Sermón sin título (7)

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Consideramos La Salvación Consumada por el Hijo de Dios en la Cruz. Su esencia (Satisfacción Penal Sustitutoria), sus efectos o resultados (Redención, Propiciación y Reconciliación)
Hasta aquí podemos resumir la doctrina de la salvación Así:
La causa originaria de la salvación es el propósito eterno de Dios, o, en otras palabras, la gracia predestinante del Padre.La causa meritoria de la salvación es la mediación de Cristo, lo cual tiene que ver con el aspecto legal de las cosas, o, en otras palabras, el cumplir él las demandas de la ley a favor de aquellos que él redime.
Ahora vamos a considerar los otros aspectos de nuestra salvación:
La causa eficaz de la salvación es la operación regeneradora y santificadora del Espíritu Santo, que tienen que ver con el aspecto experimental; o, en otras palabras, el Espíritu obra en nosotros lo que Cristo ha adquirido para nosotros. Así, pues, debemos nuestra salvación personal de igual manera a cada persona de la Trinidad, y no a una (el Hijo) más que a las otras. La causa instrumental es nuestra fe, obediencia y perseverancia: si bien no somos salvos por causa de ellas, es igualmente cierto que no podemos ser salvos (conforme al designio de Dios) sin ellas.
Debemos considerar esta doctrina a la luz de la Corrupción radical del Hombre, todos somos en Adan «ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón» (). El hombre no se puede convertir así mismo y es incapaz de apropiarse de esta salvación que ha sido provista por Cristo.
Aunque los actos de la redención son gloriosos, no completan la obra de salvar al pecador y nos dejaría sin esperanza a la luz de nuestra incapacidad. La aplicación de la salvación es también una obra de la libre gracia de Dios, obrada por la persona del E.S. quien une a los pecadores a Cristo y les otorga por gracia al pecador perdido, los beneficios de su obediencia, muerte y resurrección.
Si te preguntara hoy, «¿Eres salvo?»
¿que responderías: seguramente dirías: «Sí, fui salvado en tal o cual año»
«¿A qué debes tu salvación?» dirías, A la obra consumada de Cristo.
Esas respuestas es seriamente defectuosa: La obra del E.S. no la podemos entender como acto inmediato que ocurre en un mismo momento, veamos algunos pasajes presentan tres fases y etapas distintas de la salvación, que no podemos mezclar:
La salvación fue un hecho consumado, que ocurre cuando el E.S. no sube a Cristo en la regeneración: «Quien nos salvó» (); «Tu fe te ha salvado» (); «por gracia habéis sido salvados» (así el original griego y en la Biblia de las Américas; ); «nos salvó […] por su misericordia» (). La salvación es un proceso actual obrada por el Espiritu Santo en nuestra Santificación: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor» (); «A los que están siendo salvados, esto es, a nosotros» (); «los que tienen fe y preservan [no «para preservación de»] su vida» ( NVI). «El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva» ().Nuestra salvación es una esperanza futura que obrará el E.S. en nuestra Glorificación «Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» ().. «te salvarás a ti mismo» (); «Enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación» (); «recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (); «guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» (). «la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» () «salvo, aunque así como por fuego» ()
Así que fuimos salvados, estamos siendo salvados y seremos salvados. Esta es la manera en que el E.S. Aplica la salvación a nuestra Vida, este texto es clave y ha sido llamado la cadena de oro de la salvación:
“Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también llamó; y a los que llamó, a ésos también justificó; y a los que justificó, a ésos también glorificó.” (, LBLA) Hay primero un llamamiento eficaz antes de ser Justificados. La justificación es por fe y el pecador debe ser vivificado por Dios antes de ser capaz de ejercer una fe salvadora. (Diferencia entre Arminianos: inicia con la justificación y los Calvinistas con la regeneración)
Como leemos todo verdadero cristiano ha sido salvado, está ahora siendo salvado, y será, no obstante, salvo ¿De qué? Es lo que intentaremos mostrar en estas ultimas clases. Veremos como el E.S. Nos salva:
Del Placer del Pecado en la REGENERACIÓN (Nos da vida Juntamente con Cristo)De la pena por el pecado en la Justificación (Nos imputa la Justicia Pasiva y activa de Cristo)Del poder del Pecado en la Santificación (Nos revela a Cristo) De la presencia del Pecado en la Glorificación (Nos une a Cristo al sentarnos con él en lugares celestiales)
Salvados del Placer del pecado
Dios nos salva del placer o amor al pecado antes de librarnos de la pena o castigo del pecado. Ha de ser necesariamente así, pues no sería un acto ni de santidad ni de justicia si él concediese pleno perdón a uno que fuera aún rebelde hacia él, amando lo que él aborrece.
¿Y cómo salva Dios a su pueblo del placer del pecado?
Impartiéndoles una naturaleza que odia la maldad y ama la santidad. Esto tiene Lugar en la Regeneración, de tal manera que la salvación en sí comienza con la regeneración.
El hombre, desde la Caída, nunca puede percibir cuán desesperada es su necesidad de salvación, ni venir por ella en Cristo, hasta que haya sido renovado por el Espíritu Santo. En la conocida historia de Nicodemo en “Respondió Jesús y le dijo: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo*: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Jesús respondió: En verdad, en verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te asombres de que te haya dicho: “Os es necesario nacer de nuevo.” El viento sopla donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Jesús respondió y le dijo: Tú eres maestro de Israel, ¿y no entiendes estas cosas? En verdad, en verdad te digo que hablamos lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero vosotros no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de las cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os hablo de las celestiales? Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, es decir, el Hijo del Hombre que está en el cielo. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo aquel que cree, tenga en El vida eterna.” (, LBLA)
Nicodemo pensaba que sus grandes conocimientos, certificaciones, linaje o pureza moral, le garantizaban la entrada al reino de Dios. Pero Jesus le manifiesta la necesidad que el hombre tiene de nacer de nuevo.
Este nuevo nacimiento o regeneración el E.S crea en nosotros una nueva vida de intima relación y unión con Cristo. Esto no es un cambio de religión, no es una nueva inclinación hacia una determinada doctrina, no es una mejoría de la naturaleza humana caída. Veamos como la biblia define esta obra del E.S:
“Porque ni la circuncisión es nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.” (, LBLA)“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.” (, LBLA)“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas.” (, LBLA)“y os vistáis del nuevo hombre, el cual, en la semejanza de Dios, ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad.” (, LBLA)“Y cuando estabais muertos en vuestros delitos y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con El, habiéndonos perdonado todos los delitos,” (, LBLA)“sino que es judío el que lo es interiormente, y la circuncisión es la del corazón, por el Espíritu, no por la letra; la alabanza del cual no procede de los hombres, sino de Dios.” (, LBLA)“Pues Dios, que dijo que de las tinieblas resplandecerá la luz, es el que ha resplandecido en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo.” ()
Esto ocurre en contraste con nuestra condición en Adan desde que fuimos concebidos:
Los hombres son por naturaleza «amadores de los deleites más que de Dios» () “Hijos de hombres, ¿hasta cuándo cambiaréis mi honra en deshonra? ¿Hasta cuándo amaréis la vanidad y buscaréis la mentira? (Selah)” (, LBLA) “Amas el mal más que el bien, la mentira más que decir lo que es justo. (Selah)” (, LBLA) “… Como ellos han escogido sus propios caminos, y su alma se deleita en sus abominaciones,” (, LBLA) “Vosotros que aborrecéis lo bueno y amáis lo malo, que les arrancáis la piel de encima y la carne de sobre sus huesos;” (, LBLA)
Amar el pecado es mucho peor que cometerlo, ya que un hombre puede tropezar repentinamente o cometerlo por una debilidad. Lo cierto es que no solamente nacemos en este mundo con una naturaleza malvada, sino además con corazones que están enteramente enamorados del pecado. El pecado es la esfera en que hemos nacido y no queremos salir de esta esfera:
Ilustración: “Si un hermano tuyo, hebreo o hebrea, te es vendido, te servirá por seis años, pero al séptimo año lo pondrás en libertad. Y cuando lo libertes, no lo enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tu rebaño, de tu era y de tu lagar; le darás conforme te haya bendecido el Señor tu Dios. Y te acordarás que fuiste esclavo en la tierra de Egipto, y que el Señor tu Dios te redimió; por eso te ordeno esto hoy. Y sucederá que si él te dice: “No me iré de tu lado”, porque te ama a ti y a tu casa, pues le va bien contigo, entonces tomarás una lezna y horadarás su oreja contra la puerta, y será tu siervo para siempre. Y lo mismo harás a tu sierva.” (, LBLA)
Así que Dios comienza salvándonos de nosotros mismos. Él no nos salva de la pena hasta que nos libera del amor al pecado.
¿Y cómo se lleva a cabo este milagro de la gracia, o más bien, en qué consiste exactamente?
No es erradicando la naturaleza malvada, ni siquiera reformándola.
Se nos da una naturaleza nueva, una naturaleza santa, que aborrece lo malo y se deleita en lo verdaderamente bueno. Pone su santo temor:
«el temor de Jehová es aborrecer el mal» () «con el temor de Jehová los hombres se apartan del mal» ().
Segundo, les comunica un principio nuevo y vital:
«el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo» (),
Cuando el amor de Dios reina en nuestro corazón, el amor al pecado es destronado.
Dios salva a su pueblo del amor al pecado cuando el Espíritu Santo trae a sus corazones un deseo piadoso por las cosas de arriba “Donde está Cristo”, y de esta manera los aparta de las cosas que antes les dominaban.
Si por una parte el incrédulo niega ardorosamente que esté enamorado del pecado, muchos creyentes encuentran difícil convencerse de que han sido salvados del amor al pecado. Muchas veces nos preguntamos:
¿Por qué cedo tan prontamente a la tentación? ¿Por qué algunas de las vanidades y placeres del mundo tienen aún tal atracción para mí? ¿Por qué me irrito tanto contra las restricciones impuestas a mis codicias? ¿Por qué encuentro la obra de mortificación difícil y desagradable? ¿Podrían tales cosas ocurrir si yo fuera una nueva criatura en Cristo? ¿Podrían tener lugar estas horribles experiencias si Dios me hubiera salvado de deleitarme en el pecado?
¿Cómo puede uno estar seguro de que ha sido salvado del amor al pecado?.
Es parte del misterio del evangelio que aquellos que son salvos, aún son pecadores en sí mismos. La fe y la duda coexisten dentro de un alma vivificada, lo cual es evidente en las palabras: «Creo; ayuda mi incredulidad» (). De igual manera el cristiano puede exclamar y orar: «Señor, anhelo la santidad, ayuda mi codicia del pecado». ¿Y por qué es esto? Por causa de la existencia de dos naturalezas distintas, la una reñida con la otra, dentro del cristiano.
¿Cómo, pues, podemos cerciorarnos de la presencia de la fe?
No por que ya no somos incrédulos, sino descubriendo los frutos y las obras de nuestra fe. El fruto puede crecer ente espinos como las flores entre las malas hierbas, y, sin embargo, es fruto a pesar de todo. La fe existe en medio de muchas dudas y temores. La fe anhela a Dios, siempre continúa luchado. «No te dejaré ir, si no me bendices». Puede ser terriblemente débil y vacilante, a menudo eclipsada por las nubes de la incredulidad; sin embargo, ni el mismísimo diablo puede persuadir a su poseedor a que repudie la Palabra de Dios, menosprecie a su Hijo, o abandone toda esperanza. La fe nos hace venir delante de Dios como mendigos, con las manos vacías pidiéndole misericordia y bendición.
¿Como podemos conocer que hemos sido salvados del amor al pecado? ¿Como sabemos que fuimos regenerados?
Observando la actividad de esta nueva naturaleza, ella se opone al pecado que aún mora en el creyente (bajo la obra vigorizante del Espíritu Santo). “Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne, pues éstos se oponen el uno al otro, de manera que no podéis hacer lo que deseáis.” (, LBLA). Vemos aquí que no solamente es el deseo de la carne (el principio del pecado) contra el Espíritu, sino que el deseo del Espíritu (el principio de la santidad) es y lucha contra la carne.
¿como podemos reconocer que esto ha ocurrido?
El pecado se convierte en una carga para nosotros - nos agobia la culpa cuando estamos pecando. Nos avergüenza nuestro pasado. «Porque me han rodeado males sin número; me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla» (). Lejos de ser el pecado agradable, ahora se le siente como una cruel pesadilla, un peso aplastante, una carga inaguantable. El alma está «cargada» () y agobiada. En la conversión y a lo largo de la vida.El Pecado se vuelve amargo. No es remordimiento por las consecuencias de una salud arruinada, oportunidades desperdiciadas, estrecheces económicas o estigma social. Sino es ver el pecado a la luz del rostro de Dios; Cuando el pecado se nos descubre en todos sus operaciones secretas, entonces se nos hace sentir la vileza de nuestra hipocresía, fariseísmo, incredulidad, impaciencia, y la extrema suciedad de nuestros corazones. Y cuando el alma penitente observa los sufrimientos de Cristo, puede decir con Job: «Dios ha enervado mi corazón» (23:16). Los que han sido vivificados y convictos por el Espíritu ansían ser aliviados por el gran Médico. El arrepentimiento es una tristeza según Dios por el pecado, su santo aborrecimiento hacia el pecado, un sincero propósito de abandonarlo. PINK: “El evangelio llama a los hombre a arrepentirse de sus pecados, abandonar sus ídolos y mortificar sus apetitos y, por tanto, es imposible que el evangelio sea un mensaje de buenas noticias para aquellos que estén enamorados del pecado y locamente empeñados en perecer antes que apartarse de sus ídolos”. El cristiano sufre a causa de las tentaciones, es afligido por los fieros ataques de Satanás, y sangra por las heridas infligidas por el mal que comete. Le apena profundamente devolver a Dios tal miseria a cambio de su bondad, recompensar a Cristo tan malvadamente por su amor en la cruz, responder tan vacilantemente a los dictados del Espíritu. El divagar de su mente cuando desea meditar en la Palabra, el embotamiento de su corazón cuando trata de orar, los pensamientos mundanos que invaden su mente en el día de reposo, la frialdad de su afecto hacia el Redentor, le hacen gemir diariamente; todo lo cual evidencia que el pecado se ha hecho amargo. «Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación» ().
Nuestra salvación del placer del pecado puede ser reconocida por la esclavitud que el pecado produce.
Descubrimos que somos «débiles», incapacitados para correr la carrera que tenemos por delante. : «Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago […]. Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros» (vv. 18–19, 22–23). «¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?». Si es ese el lamento sincero de tu corazón, entonces Dios te ha salvado a ti del placer del pecado.
La salvación del amor al pecado se siente y evidencia en diversos grados por distintos cristianos, y en diferentes períodos de la vida del mismo cristiano, conforme a la gracia concedida por Dios, y según esa gracia es activa y operante.
Algunos parecen sentir un odio más intenso al pecado en todas sus formas que otros, pero el principio de odiar el pecado se encuentra en todos los verdaderos cristianos.
Algunos cristianos raramente, o aun nunca, cometen pecados de una forma deliberada y premeditada: la mayoría de las veces son tomados por sorpresa, tentados de repente (a enojarse o a mentir) y son derrotados.
Pero con respecto a otros, el caso es completamente opuesto: estos (da miedo decirlo) planean en realidad malas acciones. Si uno niega indignadamente que tal cosa es posible en un santo, e insiste que tal individuo es ajeno a la gracia salvadora, entonces le recordaríamos el caso de David: ¿no fue el asesinato de Urías claramente planeado? Esta segunda clase de cristianos encuentran doblemente difícil creer que han sido salvados del amor al pecado.
¿Cual es la causa instrumental de la regeneración?
El Espíritu Santo trae a la vida por medio de la Palabra “Llamamiento Eficaz”
“sabiendo, hermanos amados de Dios, su elección de vosotros, pues nuestro evangelio no vino a vosotros solamente en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo y con plena convicción; como sabéis qué clase de personas demostramos ser entre vosotros por amor a vosotros.” ()
Ilustración: “Así que, zarpando de Troas, navegamos con rumbo directo a Samotracia, y al día siguiente a Neápolis, y de allí a Filipos, que es una ciudad principal de la provincia de Macedonia, una colonia romana; en esta ciudad nos quedamos por varios días. Y en el día de reposo salimos fuera de la puerta, a la orilla de un río, donde pensábamos que habría un lugar de oración; nos sentamos y comenzamos a hablar a las mujeres que se habían reunido. Y estaba escuchando cierta mujer llamada Lidia, de la ciudad de Tiatira, vendedora de telas de púrpura, que adoraba a Dios; y el Señor abrió su corazón para que recibiera lo que Pablo decía. Cuando ella y su familia se bautizaron, nos rogó, diciendo: Si juzgáis que soy fiel al Señor, venid a mi casa y quedaos en ella. Y nos persuadió a ir.” () El Espíritu abre nuestro corazón en la regeneración para hacernos nacer de nuevo por medio de la Palabra:
“Pues habéis nacido de nuevo, no de una simiente corruptible, sino de una que es incorruptible, es decir, mediante la palabra de Dios que vive y permanece.” (, LBLA). Dios no ha prometido llamar o dar Nueva vida por medio de otro instrumento aparte de la Palabra.
“Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación. En el ejercicio de su voluntad, El nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que fuéramos las primicias de sus criaturas.” (); El Nuevo nacimiento es obrado por Dios “de su voluntad” por medio de Su Espiritu y la causa instrumental es Su palabra de verdad. “Pero nosotros siempre tenemos que dar gracias a Dios por vosotros, hermanos amados por el Señor, porque Dios os ha escogido desde el principio para salvación mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad.” () Esta Santificación hace referencia a la regeneración, algunos la llaman santificación inicial. “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final. Escrito está en los profetas: “Y todos seran enseñados por Dios.” Todo el que ha oído y aprendido del Padre, viene a mí.” () El Padre debe traer a los pecadores, los pecadores son traídos a Cristo por medio de oír la palabra de Dios.
Aplicaciones:
Debemos descansar en la suficiencia de la palabra, solo por medio de ella los pecadores tienen esperanza de salvación. Si alguien viene a usted preocupado por su alma, debe usted predicarle el evangelio, no hacerle hacer una oración. Debemos asegurarnos de que entienda lo que Cristo ha logrado. “Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí;” (, LBLA)Honremos la Palabra, donde esta el E.S el evangelio estará siendo predicado. Pues el E.S, vino a dar testimonio de Cristo.
Salvación de la Pena por el Pecado
Toda alma que verdaderamente pone su confianza en el Señor Jesucristo es inmediatamente salva de la pena (la culpa, la paga, el castigo) del pecado.
«Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo», quería decir que todos sus pecados serían remitidos por Dios;«Tu fe te ha salvado, ve en paz» (). sus pecados le eran ahora perdonados, ya que el perdón tiene que ver con la criminalidad y el castigo del pecado. «Por gracia sois salvos por medio de la fe» () «nos libra de la ira venidera» ().
Este aspecto de nuestra salvación debe ser comprendido desde 2 puntos de vista diferentes: el divino y el humano.
Su lado divino lo vimos en la salvación consumada, en la obra de Cristo, quien como Fiador y Fianza de su pueblo satisfizo las demandas de la ley a favor de ellos, llevando a cabo para ellos una justicia perfecta y sufriendo él mismo la maldición y la condenación que ellos merecen, consumando todo ello en la cruz. «herido por nuestras rebeliones y molido por nuestros pecados» (). Fue allí donde, judicialmente, «llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero» (). Fue allí donde él fue «herido de Dios y abatido» mientras hacía expiación por las ofensas de su pueblo. Porque él murió, yo vivo; porque él fue desamparado por Dios, yo soy reconciliado con él. El lado humano de nuestra salvación de la pena del pecado tiene que ver con nuestro arrepentimiento y fe. Aunque estos no poseen méritos de ninguna clase, son (instrumentalmente) esenciales, porque no nos apropiamos de la salvación experimentalmente hasta que son ejercitados.
El arrepentimiento es la mano que suelta aquellos objetos inmundos a los que antes se había asido tan tenazmente:
Es un Don de Dios que nace de un corazón regenerado: “El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús, a quien vosotros habíais matado colgándole en una cruz. A éste Dios exaltó a su diestra como Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento a Israel, y perdón de pecados.” (). “Y al oír esto se calmaron, y glorificaron a Dios, diciendo: Así que también a los gentiles ha concedido Dios el arrepentimiento que conduce a la vida.” (, LBLA) “Y el siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido, corrigiendo tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad,” ()Produce pesar por el pecado y un cambio de mente y de propósito, es volverse del pecado a Dios.Porque la tristeza que es conforme a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la salvación, sin dejar pesar; pero la tristeza del mundo produce muerte. Porque mirad, ¡qué solicitud ha producido en vosotros esto, esta tristeza piadosa, qué vindicación de vosotros mismos, qué indignación, qué temor, qué gran afecto, qué celo, qué castigo del mal! En todo habéis demostrado ser inocentes en el asunto.” ()Renuncia a todo apego por el pecado con dolor, nauseas, tristeza y odio: “Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. Al oír esto, compungidos de corazón, dijeron a Pedro y a los demás apóstoles: Hermanos, ¿qué haremos? Y Pedro les dijo: Arrepentíos y sed bautizados cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de vuestros pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo.” ()Renuncia a la fuerza de voluntad como principio regulador de la vida: “Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.” (). Sabe que separado de Cristo nada puede hacer. Renuncia a la justicia propia: “Pero el recaudador de impuestos, de pie y a cierta distancia, no quería ni siquiera alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: “Dios, ten piedad de mí, pecador.” Os digo que éste descendió a su casa justificado pero aquél no; porque todo el que se ensalza será humillado, pero el que se humilla será ensalzado.” () Se entrega por completo a la misericordia de Dios confesando su pecado. .
La fe es extender a Dios una mano vacía para recibir el don de su gracia. (recibe al Salvador . Busca limpieza en Cristo y se apoya en sus promesas, recibe sus provisiones) - Ilustración de los cazadores de micos. Fe es tener confianza en las promesas de Dios en Cristo.”
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, habiéndose hecho maldición por nosotros (porque escrito está: Maldito todo el que cuelga de un madero), a fin de que en Cristo Jesús la bendición de Abraham viniera a los gentiles, para que recibiéramos la promesa del Espíritu mediante la fe.” (, LBLA)
P. 86. ¿Qué es la fe en Jesucristo? R. La fe en Jesucristo es una gracia salvadora,181 por la cual recibimos a Cristo y descansamos sólo en él para la salvación, tal y como él nos es ofrecido en el evangelio.182
: «Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma». : «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos». : «Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios». : «Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado».
Somos justificados instrumentalmente por medio del ejercicio del arrepentimiento y la fe en Jesucristo. “sin embargo, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino mediante la fe en Cristo Jesús, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para que seamos justificados por la fe en Cristo, y no por las obras de la ley; puesto que por las obras de la ley nadie será justificado.” (, LBLA)
La liberación del amor al pecado tiene que ver con el lado experimental de la salvación. La remisión de la pena por el pecado concierne al aspecto legal solamente, (la justificación del creyente).
Justificación es un término forense y tiene que ver con los tribunales de justicia, puesto que es la decisión o veredicto del juez. Significa que el acusado ha sido hallado inocente, la ley no tiene nada contra él, y, por tanto, es absuelto y exonerado dejando el Tribunal sin una mancha sobre su carácter. «Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (). Es algo que ocurre una sola vez en la vida de un hombre.
La justificación implica que la ley ha sido cumplida, obedecida, magnificada, pues solamente esto podría satisfacer las justas demandas de Dios. Dios decretó que su propio Hijo se encarnara, fuera el Fiador de su pueblo, y respondiera a las demandas de la ley en su lugar.
¿cómo puede Dios absolver al culpable?; ¿cómo puede declarar justo a uno que carece de justicia? Si recurres al Señor Jesucristo, toda dificultad desaparecerá. La culpa de nuestros pecados fue imputada o transferida legalmente a él, de tal manera que él sufrió toda la pena que merecían; los méritos de su obediencia no son imputados o transferidos legalmente a nosotros, de tal manera que permanecemos delante de Dios con toda la aceptabilidad de nuestro Fiador: “Así pues, tal como por una transgresión resultó la condenación de todos los hombres, así también por un acto de justicia resultó la justificación de vida para todos los hombres. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos. Y la ley se introdujo para que abundara la transgresión, pero donde el pecado abundó, sobreabundó la gracia, para que así como el pecado reinó en la muerte, así también la gracia reine por medio de la justicia para vida eterna, mediante Jesucristo nuestro Señor.” (, LBLA)
“Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.” (, LBLA)
No solamente no tiene la ley nada contra nosotros, sino que además tenemos derecho a su galardón. “Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo,” (, LBLA)
Todo aquel que ha sido Justificado por la fe:
- Tiene paz para con Dios, gracia para estar firme, se puede gozar de su esperanza de gloria y se puede gozar en medio de sus tribulaciones.
Libres de culpa Dios nos invita: “Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe. Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino uno que ha sido tentado en todo como nosotros, pero sin pecado. Por tanto, acerquémonos con confianza al trono de la gracia para que recibamos misericordia, y hallemos gracia para la ayuda oportuna.” (, LBLA)
Implicaciones:
Predicar un evangelio sin arrepentimiento Biblica y fe es anatema ()No haber tenido la experiencia del arrepentimiento y la fe en Cristo solamente, nos deja varios de aquello que es necesario para la vida.
Salvación del Poder del Pecado
Este es un proceso actual y prolongado, y de momento incompleto.
Hay muchos que creen que con solo ejercer fe en Cristo, entregarse a su señorío, encomendar sus almas a su cuidado, él hará desaparecer su naturaleza corrupta y destruirá sus malas inclinaciones. Pero luego descubren que el mal aún está en ellos, que sus corazones son engañosos más que todas las cosas y perversos, y que, no importa de qué manera luchen para resistir la tentación, oren por gracia para vencer, y utilicen los medios designados por Dios, parecen empeorar más y más en vez de mejorar, hasta que llegan a dudar seriamente si son realmente salvos. Están siendo salvados ahora.
Luego de ser regenerados y Justificados, la carne o naturaleza corrompida permanece en nosotros, y nos seguirá acosando siempre. Las siguientes exhortaciones serían innecesarias si el pecado fue erradicado de la vida de un creyente:
«No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal» ()«Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios» ()«Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo» ():«Si decimos que no tenemos pecado nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros» ().
La vieja naturaleza carnal permanece en el creyente: es aún un pecador, si bien un pecador salvo.
¿Qué, pues, debe hacer el nuevo cristiano? ¿Es impotente? ¿Se debe sentir derrotado? ¡Ciertamente que no! mas bien debe aprender la humillante verdad de que en sí mismo es «débil».
Fue aquí donde fracasó Israel: cuando Moisés les hizo saber la ley, afirmaron con orgullo: «Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos» (). Qué poco se daban cuenta de que en la «carne no mora el bien». Fue aquí también donde falló Pedro: «aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré […] aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré»
Qué poco conocían su propio corazón. Este espíritu de confianza en uno mismo se esconde dentro de cada uno de nosotros. Este pensamiento de: “puedo hacerlo mejor la próxima vez”, nace de la confianza en nuestra propia fuerza. ¿que dice el Señor?: «separados de mí nada podéis hacer», no damos el primer paso hacia la victoria. Solamente cuando somos débiles (en nosotros mismos), somos fuertes.
Tenemos una naturaleza carnal que no tiene fortaleza en sí misma para controlar sus malas inclinaciones, ni vencer sus deseos pecaminosos. “Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (, LBLA)
Pero en Cristo también tenemos otra naturaleza que se recibe en el nuevo nacimiento: «lo que es nacido del Espíritu, espíritu es» (). “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” ()
Estas dos naturalezas son antagónicas entre sí. «El deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu contra la carne» ().
¿Cuál de estas dos naturalezas ha de regular la vida del creyente?
Las dos no pueden hacerlo ya que son contrarias entre sí. La más fuerte de las dos ejercerá un mayor dominio. Para el neófito, la naturaleza carnal es más fuerte (lleva años con ella).La única forma en que podemos fortalecer y desarrollar la nueva naturaleza es alimentándola.
La nutrición que Dios ha provisto:
Su propia Palabra: «no solo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (). «Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación» (). La Oración. La Fe. Un andar con el Señor. La Mortificación de la Carne (Matarla de Hambre). «No proveáis para los deseos de la carne» (). Abstenernos de todo aquello que estimule nuestra carnalidad; que evitemos, como si de una plaga se tratase, todo lo que está calculado para perjudicar nuestro bienestar espiritual. No solamente debemos negamos los placeres del pecado y abstenernos de todo aquello sobre lo cual no podamos pedir la bendición de Dios. Sino que también debemos poner nuestra mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra (cf. ).
La santidad en todas las cosas debe ser nuestro propósito, y el fracaso en este terreno explica la flaqueza de muchos cristianos.
Es cierto que nos vemos forzados a asociarnos con gente impía, pero esto está ordenado por Dios con el propósito de que «así alumbre [nuestra] luz delante de los hombre, para que vean [nuestras] obras, y glorifiquen a nuestro Padre que está en los cielos (). Existe una amplia diferencia entre asociarnos con pecadores al llevar a cabo nuestras tareas cotidianas, y hacernos íntimos compañeros y amigos de ellos.
Solamente matando de hambre nuestra vieja naturaleza podemos esperar liberación de su poder y contaminación. «En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hambre, que está viciado conforme a los deberes engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad» ().
Hay necesariamente un lado divino también.
Es solamente por la gracia de Dios como somos capacitados para utilizar los medios con que él nos ha proporcionado, así como es solamente por el poder de su Espíritu que mora en nosotros como podemos verdaderamente despojarnos «de todo peso y del pecado que nos asedia y correr con paciencia la carrera que tenemos por delante» ().
Estos dos aspectos (el divino y el humano) aparecen juntos en varias escrituras.
Se nos ordena ocuparnos «en nuestra salvación con temor y temblor»
Añade inmediatamente: «porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad ().
Es un proceso continuo…. «La senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto» ().
La salvación del poder del pecado tiene que ver con el lado práctico de nuestra santificación.
La palabra santificación significa «separación» separación del pecado.
«Limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios ().
La santificación práctica o santidad es un proceso, una experiencia progresiva: «Seguid […] la santidad, sin la cual nadie verá al Señor» (). Según este texto, aún no hemos alcanzado la norma divina que Dios requiere de nosotros.
El lado divino de nuestra santificación:
Cuando un pecador realmente recibe a Cristo como su Señor y Salvador, Dios no lo lleva al Cielo; Lo deja aquí abajo generalmente, y este es un lugar de peligro, ya que está bajo el maligno () y todo lo concerniente a él se opone al Padre (cf. ). Por tanto, el creyente necesita ser salvo de este sistema hostil continuamente. «se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre» ().
Los Medios que Dios utiliza para salvarnos:
Nos concede una visión más clara de nuestra depravación interna para hacernos aborrecedores de nosotros mismos: Somos conscientes de su poder tiránico. Descubrimos por la luz de Dios lo antes ignorábamos “La terrible maldad de nuestro corazón”. Así como la luz revela la suciedad. Se da cuenta de su infeliz fracaso. El hecho es, que cuanto menos te amas a ti mismo, tanto más eres salva del poder del pecado. ¿Dónde reside su temible potencia? Pues en su poder para engañarnos: Nos miente. Mintió a Adán y Eva. Nos da una falsa apreciación de valores de tal manera que confundimos el oropel con el verdadero oro. Dos nos hace ver por su luz la verdad sobre las cosas y la verdad sobre nosotros mismos. Mientras que Satanás ha cegado el entendimiento de los incrédulo, el Espíritu santo ha resplandecido en nuestros corazones «para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo» ().Nos envanece, nos hace pensar muy bien de nosotros mismos. nos dice, envanecerse es caer «en la condenación del diablo». «Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo» (). El pecado siempre produce amor propio y fariseísmo: «Sé que soy débil, sin embargo tengo buen corazón». El Espíritu vence nuestro orgullo, por medio de descubrimientos progresivos en cuanto a uno mismo y a la extrema pecaminosidad del pecado, de tal manera que cada uno clama con Job: «He aquí que yo soy vil» (40:4); el tal está siendo salvo del poder del pecado: su poder para engañar y engreír.
A través de disciplinas dolorosas. «Por otra parte, tuvimos a nuestro padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿Por qué no obedecemos mucho mejor al Padre de los espíritus y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero este para lo que nos es provechosos, para que participemos de su santidad» ().
Estas disciplinas adoptan varias formas:
A veces son externos, otras internos y son dolorosas para la carne y la sangre. A veces son de larga duración, y entonces el alma está dispuesta a preguntar: «¿Por qué estás lejos, oh Jehová, y te escondes en el tiempo de la tribulación?» (), nos dice: «es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados».Algunas veces se nos envían para la corrección de nuestras faltas y, por tanto, debemos orar: «Hacedme entender en qué he errado» (). Tengamos constantemente presente que es la «vara» y no la espada la que nos está hiriendo, empuñada por la mano de nuestro amante Padre, no de un juez vengativo. A veces se nos envían para la prevención del pecado, «para que la grandeza de las revelaciones no [le] exaltase desmedidamente». A veces se nos envían para nuestra educación espiritual «Bueno me es haber sido humillado, para que aprenda tus estatutos» (). Algunas veces se nos envían para probar y fortalecer nuestras virtudes: «También nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza» (); «Tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia» ().
La disciplina es el purgante divino del pecado, hace que se pierda en nosotros el deseo por las cosas sensuales, nos aparta de la mundanalidad, apaga nuestro amor por las cosas del mundo. Dios nos ha ordenado: «No os unáis en yugo desigual con los incrédulos […] salid de en medio de ellos y apartaos» (); y nosotros somos lentos para responder, y por tanto él ha de tomar medidas para sacarnos.
Él nos ha ordenado: «No améis al mundo», y si desobedecemos no debe sorprendernos si él hace que algunos de nuestros amigos mundanos nos odie y persiga.
Dios nos ha ordenado: «Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros» (); si rehusamos cumplir con esta desagradable tarea, entonces debemos esperar que Dios utilice las tijeras de podar en nosotros.
Dios nos ha ordenado: «Dejaos del hombre» (), y si aún confiamos en nuestros semejantes, se nos hace sufrir por ello.
«No menosprecies la disciplina del Señor, ni desmayes cuando eres reprendido por él» (). Este es un aviso saludable. Deberíamos estar agradecidos por él; agradecidos de que Dios nos cuida tanto y se toma tanta molestia con nosotros y que su amargo purgante produce tan saludables efectos. «En su angustia me buscarán» ();
Somos naturalmente muy autosuficientes; pero cuando viene la tribulación nos volvemos prontamente al Señor. «Conforme a tu fidelidad me afligiste» (119:75).
Las disciplinas hacen brillar las promesas de Dios: «Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo […] cuando pases por el fuego, no te quemarás» ().
Las disciplinas destruyen el egoísmo y nos hacen simpatizar más con nuestros compañeros de sufrimiento: «El cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación» ().
El corazón fue hecho para Dios, y solamente él puede cubrir sus necesidades. Pero por naturaleza somos idólatras, y ponemos cosas en su lugar. A estas cosas conferimos cualidades que no poseen y más tarde o más temprano nuestras ilusiones se derrumban bruscamente y descubrimos que las imágenes en nuestras mentes solamente son sueños, que nuestro ídolo de oro no es sino de barro después de todo. Dios ordena su providencia de tal manera que nuestro nido terrenal es destruido por medio de la disciplina. Así Dios usa las pruebas para salvarnos del placer y la contaminación del pecado. Nos hace volvernos a Cristo y descansar solo en él, el Único que puede proporcionar verdadera satisfacción al alma.
Es por medio de la disciplina que podemos apreciar mejor las promesas de Dios y desear más nuestra herencia futura.
El don del Espíritu Santo y sus operaciones dentro de nosotros. Necesitamos la renovación diaria del Espíritu. Es por su misericordiosa obra como nos damos cuenta de la naturaleza y el alcance del pecado, se nos hace luchar contra él, somos inducidos a lamentar por él.
Es por el Espíritu como la fe, la esperanza, la oración se mantienen vivas dentro del alma. Es por el Espíritu como somos impulsados a utilizar los medios de gracia que Dios ha designado para nuestra preservación y crecimiento espirituales. Es por el Espíritu como al pecado se le impide tener completo dominio sobre nosotros, pues como resultado de su morar en nosotros, hay algo además del pecado en el corazón y la vida del creyente, a saber, los frutos de la santidad y la justicia.
Resumen
La salvación del poder del pecado que mora en nosotros no consiste en eliminar la naturaleza malvada del creyente en esta vida, o en efectuar un mejoramiento de la misma: «lo que es nacido de la carne, carne es» () y permanece así, inmutable hasta el final.
Tampoco consiste en que el Espíritu someta de tal manera el pecado que mora en nosotros que se vuelva menos activo, ya que la carne no solo codicia sino que «su deseo [incesante] es contra el Espíritu»; nunca duerme, ni siquiera cuando lo hacen nuestros cuerpos, como lo evidencian nuestros sueños. No, y de una forma u otra está llevando a cabo constantemente sus malas obras. Puede que no sea en actos externos, a la vista de nuestros semejantes, pero sí que lo es interiormente, en cosas que Dios ve, tales como codicia, descontento, orgullo, incredulidad, amor propio, mala voluntad hacia otros y cien otras maldades. No, nadie es salvo del pecar en esta vida.
La salvación actual del poder del pecado consiste:
En librarnos del amor al mismo, lo cual, si bien empieza en nuestra regeneración, continúa a lo largo de nuestra santificación práctica.En librarnos de su poder cegador e ilusorio, de tal manera que ya no puede engañarnos más como antes lo hacía. Librarnos de nuestras excusas con respecto al mismo: «lo que obro, no lo apruebo» ( VM). Esta es una de las marcas más seguras de la regeneración. El creyente no lo «aprueba» antes de pecar, pues todo cristiano verdadero en su juicio cabal desea ser totalmente guardado de pecar. No lo «aprueba» plenamente cuando lo hace, pues al cometerlo en la práctica hay una reserva interna: la nueva naturaleza no lo consiente. No lo «aprueba» después, como el lo pone de manifiesto en el caso de David. «aprobar» es lo contrario de avergonzarse o entristecerse por ello: es consentir y justificar. Por consiguiente, cuando se dice que el creyente «no aprueba» el mal de que es culpable, ello significa que no busca justificarse o echarle la culpa a algún otro, como hicieron Adán y Eva. Que el cristiano no aprueba el pecado es evidente por su vergüenza acerca de él, su tristeza por él; su confesión de él, su odiarse a sí mismo por causa de él, su repetida resolución de abandonarlo.
Salvación de la presencia del pecado
Tiene que ver solamente con el futuro.
El pecado ha de ser aún erradicado del ser del creyente, de tal manera que aparezca delante de Dios sin mancha ni defecto.
Este es su estatus legal aun ahora, pero no lo es aún en su estado o experiencia.
Dios ve al creyente en Cristo, como un santo glorificado.
Dios nos ve tal como somos también (lo prueban sus disciplinas), él ve nuestra ruina.
Pero no siempre será este el caso: el Señor reserva el mejor vino para el final.
Aquellas escrituras que presentan nuestra salvación como una esperanza futura tienen todas que ver con nuestra liberación final de la propia inherencia del pecado.
«Ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos» (): Salvación de su presencia misma. «Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo» (). «Y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan» (). «Que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero» ()
¿Pero no termina el creyente para siempre con el pecado al morir? Sí, gracias a Dios, tal es el caso; sin embargo, eso no es su glorificación, ya que su cuerpo se corrompe, y ese es el efecto del pecado.
Pero está escrito acerca del cuerpo del creyente:
«Se siembra en corrupción, resucitará en incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual» ().
No obstante, en el momento mismo de la muerte, el alma del cristiano es enteramente librada de la presencia del pecado. Esto se desprende claramente de «Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen» (). «sus trabajos» con el pecado: sus dolorosos conflictos con la corrupción interna, Satanás y el mundo. La batalla que la fe pelea ahora se termina entonces, y para siempre les pertenece un total alivio del pecado.
Nuestra salvación del placer del pecado se efectúa al alojarse Cristo en nuestros corazones: «vive Cristo en mí» (). Tiene lugar en la Regeneración.
Nuestra salvación de la pena del pecado fue conseguida por los sufrimientos de Cristo en la cruz, donde sobrellevó el castigo que nuestras iniquidades merecerían. Esto ocurre en nuestra Justificación.
Nuestra salvación del poder del pecado es obtenida por la obra misericordiosa del Espíritu que Cristo envía a su pueblo: por lo que es llamado «el Espíritu de Cristo» (; cf. ; ). Se consigue en nuestra santificación práctica.
Nuestra salvación de la presencia del pecado será consumada al segundo advenimiento - será nuestra glorificación: «mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas» (). Y de nuevo se nos dice: «Sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es» ().
Es todo de Cristo desde el principio hasta el final.
La imagen de Dios en el hombre desfigurada por la caída será restaurada y glorificada al ser hechos como el último Adán.
«Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos» ().
La salvación Aplicada tipificada en el Antiguo testamento:
Fueron Librados del placer del pecado o el amor hacia él: «y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre» (). Antes que pudieran apreciar Canaán, tenían que perder su afecto hacia Egipto. De aquí que los encontremos cruelmente esclavizados allí, doliéndose bajo el látigo de los capataces. De esta manera se les hizo aborrecer a Egipto y anhelar ser liberados de él. El tema de Éxodo es la redención: ¡qué interesante, pues, ver que Dios comienza su obra de redención haciendo a su pueblo gemir y clamar en su esclavitud! La porción que Cristo concede no es bien recibida hasta que se nos hace estar hartos de este mundo. Israel es librado de la pena del pecado. La noche de la Pascua el ángel de la muerte vino y mató a todos los primogénitos de los egipcios. ¿Pero por qué perdonar a los primogénitos de los israelitas? No porque fueran inocentes delante de Dios, porque todos pecaron y están destituidos de su gloria. Los israelitas, al igual que los egipcios, eran culpables a los ojos de Dios y merecedores de un juicio implacable. Fue precisamente en esta coyuntura cuando vino la gracia de Dios y cubrió su necesidad. Otro fue inmolado en su lugar y murió en vez de ellos. Una víctima inocente fue muerta y su sangre derramada señalando a la venida del «Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». El cabeza de cada familia israelita roció la sangre del cordero en el dintel y los postes de su puerta, y así el primogénito de la misma fue preservado del ángel vengador: Dios prometió: «Veré la sangre y pasaré de vosotros ().El viaje de Israel por el desierto bosquejó la salvación del creyente del poder del pecado. Israel no entró en Canaán inmediatamente después de su éxodo de Egipto; tuvieron que afrontar tentaciones y pruebas en el desierto donde pasaron no menos de cuarenta años. Pero qué provisión tan bondadosa y plena hizo Dios para su pueblo. El maná les fue dado diariamente desde el Cielo: tipo de aquel alimento que la Palabra de Dios ahora nos suministra para nuestra nutrición espiritual. El agua les fue dada de la roca herida: emblema del Espíritu Santo enviado por el Cristo herido para morar dentro de nosotros: . Una nube y una columna de fuego los guiaban de día y los guardaban de noche, recordándonos cómo él dirige nuestros pasos y nos protege de nuestros enemigos. Lo mejor de todo es que Moisés, su gran dirigente, estaba con ellos, aconsejando, reprendiendo e intercediendo por ellos: figura del Capitán de nuestra salvación: «Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días».La entrada misma de Israel en la tierra prometida prefiguró la glorificación del creyente, cuando este obtiene el pleno goce de aquella posesión que Cristo adquirió para él. Las experiencias que Israel encontró en Canaán tienen un doble significado típico. Bajo un punto de vista, los israelitas presagiaban el conflicto que la fe tiene que afrontar mientras el creyente es dejado en la tierra, pues al igual que los hebreos tuvieron que vencer a los anteriores habitantes de Canaán, antes que pudieran gozar de su porción, así la fe tiene que remontar muchos obstáculos si es que ha de «poseer sus posesiones». No obstante, aquella tierra de leche y miel en la que Israel entró después que su esclavitud en Egipto y las penalidades en el desierto quedaron atrás, era claramente una figura de la porción del cristiano en el Cielo después de haber acabado para siempre con el pecado en este mundo.
«Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» ().
Primero, salvarlos del placer o amor al pecado concediéndoles una naturaleza que lo odia: este es el gran milagro de la gracia. Segundo, salvarlos de la pena o castigo del pecado, remitiendo toda su culpa: esta es la gran maravilla de la gracia.Tercero, salvarlos del poder o dominio del pecado, por la operación de su Espíritu: esto revela el maravilloso poder de la gracia. Cuarto, salvarlos de la presencia o inherencia del pecado: esto demostrará la gloriosa magnitud de la gracia.
Quiera el Señor bendecir estas elementales pero importantísimas verdades que nos hagan en Cristo «grandes» y más pequeños en nuestra propia estimación.
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