Dónde Está El Temor De Dios

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¿DÓNDE ESTÁ EL TEMOR DE DIOS?

Levítico 10

INTRODUCCIÓN.

     La Iglesia del Señor ha cambiado mucho con respecto a lo que Dios desea de ella.  Antes se anhelaba conquistar la bendición y se entendía que para lograrlo había que buscar el rostro del Señor en ayuno y oración.   Hoy en día poco se ayuna y poco se ora, y creemos que las bendiciones se reflejan de acuerdo a la multitud de posesiones que tenga un hermano(a).

     Antes se respetaba la autoridad de los siervos de Dios, hoy en día hay personas que no tienen ningún temor de Dios y hablan mal de pastores y de ministros sin entender el peligro que corren  las consecuencias que estas cosas acarrean.

     Antes los hermanos luchaban en oración por obtener el bautismo del Espíritu Santo aunque tomara días, meses o años.  Hoy ya no se le da esa importancia al bautismo en el Espíritu Santo y a muchos les da lo mismo tenerlo que no tenerlo; es más, me he encontrado con personas que afirman que uno puede estar bautizado con el Espíritu Santo aunque nunca hable en lenguas, cuando la Biblia muestra que la evidencia inicial del bautismo en el Espíritu Santo es el hablar en lenguas.

     Antes no se promocionaban tantos conciertos y manifestaciones artísticas, los creyentes eran más sencillos y buscaban más las vigilias y los retiros en oraciones.  Hoy en día hay nuevos convertidos que ni siquiera saben qué es una vigilia.  Y hay cantantes “cristianos” que no le ministran a nadie si no le garantizan una buena ofrenda

    Antes los creyentes (todavía hay quienes tienen esta buena costumbre) se preparaban en oración y ayuno para la lectura de la porción bíblica, aunque fuese un salmo.  Hoy, hay creyentes que no les gusta ni orar, ni ayunar y se molestan con el pastor porque no los llama al frente para que cante.

     En el día de hoy, quiero considerar un pasaje bíblico que demuestra lo importante y lo serio que significa ministrar en la Presencia de Dios, y por ello quiero usar el pasaje que leímos porque ilustra, claramente, la forma cómo Dios trató con dos personas que no supieron valorar la seriedad de la ministración.

I.-  GRANDES PRIVILEGIOS IMPLICA GRANDES RESPONSABILIDADES.

      Todos entendemos que los privilegios que se van adquiriendo en la vida conllevan responsabilidades.  Conforme el hombre va creciendo y madurando dentro de la sociedad va adquiriendo privilegios que antes no tenía, por ejemplo, alcanza una edad donde se le permite, por ley, poder guiar un automóvil, empezar a trabajar, poder tomar decisiones propias.  Sin embargo, esa misma sociedad lo hace responsable de las consecuencias de sus actos si no sabe usar bien sus privilegios.   Por ello, es que muchos padres confrontan problemas con sus hijos durante la adolescencia, porque ellos están afanados a llegar a ciertas edades y así obtener privilegios; sin embargo, no están dispuestos a adquirir las responsabilidades que eso implica.    Padres, no se dejen manipular por sus hijos, si no son maduros para asumir responsabilidades, no merecen ningún privilegio.

     En los caminos del Señor, sucede de igual forma.  Dios dice en Su Palabra, Lev. 10:3: “En los que a mí se acercan, me santificaré, y en presencia de todo el pueblo seré glorificado.”  Cuando Dios le imparte algo, o le asigna alguna tarea, Él espera que usted se desempeñe con responsabilidad, con seriedad y en santidad.

     Veamos lo que aconteció con Nadab y Abiú, hijos de Aarón, por consiguiente, sacerdotes del pueblo de Israel.  Adquirieron privilegios, pero los manejaron irresponsablemente.

II.-  NADAB Y ABIÚ

·         Vieron la gloria de Dios desde lejos (Ex. 24:1-11)  En Éxodo 24.1 Dios le dijo: Sube ante Jehová, tú, Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos.  Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.  ¡Qué privilegio!  Sin embargo, nunca entendieron la responsabilidad.

 

·         Eran las personas equivocadas  De acuerdo a Éxodo 30:7-10, no era a ellos a quienes les tocaba quemar incienso delante de la Presencia del Señor, sino a su padre, Aarón, por ser el Sumo Sacerdote.

 

·         Usaron los instrumentos equivocados Usaron sus propios incensarios, en lugar de usar el incensario del Sumo Sacerdote que estaba santificado con el aceite de la unción.

 

·         Actuaron en el momento equivocado  Dios había establecido que solo se debía ofrecer este incienso en el Día de la Expiación, es decir, una vez al año.  Pero ellos entraron cuando quisieron.

 

·         Actuaron bajo la autoridad equivocada No consultaron con Moisés o su padre, Aarón, ni buscaron seguir la palabra que Dios le había hablado a Moisés, sino que entraron por sus propias cuentas.

 

·         Usaron el fuego equivocado La Biblia dice que presentaron un “fuego extraño”, en otras versiones la Biblia lo llama “fuego no autorizado”.  Al Sumo Sacerdote se le había mandado que usara fuego tomado del altar de bronce, pero Nadab y Abiú usaron su propio fuego.

·         Usaron el motivo equivocado Aunque no sabemos lo que había en sus corazones, pero todo da la impresión que estaban llenos de orgullo, no buscaban santificar y glorificar a Dios, sino promocionarse ellos mismos.

III.-  EL LAMENTO DE AARÓN Y LA VERDADERA ADORACIÓN

      Como expresé anteriormente, con los privilegios vienen responsabilidades y sacrificios.  Dios no le permitió a Aarón hacer lamentación por sus dos hijos muertos.  Tenía que quedarse en el Tabernáculo y terminar la ceremonia de ordenación.  Sus dos sobrinos se encargaron de enterrar los cuerpos.  No obstante, Aarón no comió la expiación en lugar santo como Dios había mandado y Moisés se enojó mucho.  Mas Aarón dio una respuesta que satisfizo a Moisés “He aquí hoy han ofrecido su expiación y su holocausto delante de Jehová; pero a mí me han sucedido estas cosas, y si hubiera yo comido del sacrificio de expiación, ¿sería esto grato a Jehová?  Aarón entendía que no era cuestión de servir a Dios externamente, sino que había que hacerlo de corazón y por las cosas que le habían sucedido en ese día, su corazón no estaba preparado para ministrar correctamente dentro del Lugar Santo.   No se trata de hacer las cosas, sino estar preparado delante de Dios para hacerlo, porque a Dios le interesa más la obediencia que el sacrificio.

Aaron explained that he couldn’t eat the offering with a good conscience because of the sorrow that had befallen him that day. The Lord knew his heart, and he wasn’t going to attempt to fool God by playing the hypocrite. Aaron knew that a mere mechanical observance of the ritual wouldn’t have pleased God; for the Lord looks on the heart and wants obedience, not sacrifice (1 Sam. 15:22–23; 16:7; Ps. 51:16–17; Micah 6:6–8). The law didn’t allow Aaron to express his grief in the usual ways, but it didn’t forbid him to fast; and fasting was his way of showing his grief for the loss of his two sons.

As you review these three chapters, several lessons stand out clearly:

1. God’s Word commands us concerning our ministry, and we must obey what He says. God’s instructions are more detailed for the Old Testament priests than for New Testament ministers, but the principles and examples are clearly given in the New Testament so that we shouldn’t go astray.

2. We dedicate ourselves to God, and He consecrates us for His service. He wants servants who are clean, yielded, obedient, and “marked” by the blood and the oil.

3. Apart from the finished work of Christ and the power of the Spirit, we can’t serve God acceptably (1 Peter 2:5). No amount of fleshly zeal or “false fire” can substitute for Spirit-filled devotion to the Lord. Be sure the “fire” of your ministry comes from God’s altar and not from this world.

4. We minister first of all to the Lord and for His glory. No matter how much we sacrifice and serve, if God doesn’t get the glory, there can be no blessing.

5. The privileges of ministry bring with them serious responsibilities. “For everyone to whom much is given, from him much will be required” (Luke 12:48, NKJV).

6. Our greatest joy in life should be to serve the Lord and bring glory to His name. “Serve the Lord with fear, and rejoice with trembling” (Ps. 2:11, NKJV).

 

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