Hacia una vida Cristiana Victoriosa
Como creyentes en forma permanente debemos enfrentarnos a la elección de actuar en la carne—lo que somos en Adán—o considerarnos muertos al pecado, resucitados con Cristo, y en consecuencia andar en el Espíritu.
Hacia una vida Cristiana Victoriosa
Introducción:
1. Una declaración de victoria
Venciendo la ley de gravedad
El hombre sin Cristo vive regido por la ley del pecado y de la muerte (v. 2), con su apego a las cows de abajo, las cows de la tierra, del pecado y de la muerte. La enseñanza de Ro. 8 es que por la fe en Cristo fuimos colocados en El, puestos en El.
2. Lo que era imposible por la ley .
Lo que era imposible por la ley (v. 3)
La ley moral, aunque buena en sí misma, no tuvo el poder que se hubiera necesitado para que dejáramos de ser lo que éramos en Adán
La ley moral, aunque buena en sí misma, no tuvo el poder que se hubiera necesitado para que dejáramos de ser lo que éramos en Adán
La ley moral, aunque buena en sí misma, no tuvo el poder que se hubiera necesitado para que dejáramos de ser lo que éramos en Adán
En su Hijo Jesús, Dios condenó al pecado en la carne, esto es, el pecado que actúa en la naturaleza humana (v. 3).
El v. 3 es una declaración de la reunión en Cristo de la naturaleza divina (“enviando a su Hijo”) y la naturaleza humana (“en semejanza de carne de pecado …”), “Jesucristo hombre” (1 Ti. 2:5). Dios verdadero y hombre verdadero. Dios condenó el pecado, consumando el sacrificio por el cual nuestra naturaleza pecaminosa y los pecados cometidos pudieran ser juzgados. El pecado fue juzgado en Cristo mediante la sentencia condenatoria (6:23), pero recién fue destruido por medio de la ejecución de esa sentencia en la misma muerte de Jesús.
3.La justicia de la ley se cumplió en nosotros
(v. 4)
¿Quién tiene el control?
¿Quién tiene la supremacía sobre nuestra vida?
¿Quién tiene la supremacía sobre nuestra vida?