Unidos en Humildad Abnegada
Intro:
Un mensaje. Una oportunidad de hablar. ¡Qué privilegio! ¡Qué desafío! ¿Qué podría compartir yo con un cuerpo, con muchos que tienen mas tiempo de cristianos que yo? He escogido enseñar el pasaje de Filipenses 2:5-8
En nuestra Iglesia en Arizona, habíamos oído este mensaje, pero no lo vivimos. Yo pensé que no teníamos que vivirlo, que este era un problema que tenían otras Iglesias, pero no la nuestra. Conocíamos muy bien este pasaje porque esta sección de Filipenses es un gran pasaje de apologética que nos demuestra la deidad de Cristo. Nunca permitimos la verdad de esta advertencia, este ánimo, esta exhortación penetrar nuestros corazones. Por causa de nuestros corazones empedernidos, nuestro pecado, literalmente cientos de vidas han sido destruidas. Cristo ha sido robado de gloria. Por esta razón te ruego que escuches este mensaje. No importa que tan difícil sea aplicar este mensaje a tu vida, te prometo que es mucho más fácil que las inevitables consecuencias que causarían si esta Iglesia fuera dividida.
Hace un año y medio, como líderes en nuestra iglesia en Phoenix, Kiki y yo fuimos invitados a una junta urgente, donde fue anunciado que unos miembros de la iglesia decidieron que nuestro pastor no era “de mente sobria” y que no mostraba “dominio propio,” y que uno de los ancianos y varios miembros ya no iban a asistir nuestra Iglesia. Inmediatamente se empezaron a formar facciones. Los que iban a salir de la Iglesia empezaron a tener mini-juntas con miembros de la Iglesia con el fin de defender sus acciones, y de este modo difamar al pastor. Los miembros que habían decidido quedarse de igual forma se juntaron a comer con la mayor cantidad de personas posible, intentando justificar y apoyar a su pastor e intentando hacer que los desertores se vieran como insensatos. Mejores amigos se convirtieron en enemigos hablando de ellos, pero nunca hablando con ellos. Falsos rumores volaron por toda la ciudad. “¿Oíste que el pastor cometió adulterio?” “Maria se fue de la Iglesia porque esta enojada con José Luis.” “Paco se va salir de la iglesia la próxima semana.” “¿Sabias?” “Escuché….” “Piensas que…” “Que opinas de…” Una Iglesia de ochocientos (800) miembros fue decimada en cuestión de semanas por causa de un asunto que debería de haber sido resuelto en privado. Rumores han destruido relaciones. Todo porque oímos, pero no escuchamos el mensaje de Filipenses 2:5. Nuestros testimonios con otros cristianos y los millones de inconversos en Phoenix fueron horriblemente destruidos.
Pablo escribió esta carta a los filipenses, a una de las Iglesias espiritualmente más maduras en el mundo. Fue una de sus cartas más animosas a una de sus Iglesias favoritas. El fundó esta Iglesia en Filipos en su segundo viaje misionero. La visitó dos veces en su próximo viaje. Los filipenses fueron unos de los que más apoyaron a Pablo. En realidad esta es una carta de agradecimiento a los filipenses por su gran ayuda económica. Sin embargo, a pesar de su madurez y espiritualidad, la Iglesia necesitaba escuchar este mensaje tan importante: Sean Unidos en Humildad. Este es el mensaje que necesitaba escuchar nuestra Iglesia. Creo que este es el mensaje que deben escuchar todas las Iglesias, todos los creyentes.
Expo:
Filipenses 2: 5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, 6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; 8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Hay que pararnos por un momento. Antes de seguir, debemos de asombrarnos con temor reverente a lo que dice esta sección. Cristo era y es Dios, pero para ser obediente a Su Padre y por Su amor hacía nosotros, se humilló. Dios se humilló. El único Ser en existencia que no tiene razón de ser humilde, bajó de Su trono perfecto para ser un humilde siervo. El Rey de reyes, que creó cada partícula subatómica y las juntó para formar átomos y moléculas hizo las bacterias, hormigas, aves, árboles, elefantes, el mundo, el universo y a las personas. En solo una frase, Su poder se expresó al crear la luz. “Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten;” (Colosenses 1:17). Solo para por un momento y contempla con asombro y temor al Dios a que servimos. Pero aun, este Rey de reyes, en obediente humildad al Padre y por amor a nosotros, no se aferró a su posición, al contrario, Él tomó una forma muy humilde, la forma más humilde, la forma de hombre.
Si todavía en nuestra arrogancia pensamos que el hacerse hombre no fue disminuirse mucho, permítanme leerles algo que escribió Juan Piper, uno de mis autores favoritos, sobre nuestro valor y el abismo que existe entre el hombre caído y nuestro asombroso y santo Dios:
“He oído decir, ‘Dios no murió por los sapos. Así demostró nuestro valor como humanos.’ Esto voltea de cabeza, la gracia. Somos peores que los sapos. Los sapos no pecaron, no fueron rebeldes y no trataron a Dios con el desdén de ser sin efecto en sus vidas. Dios no tuvo que morir por los sapos. No son suficientemente malos. Nosotros si lo somos. Nuestra deuda es grande; solo un sacrificio divino la puede pagar.”
“en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Nosotros no merecimos este sacrificio. Así que sin haber algo en nosotros que pudiera ganarse la gracia de Dios, Él se humilló. Nosotros merecemos la ira divina, pero fuimos regalados el sacrificio divino. Si seguimos leyendo el pasaje en Filipenses vemos que por causa de Su obediencia, Dios, el Padre, exaltó a Su Hijo hasta lo sumo. Nuestro humilde, todopoderoso Líder, al cual nosotros debemos humildemente emular, es Jesucristo, el Señor, ante quien cada rodilla en el cielo y en la tierra se postrará.
Vean el texto donde empezamos, capitulo 2, versículo 5, “¿Cuál es el mandato?” Haya, pues, en vosotros ESTE sentir que hubo también en Cristo Jesús. ¿Cuál sentir? Esto regresa a los versículos 1 al 4. Motivado por Cristo, consolado en Su amor, unidos en su Espíritu, viviendo con afecto entrañable, y misericordia unos con otros, tenemos el mandamiento de:
Ser Unidos (2:2)
Ser Humildes (2:3)
Ser Abnegados (2:4)
Ser Unidos
Completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. (Filipenses 2:2)
Debemos pensar igual, amar igual, tener el mismo espíritu, y el mismo propósito. ¿Cómo podemos hacer eso? Vemos a Cristo. Nos ponemos en último lugar y la gloria de Dios en el primer lugar. Amamos así como amó Cristo. El amor de Cristo fue un amor perfecto. Un amor que trabajó para el beneficio de otros. Un amor que conmovió a Jesús descender de los cielos como hombre con el fin de morir. Debemos de ser “unánimes.” En el griego esta palabra significa “una sola alma.” La forma en que vivimos debe reflejar la verdad que tenemos a un Espíritu morando dentro de nosotros uniéndonos en Cristo. Debemos tener el mismo propósito: la gloria de Dios. Hay muchas facetas en que esto se puede llevar a cabo, pero solo vamos a ver una ahora, esta es juzgar amorosamente o con gracia. Nuestra Iglesia fallo en esta área. Como un ejemplo para discusión, les voy a contar una historia: Lo sabía. Sabía que era demasiado orgulloso para aceptar consejos, y ahora tengo prueba. El domingo anterior, Ana había echado una tarjeta pidiendo oración en la canasta de ofrendas. En la tarjeta, ella había pedido que el pastor pasara por su casa para orar con ella antes de una cirugía leve que iba tener en esa semana. El pastor no llegó. Entonces ella llamó a la Iglesia, y averiguó que el pastor había ido al hospital a visitar a otro miembro el mismo día que la internaron para su cirugía. “Entonces él no tiene excusa. Él estuvo en el edificio, y él sabia que necesitaba de su apoyo, y de todas formas me ignoró. Me ha resentido desde el domingo que le dije que a sus mensajes les faltaban aplicaciones prácticas. Y dice que se llama ‘pastor.’” Después de pensar en el rechazo del pastor por 3 días, Ana le escribió un email al pastor confrontándolo por su orgullo, por ser defensivo, y por su hipocresía. Al hacer “clic” y mandarlo Ana pensó en la convicción que sentiría el pastor al leer su carta. En el momento que entró Ana a la iglesia, uno de los miembros corrió hacia a ella y le dijo, “Ana, el domingo pasado cuando estaba organizando los canastos de ofrendas accidentalmente metí tu petición al sobre donde van las ofrendas en vez del sobre de las peticiones. Y no me di cuenta del error hasta anoche. Discúlpame.” Y en ese momento se acercó el pastor con una gran sonrisa diciendo, “Ana, he estado pensando en el comentario que me hiciste la semana pasada sobre las aplicaciones prácticas. Espero que en el mensaje de ahora notes la diferencia.” Ana solo pudo pensar en que había hecho “clic” en el botón de mandar email. Ella había juzgado incorrectamente. Ahora hay que leer lo que escribe Pablo referente al amor ágape en 1 Corintios 13:4-7, Este es el mismo amor que el amor al que se refiere aquí en Filipenses: El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Esto nos hace pensar en Cristo, ¿verdad? ¿Cómo hubiera sido diferente la situación de Ana si ella hubiera buscado la unidad y mostrado amor a su pastor para la gloria de Dios? ¿Tú haz pensado negativamente de alguien en esta Iglesia? ¿Fue amoroso? ¿Fue bondadoso? ¿Tu pensamiento fue con el fin de la unidad? ¿Acaso este juicio negativo que hiciste pudo haber sido incorrecto? Aquí es donde se debe de juzgar con gracia. El juicio de gracia es cuando, por amor a otros, tú piensas lo mejor posible de una persona hasta que tengas información irrefutable que demuestra el opuesto. Si puedes interpretar algo de dos o mas formas, deberías adoptar la interpretación positiva en vez de la negativa, o deberías posponer el dictar sentencia hasta obtener hechos conclusivos.
Ser Humildes
Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.
Paco, vamos a decir que pasaste por la tienda de Don Roberto, y al pasar, viste una revista. En la portada, está una foto extraordinaria de Kobe Bryant encestando el balón. Te paras, y miras la portada fijamente. Ahora vamos a suponer que pasa otro miembro de la Iglesia y te ve embobado viendo el mostrador de revistas, y supone que tú estás viendo la revista de la artista en un bikini diminuto. Paco, cuando esa persona viene, y te acusa de estar viendo esa revista, ¿qué vas a hacer? Te vas a defender; tú no quieres que tu carácter sea difamado. Ahora vamos a cambiarla un poco. Si alguien viene y te dice que vio a Paco en el puesto de revistas viendo una revista muy mala, ¿qué haces? Les das las noticias a los otros jóvenes, para que, ya sabes, estén orando por él. ¿Lo escuchas y lo guardas como munición para usar en contra de Paco cuando se ofrezca? O preguntas, “¿Haz ido con Paco y hablado sobre este asunto con él?” ¿Tratas de defender a Paco?
Hay un concepto muy importante aquí. Cristo no murió por nosotros porque lo merecíamos ni porque sabía que lo honraríamos completamente en su muerte. No, Él murió por nosotros “aun siendo pecadores” sabiendo que nos aprovecharíamos de Su gracia. ¿Solo juzgas con gracia cuando piensas que alguien se lo merece? ¿Solo juzgas con gracia si alguien no te ha traicionado en el pasado?
No estoy diciendo que todo discernimiento y disciplina de la Iglesia deben ser ignorados. Pero sí estoy diciendo que cuando te sea posible mantener la unidad y juzgar amorosamente a favor de alguien, lo deberías hacer. Si alguien peca, especialmente si peca en contra de ti, el plan de acción correcto para mantener unidad es ir y hablar en privado con ese hermano. Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano (Mateo 18:15) Hasta en la disciplina de la Iglesia, la meta es “ganar a tu hermano” con el fin de edificar la unidad donde ha sido quebrada. Con demasiada frecuencia cuando enfrentamos a un hermano nuestros motivos son influenciados por “contienda o vanagloria.” En vez de tumbarnos los unos a los otros con chismes contenciosos, deberíamos, “Amarnos los unos a los otros con amor fraternal, respetándonos y honrándonos mutuamente” (Romanos 12:10).
Ser Abnegados
No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.
Que fácil es cuidar por lo de nosotros mismos, pero cuanto tiempo invertimos en cuidar por lo de los demás. Vean a Cristo, el único que en verdad merecía el honor; él honró a los demás. El amó a los no amados. El honró a los deshonrados. Él nos dio todo a los que no teníamos nada que ofrecerle. Somos como el siervo en Mateo 18, que fue perdonado una deuda que no hubiera podido pagar en 10 mil vidas. No hay que olvidar la gran deuda que se nos ha perdonado. Nosotros no hemos sido juzgados de acuerdo a nuestro mérito, por lo tanto hay que ser prestos a juzgar con gracia. Hay que ser prestos a dar lo que otros no merecen. Vivimos entre gente pecaminosa. Estoy seguro que podríamos hacer una lista de más de 100 problemas con cada persona en este lugar. ¿Eres más propenso a hacer esa lista, o una lista de todas las buenas cualidades de esa persona?
Fijémonos en como no cuidamos a otros, en como no juzgamos a otros con gracia:
1. Pensamos negativamente de las cualidades de otros
2. Pensamos lo peor de sus palabras y acciones
3. Pensamos lo peor de sus motivos
Si hay alguna forma razonable de interpretar de manera positiva y tú decides juzgar negativamente la unidad del cuerpo de cristiano será dañada y la gloria de Dios diminuida.
Notemos tres formas en que estos juicios severos hacen esto:
1. Dañan las relaciones. “El que cubre la falta busca amistad; Mas el que la
divulga, aparta al amigo” (Proverbios 17:9)
2. Son cancerosas. Juicios severos articulados es voz alta engendran actitudes parecidas en los demás. Esto es como el cáncer. El cuerpo se ataca a si mismo hasta que se mueren las partes del mismo cuerpo.
3. Pueden paralizar la Iglesia. La Iglesia ya no puede funcionar como el cuerpo de Cristo
Agradezco a Dios por el dolor profundo que permitió sufrir a nuestra iglesia para que yo pudiera aprender esta lección. Aprendí de primera mano el daño que puede causar este cáncer. Frecuentemente con la prisa de deshacernos del pecado en la iglesia cometemos pecados más destructivos. Es por eso que en Gálatas 6 Pablo nos advierte que cuando intentamos restaurar a otro creyente deberíamos fijarnos primeramente en nuestra condición. El pecado debe ser tratado dentro de la misma iglesia. Pero antes de que puedas tratar con el pecado de otros deberías examinar tu propio corazón. “¿Estoy viviendo como Cristo?” “¿Mi meta es restauración o castigo?” “¿Cuento a este hermano al que estoy juzgando como más importante que yo mismo?” “¿Es posible que pueda estar equivocado?” “¿En esta circunstancia sería mejor sufrir el agravio?” Si cuando analizas tu corazón en la manera que estas juzgando o haz juzgado al otro creyente determinas que eres culpable de criticar con juicio pecaminoso, ¿que debes hacer?
1. Confiésalo como pecado. Confiesa que haz pecado en contra de Dios, insultando su gracia hacia ti.
2. Predícate el Evangelio. Recuerda o pide ayuda de otro hermano para recordar cuanta gracia hemos recibido. Vuelve a enamorarte de Dios.
3. Pídele a Dios que te ayude a juzgar con gracia. Necesitamos su ayuda.
4. Busca perdón de aquellos que haz juzgado indebidamente. Humildemente pide perdón.
5. Mata el cáncer. Arrepiéntate. No sigas y pídeles perdón a aquellos con los que hayas compartido el juicio cizañero.