12 EL E.S Pentecostes y Despues
EL ESPIRITU SANTO:
PENTECOSTES Y DESPUES
Parte Uno
LA EXPERIENCIA PENTECOSTAL
En años recientes un «movimiento del Espíritu Santo» ha hecho explosión a través de las barreras separando a los Pentecostales de los demás y ha arrastrado a muchas otras comunidades religiosas, Católica y Protestante, un poco en la manera de un fuego en la llanura. Pero este movimiento, como El Movimiento Carismático de John Clark lo ha mostrado, no es «lo dicho por el profeta Joel.» Es algo diferente.
La Promesa por Juan el Bautista
(Mateo 3:11-12)
El mensaje de Juan el Bautista contenía una nota de esperanza, pero también una nota de terror. Juan emitió una promesa y una amenaza en su predicción de la venida del Mesías - «él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mat. 3:11).
A nadie en la audiencia de Juan se le prometió el bautismo del Espíritu Santo. Algunos eran hipócritas y fueron amenazados con fuego. El bautismo de fuego es para el impío; la referencia es al lago de fuego, así mostrado por el contexto en el que ambos, el versículo anterior y el versículo posterior la referencia al bautismo de fuego contiene referencias al fuego del infierno. De manera que nadie en la audiencia de Juan recibiría el bautismo del Espíritu Santo. Algunos recibirían un bautismo muy diferente.
Podemos aprender de este pasaje que algo referido como una inmersión en el Espíritu Santo fue prometida. Pero el pasaje nos deja en la obscuridad sobre muchos puntos con respecto a esta promesa. Juan no nos da luz sobre la extensión de su aplicación, la naturaleza de su cumplimiento, ni aún su propósito. Estos deben ser aprendidos del cumplimiento histórico de la promesa de Juan.
La profecía de Juan es comparable a tantas de aquellas en el Antiguo Testamento que pueden ser mejor entendidas a la luz de su aplicación y cumplimiento en el Nuevo Testamento. Sugiero una comparación de Amós 9:11-12 con Hechos 15:13-18 como sola ilustración. ¿Quién podría haber adivinado, sin la ayuda de Hechos 15, que la conquista y posesión de que se habla en Amós sería cumplida en términos espirituales con la traída de los Gentiles bajo el poder del evangelio?
La profecía de Juan no puede ser entendida separada de su cumplimiento histórico en algo más de lo que Amós podría ser entendido sin Hechos 15. En particular, la profecía de Joel no debe ser divorciada de.....
La Interpretación del Señor de la Promesa
(Hechos 1; comp. Juan 14-16)
Con su inminente ascensión, Jesús se reunió con sus apóstoles y les dijo que el cumplimiento de la promesa de Juan estaba cerca (Hechos 1:1-5). Además les dijo que ellos serían sus testigos, pero que no empezarían a dar su testimonio hasta la venida del Espíritu Santo porque serían investidos con poder y serían sus testigos primero en Jerusalén, y luego en todo el mundo (Hechos 1:6-8; comp. Lucas 24:48-49).
Eso nos trae a una consideración de la obra especial de los apóstoles de Cristo. Los apóstoles fueron testigos de Cristo en un sentido especial. Nadie más es o podrá ser testigo de Cristo en ese mismo sentido. Estudie este término en Hechos 1.
El hombre para reemplazar a Judas, dice Pedro, debía ser «hecho testigo con nosotros de su resurrección» (Hech. 1:21-22). El se convertiría en un testigo. Eso podría parecer extraño para usted cuando comprenda que nadie debía ser considerado para esta obra a no ser que hubiera estado con Jesús «desde el bautismo de Juan hasta el día en que de entre nosotros fue recibido arriba.» Todos de tales hombres serían testigos de la resurrección de Cristo en un sentido. Ciertamente, muchos más fueron testigos del Jesús resucitado en el sentido de que él se les había aparecido y ellos lo habían visto (comp. -1 Cor. 15:5-8). Pero ahora tenemos a Pedro diciendo que uno debe ser hecho testigo. Uno que había visto resucitado al Señor debía ser hecho testigo de su resurrección.
No hay equivocación en lo que quiere decir Pedro. El se estaba refiriendo a un oficio especial que uno debía llenar. Uno debía ser hecho testigo con nosotros, dijo Pedro. La frase se refiere a los apóstoles. Pedro estaba hablando acerca del oficio apostólico.
El versículo 25 pone esto más allá de toda duda. Lo que se quería era uno que reemplazara a Judas en el «ministerio del apostolado,» lo cual es simplemente una expresión alternada para «testigo de su resurrección» en el versículo 22. Matías fue el hombre escogido por el Señor y «fue contado con los once apóstoles» (v.26).
Difícilmente esto podría ser más claro. La palabra testigo en el contexto de Hechos 1 es usado en un sentido limitado y se refiere al oficio especial de los apóstoles. Pero ¿por qué ellos no ejercitaron este oficio antes de la venida del Espíritu? Debemos retroceder un poco.
Dé una estrecha mirada a Hechos 1:4-5 y observe que la promesa del bautismo del Espíritu Santo era algo que los apóstoles ya habían escuchado de Jesús. Lo que habían escuchado de Jesús fue en su mayor parte comunicado en una conversación privada entre Jesús y los apóstoles registrada en Juan, Capítulos 14-16. Observe la similitud entre ese pasaje y este con respecto al lenguaje usado para describir la obra del Espíritu. Estos capítulos en Juan muestran la razón por la que Jesús no quiso que los apóstoles empezaran su obra como testigos antes de la venida del Espíritu.
El Espíritu, dijo Jesús, vendría a ellos como otro Consolador (Juan 14:16-17). El Espíritu les enseñaría todas las cosas y les recordaría todo lo que Jesús les dijo mientras permaneció con ellos en persona (Hechos 14:25-26). Tales declaraciones no son de aplicación general, sino que se aplican a los apóstoles como los hombres quienes habían escuchado a Jesús hablar durante su ministerio personal. Compare también Hechos 15:27 - «Y vosotros daréis testimonio también, porque habéis estado conmigo desde el principio.» ¿Eso lo describe a usted? Compare este lenguaje con Hechos 1:21-22.
Los apóstoles darían testimonio, pero únicamente con la ayuda del Espíritu en ellos (15:26-27), quien les enseñaría, recordaría y guiaría, equipándolos para dar testimonio de Cristo sin cometer algún error en absoluto. Finalmente, compare Hechos 16:12-15.
La razón por la que los apóstoles tenían que esperar por el bautismo del Espíritu antes de empezar su testimonio únicamente puede ser entendida con considerable esfuerzo. El propósito del bautismo del Espíritu era el de equipar a los apóstoles para su oficio como testigos de Cristo. Por esa razón no empezaron su testimonio sin este.
Eso nos lleva a una conclusión extremadamente útil. Hemos visto que la palabra testigo es usada en el contexto de Hechos 1 con especial referencia al oficio apostólico. El propósito del bautismo del Espíritu Santo, en resumidas cuentas, era calificar a los apóstoles para su trabajo especial—ciertamente, uno podría decir, para el oficio apostólico mismo, en vista de que «testigo» y «apóstol son usados intercambiablemente en Hechos 1. El propósito de este don demuestra que la «experiencia Pentecostal» de Hechos 2 no era una bendición de aplicación general destinada para todos los hombres o aun todos los Cristianos. Esta era sólo para los apóstoles y estaba encaminada a calificarlos para un oficio peculiar para ellos mismos.
Uno debe concluir que aquellos que oran por tal experiencia Pentecostal hoy día están simplemente extraviados en cuanto al propósito de lo que sucedió en Pentecostés; y que aquellos que afirman haber tenido tal experiencia están también extraviados y equivocados. Es posible que ellos siempre sean muy sinceros, pero es evidente que necesitan prestar atención al consejo de Juan en- 1 Jn 4:1.
El Cumplimiento de la Promesa
(Hechos 2)
El primer Pentecostés después de la ascensión de Cristo encontró a los apóstoles esperando en Jerusalén por la venida del Espíritu. Hechos 2 nos dice lo que sucedió.
La venida del Espíritu estuvo acompañada por algo escuchado y algo visto. Un sonido fue escuchado—no el viento, sino «como de un viento recio.» Las lenguas fueron vistas—no lenguas de fuego, sino «como de fuego.» Las lenguas se dividieron y fueron repartidas a cada uno. «Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.»
El balbuceo ininteligible que es tenido por «hablar en lenguas» hoy día está relacionado a este fenómeno en el Nuevo Testamento únicamente como el fraude está relacionado a lo genuino. Las lenguas habladas por los apóstoles no eran jerigonzas sin sentido ni un balbuceo ininteligible; eran lenguajes inteligibles - «cada uno les oía hablar en su propia lengua» (v.6). El versículo 8 coloca «en nuestra lengua» donde el versículo 11 tiene «en nuestras lenguas» y de esta manera identifica los lenguajes como idiomas. Los apóstoles fueron milagrosamente facultados para hablar en lenguas que no habían conocido antes, pero que podían ser entendidas por aquellos cuya lengua madre - «en la que hemos nacido» - era esa (v.8). La prácticas modernas, no obstante pudieran ser explicadas, no son las mismas—y ellas no son de Dios.
Dos pasajes indican el propósito de las lenguas: Marcos 16:17 (comp. v.20) - 1 Cor. 14:22. - Las lenguas eran una señal para los incrédulos. Lo que estas señales significaron en Hechos 2 fue explicado por McGarvey. Las lenguas fueron la prueba necesaria de que los apóstoles estaban hablando por revelación de lo que el Espíritu les dio para decir. Nadie podría haber hablado estas lenguas sin haberlas aprendido a no ser que su mente fuera dotada sobrenaturalmente. De esta manera las lenguas sirvieron como señal de la inspiración del mensaje apostólico.
Los modernos «hablantes en lenguas» no son apóstoles; no hablan por revelación del Espíritu Santo; y realmente no hablan en lenguas. «Mas esto», dijo Pedro, refiriéndose a los eventos de Pentecostés, «es lo dicho por el profeta Joel» (Hechos 2:16). Pero el moderno «movimiento del Espíritu Santo» no es eso. Es algo completamente diferente. Este no fue «derramado» de arriba (v.33). Su inspiración se deriva de alguna otra fuente.
Parte Dos
LA INFLUENCIA DEL ESPIRITU SANTO EN
AQUELLOS NO APOSTOLES
Los apóstoles no fueron los únicos sobre quienes el Espíritu Santo tuvo una influencia en los tiempos del Nuevo Testamento. En efecto, la experiencia de ellos del Espíritu Santo estuvo encaminada para el bien de los demás y no fue simplemente para el beneficio personal de ellos. El Espíritu vino como una bendición para el mundo. Pero el Espíritu no vino directamente al mundo incrédulo. Vino a los apóstoles de Cristo, y su influencia en el mundo fue ejercida a través de los apóstoles.
En la conversación con los apóstoles registrada en Juan, capítulos 14-16, Jesús reveló que el Espíritu tendría una influencia en el mundo - «...convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8). Sin embargo, él antes había indicado que «el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir» (Juan 14:17). El Espíritu convencería al mundo, pero sin ser directamente recibido por el mundo.
Cómo el Espíritu ejercería esta influencia en el mundo es claro de esta misma conversación. El mundo no puede recibir al Espíritu, pero los apóstoles no «eran del mundo» (Juan 15:19), y podrían recibir el Espíritu. El Espíritu vendría a ellos y a través de ellos convencería al mundo (Juan 16:7-8). Los guiaría a toda la verdad (Juan 16:13;), dando testimonio en y a través de ellos (Juan 15:26-27). Ese testimonio, el mensaje del Espíritu, convencería al mundo. De esta manera el Espíritu convencería al mundo sin ser directamente recibido por el mundo.
Pentecostés fue el primer cumplimiento de esta promesa, y el cumplimiento es exactamente lo que la promesa nos ha llevado a esperar. El Espíritu no vino directamente al mundo incrédulo. El mundo ni aún entendió lo que estaba sucediendo. «Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros burlándose, decían: Están llenos de mosto» (Hechos 2:12-13).
Antes bien, el Espíritu vino a los apóstoles quienes hablaron «según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:4). Cuando Pedro entregó el mensaje del Espíritu de que el rechazado y crucificado por los Judíos era el Mesías de la profecía del Antiguo Testamento, ahora resucitado de la muerte y reinando a la diestra de Dios, el resultado fue la convicción del mundo. «Al oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos, ¿qué haremos?» (Hechos 2:37).
Observe: «Al oír esto.» La convicción no fue traída a través de algo directo, un impulso «mejor sentido que dicho,» sino que vino cuando ellos escucharon el mensaje del Espíritu entregado por Pedro. El Espíritu convenció al mundo a través de su operación en los apóstoles. El mensaje del Espíritu registrado en el Nuevo Testamento continúa trayendo convicción a los corazones de los pecadores hasta este día. Y la respuesta inspirada para los convencidos Judíos está aún en el registro, ofreciendo esperanza a todos: «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hechos 2:38).
LA INFLUENCIA DEL ESPIRITU EN LOS OTROS CRISTIANOS
La última línea citada arriba sugiere que los otros además de los apóstoles recibirían el Espíritu Santo. En efecto, la citación de Pedro de Joel ya había dicho mucho (v.17).
Pero lo que muchas personas no entienden es que estos otros recibirían el Espíritu Santo a través de los Apóstoles y no por un bautismo directo del Espíritu. El Espíritu fue conferido a la iglesia primitiva a través de los apóstoles en tres formas diferentes:
Número Uno: Algunos recibieron dones milagrosos del Espíritu a través de la imposición de las manos de los apóstoles.
Después de la venida del Espíritu en Hechos 2, al principio es dicho que únicamente los apóstoles habían ejecutado milagros (Hechos 2:43; 3:1; 5:12). Esteban es el primer hombre no apóstol del que es dicho que obró milagros (Hechos 6:8). Esteban, notamos en Hechos 6:5-6, había tenido la imposición de las manos de los apóstoles sobre él. El segundo hombre no apóstol del que es dicho que obró milagros es Felipe (Hechos 8:6). También había tenido la imposición de las manos de los apóstoles sobre él (Hechos 6:5-6).
Esta conexión entre la imposición de las manos de los apóstoles y la ejecución de milagros por Esteban y Felipe no era mera coincidencia. Esto era significativo, mientras uno puede aprender de Hechos 8:14-19. Fue a través de la imposición de las manos de los apóstoles que el Espíritu les fue dado. Luego Hechos 19:6 hace claro exactamente que el don fue conferido a través de la imposición de las manos de los apóstoles. «Y habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.»
Los dones milagrosos del Espíritu, por tanto, fueron impartidos a aquellos no apóstoles por la imposición de las manos de los apóstoles bautizados con el Espíritu Santo.
Eso nos dice algo acerca de la duración de tales dones milagrosos. Algunas personas afirman que profetizan, que hablan en lenguas, y que obran otros milagros hoy día. Pero esto no puede ser así. Estas personas no son apóstoles y por tanto no han sido bautizadas con el Espíritu Santo. Ni han tenido la imposición de las manos sobre ellos.
La conclusión de que los dones milagrosos deben haber cesado no más tarde que el tiempo de la muerte de la última persona que tuvo la imposición de las manos de los apóstoles es inescapable. Estos extraordinarios dones del Espíritu sirvieron a un propósito específico en la iglesia del primer siglo, pero parece obvio de los textos anteriores que Dios no tuvo la intención de que estos dones duraran a través de los siglos después de que el propósito había sido plenamente desempeñado.
Hay otra evidencia confirmatoria en las escrituras para apoyar esta visión. Lucas empieza su evangelio por medio de declarar su propósito: «...me ha parecido también a mí, después de haber investigado con diligencia todas las cosas desde su origen, escribírtelas por orden, oh excelentísimo Teófilo, para que conozcas bien la verdad de las cosas en las cuales has sido instruido» (Lucas 1:3-4). Los profetas y otros «hombres del Espíritu» en un sentido especial fueron necesarios en el primer siglo para instrucción y edificación de las iglesias. Pero hoy día los Cristianos no necesitan de profetas en medio de ellos para hacer «conocer bien» acerca de la vida y enseñanza de Jesús. Ellos pueden leer Lucas.
Las señales fueron necesarias en el primer siglo para el propósito de autenticar el mensaje de los oradores de Dios. Para este efecto habla Marcos 16:19-20 y Hebreos 2:4. Pero cuando el mensaje había sido correctamente certificado o autenticado las señales no fueron más necesarias y no estaban encaminadas a durar a través de los siglos. Hoy día uno no necesita ver señales para apoyar su fe. Tiene la evidencia documentaria y es esperado que crea sobre el campo de lo «que está escrito» en el registro de la Escritura de las señales (Juan 20:30-31), no porque él mismo tenga que ver tales señales. Aquellos que hablan de la necesidad de señales hoy día únicamente muestran cuán poca confianza tienen en las Escrituras.
Pablo recibió su conocimiento del plan de redención «por revelación,» lo escribió para la información de otros Cristianos, y les aseguró, «leyendo lo cual podéis entender cuál se mi conocimiento en el misterio de Cristo» (Efe. 3:1-5). Uno no necesita estar especialmente dotado del Espíritu para entender «el misterio de Cristo.» Puede tener el entendimiento de Pablo por medio de leer lo que Pablo escribió.
Juan se clasifica a sí mismo entre aquellos que habían sido traídos a la comunión con Dios por medio de un acceso inmediato a la revelación de Dios de él mismo en Cristo, pero luego escribe, «....lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. Estas cosas os escribimos para que vuestro gozo sea cumplido» (1 Jn 1:1-4). De esta manera los testigos escriben a aquellos que no fueron testigos, compartiendo su información, dando sus testimonios, y de esta manera trayendo a aquellos que no tuvieron acceso inmediato a Cristo en la comunión apostólica que era, en efecto, una comunión con el Padre y el Hijo. Ahora, si podemos tener comunión con Dios a través del mensaje dejado por los apóstoles en el Nuevo Testamento, ¿qué más necesitamos? La comunión con Dios ciertamente me satisface. Me avergonzaría de pedir más aún si he pensado que necesito más.
Finalmente, y en especial para aquellos que piensan que esta visión del asunto de algún modo nos coloca en desventaja comparados con los Cristianos del primer siglo que tenían los dones y señales especiales, la atención está dirigida a Segunda de Pedro, Capítulo Uno. Pedro distingue «el testimonio de su majestad» de aquellos que creyeron y amaron al Señor a pesar de no haber tenido acceso inmediato a él (Véase especialmente el v.16). Observe que el dirigió la carta a «los que habéis alcanzado....una fe igualmente preciosa que la nuestra» (v.1).
Esto completa el primer desarrollo. Algunos en la iglesia primitiva recibieron dones extraordinarios del Espíritu a través de la imposición de las manos de los apóstoles. Creo que otras dos formas en que el Espíritu Santo se comunicó a los primeros Cristianos a través de los apóstoles pueden ser distinguidas. Ambas están ya implicadas en la discusión precedente. En lo que sigue estos otros dos puntos serán separados y se les dará un tratamiento completamente separado.
Número Dos. El Espíritu fue dado a los Cristianos quienes no recibieron en ellos mismos un don milagroso del Espíritu a través de la presencia entre ellos de hombres que tenían tales dones. No todos eran apóstoles o profetas (1 Cor. 12:29). Pero tales dones especiales no estaban encaminados meramente para el beneficio personal del individuo que los recibía. Estaban encaminados para el bien de toda la iglesia. La presencia de hombres milagrosamente dotados en la iglesia era en efecto una comunicación del Espíritu para cada Cristiano en esa iglesia.
El gran énfasis de la discusión de Pablo en -1 Cor. 14 está sobre la necesidad para los hombres dotados de usar sus dones de tal manera que la iglesia como un todo se beneficiara. Efe. 4:11-16 es también para el punto aquí. Cristo dio apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros a la iglesia, y estos estaban destinados como una bendición para toda la iglesia. Estaban destinados para equipar a los santos para la obra del ministerio dirigidos a la edificación del cuerpo de Cristo y finalmente trayendo completa unidad y madurez espiritual a cada miembro individual del cuerpo.
Pero fue un pasaje en Primera de Juan, pienso, el que primero me colocó en el rastro de este análisis. Juan escribió, «Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado» (1 Jn 3:24), y luego inmediatamente siguió esa declaración con una advertencia, «Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo» (1 Jn 4:1). Parece claro que el Espíritu fue dado a estos Cristianos no directamente sino a través de la presencia de los profetas con ellos.
Esta bendición particular del Espíritu, por supuesto, cesaría a medida que la era de los milagros pasara. (Véase bajo Número Uno). El tercero es el don permanente.
Numero Tres. El Espíritu fue también comunicado a los Cristianos por medio de los escritos inspirados de los apóstoles y profetas. Estos hombres hablaron las palabras del Espíritu (1 Cor. 2:13). Escribieron lo que el Espíritu reveló; por medio de leerlos uno gana entendimiento (Efe. 3:3-5). Pablo oró que los Cristianos pudieran «ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu» (Efe. 3:16), pero luego envió la enseñanza inspirada del Espíritu por medio de la cual el Espíritu llevaría a cabo este fortalecimiento.
Una comparación de pasajes paralelos, Efe. 5:19 y Col. 3:16, es útil en este punto. Lea estos versículos juntamente hasta que esté satisfecho de que ellos son en verdad paralelos, y luego observe que donde Pablo tiene «sed llenos del Espíritu» en Efesios 5:18 lo pone «La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros» en Colosenses 3.16. Uno no deberá concluir que la palabra y el Espíritu son idénticas. Mas bien, que la palabra es el instrumento del Espíritu - como Efe. 6:17 lo tiene, «la espada del Espíritu.» El pasaje en Colosenses muestra el medio de la morada del Espíritu, los medios por los cuales el Cristiano es lleno del Espíritu.
Este análisis de la obra del Espíritu Santo y la influencia en los primeros Cristianos hace posible al menos una conclusión extremadamente útil. Algunos grupos de personas no pueden concebir una morada del Espíritu aparte de una clase de guía inmediata y especial estrechamente análoga a esa poseída por los apóstoles y profetas en el primer siglo. Pero como hemos visto, era no sólo en milagros y dones especiales que el Espíritu Santo fue comunicado en el primer siglo. Por tanto, uno no necesita estar milagrosamente dotado (o inspirado) para ser morado por el Espíritu (Rom. 8:9), guiado por el Espíritu (Rom. 8:14), o llenos del Espíritu (Efe. 5:18-19). Si uno entrega su vida a la enseñanza inspirada del Nuevo Testamento llevará cada uno el fruto del Espíritu (Gál. 5:22-23), y de esta manera mostrará a sí mismo que está bajo la influencia del Espíritu. Ninguna guía especial o influencia directa es requerida o por tanto, necesariamente implicada, y sin embargo esta es también la obra del Espíritu. Esto podría apropiadamente ser referido tan ordinario como opuesto a la influencia extraordinaria y milagrosa del Espíritu.
Análisis Adicional:
LA OPERACION DEL ESPIRITU EN DOS CLASES
Parece claro que las operaciones del Espíritu Santo caen dentro de dos categorías definidas:
1. Una es milagrosa y extraordinaria; la otra es moral y ética.
Una lista completa de las obras milagrosas y especiales del Espíritu es dada en -1 Cor. 12:4-11. Pero hay otra categoría—la influencia ética y moral del Espíritu. Es este tipo de influencia la que es discutida en Gál. 5:16-26. Pablo habla de andando por el Espíritu, siendo guiado por el Espíritu, y viviendo por el Espíritu. El fruto del Espíritu es descrito—»amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza.» Como se observó arriba, ninguna influencia especial, milagrosa, es requerida sobre una persona para que él sea el sujeto de esta influencia del Espíritu. Si él dá su vida al mensaje del Espíritu en el Nuevo Testamento llevará cada fruto del Espíritu y de esta manera mostrará a sí mismo que es guiado por el Espíritu.
La palabra «espiritual» es aún usada en el Nuevo Testamento con dos aplicaciones correspondiendo a este análisis. En -1 Cor. 14:37 -«espiritual» se refiere a una persona bajo la influencia extraordinaria y especial del Espíritu—una persona recibiendo revelación especial de Dios. Pero el contexto en el que esta palabra es colocada en Gál. 6:1 es diferente. Ahí la referencia es a la persona bajo la guía ética y moral del Espíritu y llevando el fruto del Espíritu.
2. Cada una de estas operaciones del Espíritu puede existir independientemente la una de la otra.
La presencia de una de estas operaciones del Espíritu en una persona no está necesariamente acompañada por la otra clase de operación. Una persona podrá estar milagrosamente dotada del Espíritu sin estar bajo la guía ética y moral del Espíritu. Ese hecho no sólo subraya las palabras de Pablo en -1 Cor. 13:1-3- en particular, sino que también corre a través de toda su completa discusión de los dones espirituales en Primera de Corintios, Capítulos 12-14.
Es igualmente verdad que una persona podrá escuchar la voz del Espíritu en el Nuevo Testamento y entregar su vida a su dirección ética y moral, llevando cada una de las características del fruto del Espíritu, sin alguna influencia milagrosa especial. ¿Cuál fruto del Espíritu enlistado en Gál. 5:22-23 no será visto en la vida de esa persona que se rinde a la guía Espiritual en el Nuevo Testamento, aunque esté sin los dones milagrosos y especiales?
De esta manera, cada una de estas operaciones del Espíritu es independiente de la otra. Cada una puede existir sin la otra. La presencia de una no necesariamente implica la presencia de la otra.
3. Una es esencial para la salvación; la otra no lo es.
De los dones milagrosos del Espíritu nunca es dicho en el Nuevo Testamento que sean esenciales para la salvación. Entiéndame ahora. La revelación fue, por supuesto, esencial para la salvación de todos nosotros. Pero el Nuevo Testamento nunca dice que una persona debe tener un don milagroso del Espíritu para ser salvo.
Por otro lado, el caso es diferente con la influencia ética y moral del Espíritu. Uno debe llevar el fruto del Espíritu o no podrá «heredar el reino de Dios» (Gál. 5:19-24). Eso coloca la influencia ética y moral del Espíritu en la misma categoría con la fe, el arrepentimiento, y el bautismo (Marc. 16:16; Hechos 2:38), y en una categoría diferente a la de la operación milagrosa del Espíritu.
4. Una es temporal; la otra es permanente. Las operaciones milagrosas del Espíritu sirvieron su propósito en la iglesia primitiva y fueron descontinuadas. La operación ética y moral continuará mientras la palabra de Dios continúe.
Parte Tres
CORNELIO—LA EXCEPCION QUE PRUEBA LA REGLA
La posición tomada en esta serie de estudios podría ser resumido como sigue: La «Experiencia Pentecostal» de Hechos 2 se aplicó únicamente a un grupo especial de personas. Su propósito era el de calificar a los apóstoles para su obra especial. Otros además de los apóstoles recibieron el Espíritu Santo. Pero estos otros recibieron el Espíritu a través de los apóstoles antes que por el bautismo directo del Espíritu Santo.
Sé de sólo una excepción a esta regla. El caso de Cornelio es una excepción. Su recepción del Espíritu es descrita en Hechos 10:44-46. Cortamente después del hecho, Pedro testificó, «...cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio» (Hech. 11:15). Por tanto, este caso es una excepción. Cornelio y su casa recibieron el Espíritu Santo directamente de Dios exactamente como le pasó a los apóstoles en Hechos 2. Ellos no recibieron el Espíritu a través de la imposición de las manos de un apóstol. Ni fue dado el Espíritu a ellos sólo a través de su operación en una persona milagrosamente dotada que estaba presente con ellos. Ni fue su recepción del Espíritu simplemente a través del medio de los escritos inspirados. Recibieron el Espíritu Santo directamente de Dios. No me opongo a aquellos que llaman a esto un bautismo del Espíritu Santo. Véase especialmente Hechos 11:15-17.
Lo que argumentaré es que la manera completa en que el caso de Cornelio es presentado en el registro de Lucas, muestra que este es un caso excepcional y por tanto no es la regla. Por ser tratado como una excepción, es mostrado ser algo mas que la regla. La regla es algo más. De esta manera, esta excepción por ser claramente tratada como una excepción únicamente ayuda a identificar y establecer la regla más firmemente.
La discusión de Cornelio debe comenzar con una lección de historia. El derramamiento especial del Espíritu Santo sobre la casa de Cornelio no puede ser entendido sin una estrecha atención del significado de la conversión de Cornelio en la historia del Cristianismo como un todo. Este evento fue absolutamente sin paralelos, marcando la caída de una nueva era en la historia de la iglesia y el avance del evangelio en el mundo.
Cornelio era Gentil. Fue el primer Gentil en recibir el evangelio y en ser traído dentro de la comunión de la iglesia. Antes de Cornelio las bendiciones del evangelio eran disfrutadas únicamente por los Judíos. Pero ahora había llegado el momento de que el evangelio fuera llevado a los Gentiles. El Señor había llamado a Saulo de Tarso, su «vaso escogido» para la evangelización del mundo Gentil (Hech. 9:1-19). La persecución había conducido a los Cristianos fuera de Jerusalén y esparció a algunos de ellos aún tan lejos como Fenicia, Chipre, y Siria (Hech. 8:1-5; 11:19-20). Algunos de estos ya estaban listos para predicar a los Griegos también como a los Judíos cuando el tiempo era apropiado en el calendario divino. Una iglesia Gentil fuerte fue establecida en Antioquía de Siria de la cual Saulo (Pablo) de Tarso sería enviado pronto a predicar a los Gentiles por todo el mundo Romano.
Pero antes de que esto pudiera ser hecho un asunto de significancia sobresaliente tenía que ser resuelto. Dios había declarado su disposición para recibir a los Gentiles en términos que no pudieran ser mal entendidos. El prejuicio Judío sobre este punto es revelado en las consecuencias de la predicación de Pedro a Cornelio. Cuando Pedro vino a Jerusalén fue confrontado por los Judíos listos a tachar y contradecir su conducta en la casa de Cornelio. «¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos, y has comido con ellos?» (Hechos 11:3).
Eso muestra el problema. La mente Judía no estaba preparada para la recepción de los Gentiles. Dios tenía que hacer que los Judíos vieran que los Gentiles eran aceptos a El. Eso explica el extraordinario evento conectado con la conversión de Cornelio. Dios hizo de la aceptación de una familia Gentil, la primera recibida, la ocasión para la manifestación de su voluntad para recibir a los Gentiles en general.
El derramamiento del Espíritu no fue el primer milagro en el caso. Un ángel le había aparecido a Cornelio, instruyéndole para que enviara por Pedro. Pedro había visto una visión revelándole que ninguno debe ser considerado común o inmundo. Mientras Pedro consideraba la visión los mensajeros de Cornelio había arribado y el Espíritu le había revelado que fuera con estos hombres. Cuando Pedro empezó su sermón en la casa de Cornelio fue convencido de que «Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» (Hech. 10:34-35).
Mientras Pedro hablaba, el Espíritu Santo vino sobre los Gentiles. Los testigos Judíos se sorprendieron de que «también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo» (Hech. 10:44-45). Observe: No es «sobre un hombre» o «un soldado» o «ciertos residentes de Cesarea,» sino «sobre los gentiles.» Esto muestra la importancia de este acontecimiento. Dios estaba mostrando algo con respecto a los Gentiles.
Y la forma de Dios fue efectiva. Cuando Pedro hizo la pregunta, «¿Puede acaso alguno impedir el agua, para que no sean bautizados estos que han recibido el Espíritu Santo también como nosotros?» (Hech. 10:47), nadie pudo. Dios había removido cualquier objeción que alguien pudiera haber tenido para la recepción de los Gentiles.
Cuando Pedro fue llamado a rendir cuentas en Jerusalén simplemente explicó a los Judíos lo que había pasado en Cesarea. «Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo también, como sobre nosotros al principio» (Hech. 11:15). Es remarcable que Pedro tuvo que ir todo el camino de regreso hasta el principio para encontrar algo comparable a esta manifestación del Espíritu. Este no fue un evento usual o un acontecimiento ordinario en la vida de la iglesia. Esto fue excepcional, y tuvo un propósito que se aplicó únicamente a esa ocasión. Esta no fue una bendición para los Cristianos en general.
Pedro razonó como sigue: «Si Dios, pues, les concedió también el mismo don que a nosotros que hemos creído en el Señor Jesucristo, ¿quién era yo que pudiese estorbar a Dios?» (Hech. 11:17). El propósito de esta manifestación del Espíritu se vuelve más clara. Dios estaba declarando su voluntad en cuanto a la aceptabilidad de los Gentiles. Rehusarle a los Gentiles el bautismo después de tal manifestación sería abierta rebelión contra Dios.
La narración de Pedro satisfizo a los Judíos y toda objeción fue silenciada. «Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios diciendo: ¡De manera que también a los Gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!» Hech. 11:18). El propósito de Dios en este don especial del Espíritu podrá difícilmente ser equivocado. Dios estaba mostrando que había concedido arrepentimiento para vida a los Gentiles. Y tuvo éxito en su propósito. Los Judíos vieron el punto.
Lo que sucedió en la casa de Cornelio nunca será necesario que se repita. Cuando «la cuestión Gentil» fue agitada nuevamente por los Judaizantes Dios no consideró necesario repetir el milagro. Fue únicamente necesario para Pedro hacer una apelación al caso de Cornelio y decir lo que sucedió la primera vez que el evangelio fue predicado a los Gentiles. En ese caso Dios había declarado su voluntad de una vez por todas. Su acto en el caso determinó el asunto para siempre. Los Judaizantes estaban tentando a Dios, presionando su paciencia hasta el límite, por medio de demandar más prueba. Véase Hechos 15:7-11.
La inescapable conclusión es que lo que sucedió en la casa de Cornelio tuvo un propósito peculiar para esa ocasión que no fue algo de aplicación general que pudiera ser esperado que se repita de vez en cuando. El don que Dios dio a Cornelio no es algo que Dios da a los Cristianos en general. Fue un don extraordinario designado para servir a un propósito peculiar para ese caso.
Resumen Final
El caso de Cornelio, entonces, es la excepción que prueba la regla. Esta directa otorgación del Espíritu Santo es representada en la Escritura como especial antes que ordinaria y como excepcional antes que general. La excepción únicamente establece la tesis argumentada en estos artículos más sólidamente. La regla no es la directa otorgación del Espíritu Santo tal como ocurrió en el caso de Cornelio. Esa es una excepción a la regla. Por tanto, la regla es algo más. La regla envuelve una otorgación mediata antes que inmediata del Espíritu.
Los apóstoles fueron bautizados en el Espíritu Santo para un propósito especial que se aplicó exclusivamente a ellos. El bautismo del Espíritu Santo los calificó para su oficio especial. El Espíritu Santo fue otorgado a los demás a través de los apóstoles antes que por un bautismo directo del Espíritu Santo. Algunos recibieron dones milagrosos a través de la imposición de las manos de los apóstoles. El Espíritu fue una bendición para otros a través de la presencia de hombres dotados milagrosamente en las iglesias. El Espíritu fue también comunicado a través de los escritos inspirados de los apóstoles y profetas.
La casa de Cornelio es una excepción a esta regla de que aquellos no apóstoles recibieron el Espíritu únicamente a través de los apóstoles. Pero el registro de esto muestra que esta es una excepción, y por tanto, simplemente aumenta la evidencia en apoyo de la regla.
Deberá ser observado al cierre que la salvación de los Gentiles estuvo sobre las mismas condiciones como la salvación de los Judíos. La manifestación especial del Espíritu Santo no era para el propósito de salvar a Cornelio. Acorde al ángel que dirigió a Cornelio a enviar por Pedro, Cornelio sería salvo por medio de las palabras habladas a través de Pedro (Hech. 11:14). En su sermón Pedro prometió el perdón de los pecados para el creyente (Hech. 10:43). Las consecuencias del derramamiento del Espíritu muestra que es el creyente bautizado quien recibe el perdón. «Y mandó bautizarles en el nombre del Señor Jesús» (Hech. 2:48). El propósito de este bautismo en el nombre del Señor Jesucristo no está declarado aquí, pero está declarado en Hechos 2:38 donde Pedro dijo a los Judíos «...bautícese cada uno vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados.»
Por tanto, el plan de Dios para los Gentiles es el mismo como su plan para los Judíos. El no tiene un evangelio para los Judíos y otro para los Gentiles. Todos debemos ser salvos de la misma manera, o no en absoluto.