Daniel Warren
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Notas preliminares a Daniel
I. El hombre
Daniel se destaca como uno de los más grandes hombres de la historia judía. Sabemos que fue una persona real por y 28.3, así como y . Era un adolescente en el año 605 a.C., cuando Nabucodonosor vino a Jerusalén y empezó su conquista de Judá. Hubo varias «deportaciones» de judíos a Babilonia y Daniel fue en el primer grupo porque pertenecía al linaje real. Era la práctica de Babilonia deportar a los mejores ciudadanos y prepararlos para el servicio en su propio gobierno. Daniel aún estaba activo en el año 539 a.C. cuando Ciro tomó el reino, de modo que más de cuarenta años vivió y ministró en Babilonia. Es más, vivió durante el reinado de cuatro gobernantes (Nabucodonosor, Belsasar, Darío y Ciro) y tres reinos diferentes (Babilonia, Media, Persia). Su nombre significa «Dios es mi juez». Ocupó varias posiciones importantes y lo alabaron mucho debido a su carácter y sabiduría, y porque la bendición de Dios estaba sobre él. Nabucodonosor le nombró jefe de los sabios y gobernador de la tierra (2.48), posición similar a la del primer ministro moderno. El nieto de Nabucodonosor, Belsasar, llamó a Daniel de su jubilación y, como le explicó la escritura en la pared, le hizo el tercer gobernador de la tierra (5.29). Darío le dio el liderazgo de todo el reino (6.1–3). Al menos setenta y cinco años Daniel fue el testigo fiel de Dios en un reino perverso e idólatra.
II. El libro
Daniel es al AT lo que Apocalipsis al NT; es más, no podemos entender a plenitud el uno sin el otro. Proféticamente Daniel trata del «tiempo de los gentiles» (véase ), aquel período que empezó en el 606 a.C. con la cautividad de Jerusalén, y terminará cuando Cristo vuelva a la tierra para juzgar a las naciones gentiles y establecer su reino. En las varias visiones y sueños en Daniel vemos el programa de la historia de los gentiles desde el ascenso de Babilonia, y a través de las conquistas de los medos, los persas, griegos y romanos, y hasta el gobierno del anticristo antes de que Cristo vuelva. Este libro prueba que «hay un Dios en los cielos» (2.28) y que «el Altísimo tiene dominio en el reino de los hombres» (4.25). Daniel aclara que el Dios Todopoderoso es soberano en los asuntos del mundo; «la historia es su historia». Dios puede quitar a los gobernantes de sus tronos; Dios puede derrotar a las naciones más fuertes y entregarlas a sus enemigos. En 1.1–2.3 el relato está escrito en hebreo, pero desde 2.4 hasta 7.28, está en el lenguaje caldeo. Las secciones hebreas se refieren fundamentalmente a los judíos.
III. El orden de la historia
El libro de Daniel no está ordenado cronológicamente. En la primera mitad Daniel interpreta los sueños de otros; en la segunda mitad recibe visiones respecto al futuro de su pueblo. El orden histórico del libro es como sigue:
(1) Cautiverio (605–604 a.C.)
(2) Sueño de la imagen (602 a.C.)
(3) La estatua de Nabucodonosor
(4) El sueño de Nabucodonosor sobre el árbol
(7) La visión de las cuatro bestias (556 a.C.)
(8) La visión del carnero y del macho cabrío (554 a.C.)
(5) La fiesta de Belsasar: Babilonia cae (539 a.C.)
(9) La visión de las setenta semanas (538 a.C.)
(6) El foso de los leones
(10–12) Visiones finales
Se comprueba que Daniel tenía ochenta años cuando lo echaron en el foso de los leones.
En la historia personal de Daniel (caps. 1–6) hallamos tres tiempos diferentes de dificultad: la prueba de los cuatro hebreos cuando arribaron a Babilonia (cap. 1); el horno de fuego (cap. 3); y el foso de los leones (cap. 6). En cada una de estas experiencias Daniel y sus amigos obtuvieron la victoria, pero esta primera victoria estableció la base de las demás. Puesto que estos muchachos judíos fueron fieles a Dios mientras eran aún adolescentes, Dios les fue fiel en los años siguientes.
I. Una prueba difícil (1.1–7)
Imagínese a cuatro muchachos hebreos, adolescentes, arrebatados de sus cómodos hogares en Jerusalén y llevados a la distante Babilonia. Puesto que todos eran príncipes que pertenecían a la familia real, quizás no estaban acostumbrados a esta clase de trato. Es demasiado grave cuando los jóvenes deben sufrir por los pecados de los padres. Los judíos rehusaron arrepentirse y obedecer al Señor, de modo que (como Jeremías advirtió) el ejército babilónico vino durante 606–586 a.C. y conquistó la tierra. Era su costumbre llevarse a los mejores jóvenes a Babilonia para prepararlos en la corte del rey. En el versículo 3 vemos qué magníficos ejemplares de juventud eran los cuatro muchachos: físicamente fuertes y hermosos, con experiencia social y gozaban de la simpatía de otros, con mentes alertas y bien educados, y espiritualmente devotos a Dios. Sus vidas eran equilibradas, como vemos la de Cristo en : ¡perfectos ejemplos de adolescentes!
Pero una prueba difícil les esperaba: el rey quería obligarlos a que se conformaran a las costumbres de Babilonia. No le interesaba poner a trabajar a buenos judíos; quería que estos judíos llegaran a ser babilonios. Los cristianos de hoy enfrentan la misma prueba: Satanás quiere que «nos conformemos a este mundo» (). Es triste, pero demasiados cristianos ceden ante el mundo y pierden su poder, su gozo y su testimonio. Nótense los cambios que estos jóvenes experimentaron:
A. Un nuevo hogar (vv. 1–2).
Ya no los rodeaban las cosas de Dios como en Jerusalén, ni tampoco tenían la influencia de sus padres y maestros piadosos. Cuando algunos cristianos se alejan del hogar, se gozan en la oportunidad de «bajar la guardia y darse a la vida»; pero no fue así con Daniel y sus amigos.
B. Nuevo conocimiento (vv. 3–4).
La antigua sabiduría judía debía descartarse; a partir de ahora debía ser la sabiduría del mundo, la de Babilonia. Tenían que aprender la sabiduría y el lenguaje de sus captores. El rey esperaba que este «lavado de cerebro» haría de ellos mejores siervos. El pueblo de Dios a menudo tiene que estudiar cosas que no concuerdan con la Palabra de Dios. Como Daniel y sus amigos, debemos actuar lo mejor posible para no abandonar nuestra fe.
C. Nuevas dietas (v. 5).
Durante los siguientes tres años se suponía que los cuatro jóvenes debían comer de la dieta del rey, la cual, por supuesto, era contraria a las leyes dietéticas de los judíos. Sin duda el alimento se ofrecía a los ídolos de la tierra y, para los jóvenes judíos, comerlo hubiera sido blasfemia.
D. Nuevos nombres (vv. 6–7).
Al mundo no le gusta reconocer el nombre de Dios y sin embargo el nombre de cada uno de los jóvenes tenía el nombre de Dios incluido en el suyo. Daniel («Dios es mi juez») fue cambiado a Beltsasar («Bel protege su vida»). Bel era el nombre de un dios babilónico. Ananías («Jehová es gracia») llegó a ser Sadrac («el mandato del dios lunar»); Misael («¿quién como Dios?») llegó a ser Mesac («quién es como Ajú», uno de los dioses paganos); y Azarías («Jehová es mi ayudador») vino a ser Abed-nego («el siervo de Nego», otro dios pagano). Los babilonios esperaban que estos nuevos nombres contribuirían a que los jóvenes se olvidaran de su Dios y poco a poco llegaran a ser cada vez más como los paganos con quienes vivían y estudiaban.
II. Una prueba desafiante (1.8–16)
Los babilonios pudieron cambiar el hogar de Daniel, sus textos, el menú, el nombre, pero no pudieron cambiar su corazón. Él y sus amigos se propusieron en sus corazones que obedecerían la Palabra de Dios; rehusaron conformarse al mundo. Por supuesto, pudieron haber presentado excusas y «seguir la corriente» de la mayoría. Pudieron haber dicho: «¡Todo el mundo lo hace!», o «¡Será mejor obedecer al rey!» o «¡Obedeceremos en lo exterior, pero conservaremos nuestra fe en privado!» Pero no hicieron componendas. Se atrevieron a creer en la Palabra de Dios y a confiar en Él por la victoria. Rindieron sus cuerpos y entendimientos al Señor, como enseña , y estaban dispuestos a permitir que Dios hiciera el resto.
Daniel pidió una prueba de diez días, que no sería un tiempo muy largo dado que tenían tres años de preparación por delante; el jefe de los mayordomos accedió a su plan. «Cuando los caminos del hombre son agradables a Jehová, aun a sus enemigos hace estar en paz con él» (). Véanse también y . El siervo temía cambiar las órdenes del rey, por el riesgo de que algo les ocurriera a los jóvenes y a sí mismo, de modo que la prueba que Daniel propuso fue una buena solución al problema. Por supuesto, Dios honró su fe. A los muchachos se les dio legumbres y agua durante diez días, evitando así el alimento contaminado de los babilonios. Al final de la prueba los cuatro muchachos estaban más saludables y más hermosos que los demás estudiantes que comían de la mesa del rey.
Requiere fe y obediencia sobreponerse a las tentaciones y presiones del mundo. Aún no se había escrito , pero Daniel y sus tres amigos sabían esa verdad por experiencia. Nótese lo cortés y amable que fue Daniel con el siervo babilónico; no «hizo desfilar» su religión ni abochornó al hombre. Este es un buen ejemplo para seguir: ¡podemos mantener nuestras convicciones sin convertirnos en maniáticos!
III. Triunfo divino (1.17–21)
Una prueba de diez días es una cosa, pero, ¿qué tal en cuanto al curso de tres años en la universidad de Babilonia? La respuesta se halla en el versículo 17: «Dios les dio», ¡todo lo que necesitaban! Les capacitó para que aprendieran sus lecciones mejor que los demás estudiantes y añadió a este conocimiento su sabiduría espiritual. Los «magos y astrólogos» del versículo 20 eran los hombres del reino que estudiaban las estrellas y trataban de determinar qué decisiones debía tomar el rey. También decían que interpretaban sueños. Es cierto que Daniel y sus amigos no creían en la religión y prácticas insensatas de los babilonios, pero de todas maneras las estudiaron, así como el estudiante cristiano debe hacerlo hoy cuando asiste a una universidad y se le dice que debe aprender «hechos» que él sabe que son contrarios a la Palabra de Dios. Daniel comprendía que Dios podría usarlo como testigo en un lugar impío; ¡y lo hizo durante los siguientes setenta y cinco años!
El rey mismo tuvo que admitir que los cuatro jóvenes hebreos eran diez veces más listos que sus mejores consejeros. Por supuesto, esta clase de reputación despertó la envidia de los astrólogos y no sorprende que más tarde trataran de deshacerse de los jóvenes hebreos. Si Daniel se hubiera preocupado por complacer a la gente y de ser «popular», hubiera cedido a las presiones y le hubiera fallado al Señor. Pero como vivía para agradar al Señor, eludió las caras y las amenazas de los demás, e hizo lo que Dios quería. Necesitamos cristianos hoy que se propongan en su corazón poner a Dios primero en todo: en el comedor, en el salón de clases, ¡e incluso en el salón del trono!
«Y continuó Daniel». ¡Qué testimonio! Satanás debe haberle dicho a Daniel: «Mejor será que sigas la corriente si quieres ser alguien por aquí». Pero Daniel obedeció al Señor; y «continuó» allí más que ningún otro. Ministró bajo cuatro reyes y quizás vivió para ver a los judíos regresar a su tierra al finalizar el cautiverio. «El que hace la voluntad de Dios permanece para siempre» (). Es más, hoy recibimos bendición y ayuda debido a la fidelidad de Daniel. Si le hubiera fallado a Dios cuando enfrentó las pruebas en su juventud, Daniel jamás hubiera obtenido las victorias y bendiciones de los años posteriores. Le llamaron «amado» (10.11), honor dado en la Biblia sólo a otro: Jesucristo. Debido a que vivió en la voluntad de Dios, Daniel disfrutó del amor de Dios (). Su consagración le dio valentía; su fe le hizo fiel.
Wiersbe, W. W. (1995). Bosquejos expositivos de la Biblia: Antiguo y Nuevo Testamento (electronic ed., Dn). Nashville: Editorial Caribe.