Casos Bíblicos De Conversión

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CASOS BÍBLICOS DE CONVERSIÓN

CUARTA EDICIÓN Noviembre de 1994.

Por Bill H. Reeves

"La suma de tu Palabra es verdad" Sal. 119:160

Antes de hacer un estudio de las conversiones registradas en el libro de Los Hechos, de-bemos estar seguros de haber entendido bien lo que significa la palabra "conversión.” La conversión, según el Nuevo Testamento, comprende un cambio triple en el individuo: (1) el corazón es purificado por la fe (Hech. 15:9); (2) la conducta de la persona es cambiada por el arrepentimiento (Mal. 3:8), y (3) el converso es nacido de nuevo, entrando en una vida nueva por el bautismo (Rom. 6:4).

La predicación de la Palabra de Dios es el instrumento empleado en la conversión de los pecadores. En Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio" (I Cor. 4:15). El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad" (Sant. 1:18). "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree" (Rom. 1:16). "La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma” (Sal. 19:7). Es cosa común que se predique que la única agencia que tiene parte en la conversión del pecador es el Espíritu Santo, que opera directamente en su vida para regenerarle, y para hacer de él una nueva criatura, o sea, un cristiano. Pero las citas anteriores proclaman que la semilla del reino es la palabra de Dios (Luc. 8:11). Esa palabra es el instrumento de Dios en la conversión. Agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación (1 Cor. 1:21).

Si el hombre fuera pasivo en la conversión de su alma, como muchos lo afirman y lo en-señan hoy en día, no habría razón en predicarle ("predicad el evangelio a toda criatura" -Mar. 16:15), ni en mandarle ("manda a todos los hombres en todo lugar que se arrepientan" - Hech. 17:30), ni en invitarle ("Venid a mí" - Mat. 11:28). Los falsos maestros insisten en que el peca-dor no tiene nada que hacer para ser salvo sino creer. Pero al contrario se pregunta: "¿Qué haré, Señor?" (Hech. 22:10). Tal es la pregunta de todo aquel que busca la salvación de su alma. Si el hombre perdido no tiene nada que hacer para ser salvo, ¿cómo puede ser casti-gado con eterna perdición, excluido de la presencia del Señor, por no haber obedecido al evangelio? (2 Tes. 1:8,9).

"¿Qué debo hacer para ser salvo?" (Hech. 16:30). Esta pregunta será formulada siempre que haya pecadores en busca de un Salvador. Lo que fue mandado y hecho como respuesta a esta pregunta se registra en el libro de Los Hechos. Todos los conversos primitivos, oyendo la predicación de los apóstoles y discípulos de Cristo, obedecieron al mismo evangelio con sus condiciones esenciales para la salvación, y siendo salvos, fueron añadidos a la iglesia de Cris-to.

Lo mismo se requiere hoy de los hombres perdidos.

 

(1) TRES MIL CONVERSOS EN El DÍA DE PENTECOSTÉS

En este día tan notable el evangelio de perdón fue predicado en realidad por primera vez, oído y obedecido por unas tres mil personas, recibiendo así la remisión de sus pecados y así quedando establecida la iglesia de Cristo (el conjunto de los salvos).

1 - Jerusalén, el lugar de origen de la iglesia. Dijo Cristo: "así fue necesario que el Cristo

     padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el

     arrepentimiento y el perdón de los pecados en todas las naciones, comenzando desde

     Jerusalén" (Luc. 24:46,47).

2  El día de Pentecostés, el tiempo del establecimiento de la iglesia.

     a Cristo prometió que el reino (la iglesia) vendría con poder. "De cierto os digo que hay

        algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte hasta que hayan visto él

        reino de Dios venido con poder" (Mar. 9:1).

     b Ese poder vino con el advenimiento del Espíritu Santo sobre los apóstoles."Pero

        recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo" (Hech. 1:8). 

     c El Espíritu Santo vino el día de Pentecostés (Hechos 2). Por eso la iglesia, o sea el reino

        de Cristo, fue establecida el día de Pentecostés del año 33 d. de J. C.

3 El advenimiento del Espíritu Santo. Antes de su ascensión Cristo había prometido a los

   apóstoles que serían bautizados en el Espíritu Santo (Hech. 1:5). Esta promesa fue cum-

   plida el día de Pentecostés cuando fueron todos éstos llenos del Espíritu Santo (Hech. 2:4).

      Sólo los apóstoles fueron bautizados en el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no entró

   directamente en los corazones de los pecadores presentes aquel día para salvarlos, según

   afirman algunos maestros denominacionales de hoy. El propósito del Espíritu Santo de

   venir sobre los apóstoles fue:

   a  Enseñarles y recordarles todas las cosas que Cristo les había dicho (Jn. 14:26),

   b Convencer al mundo de pecado, de justicia y de juicio (Jn. 16:8), y

   c  Guiarles a toda verdad (Juan 16:13). El Espíritu Santo fue prometido a los apóstoles.

4 - El sermón predicado por Pedro. Cuando los apóstoles fueron bautizados en el Espíritu

     Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, los oyentes de varias naciones se

     quedaron atónitos y maravillados. Otros se burlaron de los apóstoles, diciendo que

     estaban borrachos. Pedro les explicó que no lo estaban, sino que todo eso fue

     cumplimiento de la profecía de Joel. Siguió predicando acerca de la resurrección y

     ascensión de Cristo, a quien los judíos habían crucificado por mano de inicuos. A este

     Jesús, rechazado y matado por los judíos, Dios le había hecho Señor y Cristo, y por eso

     reina sobre todos, habiendo recibido toda autoridad en el cielo y en la tierra.

5 - El efecto de la predicación de este primer sermón evangélico:

     a Los oyentes fueron compungidos de corazón. Esto indica que creyeron el mensaje de

        Pedro, reconociendo su pecado de haber dado muerto a Jesús. Su fe en las cosas

        predicadas por Pedro produjo el reconocimiento de su culpa.

    b Hicieron la pregunta, "¿Qué haremos?" Siendo pecadores, con fervor buscaron la

       manera de salvarse. Nótese que el Espíritu Santo les inculpó de sus pecados, no

       operando directamente en sus corazones, sino por la predicación del evangelio.

6  La pregunta contestada. "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de

    Jesucristo para perdón de los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hech. 2:38). "Y con

    otras muchas palabras testificaba y les exhortaba, diciendo: Sed salvos de esta perversa

    generación" ver. Hechos 2:40.

7 - El mandamiento obedecido. “Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados"

    (ver. Hechos 2:41). No recibieron la salvación por la fe sola, como muchos tratan de

     hacerlo hoy en día, sino por su obediencia en el bautismo.

8 - El resultado glorioso. "Y se añadieron aquel día como tres mil personas" (ver.41). "Y el

     Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos" (Hechos 2:47). Dado que

     la iglesia de Cristo es el conjunto de los salvos, Dios añade a la iglesia (Hech. 2:47)

     porque él es quien salva. Nadie puede juntarse a la iglesia de Cristo por la simple razón

     de que nadie puede salvarse.

CIRCUNSTANCIAS DISTINTAS EN CADA CASO

Cada caso de conversión bíblica presentó circunstancias distintas. En este primer caso, en el Pentecostés, miles de oyentes creyeron el evangelio. Esto es evidente por el hecho de que fueron compungidos de corazón. Por eso Pedro no les mandó creer. Les faltaba el arre-pentimiento y el bautismo. En otro caso el oyente no creía, y por eso el predicador le mandó que creyera, y le predicó la Palabra para que pudiera creer, pues dicen las Escrituras que la fe es por el oír (Rom. 10:17). Cuando en otro caso el oyente había creído y se había arrepentido, el predicador solamente le mandó bautizarse.

Así aprendemos que en cada caso de conversión, al oyente se le mandaba hacer solamente lo que le faltaba saber. Por eso la contestación inspirada siempre era según las necesidades espirituales del oyente.

Yerra el que saca un solo caso de conversión y lo aplica a todo pecador de hoy. "La suma de tu palabra es verdad" Sal. 119:160 Trazamos bien la palabra de Dios 2 Tim. 2:15 cuando aceptamos la suma de su santa verdad sobre el tema. A todos los conversos bajo la predica-ción de los apóstoles se les mandó hacer las mismas cosas, tomar los mismos pasos, obede-ciendo así al mismo evangelio. Todos creyeron en Cristo Jesús, se arrepintieron de sus peca-dos, y confesando a Jesús como el Hijo de Dios, fueron bautizados para la remisión de sus pecados. Hecho esto, Dios les añadió a la iglesia.

Hechos 6:7 nos presenta un compendio de las verdades mencionadas arriba. "Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba grandemente en Jerusalén; también muchos de los sacerdotes obedecían a la fe.” Se nota primero que la Palabra de Dios crecía; es decir, se predicaba más. Al oír el evangelio predicado, multitudes creyeron, y además, obedecieron a la fe. Este es el orden divino: oír, creer, y obedecer. Dice Cristo, "si me amáis, guardad mis mandamientos" (Jn. 14:15). También dice: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado" (Mar. 16:16).

Obedezcamos todos el evangelio como lo hicieron los primeros conversos en aquel día de Pentecostés, cuando fue establecida la iglesia de Cristo, y antes de que viniera la gran aposta-sía que cambió la pureza y la simplicidad de la iglesia primitiva.

 (2) LOS QUE NEGARON AL SANTO Y AL JUSTO

Hechos 3:1-4:4

Seguimos nuestro estudio de los términos de perdón, de los requisitos cumplidos por los que entraron en el cuerpo de Cristo, la iglesia, (es decir, fueron salvos) y de la historia de la remisión de los pecados como fue enseñada por los embajadores de Cristo, inspirados por el Espíritu Santo. En el primer caso tres mil personas obedecieron al evangelio, y Dios les aña-dió a la iglesia.

Poco después de esto, Pedro y Juan sanaron a un cojo que pedía limosna a la puerta del templo llamada la Hermosa. Todo el pueblo concurrió a los dos apóstoles, al oír de este gran milagro. "Viendo esto Pedro, respondió al pueblo Varones israelitas, ¿por qué ponéis los ojos en nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste? El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis delante de Pilato, cuando éste había resuelto ponerle en libertad. Mas vosotros negasteis al Santo y al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, y matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los muertos, de lo cual nosotros somos testigos. Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste está completa sanidad en presencia de todos vosotros.

"Mas ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo habéis hecho, como también vuestros gobernantes. Pero Dios ha cumplido así lo que había antes anunciado por boca de todos sus profetas, que su Cristo había de padecer. Así que arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio ..." (Hech. 3:12-19).

Lo que mandó Pedro a los oyentes en esta ocasión es exactamente lo que él requirió de los oyentes el día de Pentecostés:

HECHOS 2:38 1) Arrepentíos 2) bautícese cada uno de vosotros 3) para perdón de los pecados 4) y recibiréis el don del Espíritu Santo HECHOS 3:19 1) Arrepentíos 2) convertíos (volveos, Versión Moderna) 3) para que sean borrados vuestros pecados 4) vengan tiempos de refrigerio.

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