Despertando a la grandeza (2)
Muchísimas veces en la vida, en diferentes dominios o actividades de nuestro diario vivir, buscamos ser «un grande». Cuando me refiero a ser grandes no estoy diciendo ser «agrandados». Me refiero a «ser un grande», «ser un gran padre, ser una gran madre, ser un gran amigo, ser un gran ministro, ser un gran hermano». En la Biblia, el libro a los Efesios dice que somos hechura de Dios.
Muchísimas veces en la vida, en diferentes dominios o actividades de nuestro diario vivir, buscamos ser «un grande». Cuando me refiero a ser grandes no estoy diciendo ser «agrandados». Me refiero a «ser un grande», «ser un gran padre, ser una gran madre, ser un gran amigo, ser un gran ministro, ser un gran hermano». En la Biblia, el libro a los Efesios dice que somos hechura de Dios.
¡Es posible ser un grande! Podemos elegir cambiar nuestra vida de promedios o fluctuaciones y pasar a diseñar acciones para ser grandes en nuestro diario vivir. En un mundo y un tiempo donde encontramos hombres pequeños que se arrastran tras el dinero o las pasiones, o agrandados por no haber sostenido aquello que los llevó a ser líderes, podemos elegir ser grandes, en cada pequeño acto de la vida, en cada hecho cotidiano, cada vez que nos relacionamos con otros o con el mismo Señor Jesucristo.
La Palabra de Dios nos enseña cómo ser grandes en cada área de nuestra vida y no tener miedo de serlo.
¿Quién mejor que Jesús para enseñarnos y así aprender a ser un grande?
Jesús dijo:
«Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan» (Lucas 7:28).
El Señor Jesús hablaba de Juan el Bautista como el más grande de los mortales. Según Jesús, Juan era «un grande». ¿Qué características tenía este hombre para que Jesús dijera eso de él?
Si alguien quisiera ser llamado grande o saber si llegó a ser un grande en alguna área de su vida, quién mejor que Jesús para confirmarlo.
La Palabra de Dios nos enseña cómo ser grandes en cada área de nuestra vida y no tener miedo de serlo.
¿Quién mejor que Jesús para enseñarnos y así aprender a ser un grande?
Jesús dijo:
«Les digo que entre los mortales no ha habido nadie más grande que Juan» (Lucas 7:28).
El Señor Jesús hablaba de Juan el Bautista como el más grande de los mortales. Según Jesús, Juan era «un grande». ¿Qué características tenía este hombre para que Jesús dijera eso de él?
Si alguien quisiera ser llamado grande o saber si llegó a ser un grande en alguna área de su vida, quién mejor que Jesús para confirmarlo.
Para ser un grande primero debe ser un líder, no solamente de personas, sino también de su propia vida. Aprender a mirarse en el espejo del Señor y ver la gloria de Dios reflejada en su vida. No se empieza liderando a cientos de personas, sino a su propio ser, su entorno más íntimo, lo cotidiano. Con el primer equipo que trabaja el líder es con su propio ser. Y eso nace de la decisión de entrenar su propia vida y desarrollarse de tal modo que sus frutos sirven de ejemplo a otros.
Pensemos en la trayectoria de Juan el Bautista para poder comprender por qué fue llamado un grande.
Desde su concepción fue apartado para una labor única
Lo extraordinario que marca la importancia que tiene nuestra vida para el Todopoderoso es el mismo momento de nuestra salvación. Allí sucede el milagro más grande en nuestra vida.
En el reino de Dios la grandeza no se mide en términos de números, sino en términos de fidelidad. Se mide por la manera de ser en el corazón de la persona. Solo seis meses de formación pero una vida de transformación.
¿Qué características podemos encontrar de la vida de Juan para imitar, para incorporar a nuestra vida, y que en algún momento digan: «Ahí va un grande»?
APRENDA A SER GRANDE EN SU SER
SEA UN GRANDE ACEPTANDO EL LLAMAMIENTO DE DIOS
Y este es el gran punto en lo profundo de su corazón, que no sólo sepa que Dios lo ha llamado sino también a qué lo ha llamado.
Él había sido llamado con un plan de Dios. En el libro de Efesios, las Escrituras dicen que Dios nos escogió antes de la fundación del mundo. Usted también ha sido escogido y llamado antes de su nacimiento para algo grande. Juan el Bautista fue llamado para ir delante del Señor. Cada uno de nosotros fue llamado, como Juan, a un ministerio específico. El ministerio de Juan el Bautista fue específico, él creyó en su llamado y lo llevó a cabo en tiempo y forma. Él creyó en su ministerio y se entrenó y preparó para el mismo durante 30 años.
Debe existir en nosotros el deseo, el amor y la creencia de operar los dones de ministerio, como así también el deseo de los miembros de la Iglesia de ser guiados y bendecidos con la presencia de ministros en el cuerpo.
¿Dónde están sus pensamientos? ¿Qué anhela? ¿Un auto nuevo, un trabajo nuevo, una casa nueva o está anhelando que su llamamiento sea una posibilidad en el mundo? Porque conforme a lo que anhele, de eso vivirá. Juan el Bautista deseaba llevar a cabo su llamamiento.
¿QUÉ SIGNIFICA ESTAR COMPROMETIDO?
Estar comprometido significa ponerse en acción observando la vida desde el compromiso asumido. Compromiso es la capacidad que el hombre tiene de crear lo que no existe. Es elección y acción que cambia el futuro. Es lo que transforma una promesa en realidad. Es una declaración que se sostiene con acciones.
¿QUÉ SIGNIFICA ESTAR COMPROMETIDO?
Estar comprometido significa ponerse en acción observando la vida desde el compromiso asumido. Compromiso es la capacidad que el hombre tiene de crear lo que no existe. Es elección y acción que cambia el futuro. Es lo que transforma una promesa en realidad. Es una declaración que se sostiene con acciones.
CAMBIAR EL NIVEL DE PENSAMIENTO
Se cuenta que había dos niños que patinaban sobre una laguna congelada. Era una tarde nublada y fría, pero los niños jugaban sin preocupación. De pronto, el hielo cedió y uno de los niños cayó al agua a través de una estrecha abertura.
El otro niño, viendo que su amiguito se ahogaba, tomó una piedra y empezó a golpear el hielo con todas sus fuerzas hasta que logró hacer un hueco más grande por donde pudo salvar a su amigo.
Cuando llegaron los bomberos y vieron lo que había sucedido, se preguntaron cómo lo habría hecho. Y decían:
—Este hielo es muy grueso. Es imposible que lo haya podido quebrar con solo esa piedra y sus manos tan pequeñas.
En ese instante apareció un anciano y dijo:
—Yo sé cómo lo hizo.
—¿Cómo?, —le preguntaron, intrigados.
A lo que el anciano contestó:
—No había nadie cerca que le dijera que no se podía hacer.
Si queremos ser grandes no tenemos que tomar tiempo para orar sino vivir nuestro tiempo orando, teniendo una relación de intimidad con Dios, dedicándole tiempo a la meditación, pasar tiempo en la lectura de las Escrituras, tiempo de preguntarle a Dios cuál es su voluntad para nosotros para este día o para esta circunstancia.
Un liderazgo que experimenta una íntima relación de oración, meditación y amplia escucha con Dios, es un liderazgo que puede ser una posibilidad para la gente en cualquier necesidad.
Él sólo vio «la promesa» y dijo: «He dado testimonio que este es el Hijo de Dios». Es como si dirigiera un equipo de fútbol y le traen el que será el mejor jugador de la historia de la humanidad pero que todavía no jugó un solo partido. Quién lo lleve le dirá: «Es una promesa del fútbol».
Cuando Jesús se acercó, Juan el Bautista confió en la promesa de Dios.