Destruyendo A Amalec
DESTRUYENDO A AMALEC
(1 Samuel 15: 1 -11)
Cuando le servimos al Señor, es importante mantener nuestro corazón con la actitud correcta. No se trata tanto de cuánto hacemos para el Señor, ni cómo se ve lo que hacemos delante de los hombres. Más importante delante de Dios es la verdadera razón que nos motiva a trabajar para el Señor.
Cuando leemos Las Sagradas Escrituras nos damos cuenta que en los tiempos de Jesús había muchos que eran rigurosos en guardar la ley, hacían cosas extraordinarias para agradar a Dios, según sus propios conceptos. Los fariseos y los doctores de la ley crearon una serie de mandamientos que no estaban contenidos en la Palabra de Dios, porque querían ser demasiados precisos en obedecer a Dios. El problema es que ellos obedecían a Dios externamente. Eran impecables en lo exterior, pero internamente estaban lejos de Dios.
No se puede agradar a Dios según nuestros propios preceptos, por eso es importante detenernos a escudriñar lo que dice la Palabra de Dios, atesorarla en nuestro corazón y ponerla por obra. El salmista dice en Salmos 119:11: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.” El verdadero propósito de leer, estudiar y meditar en la Palabra no debe ser el acumular conocimientos, el memorizar mecánicamente versículos bíblicos o el pretender vanamente profundidad teológica. Cuando un creyente lee, estudia y medita en lo que Dios nos dice en Su Palabra es para ser transformado por la misma, que ella moldee nuestro carácter, nuestra forma de pensar y nuestra forma de actuar. Un verdadero creyente se conoce no por una tarjeta de miembro, no por llevar una Biblia o por conformarse con un formato externo de vestimenta. Las personas respetan a los cristianos que guardan la Palabra de Dios, aunque no siempre estén de acuerdo con ellos.
Hoy deseo referirme a un hombre, un personaje bíblico, que a pesar de que Dios lo escogió para un importante cargo, se llenó de vanidad con el cargo y menosprecio la Palabra de Dios y esto le acarreó grave consecuencias. Me refiero al rey Saúl.
I.- SAÚL.
Saúl fue el primer rey de Israel, cuando la nación pidió rey a Jehová. Saúl no se postuló para el cargo, no estaba buscando ser elegido, no hizo campaña para buscar esa posición. Fue Dios quien lo escogió y lo invistió para ese cargo. Hay que tener en gran estima el lugar y la posición que Dios nos da para hacer Su Voluntad y entender que nuestro corazón no debe estar apegado a la bendición, sino estar dedicado hacia Quien envía la bendición.
Alguien dijo en una ocasión que Dios no escoge a los capacitados; más bien capacita a los que Él escoge. Saúl no sabía cuáles eran sus responsabilidades como rey, qué papel tenía que desempeñar o cómo ganarse el favor del pueblo. Sin embargo, Dios fue guiándolo a través del profeta Samuel para que tomara las decisiones correctas y diera los pasos necesarios. Ahora, en el capítulo 15, el profeta Samuel se dirige al rey Saúl con una serie advertencia.
II.- UNA SERIA ADVERTENCIA.
Lo primero que el profeta le dice al rey es: “ahora, pues, está atento a las palabras de Jehová.” Antes de salir a hacer cualquier cosa, Saúl tenía que prestar atención a lo que Dios decía. Hermanos cuando Dios habla, no habla en vano. Él desea que prestemos mucha atención a lo que se nos dice y que cumplamos fielmente lo que Él demanda de nosotros.
Muchos errores se cometen cuando apresuradamente actuamos, pensamos, opinamos sin consultar primeramente con Dios. Muchas veces seguimos nuestros propios deseos, gustos y decisiones en lugar de buscar la Voluntad de Dios. Tarde o temprano eso nos va a traer derrota y sufrimiento, porque Dios no se equivoca.
Puede llegar el momento de darnos cuenta que estamos en problemas por no buscar la Voluntad de Dios, o porque nos apresuramos. Cuando eso sucede, lo correcto es venir de rodillas ante Dios, humillarnos y pedir perdón, aceptando nuestra responsabilidad. Sin embargo, Saúl nunca hizo ninguna de estas cosas, él prefirió echarles la culpa a los demás.
III.- DESTRUYENDO A AMALEC.
Para conocer la historia de Amalec tenemos que ir a Éxodo 17.8-14. Cuando la nación de Israel salía de Egipto, los amalecitas pelearon contra Israel en Refidim y Moisés tuvo que subirse a la cumbre de un collado e interceder para que Dios le diera la victoria a Israel sobre Amalec. Amalec representa todo lo que el enemigo levanta contra una persona cuando sale del mundo. Eso es muy común cuando uno se convierte a Cristo, la familia te ataca, la esposa te quiere dejar, los amigos se burlan, la gente te critica. El enemigo de las almas usa todas sus armas para que tú te arrepientas de haber salido de Egipto. Lo más lamentable de todo esto es que aún usa a algunos cristianos para desanimarte, si eres dama y apenas te conviertes al Señor, te encontrarás con gente que te critica porque aún usa pantalones, se pone cadenas, etc. Cuando llegan esos momentos, no necesitas a alguien que te critique, porque son muchas las luchas que ya tienes, necesitas a alguien que se suba a la cumbre de un collado e interceda por ti para que Dios te de la victoria en medio de lo que estás atravesando.
Son muchos los amalecitas que se levantan para impedir que llegues a la Tierra Prometida. Hay amalecitas en forma de pecados ocultos, de malos hábitos, de malas compañías, de malas costumbres. Tienes que destruirlos a todos uno por uno, porque el amalecita que tú no destruyas te puede destruir a ti. Se levantará de tiempo en tiempo contra ti y te hará la guerra.
Josué comandó las fuerzas de Israel en la pelea contra Amalec, y Dios les dio la victoria, pero el Señor le dijo a Moisés: “Escribe esto para memoria en un libro, y di a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.” Ahora Dios comisiona a Saúl para que cumpla esta palabra.
La orden que Dios le dio a Saúl por medio de Samuel, fue muy seria y a veces difícil de entender para muchos, pero era importante que Saúl la cumpliera al pie de la letra: “Ve, pues, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene, y no te apiades de él; mata a hombres, mujeres, niños, y aun los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos.” Saúl entendió bien la orden de parte de Dios y antes de emprender la batalla le dijo a los ceneos –un pueblo que mostró misericordia a Israel durante su peregrinación- salid de en medio de Amalec para que no sean destruidos con ellos. Saúl puso más cuidado en separar a los ceneos de los amalecitas que en obedecer la Palabra de Dios. Y Dios se enojó por ello.
IV.- LA OBEDIENCIA A DIOS ES FUNDAMENTAL PARA LA VICTORIA.
Hay situaciones que ante los ojos de los hombres son buenas, pero delante de Dios son reprobadas. Hay batallas cuyos resultados los hombres pueden verlas como victorias, pero Dios las mira como derrotas. La Biblia dice que Saúl derrotó a los amalecitas desde Havila hasta Shur, pero en el corazón perdió la batalla delante de Dios.
Existe una expresión muy común en los labios de muchos cristianos que he escuchado decir un sinnúmero de veces: El Señor sabe todas las cosas. Con esta expresión tratamos de justificar nuestras acciones, por ejemplo: cuando no pagamos nuestros diezmos, cuando no vivimos en santidad, cuando cometemos algún pecado acostumbramos a decir, El Señor sabe todas las cosas y por ellos sabe que soy débil y que cedo ante las tentaciones, pero en el fondo de mi corazón, Él sabe que yo le amo. Desde luego que Dios sabe todas las cosas y que es misericordioso, pero la Biblia dice en Nahúm 1:3: “Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable.” Dios desea que obedezcamos lo que Él ha dicho y no dejemos de tantas excusas. No podemos anteponer nuestros criterios, nuestros gustos o nuestras conveniencias a lo que Dios nos ha mandado.
La Biblia dice que Saúl y el pueblo perdonaron a Agag rey de Amalec, y a lo mejor de las ovejas y del ganado mayor, de los animales engordados, de los carneros y de todo lo bueno y no lo quisieron destruir. Esta decisión le trajo serias consecuencias a Saúl y Dios dice una de las expresiones más lamentables que se puede encontrar en la Biblia: Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras. Cuando desobedecemos a Dios, lo que hacemos es darle las espaldas y Él no puede seguir tratando con nosotros a menos que nos arrepintamos de todo corazón.
Podemos darles mucho valor o importancia a cosas materiales, pero esas cosas no tienen valor delante de Dios. Saúl había dicho esto es bueno para ofrecerlo en sacrificio delante de Dios, pero el Señor no acepta sacrificios de personas en desobediencia. Samuel expresó una gran verdad: “¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros.
IV.- UNA PALABRA DE CONSEJO
Es lamentable que dentro del pueblo de Dios existan personas que sean rebeldes a la voz de Dios, que quieran vivir la vida de cualquier manera, que entienden la palabra de Dios, pero que no quieren obedecerle. Que entienden que Dios demanda una vida santa, un andar santo, una conducta santa, pero ellos quieren vivir de cualquier manera y esperan que Dios los acepte así. Dios no se agrada de eso.
Recuerdo, algunos años atrás, un hermano en Cristo en mi país, siempre vivía deprimido, no conseguía trabajo, las cosas no prosperaban en su vida y él sentía resentimientos hacia Dios, por la forma cómo hablaba me pude dar cuenta que él acusaba a Dios de su situación. Pero un tiempo después el Señor me dejó entender la forma cómo este hermano estaba viviendo, las personas con las que se juntaba y pude comprender por qué la bendición no llegaba a su vida. Dios dice en 1 Samuel 2:30: “porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco.”
Hermano, guárdate de tener un corazón recto para con Dios. Aunque se burlen de ti, te critiquen o te tengan en poco porque eres distinto. El Dios de los cielos ha hecho pacto contigo. Él es quien cuida de ti y de los tuyos. Sé fiel, te dice el Señor y Él peleará tus batallas y te dará la victoria. Que tu corazón esté dedicado siempre a servirle al Señor. Hay una porción del Salmo 91 que siempre ha cautivado mi atención, porque es una promesa que Dios le hace a los que le aman, se encuentra en los versículos 14 al 16: “Por cuanto en mí ha puesto su amor, yo también lo libraré; le pondré en alto, por cuanto ha conocido mi nombre. Me invocará y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré mi salvación.” Muchos son los que recitan este salmo de memoria; sin embargo, esta promesa no es para el que recita este salmo, sino para aquel que pone su amor en el Señor y ha conocido Su Nombre.
Cuando tu corazón está firme en obedecer la Palabra de Dios, no tienes que preocuparte de las cosas que vendrán, ni de lo que pueda acontecer, porque Dios te promete que Él va a estar contigo. El Señor lo dijo por medio del profeta Isaías 43:2: “Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegará. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti”.