04 EL E.S y el A.T

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EL ESPIRITU

Y EL

ANTIGUO TESTAMENTO

El Antiguo Testamento no da la misma prominencia al Espíritu Santo como lo hace el Nuevo Testamento.  Esto es indudablemente cierto porque el Antiguo Testamento trata extensamente con las cosas materiales, mientras que el Nuevo Testamento está tratando primaria y esencialmente con las acciones y naturaleza espiritual del hombre.  No obstante, está referido en mas de la mitad de los libros del Antiguo Testamento, mientras que en dieciséis de ellos no hay mención específica del Espíritu.  Sin embargo, es mencionado específicamente ochenta y ocho veces en el Antiguo Testamento.  Es hablado generalmente de él como el Espíritu de Dios.  El Nuevo Testamento se refiere a estos pasajes en una forma tal como para identificar al Espíritu Santo del Nuevo con el Espíritu de Dios del Antiguo.  En Lucas 4:18 Jesús dice:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a predicar el año agradable del Señor».

Esto está conectado directamente con el «El Espíritu de Jehová el Señor» en Isaías 61:1-2.

En el segundo capítulo de Hechos tenemos una conexión directa con Joel 2.  Estas son dos de las muchas conexiones que unen e identifican al Espíritu del Señor del Antiguo Testamento con el Espíritu Santo del Nuevo.  En ambos Testamentos encontramos a Dios obrando por medio de su Espíritu.  El Antiguo Testamento da tres líneas de la obra llevada a cabo por el Espíritu:

1. Su Relación con el Universo Material.

(1) En Génesis 1:2 nos es dicho:  «... y el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas».  La palabra «movía» transmite el sentido de «revolotear» o «cobijar».  La condición previa del mundo era «desordenado y vacío», o un «baldío sin forma».  En alguna forma el Espíritu de Dios dio figura a este baldío sin forma dentro de la multiplicada de contrastes que siguieron.  Unió aquellos elementos que eran homogéneos y separó los heterogéneos y de esta manera preparó el camino para la división de la luz de las tinieblas que siguieron.  El modo de operación no lo sabemos, pero la realidad de la operación está claramente revelado.

(2) «Su espíritu adornó los cielos ...» (Job 26:13).  La expresión podría ser traducida mejor, «los cielos son limpiados» o son hechos hermosos.  Eso es, él coloca las constelaciones en su orden.  Da una ilustración cuando dice:  «Su mano creó la serpiente tortuosa».  La referencia es hecha aquí a la hermosa constelación de «Dragón» o Draco, de apariencia elegante y llamativa.

(3) «El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida» (Job 33:4).  Esta vida superior que fue dada al hombre por una infusión del Espíritu, distingue al hombre (homo) de todas las otras especies animales.

2. La Relación del Espíritu con el Hombre Creado.

(1) Génesis 6:3.  Dios dice a Noé:  «... No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años».  Aquí la obra del Espíritu pasa de la forma de omnipotencia a una de súplica o disputa.  El Espíritu no imprime mas su voluntad sobre el universo material, sino que se expresa a una criatura racional.  Por medio de la predicación del fiel Noé el Espíritu implora a los antediluvianos a hacer lo correcto y a que escapen de la destrucción que iba a venir sobre un mundo corrupto e impío.  Desde este tiempo en adelante el Espíritu viene a los hombres en varias formas, capacitándolos con poderes sobrenaturales para llevar a cabo deberes especiales.  (Véase Núm. 11:25; Jueces 3:10;) (1 Sam. 18:10; 10:11).

(2) Pero no encontramos el caso del Espíritu cayendo sobre el hombre para limpiarlo del pecado, o de conferirle una bendición especial.  Más tarde, en los profetas, el Espíritu se convierte en un Espíritu revelador e inspirador.  (Véase Isaías 61:1; Ezeq. 2:2; Zac. 7:12; 4:6).  Como resultado de este poder revelador, tenemos expuestas en detalle las grandes verdades del Nuevo Testamento.  La vida, naturaleza, carácter y misión del Redentor del mundo expuesta con hermosura y simetría.

  3. La Relación del Espíritu Con el Individuo Humano.

La idea de santidad no está asociada usualmente con el Espíritu del Antiguo Testamento.  El término «Espíritu Santo» aparece solamente tres veces en este.  David ora (Salmos 51:11) - «... no quites de mí tu santo Espíritu».  Isaías 63:10) dice - «Mas ellos fueron rebeldes, e hicieron enojar tu santo espíritu ...» y nuevamente (Isaías 63:11) pregunta:  «¿Dónde está el que puso en medio de él su santo espíritu?»  No obstante, es llamado dos veces «buen Espíritu» (Neh. 9:20; Sal. 143:10).

Es principalmente con referencia a los días Mesiánicos que encontramos esta relación ética y personal con el Espíritu de Dios.

Estas tres relaciones del Espíritu están en perfecta armonía con la ley de Dios del desarrollo progresivo en el mundo.  Lo encontramos primero obrando en un universo material en caos; segundo, sobre la sociedad, y tercero, sobre el carácter del individuo.

La obra del Espíritu sobre el universo material lo convierte en un adecuado lugar de morada para el hombre.  Su obra sobre la sociedad ajusta al hombre para morar en el universo, y su obra sobre el carácter del individuo lo adapta para la comunión justa y santa con individuos similares.   

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