LA RESPONSABILIDAD DEL CONOCIMIENTO
El conocer la voluntad de Dios nos hace mas responsables ante El
INTRODUCCION:
ver 17
En el versículo 13, Pablo ha dicho que no se justifican los que oyen la ley, sino los que la cumplen. Aquí aplica esto, más directamente, y de modo más explícito, a los judíos.
1. Reconoce los privilegios del judío (vv. 17–20), para que vean que no les excusa la ignorancia, puesto que poseen todo lo necesario y conveniente para llevar una conducta, no sólo buena, sino santa.
(A) Son un pueblo escogido (v. 17), pues: (a) tiene un nombre lleno de honor «judío», pues la salvación procede de entre los judíos
(b) tiene un buen apoyo: te apoyas en la ley, una institución divina, antigua y santa, aunque ese apoyo sólo servía para hacerles más responsables de sus transgresiones. Es peligroso apoyarse en privilegios externos cuando no se vive al nivel de lo que esos privilegios exigen
y te glorías en Dios. Gloriarse en el Señor con fe, humildad, gratitud y obediencia, es el compendio de toda religión (v. 1 Co. 1:31), pero jactarse de la externa profesión de su nombre, por pertenecer al Israel de Dios (Jn. 8:41b) es el compendio de toda hipocresía. El orgullo espiritual es la clase más peligrosa de orgullo
Ver 18
VER 19-20
(C) Son un pueblo enseñador, docente (vv. 19, 20) o, al menos, así se creían ellos: «estás confiado en que eres guía de ciegos, esto es, de ignorantes». Los judíos, en general, se creían tan sabios que podían dar lecciones a todos los paganos del mundo. Todas las naciones debían acudir a la escuela de Israel a buscar la luz, pues todas ellas estaban en tinieblas, y eran como niños pequeños en comparación de la instrucción que daba la Ley (Torah significa, en primer término, una instrucción necesaria para una buena conducta). Los doctores judíos, o rabinos, estaban especializados en el estudio de esta Ley; por eso, tienen para ellos especial relevancia las palabras de Pablo. Pero, ¿de qué les servía tener en la ley la quintaesencia (gr. mórfosin) del conocimiento y de la verdad, si no era más que una apariencia (comp. con 2 Ti. 3:5, donde también dice el griego mórfosin), sin el poder que da una conducta acorde con lo que se conoce?
ver 21-24
2. El apóstol pasa ahora a declararles con toda valentía que esos privilegios y conocimientos de los que disponían, sólo les servían para añadir mayor gravedad a los pecados que cometían (vv. 21–24), ya que:
(A) Pecaban contra lo que bien sabían, y hacían lo que prohibían a otros La enseñanza, como la predicación, debe comenzar por uno mismo. Los fariseos derribaban con su conducta lo que edificaban con su enseñanza. El mayor impedimento para el progreso del Evangelio lo constituyen aquellos cuyas malas obras hablan más alto que sus buenas palabras: los que en el púlpito hablan tan bien que da pena el que se bajen de él, y fuera del púlpito obran tan mal que es una pena el que suban a él. Pablo especifica (vv. 21, 22) tres pecados abundantes y notorios entre los judíos: hurto (especialmente, a Dios: Mal. 3:8, 9); adulterio (v. Jn. 8:9) y sacrilegio, aunque la íntima frase del versículo 22 parece indicar «saqueo de templos», conforme al griego. Dice Trenchard: «podría señalar el pecado de los judíos carnales que tenían pocos escrúpulos al comerciar en materiales relacionados con templos paganos, con tal de hacer buen negocio». Esta codicia es equivalente a la idolatría (Col. 3:5).
(A) El apóstol declara que, si los incircuncisos paganos viven conforme a la luz que tienen, están al mismo nivel que los judíos: «Si el incircunciso guarda las ordenanzas de la ley (v. 26), cumple perfectamente la ley (v. 27), es decir, se somete sinceramente a lo que le dicta la luz de la conciencia, conforme a la ley escrita en su corazón, no sólo le será contada su incircuncisión como circuncisión (v. 26b), sino que él te juzgará a ti que, con la letra de la ley y con la circuncisión, eres transgresor de la ley»