1 Juan 2.7-11
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3. Algo Antiguo, Algo Nuevo
“¡Eso es un amor!”
“¡Ah, si hay algo que realmente amo son esa clase de frijoles tostados, preparados como en épocas pasadas!”
“Pero, mamá, ¿no te das cuenta de que Tomás y yo nos amamos?”
Las palabras, al igual que las monedas, pueden estar en circulación por tanto tiempo que comienzan a desgastarse. Desafortunadamente, la palabra amor está perdiendo su valor y se la utiliza para cubrir una multitud de pecados.
¡Es realmente difícil entender cómo puede un hombre utilizar la misma palabra para expresar su amor hacia la esposa y también para decir lo que siente en cuanto a los frijoles tostados! Las palabras realmente significan poco o absolutamente nada cuando se las usa de manera tan descuidada.
Al igual que el dólar, éstas han sido devaluadas.
A medida que Juan describe la vida que es verdadera, utiliza tres palabras en forma repetitiva vida , amor y luz
están íntimamente ligados.
Lee estas tres secciones (, ; ) sin los versículos intermedios y
verás que el amor, la vida y la luz no deben ser separados.
En nuestro estudio presente () sabremos de qué manera el amor cristiano se ve afectado por la luz y las tinieblas.
Un creyente que está andando en la luz (lo cual significa simplemente que está obedeciendo a Dios) va a amar a su hermano creyente.
En se nos dice que el amor cristiano es una cuestión de vida o muerte: vivir con odio es vivir en muerte espiritual.
En vemos que el amor cristiano es una cuestión de verdad y error (ve ): debido a que conocemos el amor de Dios hacia nosotros, entonces mostramos amor hacia los demás.
En estas tres secciones, pues, encontramos tres buenas razones por las cuales los creyentes se deben amar los unos a los otros:
1. Dios nos ha mandado que amemos ().
2. Hemos nacido de Dios y el amor de Dios vive en nosotros ().
3. Dios nos reveló primero su amor hacia nosotros (). “Nosotros… amamos… porque él nos amó primero”.
Juan no sólo escribe acerca del amor, sino que también lo practica. Uno de sus nombres favoritos para dirigirse a sus lectores es “amados”. El sentía amor hacia ellos. Juan es conocido como el “apóstol del amor” porque tanto en su evangelio como en sus cartas le da una tremenda preponderancia a este tema.
Sin embargo, Juan no fue siempre el “apóstol del amor”. En una ocasión, Jesús les puso a Juan y a su hermano Jacobo, los cuales tenían temperamentos fuertes, el sobrenombre de “Boanerges” (), que quiere decir hijos del trueno.
En otra oportunidad, estos dos hermanos querían hacer descender fuego del cielo para destruir una ciudad ().
Puesto que el Nuevo Testamento fue escrito en griego, a menudo los escritores podían utilizar un lenguaje más preciso.
Es lamentable que la palabra amor tenga tantas variedades de significado (algunas de ellas contradictorias).
Cuando leemos del “amor” en 1 Juan, la palabra griega que se usa es agape, el término para el amor de Dios hacia el hombre, el amor de un creyente hacia otros creyentes y el amor de Dios para su iglesia ().
Otra palabra griega para amor, fileo, es usada en otros casos y lleva la idea de amor de amigos. Este no es tan profundo o divino como el amor agape.
(La palabra para el amor sensual, eros, de la cual obtenemos la palabra erótico, no se utiliza para nada en el Nuevo Testamento.)
Lo asombroso es que el amor cristiano es tanto antiguo como nuevo ().
Esto parece ser una contradicción. Desde luego, el amor en sí no es nuevo ni tampoco es algo nuevo el mandamiento—que los hombres amen a Dios y los unos a los (GC:EEPEJ): otros.
Jesús mismo combinó dos mandamientos antiguotestamentarios, y , y dijo () que estos dos mandamientos resumen toda la ley y los profetas. Amar a Dios y amar al prójimo eran responsabilidades antiguas y conocidas antes de que Jesús viniera a la tierra.
¿En qué sentido, entonces, es el “améis los unos a los otros” un mandamiento “nuevo” ()?
Una vez más, un vistazo al griego ayuda a responder a la pregunta.
Los griegos tenían dos palabras para “nuevo”: una significa nuevo en el tiempo y la otra quiere decir nuevo en calidad.
Por ejemplo, uno utilizaría la primera palabra para describir el último modelo de automóvil, el más reciente.
Pero si compraras un coche que fuera tan revolucionario que lo hace radicalmente diferente, entonces se utilizaría la segunda palabra—nuevo en calidad.
(Los términos españoles “reciente” y “renovado” expresan en cierto modo esta distinción: “reciente” significa nuevo en el tiempo, “renovado” significa nuevo en carácter.)
El mandamiento de amarse los unos a los otros no es nuevo en el tiempo, pero sí lo es en carácter.
Por causa de Jesucristo, el antiguo mandamiento de amarse unos a otros ha cobrado un nuevo significado. En estos cinco breves versículos () aprendemos que el mandamiento es nuevo en tres aspectos importantes.
Es Nuevo en Énfasis ()
En el párrafo previo (), Juan ha estado hablando acerca de “los mandamientos” en general, pero ahora centraliza el énfasis en un solo mandamiento.
En el Antiguo Testamento, el mandato de que el pueblo de Dios se amara mutuamente era solo
(GC:EEPEJ): uno entre muchos, pero este antiguo mandamiento ahora es elevado y colocado en un lugar de preeminencia.
¿Cómo es posible que un mandamiento sobresalga tanto por encima de todos los demás? Esto se explica en el hecho de que el amor es el cumplimiento de la ley de Dios ().
Los padres deben cuidar a los hijos según la ley. La negligencia hacia los niños es un crimen grave. Pero, ¿cuántos padres tienen conversaciones como ésta cuando suena el reloj despertador en la mañana?
Ella: —Querido, es mejor que te levantes y vayas a trabajar. No queremos que nos arresten.
El: —Sí, y es mejor que te levantes y prepares el desayuno para los niños y también la ropa. Podría aparecer la policía y ponernos a los dos en la cárcel.
Ella: —Tienes razón. ¡Hombre, qué bueno es que tengan una ley, de lo contrario nos quedaríamos todos el día en la cama!
Es dudoso que el temor a la ley sea a menudo el motivo que está detrás del hecho de ganarse la vida o cuidar de los hijos.
Los padres cumplen con sus responsabilidades (aunque en ocasiones sea de mala gana) porque se aman el uno al otro y a sus hijos. El hacer lo correcto no es para ellos una cuestión de la ley, sino una cuestión de amor.
El mandamiento de “amarse los unos a los otros” es el cumplimiento de la ley de Dios de la misma manera. Cuando amas a las personas, entonces no mientes en cuanto a ellas ni les robas.
No tienes deseos de matarlas. ¡El amor a Dios y el amor a los demás motiva a una persona para que obedezca los mandamientos de Dios sin siquiera pensar en ellos!
Cuando una persona actúa motivada por el amor cristiano, entonces obedece a Dios y sirve a los demás, no por causa del temor, sino como resultado de su amor.
Esta es la razón por la cual Juan dice que “améis unos a otros” es un mandamiento nuevo: es nuevo en su énfasis. No es simplemente uno entre muchos mandamientos. ¡No, es el que encabeza la lista!
Pero también es nuevo en énfasis en otro sentido. Está ubicado al principio de la vida cristiana. “Este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio” (). Esta frase “desde el principio” se usa de dos formas diferentes en la carta de Juan, y es importante que las diferenciemos. En , al describir la eternidad de Cristo, leemos que él existió “desde el principio”. En —un versículo paralelo—leemos: “En el principio era el Verbo”.
Pero en , el tema es el principio de la vida cristiana. El mandamiento de amarse los unos a los otros no es un apéndice agregado a nuestra experiencia cristiana, tal como si a Dios se le hubiese ocurrido después. ¡No! Está en nuestro corazón desde el comienzo mismo de nuestra fe en Jesucristo.
Si esto no fuera así, Juan no podría haber escrito: “Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos” ().
Y Jesús dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” ().
Una persona que no es salva puede ser, por naturaleza, egoísta y aun odiosa.
A pesar de cuánto amemos a un bebé recién nacido, debemos confesar que el niño es egocéntrico y que piensa que todo el mundo gira alrededor de su cuna.
El niño es representativo de una persona que no es salva. “Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y de deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros” ().
¡Tal vez este retrato sin retocar del incrédulo no sea hermoso, pero es indudablemente exacto! Algunas personas no regeneradas no exhiben los rasgos que se mencionan aquí, pero las obras de la carne () están siempre en potencia en sus intenciones.
Cuando un pecador confía en Cristo, recibe una vida nueva y una nueva naturaleza.
El Espíritu Santo de Dios entra a vivir en él y el amor de Dios es derramado en su corazón por el Espíritu ().
¡Dios no tiene que darle al creyente nuevo una extensa disertación acerca del amor! “…Vosotros mismos habéis aprendido de Dios [esto es, por el Espíritu Santo que está dentro vuestro] que os améis unos a otros” ().
¡Un creyente nuevo descubre que ahora odia aquello que acostumbraba a amar y que ama aquello que solía odiar!
Así que, el mandamiento de amarse los unos a los otros es nuevo en énfasis: es uno de los mandamientos más importantes que nos dio Cristo ().
De hecho, “amaos los unos a los otros” se repite, por lo menos, una docena de veces en el Nuevo Testamento (; , , ; ; ; ; , ; , ; ). Y hay muchas otras referencias al amor fraternal.
Es importante que entendamos el significado del amor cristiano.
No es una emoción sentimental superficial que los creyentes tratan de “elaborar” para poderse llevar bien entre sí (GC:EEPEJ): Es una cuestión de la voluntad más que una emoción—un afecto o atracción hacia ciertas personas. Es cuestión de determinar—decidir—que permitirás que el amor de Dios alcance a los demás a través de ti, actuando luego para con ellos de manera amorosa.
No debes actuar “como si los amaras”, sino por el hecho de que los amas.
Esto no es hipocresía; es obediencia a Dios.
Quizá sea la mejor explicación del amor cristiano. Algunas traducciones modernas de este capítulo transmiten el mensaje en toda su fuerza: ¡la vida cristiana sin amor NO ES NADA!
Pero el mandamiento de “amaos los unos a los otros” no es solamente nuevo en énfasis. Es nuevo en otro sentido.
Es Nuevo en Ejemplo ()
Juan señala que “amaos los unos a los otros” fue una realidad primero en Cristo, y ahora es real en la vida de aquellos que están confiando en Cristo.
Jesús mismo es el mayor ejemplo de este mandamiento.
Más adelante consideraremos esa gran declaración: “Dios es amor” (), pero aquí se anticipa.
Cuando uno mira a Jesucristo, se ve el amor corporizado y ejemplificado.
Al ordenarnos amar, Jesús no nos está pidiendo que hagamos algo que él mismo no haya hecho ya.
El registro de los cuatro evangelios es el relato de una vida vivida en el espíritu del amor, y esa vida fue vivida bajo condiciones muy lejos de lo que se considera ideal.
Jesús, en realidad, nos dice: “Yo viví en base a este gran mandamiento y puedo capacitarte para que sigas mi ejemplo”.
Jesús ilustró el amor por medio de la vida que él vivió.
Nunca mostró odio o malicia. Su alma recta odiaba todo pecado y desobediencia, pero nunca odió a la gente que cometía tales pecados.
Aun en sus justos anuncios de juicio siempre había una corriente de amor manifestado entre líneas.
Es alentador pensar en el amor de Jesús hacia sus 12 discípulos. ¡Cuántas veces le deben haber quebrantado el corazón cuando discutían sobre quién sería el mayor o trataban de impedir que la gente viera a su Maestro!
Cada uno de ellos era diferente a los demás, y el amor de Cristo era lo suficientemente amplio como para incluir a cada uno de manera personal y comprensiva.
Fue paciente con la impulsividad de Pedro, la incredulidad de Tomás y aun la traición de Judas. Cuando Jesús les mandó a sus discípulos que se amaran unos a otros, sólo les estaba diciendo que hicieran como él había hecho.
Considera también el amor de nuestro Señor hacia toda clase de personas. Los publicanos y pecadores fueron atraídos () por su amor e inclusive la peor de las bajezas podía llorar a sus pies ().
El rabino Nicodemo, con su hambre espiritual, podía encontrarse con él privadamente y de noche () y 4.000 de las “personas comunes” pudieron escuchar sus enseñanzas durante tres días (), recibiendo luego de parte de él una comida milagrosa. Sostuvo bebés en sus brazos. Habló de los niños que jugaban. Aun consoló a las mujeres que lloraban cuando los soldados lo conducían al Calvario.
Quizá lo más grandioso del amor de Dios fue la forma en que tocó aun la vida de sus enemigos.
Con una pena impregnada de amor miraba a los líderes religiosos los cuales, en su ceguera espiritual, lo acusaron de estar aliado con Satanás (). Cuando vino la multitud para arrestarlo, podría haber llamado a los ejércitos del cielo para que lo protegieran, pero se entregó a sus enemigos .
Y luego murió por ellos, ¡por sus enemigos!
“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (). ¡Pero Jesús no sólo murió por sus amigos, sino también por sus enemigos! Y cuando lo crucificaron, él oró por ellos, diciendo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”.
Tanto en su vida como en sus enseñanzas y en su muerte, Jesús es el ejemplo perfecto de este mandamiento nuevo: “Amaos los unos a los otros”.
Y esto es lo que ayuda a hacer “nuevo” este mandamiento.
En Cristo tenemos una nueva ilustración de la antigua verdad que dice que Dios es amor y que la vida de amor es la vida de gozo y victoria.
Lo que es una realidad en Cristo debe ser también realidad en cada creyente. “Como él es, así somos nosotros en este mundo” ().
Un creyente debe vivir una vida de amor cristiano “…porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra” ().
Esto nos hace recordar el énfasis () en cuanto a andar en la luz. Se hace un contraste entre dos formas de vida: los que andan en la luz practican el amor y los que andan en tinieblas practican el odio. La Biblia enfatiza repetidamente esta verdad.
Las tinieblas van pasando, pero la luz aún no brilla plenamente sobre todo el mundo ni tampoco penetra en todas las áreas, inclusive en el caso de la vida del creyente.
Cuando Cristo nació, visitó al mundo “desde lo alto la aurora” ()
. La aurora quiere decir amanecer. ¡El nacimiento de Cristo fue el comienzo de un nuevo día para la humanidad! El esparció la luz de la vida y del amor mientras vivió delante de los hombres, enseñándoles y sirviéndoles. “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” ().
Pero en este mundo hay un conflicto entre las fuerzas de la luz y las fuerzas de las tinieblas. Y la luz resplandece sobre las tinieblas, y las tinieblas no la pueden apagar (). Satanás es el príncipe de las tinieblas y extiende su reino maligno por medio de mentiras y odio.
Cristo es el Sol de Justicia () y extiende su reino por medio de la verdad y el amor.
Hoy en día, los reinos de Cristo y de Satanás están en conflicto, pero “la senda de los justos es como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto” ().
Las tinieblas van pasando poco a poco y la Luz Verdadera se hace cada vez más brillante en nuestros corazones.
Jesucristo es el modelo de amor para los creyentes.
“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros”, dice él. “Como yo os he amado, que también os améis unos a otros” ().
Y repite: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado” (). No tenemos que medir nuestro amor cristiano comparándolo con el amor de algún otro creyente (¡y generalmente escogemos a alguien cuya vida es más una excusa que un ejemplo!), sino frente al amor de Jesucristo, nuestro Señor.
El antiguo mandamiento se torna “nuevo” para nosotros al verlo ejemplificado en Cristo.
Así que, el mandamiento “Amaos unos a otros” es nuevo en énfasis y nuevo en ejemplo. También es nuevo en un tercer aspecto.
Es Nuevo en Experiencia ()
Nuestro pasaje continúa con la ilustración de la luz y las tinieblas. Si un creyente anda en la luz y está en comunión con Dios, entonces estará también en comunión con los demás miembros de la familia de Dios.
El amor y la luz van juntos, así (GC:EEPEJ): como sucede con el odio y las tinieblas.
Es fácil hablar del amor cristiano, pero es mucho más difícil practicarlo.
Por una parte, un amor así no es un mero hablar ().
Es una mentira cuando un creyente dice (¡o canta!) que ama a los hermanos, cuando en realidad odia a otro.
En otras palabras (y esta es una verdad muy solemne), es imposible estar al mismo tiempo en comunión con el Padre y sin comunión con otro creyente.
Esta es una de las razones por las cuales Dios estableció la iglesia local, la comunión de creyentes. “No puedes ser creyente solo”.
Una persona no puede vivir ni desarrollar una vida cristiana completa a menos que esté en comunión con el pueblo de Dios.
La vida cristiana tiene dos relaciones: la vertical (en dirección a Dios) y la horizontal (en dirección a los hombres).
¡Y lo que Dios ha juntado, el hombre no lo debe separar! Y cada una de estas dos relaciones tiene que ser de amor, el uno hacia el otro.
Jesús trata este asunto en el Sermón del Monte (ve ). Una ofrenda carecía de valor en el altar si el adorador tenía algún problema que arreglar con su hermano. Obsérvese que Jesús no dice que el adorador tenía algo contra su hermano, sino que el hermano tenía algo contra el adorador. Pero aun en el caso de que nosotros hayamos sido ofendidos, no debemos esperar que el que nos ofendió venga a nosotros.
Nosotros debemos ir a él.
Si no lo hacemos, Jesús nos advierte que terminaremos en una prisión de juicio espiritual en donde tendremos que pagar hasta el último céntimo ().
En otras palabras, cuando abrigamos un espíritu que no perdona ni ama, nos hacemos más daño a nosotros mismos.
El contraste entre “decir” y “hacer” es algo que hemos encontrado antes (, , ; , ).
Es fácil practicar un cristianismo de “palabras”—cantando las canciones correctas, utilizando el vocabulario correcto, orando las plegarias correctas—y, a través de todo esto, engañarnos a nosotros mismos pensando que somos espirituales.
Este error lleva también a algo que Jesús enseñó en el Sermón del Monte ().
Lo que decimos debe ser la expresión verdadera de nuestro carácter.
No deberíamos necesitar palabras extras (“juramentos”) para poner fuerza a lo que decimos.
Nuestro “sí” debe significar sí y nuestro “no”, no.
Así que, si decimos que estamos en la luz, demostrémoslo amando a los hermanos.
Hay muchos creyentes que tienen la necesidad imperiosa de ser aceptados, amados y alentados.
En contra de la opinión popular, el amor cristiano no es “ciego”
. Cuando practicamos el amor cristiano verdadero, hallamos que la vida se torna cada vez más brillante.
¡El odio es lo que oscurece la vida! Cuando el verdadero amor cristiano fluya de nuestro corazón, entonces tendremos mayor comprensión y percepción de las cosas espirituales.
Esta es la razón por la cual Pablo pide que nuestro amor crezca en conocimiento y percepción, “para que aprobéis lo mejor” ().
Un creyente que ama a su hermano es un creyente que ve con toda claridad.
Ningún libro de la Biblia ilustra sobre el poder enceguecedor del odio como lo hace el libro de Ester. Los acontecimientos registrados allí se desarrollaron en Persia, lugar donde muchos de los judíos estaban viviendo después del cautiverio. Amán, uno de los hombres principales del rey, tenía un odio tremendo hacia los judíos. La única manera de que pudiera satisfacer su odio era viendo que toda la nación fuese destruida. Se lanzó directamente hacia un complot maligno, completamente ciego al hecho de que los judíos triunfarían y que él mismo sería destruido.
En la actualidad, el odio también enceguece a la gente.
El amor cristiano no es un sentimiento superficial, una emoción pasajera que quizá experimentemos en una reunión en la iglesia.
El amor cristiano es una cosa práctica. Se aplica a las cuestiones diarias de la vida.
Simplemente considera en el Nuevo Testamento la declaración “unos a otros” y verás lo práctico que es amarse unos a otros. Aquí aparecen sólo unas pocas (hay más de 20 declaraciones de esta clase):
Lavarse los pies unos a otros (),
Preferirse unos a otros (),
Tener la misma mente unos con otros (),
No juzgarse unos a otros (),
Recibirse unos a otros (),
Exhortarse unos a otros (),
Edificarse unos a otros (),
Soportar las cargas los unos de los otros (),
Confesarse las faltas unos a otros (),
Ser hospitalarios unos con otros ().
En resumen, amar a los otros creyentes significa tratarlos de la manera que Dios los trata, y de la manera que Dios nos trata a nosotros.
El amor cristiano que no se exhibe en acciones y actitudes (ve ) es falso.
¿Qué le sucede a un creyente que no ama a los hermanos? Ya hemos visto el primer resultado trágico: vive en tinieblas, aunque probablemente piense que está viviendo en la luz ().
Le parece que ve, pero en realidad está ciego por la oscuridad del odio.
Esta es la clase de persona que causa problemas dentro de los grupos cristianos. Se cree que es un “gigante espiritual”, con
gran entendimiento, cuando en realidad es un bebé con muy poca percepción espiritual.
Tal vez lea la Biblia fielmente y ore fervientemente, pero si tiene odio en su corazón, está viviendo una mentira.
El segundo resultado trágico es que un creyente de esta clase se torna en causa de tropiezo ().
Ya es bastante malo que un creyente carente de amor se dañe a sí mismo (), pero cuando comienza a dañar a los demás, entonces la situación es mucho más grave.
Es grave andar en tinieblas. ¡Es peligroso andar en la oscuridad cuando hay piedras de tropiezo en el camino! Un hermano sin amor se tropieza y, además, hace que otros tropiecen.
Un hombre que iba caminando una noche por una calle oscura vio que una pequeña luz se le acercaba vacilante. Pensó que la persona que llevaba la luz quizá estaba enferma o borracha, pero a medida que se fue acercando pudo ver a un hombre con una linterna, usando un bastón blanco.
—¿Por qué razón un ciego llevaba una luz?—, se preguntó el hombre, y luego decidió averiguar.
El ciego sonrió: —No estoy llevando mi luz para poder ver yo, sino para que los demás puedan verme.
No puedo evitar ser ciego—, dijo él, —pero sí puedo evitar a ser piedra de tropiezo.
La mejor manera de ayudar a que los otros creyentes no tropiecen es amándolos.
El amor nos hace piedras sobre las cuales poder afirmarse; el odio (o cualquiera de sus “primos”, tales como la envidia o la malicia) nos convierte en piedras de tropiezo.
Es importante que los creyentes practiquen el amor en una iglesia local, de lo contrario, siempre habrá problemas y desunión.
Nunca nos convertiremos en una familia espiritual verdaderamente feliz cuando, en vez de levantarnos unos a otros, estemos cayendo los unos sobre los otros.
Por ejemplo, apliquemos esto al delicado asunto de las “cosas cuestionables” (). Puesto que los creyentes provienen de diferentes trasfondos, no siempre están de acuerdo.
En la época de Pablo diferían en cuestiones tales como las dietas y los días santos. Un grupo decía que no era espiritual comer carne ofrecida a los ídolos.
Otro grupo quería que se observara estrictamente el día de reposo. Había varias facetas relacionadas con el problema, pero lo fundamental para solucionarlo era: “¡Amaos unos a otros!” Pablo lo expresa de esta manera: “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano… Pero si por causa de la comida tu hermano es contristado, ya no andas conforme al amor…” (, ).
Un tercer resultado trágico del odio es que retrasa el progreso espiritual de un creyente ().
¡Un ciego —una persona que anda en oscuridad—no puede encontrar el camino! La única atmósfera que conduce al crecimiento espiritual es la atmósfera de la luz espiritual, la del amor. Así como las frutas y las flores necesitan el brillo del sol para crecer, de la misma manera el pueblo de Dios necesita del amor.
El mandamiento, “Amaos unos a otros”, se hace nuevo en nuestra propia experiencia diaria. No es suficiente que reconozcamos que es nuevo en énfasis, y digamos: “¡Sí, el amor es importante!” Tampoco es suficiente que veamos el amor de Dios en el ejemplo de Jesucristo.
Debemos conocer este amor en nuestra propia experiencia.
El mandamiento antiguo de “Amaos unos a otros” se convierte en un mandamiento nuevo a medida que practicamos el amor de Dios es nuestra vida diaria.
Hasta aquí hemos visto el lado negativo de los versículos 9–11. Ahora veamos el positivo.
¿Cuáles serán los resultados maravillosos si practicamos el amor cristiano?
En primer lugar, estaremos viviendo en la luz, viviendo en comunión con Dios y con nuestros hermanos.
En segundo lugar, no tropezaremos ni nos convertiremos en piedras de tropiezo para los demás.
Y, tercero, creceremos espiritualmente y progresaremos en la meta de ser semejantes a Cristo.
En este momento deberíamos considerar el contraste entre las horribles “obras de la carne” () y el hermoso fruto del Espíritu: “Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza” ().
Cuando andamos en la luz, la “semilla de la Palabra” () puede echar raíces y dar fruto.
¡Y el primer brote que produce el Espíritu es el amor!
Pero el amor no vive solo. ¡El amor produce gozo! El odio hace al hombre miserable, pero el amor siempre le trae gozo.
Una pareja cristiana fue a ver a un pastor porque su matrimonio estaba comenzando a desmoronarse. —Ambos somos salvos, —dijo el esposo desanimado,— pero no somos felices juntos. No hay gozo en nuestro hogar. A medida que el pastor fue hablando con ellos y juntos consideraron lo que la Biblia dice del tema, se puso en evidencia un hecho: tanto el esposo como la esposa estaba abrigando rencores.
¡Cada uno recordaba muchas cosas que el otro había hecho y que le habían hecho enojar!
—Si ustedes dos se amaran realmente,— dijo el pastor, —no estarían amontonando estas heridas en sus corazones.
Los resentimientos producen úlceras en nuestro corazón tal como si fueran llagas infectadas, y envenenan todo el organismo.
Luego leyó: “El amor… no guarda rencor” (). Explicó: —Esto quiere decir que el amor nunca mantiene registro de las cosas que los otros hacen y que nos lastiman.
Cuando amamos verdaderamente a alguien, nuestro amor cubre sus pecados y nos ayuda a sanar las heridas que ellos provocan.—
Luego leyó: —“Y ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de pecados” ().
Antes de que la pareja se fuera, el pastor les aconsejó: —En vez de mantener registros de las cosas que lastiman, comiencen a recordar las cosas que agradan.
Un espíritu que no perdona siempre genera veneno, pero un espíritu de amor que ve y recuerda lo mejor, siempre produce salud.
Un creyente que anda en amor siempre está experimentando un gozo renovado porque el “fruto del Espíritu” es amor y gozo.
Y cuando mezclamos el “amor” con el “gozo”, entonces tendremos “paz”, y la paz ayuda a producir “paciencia”.
En otras palabras, andar en la luz y andar en amor son el secreto del crecimiento cristiano, el cual casi siempre comienza con el amor.
Ahora bien, todos nosotros debemos admitir que no podemos generar amor cristiano con nuestra propia fuerza. Por naturaleza somos egoístas y odiosos. Es sólo en la medida que el Espíritu de Dios fluya en nuestros corazones con amor que podremos, en consecuencia, amarnos los unos a los otros.
“…El amor de Dios ha sido derramado el nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado” ().
El Espíritu de Dios convierte el mandamiento de “Amaos unos a otros” en una nueva y emocionante experiencia de cada día. Si andamos en la luz, el Espíritu de Dios produce amor. Si andamos en tinieblas, nuestro propio espíritu egoísta produce odio.
La vida cristiana—la vida que es verdadera—es una hermosa mezcla de “algo antiguo y algo nuevo”.
El Espíritu Santo toma las “cosas viejas” y las convierte en “cosas nuevas” en nuestra vida.
Cuando te detienes a pensarlo, ¡el Espíritu nunca envejece! ¡Es siempre joven! Y él es la única Persona que está hoy en la tierra y que estuvo aquí hace siglos cuando Jesús vivó, enseñó, murió y resucitó.
El es el Único que puede tomar la “antigua verdad” y hacerla reciente y renovada en nuestra experiencia diaria en la época actual.
Hay otras verdades emocionantes en el resto de la carta de Juan, pero si no obedecemos en esta cuestión del amor, entonces el resto del libro bien puede ser para nosotros “tinieblas”.
Quizá lo mejor que se puede hacer ahora mismo es escudriñar nuestro corazón para ver si estamos guardando algo contra un hermano o si alguien tiene algo contra nosotros.
La vida que es genuina es una vida sincera, y es una vida de acción, no meramente de palabras.
Es una vida de amor activo en Cristo. Esto quiere decir perdón, benignidad, templanza. Pero también significa gozo, paz y victoria.
¡La vida de amor es la única vida, porque es la vida que es genuina!