Daño Colateral
Buscamos identificar las consecuencias de la amistad con el mundo.
I. Entendiendo el Concepto.
(a) La separación. De la misma manera que Jesús, no somos del mundo (Jn. 8:23; 17:16). Debemos retirarnos de las contaminaciones de este mundo (Stg. 1:27; 2 P. 2:20). Nos es preciso huir de todo aquello que es del mundo y que no es del Padre: la concupiscencia de la carne, la de los ojos y la soberbia de la vida; así, no podemos amar al mundo, que pasa; pero equivaldría a un adulterio espiritual y a una rebelión contra Dios (1 Jn. 2:15–16; Stg. 4:4). Tenemos que ponernos en guardia, no fuera que seamos condenados con el mundo (1 Co. 11:32). Si realmente llegamos a distinguirnos del mundo, sufriremos su odio y tendremos tribulación; pero podemos sentirnos alentados, porque Cristo ha vencido al mundo (Jn. 15:19; 16:33) y Aquel que está en nosotros es mayor que el que está en el mundo (1 Jn. 4:4). El que ha nacido de Dios triunfa sobre el mundo por la fe (5:4–5). Sin embargo, ello implica que el mundo esté crucificado para nosotros, y nosotros para el mundo (Gá. 6:14). (b) El segundo aspecto toca a la misión del creyente. Sería una posición falsa la adopción de una actitud negativa. Cristo, habiendo orado a Dios que no nos quitara del mundo, sino que nos preservara del mal, nos envía al mundo como Él mismo fue enviado (Jn. 17:15, 18).