La humildad de Jesucristo

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La sumisión obediente de Jesucristo a su Padre, revelada en su deseo de convertirse en un ser humano por el bien de la humanidad, despojándose de sí mismo y sirviendo a otros.

Notes
Transcript

El deseo de Jesucristo de convertirse en un ser humano

“hecho semejante a los hombres” no es mera similitud sino identidad con la humanidad. Ver también; ;

La humildad de Jesucristo es predicha en el AT

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El Siervo sufriente:

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El Rey venidero:

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Zacarías 12.10 RVA
Y derramaré sobre la casa de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de súplica. Mirarán al que traspasaron y harán duelo por él con duelo como por hijo único, afligiéndose por él como quien se aflige por un primogénito.

El Pastor herido:

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La actitud de siervo de Jesucristo

Marcos 10.45 RVA
Porque el Hijo del Hombre tampoco vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.
Ver también ; ; ;

La enseñanza de Jesucristo acerca de la humildad

Marcos 9.33–37 RVA
Llegó a Capernaúm. Y cuando estuvo en casa, Jesús les preguntó: —¿Qué disputabais entre vosotros en el camino? Pero ellos callaron, porque lo que habían disputado los unos con los otros en el camino era sobre quién era el más importante. Entonces se sentó, llamó a los doce y les dijo: —Si alguno quiere ser el primero, deberá ser el último de todos y el siervo de todos. Y tomó a un niño y lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo: -El que en mi nombre recibe a alguien como este niño, a mí me recibe; y el que a mí me recibe no me recibe a mí, sino al que me envió.
Ver también ; ; ;

La humildad de Jesucristo es un modelo para otros

Juan 13.12–17 RVA
Así que, después de haberles lavado los pies, tomó su manto, se volvió a sentar a la mesa y les dijo: —¿Entendéis lo que os he hecho? Vosotros me llamáis Maestro y Señor; y decís bien, porque lo soy. Pues bien, si yo, el Señor y el Maestro, lavé vuestros pies, también vosotros debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que así como yo os hice, vosotros también hagáis. De cierto, de cierto os digo que el siervo no es mayor que su señor, ni tampoco el apóstol es mayor que el que le envió. Si sabéis estas cosas, bienaventurados sois si las hacéis.
Ver también ; ; ;

La pobreza del nacimiento de Jesucristo y su crianza

; ; ; Sólo las familias más pobres ofrecían tórtolas y palominos.

La obediencia de Jesucristo a sus padres terrenales

Lucas 2.51 RVA
Descendió con ellos y fue a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.

La obediencia de Jesucristo a su padre celestial

Juan 5.30 RVA
Yo no puedo hacer nada de mí mismo. Como oigo, juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco la voluntad mía, sino la voluntad del que me envió.
Ver también ; ; ; ; ;

La dependencia de Jesucristo a su Padre celestial

Juan 5.19 RVA
Por esto, respondió Jesús y les decía: —De cierto, de cierto os digo que el Hijo no puede hacer nada de sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre. Porque todo lo que él hace, esto también lo hace el Hijo de igual manera.
Ver también ;

La sumisión de Jesucristo al bautismo

Mateo 3.13–15 RVA
Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán, a Juan, para ser bautizado por él. Pero Juan procuraba impedírselo diciendo: —Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: —Permítelo por ahora, porque así nos conviene cumplir toda justicia. Entonces se lo permitió.

La humilde aceptación de Jesucristo al maltrato

1 Pedro 2.23 RVA
Cuando le maldecían, él no respondía con maldición. Cuando padecía, no amenazaba, sino que se encomendaba al que juzga con justicia.
Ver también ; ; ;

La aceptación de Jesucristo de la cruz

Filipenses 2.8 RVA
se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
Ver también ; ; ;

La humildad de Jesucristo con otras personas

Niños:

Mateo 19.13–15 RVA
Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos y orase. Pero los discípulos los reprendieron. Entonces Jesús les dijo: —Dejad a los niños y no les impidáis venir a mí, porque de los tales es el reino de los cielos. Y habiendo puesto las manos sobre ellos, partió de allí.

Mendigos:

Mateo 20.29–34 RVA
Saliendo ellos de Jericó, le siguió una gran multitud. Y he aquí dos ciegos estaban sentados junto al camino, y cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! La gente les reprendía para que se callasen, pero ellos gritaron aun más fuerte diciendo: —¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! Jesús se detuvo, los llamó y les dijo: —¿Qué queréis que os haga? Le dijeron: —Señor, que sean abiertos nuestros ojos. Entonces Jesús, conmovido dentro de sí, les tocó los ojos; y de inmediato recobraron la vista y le siguieron.
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