Jesús y la Cruz
Semana Santa 2019 • Sermon • Submitted
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· 14 viewsReflexionar sobre la muerte de Jesús y sus palabras memoriales.
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Handout
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HABLEMOS DE LA VIDA
HABLEMOS DE LA VIDA
Existe algo que el ser humano desea evitar el sufrimiento y la muerte. Cuando eso ocurre se siente abandonado por los demás. Respondamos:
— ¿Alguna vez te has sentido abandonado?
— ¿Cómo fue esa experiencia?
— ¿Qué hiciste cuando te sentiste abandonado?
HABLEMOS DE LA VIDA
HABLEMOS DE LA VIDA
33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. 34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» 35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: «Oigan, está llamando al profeta Elías.» 36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.» 37 Jesús lanzó un fuerte grito y murió.
33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro. 34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?» 35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: «Oigan, está llamando al profeta Elías.» 36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.»
Marcos 15.33-
ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS
ESCUCHEMOS LA PALABRA DE DIOS
Según Marcos, el signo mayor de la muerte de Jesús ha sido su grito desde la cruz, un mismo grito que aparece al principio y fin de este pasaje ( y 37) ofreciendo una de las referencias más significativas de todo el evangelio. Se trata, sin duda, de un grito misterioso, que ha podido entenderse de dos formas: como llamada a Dios o como llamada a Elías. Empecemos por este último sentido:
1. UN GRITO DE AYUDA PARA ELIAS
35 Algunos de los que estaban allí lo oyeron, y dijeron: «Oigan, está llamando al profeta Elías.» 36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.»
Marcos 15.
La llamada del antiguo profeta ha estado latente a lo largo de todo el evangelio, desde el momento en que aparece Juan Bautista, retomando el anuncio y vestido de Elías () Con rasgos de Elías han visto a Jesús algunos de su tiempo (Marcos 6.15; 8, 28); el mismo Jesús ha querido precisar el modo y meta de la acción del viejo Elías (). Pues bien, ahora que el Cristo condenado grita, acabando su camino, algunos piensan que está llamando a Elías, como si dijera Elliyah tha, Elías ven. Eso supondría que no acepta su fracaso: que invoca al vengador (Elías) y pide que venga el enviado justiciero, con el fuego de Dios, para matar-purificar a los perversos ().
5 »Antes de que llegue el día en que yo los castigaré, les enviaré al profeta Elías. 6 Él hará que los padres se reconcilien con sus hijos y vivan en paz. Pero si no se reconcilian, yo vendré y destruiré la tierra».
Traducción en lenguaje actual Capítulo 4
»Antes de que llegue el día
en que yo los castigaré,
les enviaré al profeta Elías.
6 (3.24) Él hará que los padres
se reconcilien con sus hijos
y vivan en paz.
Pero si no se reconcilian,
yo vendré y destruiré la tierra».
Malaquias
Habría llegado el momento del juicio, sería tiempo de ira. Jesús pediría la ayuda del profeta del fuego. Así piensan, así escuchan algunos desde el fondo de su miedo: si viene Elías, puede destruirles, desclavando a Jesús de la cruz y asumiendo la venganza sobre aquellos que lo matan. Por ello el texto dice:
36 Uno de ellos consiguió una esponja, la empapó con vinagre, la ató al extremo de un palo largo, y se la acercó a Jesús para que bebiera. Entonces dijo: «Vamos a ver si Elías viene a bajarlo de la cruz.»
Marcos 15.
Su grito nos sitúa ante la paradoja final de su historia mesiánica. a) un Jesús que se hubiera impuesto al fin externamente victorioso, ratificando su soberanía desde la Cruz, bajando de ella y «fulminando» a los contrarios, en la línea de cierta tradición de Elías formaría parte de la lista de los triunfadores y prepotentes del sistema, como los reyes y los sumos sacerdotes, los ricos y fuertes del mundo. b) Pero un Jesús que al final hubiera confesado su fracaso, derrumbándose del todo ante Dios y negando su mensaje de Reino, tampoco habría podido ser reconocido como Cristo por la tradición cristiana.
Humanamente hablando, resulta lógico que Jesús llamara al profeta de los milagros, testigo de Dios, en cuyo seguimiento había proclamado el Reino. Por eso, su grito se hallaría lleno de sentido. Pero, como he señalado (caps. 1 y 5), Elías era también profeta de la venganza y del fuego del cielo (cf. ,38; ,), de forma que si, en el momento final, Jesús lo hubiera invocado para realizar el juicio de Dios y vengarse de sus enemigos, podría pensarse que había abandonado su evangelio de gracia mesiánica, situándose más cerca de Juan Bautista que de su propio mensaje.
Entendido en la línea anterior, si hubiera pedido la llegada de Elías vengador, el grito de Jesús habría quedado sin respuesta y se habría mostrado además como señal definitiva de fracaso: Próximo a la muerte, él habría llamado al profeta del juicio, el mensajero de la ira de Dios (cf. ,‑5 5; ,), esperando así que lo librara o desclavara de la cruz (kathairein) en el último momento (,36). En ese contexto se entendería el gesto de uno de los presentes (conocedor de las tradiciones de Israel, no un pagano), que habría mojado una esponja en vinagre, para darle de beber y alargar su agonía (tiempo de vida), de forma Elías pudiera llegar y librarlo (,36). Pero Elías no vino, y el vinagre de la esponja no alargó la vida de Jesús, que expiró inmediatamente, con un grito.
Su grito nos sitúa ante la paradoja final de su historia mesiánica. a) un Jesús que se hubiera impuesto al fin externamente victorioso, ratificando su soberanía desde la Cruz, bajando de ella y «fulminando» a los contrarios, en la línea de cierta tradición de Elías formaría parte de la lista de los triunfadores y prepotentes del sistema, como los reyes y los sumos sacerdotes, los ricos y fuertes del mundo. b) Pero un Jesús que al final hubiera confesado su fracaso, derrumbándose del todo ante Dios y negando su mensaje de Reino, tampoco habría podido ser reconocido como Cristo por la tradición cristiana.
Pudo haber llamado a Elías, y esa invocación sería lógica al final de su trayectoria, pues él había comenzado su mensaje en Galilea asumiendo algunos rasgos del antiguo profeta (cf. caps. 5‑6). Ese motivo podría situarnos ante una controversia entre seguidores y no seguidores: unos tenderían a pensar que Jesús llamó a Dios en su muerte (¡pues a Dios ha de llamarse siempre!), otros pensarían que llamó a Elías (que debería ayudarlo). Marcos recoge la interpretación de aquellos que pensaron que murió llamando a Elías, aunque sin aceptarla, pues, a su juicio, él no murió invocando al gran profeta, cuya figura lo había acompañado desde el comienzo de su ministerio (al lado de Juan Bautista; cf. también ,), sino llamando a Dios.
2. UN GRITO A DIOS
34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
Marcos 15.
34 A esa hora, Jesús gritó con mucha fuerza: «Eloí, Eloí, ¿lemá sabactani?» Eso quiere decir: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?»
Marcos 15.34-
Marcos ha interpretado su grito como invocación teológica, conforme a las palabras del , (Dios mío, Dios mío…), que él ha presentado en arameo (Elôi) , mientras Mateo las pone en hebreo (Êli) , acercándolas al texto de la Biblia (y al sonido de «Elías»). Los sacerdotes lo habían acusado diciendo, de forma tajante, que Dios lo había rechazado (cf. ,29‑32; ,39‑43). Jesús responde a esa acusación llamando precisamente a «su» Dios: «Dios mío, Dios mío». así lo han entendido los cristianos, interpretando esas palabras desde una perspectiva teológica, iluminando así la muerte de Jesús desde el , donde el orante israelita llama a Dios y confía en él desde su abandono.
Marcos ha interpretado su grito como invocación teológica, conforme a las palabras del , (Dios mío, Dios mío…), que él ha presentado en arameo (Elôi) , mientras Mateo las pone en hebreo (Êli) , acercándolas al texto de la Biblia (y al sonido de «Elías»). Los sacerdotes lo habían acusado diciendo, de forma tajante, que Dios lo había rechazado (cf. ,29‑32; ,39‑43). Jesús responde a esa acusación llamando precisamente a «su» Dios: «Dios mío, Dios mío». así lo han entendido los cristianos, interpretando esas palabras desde una perspectiva teológica, iluminando así la muerte de Jesús desde el , donde el orante israelita llama a Dios y confía en él desde su abandono.
Pero Marcos y el conjunto de la iglesia han creído que Jesús no llamaba directamente a Elías, sino a Dios, en palabra doliente de ,: «¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has abandonado?». (,34). El testigo y interlocutor de Jesús no fue Elías, sino el Dios, que lo había ungido y enviado: ¡Tú eres mi Hijo querido, en ti me he complacido! (,). Pues bien, ese Dios parece abandonarlo ahora y, por eso, Jesús lo invoca y pregunta: ¿Por qué…? Esta interpretación nos sitúa ante un problema mayor que el de Elías: No lo abandona un simple profeta, sino el mismo Dios en cuyo nombre ha proclamado la llegada del Reino. Por eso, Jesús lo llama, elevando su última palabra, con los condenados y sufrientes desde el borde de la muerte. Marcos (la Iglesia) no ha atenuado la muerte de Jesús, sino que ha mantenido toda de su dureza, sin ocultar lo que ella implica de abandono.
La muerte ha sido la última lección que Jesús ha debido aprender entre lágrimas y gritos (cf. ,). En muchos casos, ella llega sin saberlo (sin que nosotros hayamos podido prepararnos). Pero a Jesús le llegó sabiendo lo que ella significa, pues él mismo la había «provocado» (haciendo y diciendo los cosas que hacía y decía). Le llegó mientras protestaba, llamando a Dios, como un fracasado mesiánico. Solo al penetrar hasta la hondura final de ese fracaso, sin renegar de Dios, ni negar nada de lo que había realizado a favor de los pobres, él ha podido comprender finalmente la tarea de su vida, y comprendiendo ha muerto, en medio del gran grito.
La muerte ha sido la última lección que Jesús ha debido aprender entre lágrimas y gritos (cf. ,). En muchos casos, ella llega sin saberlo (sin que nosotros hayamos podido prepararnos). Pero a Jesús le llegó sabiendo lo que ella significa, pues él mismo la había «provocado» (haciendo y diciendo los cosas que hacía y decía). Le llegó mientras protestaba, llamando a Dios, como un fracasado mesiánico. Solo al penetrar hasta la hondura final de ese fracaso, sin renegar de Dios, ni negar nada de lo que había realizado a favor de los pobres, él ha podido comprender finalmente la tarea de su vida, y comprendiendo ha muerto, en medio del gran grito.
Dios «abandonó» a Jesús para que su mesianismo se cumpliera de otra forma. Por eso, en un sentido, como última palabra, Jesús tuvo que gritar diciendo «por qué me has abandonado». No hubiera sido fiel a su mensaje si no lo hubiera hecho, si hubiera aceptado las cosas sin protesta alguna. En ese sentido pienso que ese grito es histórico, y que tiene plena validez, debiendo tomarse al pie de la letra. Jesús muere sintiéndose abandonado por Dios al que, sin embargo, llama «Dios mío, Dios mío», confiando en él y entregándose en sus brazos. así lo ha interpretado Lucas, poniendo en boca de Jesús las palabras del judío piadoso que dice «en tus manos encomiendo mi espíritu» (,), porque ya no entiende (o cree que sus lectores no entenderían) el drama mesiánico de fondo de ,34 (y ,46)
HABLEMOS DE LA VIDA
HABLEMOS DE LA VIDA
Un Jesús triunfador al modo humano/mundano (en línea de poder, bajando de la cruz o imponiéndose por ella, como temen los que piensan que llama a Elías) no reflejaría la experiencia y proyecto del Mesías de los pobres y asesinados, por quienes y a quienes él había anunciado la llegada del Reino. Su misma fidelidad a Dios le llevó a correr el riesgo de ser condenado, y le dio el «derecho» de elevar su gran pregunta (¡Dios mío, Dios mío!), en su nombre y en nombre de todos los que fracasan: ¿Por qué me has abandonado? Pero esa pregunta no implica derrumbamiento, sino entrega angustiada (y esperanzada) en manos del Dios del Reino.
— ¿A quién buscas cuando sufres?
— Todos algún día enfrentaremos la muerte ¿Cuál debe ser el sentido de vida y muerte de un discipulo de Jesús?
— ¿Estas dispuesta a sufrir a causa del Reino de Dios?
— ¿
33 Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, el cielo se puso oscuro.
Marcos 15.33