Apocalipsis Introducción
Introducción
El que fuera primer ministro inglés Winston Churchill una vez describió a la antigua Unión Soviética como "un acertijo envuelto en un misterio dentro de un enigma". Muchos cristianos consideran el libro de Apocalipsis casi de la misma manera. Desconcertados por su místico simbolismo e impresionantes imágenes, muchos creyentes (entre ellos algunos pastores, que nunca predican acerca de Apocalipsis) eluden el estudio serio del libro. Incluso Juan Calvino, el comentarista más importante de la Reforma, que escribió comentarios sobre los otros libros, no intentó escribir un comentario sobre Apocalipsis. Tal falta de visión priva a los creyentes de las bendiciones que el libro promete a quienes lo leen con diligencia (Ap 1:3; Ap 22:7).
Los que pasan por alto Apocalipsis se privan del rico tesoro de la verdad divina. Apocalipsis ofrece una elevada perspectiva de la Palabra inspirada de Dios. Reclama por sí mismo la inspiración divina (Ap 1:2), y se ha calculado que doscientos setenta y ocho de sus cuatrocientos cuatro versículos aluden a pasajes inspirados del Antiguo Testamento. Apocalipsis revela a Dios el Padre en toda su gloria y majestad, describiéndolo como santo (Ap 4:8), verdadero (Ap 6:10), omnipotente (Ap 4:11), sabio (Ap 7:12), soberano (Ap 4:11) y eterno (Ap 4:10). Apocalipsis ofrece detalles de las profundidades de la depravación humana. A pesar de sufrir el último derramamiento de la devastadora ira y del juicio de Dios sobre la humanidad pecadora, las personas endurecerán su corazón (como lo hizo Faraón antes que ellas; 1 S. 6:6) y no querrán arrepentirse (Ap 9:20-21; 16:9, 11). Las Escrituras no tienen un resumen más claro de la doctrina de la redención que el de Apocalipsis 1:5, que declara que "Jesucristo... nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre". También el ministerio de los ángeles figura de forma destacada en Apocalipsis, que contiene una de cada cuatro referencias a los ángeles en las Escrituras. Apocalipsis advierte a la iglesia de los peligros del pecado y de entrar en arreglos con el mundo (caps. 2-3), y le enseña cómo adorar correctamente a Dios (caps. 4-5).
Algunos que estudian Apocalipsis lo hacen en busca de evidencia que respalde sus propias opiniones escatológicas (muchas veces extravagantes o sensacionales). Pero fracasan al hacerlo así. Apocalipsis es una rica fuente de verdad sobre la escatología; en realidad, contiene más detalles sobre los postreros tiempos que cualquier otro libro de la Biblia. Apocalipsis describe la victoria final de Cristo sobre Satanás, reseña el establecimiento político del postrer sistema del mundo y relata la carrera del más poderoso dictador en la historia humana, el último anticristo. También menciona el arrebatamiento de la iglesia (3:10), y describe el tiempo de siete años de la tribulación, entre ellos los tres años y medio de la gran tribulación (7:14; cp. Mt. 24:21), la segunda venida de Cristo, la batalla culminante de la historia humana (Armagedón), los mil años del reino terrenal de Jesucristo, el juicio final de los pecadores no arrepentidos (el juicio ante el gran trono blanco), y el estado final de los malvados en el infierno (el lago de fuego) y de los redimidos en el cielo nuevo y la tierra nueva.
Pero el libro de Apocalipsis es sobre todo la "revelación de Jesucristo" (1:1). Lo describe con muchos títulos, entre ellos "el testigo fiel" (Ap 1:5); "el primogénito de los muertos" (Ap 1:5); "el soberano de los reyes de la tierra" (Ap 1:5); "el Alfa y la Omega" (Ap 1:8; 21:6); "el primero y el postrero" (Ap 1:17); "el que vivo" (Ap 1:18); "el que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro" (Ap 2:1); "el que tiene la espada aguda de dos filos" (Ap 2:12); "el Hijo de Dios" (Ap 2:18); el "que tiene ojos como llama de fuego, y pies semejantes al bronce bruñido" (Ap 2:18); el "que tiene los siete espíritus de Dios, y las siete estrellas" (Ap 3:1); "el Santo, el Verdadero" (Ap 3:7); "el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre" (Ap 3:7); "el Amén, el testigo fiel y verdadero" (Ap 3:14); "el principio de la creación de Dios" (Ap 3:14); "el León de la tribu de Judá" (Ap 5:5); "la raíz de David" (Ap 5:5); el Cordero de Dios (p. ej. Ap 5:6; 6:1; 7:9-10; 8:1; 12:11; 13:8; 14:1; 15:3; 17:14; 19:7; 21:9; 22:1); el "Señor, santo y verdadero" (Ap 6:10); el llamado "Fiel y Verdadero" (Ap 19:11); "la Palabra de Dios" (Ap 19:13); el "Rey de reyes y Señor de señores" (Ap 19:16); Cristo (Mesías), reinando en la tierra con sus santos glorificados (Ap 20:6); y "Jesús... la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana" (Ap 22:16).
Apocalipsis también afirma la plena deidad de Jesucristo. Él posee los atributos y prerrogativas de Dios, que incluyen soberanía (Ap 1:5), eternidad (Ap 1:17-18), el derecho de juzgar a los hombres (Ap 19:11) y el decidir quién vive y quien muere (Ap 1:18; 2:23). Él también recibe adoración (Ap 5:13) y reina desde el trono de Dios (Ap 22:1, 3). Por último, Apocalipsis afirma su igualdad de esencia con Dios el Padre al aplicar a Jesucristo los pasajes del Antiguo Testamento que describen a Dios (cp. Dt. 10:17 con 19:16; Pr. 3:12 con 3:19; Dn. 7:9 con 1:14; Is. 44:6 con 1:17; también cp. 1:8 con 22:12-13).
Lejos de ser el libro misterioso e incomprensible que muchos piensan que es, el propósito de Apocalipsis es revelar la verdad, no ocultarla. El hecho es evidente al leer en el primer versículo, "La revelación de Jesucristo", sobre todo en la gloria de su Segunda Venida. Apokalupsis ("Apocalipsis") pudiera traducirse "un descubrimiento", "una revelación" o "una manifestación". Se emplea en el Nuevo Testamento para referirse a la revelación de la verdad espiritual (Ro. 16:25; Gá. 1:12; Ef. 1:17; 3:3), la manifestación de los hijos de Dios (Ro. 8:19), y de la manifestación de Cristo tanto en la primera (Lc. 2:32) como en la segunda (2 Ts. 1:7; 1 P. 1:7) venida. En cada caso, apokalupsis describe algo (o a alguien) que antes estaba oculto, pero ahora se hace visible. Apocalipsis revela verdades acerca de Jesucristo y pone en claro características de la verdad profética de la que solo hay referencia indirecta en el Antiguo Testamento y otros libros del Nuevo Testamento. Esta claridad se opaca muchas veces por un rechazo de los principios de la interpretación literal en favor de un método hermenéutico alegórico o espiritualizado. Tal enfoque trata de poner el relato de Apocalipsis en el pasado y en el presente, en vez de ponerlo en el futuro. Pero una vez que se rechaza el sentido del texto, el intérprete queda a su propia imaginación y las verdades de este libro se pierden en un laberinto de las invenciones humanas sin autenticidad alguna. Vea un análisis adicional sobre este asunto más adelante bajo Interpretación.
AUTOR
Cuatro veces en Apocalipsis el autor se identifica como Juan (Ap 1:1, 4, 9; 22:8). La iglesia primitiva (hasta el siglo III) afirmó unánimemente que era Juan el hijo de Zebedeo, uno de los doce apóstoles y autor del cuarto Evangelio y las epístolas de Juan.
Escribiendo a principios del siglo II (posiblemente alrededor de 135 d.C.) Justino Mártir declaró: "Hubo un cierto hombre con nosotros, cuyo nombre era Juan, uno de los apóstoles de Cristo, quien profetizó, por una revelación que le fue dada, que los que creyeron en nuestro Cristo morarían mil años en Jerusalén; y que de allí en adelante tendría lugar la resurrección general y eterna y el juicio de todos los hombres" (Diálogo con Trifón, cap. 81). Como Justino vivió durante algún tiempo en Éfeso, una de las siete iglesias a las que se dirige Apocalipsis, su testimonio es muy importante.
Más o menos del mismo tiempo que Justino (c. 100-150 d.C.) es el escrito gnóstico conocido como el apócrifo de Juan. Ese documento cita Apocalipsis 1:19 y lo atribuye a Juan el hermano de Jacobo e hijo de Zebedeo (Robert H. Mounce, The Book of Revelation, The New International Commentary on the New Testament [El libro de Apocalipsis, El Nuevo Comentario Internacional sobre el Nuevo Testamento] [Grand Rapids: Eerdmans, 1977], 28).
Otra confirmación del siglo II de que el apóstol Juan escribió Apocalipsis viene de Ireneo, quien introdujo una serie de citas del Apocalipsis con la declaración "también Juan, el discípulo del Señor, cuando presenciaba el sacerdotal y glorioso advenimiento de su reino, dice en el Apocalipsis" (Against Heresies, [Contra las herejías] 4.20.11). Más adelante en esa misma obra añadió: "Y si alguno dedica especial atención a esas cosas que están indicadas por los profetas respecto al tiempo del fin, y las que Juan el discípulo del Señor vio en el Apocalipsis, hallará que las naciones van a recibir las mismas plagas de forma universal, que las que recibió Egipto de forma particular" (Against Heresies, [Contra las herejías] 4.30.4). El testimonio de Ireneo es valioso porque él era oriundo de Esmirna, otra de las siete iglesias a las que Juan dirigió Apocalipsis. Además, cuando era niño, Ireneo había sido discípulo de Policarpo, que a su vez había sido discípulo del apóstol Juan.
Escribiendo también en el siglo II, Clemente de Alejandría observó que fue Juan el apóstol que había estado desterrado en Patmos (Who Is the Rich Man That Shall Be Saved? [¿Qué rico se salvará?], 42). Es obvio que era el Juan que había sido desterrado a Patmos el que escribió Apocalipsis (1:9).
Escribiendo a fines del siglo II o a principios del siglo III, Tertuliano declaró: "Pero sí confesamos que se nos ha prometido un reino en la tierra, aunque antes del cielo, solo en otro estado de existencia; en vista de que será después de la resurrección por mil años en la divinamente construida ciudad de Jerusalén, 'la cual desciende del cielo', a la cual el apóstol también llama 'nuestra madre de arriba'; [cp. Gá. 4:26]... De esto Ezequiel tuvo conocimiento y el apóstol Juan la contempló [cp. Ap. 21:2]" (Against Marcion [Contra Marción], 3.24).
Otro testimonio de la paternidad literaria del apóstol Juan del Apocalipsis viene de Orígenes (De Principüs, 1.2.10; cp. 1.2.7), Hipólito (Treatise on Christ and Antichrist, [Tratado sobre Cristo y el anticristo] 36), y Victorino, autor de un comentario sobre el Apocalipsis del siglo III (en su comentario sobre Apocalipsis 10:3).
El fuerte y firme testimonio de la paternidad literaria del apóstol Juan confirma los reclamos propios del libro (Ap 1:1, 4, 9; 22:8) y no puede echarse a un lado fácilmente. El testimonio de Justino y de Ireneo es muy importante, ya que vivieron en Éfeso y en Esmirna cuando algunos de los lectores originales de Apocalipsis aun habrían estado vivos. Es inconcebible que la iglesia pudiera haber estado equivocada con relación a quién escribió el Apocalipsis prácticamente desde el tiempo en el que se escribió.
No fue hasta la segunda mitad del siglo III que Dionisio, el obispo (pastor) de la iglesia de Alejandría, pusiera en duda la paternidad literaria de Juan el apóstol del libro de Apocalipsis. Preocupado porque algunos estaban enseñando que habría un literal milenio terrenal (lo cual él rechazaba), Dionisio intentó desacreditar tal enseñanza al negar que Juan escribiera Apocalipsis. (Como Dionisio aceptaba Apocalipsis como inspirado y parte del canon bíblico, no está claro lo que esperaba obtener al negar que el apóstol Juan era su autor.) Sus argumentos contra la paternidad apostólica radicaba primordialmente en la diferencia en estilo y vocabulario entre el Evangelio según San Juan y las epístolas juaninas (que Dionisio creía que las había escrito Juan el apóstol) y Apocalipsis.
Esos argumentos son los mismos que usan hoy los que niegan que el apóstol Juan escribiera Apocalipsis (vea el análisis de este punto más adelante). En cuanto a quién escribió Apocalipsis, Dionisio solo pudo especular que hubo dos Juanes en Éfeso cuando se escribió Apocalipsis. Sin embargo, todo lo que pudo ofrecer para apoyar esa hipótesis fue el testimonio de rumores de que "ellos dicen de que hay dos monumentos [sepulcros] en Éfeso, y que cada uno lleva el nombre de Juan" (citado en Eusebio, Ecclesiastical History, [Historia eclesiástica] 7.25). Donald Guthrie comenta:
La proposición alternativa de Dionisio no inspira confianza, ya que su "segundo Juan" tiene un testimonio de existencia notablemente frágil. Es extraño que un estudioso como Dionisio haya dado crédito a historias de viajeros acerca de dos sepulcros de Juan en Éfeso, sin abrigar la idea de la posibilidad de que el sepulcro rival pudiera deberse a algún oportunista local, detrás de la norma de la extraordinaria multiplicación de reliquias en la historia subsiguiente. En todo caso, la deducción de Dionisio de que habrían existido dos Juanes es una interpretación de la historia que parece haberse extraído de ese dilema crucial. Si Juan el apóstol no fue el escritor, debieron haber dos Juanes en Éfeso y la historia pudiera, por lo tanto, haberse creado para que sirviera de apoyo a esa idea. Con eso Dionisio vislumbró, como hombre adelantado a su tiempo, esas modernas escuelas de la crítica que han poblado la historia primitiva del cristianismo con todo un ejército de escritores desconocidos, cuyas obras tuvieron tan poca importancia como sus autores. (New Testament Introduction, [Introducción al Nuevo Testamento], edición revisada. [Downers Grove, 111: InterVarsity, 1990], 934-35)
Valiéndose de la teoría de Dionisio de que un Juan que no fue el apóstol escribió Apocalipsis, el historiador de la iglesia Eusebio publicó la tesis de que Apocalipsis fue en realidad escrito por un "Juan el anciano" (Ecclesiastical History, [Historia eclesiástica] 3.39). La existencia de tal sombría figura radica por completo en una afirmación muy disputada y que atribuye Eusebio a Papías, quien, como Policarpo, fue discípulo del apóstol Juan. Eusebio cita a Papías como que dijo: "Si llegaba alguien que había estado con los ancianos, le preguntaba con detalles sobre sus enseñanzas, lo que Andrés o Pedro dijeron, o lo que dijo Felipe, o Tomás, ojacobo, o Juan, o Mateo, o cualquiera de los demás discípulos del Señor: cuáles cosas Aristión y el presbítero [anciano] Juan, los discípulos del Señor, dicen" (Exposition ofthe Oracles ofthe Lord, [Exposición de los oráculos del Señor] 1).
Sin embargo, es dudoso que Papías tuviera en mente a dos Juanes. Vuelve a mencionar a Juan con Aristión porque ellos aun estaban vivos (como lo indica el verbo en tiempo presente "dicen"). Repite la palabra "presbítero" antes de mencionar otra vez a Juan a fin de mostrar que se está refiriendo al Juan que había descrito anteriormente como observa uno de los ancianos [presbíteros]. R. C. H. Lenski:
En la segunda mención de Juan, Papías cuidadosamente repite la frase "el presbítero Juan" para mostrar más allá de cualquier duda que tenía en mente al Juan relacionado entre los siete a quienes acaba de llamar "los presbíteros"; porque si en este segundo caso hubiera escrito solamente "Juan", el lector pudiera tomarlo como un Juan diferente del mencionado en la lista de los siete llamados "los presbíteros". Papías se asegura de que pensemos en el mismo Juan cuando "se menciona al presbítero Juan", uno de los siete presbíteros que acababa de mencionar. (The Interpretation of St. John's Apocalypse [La interpretación del Apocalipsis de Juan] [Minneápolis: Augsburg, 1943], 9)
Aun cuando pudiera probarse que Papías hablara de dos Juanes, eso no probaría que "Juan el anciano" escribió Apocalipsis. Es improbable que dos hombres tan destacados llamados Juan vivieran en Efeso al mismo tiempo. Más allá de toda especulación, el escritor de Apocalipsis sencillamente se identifica como "Juan", implicando que era tan conocido para sus lectores que no era necesaria ninguna identificación adicional. Tampoco es probable que la iglesia se equivocara prácticamente desde el tiempo en el que se escribió Apocalipsis con relación a su autor. Justino Mártir e Ireneo, como se observó antes, pudieron haber conocido a algunos de los lectores originales de Apocalipsis, haciendo muy improbable tal caso de equivocación en la identidad del autor.
Las diferencias en estilo entre Apocalipsis y los otros escritos inspirados de Juan que menciona Dionisio aún conforman los principales argumentos de los que niegan que el apóstol escribiera Apocalipsis. Aunque hay esas diferencias, como la naturaleza del material es tan diferente, no son tan importantes como para probar que el apóstol Juan no pudo haber escrito Apocalipsis. Algunas de esas discrepancias pueden también explicarse, como se observó antes, por el diferente lenguaje literario de Apocalipsis. Y también es posible que Juan usara a un amanuense (secretario) cuando escribió el Evangelio y las epístolas (como hizo Pablo; Ro. 16:22), algo que no podía haber hecho mientras escribió Apocalipsis en el destierro en Patmos.
A pesar de las diferencias, hay notables paralelos entre Apocalipsis y los otros escritos del apóstol Juan. Solamente el Evangelio según San Juan y Apocalipsis se refieren a Cristo como el Verbo (Jn. 1:1; Ap. 19:13). En varias ocasiones Apocalipsis describe a Cristo como el Cordero; un título que solo se encuentra, además de aquí, en el Evangelio según San Juan. Tanto el Evangelio según San Juan como Apocalipsis se refieren ajesucristo como testigo (Jn. 5:31-32; Ap. 1:5). Apocalipsis 1:7 y Juan 19:37 citan a Zacarías 12:10 de manera diferente de la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento) pero de acuerdo entre sí. (Para ejemplos adicionales de las similitudes entre Apocalipsis y los otros escritos de Juan, vea Robert L. Thomas, Apocalypse 1-7, An Exegetical Commentary [Apocalipsis 1-7, Un comentario exegético] [Chicago: Moody, 1992], llss; Henry Barclay Swete, Commentary on Apocalypse [Comentario sobre Apocalipsis] [Reimpreso; Grand Rapids: Kregel, 1977], cxxvi-cxxx; León Morris, The Apocalypse of St. John [El Apocalipsis de San Juan], The Tyndale New Testament Commentaries [Grand Rapids: Eerdmans, 1969], 30.) Al comentar las similitudes entre Apocalipsis y los otros escritos de Juan, Guthrie escribe: "Debe observarse, entre paréntesis, que a pesar de las diferencias lingüísticas y gramaticales, el Apocalipsis tiene más afinidad con el griego de los otros libros juaninos que cualquier otro libro del Nuevo Testamento" (New Testament Introduction [Introducción al Nuevo Testamento], 940).
Los argumentos de algunos críticos antiguos y modernos pasan por alto la opinión tradicional de que el apóstol Juan fue el Juan identificado como el autor inspirado de Apocalipsis, y que esto se ajusta mejor a las evidencias. El fuerte testimonio de la iglesia casi desde el tiempo en el que se escribió Apocalipsis, las similitudes entre Apocalipsis y los otros escritos de Juan, la ausencia de algún autor alternativo creíble, y lo improbable que dos hombres destacados llamados Juan vivieran al mismo tiempo en Efeso, son argumentos convincentes para la paternidad apostólica.
Las circunstancias bajo las cuales Juan escribió Apocalipsis se analizan en el capítulo 3 de este volumen. Las siete iglesias, a las que el apóstol dirigió el libro, se describen en detalles en los capítulos 4-10.
FECHA
Las dos opciones principales que se han propuesto como fechas para Apocalipsis son: durante la dominación de Nerón (c. 68 d.C.), o la de Domiciano (c. 96 d.C.). La fecha más temprana la sostienen fundamentalmente los que adoptan la interpretación preterista de Apocalipsis (vea Interpretación más adelante). Esta se basa mayormente en la cuestionable exégesis de varios pasajes en el libro, e intenta relegar su cumplimiento profetice totalmente al período antes de la destrucción de Jerusalén en 70 d.C. Los que sostienen la fecha más temprana ven en la destrucción de Jerusalén la profetizada segunda venida de Jesucristo en su primera fase. Apenas hay evidencia externa para la fecha neroniana.
Por otra parte, la iglesia primitiva sostuvo ampliamente la opinión de que el apóstol Juan escribió Apocalipsis casi al final del Imperio de Domiciano. Ireneo, el padre de la iglesia del siglo II, escribió: "Sin embargo, no correremos el riesgo de pronunciar afirmativamente en lo que respecta al nombre del anticristo; porque si hubiera sido necesario que su nombre se revelara claramente en este tiempo presente, hubiera sido anunciado por aquel que contempló la visión apocalíptica [el libro de Apocalipsis]. Porque no hace tanto tiempo de que fue vista, sino casi en nuestro tiempo, hacia el fin del Imperio de Domiciano" (Against Heresies, [Contra las herejías] 5.30.3). Los padres de la iglesia Clemente de Alejandría, Orígenes, Victorino, Eusebio y Jerónimo también afirman que se escribió Apocalipsis durante el Imperio de Domiciano (cp. Mounce, Apocalypse [Apocalipsis], 32; Swete, Commentary on Apocalypse [Comentario sobre Apocalipsis], xcix-c). El testimonio de la iglesia primitiva de que se escribió Apocalipsis durante el reinado de Domiciano es difícil de explicar si realmente se escribió durante la dominación de Nerón.
Se escribió Apocalipsis durante un tiempo en el que la iglesia estaba sufriendo persecución. Juan había sido desterrado a Patmos; al menos un creyente ya había sufrido martirio (Ap 2:13), y en el horizonte se avecinaba más persecución (Ap 2:10). La extensión de la persecución bajo Domiciano parece haber alcanzado mayores proporciones que bajo Nerón, que mayormente estuvo confinada a la ciudad de Roma. De modo que la persecución de los cristianos mencionada en Apocalipsis se ajusta mejor a la fecha del Imperio de Domiciano.
La condición de las siete iglesias a las que Juan dirigió Apocalipsis también ofrece argumentos a favor de una fecha posterior. Como se ve en Efesios, Colosenses, y 1 y 2 Timoteo, esas iglesias estaban espiritualmente saludables a mediados de los años sesenta, cuando Pablo por última vez predicó en aquella región. Sin embargo, para el tiempo que se escribió Apocalipsis, esas iglesias habían sufrido una seria decadencia espiritual. Éfeso había abandonado su primer amor, y muchas de las restantes habían sufrido la intromisión de falsas doctrinas y pecado. Tal decadencia debió producirse en un período de tiempo más largo que la breve etapa entre el final del ministerio de Pablo en Asia Menor y el fin del dominio de Nerón. De la misma manera, algunos han afirmado que la falta de mención alguna de Pablo en las cartas a las siete iglesias, implica un intervalo de al menos una generación entre su muerte y la redacción de Apocalipsis (Guthrie, New Testament Introduction [Introducción al Nuevo Testamento], 954 n. 1).
En ninguna parte Pablo menciona la secta hereje conocida como los nicolaítas que atormentaron las iglesias de Éfeso y Pérgamo (Ap 2:6, 15). Sin embargo, para el tiempo en el que se escribió Apocalipsis la secta era tan notoria que Juan simplemente pudo mencionarla. Es evidente que los nicolaítas eran tan bien conocidos para sus lectores que ninguna descripción era necesaria. Esto una vez más denota un gran lapso de tiempo entre Pablo y la fecha en la que se escribió Apocalipsis.
Laodicea, una de las siete iglesias, fue devastada por un terremoto alrededor de 60 d.C. Durante el resto del reinado de Nerón, la ciudad participó en la reconstrucción, y difícilmente pudiera haberse considerado "rica... enriquecida" y de no tener necesidad "de ninguna cosa" (Ap 3:17). Una fecha durante el reinado de Domiciano daría tiempo para que Laodicea recuperara su riqueza.
Hay evidencia de que la iglesia en Esmirna no se fundó, sino hasta después de la muerte de Pablo (alrededor del 67 d.C. [Guthrie, New Testament Introduction [Introducción al Nuevo Testamento], 954]). Difícilmente habría comenzado, llegado a la madurez y decaído en un breve intervalo entre la muerte del apóstol y el fin del dominio de Nerón casi al mismo tiempo.
Una razón final para preferir la fecha más tardía (95-96 d.C.) para Apocalipsis es el tiempo de la llegada de Juan al Asia Menor. Según la tradición, Juan no salió de Palestina hacia Asia Menor hasta la época de la revuelta judía contra Roma (66-70 d.C.) Ubicar el escrito de Apocalipsis durante Nerón no daría tiempo suficiente para que el ministerio de Juan llegara a un punto en el que los romanos hayan sentido la necesidad de desterrarlo (Thomas, Apocalypse 1-7 [Apocalipsis 1-7], 22). G. R. Beasley-Murray observa que:
El exilio de Juan como predicador cristiano... refleja una política de hostilidad activa por parte del estado hacia la Iglesia. No puede mostrarse que tales medidas legales se tomaran por parte del estado en contra de los cristianos antes de los últimos años de Domiciano. Apocalipsis refleja una situación en la que el culto al emperador era una fuerza contemporánea y se proponía como algo mundial. La persecución de Nerón nada tuvo que ver con este asunto. (The Book of Apocalypse, The New Century Bible [El libro de Apocalipsis, La Biblia del Nuevo Siglo] [Londres: Oliphants, 1974], 38)
El peso de la evidencia favorece claramente la fecha de la redacción de Apocalipsis a mediados de los noventa, casi al fin del Imperio de Domiciano. Esto es de importancia fundamental, porque elimina la posibilidad de que las profecías en Apocalipsis se cumplieran en la destrucción de Jerusalén en 70 d.C.
INTERPRETACIÓN
Las imágenes pintorescas de Apocalipsis, sus símbolos misteriosos y su lenguaje apocalíptico lo hacen uno de los libros más difíciles de interpretar en las Escrituras. Hay cuatro métodos fundamentales de interpretación para el libro.
El método preterista ve a Apocalipsis no como una profecía futura, sino como un registro histórico de sucesos en el Imperio Romano del primer siglo. El punto de vista preterista pasa por alto de esa manera los reclamos del libro mismo de que es una profecía (Ap 1:3; 22:7, 10, 18-19). No todos los acontecimientos profetizados y descritos en Apocalipsis se cumplieron en el primer siglo. La segunda venida de Cristo descrita en el capítulo 19 es obvio que está por ocurrir.
Pero el punto de vista preterista requiere que uno vea las palabras acerca de la segunda venida de Cristo como cumplidas en la destrucción del templo en el 70 d.C., aunque no apareció en esa oportunidad. Tampoco hay ninguna persecución en el primer siglo que se ajuste a la descripción de los horrendos acontecimientos mencionados en los capítulos 6-19.
El método historicista encuentra en Apocalipsis un registro de la historia de la Iglesia desde los tiempos de los apóstoles hasta el presente. Los intérpretes historicistas a veces recurren a la alegorización del texto a fin de hallar en él los varios acontecimientos históricos que creen que el texto describe (p. ej. la caída de Roma ante los bárbaros, el surgimiento de la Iglesia Católica Romana, la llegada del Islam, incluso la Revolución Francesa). No es sorprendente que tal método subjetivo y arbitrario haya dado origen a un gran número de interpretaciones conflictivas de los reales acontecimientos históricos en Apocalipsis. Como el método preterista, el historicista pasa por alto los propios reclamos de Apocalipsis de ser una profecía. También priva al libro de cualquier significado para aquellos creyentes del primer siglo a quienes estaba dirigido. Y elimina la interpretación de Apocalipsis del dominio de la hermenéutica literal e histórica, dejándola a merced de significados alegóricos y espiritualizados inventados por cada uno de los que interpretan.
El método idealista ve descrita en Apocalipsis la batalla sin fin entre el bien y el mal que tiene lugar en cada etapa. Según esta opinión, Apocalipsis no es un registro histórico ni una profecía. Como los dos primeros puntos de vista, el idealista pasa por alto el reclamo de Apocalipsis de ser una profecía. Además, si se lleva a su conclusión lógica, separa a Apocalipsis de cualquier relación con los acontecimientos históricos actuales. El libro se reduce de esta manera a una colección de mitos ideados para comunicar la verdad espiritual.
El método futurista ve en los capítulos 4-22 predicciones de personas y acontecimientos aún por venir en el futuro. Solo este enfoque permite que se interprete Apocalipsis siguiendo el mismo método hermenéutico gramatical e histórico por el cual se interpretan las porciones de la Biblia que no son proféticas. Como se ha observado antes, quienes proponen los otros tres métodos se ven a veces obligados a recurrir a alegorizaciones o espiritualizaciones del texto para sostener sus interpretaciones. El método futurista, a diferencia de los otros tres, reconoce plenamente el reclamo de Apocalipsis de ser una profecía. El método futurista se critica a menudo por robar a Apocalipsis de cualquier significado para aquellos a quienes se escribió, ya que ve el libro describiendo en buena medida sucesos en el futuro lejano. En respuesta a esto Juan F. Walvoord observa:
Gran parte de la profecía de la Biblia tiene que ver con el futuro lejano, incluso las promesas del Antiguo Testamento del Mesías venidero, las profecías de Daniel respecto a los futuros imperios mundiales, toda la verdad relacionada con el reino venidero en la tierra, así como otras incontables profecías. Si los sucesos de los capítulos 4 al 19 son futuros, incluso desde nuestro punto de vista hoy, enseñan la bendita verdad de la supremacía final de Dios y el triunfo de los rectos. La aplicación inmediata de sucesos distantes es algo normal en las Escrituras, como por ejemplo 2 Pedro 3:10-12, que habla de la postrera disolución de la tierra; no obstante el pasaje que le sucede hace una aplicación inmediata: "Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia..." (2 P. 3:14). (The Revelation of Jesús Christ [La revelación de Jesucristo] [Chicago: Moody, 1966], 22)
Algún método que no sea el futurista deja el significado del libro a la ingeniosidad y a la opinión humanas. El método futurista toma el significado del libro como Dios lo dio. Al estudiar Apocalipsis, tomaremos este sencillo punto de vista y aceptaremos lo que el texto dice. Es casi imposible considerar todas las opciones de interpretación que ofrecen las personas que sostienen los otros tres puntos de vista, así que no trataremos de adentrarnos en ese laberinto de opciones. Más bien, tomaremos el libro tal y como lo tenemos en su estilo normal de lenguaje.
BOSQUEJO
I. Las cosas que has visto (Ap 1:1-20)
A. Prólogo (Ap 1:1-8)
B. La visión del Cristo glorificado (Ap 1:9-18)
C.Juan recibe la encomienda de escribir (Ap 1:19-20)
II. Las cosas que son (Ap 2:1-3:22)
A. La carta a la iglesia en Éfeso (Ap 2:1-7)
B. La carta a la iglesia en Esmirna (Ap 2:8-11)
C. La carta a la iglesia en Pérgamo (Ap 2:12-17)
D. La carta a la iglesia en Tiatira (Ap 2:18-29)
E. La carta a la iglesia en Sardis (Ap 3:1-6)
F. La carta a la iglesia en Filadelfia (Ap 3:7-13)
G. La carta a la iglesia en Laodicea (Ap 3:14-22)
III. Las cosas que ocurrirán después de esto (Ap 4:1-22:21)
A. Adoración ante el trono celestial de Dios (Ap 4:1-5:14)
B. La tribulación (Ap 6:1-18:24)
C. La segunda venida del Señor Jesucristo (Ap 19:1-21)
D. E1 milenio (Ap 20:1-10)
E. El juicio ante el gran trono blanco (Ap 20:11-15)
F. La condición eterna (Ap 21:1-22:21)