Untitled Sermon (2)
Jesús usó el viaje a Jerusalén para instruir a la gente, como se verá más claramente en 13:22: “Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, mientras se encaminaba a Jerusalén”. La mayoría de esa enseñanza tuvo lugar en lugares abiertos, pero en ocasiones Jesús también se dirigía a las sinagogas judías. Esta mención de que Jesús estaba enseñando en la sinagoga es la última que encontramos en el Evangelio de Lucas.
Jesús enseñó no sólo de palabra, sino también con sus obras.
10 Cierto día de descanso, mientras Jesús enseñaba en la sinagoga, 11 vio a una mujer que estaba lisiada a causa de un espíritu maligno. Había estado encorvada durante dieciocho años y no podía ponerse derecha. 12 Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Apreciada mujer, ¡estás sanada de tu enfermedad!». 13 Luego la tocó y, al instante, ella pudo enderezarse. ¡Cómo alabó ella al Señor!
14 En cambio, el líder a cargo de la sinagoga se indignó de que Jesús la sanara en un día de descanso. «Hay seis días en la semana para trabajar —dijo a la multitud—. Vengan esos días para ser sanados, no el día de descanso».
15 Así que el Señor respondió: «¡Hipócritas! Cada uno de ustedes trabaja el día de descanso. ¿Acaso no desatan su buey o su burro y lo sacan del establo el día de descanso y lo llevan a tomar agua? 16 Esta apreciada mujer, una hija de Abraham, estuvo esclavizada por Satanás durante dieciocho años. ¿No es justo que sea liberada, aun en el día de descanso?».
17 Esto avergonzó a sus enemigos, pero toda la gente se alegraba de las cosas maravillosas que él hacía.
Se nos habla de “una mujer que desde hacía dieciocho años tenía espíritu de enfermedad, y andaba encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar”. Desconocemos quién era aquella mujer. Las palabras de nuestro Señor en cuanto a que era una “hija de Abraham” nos llevarían a inferir que era una verdadera creyente. Pero su nombre y su historia se nos ocultan. Solo sabemos que, cuando Jesús estaba enseñando “en una sinagoga en el día de reposo”, esta mujer estaba allí. La enfermedad no era una excusa para que ella se ausentara de la casa de Dios. A pesar de sus sufrimientos y de su enfermedad, acudía al lugar donde se honraban el día de Dios y su Palabra y donde el pueblo de Dios se reunía. ¡Y, ciertamente, recibió bendición de su actuación! Encontró una rica recompensa por todos sus dolores. Fue con tristeza y regresó regocijándose.
18 Pero el SEÑOR vela por los que le temen,
por aquellos que confían en su amor inagotable.
12 Los ojos del Señor están sobre los que hacen lo bueno,
y sus oídos están abiertos a sus oraciones.
Pero el Señor aparta su rostro
de los que hacen lo malo»
16 Ustedes no me eligieron a mí, yo los elegí a ustedes. Les encargué que vayan y produzcan frutos duraderos, así el Padre les dará todo lo que pidan en mi nombre.
23Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. 24Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.
Vemos, en segundo lugar, en estos versículos, el poder todopoderoso de nuestro Señor Jesucristo. Se nos dice que, cuando vio a la mujer enferma de la que leemos aquí, “la llamó y le dijo: Mujer, eres libre de tu enfermedad. Y puso las manos sobre ella”. Aquel toque fue acompañado por un poder sanador milagroso. Inmediatamente, una enfermedad de dieciocho años de duración cedió ante el Señor de la Vida: “Ella se enderezó luego, y glorificaba a Dios”.
Sin duda, este tremendo milagro tenía el propósito de dar esperanza y consuelo a las almas enfermas. Con Cristo nada es imposible. Puede suavizar los corazones que parecen duros como piedras de molino. Puede doblegar voluntades inquebrantables que durante “dieciocho años” hayan estado entregadas al placer, al pecado y al mundo. Puede capacitar a pecadores que durante largo tiempo hayan estado absortos en las cosas terrenales para que miren hacia arriba al Cielo y vean el Reino de Dios. Nada es demasiado difícil para el Señor. Él puede crear, transformar, renovar, quebrantar, edificar y avivar con poder irresistible. Quien formó el mundo de la nada vive y nunca cambia.