SIGUIENDO SUS PASOS - La Oración

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Si hay un ejemplo que debemos tomar de Jesús, es la actitud de él hacia la oración.

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SIGUIENDO SUS PASOS - LA ORACIÓN

Texto:
1 Juan 2.6 RVR60
El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.

INTRODUCCIÓN:

Andar como Él anduvo.
Esto quiere decir que la vida de Jesús –incluyendo la vida de oración– es el ejemplo de una vida que agrada al Padre.
Él es nuestro modelo y nosotros lo imitamos. Nuestro Señor no se limitó a ordenarnos a orar, sino que también él mismo fue un ejemplo de oración.
Una de las cosas más importantes que debemos entender cuando hablamos de seguir a Jesús, no es la simple idea de hacer las cosas que él hacia como si fuera una imitación irracional, al contrario, el seguirlo debe comenzar con una identificación con él.
Si bien a Jesús no le modificaba lo que la gente decía de él, si le interesaba saber si estaba reflejando al Padre en todo lo que hacía.
Mateo 16.15 RVR60
El les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?
De la misma manera, a nosotros también nos debe interesar saber si estamos reflejando su carácter en nuestra forma de vivir, en nuestra conducta, en nuestras palabras, etc. Nos identificamos con él?.
Mateo 5.16 RVR60
Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
En este tiempo vamos a estar viendo algunas cosas en las cuales debemos seguir los pasos, el ejemplo, la actitud de Jesús. La primer cosa es la oración.
Es bien fácil al leer las escrituras descubrir algunas actividades que fueron un patrón en la vida de nuestro Señor. Y entre ellas la oración tiene una presencia notable, y en todo tipo de circunstancias.
Por ejemplo, después de sanar a un leproso, la gente lo buscaba. 
Lucas 5.16 RVR60
Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.
En otra ocasión, mientras sus discípulos iban en la barca, luego de despedir a la multitud.
Marcos 6.46 RVR60
Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;
Asimismo, en la última cena oró al Padre delante de sus discípulos.
Juan 17.1–2 RVR60
Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Y en los minutos antes de su arresto, en medio de su angustia también oró en Getsemaní.
Lucas 22.41 RVR60
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,
Ahora bien, ¿qué motivaba a nuestro Señor a tan importante trabajo, como lo es la oración? Si era Dios, ¿qué necesidad había de orar? ¿Qué razones tenía Jesús para la práctica de la oración?
Aquí tres razones que nos ayudan a entender la vida de oración de Jesús.

DESARROLLO:

1. Comunión con el Padre

La noche antes de ser entregado mientras compartía con sus discípulos en el aposento alto, Jesús oró al Padre en presencia de ellos diciendo: “porque me has amado desde antes de la fundación del mundo”
Juan 17.24 RVR60
Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo.
Desde esta declaración entendemos que aun antes de la creación, había entre el Padre y el Hijo una relación de amor y disfrute mutuo.
Mateo 11.25 RVR60
En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y las revelaste a los niños.
El Padre gozaba con el Hijo y viceversa. Por eso, no es de sorprender que Jesús tomara tiempo a solas para la oración con Dios, pero también demostraba esa relación orando en público sin vergüenza ni limitaciones.
El amor que hay entre ambos fue un vínculo indisoluble, y ni siquiera fue interrumpido por el ministerio terrenal de nuestro Señor.
Por eso, es necesario concluir que Jesús oraba porque disfrutaba de la comunión de Su Padre.
De la misma manera, nosotros debemos orar, por el simple hecho de estar en su presencia disfrutando de tener comunión con él. Esto se llama adoración.

2. Dependencia del Padre.

La Biblia también nos muestra que Jesús tuvo experiencias difíciles que pertenecen a la esfera de su humanidad.
El apóstol Juan en su primera epístola se encarga de enfatizar que nuestro Señor no solo vino como Dios, sino que también “ha venido en carne”, como ser humano de carne y hueso, con las mismas necesidades que cualquier otro.
1 Juan 4.2 RVR60
En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios;
Y en virtud de su humanidad, participó de las aflicciones, miserias y necesidades del ser humano.
Por eso, era absolutamente dependiente del Padre. Su sostenimiento, provisión y protección venían de Él. El único que lo podía entender en su angustia y socorrerlo en su necesidad era Su Padre. Su oración era una evidencia que dependía de la ayuda divina.
Hebreos 5.7 RVR60
Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente.
A partir de aquí concluimos que Jesús también oraba porque, como hombre, dependía del Padre.
Si Jesús tenía que orar en dependencia del Padre esperando su ayuda, consuelo, fortaleza, guía, etc. cuanto más nosotros.

3. Discipulado espiritual.

Todo lo que hacía Jesús lo hacía en un contexto de discipulado, o sea para que los discípulos aprendieran. Es más cuando lo vieron orar, le pidieron, enséñanos a orar.
Lucas 11.1 RVR60
Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
Él es nuestro ejemplo supremo para todas las cosas de la vida.
1 Pedro 2.21 RVR60
Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;
Y en ese mismo contexto decía que
1 Pedro 2.22–23 RVR60
el cual no hizo pecado, ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente;
Lo que el apóstol destacaba era que la actitud que Jesús tenía de encomendarse a Dios es algo digno de imitar, en especial cuando sufrimos.
Ahora bien, aunque la vida de oración de Jesús nos queda como un modelo para desarrollar nuestra vida espiritual, también nos queda como un desafío de discipulado para hacer lo mismo que Jesús hizo con nosotros con otras personas.
Filipenses 3.17 RVR60
Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.
1 Corintios 4.16 RVR60
Por tanto, os ruego que me imitéis.
1 Corintios 11.1 RVR60
Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.
Lo mejor que podemos hacer cuando nos juntamos con aquellos a quienes les estamos predicando es que nos vean orar y decirles que ellos hagan lo mismo.
Que nuestro discipulado no sea cosas que le decimos a la gente que haga, sino cosas que nos vean hacer. Y que al vernos, nos digan como le dijeron a Jesús, enséñanos a orar.

CONCLUSIÓN:

A través de la oración podemos disfrutar de Su presencia teniendo una comunión de amor como tenía Jesús con Su Padre, nuestro Padre.
A través de la oración descansamos en una dependencia del Padre, sabiendo que Él está a cargo de nuestra causa.
A través de la oración estamos discipulando a otros para que aprendan a tener comunión con el Padre y dependencia de Dios.
Y ésto lo hacemos en la confianza de que Dios tiene misericordia y gracia para dejarnos acercar a su trono.
Hebreos 4.16 RVR60
Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.
Tenemos el privilegio de disfrutar del amor del Padre y podemos depender de Él en todo momento, tal como hizo Jesús, dejando ejemplo para todos los que están a nuestro alrededor.
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