El Salvador Que Nos Busca

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Introducción

En muchas ocasiones usamos ciertas expresiones que no son correctas desde una perspectiva teológica. Por ejemplo:
Cuando yo busqué a Dios...
Yo encontré al Señor...
Estas expresiones las decimos pero si las analizamos nos damos cuenta que van en contra de la revelación Bíblica por las siguientes razones:
Dios no está perdido. Nosotros no fuimos a encontrar a Dios. Dios siempre ha existido y no necesitaba ser encontrado.
Nadie busca a Dios. El hombre por naturaleza no busca de Dios.
Romanos 3.10–11 NVI
Así está escrito: «No hay un solo justo, ni siquiera uno; no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios.
Romanos 3.11 NVI
no hay nadie que entienda, nadie que busque a Dios.
El hombre, antes de conocer a Cristo, está muerto/insensible a las cosas de Dios.
El hombre que no conoce a Cristo no desea acercarse a Dios; todo lo contrario, busca alejarse más y más de Dios.
La Biblia dice que el hombre no quiere ver la luz y prefiere las tinieblas.
Juan 3.19 NVI
Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, pero la humanidad prefirió las tinieblas a la luz, porque sus hechos eran perversos.
En nuestro recorrido por la Biblia este año por fin hemos llegado al Nuevo Testamento.
Hemos llegado a los libros que componen los Evangelios.
En este caso, tenemos la oportunidad de considerar .
El Antiguo Testamento compone más del 75% por de la Biblia.
El Antiguo Testamento no habla de Jesucristo en la forma que lo conocemos en el Nuevo Testamento.
Sin embargo, el Antiguo Testamento nos prepara para la venida de Jesucristo en el Nuevo Testamento,
El Antiguo Testamento nos presenta las promesas del Mesías que habría de venir para rescatar a su pueblo de sus pecados.
El Antiguo Testamento no consiste solo en historias antiguas para entretenernos sino que nos prepara para conocer a Dios en la persona de Jesucristo.
Algunos teólogos dicen que el Antiguo Testamento apunta hacía adelante - hacía el Señor Jesucristo mientras que el Nuevo Testamento apunta hacía atrás; apunta hacía las promesas que Dios nos dio mediante los profetas.
El día de hoy consideraremos:
El llamado de Dios a Felipe
El llamado de Dios a Natanael
El Dios que nos busca

I. El llamado de Dios a Felipe

Jesús tiene poco de haber iniciado su ministerio terrenal. En vemos como llamó a Pedro, Juan, y Andrés.
En vemos el llamado de Dios a Felipe.
Juan 1.43–44 NVI
Al día siguiente, Jesús decidió salir hacia Galilea. Se encontró con Felipe, y lo llamó: —Sígueme. Felipe era del pueblo de Betsaida, lo mismo que Andrés y Pedro.
El Señor Jesús estando en Galilea mira a Felipe y lo llamara para que le siguiera.
Notemos como el llamado de Dios para Felipe fue muy diferente comparado con la forma en la cual dos discípulos empezaron a seguir a Jesucristo. La Biblia simplemente nos dice:
Juan 1.35–38 NVI
Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios! Cuando los dos discípulos le oyeron decir esto, siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: —¿Qué buscan? —Rabí, ¿dónde te hospedas? (Rabí significa: Maestro.)
Juan 1.35–36 NVI
Al día siguiente Juan estaba de nuevo allí, con dos de sus discípulos. Al ver a Jesús que pasaba por ahí, dijo: —¡Aquí tienen al Cordero de Dios!
jn 1.35
Estos discípulos fueron atraídos por la enseñanza de Jesucristo y comenzaron a seguirle.
Jn 1.
Esta era la manera en la cual los discípulos empezaban a seguir a un rabino/maestro en el mundo antiguo.
Los discípulos se acercaban a estos maestros ambulantes y comenzaban a seguirle. Algunos pedían permiso para poder seguirles.
En el caso de Felipe vemos que fue Jesús quien toma la iniciativa y le dice a Felipe - ven y sígueme.
Jesús obró en el corazón de Felipe de tal manera que él comienza a seguirle.
Vemos en esta hermosa escena como Dios llama a su pueblo en formas distintas.
En algunos Dios obra el deseo de comenzar a seguirle. Ellos vienen al maestro y comienzan a seguir sus pasos.
En otros, Dios viene directamente a ellos sin que ellos hayan mostrado algún interés puesto que es Dios mismo que hace un llamado irresistible a sus vidas.
El hombre llega a los pies de Cristo de maneras distintas.
Hay ocasiones en que Dios obra mediante alguien que nos comparte el evangelio.
En otras ocasiones Dios nos habla mediante un testimonio o una alabanza.
Otros vienen al conocimiento de la verdad al leer un pasaje de las Escrituras.
Otros, como algunos musulmanes del medio oriente, vienen a los pies de Jesucristo cuando Dios los comienza a inquietar en sus sueños de que es necesario seguir a Jesucristo.
Sea como sea que vengamos a los pies de Cristo; esto nos queda claro:
Dios nos llama en distintas maneras.
El fin es el mismo - sea como sea que Cristo nos haya llamado para conocer la verdad; la obra es la misma. Es decir, Cristo regenera nuestra vida y nos concede nacer de nuevo de tal manera que depositamos nuestra confianza entera en él.

II. El llamado de Dios a Natanael

Sabemos que Felipe desde ese momento fue transformado por el evangelio porque inmediatamente lo vemos compartir el mensaje del Evangelio.
Juan 1.45 NVI
Felipe buscó a Natanael y le dijo: —Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas.
Jn 1.
Una señal que muestra que una persona ha llegado al conocimiento de la verdad es su deseo de compartir con otros estas buenas noticias.
En el caso de Felipe, vemos como va a buscar a su hermano Natanael para compartirle la verdad.
La fe de Felipe no fue una fe sin fruto.
La fe de Felipe era una fe verdadera puesto que no podía permanecer callado sino que ahora debía compartir con otros la identidad del Salvador de la humanidad.
Felipe, como todo buen judío, conoce las Escrituras del Antiguo Testamento.
Esto lo sabemos porque Felipe comienza a identificar a Jesús con aquel que había sido prometida por Moisés y los profetas del Antiguo Testamento.
Tras conocer a Jesús, Felipe llega a la conclusión de que Jesús era aquel de quién hablaba el Antiguo Testamento.
Jesús era el que vendría a herir la cabeza de de la serpiente con una herida mortal.
Jesús era el león de la tribu de Judá que vendría a reinar sobre la humanidad con un reino de paz y justicia.
Jesús era la estrella de la mañana que brillaría en nuestros corazones.
Jesús era aquel redentor que nos redimiría de nuestros pecados y de la misma muerte.
Jesús era el siervo sufriente de Isaías que moriría para el perdón de nuestros pecados.
Felipe le dice a Natanael que Jesús era Jesús de Nazaret.
Esto sorprende a Natanael ya que él sabe que Nazaret era un pueblo insignificante.
Juan 1.46 NVI
—¡De Nazaret!—replicó Natanael—. ¿Acaso de allí puede salir algo bueno? —Ven a ver—le contestó Felipe.
Jn 1.4
Natanael sabe que Nazaret ni siquiera se menciona en el Antiguo Testamento.
No existe ninguna profecía del Antiguo Testamento que se refiere a Nazaret como el lugar del cual vendría el Salvador de los hombres.
Nazaret, en los días de Jesús, era un pueblo insignificante.
Felipe no discute con Natanael sino que simplemente le dice -Ven a ver.
No intenta persuadiarlo más. No intenta debatir con él.
Simplemente lo invita a venir para que él mismo por su propia cuenta se de cuenta de la grandeza del maestro de Galilea.
Natanael está hablando sin pena. Natanael habla con completa sinceridad.
Es por eso que Jesús reconoce su sinceridad y franqueza.
Juan 1.47 NVI
Cuando Jesús vio que Natanael se le acercaba, comentó: —Aquí tienen a un verdadero israelita, en quien no hay falsedad.
Natanael se acerca a Jesús.
Jesús, mediante su conocimiento sobrenatural, sabía lo que Natanael había expresado de que nada bueno podría venir de Jerusalén.
Jesús no tenía necesidad de que ningún ser humano le dijera que lo que estaba pensando ya que él sabía lo que había en el corazón del hombre.
Jesús sigue hablando con Natanael y le dice unas palabras que traen a Natanael a rendirse por completo al maestro.
Juan 1.48–49 NVI
—¿De dónde me conoces?—le preguntó Natanael. —Antes de que Felipe te llamara, cuando aún estabas bajo la higuera, ya te había visto. —Rabí, ¡tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!—declaró Natanael.
Jn 1.48
Jesús le expresa palabras a Natanael que lo dejan del todo sorprendido.
Jesús miró a Natanael desde el momento que él estaba debajo de la higuera.
La Biblia no nos dice exactamente que estaba haciendo Natanael debajo de la higuera. Ni siquiera nos dice en que momento estaba debajo de la higuera.
Lo que si sabemos es que Natanael no puede contenerse más y confiesa su fe en el bendito Hijo de Dios.
Esas palabras que salieron de las bocas de Jesús fueron suficientes para derretir su corazón y quebrantarlo de tal manera que los ojos de Natanael fueron abiertos a la identidad de quien hablaba con él.
Tal vez Natanael estaba de la higuera pensando en la esperanza de Israel.
Tal vez Natanael estaba en esos días inquietado por las cosas de Dios.
Quizá ese día Natanael estaba considerando cuestiones espirituales que van más allá de las preocupaciones por esta vida.
No sabemos que estaba sucediendo pero lo que si podemos ver es el bendito cambio que experimentó en su vida.
En ese instante Natanael reconoce que Jesús es el Hijo bendito de Dios.
En ese instante Natanael reconoce que Jesús es el verdadero Rey de Israel que había sido profetizado por los profetas de la antiguedad.
Jesús mira a Natanael y le responde:
Juan 1.50 NVI
—¿Lo crees porque te dije que te vi cuando estabas debajo de la higuera? ¡Vas a ver aun cosas más grandes que éstas! Y añadió:
Jn 1.
Es un poco incierto saber si lo que dice Jesús debe ser entendido como una afirmación o como una pregunta.
De cualquier forma el enfasís es que Jesús le promete a Natanael que él miraría cosas más grandes que el saber que Jesús sabía de donde había estado Natanael.
Y ciertamente lo miraron.
Los discípulos caminaron tres años y medios con Jesucristo.
Durante ese tiempo miraron a Jesús caminar sobre el agua, resucitar muertos, limpiar leprosos, sanar paralíticos, expulsar demonios.
Pero quizá lo más grande fue el momento en que Jesús resucitó de entre los muertos y posteriormente se apareció vivo ante sus discípulos.
Nosotros hemos visto cosas grandes también.
Es más, podríamos decir que
Hemos visto como el mensaje sencillo del evangelio ha transformado el corazón de millones de personas.
Hemos visto como Dios ha seguido buscar y salvar almas perdidas.

III. El Dios que nos busca

La realidad es que Dios sigue buscando.
El hombre no busca a Dios.
Sin embargo, Dios busca salvar aquellos que están perdidos.
Dios busca enfermos que necesitan ser sanados.
Bendito sea Dios que él nos buscó a nosotros.
Bendito sea Dios que él nos rescató de la maldad.
Bendito sea Dios que él nos rescató de la ira y el castigo de Dios.
Bendito sea Dios que fuimos encontrados por él y nuestro corazón fue transformado.
Bendito sea Dios que él vino a buscarnos y salvarnos cuando estabas muertos en nuestros delitos y pecados.
No hay nada más grande que esta realidad: siendo sus enemigos Cristo vino a buscarnos para rescatarnos del estado tan miserable en el cual nos encontrábamos.
Ahora que fuimos encontrados nuestro deber es ir e invitar a otros a venir a los pies de Cristo.
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