CONOCIMIENTO
DANIEL
J. Dwight Pentecost
Traducción: Diana M. de Peláez
INTRODUCCIÓN
Aunque el libro de Daniel en nuestra Biblia aparece después del profeta Ezequiel (así como en la LXX y en la Vulgata), la profecía de Daniel se encuentra ubicada en otro orden en las Escrituras hebreas. La Biblia Hebraica está dividida en tres secciones. La primera es la ley, que contiene los cinco libros de Moisés. La segunda la comprenden los profetas, que incluyen a Josué, Jueces, 1 y 2 de Samuel (en hebr., 1 y 2 S. son un solo libro), 1 y 2 Reyes (también se consideran un solo libro) Isaías, Jeremías, Ezequiel, y los 12 profetas menores (que se consideran como un solo libro). La tercera clasificación se denomina los Escritos. En esa porción se incluyen 12 libros: Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras, Nehemías, 1 y 2 Crónicas (los dos últimos son un solo libro). Como es evidente, el libro de Daniel no se incluye dentro de los profetas, i.e., la segunda división principal. Tampoco en su profecía se hace referencia a Daniel como profeta. Dios no envió un mensaje público a través de Daniel a la nación de Israel. Sin embargo, Jesús sí llamó profeta a Daniel (Mt. 24:15). Ciertamente fue un mensajero de Dios que reveló las verdades que el Señor le había entregado.
Autor. Este libro lleva un título sencillo, “Daniel”, no sólo porque él es uno de los protagonistas principales, sino porque sigue la tradición (aunque no consistente) de llevar el nombre del autor que lo escribió. Poco se sabe acerca de su trasfondo familiar. A partir del testimonio de sus contemporáneos, sabemos que fue un hombre justo (Ez. 14:14, 20) y sabio (Ez. 28:3). En esos pasajes se cita junto con Noé y Job, que fueron personajes históricos. Así que Daniel también fue un personaje histórico, no ficticio.
El profeta nació de la familia real y era de ascendencia noble (Dn. 1:3, 6). Además, era de apariencia atractiva y muy inteligente (1:4). Vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro, i.e., hasta 536 a.C. (10:1). Por tanto, debió haber sido muy joven cuando Nabucodonosor lo llevó cautivo en 605 a.C. (En 1:4, se dice que Daniel era uno de los “muchachos” de Israel.) Si tenía 16 años cuando fue hecho prisionero, entonces tenía 85 en el tercer año de Ciro.
Género literario. La profecía de Daniel es el primer gran libro de la literatura apocalíptica de la Biblia. La palabra gr. apokalypsis, de donde viene la palabra “apocalipsis”, significa “revelación”, “correr el velo”, “dar a conocer”. Aunque toda la Escritura es revelación divina, algunas porciones son únicas por la forma en que las revelaciones fueron entregadas y por el medio en que fueron transmitidas.
La literatura apocalíptica de la Biblia tiene varias características: (1) En ella, una persona que recibiría una verdad de Dios en visión, registraba lo que había visto. (2) La literatura apocalíptica utiliza de manera extensa símbolos y señales. (3) Generalmente, ese tipo de literatura presenta revelaciones acerca del programa de Dios para el futuro de su pueblo Israel. (4) Se utiliza con mayor frecuencia la prosa que la poesía, que era lo normal en la mayoría de la literatura profética.
Además de Daniel y Apocalipsis, encontramos literatura apocalíptica en Ezequiel 37–48 y en Zacarías 1:7–7:8. Al interpretar visiones, símbolos y señales en la literatura apocalíptica, no se debe utilizar el ingenio personal para descubrir la verdad. En la mayoría de los casos, la interpretación de esos pasajes y de los símbolos empleados, se obtiene de un estudio cuidadoso del contexto y comparando otros pasajes paralelos de la Biblia. Entonces, la literatura apocalíptica demanda una cuidadosa comparación entre escritura y escritura para llegar a un adecuado entendimiento de la revelación dada.
Idiomas. El libro de Daniel es poco común, pues está escrito en dos idiomas: los caps. 1:1–2:4a y 8–12 están escritos en hebr., y la sección del 2:4b al 7:28 está en arameo, que era la lengua franca en tiempos del profeta. El hebr. era el lenguaje de Israel, del pueblo con que Dios entró en relación pactal, y el arameo era el lenguaje del mundo gentil.
Aunque el libro de Daniel es una sola obra literaria, pone énfasis en dos temas principales. El primero tiene que ver con el programa de Dios para las naciones gentiles y está contenido en la sección 2:4b–7:28. Parece muy adecuado que esa profecía concerniente a los gentiles esté en su idioma. Por tanto, el profeta utilizó arameo en esa porción de su libro.
El segundo énfasis del libro recae en la nación de Israel y la influencia o efectos de la cultura gentil sobre ella. Este tema se desarrolla en 1:1–2:4a y en los caps. 8–12. Por tanto, fue muy apropiado que Daniel escribiera esas secciones en hebreo, el idioma de los judíos.
Unidad. Algunos estudiosos han cuestionado la unidad del libro de Daniel. Señalan que los caps. 1–6 registran incidentes históricos de la vida del profeta y que los caps. 7–12 registran las visiones proféticas que le fueron reveladas. Esta observación, aunada al uso de los dos idiomas, ha llevado a algunos a inferir que el libro tuvo más de un autor.
No obstante, tales observaciones no apoyan tal conclusión. Como se mencionó antes, Daniel tuvo sus razones para utilizar dos idiomas. A menudo, la literatura antigua adoptaba distintas formas literarias para remarcar un contraste. Por ejemplo, el libro de Job es en su mayoría poético. Sin embargo el prólogo (caps. 1–2) y el epílogo (42:7–17) están en prosa. Por eso, no hay nada en el estilo literario del libro de Daniel que exija que haya sido escrito por más de un autor.
La unidad del libro de Daniel también se nota al observar la interdependencia que existe entre estas dos secciones. La revelación del cap. 2 corre paralela a la revelación del cap.7. Además, algunos términos y conceptos teológicos de la primera mitad son similares a aquellos que aparecen en la segunda. “Sueño(s) y visiones” se mencionan en 1:17; 2:28; 7:1. Estar en “cama” se menciona en 2:28; 4:10; 7:1. Se habla del “reino” eterno de Dios en cuatro ocasiones en la primera parte (2:44; 4:3, 34; 6:26) y tres en la segunda sección (7:14, 18, 27). El “señorío” eterno de Dios se exalta en 4:3, 34; 6:26; 7:14. Y se llama a Dios “Altísimo” o “Dios Altísimo” nueve veces en la primera mitad (3:26; 4:2, 17, 24–25, 32, 34; 5:18, 21) y cuatro veces en la segunda mitad (7:18, 22, 25, 27).
De la misma manera, el profeta Daniel juega un papel significativo que unifica las dos secciones del libro. Además, el mensaje del libro es el mismo en sus dos partes. Dios es soberano, reina sobre las naciones y las controla para que lleven a cabo su plan. De manera soberana, él preserva a la nación de Israel y la conduce para llevarla al cumplimiento del pacto que hizo con Abraham.
Fecha y autoría. Según el contenido del libro, Daniel fue escrito en el s. VI a.C. por Daniel, el profeta que vivió mientras se desarrollaban esos eventos. En muchas ocasiones se refiere a Daniel como al receptor de la revelación de Dios. Además tomó parte activa en muchos de los eventos históricos registrados en su libro. Jesucristo atribuyó esta obra a Daniel (Mt. 24:15). La familiaridad de Daniel con los individuos, eventos y costumbres que aparecen en el libro exige fecharlo en el s. VI a.C.
Los detalles minuciosos que se incluyen en este libro difícilmente hubieran podido ser preservados por medio de la tradición oral durante 400 años, como sugieren algunos que adjudican una fecha tardía al libro. El hecho de que algunos fragmentos manuscritos del libro de Daniel fueran encontrados en Qumrán, copias escritas quizá en el s. II a.C., no apoya la teoría de que Daniel fue escrito en 165 a.C., como sugieren algunos críticos. Porque no habría habido suficiente tiempo para que el libro llegara hasta la comunidad de los esenios de Qumrán para que fuera copiado ahí. Además, el hecho de que el libro de Daniel fue aceptado por los judíos como parte del canon de la Escritura, es otra evidencia de su autenticidad.
Los críticos rechazan una fecha temprana para el escrito de Daniel principalmente porque niegan la profecía predictiva. En el libro se incluyen detalles acerca de la historia de Babilonia, Medo-Persia, Grecia, y Roma. Los pormenores registrados en Daniel 11:5–35 se cumplieron del s. IV al II a.C. Los escépticos insisten en que Daniel no pudo haber conocido con anticipación esos detalles, sino que debieron haberse escrito después que los eventos sucedieron y que los registró como profecía para dar credibilidad a su escrito. (Otros sostienen que alguien distinto a Daniel escribió el libro en el s. II a.C. y que usó el mismo nombre.) Por supuesto que ese punto de vista niega el poder de Dios para revelar lo que él ha predeterminado hacer.
Se han levantado gran cantidad de objeciones en torno a la fecha temprana del libro. Por ejemplo, algunos argumentan que las palabras persas y griegas que aparecen en él indican que debió escribirse mucho después del s. VI a.C. Sin embargo, la arqueología ha revelado que ya existía el comercio entre Grecia y Babilonia antes de los días de Daniel. Esto explica la presencia de las palabras griegas. Por otra parte, las palabras persas pertenecen a una forma literaria y oficial del idioma persa que se utilizaba en todo el Cercano Oriente. (Cf. D.J. Wiseman et al, Notes on Some Problems in the Book of Daniel, “Apuntes sobre algunos problemas del libro de Daniel”, págs. 23–27, 35–50).
Otra objeción se basa en la literatura apocalíptica que tiene el libro. Esa clase de literatura proliferó en Israel en una fecha posterior, en tiempos de los macabeos (libros que no forman parte del canon bíblico). Por tanto, muchos eruditos infieren que Daniel debió escribirse en ese período (168–134 a.C.). Sin embargo, como se anotó antes (V. “Forma Literaria”), la literatura apocalíptica se encuentra también en el libro de Ezequiel, y éste, al igual que Daniel, fue un profeta que vivió durante el s. VI. a.C.
Se han presentado otras objeciones contra la fecha temprana porque el libro contiene una teología muy avanzada. Los críticos argumentan que las referencias frecuentes a los ángeles y una a la resurrección de los muertos (12:2) es evidencia de una fecha posexílica del libro. Sin embargo, no toman en cuenta el hecho de que los ángeles se mencionan con frecuencia a todo lo largo de la historia de Israel y que la resurrección se menciona en pasajes tales como Salmos 16:10 e Isaías 26:19, que sin duda fueron escritos antes que Daniel.
Algunos han rechazado que Daniel fue escrito en el s. VI a.C. porque el libro está incluido en los Escritos, la tercera división de la Biblia hebrea, en vez de estar en la segunda división, la de los profetas. El último libro profético (Malaquías) fue escrito en el s. V a.C. Los que apoyan una fecha tardía para Daniel, argumentan que si se hubiera escrito en el s. VI a.C. se habría incluido en la segunda división (los Profetas) en vez de en la tercera (los Escritos). Sin embargo, como se dijo anteriormente, los profetas fueron apartados por Dios como mensajeros y les dio un ministerio especial para la nación de Israel. Ya que Daniel fue considerado por sus contemporáneos más como líder gubernamental que como profeta, sus escritos fueron colocados en la tercera división en vez de la segunda. Así que, el criterio que determinó dónde sería colocado el libro dentro de la Biblia hebrea no fue la fecha en que se escribió, sino el puesto o función que desempeñó el autor.
Otros críticos sostienen que debido a que Daniel no utiliza el nombre de Jehová Dios como hicieron otros autores de su tiempo, el libro debió haber sido escrito despues. Sin embargo, esa objeción no toma en cuenta que en el cap. 9 sí se menciona el nombre divino ocho veces (Dn. 9:2, 4, 8, 10, 13–14 [tres veces], 20). El nombre que un autor utilizaba para referirse a Dios en cualquier porción lo determinaba su contenido, no la tradición popular.
Algunos han objetado que Daniel sea el autor de su libro por los supuestos errores históricos que contiene. Por ejemplo, aseguran que Nabucodonosor no fue padre de Belsasar, como indica Daniel 5:2, 11, 13, 18 (cf. v. 22). Argumentan que si Daniel fuera autor del libro, no hubiera cometido tal error. Sin embargo, se ha demostrado que cualquier sucesor al trono real era llamado “hijo” (5:22) aun si no existía una relación de sangre con un rey anterior. (V. “Reyes del imperio neobabilónico” en el Apéndice, pág. 334).
Por último, se objeta que Daniel sea el autor del libro porque en 1:21 el escritor hace referencia a la muerte de Daniel. Sin embargo, 1:21 no señala cuándo murió Daniel; solamente dice que “continuó (en Babilonia) … hasta el año primero del rey Ciro”. El decreto de Ciro liberó a los judíos de su exilio en Babilonia y así el cautiverio de 70 años llegó a su fin. Simplemente, Daniel 1:21 señala que Daniel vivió durante todo el tiempo del exilio. El v. no especifica el tiempo de su muerte. De hecho, vivió por lo menos hasta el tercer año de Ciro (10:1).
Trasfondo histórico. Nínive, la capital de Asiria, cayó ante la invasión del ejército de Babilonia y Media en 612 a.C. Bajo el liderazgo de Asur-uballiṭ, algunos asirios huyeron hacia el occidente, a Harán, desde donde reclamaron su soberanía sobre todo Asiria. Pero Nabopolasar, rey de Babilonia, se movilizó en 611 a.C. contra el ejército de Asiria que estaba en Harán. Al siguiente año, 610 a.C., Babilonia se alió con Media, y atacó a los asirios de Harán. Asiria se retiró de Harán hacia el occidente, cruzó el río Éufrates y cedió Harán a los babilonios.
En 609 a.C., los asirios pidieron ayuda a Egipto, y faraón Necao II condujo su ejército para unirse a Asiria. Josías, rey de Judá, esperando obtener el favor de los babilonios, trató de evitar que los egipcios se unieran con los asirios, así que se enfrentó con el ejército egipcio en Meguido. Las tropas de Josías fueron derrotadas y él murió en batalla (2 R. 23:28–30; 2 Cr. 35:24).
Faraón Necao II procedió a reunirse con los asirios y juntos invadieron Babilonia en Harán, pero no tuvieron éxito. Parece que Asiria salió del escenario mundial en ese entonces, pero el conflicto continuó entre Egipto y Babilonia.
En 605 a.C., Nabucodonosor, al mando de los ejércitos de Babilonia, peleó contra Egipto en la batalla de Carquemis y derrotó a los egipcios. Carquemis fue destruida por los babilonios en mayo–junio de ese mismo año. Mientras perseguían a los egipcios derrotados, Nabucodonosor extendió sus dominios territoriales hacia el sur hasta Siria y Palestina. Al enterarse de la muerte de su padre Nabopolasar, Nabucodonosor regresó de Ribla a Babilonia en agosto de 605 para reclamar la corona. Después volvió a Palestina y atacó a Jerusalén en septiembre de 605. Fue en esa ocasión que Daniel y sus amigos fueron llevados cautivos a Babilonia. Quizá Nabucodonosor los utilizó como rehenes como advertencia a la gente de Judá e impedir que se rebelara. O tal vez esos jóvenes fueron llevados con objeto de prepararlos para ocupar puestos de liderazgo administrativo en caso de que Nabucodonosor tuviera que regresar a sojuzgar a Judá. Después de regresar a Babilonia, Nabucodonosor reinó durante 43 años (605–562 a.C.).
Nabucodonosor fue a Judá por segunda ocasión en 597 a.C. para sofocar la rebelión de Joaquín. En esa incursión, Jerusalén quedó sometida a Babilonia y fueron llevados 10,000 cautivos, entre los cuales estaba el profeta Ezequiel (Ez. 1:1–3; 2 R. 24:8–20; 2 Cr. 36:6–10).
Nabucodonosor regresó a Judá por tercera ocasión en 588 a.C. Después de sitiar a Jerusalén por largos días, sus ejércitos traspasaron los muros de la ciudad, la arrasaron, y quemaron el templo en 586. La mayoría de judíos que no fueron asesinados en esa ocasión, fueron deportados a Babilonia (2 R. 25:1–7; Jer. 34:1–7; 39:1–7; 52:2–11).
La restauración de los judíos a su tierra se hizo posible en 539 a.C., cuando Ciro derrotó a Babilonia y estableció el imperio medo-persa. De acuerdo con su política de regresar a los exiliados a sus tierras, Ciro promulgó un decreto en 538 que permitió regresar a Jerusalén a los judíos que lo desearan (2 Cr. 36:22–23; Esd. 1:1–4). Aprox. 50,000 judíos fueron repatriados a su tierra y comenzaron a reconstruir el templo. Esa fue la respuesta a la oración de Daniel (Dn. 9:4–19). El templo quedó terminado en 515 a.C. (Esd. 6:15). (V. “Los tres regresos del exilio”, en el Apéndice, pág. 335). Desde la primera derrota de Jerusalén (605 a.C.) hasta que los judíos regresaron a reconstruir los cimientos del templo (536), transcurrieron aprox. 70 años. Desde la destrucción del templo (586) hasta que fue reconstruido (515), también transcurrieron aprox. 70 años. Así que se cumplió en forma literal la profecía de Jeremías acerca de que el exilio duraría 70 años (Jer. 25:11–12).
Propósitos. Los propósitos del libro se pueden deducir de su contenido:
1. La dedicación personal de Daniel a Dios (Dn. 1) serviría de ejemplo a los deportados para que supieran cómo debían vivir en medio de una sociedad pagana. Daniel fue un ejemplo sobresaliente de comunión con Dios, digno de imitar por los exiliados.
2. El libro enfatiza la autoridad soberana de Dios sobre las naciones gentiles. Él pone y quita reyes e imperios para cumplir sus propósitos. Nabucodonosor aprendió esa gran verdad (4:35).
3. El libro de Daniel presenta la fidelidad de Dios hacia el pueblo de su pacto, protegiéndolo y preservándolo a pesar de que estaba recibiendo el castigo divino por causa de su desobediencia. Dios no olvidó al pueblo con el que hizo pacto, sino que lo trató con paciencia al fin de restaurarlo a sus bendiciones.
4. El libro también fue escrito para bosquejar de manera gráfica el período profético conocido como “el tiempo de los gentiles” (Lc. 21:24). El libro de Daniel marca el curso de la historia de los gentiles en la época en que Israel estaba y está siendo disciplinado por medio de los gentiles. La consumación del programa de Dios para los gentiles se realizará en el período de la tribulación venidera. El libro muestra, de manera cuidadosa y detallada, el efecto que las naciones gentiles tendrán sobre Israel mientras espera que los pactos de Dios se cumplan durante el reinado del Mesías.
5. El libro de Daniel también revela la liberación y las bendiciones que Israel gozará en el futuro milenio. Tal como Dios pactó con Abraham, sus descendientes ocuparán la tierra que él les prometió. A pesar de que la nación debe ser disciplinada por su desobediencia, será llevada al arrepentimiento, confesión y restauración. Dios siempre permanece fiel. Él preserva al pueblo con quien ha hecho el pacto y le garantiza las bendiciones del reino terrenal pactado.
Importancia del libro. El libro de Daniel tiene gran importancia histórica. Es un puente entre los libros históricos de Israel y el N.T. Contiene algunos de los eventos históricos de Israel durante el cautiverio babilónico que duró 70 años que no se encuentran en ningún otro lugar de las Escrituras (excepto por fragmentos de información que encontramos en Ez.). Daniel bosqueja la historia del tiempo de los gentiles y describe los imperios pasados y futuros que ocuparán Palestina y gobernarán sobre Israel hasta que regrese el Mesías.
Las profecías del libro acerca del programa divino para los gentiles, para la tierra de Palestina, y para el pueblo de Israel, colocan el cimiento del programa escatológico de Dios. Algunos temas que se presentan en el libro de Daniel con su énfasis en los gentiles, son paralelos a los del libro de Zacarías y esos asuntos alcanzan su cumplimiento final en el libro de Apocalipsis. Para entender de manera completa la culminación del programa de Dios revelado al apóstol Juan en Apocalipsis, es necesario entender el comienzo del mismo, que fue revelado a Daniel.
BOSQUEJO
I. Historia personal de Daniel (cap. 1)
A. Deportación de Daniel (1:1–7)
B. Devoción de Daniel a Dios (1:8–16)
1. La petición (1:8)
2. La petición concedida (1:9–14)
3. El resultado (1:15–16)
C. Nombramiento de Daniel (1:17–21)
II. Historia profética de los gentiles durante el tiempo de los mismos (caps. 2–7)
A. El sueño de Nabucodonosor (cap. 2)
1. El sueño del rey (2:1–16)
2. Revelación del sueño a Daniel (2:17–23)
3. Explicación del sueño a Nabucodonosor (2:24–45a)
4. Daniel es honrado (2:45b–49)
B. La imagen de Nabucodonosor (cap. 3)
1. Edificación de la imagen (3:1–7)
2. Acusación contra los judíos (3:8–12)
3. La fe de los acusados (3:13–18)
4. Liberación divina (3:19–30)
C. El segundo sueño de Nabucodonosor (cap. 4)
1. Proclamación del rey (4:1–3)
2. La visión del árbol (4:4–18)
3. Interpretación de la visión (4:19–27)
4. Cumplimiento de la visión (4:28–33)
5. Restauración del rey (4:34–37)
D. El banquete de Belsasar (cap. 5)
1. Diversión desenfrenada del rey (5:1–4)
2. Revelación al rey (5:5–12)
3. Petición del rey (5:13–16)
4. Respuesta de Daniel (5:17–28)
5. Cumplimiento de la revelación (5:29–31)
E. El edicto de Darío (cap. 6)
1. Prominencia de Daniel (6:1–3)
2. Complot de los líderes (6:4–9)
3. Oración de Daniel (6:10–11)
4. Sentencia de Daniel (6:12–18)
5. Preservación de Daniel (6:19–24)
6. Pronunciamiento del rey (6:25–28)
F. Visión de las cuatro bestias (cap. 7)
1. La visión (7:1–14)
2. La interpretación (7:15–28)
III. Historia profética de los judíos durante el tiempo de los gentiles (caps. 8–12)
A. La visión del carnero y del macho cabrío (cap. 8)
1. La visión (8:1–14)
2. La interpretación (8:15–27)
B. Visión de los setenta “sietes” (cap. 9)
1. Ocasión de la visión (9:1–2)
2. Oración de Daniel (9:3–19)
3. Respuesta del Señor (9:20–27)
C. La visión final (caps. 10–12)
1. Preparación del profeta (10:1–11:1)
2. Detalles de la historia de Israel durante el segundo y tercer imperios (11:2–35)
3. Historia profética del setentavo siete (11:36–12:3)
4. Conclusión (12:4–13)
COMENTARIO
I. Historia personal de Daniel (cap. 1)
A. Deportación de Daniel (1:1–7)
1:1–2a. Los dos primeros vv. del libro de Daniel declaran cuándo y cómo fue llevado a Babilonia. Los acontecimientos comenzaron en el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá. Esto parece contradecir la afirmación hecha por Jeremías de que el primer año de Nabucodonosor, rey de Babilonia, fue el cuarto año del reinado de Joacim (Jer. 25:1). Cuando menos, hay dos explicaciones para resolver esta aparente discrepancia. La primera es la diferencia que hay entre los calendarios judío y babilónico. El de los judíos empezaba en el mes de Tishri (septiembre–octubre) mientras que el de los babilonios iniciaba en la primavera, en el mes de Nisán (marzo–abril). Si se usaba el sistema babilonio, el año en que Nabucodonosor sitió Jerusalén fue el cuarto año del reinado de Joacim. Pero si se usa el sistema judío, correspondió al tercer año de ese rey. Es probable que Daniel, por ser judío, adoptara el calendario judío que le era más familiar.
Una segunda posibilidad se basa en el sistema babilónico de registrar las fechas del reinado de sus monarcas. La porción del gobierno de un rey que precedía al inicio de un año nuevo en el mes de Nisán, i.e., su año de ascensión al trono, se le llamaba el primer año aunque fuera de corta duración. Si Jeremías siguió ese método de contar las fechas, tomó en cuenta el año de ascensión al trono de Joacim (que sólo fue parte de un año) como si fuera su primer año. Y si Daniel utilizó el método judío (el cual no tomaba en cuenta los primeros meses del reinado de un monarca antes de que iniciara un año nuevo), entonces sólo contó los tres años completos que Joacim había estado reinando. Ese año fue 605 a.C.
Daniel se refirió a Nabucodonosor (cuyo nombre significa “Nabu ha protegido mi heredad”) como el rey de Babilonia. Pero en ese tiempo (605 a.C.) el rey de Babilonia era Nabopolasar y Nabucodonosor todavía no había ascendido al trono. No obstante, mientras Nabucodonosor estaba en campaña, escuchó que su padre había muerto y se apresuró a regresar a Babilonia para ser entronizado (V. “Trasfondo histórico” en la Introducción). Debido a que Daniel escribió en una fecha posterior, habló de ese rey sabiendo que ocuparía el trono.
El sitio de Jerusalén por Nabucodonosor se efectuó durante el reinado de Joacim, el decimoséptimo rey de Judá e hijo mayor de Josías (cf. 2 Cr. 36:2 con 2 Cr. 36:5). El hermano menor de Joacim, Joacaz, había sido puesto en el trono de Judá después que faraón Necao mató al rey Josías en 609 a.C. (V. “Los últimos cinco reyes de Judá”, en el Apéndice, pág. 336). Pero posteriormente, el mismo Necao destronó a Joacaz y puso en su lugar a Joacim (2 Cr. 36:3–4).
Jeremías había advertido a Joacim de la inminente invasión de Babilonia. Y el rey hizo caso de las instrucciones del profeta en el sentido de que el pueblo de Dios debía someterse a los caldeos sin oponer resistencia. Así que cuando Nabucodonosor sitió la ciudad, encontró poca o ninguna resistencia y Joacim fue capturado y llevado a Babilonia. De esa manera, Judá pasó a estar bajo la autoridad de Nabucodonosor.
Con esa incursión de Nabucodonosor empezó un importante período profético—el tiempo de los gentiles (Lc. 21:24), que es el amplio período en que la tierra dada a Abraham y sus descendientes en el pacto de Dios con ese patriarca será ocupada por los poderes gentiles. El trono davídico quedará vacío, sin un heredero auténtico de la línea de ese rey. El tiempo de los gentiles, que empezó con la invasión de Nabucodonosor a Jerusalén en 605 a.C., continuará hasta que regrese el Mesías. En ese entonces, Cristo derrotará a las naciones, librará a la tierra de Israel de los ocupantes gentiles, y hará que el pueblo escogido reciba las bendiciones pactadas, dando inicio al reino milenial.
Dios había hecho un pacto con Israel en Moab (Dt. 28–30), justo antes de que entrara en la tierra prometida (Dt. 29:1). En él, Dios estableció el principio por el cual él trataría con su pueblo. La obediencia al Señor le traería bendición (Dt. 28:1–14) pero la desobediencia le acarrearía el castigo (Dt. 28:15–68). En la segunda parte del pacto, Dios describió los castigos que utilizaría para corregir al pueblo cuando sus caminos se apartaran de la ley revelada. Esos castigos serían para hacer que ellos cumplieran sus exigencias, de tal modo que pudieran tener derecho a sus bendiciones. El castigo más severo que él utilizaría para corregir a su pueblo, sería la invasión de las naciones gentiles, las cuales lo subyugarían a su autoridad y lo expulsarían de su tierra (Dt. 28:49–68).
A continuación, Moisés declaró que cuando Israel cayera bajo el castigo de Dios, la disciplina no sería levantada hasta que el pueblo abandonara su pecado, se volviera en fe a Dios, y obedeciera sus estipulaciones (Dt. 30:1–10). El reino del norte de Israel había sido llevado cautivo por Asiria en 722 a.C., como consecuencia de la aplicación de los principios establecidos en Deuteronomio 28. A raíz de la caída del reino del norte, de vez en cuando Judá, el reino del sur, se volvía a Dios y escuchaba las amonestaciones de los profetas (aunque no en forma consistente). El reino del sur sobrevivió por más de un siglo al reino del norte debido a su arrepentimiento y obediencia propiciados por algunos reyes piadosos.
No obstante, esa condición no fue duradera. Judá también desechó el pacto de Dios, incumplía el día de reposo, y el año sabático (Jer. 34:12–22), y siguió en su idolatría (Jer. 7:30–31). Por ello, y debido al pacto de Deuteronomio 28, el castigo debía caer sobre Judá. El Señor escogió a Nabucodonosor como su instrumento para infligir su disciplina sobre su pueblo desobediente (cf. 27:6; Hab. 1:6).
1:2b–3. Cuando Nabucodonosor regresó a Babilonia de su invasión a Judá, se llevó consigo un gran botín para indicar que Judá quedaba sometido a Babilonia. En primer lugar, tomó parte de los utensilios de la casa de Dios que estaba en Jerusalén, los cuales puso en la casa de su dios en Babilonia (cf. 2 Cr. 36:7). Su dios debe haber sido Bel, también llamado Marduk, que era el dios principal de los babilonios (cf. el comentario de Dn. 4:8). (En hebr., la palabra que se trad. como Babilonia es Sinar, un antiguo nombre de esa tierra; cf. Gn. 10:10; 11:2; 14:1; Is. 11:11; Zac. 5:11.) Ese acto significaba que las deidades babilónicas habían conquistado al Dios de Judá.
En segundo lugar, Nabucodonosor se llevó a algunos de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes judíos. Como se establece en la Introducción, esos príncipes probablemente se consideraron rehenes, y se los llevaron para asegurar la continua sumisión de Judá a Babilonia. O bien, pueden haber sido llevados a Babilonia con objeto de prepararlos para que ocuparan puestos de liderazgo administrativo en caso de que Nabucodonosor tuviera que regresar a subyugar a Judá. Aspenaz era el jefe de los oficiales (eunucos) de la corte. En todo el A.T. sólo se menciona aquí por nombre, pero sí se cita como “jefe de los eunucos” en seis ocasiones (Dn. 1:7–11, 18). No es claro si la palabra “eunuco” (sārîs) tiene ese significado, o si simplemente se refiere a un cortesano u oficial de la corte. Kitchen sugiere que en tiempos de Daniel, su significado era “eunuco” (Kenneth A. Kitchen, Ancient Orient and Old Testament, “El Antiguo Oriente y el A.T.” Downers Grove, III.: InterVarsity Press, 1966, págs. 165–166).
1:4–5. Esos cautivos eran muchachos en quienes no había tacha alguna, ni física ni mental, y por lo tanto, constituirían una posesión valiosa para … el palacio del rey. Se hizo un intento por asimilarlos a la cultura de la corte, ya que fueron obligados a aprender las letras y la lengua de los caldeos, entre quienes habían ido a vivir. Asimismo, debían pasar por un riguroso entrenamiento de tres años … al fin de los cuales debían presentarse delante del rey para entrar a su servicio. Ese programa educativo probablemente incluía estudios de agronomía, arquitectura, astrología, astronomía, leyes, matemáticas, y el difícil lenguaje acádico.
1:6–7. No se dice cuántos cautivos fueron tomados, pero sí se nombran a cuatro de ellos porque posteriormente tuvieron un papel muy importante en el gobierno de Babilonia. Debido a que los cuatro tenían nombres que honraban a Jehová el Dios de Israel, les fueron cambiados. El significa Dios, e -iah (o -yah) es una abreviatura de Yahweh, lo cual sugiere que los padres de aquellos jóvenes eran temerosos de Dios y que les pusieron nombres que hacían referencia al Señor. Daniel, cuyo nombre significa “Dios ha juzgado” (o “Dios es mi Juez”), recibió el nombre de Beltsasar (Bēlet-šar-uṣur en acádico), que significa “Señora, protege al rey”. Ocho de las diez veces que se menciona Beltsasar en el A.T., se encuentra en la sección en arameo del libro de Daniel (2:26; 4:8–9, 18–19 [3 veces]; 5:12). Las otras dos menciones están en 1:7 y 10:1.
Ananías (“Jehová ha sido misericordioso”) se convirtió en Sadrac, probablemente de la forma verbal acádica šādurāku, que significa “soy temeroso (de un dios)”.
Misael (“¿Quién es como Dios?”) recibió el nombre de Mesac, que posiblemente provenía del vb. acádico mēšāku, que significa “soy despreciable, vil, humillado (delante de mi dios)”.
Azarías (“Jehová ha ayudado”) fue nombrado Abed-nego, “siervo de Nebo” (Nego era una variante hebr. del nombre babilonio del dios Nebo). Éste (cf. Is. 46:1), era hijo de Bel, y dios de la escritura y la vegetación. También era conocido como Nabu (cf. el comentario de Dn. 1:1 relacionado con el nombre de Nabucodonosor).
De esa manera, el jefe de los eunucos (Aspenaz, v. 3) parecía decidido a borrar de la corte babilónica cualquier testimonio que hubiera del Dios de Israel. Los nombres que dio a los cuatro muchachos significaba que debían sujetarse a los dioses de Babilonia.
B. Devoción de Daniel a Dios (1:8–16)
1. LA PETICIÓN (1:8)
1:8. Nabucodonosor puso a disposición de los cautivos abundantes provisiones. La de ellos era una vida de lujo, no de privaciones, porque cada día se les daba una porción de la comida del rey así como del vino que él bebía. No obstante, esas viandas no cumplían los requisitos de la ley mosaica. El hecho de que eran preparadas por paganos las calificaba como inmundas. Asimismo, con toda seguridad que se servían a la mesa del rey muchas cosas que estaban prohibidas por la ley, así que participar de ellas contaminaría a los jóvenes judíos. Por otro lado, sin duda que esa comida real había sido sacrificada y ofrecida a los dioses paganos antes de ser llevada ante el rey. Ingerir esa comida era contrario a Éxodo 34:15, donde se prohibía a los judíos tomar cualquier alimento que hubiera sido sacrificado a los dioses paganos.
Beber el vino del rey presentaba problemas similares. Para cumplir con la prohibición del A.T. de no tomar “vino fuerte” (e.g., Pr. 20:1; Is. 5:11), los judíos acostumbraban diluirlo con agua. Algunos mezclaban tres partes de agua con el vino, otros lo hacían con seis partes de agua y otros mezclaban hasta diez partes de agua por una de vino. Los babilonios no lo diluían, así que tanto la comida como la bebida habrían contaminado a los jóvenes judíos. Daniel conocía los requerimientos de la ley que determinaban lo que debía o no debía comer o beber.
El deseo de Daniel era agradar a Dios en todo lo que hacía. Así que propuso en su corazón que aunque no estuviera en su tierra, sino en una cultura que no cumplía la ley divina, seguiría considerando que estaba bajo la ley. Pidió por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse y que se le excusara de comer y beber de la comida y el vino que el rey tan generosamente les proveía. Daniel fue valiente y decidió seguir siendo obediente a Dios.
2. LA PETICIÓN CONCEDIDA (1:9–14)
1:9–10. Es comprensible que el jefe de los eunucos se resistiera a conceder la petición de Daniel, ya que era responsable de supervisar el desarrollo físico y mental de los cautivos para que estuvieran listos para cumplir el papel que el rey tenía en mente para ellos. Es obvio que esos jóvenes ocupaban un lugar estratégico en los planes del monarca, así que quería que estuvieran bien entrenados. Si aquellos jóvenes hubieran sido poco importantes para el rey, no le habría interesado su condición física y Aspenaz no se habría arriesgado a poner su cabeza en peligro.
Daniel había confiado su situación al Señor, quien intervino para hacer que el corazón de aquel oficial se moviera a favor de su siervo y hallara gracia (ḥeseḏ, “amor leal” y buena voluntad (raḥămîm, “compasión”) delante de él.
1:11–14. Cuando parecía que la petición de Daniel iba a ser denegada por el jefe de los eunucos, entonces … Daniel se dirigió a Melsar, que estaba puesto como guardia sobre los cuatro jóvenes por Aspenaz y le pidió que los pusiera a prueba … por diez días, en los cuales Daniel y sus compañeros sólo recibirían legumbres a comer, y agua a beber. (La palabra hebr. para legumbres, es “cosas plantadas”, y también abarca las gramíneas.) Puesto que la ley mosaica no indicaba que los vegetales fueran inmundos, Daniel podía comer cualquiera de ellos sin contaminarse. En un tiempo tan corto (10 días), no dañarían tanto sus organismos como para poner en peligro la vida de ninguna de esas autoridades. De hecho, Daniel afirmó que sus rostros se verían mejor que los rostros de los muchachos que comían de la … comida del rey.
Consintió, pues Melsar y probó con ellos diez días. Puesto que ese guardia estaba bajo la autoridad del jefe de los eunucos, seguramente no actuó por sí mismo, sino que obtuvo el permiso de Aspenaz. Esto indica que Dios interviene a favor de aquellos que confían en él, y protege y preserva a quienes le obedecen, aunque estén bajo un gobierno pagano.
3. EL RESULTADO (1:15–16)
1:15–16. Al cabo de los diez días … el rostro de los cuatro que habían comido sólo vegetales estaba mejor y más saludable y robusto que el de los … muchachos que comían de la … comida del rey. Puesto que los cuatro se veían mejor—y no peor que los otros, como Aspenaz había imaginado (v. 10)—no puso objeciones a la dieta que Daniel había solicitado para él y sus amigos. Así que se les permitió comer sólo legumbres.
Aunque el Señor no había prohibido abstenerse totalmente de carne (cf. Gn. 9:3; Ro. 14:14; 1 Co. 10:25–26), la dieta de legumbres fue mejor que la comida del rey. Esto también muestra que Dios bendice a quienes obedecen sus mandamientos y prospera a quienes confían en él. Este incidente debería haber sido una lección para la nación de Israel. Dios les había exigido obediencia a la ley. El castigo vino por su desobediencia, pero aun durante ese tiempo, el Señor protegió y sostuvo a los que le obedecían y confiaban en él para su sustento.
C. Nombramiento de Daniel (1:17–21)
1:17. Estos cuatro muchachos que estaban siendo preparados por Nabucodonosor para ocupar puestos de responsabilidad en la corte real, en realidad estaban siendo preparados por Dios, ya que él les dio conocimiento e inteligencia en muchas áreas. “Conocimiento” tiene que ver con las capacidades de razonamiento y de los procesos del pensamiento. Los jóvenes eran capaces de pensar con claridad y lógica. “Inteligencia” se relaciona con el discernimiento, lo cual señala que tenían la capacidad de entender cuál era la naturaleza de las cosas e interpretarlas en su justa dimensión. Las letras y ciencias en las que Dios les dio habilidad eran muy amplias (cf. el comentario del v. 4). Gracias a la capacitación divina y a los años que pasó estudiando bajo maestros capaces, Daniel obtuvo un amplio entendimiento de las artes y las ciencias.
Aunque el conocimiento de esos temas que tenían los maestros de Babilonia pudo haber sido igual al de Daniel, él era superior a ellos en un aspecto: Dios le dio el conocimiento de toda visión y sueños. La gente siempre ha tenido curiosidad por conocer el futuro y ha tratado de predecir los acontecimientos venideros. Por ejemplo, después que Israel entró en la tierra de Canaán, se encontró con muchos que trataban de pronosticar el futuro utilizando métodos diversos. Pero a Israel se le prohibió imitar esas prácticas (Dt. 18:9–13), que también prevalecían en Babilonia.
1:18–21. Pasados, pues, los días determinados por el rey (i.e., al final del entrenamiento de tres años; cf. el v. 5) el monarca examinó a Daniel y sus tres compañeros y no fueron hallados … otros como Daniel, Ananías, Misael y Azarías. De hecho, en todo asunto de sabiduría eran diez veces mejores que todos los magos y astrólogos y que los que practicaban las artes de adivinación. (Para estudiar acerca de los encantadores, V. el comentario del v. 17.) “Diez veces” es una expresión idiomática que significa “muchas veces” (cf. Gn. 31:7, 41; Nm. 14:22; Job 19:3).
El rey consultaba con magos, encantadores, astrólogos, hechiceros y adivinos. “Magos” (ḥarṭūmmîm Dn. 1:20; 2:2) es una palabra genérica para referirse a todos los que practicaban el ocultismo. (También se usa en Gn. 41:8, 24; Éx. 7:11, 22; 8:7, 18–19; 9:11.) “Astrólogos” (’aššāp̱îm, que en hebr. sólo se usa dos veces en el A.T., Dn. 1:20; 2:21, “sabios”) se puede referir a los que practicaban encantamientos para sus exorcismos. La palabra “encantadores” (meḵaššepîm, 2:2) probablemente procede del vb. acádico kašāpu, “hechizar, lanzar un encantamiento”. (El nombre de “hechiceros” o “caldeos” como se trad. en Dn. [RVR60], sólo aparece otras cuatro veces en el A.T.: Éx. 7:11; 22:18; Dt. 18:10; Mal. 3:5.) “Caldeos” ([astrólogos]; en hebr. kaśdîm, Dn. 2:2, 4, en arameo kaśdā’în, en 2:5, 10; 3:8; 5:7, 11) parece referirse a una clase sacerdotal de la religión babilónica cuyos miembros dependían de las revelaciones de las estrellas, que eran su objeto de adoración. “Adivinos” (gāzerîn, 2:27; 4:7; 5:7, 11) puede referirse a los que pretendían determinar o decretar el destino de otros.
Las prácticas de esos cinco grupos se traslapaban unas con otras. Por eso, en varias ocasiones, Daniel se refirió a todos esos hombres bajo el rubro general de “sabios” (2:12–14, 18, 24 [dos veces], 48; 4:6, 18; 5:7–8, 15).
El ministerio de Daniel en la corte real de Babilonia continuó hasta que el rey Ciro derrotó al imperio babilónico en 539 a.C. Dios había dicho: “Yo honraré a los que me honran” (1 S. 2:30). Daniel determinó honrar al Señor aunque estaba viviendo en un pueblo que no cumplía con los altos estándares que Dios exige. Y el Señor honró la obediencia de Daniel a su ley y lo elevó a un puesto importante de la corte real. Este incidente debió recordar a Israel que la obediencia trae bendición y que la justicia es un requisito para disfrutar de las bendiciones del pacto.
El hecho de que Dios diera a Daniel la capacidad de entender e interpretar visiones y sueños (Dn. 1:17) hizo que durante todo su largo reinado, Nabucodonosor dependiera de su profeta para entender los eventos futuros que le fueron revelados en sus sueños y visiones. Esto fue un anticipo del ministerio que algún día realizará Israel. Dios había separado a ese pueblo para que fuera una nación de sacerdotes (Éx. 19:6). Como tal, debía ser la luz de Dios al mundo (Is. 42:6; 49:6). Ellos recibirían la revelación divina y debían transmitirla a las naciones que ignoraban la existencia de Dios. Esto se les recordaba de continuo por el candelero que había sido levantado en el tabernáculo. Durante el tiempo que ocupó su puesto en la corte real de Babilonia, Daniel cumplió con la función de vocero de Dios a los gentiles. Cuando Israel alcance la bendición milenial en el reino del Mesías, cumplirá con la misión para la cual fue separado por Dios y entonces comunicará la verdad divina a los gentiles (Zac. 8:21–23).