequeado, tiene que ser considerado, evaluado.
Pablo no se preocupa por el hecho de que lo puedan juzgar a él. Él tiene la conciencia limpia, aunque reconoce que la conciencia no tiene la última palabra, porque aun la conciencia se puede equivocar. Vivimos en una sociedad que atenta constantemente contra la conciencia, para cauterizarla, para lavarla, para cambiarle los principios, etc. Por eso tenemos que ir una y otra vez en oración para examinarnos. Por eso tenemos que leer una y otra vez la Palabra para incorporar sus principios y limpiar para bien nuestras conciencias.
¿Por qué? Porque Dios quiere que trabajemos a conciencia. Que seamos responsables de nuestros actos, pero con una conciencia limpia. Pero nuevamente, la conciencia no es la medida de la verdad, sino la Palabra de Dios.
Entonces, la vida de un ministro debe ser transparente. Y aunque le tenga que rendir cuentas a Dios de su actuación, debe prestarse a rendir cuentas ante todos: total no tiene nada que ocultar en su estilo de vida. Y si ese estilo de vida tiene resultados, la exhortación es a imitar su fe.
“Pastor, yo no soy ministro, ¿tengo que ser transparente?” Todo cristiano es un ministro de Dios. Todo cristiano es un siervo de Dios. Todo cristiano es llamado a dar una palabra, a dar una orientación, a dar un consuelo, una palabra de ánimo. Y se requiere ser fiel y transparente. Si no qué tipo de modelo de imitación estás brindando. Qué enseñanza, qué motivación para esa persona para salir de donde está. Y aunque no des ninguna palabra, para qué eres cristiano si no piensas ser transparente y fiel. ¿Qué modelo de imitación estás siguiendo, a quién te estás comparando para ser ese tipo de cristiano/a? Hay algo de base que está funcionando mal.
III.B. OBRA Y PROBLEMAS DE LA CONCIENCIA
Déjame terminar mostrándote algunas funciones de la conciencia. En principio la conciencia nos da testimonio, nos testifica, nos dice si lo que hacemos está bien o mal. Es un juez sobre nuestro comportamiento.
Dice Pablo en Ro. 9:1s que la conciencia le da testimonio en el Espíritu Santo de que el dolor y tristeza que tiene en su corazón provienen de una realidad espiritual del pueblo de Israel que va más allá de sus capacidades naturales, pero no obstante él se esfuerza por tratar de generar fe en los corazones de los judíos. Evidentemente la conciencia está muy relacionada con el espíritu del hombre y que da testimonio al alma humana.
De la misma manera, la conciencia le testifica que en el contexto de santidad y sinceridad que vienen de Dios, Pablo y su equipo se han conducido correctamente tanto en el mundo como en la iglesia (2 Co. 1:12).
En el caso de David, cuando éste le cortó el borde del manto al rey Saúl, dice la Palabra que le remordía la conciencia (1 S. 24:5). Ahora, qué sensibilidad espiritual tenía en ese momento David, que por cortar un pedazo de tela, ya su conciencia le remordía, pero años después cuando es rey, y adultera con Betsabé, y manda a matar a Urías, no siente nada. Y este es el tema de la conciencia: se puede pervertir, cauterizar, insensibilizar. De allí que se necesite una autoridad externa como es la Palabra o la voz profética.
De modo que Pablo, le dice a Timoteo que busca servir a Dios con limpia conciencia (2 Ti. 1:3). Por eso Pablo testifica antes a los judíos que lo acusaban ante el gobernador Félix diciendo que él se esforzaba “por conservar siempre una conciencia irreprensible delante de Dios y delante de los hombres” (Hch. 24:16). Y un tiempo antes él testifica ante los judíos: “Hermanos, hasta este día yo he vivido delante de Dios con una conciencia perfectamente limpia” (Hch. 23:1). Entonces, como último legado que le da Pablo a Timoteo, su hijo en la fe, como la última perla de su ministerio, le está sugiriendo que sirva a Dios con limpia conciencia. Y esto me dice que la conciencia se puede ensuciar, por lo cual hay que limpiarla a diario.
¿Qué es lo que ensucia nuestras conciencias y eventualmente las cauteriza? He. 9:14 no sólo nos dice lo que la ensucia, sino también lo que la limpia: “¿cuánto más la sangre de Cristo… purificará vuestra conciencia de obras muertas para servir al Dios vivo?”
Las obras muertas: las obras muertas, es decir, aquellas obras que nacen y fueron gobernadas por una naturaleza de muerte contaminan nuestra conciencia. Cuando somos conducidos no por el Espíritu, sino por la carne, nuestra conciencia comienza a contaminarse. Ahora, la contaminación no es tal que de golpe somos totalmente “inconcientes”. Vamos perdiendo la sensibilidad de conciencia progresivamente. De modo que si no obedecemos al primer momento, después se hace cada vez más difícil discernir, y dejamos de oír el testimonio de la conciencia.
¿En qué se basa la conciencia? En lo que está escrito en nuestros corazones. Romanos 2:14s dice que los gentiles que no tienen una ley externa como la tenían los judíos, de todos modos tenían una ley interna, como todo ser humano. Y cuando uno opera sobre esa ley interna, la conciencia opera o redarguye. Pero el punto es que lo que está escrito en nuestros corazones puede borrarse y reescribirse más de una vez. La conciencia funciona como juez, ¿pero qué es lo que está escrito en nuestros corazones. Nosotros hemos permitido que algo o alguien “escribieran” cosas en nuestros corazones. De modo que debemos limpiar constantemente nuestros corazones y que la palabra de Dios esté escrita en ellos.
Y dice que la sangre de Cristo limpia nuestras conciencias. La sangre de Cristo me habla de la efectividad del sacrificio que hizo Jesucristo en la cruz. Y me dice que es válido hoy. Cuando vamos a adorar a Dios, o cuando le vamos a pedir algo a Dios debemos acercarnos a él “con nuestro corazón purificado de mala conciencia” (He. 10:22). Una mala conciencia puede contaminar nuestro corazón, nuestra alma, y desviarnos completamente.
El escritor de Hebreos, después de exhortar a obedecer a sus pastores y sujetarse a ellos, pide que oren por ellos (los autores o autor y equipo detrás de la carta); dice, “a fin de conducirnos honradamente en todo”, porque confían “en que tenemos buena conciencia” (He. 13:18). Es decir, la buena conciencia sirve para conducirse bien en todo (en todo ámbito, en toda circunstancia), pero de todos modos piden oración porque la conciencia no es el último juez.
La conciencia puede ser débil o fuerte. ¿Cuándo la conciencia es débil? Cuando no está siendo fortalecida. ¿Qué es lo que fortalece a la conciencia? La Palabra de Dios; la comunión con Dios. El pagano o el cristiano que está acostumbrado al ídolo, es decir, de alguna manera Dios no es primero, tiene una conciencia que no está siendo alimentada, y por lo tanto es una conciencia débil, y una conciencia débil se mancha. 1 Co. 8:7 dice: “Sin embargo, no todos tienen este conocimiento; sino que algunos, estando acostumbrados al ídolo hasta ahora, comen alimento como si éste fuera sacrificado a un ídolo; y su conciencia, siendo débil, se mancha”. Pablo está advirtiendo que hay cristianos que están acostumbrados todavía al ídolo. Su confianza la ponen en algo o en alguien que no es el Señor. Por lo tanto, su conciencia está débil, y se mancha. Y nuevamente, la mancha en la conciencia, produce suciedad en nuestro corazón, y esto nos hace desviar de nuestro camino.
Ahora, algunos rechazan vivir en la limpia conciencia. Nuevamente Pablo recomienza a Timoteo que ande conforme a las profecías que se le impartieron. Dice, “guardando la fe y una buena conciencia, que algunos han rechazado y naufragaron en lo que toca a la fe” (1 Ti. 1:19). Pablo está hablando de cristianos: cristianos que han rechazado esto de guardar una buena conciencia. ¿Qué es lo que pasó? “Naufragaron en cuanto a la fe”. ¿Qué quiere decir “naufragar”? Te desviaste de tu rumbo y reventaste el barco. La fe no te sirvió; te fuiste para cualquier lado y ahora estás tratando de sobrevivir, manoteando para no ahogarte. Conocerse la Biblia de memoria no es suficiente. Uno tiene que tener buena conciencia para mantenerse en la fe.
En los últimos tiempos va a aparecer gente con la conciencia cauterizada (1 Ti. 4:2) que va promulgar leyes como queriendo servir o creyendo que está sirviendo a Dios, y van a decir disparates. Van a atar a la gente a legalismos. Y dice que son “doctrinas de demonios”. La conciencia cauterizada no distingue entre la doctrina de Dios y la doctrina de demonios. ¡Esto es bien fuerte! ¡Y creen que están sirviendo a Dios!
Por eso debemos siempre conducirnos con limpia conciencia y purificarla a diario. Queremos darle culto a Dios los domingos a la mañana, por ejemplo. ¿Pero invertimos un tiempo antes de reunirnos para limpiar nuestras conciencias de toda mancha y así estamos listos para adorar al Rey y escuchar su palabra? ¿Cómo pretendemos, si no, que esa adoración le sea agradable y su palabra nos sirva, si nuestro corazón está contaminado, porque nuestra conciencia está manchada? Prepara así tu adoración al Rey y ven a adorar al Señor los domingos a la mañana.
CONCLUSIÓN
La fidelidad no es sólo para el ministerio, para el pastor, el apóstol o el profeta. No es sólo para el guía o líder espiritual. Es para todos, y es para todo orden en la vida. Vimos dos casos puntuales de fidelidad: en las finanzas y en el matrimonio. Pero podríamos extenderlo a cualquier orden. Los padres siendo fieles con los hijos y éstos con los padres, fieles entre los hermanos, fieles a sus estudios, fieles a sus amistades. Los adultos fieles en sus trabajos, fieles con sus amistades. Cuando se rompe la fidelidad es muy difícil restaurarla. Cualquier traición a la confianza depositada produce una herida muy fuerte, porque uno ha depositado su vida en las manos de otra persona. Se ha hecho vulnerable hacia él o ella. Romper esta confianza, esta fidelidad o esta fidedignidad puede hacer un ruido ensordecedor.
Y nuestra conciencia es la primera que nos va a advertir que estamos yendo por un mal camino, y es allí donde tenemos que pegar el volantazo hacia la fidelidad nuevamente. Y esa conciencia que es muy volátil, debe fortalecerse diariamente con la palabra de Dios.
C. PROFUNDIZACIÓN Y APLICACIÓN
1. LECTURAS ADICIONALES PARA MAYOR ESTUDIO
1 S. 24:5; Hch. 23:1; 24:16; Ro. 2:14s; 9:1s; 1 Co. 8:7; 2 Co. 1:12; 1 Ti. 1:12s, 19; 4:2; 2 Ti. 1:3; He. 9:14; 10:22; 13:7, 18; 1 Jn. 4:20
Maxwell, J.C. (1996). Desarrolle el líder que está en usted. Nashville: Caribe. Cap. 3.
Maxwell, J.C. (2005). Ética. La única regla para tomar decisiones. Miami: Unilit.
Oxford, D. (2009). Find Us Faithful: Leadership That Leaves a Legacy. Nashville: B & H Publishing Group.
2. PREGUNTAS DE CONTEXTO
1. ¿Qué tres características menciona Pablo para ellos (Pablo, Apolos y Cefas)?
2. ¿Por qué piensa que Pablo cita el tema de la conciencia?
3. ¿Por qué piensa que a pesar de que Pablo cita la conciencia como medio de juzgar nuestras actitudes y comportamientos, no la pone como último juez?
Respuetas
3. PREGUNTAS PARA REFLEXIÓN Y DESAFÍO
1. ¿Qué características ve comúnmente en el líder del liderazgo secular (que algunas veces se infiltran en el liderazgo eclesiástico)? Mencione tres. ¿Cuál piensa que deberían ser las características cristianas correspondientes?
2. ¿Puede mencionar tres instancias en las cuales Dios le fue fiel? ¿Puede mencionar tres instancias en las cuales Ud. ha sido fiel a Dios (sea concreto)? ¿Puede mencionar tres instancias en las cuales Ud. ha sido fiel a su prójimo (no incluya familiares y sea concreto)?
3. ¿Puede mencionar instancias dentro de su vida cristiana en las que, aunque su conciencia no le decía nada