15 EL Bautismo Del E.S
EL BAUTISMO DEL ESPIRITU SANTO
Muchas personas honestas y sinceras están confundidas acerca del bautismo del Espíritu Santo; tan confundidas que cuando la Biblia habla del Espíritu Santo piensan sólo en el bautismo del Espíritu Santo; o, cuando la Biblia habla de bautismo algunos piensan del bautismo del Espíritu Santo. ¿Qué es el bautismo del Espíritu Santo? Unas pocas preguntas importantes nos permitirán un mejor entendimiento de este tema.
1. ¿Quién fue el administrador del bautismo del Espíritu Santo?
2. ¿Para quienes fue la promesa del bautismo del Espíritu Santo?
3. ¿Quiénes fueron bautizados con el Espíritu Santo?
4. ¿Por qué fueron bautizados con el Espíritu Santo?
5. ¿Podemos esperar el bautismo del Espíritu Santo hoy día?
CRISTO, EL ADMINISTRADOR DEL BAUTISMO DEL ESPIRITU SANTO
El bautismo del Espíritu Santo nunca fue dado como un mandamiento para ser administrado por el hombre, ni para ser obedecido por el hombre. El bautismo del Espíritu Santo fue una promesa para ser recibida por ciertos hombres escogidos para cierto propósito. En el principio, el Espíritu Santo fue un agente del Padre y el Hijo, dependiendo de ellos para el derecho de la acción.
Con respecto a la medida bautismal del Espíritu Santo, la Biblia muy enfáticamente declara que Cristo, el Hijo, fue el administrador. Juan el bautista, dijo: «Yo a la verdad os bautizó en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego» (Mat. 3:11).
Juan el bautista podía y bautizo en agua; pero Cristo, y solamente Cristo, podía bautizar con el Espíritu Santo. Fue Cristo, el Hijo, en su mensaje de despedida a sus apóstoles, quien les mandó que esperaran el poder del Espíritu Santo: «Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8). Lucas revela que Cristo mandó a los apóstoles que se quedarán en la ciudad hasta que fueran investidos de poder desde lo alto (Lucas 24:49).
De la profecía de Juan observamos su predicción específica en cuanto a la identidad del administrador del bautismo del Espíritu Santo; siendo Cristo. Juan habló de una audiencia mixta, incluyendo a los discípulos y a los pecadores, el trigo y la cizaña; por tanto, él no sólo habló del bautismo del Espíritu Santo sino que habló del bautismo de fuego. Una cosa fundamental debe ser entendida, sin embargo. Juan no quiso decir que incluía a todos los discípulos, con referencia a siendo bautizados con el Espíritu Santo; ni quiso decir que todos los de la multitud, que lo escucharon, recibirían el bautismo de fuego. Simplemente hizo una declaración profética, con respecto a estos asuntos, a la multitud que lo escuchaba.
¿QUIENES? ¡LOS APOSTOLES!
La pregunta lógica ahora es, ¿quiénes fueron bautizados con el Espíritu Santo? No puede haber duda acerca de la identidad de aquellos a quienes se les prometió el bautismo del Espíritu Santo. Esta promesa fue hecha a los apóstoles. La misma naturaleza del bautismo del Espíritu Santo daría evidencia de este hecho.
Los apóstoles eran embajadores escogidos de Cristo, para ser guiados por el Espíritu Santo, revelándoles toda la verdad (2 Cor. 5:18-20; Juan 16:13). Para revelarles la verdad, y nada más que la verdad, hubo la necesidad de una completa posesión de su habla y escritos, siendo completamente dotados por el Espíritu Santo, o bautizados con el Espíritu Santo, habiéndolos ordenado para esta gran comisión. «No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegía vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé» (Juan 15:16).
PROMESA LIMITADA
Jesús mismo no prometió el bautismo del Espíritu Santo a todo el mundo; ni lo prometió a todos Sus discípulos, sino sólo a sus apóstoles. Al dar Su comisión a ellos, dijo, «He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto» (Lucas 24:49).
Poco antes de Cristo ascender al Padre, se refirió a la misma profecía de Juan y la aplicó a los apóstoles. Escúchelo: «Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días» (Hechos 1:4-5). El «vosotros» que recibieron esta promesa, eran los apóstoles.
Para ser más específicos, en cuanto a la identidad de aquellos que recibirían el bautismo del Espíritu Santo, solamente necesitamos leer Hechos 1:2 donde la identidad es ciertamente limitada a los apóstoles: «...después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido.» Nótese: «dio mandamientos...a los apóstoles".
DENTRO DE NO MUCHOS DIAS
Otro hecho, indicando que todos los discípulos para todo el tiempo por venir no recibirían el bautismo del Espíritu Santo, fue el establecimiento del tiempo cuando el bautismo del Espíritu Santo sería recibido. «Dentro de no muchos días,» dijo Jesús. «Dentro de no muchos días» ciertamente no significa dentro de 1900 años. Los días del cumplimiento están plenamente declarados en la Biblia. Solamente necesitamos leer la parte restante del primer capítulo y el segundo capítulo de Hechos para enterarnos de que «dentro de no muchos días» fue el primer Pentecostés después de la resurrección del Señor de entre los muertos.
NO A LOS 120 DISCIPULOS
Es creído por muchos líderes religiosos que el bautismo del Espíritu Santo vino sobre los ciento veinte discípulos reunidos en Jerusalén, pero un análisis cuidadoso y honesto de las Escrituras refutará esta falsa conclusión.
En primer lugar, la promesa de la medida bautismal del Espíritu Santo nunca fue hecha a cualquiera, excepto a los apóstoles. Es verdad que Juan el Bautista no especificó del todo quiénes recibirían el bautismo del Espíritu Santo. Dijo que algunos, a quienes él bautizó en agua, serían bautizados con el Espíritu Santo, pero hizo conocido que él no podía administrar el bautismo del Espíritu Santo. Sólo Cristo podía bautizar con el Espíritu Santo (Mateo 3:11). Esta promesa fue sólo para los apóstoles. Ellos recibieron la medida bautismal del Espíritu Santo.
Antes de Cristo dejar la tierra, le dijo a los apóstoles que les enviará el Espíritu Santo que les recordaría las cosas que les había enseñado y los guiaría a toda la verdad (Juan 14:26; 16:7-15). Para conocer la identidad de aquellos que recibieron el bautismo del Espíritu Santo, sólo necesitamos leer la narración de su administración. El registro es encontrado en Hechos, comenzando con el versículo 1, del capítulo 1:
«En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido: a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios: y estando juntos, (él con los apóstoles), les mandó (a los apóstoles) que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros (¿quiénes? preguntamos. Los apóstoles, incuestionablemente) seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. Entonces los que se habían reunido (¿quiénes? Los apóstoles) le preguntaron diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? Y les dijo: No os toca a vosotros saber los tiempos y las sazones, que el Padre puso en su sola potestad; pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros (¿Quiénes son «vosotros»? Los apóstoles por supuesto) el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:1-8). Después de esta promesa específica del Espíritu Santo a los apóstoles, Cristo ascendió al Padre en el cielo.
Como absoluta evidencia de que el Señor cumplió esta promesa del Espíritu Santo a los apóstoles, leamos la narración de la administración del bautismo del Espíritu Santo. Comenzando con el último versículo de Hechos, capítulo 1, y continuando hasta Hechos 2:4, leemos:
«Y les echaron suertes, y la suerte cayó sobre Matías; y fue contado con los once apóstoles. Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos (podemos pausar y enfatizar la pregunta, ¿quiénes eran «todos»? ¿Quién es el antecedente de «todos» en este versículo Hay sino una respuesta - ¡los apóstoles!). Estaban todos (los apóstoles) unánimes juntos. Y de repente vino del cielo como un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos (nuevamente paramos y preguntamos, ¿quiénes eran «ellos» y «todos»? El antecedente de «todos» y «ellos» sólo pueden ser los apóstoles) llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 1:26; 2:1-4). ¡Ciertamente, la identidad de los apóstoles en este texto no puede estar equivocada!
No puede haber duda acerca de esto, los apóstoles fueron los únicos que recibieron el bautismo del Espíritu Santo en este día, el primer Pentecostés después de la resurrección del Señor de entre los muertos. Esperaron en Jerusalén, como se les mandó, hasta que Jesús cumplió su promesa de bautizarlos con el Espíritu Santo.
LA MULTITUD, LOS 120 NO ESTABAN PRESENTES
La multitud, incluyendo los 120 discípulos, ni aún estuvieron presentes cuando el bautismo del Espíritu Santo vino sobre los apóstoles. En el versículo 6, de Hechos 2:6; es revelado: «Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua.» Como evidencia de que la multitud incluyó a los 120 discípulos, sólo necesitamos leer Hechos 1:15. La Reina Valera ciertamente declara, «y los reunidos eran como ciento veinte en número.» De la multitud fue dicho, «y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido?»
¿No sabe usted que tales preguntas en cuanto a aquellos de Hechos 1:15 no haya sido hecha de los 120? ¿Eran todos los 120 Galileos? ¿Por qué estaba la multitud sorprendida? Obviamente, porque estaban escuchando a doce hombres, que fueron bautizados con el Espíritu Santo, hablar la palabra de Dios que fue escuchada y entendida al menos en quince idiomas de diferentes naciones. La multitud se «juntó» y estaba sorprendida mientras los escuchaban.
Llevando a cabo este propósito divino, bajo la guía del Espíritu Santo, el registro revela: «Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once (podría parar y preguntar, ¿se puso en pie con quién? ¿Dice la Biblia, «Entonces Pedro, poniéndose en pie con los 120»? ¡Absolutamente no! Los 120 no recibieron el bautismo del Espíritu Santo con los apóstoles porque no era el propósito de Dios que ellos recibieran el bautismo del Espíritu Santo. La palabra de Dios dice: «Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once,» alzó la voz y les habló...» (Hechos 2:14). Pedro se puso en pie con los otros apóstoles que recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Los 120 discípulos no recibieron el bautismo del Espíritu Santo.
CUMPLIMIENTO DE LA PROFECIA
Habiendo sido acusados de estar ebrios, porque la multitud no entendió el propósito del bautismo del Espíritu Santo, el apóstol contestó las críticas por medio de citar la profecía de Joel para confirmar ese hecho de que ellos fueron dotados con el Espíritu Santo.
«Y en los postreros, dice Dios, derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; vuestros jóvenes verán visiones, y vuestros ancianos soñarán sueños; y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días derramaré de mi Espíritu, y profetizarán. Y daré prodigios arriba en el cielo, y señales abajo en la tierra, sangre y fuego y vapor de humo; el sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día del Señor, Grande y manifiesto; y todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo» (Hechos 2:17-21).
El apóstol dijo: «Mas esto es lo dicho por el profeta Joel.» Claramente dijo, «Porque éstos no están ebrios...Mas esto es lo dicho por el profeta Joel.» Algunos hombres declaran que el mismo bautismo del Espíritu Santo está siendo administrado sobre los hombres y mujeres hoy día. Ellos han malentendido la profecía de Joel y no obtienen el completo significado de la aplicación de Pedro de la profecía.
OBJECION A: «TODA CARNE»
Pero una objeción es presentada, declarando, «¿No dijo Joel, ‘Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,’ queriendo decir todos los hombres y mujeres de la tierra?» El profeta dijo, «Derramaré de mi espíritu sobre toda carne.» ¿Cuál es el significado de «toda carne»?
En primer lugar, «toda carne» no podrá literalmente significar toda carne. Pablo, por el Espíritu Santo, dice, «No toda carne es la misma carne, sino que una carne es la de los hombres, otra carne la de las bestias, otra la de los peces, y otra la de las aves» (1 Cor. 15:39). Ciertamente, estaremos de acuerdo en que el bautismo del Espíritu Santo no fue prometido a los animales. Pero, alguien sugiere, «toda carne» significa toda «carne humana.» Esto no está mejor, porque «toda carne humana» incluiría a los borrachos, los fornicarios, los reprobados y todos los pecadores. Ciertamente, ningún estudiante de la Biblia defenderá la teoría de que todos los seres humanos van a recibir el bautismo del Espíritu Santo. Entonces la declaración, «toda carne,» debe tener una aplicación definida, su significado siendo ese de todas las razas, tanto Judíos como Gentiles.
Cuando Joel hizo la profecía, los judíos y los Gentiles eran pueblos separados. Los Gentiles estaban separados del pacto de la promesa. Pablo escribió, «Por tanto, acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne, erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Efe. 2:11-12).
Aun la Antigua Ley, que iba a ser abolida, era una barrera entre el Judío y el Gentil: «Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas nuevas de paz a vosotros que estabais lejos, y a los que estaban cerca; porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (Efe. 2:14-18). También lea Col. 2:13-15.
NO TODOS LOS JUDIOS Y GENTILES
No debemos concluir, sin embargo, que «toda carne» significa todos los Judíos y Gentiles. Como ya se señaló, eso incluiría a todos los pecadores. No puede haber sino una respuesta; que es, la promesa fue dada a los representantes de ambos, de los Judíos y los Gentiles.
La promesa del bautismo del Espíritu Santo fue limitada por Cristo, el administrador; limitada por «toda carne,» a los representantes de ambos, de los Judíos y los Gentiles.
La medida bautismal del Espíritu Santo fue administrada a los Judíos, como hemos discutido desde el segundo capítulo de Hechos, en el día de Pentecostés, mientras los especiales dones milagrosos del Espíritu Santo fueron administrados a los Gentiles en la casa de Cornelio (Hechos 10:44-47). «Toda carne,» por tanto, ha recibido la administración milagrosa del Espíritu Santo.
UN BAUTISMO — EL BAUTISMO EN AGUA
El Espíritu Santo, habiendo enviado a este mundo el evangelio de Cristo, que fue confirmado por las obras poderosas del Espíritu, permanecerá perpetuamente en ese mismo evangelio, que fue proclamado en Pentecostés y en la casa de Cornelio, para salvar al mundo.
Hoy día, hay sólo un bautismo. Escuche al Espíritu, a través del apóstol: «Un Señor, una fe, un bautismo» (Efe. 4:5). El lenguaje no puede ser más claro. ¡Un bautismo! El mismo Espíritu, en el mismo libro, capítulo y versículo, que dijo que hay un Señor, declaró que hay ¡un bautismo! Ese un bautismo es el bautismo en agua. Jesús dijo, «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mat. 28:19). Acorde a Marcos, dijo, «Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado» (Marcos 16:15-16). Pedro mandó, «Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo» (Hch. 2:38).
A Saulo se le mandó, «Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre» (Hch. 22:16). Más tarde, Pablo escribió, por el Espíritu, «¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva» (Rom. 6:3-4).
Pedro, por el Espíritu, escribió, «...en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua. El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva...» (1 Ped. 3:20-21).
Jesús declaro, «De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios» (Juan 3:5).
Felipe le predicó el evangelio al hombre de Etiopía - «Y yendo por el camino, llegaron a cierta agua, y dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y mandó parar el carro; y descendieron ambos al agua, Felipe y el eunuco, y le bautizó. Cuando subieron del agua, el Espíritu del Señor arrebató a Felipe; y el eunuco no le vio más, y siguió gozoso su camino» (Hch. 8:36-39).
«Un bautismo;» ¡EL BAUTISMO EN AGUA! Ciertamente, no puede haber duda de este. Hay «un bautismo» hoy día (Efe. 4:5).
El bautismo del Espíritu Santo es uno, el bautismo en agua es uno, y el bautismo de fuego es uno. Uno, más uno, más uno, igual tres. El bautismo del Espíritu Santo está en el pasado, habiendo cumplido Cristo su promesa a los apóstoles. El bautismo del Espíritu Santo es sin embargo futuro, el bautismo de fuego en el infierno para los incrédulos (Mat. 3:11-12). Tres menos dos igual a uno, por tanto, «un bautismo,» el bautismo en agua.
No puede haber negación del hecho de que el apóstol inspirado declaró que hay «un bautismo» (Efe. 4:5). Para hoy, ahora, y hasta que Cristo venga, desde el día de Pentecostés, incluyendo el día en que Pablo escribió estas palabras a la iglesia en Efeso, hay «un bautismo» — el bautismo en agua, «para perdón de los pecados,» para «lavar tus pecados,» que pone a un creyente «en Cristo» (Gál. 3:26-27; Rom. 6:3-4).
EL BAUTISMO DE FUEGO
El bautismo de fuego fue prometido en Mateo 3:11-12, con Cristo como el administrador, con el infierno de fuego el elemento y futuro castigo como su propósito. El versículo 12 de este texto no nos deja duda de que el bautismo de fuego ocurrirá cuando los justos sean separados de los injustos. En Palestina los Judíos a menudo usan un abanico en la separación de la paja del trigo. Pero cuando Cristo vuelva de nuevo «limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.»
Hemos escuchado a personas honestas orar por el bautismo de fuego, ¡pero usted no querrá el bautismo de fuego! Este es no obstante futuro y será el castigo del impío en el infierno. Cuando el Señor vuelva enteramente limpiará por medio de separar el trigo de la paja y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
El bautismo de fuego será administrado por el Señor cuando vuelva. El malvado, el impío, y el desobediente será desterrado de la presencia del Señor, bautizado en fuego, para ser castigado por toda la eternidad.
Jesús mismo declaró: «Así será el fin del siglo: saldrán los ángeles, y apartarán a los malos de entre los justos, y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes» (Mat. 13:49-50).
LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO
El reino de Cristo fue inaugurado con distintivos dones del Espíritu Santo en una medida bautismal, que dotó a los apóstoles, por completo, del dominio divino, a través de la revelación, para proclamar el evangelio de Cristo, ofreciendo el perdón de los pecados en el nombre de Cristo. El comienzo del reino de un milagro grande y notable con manifestaciones físicas, señales y lenguas, capacitando a los apóstoles para atraer la atención de las multitudes y hablar, por inspiración del Espíritu Santo, la palabra de Dios de salvación sin error. Este poder, la medida bautismal del Espíritu Santo, con dones milagrosos, vino directamente del cielo sin ayuda humana como cumplimiento de la promesa de Cristo a Sus apóstoles.
LOS DONES MILAGROSOS — LA IGLESIA EN CORINTO
La iglesia en Corinto se caracterizó por la diversidad de dones apostólicos. Estos dones son referidos en los capítulos doce, trece y catorce de 1 de Corintios. Pablo reveló el carácter de estos dones en .1 Cor. 12:1-11.
Del estudio de la disertación de Pablo sobre los dones espirituales aprendemos mucho acerca de la naturaleza, distribución y objeto de los dones milagrosos en la temprana iglesia. Parece que los dones eran tan numerosos en la iglesia en Corinto que fue necesario para el apóstol inspirado regular el uso de ellos (1 Cor. capítulos 12 y 14).
Los objetivos de los dones espirituales están obviamente declarados. Las diferentes clases de dones, la distribución y valor de ellos están incuestionablemente declarados. La duración de los dones espirituales no es dejada sin atención.
Será observado que todos los dones no fueron dados a todos los creyentes (versículos 18-20). Todos los creyentes no recibieron los mismos dones. Algunos de los dones, evidentemente, fueron más importantes que otros. Incluido en el catálogo de los dones estaba el don de «sanidad,» el don de «milagros,» el don de «lenguas,» y el don de «ciencia.» Todos estos dones fueron importantes en su tiempo, pero el apóstol concluye en el versículo 31, que hay «...un camino aun más excelente.»
LOS DONES DEL ESPIRITU POR LA IMPOSICION
DE MANOS DE LOS APOSTOLES
Los dones del Espíritu Santo, por la imposición de mano de los apóstoles, eran indirectos, dones milagrosos peculiares a la era apostólica. El bautismo del Espíritu Santo fue inmediato y directo de Dios, presente directamente sobre el espíritu del hombre, resultando en la mente humana estando completamente sujeta a los dictámenes de la Mente Divina en la revelación de toda la verdad.
En adición a los dones milagrosos del Espíritu, como resultado del bautismo del Espíritu Santo sobre los apóstoles, que fueron ejecutados únicamente por los apóstoles, hubo dones milagrosos del Espíritu Santo conferidos a otros Cristianos a través de la imposición de las manos de los apóstoles. Sólo los apóstoles poseyeron el raro don de transferir dones milagros a los demás, pero no podían conferir el poder de pasar estos dones de la primera persona a segundas personas. Estos dones especiales no fueron impuestos más allá del primer recipiente.
Nadie pudo impartir dones milagrosos del Espíritu a otros, excepto los apóstoles. Como evidencia de este hecho consideremos primero el ministerio de Esteban y Felipe.
De ellos se dijo: «...agradó la propuesta a toda la multitud; y eligieron a Esteban, varón lleno de fe y del Espíritu Santo, a Felipe, a Prócoro, a Nicanor, a Timón, a Parmenas, y a Nicolás prosélito de Antioquía; a los cuales presentaron ante los apóstoles, quienes, orando, les impusieron las manos» (Hechos 6:2-6).
TENIAN EL ESPIRITU SANTO ANTES DE LA
IMPOSICION DE LAS MANOS
No tenemos referencia adicional de las obras de todos estos hombres, pero sabemos algo acerca de las obras de Esteban y Felipe. Debiera ser observado que estos hombres tenían el Espíritu Santo antes de la imposición de las manos de los apóstoles. Uno de sus requisitos era el de ser «llenos de fe y del Espíritu Santo.» Estos hombres habían obedecido el evangelio y de esta manera habían recibido el Espíritu Santo. En Hechos 5:32 es afirmado que Dios da el Espíritu Santo a aquellos que le obedecen: «Y nosotros somos testigos suyos de estas cosas, y también el Espíritu Santo, el cual ha dado Dios a los que le obedecen.» El Espíritu Santo mora en todos los hijos de Dios (1 Cor. 3:16). Pero todos los hijos de Dios no tienen dones milagrosos del Espíritu.
Para que uno, que no fuera de los apóstoles, ejecute los dones milagrosos del Espíritu, fue necesario que los apóstoles le impusieran las manos. Los apóstoles le impusieron las manos a Esteban y a Felipe, junto con los otro cinco escogidos. De Esteban se dijo, «Y Esteban, lleno de gracia y de poder, hacía grandes prodigios y señales entre el pueblo» (Hechos 6:8). Elocuentemente predicó la palabra e hizo grandes obras para el Señor. «Pero no podían resistir la sabiduría y al Espíritu con que hablaba» (Hechos 6:10), por tanto, le apedrearon hasta morir.
Felipe, sobre quien los apóstoles habían impuesto las manos, se convirtió en el primer evangelista y gran predicador quien obraba por el Señor. «...descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. Y la gente unánime, escuchaba atentamente las cosas que decía Felipe, oyendo y viendo las señales que hacía. Porque de muchos que tenían espíritus inmundos, salían éstos dando grandes voces; y muchos paralíticos y cojos eran sanados; así que había gran gozo en aquella ciudad» (Hechos 8:5-8).
FELIPE NO PODIA TRANSFERIR EL PODER
Las manos apostólicas habían sido impuestas sobre Felipe, lo cual lo capacitó para hacer las «señales y grandes milagros,» pero no podía transferir ese poder a otra persona. Sólo los apóstoles tenían ese poder particular. Una persona, sobre quien los apóstoles habían impuesto las manos y conferido los dones milagrosos del Espíritu, podían ejecutar las obras poderosas del Espíritu, pero esa persona no podía en turno imponer sus manos sobre otra persona y conferirle los dones milagrosos del Espíritu. Únicamente los apóstoles podían impartir los dones espirituales.
LA IMPOSICION DE LAS MANOS DE LOS APOSTOLES
Cuando Pedro y Juan, apóstoles de Cristo en Jerusalén, que recibieron el bautismo del Espíritu Santo, oyeron que los Samaritanos habían recibido la palabra del Señor fueron a Samaria y confirieron a los creyentes bautizados los dones milagros del Espíritu, a través de la imposición de las manos. Este es el registro divino:
«Cuando los apóstoles que estaban en Jerusalén oyeron que Samaria había recibido la palabra de Dios, enviaron allá a Pedro y a Juan; los cuales, habiendo venido, oraron para que ellos recibiesen el Espíritu Santo; porque aún no había descendido sobre ninguno de ellos, sino que solamente habían sido bautizados en el nombre de Jesús. Entonces les imponían las manos, y recibían el Espíritu Santo» (Hechos 8:14-17).
Simón evidentemente reconoció que fue a través de la imposición de las manos de los apóstoles que los poderes milagrosos fueron impuestos sobre los Samaritanos (Hechos 8:18). El «vio que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo» y les ofreció dinero a los apóstoles para comprar ese poder. Pedro le informó que este «don de Dios» no podía ser comprado. Además, declaró, «...no tienes tú parte ni suerte en este asunto» (versículos Hechos 8:20-21). De este texto somos forzados a la conclusión de que el «don de Dios» obviamente, los dones milagrosos del Espíritu Santo, fueron recibidos únicamente por los primeros Cristianos a través de la imposición de las manos de los apóstoles.
Otro ejemplo de imposición de las manos de los apóstoles es encontrado en Hechos 19:1-6. En Efeso «...habiéndoles impuesto Pablo las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo; y hablaban en lenguas, y profetizaban.» Los Efesios hablaron en lenguas y profetizaron sólo después de que hubieron recibido el Espíritu Santo a través de la imposición de las manos del apóstol Pablo. No puede haber duda acerca de la necesidad de la imposición de las manos de los apóstoles antes de que los cristianos de los tiempos del Nuevo Testamento pudieran hablar en lenguas, profetizar, y hacer obras milagrosas. Es, por tanto, falso presumir que los hombres hoy día puedan hablar en lenguas, profetizar, y obrar milagros en vista de que no hay apóstoles sobre la tierra con el poder para conferir tales dones milagrosos a través de la imposición de las manos. Cuando el último apóstol murió, por tanto, la imposición de las manos, ¡impartiendo las obras milagrosas del Espíritu, cesaron!
EL DON DEL ESPIRITU SANTO Y CORNELIO
Varios años después de que los apóstoles habían recibido el bautismo del Espíritu Santo en Pentecostés (Hechos 2), Cornelio, un Gentil, recibió un «don milagroso del Espíritu Santo.» El registro divino es encontrado en Hechos, capítulo 10 y 11. A Cornelio, un varón bueno y devoto, pero no Cristiano, se le dijo que enviara hombres a Jope por Pedro, apóstol y Judío, quien le hablaría «...palabras por las cuales serás salvo tú, y toda tu casa» (Hechos 11:14).
En el proceso del tiempo, Dios obró un milagro ante los ojos de Pedro, convenciéndole de que no debería llamar a ningún hombre «común o inmundo,» preparándolo, a un Judío, para predicar el evangelio a un Gentil. Pedro sabía que los Gentiles eran mirados con desaire por los Judíos, y, sin duda, comprendiendo que tendría que dar una narración de sus acciones, llevó consigo a seis hermanos Judíos. Este hecho, en sí mismo, es importante para un entendimiento de la razón para la especial administración del don del Espíritu Santo sobre Cornelio.
Pedro, el apóstol, proclamó el evangelio de Cristo a Cornelio, habiendo introducido su sermón por medio de declarar, «En verdad comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia» (Hechos 10:34-35). ¡Que glorioso pensamiento! El evangelio es para todos. ¡El es Señor de todos! Los Gentiles están ahora para convertirse en cristianos, comenzando con Cornelio.
EL PROPOSITO
En Pentecostés el propósito de la administración milagrosa del bautismo del Espíritu Santo fue la de guiar a los apóstoles en la revelación del evangelio. En la casa de Cornelio, la medida milagrosa del Espíritu Santo fue evidente en dos formas. Primero, el Espíritu Santo dirigió a Pedro, sin prejuicio, a predicar el evangelio a las personas de otra nación, para «hacer conocido entre los Gentiles las inescrutables riquezas de Cristo,» para probarle a los Judíos que los Gentiles eran parte de «toda criatura,» una parte de «toda carne,» quienes debían obedecer el evangelio de Cristo y ser salvos. Segundo, el milagroso «don del Espíritu Santo» fue derramado sobre Cornelio, un Gentil, para convencer a los Judíos que la salvación en Cristo era también concedida a los Gentiles (Hechos 1O:44-48).
Cuando Pedro relató estos hechos a sus hermanos Judíos, fueron aceptados como dados por Dios y todo crítica fue silenciada: «Entonces, oídas estas cosas, callaron, y glorificaron a Dios, diciendo: ¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!» (Hechos 11:18).
NINGUN BAUTISMO DEL ESPIRITU SANTO PARA CORNELIO
Pedro reportó que recordaba el derramamiento milagroso del Espíritu Santo en Pentecostés cuando el Espíritu Santo «cayó sobre ellos,» eso es, sobre Cornelio y su casa. Este incidente milagroso llevó a Pedro de regreso a ese día memorable cuando ellos, los apóstoles, recibieron el bautismo del Espíritu Santo, como habiendo sido prometido por Cristo, que los dotó (a los apóstoles) para hablar «en otras lenguas según el Espíritu les daba que hablasen» - LA REVELACION DIVINA - y 3000 creyentes fueron bautizados en agua para el perdón de los pecados y recibieron el don del Espíritu Santo. Este «mismo don» vino sobre los Gentiles que creyeron, en una forma milagrosa, pero esto no fue la misma medida bautismal del Espíritu Santo como lo recibieron los apóstoles; ni fue para el mismo propósito. Esto fue una administración milagrosa del Espíritu Santo, no simplemente el Espíritu Santo como un don, que todos los creyentes reciben cuando obedecen al evangelio.
Cornelio recibió este milagroso «don del Espíritu Santo» antes de que Pedro hubiera terminado de hablar la palabra del Señor; antes de que les mandará ser bautizados en el nombre del Señor Jesús (Hechos 10:44-48; 11:15-18). Este fue un incidente milagroso que le hizo recordar al apóstol del incidente milagroso que ellos experimentaron en Pentecostés al principio.
EL MISMO DON
El «mismo don» a que el apóstol se refiere (Hechos 11:17), sin duda, fue al don milagroso de hablar en lenguas. En Hechos 11:44-46, es revelado que los Judíos que vinieron con Pedro estaban atónitos «de que también sobre los gentiles se derramase el don del Espíritu Santo. Porque los oían que hablaban en lenguas, y magnificaban a Dios.»
EL UN BAUTISMO DEL ESPIRITU SANTO
Hay sólo un episodio de la administración pública del bautismo del Espíritu Santo para el propósito de la revelación y confirmación, el registro de lo cual es encontrado en Hechos, capítulo 2, cuando los apóstoles recibieron el bautismo del Espíritu Santo. Cristo les prometió el Espíritu Santo para «...recordarles todo lo que yo os he dicho,» y para «guiarles a toda la verdad» (Juan 14:26; 16:13-14). Además, Jesús prometió: «...no os preocupéis por cómo o qué hablaréis; porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar. Porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros» (Mat. 10:19-20). Los apóstoles, habiendo recibido el bautismo del Espíritu Santo, hablaron «...según el Espíritu les daba que hablasen» (Hechos 2:4) - por revelación divina.
El objeto del bautismo del Espíritu Santo, que los apóstoles recibieron, fue más que el don milagroso de hablar en lenguas. Fue para guiar a los apóstoles en la revelación de toda la verdad y la capacidad para obrar milagros para el propósito de confirmar la palabra de Dios. Además, los apóstoles, que habían recibido el bautismo del Espíritu Santo, podían impartir los dones milagrosos del Espíritu Santo a otros Cristianos por medio de la imposición de las manos. Fue necesario para los apóstoles, Pedro y Juan, ir a Samaria e imponer las manos sobre los discípulos para conferir el don del Espíritu Santo (Hechos 8:14-17). Nadie más tuvo el poder para conferir estos dones milagrosos del Espíritu por medio de la imposición de las manos. Tampoco hay evidencia de que él pudiera proclamar el evangelio en su plenitud, divinamente guiados por el Espíritu Santo, como lo hicieron los apóstoles. La razón: El no recibió la misma medida bautismal del Espíritu Santo para el mismo propósito como ese de los apóstoles.
LA MEDIDA BAUTISMAL DEL ESPIRITU SANTO CESO
El día de Pentecostés, el comienzo de la dispensación del evangelio, la inauguración del reino entre los Judíos, con el bautismo del Espíritu Santo sobre los apóstoles, nunca ha sido y nunca será repetido nuevamente. La administración milagrosa del Espíritu Santo a la casa de Cornelio y la inauguración del Reino entre los Gentiles nunca ha sido y nunca será repetido.
El bautismo del Espíritu Santo, habiendo dotado a los apóstoles con toda la verdad y habiendo llevado testimonio público de que el evangelio es para «todas las naciones,» «toda criatura,» «toda carne,» habiendo sido confirmado por las obras milagrosas del Espíritu (Marcos 16.20; Hebreos 2:3), no hay necesidad ya más para el bautismo del Espíritu Santo en la administración de los asuntos del reino de Dios y su misión en el mundo. Las administraciones milagrosas del Espíritu Santo nunca han ocurrido desde aquellos tiempos del Nuevo Testamento y nunca sucederán de nuevo.
Es un hecho incontrovertible, revelado en las escrituras, que los dones milagrosos, por el poder del bautismo del Espíritu Santo y la imposición de las manos de los apóstoles, cesarían.
Pablo declaró, «El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará. Porque en parte conocemos, y en parte profetizamos; mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará» (1 Cor. 13:8-10). El apóstol enfáticamente declaró, «SE ACABARAN,» «CESARAN,» «ACABARA,» y «SE ACABARA.» Las profecías, las lenguas, y la ciencia (el conocimiento sobrenatural, por supuesto) cesarían todos al mismo tiempo. ¡Ellos han cesado!