No Con Ejército
NO CON EJÉRCITO, NI CON FUERZA, SINO CON MI ESPÍRITU
(Zacarías 4:6)
Introducción.
De una manera u otra, todos y cada uno de nosotros atraviesa por momentos difíciles en varias etapas de nuestras vidas. Hay ocasiones en donde nos abate el desánimo, nos llega el desaliento, las fuerzas disminuye, la fe flaquea. No importa si usted tiene hijos o no los tiene, no importa si tiene trabajo o lo anda buscando, no importa si sus finanzas van bien o mal, o a lo mejor lo que le hace falta es un lugar donde vivir; lo cierto es que cada uno pasa por momentos como éstos.
A lo largo de nuestro caminar en el Evangelio, es natural y hasta lógico que nos sintamos de esta manera muchas veces. Por ello, es que necesitamos orar, ayunar y buscar el rostro de Dios, precisamente, porque debemos hacer un alto en nuestras rutinas diarias y recibir nuevas fuerzas de parte de Dios.
Veamos cómo Dios trabaja en el ministerio de un sacerdote del Antiguo Testamento y cómo ese mensaje cobra vida hoy en medio de lo que nosotros mismos experimentamos.
Zorobabel, fue gobernador de Israel después del destierro, lo nombraron jefe del primer grupo de cautivos que regresó de Babilonia. Llevó a Jerusalén los vasos sagrados del templo, presentes valiosos, efectos variados y animales.
Zacarías, el autor del Libro que lleva su nombre, tuvo visiones, y en cada una de esas visiones, él veía símbolos y escuchaba mensajes que representaban algo. Pero es en el capítulo 4 donde me detengo en esta oportunidad para reflexionar en las palabras que el ángel le dio. En esta oportunidad, él vio un candelabro, todo de oro con siete lámparas encima y siete tubos para las lámparas, y junto a él dos olivos.
En el Antiguo Testamento, encontramos en el libro de Éxodo, el candelero de oro que representaba a Nuestro Señor Jesucristo. Él es la luz de este mundo y todo aquél que viva en tinieblas debe venir a Él, pues es quien puede cambiar tus tinieblas en luz. Además, el candelero es uno de los símbolos con que hoy en día se identifica a la nación de Israel. Se le llama menorah, y era señal de que Dios quería que esta nación llevara la luz de la Palabra de Dios a todas las naciones de la tierra; no obstante, Israel no cumplió con su cometido.
Hoy en día, el pueblo de Dios debe entender que la iglesia es llamada a llevar la luz en medio de un mundo envuelto en tinieblas, y para ello debemos depender del Espíritu Santo. Cuando no dependemos del Espíritu Santo, entonces hacemos las cosas por nuestras fuerzas y por ello, nos cansamos, nos agotamos, nos frustramos, porque hay situaciones que podemos y debemos resolver nosotros y hay otros que por más que nos esforcemos, nunca podremos resolverlos.
Hay momentos en la vida en que faltan las fuerzas para seguir adelante. A veces buscas una palabra de aliento en otras personas y lo único que recibes es desaliento por un lado y críticas por el otro.
Cuando Salomón construyó el templo que había sido destruido por los babilonios, poseía una cantidad ilimitada de recursos que su padre David logró reunir, (es importante entender el papel que Dios nos llama a desempeñar. David tuvo muchos triunfos en batallas, pero Dios no le permitió construir el templo.), pero el remanente no tenía un ejército. Salomón fue monarca de un reino poderoso que gobernó sobre muchas naciones gentiles y tomó tributos de ellos, pero los judíos en los días de Zacarías no tenían tal autoridad.
Por esta razón es que Dios le dice al pueblo por medio de Su profeta: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu.” Cuando Dios se refiere a ejército, habla de poderío militar, lo que el pueblo puede hacer junto, pero no había ejército. Cuando habla de fuerza, se refiere a fortaleza individual, pero la fortaleza de Zorobabel iba menguando. El mensaje del profeta era: No te desalientes, porque el Espíritu de Dios nos va a capacitar para hacer cosas que un ejército entero nunca podrá hacer.
Hay tres formas en que uno puede intentar hacer la obra de Dios:
· Podemos depender de nuestra propia fuerza y visión;
· Podemos pedir prestado recursos del mundo, o
· Podemos depender del poder de Dios.
Las dos primeras formas parecen dar resultados, pero al final serán un fracaso. Solo la obra hecha por el poder del Espíritu de Dios lo va a glorificar y resistirá la prueba de fuego cuando el Señor la evalúe.
Con sus limitados recursos, completar la reconstrucción del templo parecía una tarea imposible, pero Dios le dijo a Zorobabel que con Su poder él empezaría y terminaría la obra.
En muchas ocasiones cuando tratamos de ayudar a Dios, lo único que logramos es servir de estorbo, empeorar las cosas y en ocasiones retrasar la ejecución de los planes de Dios. Debemos aprender a ser pacientes y esperar la manifestación de lo que Dios quiere hacer. Para ello, se necesita discernimiento espiritual, para entender qué es lo que Dios quiere que hagamos en determinados momentos. Hay que saber conocer el tiempo de Dios y lo que Dios está demandando de Su pueblo y a quienes Dios está llamando.
Dios es quien da las fuerzas y provee la oportunidad y para que ambas cosas den un buen resultado necesitan darse en un determinado momento, es lo que en inglés se denomina good timing (momento oportuno). La oportunidad y la preparación para la tarea tienen que venir juntas, así es como Dios trabaja.
Muchos se preguntan por qué tienen que pasar por tantas cosas por las que están atravesando. Lo cierto es que algunas de ellas serán por cosas que nosotros mismos hicimos en el pasado o debimos hacer pero no la hicimos. Tanto lo que hemos llegado a ser, hoy en día, como el lugar donde nos encontramos es resultado directo de nuestras decisiones del pasado.