NO MATARÁS
El sexto mandamiento, 5:17 (Exo. 20:13). La traducción de la RVA hace justicia al texto heb. La traducción tradicional “no matarás” no refleja la intención del mandamiento. El sexto mandamiento prohíbe más que matar. La ley israelita permitía la ejecución de un criminal, matar en guerra y aun hacía provisión para el homicidio involuntario. El sexto mandamiento dice: No cometerás homicidio. El mandamiento prohíbe matar a un ser humano premeditadamente. Porque cada ser humano fue creado a la imagen de Dios, la sociedad israelita decretó la pena de muerte para el homicidio (Gén. 9:6).
(1) “Codiciáis, pero no tenéis”, 4:2a. La primera declaración se centra en la codicia. La codicia es la frustración de quien o quienes no tienen la sabiduría de lo alto, de quienes se sostienen en sus propios malos deseos. La palabra que se traduce codiciáis, epizumeite 1937, en sí misma no implica necesariamente un mal deseo. Por ejemplo, en Lucas 22:15, Jesús la utiliza enfáticamente para referirse al intenso deseo que ha tenido de celebrar la última cena con sus discípulos. En el contexto de Santiago, sin embargo, como en la mayoría de los textos del NT (Gál. 5:17; 2 Ped. 1:4; 2:10; 1 Jn. 2:16, 17), ese “deseo” es un deseo malo, impuro, una codicia nefasta que lleva a la guerra y a la pelea.
(2) “Matáis y ardéis de envidia, pero no podéis obtener”, 4:2b. La segunda declaración es aún más fuerte. Matáis, foneuo 5407, es el verbo usado en el noveno mandamiento: “No cometerás homicidio” (Éxo. 20:13; Deut. 5:17). Jesús, sin embargo, reinterpretó este mandamiento: “Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego” (Mat. 5:22). La expresión que se traduce ardéis de envidia conlleva este sentido del infierno en el que una persona envidiosa se introduce. La codicia es la abuela del homicidio porque es la madre de la ira, del dejarse llevar por el enojo y las emociones violentas, y del proferir palabras que no convienen. También el apóstol Juan nos recuerda que “todo aquel que aborrece a su hermano es homicida” (1 Jn. 3:15). Por eso Santiago relaciona el matar con el arder de envidia. Lo que mata no es el arma, lo que mata es la envidia.
(1) “Codiciáis, pero no tenéis”, 4:2a. La primera declaración se centra en la codicia. La codicia es la frustración de quien o quienes no tienen la sabiduría de lo alto, de quienes se sostienen en sus propios malos deseos. La palabra que se traduce codiciáis, epizumeite 1937, en sí misma no implica necesariamente un mal deseo. Por ejemplo, en Lucas 22:15, Jesús la utiliza enfáticamente para referirse al intenso deseo que ha tenido de celebrar la última cena con sus discípulos. En el contexto de Santiago, sin embargo, como en la mayoría de los textos del NT (Gál. 5:17; 2 Ped. 1:4; 2:10; 1 Jn. 2:16, 17), ese “deseo” es un deseo malo, impuro, una codicia nefasta que lleva a la guerra y a la pelea.
(2) “Matáis y ardéis de envidia, pero no podéis obtener”, 4:2b. La segunda declaración es aún más fuerte. Matáis, foneuo 5407, es el verbo usado en el noveno mandamiento: “No cometerás homicidio” (Éxo. 20:13; Deut. 5:17). Jesús, sin embargo, reinterpretó este mandamiento: “Pero yo os digo que todo el que se enoja con su hermano será culpable en el juicio. Cualquiera que le llama a su hermano ‘necio’ será culpable ante el Sanedrín; y cualquiera que le llama ‘fatuo’ será expuesto al infierno de fuego” (Mat. 5:22). La expresión que se traduce ardéis de envidia conlleva este sentido del infierno en el que una persona envidiosa se introduce. La codicia es la abuela del homicidio porque es la madre de la ira, del dejarse llevar por el enojo y las emociones violentas, y del proferir palabras que no convienen. También el apóstol Juan nos recuerda que “todo aquel que aborrece a su hermano es homicida” (1 Jn. 3:15). Por eso Santiago relaciona el matar con el arder de envidia. Lo que mata no es el arma, lo que mata es la envidia.