LA NATURALEZA DE DIOS
LA NATURALEZA DE DIOS
PRIMERO
“antropomorfismos”
SEGUNDO
Él es representado apareciendo en forma humana
Shama (original hebreo)
DEL POLITEISMO AL MONOTEISMO
III. LA NATURALEZA DE DIOS
El acercamiento al estudio de la naturaleza de Dios debe ser humilde y reverente. ¿Quién puede definir la naturaleza y la esencia del Dios infinito? No sólo son sus caminos “inescrutables” (Rom. 11:33), su naturaleza y ser sobrepasan nuestra comprensión. Sin embargo, Dios nos ha revelado lo necesario de su naturaleza esencial para poder servirle y adorarle. Es especialmente importante entender la naturaleza de Dios, como está revelada p 61 en la Biblia, porque muchos conceptos diferentes de deidad son sostenidos por aquellos que rechazan al Dios de las Escrituras.
La Biblia no nos da una sola definición comprensible de Dios; si “los cielos de los cielos no te pueden contener” (I R. 8:27), ¿cómo puede una oración o un párrafo de palabras humanas definir su ser? La siguiente es una definición teológica, que sirve tan bien como cualquier otra: “Dios es un Espíritu, Infinito, Eterno, e Invariable en su ser, sabiduría, poder, santidad, justicia, bondad y verdad.” (Catecismo de Westminster)
Varias declaraciones sobre Dios en la Escritura definen aspectos de su naturaleza, tales como: “Dios es Espíritu” (Jn. 4:8), “Dios es luz” (I Jn. 1:5), “Dios es amor” (I Jn. 4:8), y “Dios es fuego consumidor” (Heb. 12:29). En esta sección enfocaremos nuestra atención sobre cuatro aspectos de la naturaleza divina.
A. DIOS ES ESPIRITU.
1. Aspecto positivo—afirmación de la Escritura.
La declaración de que Dios es Espíritu, significa que no puede ser limitado a un cuerpo físico, ni a dimensiones de espacio y tiempo. Él es el Invisible, Eterno Dios: “A Dios nadie lo vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer” (Jn. 1:18). Porque Dios es Espíritu, Él puede decir, “y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt. 28:20); “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt. 18:20); y “No te desampararé, ni te dejaré” (Heb. 13:5). Jesús indicó que el hombre debe ser “nacido del espíritu” para poder entrar en el reino de Dios, a fin de tener comunión con Dios quien es Espíritu (Jn. 15).
2. Aspecto negativo—no corporal, no localizado.
Dos problemas surgen en conexión con la afirmación de que Dios es Espíritu. Primero, algunos pasajes bíblicos representan a Dios teniendo ojos, oídos, o un brazo (Is. 52:10; Sal. 34:15). Estas son figuras gramaticales llamadas “antropomorfismos” (que significan, semejante al hombre). Viviendo en un mundo material, al hombre le es difícil pensar que Dios percibe o actúa sin miembros humanos; por lo tanto, las Escrituras condescendientes a nuestra limitación, le atribuyen a Dios (figurativamente hablando) “oídos” para oír nuestro llanto, o un “brazo” para ayudamos. Dios, hablando a través del gran profeta Isaías, y pensando en nuestra limitación humana dijo,
¿A qué, pues, me haréis semejante o me compararéis? Dice el Santo. Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él p 62 saca y cuenta su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de su fuerza, y el poder de su dominio. ¿Por qué dices, olí Jacob, y hablas tú Israel: Mi camino está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la tierra? No desfallece ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien lo alcance (Is. 40:25–28).
El Espíritu eterno no necesita ojos para ver nuestra necesidad, ni se fatiga en su actividad redentora.
El segundo problema con la representación de la espiritualidad de Dios, es que a veces Él es representado apareciendo en forma humana (Ver Génesis capítulos 17, 18, 19; Jos. 5:13–15). Aunque Dios es en esencia Espíritu, El que hizo todos los seres y cosas puede, para sus sabios fines, asumir cualquier forma que se adecue a su propósito.
Hay un número de casos donde Dios se apareció en forma visible; un ejemplo de esto es su aparición a Abraham para asegurarle el hijo prometido, a través de cuya descendencia, todas las naciones serían bendecidas. Estas apariciones se llaman “teofanías.” Ellas sin embargo, no contradicen la naturaleza espiritual de Dios. ¡Qué maravilloso es que Dios el Hijo tomara forma humana sobre sí mismo a fin de convertirse en nuestro redentor, sumo sacerdote y rey eterno! “Felipe le dijo, Señor, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo … El que me ha visto a mí, ha visto al Padre …” (Jn. 14:8, 9). Aun más, en I Corintios 15:38–54, San Pablo dice que seres espirituales pueden tener cuerpos espirituales. Después de la resurrección, Jesús tuvo un cuerpo espiritual que no estaba sujeto a limitaciones físicas (Jn. 20:19–29), y hay alguna indicación que puede ser que Él, en su cuerpo espiritual, llevará eternamente las marcas de la prueba rigurosa del Calvario.
B. DIOS ES PERFECTO.
Jesús le dijo a sus discípulos, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48). Es prácticamente imposible pensar en el Creador, quien es al mismo tiempo justo y amoroso, santo y misericordioso, eterno juez y Padre de nuestro Señor Jesucristo, como algo menos que perfecto. Las Escrituras lo afirman, declarándolo un ser perfecto. Las perfecciones de Dios serán vistas con mayor claridad cuando estudiemos sus atributos.
C. DIOS ES PERSONAL.
Un ser personal es uno que es consciente de sí mismo, que posee intelecto, sentimientos y voluntad. Es popular entre los sofisticados de hoy en día creer en un Dios impersonal, quien es semejante aun principio de vida p 63 al cual se puede referir como “Naturaleza.” Ese “dios” no contesta oraciones, ni siente desagrado ante hechos injustos; es sólo el universo mismo, incluyendo sus leyes. Tal “dios” impersonal no puede confrontar nuestro egoísmo, como tampoco puede ayudarnos cuando nuestros problemas van más allá de lo que podemos sobrellevar.
El Dios de la Sagrada Escritura es un Dios personal, trascendente, el cual se mantiene aparte del universo como su creador; pero quien, al mismo tiempo, es un Dios inmanente que reside dentro de su creación preservándola y cuidándola como un Padre celestial.
La personalidad de Dios es revelada en su trato con Moisés, cuando declaró su nombre: “Y respondió Dios a Moisés: Yo soy el que soy. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: Yo soy me envió a vosotros” (Ex. 3:14). Después en Exodo 6:23 “… Yo soy Jehová. Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente [El Shaddai], más en mi nombre Jehová no me di a conocer a ellos.”
La palabra hebrea Jehová o Yahweh se deriva del verbo “ser.” “Yo soy el que soy” puede ser un tipo de interpretación del nombre Jehová. Jehová Dios, es Él que fue, quien es, y que será eternamente. Como persona, Dios se revela aquí con un nombre personal; El habla y entra en un pacto como un ser inteligente, contesta las indagaciones de Moisés como uno que responde ante la ansiedad humana, y comparte su preocupación con él. Él escoge a un hombre para llevar a cabo su voluntad de dirigir a Israel como una nación testigo entre las naciones. Él declara que ha oído los gemidos de su pueblo en Egipto, cuya angustia le importa. Este es un Dios personal, no solamente un alma impersonal del universo.
En el Nuevo Testamento, el Hijo de Dios (que era una persona) dijo, “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo…” (Jn. 5:26). Esto nos enseña que el Padre es el mismo tipo de persona que el Hijo al cual Él dio su vida. El hombre como criatura de Dios tiene intelecto, emociones, y voluntad, y es capaz de contemplar inteligentemente a Dios y su universo como una persona racional, pero esto no lo hace superior a Dios en capacidades. Dios tiene una personalidad divina, que va mucho más allá de la de sus criaturas, pero si Él hizo al hombre para comulgar con Él y para que éste le alabe, ciertamente lo dotó con características semejantes a las de su naturaleza cuando lo hizo a su propia imagen.
El evangelio de la Biblia es el mensaje de Dios al pecador que ha desobedecido a un Dios personal, que le ha ofendido con su rebelión. Este pecador lleva una carga de culpabilidad que sólo una nueva relación con Dios, hecha posible por la obra redentora del Hijo de Dios, aliviara: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Rom. 8:1); “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo p 64 aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Rom. 5:8). El amor no puede venir de un principio impersonal, el amor es una característica personal.
D. DIOS ES UNO.
La ley de Dios dada sobre el Sinaí comienza con la declaración: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Dt. 6:4). No hay nada de mayor condenación en la Escritura que la adoración de otros dioses: “No andaréis en pos de dioses ajenos, de los dioses de los pueblos que están en vuestros contornos …” (Dt. 6:14). Las naciones adoraban a muchos dioses que correspondían a las fuerzas de la naturaleza, dioses que eran la creación de su propia imaginacion, que eran representados por imágenes e ídolos.
Estas naciones idólatras eran una espina continua en el costado de Israel. La caída de Israel fue su constante coqueteo con estas deidades de la naturaleza. Cuando Acab, el rey de Israel había abierto la puerta a la adoración de Baal, un dios natural falso, Elías desafió espectacularmente a los profetas de Baal y Asera a una competencia con Jehová, el Dios vivo. (I R. 18:21–40). Entonces él oró, “Respóndeme Jehová … que conozca este pueblo que tú, oh Jehová, eres el Dios…” (I R. 18:37). Cuando Jehová, no las falsas deidades, contestó con fuego, el pueblo, unánime gritó “¡Jehová es el Dios!” (I R. 18:39).
Para el hombre de Dios era importante ponerle un alto a la catastrófica inclinación hacia el politeísmo. La Biblia, entonces, llama inflexiblemente a la adoración de un verdadero Dios. El profeta Isaías hizo sonar el mismo llamado de trompeta: “Así dice Jehová Rey de Israel, … Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios” (Is. 44:6). Proclamando la misma gran verdad, nuestro Salvador dijo en oración al Padre, “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero …” (Jn. 17:3). El apóstol Pablo alaba a los tesalonicenses porque “Os convertísteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero” (I Tes. 1:9).
Solía ser ampliamente enseñado que la religión evolucionó de un original animismo y politeísmo (muchos dioses) a un monoteísmo (un solo dios). Las evidencias arqueológicas más recientes, junto con el encuentro de misioneros modernos, indican que el hombre era originalmente monoteísta (desde la revelación de Dios mismo a los primeros padres), y que las religiones de las naciones llegaron a ser más corruptas con el pasar del tiempo. Habrá una sección sobre la trinidad de Dios más adelante (sección VII), pero es importante establecer primeramente la unidad de Dios.