Salmo 8

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Introducción

n
a
La historia del trato de Dios con su pueblo del Antiguo Testamento es muy emocionante. Especialmente cuando nos damos cuenta de que la historia de Israel es también nuestra propia historia, si hemos creído en el Señor. Nosotros somos también pueblo de Dios.
Lo que él le dijo a su pueblo hace miles de años tiene ciertamente una gran significación para nosotros hoy en día, porque Dios nunca cambia,
Nuestra necesidad de él tampoco cambiará jamás.
Ni cambiará tampoco la naturaleza humana, a no ser por la gracia de Dios.
En realidad, la revelación del Antiguo Testamento es la narración de cómo Dios ha cambiado a una muchedumbre de pecadores, transformándolos en propiedad suya, escogida entre los pueblos de la tierra.
El libro del Génesis
Habla sobre los orígenes del pueblo de Dios sobre la tierra. Nos cuenta sobre el propósito creador de Dios, y cómo creó ordenadamente todas las cosas, buenas y para su gloria.
En Él se recoge la entrada del pecado en la vida del hombre, junto con la consiguiente pérdida de su amistad con Dios, que a su vez lo condujo al sufrimiento y al juicio.
La crónica de la perversión del hombre que trajo como consecuencia el juicio terrible del diluvio da testimonio de la necesidad que el hombre tiene de Dios y de su gracia y salvación.
Así, la idea de Dios como Salvador, que proporciona esperanza a través de su gracia, se convierte en una de las grandes doctrinas del Génesis y de toda la Palabra de Dios.
A través de todo el Antiguo Testamento podemos seguir una de las señales distintivas de los hijos de Dios, a saber, aquella sensación de necesidad de él. Vemos así cómo Jacob, Moisés, David, y Ezequías, entre muchos otros fieles, aprenden a confiar en Dios por encima de todo, y a buscar en él las respuestas a todas las perplejidades y pruebas de la vida.
Este es el pueblo de Dios, cuyos miembros son llamados uno a uno a pertenecer a la familia de Dios, y señalados por su fe en él. Así es como Dios llama a los que han de ser suyos, y este llamado aparece por vez primera en el Génesis.
Abraham, Isaac, Jacob, Judá, y sus hermanos, son todos llamados a la fe en Dios.
También vemos cómo la fe que ha entrado por la gracia de Dios en los corazones de los miembros de su pueblo crece en cada uno de ellos. En ninguna otra parte del Antiguo o del Nuevo Testamento ofrece la Escritura una visión más clara del crecimiento de la fe en un hombre que cuando presenta el crecimiento de la fe de Abraham.
Al mismo tiempo vemos cómo se va desarrollando otra cualidad esencial del pueblo de Dios. El amor nace y crece en los que por naturaleza eran pecadores hostiles luego que la gracia de Dios efectúa su obra en sus corazones. Y así vemos a la familia de Jacob, egoísta y beligerante, unirse más profundamente con lazos de amor a través de las dificultades y las pruebas. Lo notamos de manera especial en dos hombres del Génesis, Judá y José.
Además de la fe y el amor, otra marcada característica de los hijos de Dios que se ve con frecuencia cada vez mayor en la Escritura es la esperanza. Esta esperanza le llega al pueblo de Dios, especialmente a Abraham y a sus hijos, a través de las promesas de Dios. Dichas promesas abarcan principalmente dos grandes esperanzas: la esperanza de una simiente (una multitud de descendientes), y la esperanza de una herencia (un lugar permanente donde vivir en la presencia de Dios).
La promesa de una simiente, dada por primera vez en , donde es llamada «la simiente de la mujer», es renovada posteriormente a Abraham. Se le da un hijo, Isaac, a través del cual se canalizan todas las promesas de Dios. Se le asegura que esa descendencia terminará convirtiéndose en una multitud. Y, como señala el Nuevo Testamento, la simiente prometida a Abraham culmina en una persona: el Cristo ().
De igual manera, la herencia prometida primeramente a Abraham es la tierra de Canaán, tierra de promisión donde habrá de habitar su descendencia. En la época de Josué la posesión se convierte en una realidad, y en la de David, mil años después de Abraham, crece hasta alcanzar desde el río de Egipto hasta el Eufrates. Sin embargo, Israel a causa de su pecado, no es capaz de retener su posesión, y el imperio se va hundiendo, hasta que la misma Jerusalén cae en manos del enemigo.
La herencia prometida primeramente a Abraham es la tierra de Canaán, tierra de promisión donde habrá de habitar su descendencia. En la época de Josué la posesión se convierte en una realidad, y en la de David, mil años después de Abraham, crece hasta alcanzar desde el río de Egipto hasta el Eufrates. Sin embargo, Israel a causa de su pecado, no es capaz de retener su posesión, y el imperio se va hundiendo, hasta que la misma Jerusalén cae en manos del enemigo.
En los días de la decadencia en particular el Señor comienza a mostrarles un nuevo concepto, la esperanza de un nuevo cielo y una nueva tierra, de una nueva Jerusalén. Ahora los ojos del pueblo de Dios se levantan para esperar una herencia que no se desvanecerá, y hacia esa misma esperanza sigue señalando el Nuevo Testamento (, ; y 22). Aunque la llamamos «esperanza nueva», el escritor de la Epístola a los Hebreos aclara bien que aun Abraham llevó consigo esta elevada esperanza hasta su muerte, y lo mismo sucedió con los demás creyentes del Antiguo Testamento (, , ).
Es necesario añadir una última observación con respecto al pueblo de Dios cuando, en los días de Abraham, comenzó a estar consciente de su llamamiento. El propósito de Dios no era solamente derramar sus bendiciones sobre ellos sino también que se convirtieran en un pueblo santo. Debían honrarlo y glorificarlo con sus vidas, en medio de los hombres de la tierra. Para que pudieran hacer esto, Dios los llamó a vivir una vida que lo honrara a través de la obediencia a su Palabra.
Una de las expresiones más claras de este continuo deseo de Dios para su pueblo se encuentra en , donde el Señor habla del principal propósito por el cual había llamado a Abraham. Dice el Señor: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él». Aquí vemos expresado llanamente que Dios, al escoger primero a Abraham y llamarlo, tenía la intención de que tanto él como su descendencia vivieran con una fidelidad tal que reflejaran la voluntad de Dios en sus vidas. La realización misma de las bendiciones que Dios había prometido a su pueblo dependía de si resultaba evidente en sus vidas que eran verdaderos hijos suyos. Los términos «justicia» y «juicio» usados aquí describen a través de toda la Escritura las altas esperanzas que Dios tenía puestas en su pueblo. Nunca suavizó sus exigencias, y a través de todo el período de la revelación del Antiguo Testamento reclamó continuamente de sus hijos esta vida y estos niveles de exigencia. Profeta tras profeta midió Israel a través de esas exigencias de justicia y juicio.
Hay un momento en el que el Señor le dice a Abraham: «Anda delante de mí y sé perfecto» (). Dios nunca altera ni suaviza estas exigencias. Así vemos a Jesús decir mucho más tarde a sus discípulos: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (). No puede haber exigencia mayor para el pueblo de Dios.
Más tarde, el Señor les dijo en el monte Sinaí a los que habían salido de Egipto que ellos eran su pueblo santo. Inmediatamente después de esta declaración, que está en el capítulo 19 del Éxodo, en el siguiente capítulo, el 20, les dio a conocer su voluntad bajo la forma de los Diez Mandamientos. Estos fueron, por tanto, dados al pueblo de Dios como expresión de la clase de vida que él quería que manifestaran al mundo.
A continuación de estas reglas específicas de conducta, que abarcan la totalidad de la voluntad revelada de Dios y que exponen más a fondo la voluntad de Dios con respecto a su pueblo, es decir, el «hacer justicia y juicio», Dios les dio un gran número de ejemplos o «juicios» que afectan a todos los aspectos de la vida. Así, siguiendo el Éxodo, en el capítulo 21 les da numerosos ejemplos tomados de la vida diaria y les enseña cómo toda faceta de su vida debe reflejar un esfuerzo conscientes por hacer la voluntad de Dios (los Diez Mandamientos).
Es aquí también donde Dios describe al pueblo los sacrificios o los medios de hacer que se dé cuenta de sus pecados y de su consiguiente necesidad del perdón divino. El pueblo no daría la talla de las altas normas establecidas por Dios. Por lo tanto, Dios les dio los sacrificios para impresionarlos con esta realidad y, al mismo tiempo, con la seriedad misma del pecado. Este debería romper el corazón de los hijos de Dios y hacerlo contrito ante él; así aprenderían a confiar en él. La totalidad del sistema sacrificial fue el medio que usó el Antiguo Testamento para humillar al pueblo de Dios y enseñarle a confiar en él. Además de todo eso, el sistema señalaba la necesidad de un salvador que pudiera rescatarlos del pecado.
El tabernáculo, introducido también en este período de la revelación, fue diseñado para mostrar al pueblo de Dios su necesidad espiritual y para llevarlo a confiar en el Salvador que Dios habría de enviarle. En sí mismo era un esquema de la obra de Cristo, como testifica posteriormente el autor de la Epístola a los Hebreos ( y 10).
El libro del Génesis recoge también el inicio de la obra de Satanás, el gran enemigo de Dios y de su pueblo. A medida que se revelan el plan y el propósito de Dios para con su pueblo, se ve a Satanás en total oposición a los mismos y teniendo éxito cuando provoca al hombre, creado por Dios, a adoptar el mismo corazón rebelde y la misma naturaleza que él poseía. El Génesis recoge la tentación y la caída del hombre y el origen de los hijos de Satanás, los cuales continúan oponiéndose, a través de toda la historia de la redención, a Dios y a su familia, los hijos de Dios.
Satanás comienza en el Edén, pero no se detiene allí. Después de la caída, vemos a Caín, descendencia de Satanás, oponerse a Abel, quien, no obstante ser su hermano según la carne, era alguien totalmente ajeno a él en asuntos espirituales. Caín, como su padre el diablo, intenta destruir al hijo de Dios y logra matar al justo Abel, pero no puede frustrar el plan divino. Tan pronto como muere Abel, Dios hace surgir de Adán y Eva otro hijo, Set, en cuyos días, los hijos de Dios comenzaron a buscar al Señor. Es así como aparecen y se desarrollan las dos sucesiones de seres humanos en la superficie de la tierra.
Desde el punto de vista de Dios, nunca ha habido más que dos clases de hombres: los hijos de Dios y los hijos de Satanás. La trayectoria de ambos grupos puede seguirse a través de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, y sus respectivas categorías permanecen en realidad hasta nuestros días. Gran parte de las riquezas de la Palabra de Dios la vemos en la revelación bíblica con respecto a la naturaleza de los hijos de Dios y los hijos de Satanás, y el trato que Dios da a cada uno de ellos.
La oposición de Satanás continúa incluso después del diluvio. Así encontramos, por ejemplo, que Abraham y sus hijos se enfrentan con la continua hostilidad de la descendencia de Satanás que vive en Canaán. Más tarde, en Egipto, la malvada oposición de la simiente de Satanás en la persona del faraón y los egipcios es bien evidente. Cuando Israel sale de Egipto y se dirige de nuevo hacia Canaán, esta hostilidad de los enemigos de Dios aumenta. Toda la historia de Israel está repleta de enemigos.
Monte Sinaí
Trágicamente vemos cómo los hijos de Satanás se van infiltrando gradualmente en la familia del pueblo de Dios, la iglesia del Antiguo Testamento. Pronto habrá tantos incrédulos como creyentes, o quizá aun más, en la iglesia, el cuerpo visible del pueblo de Dios. En el Antiguo Testamento las hostilidades culminan con la caída de Jerusalén y la consiguiente cautividad en Babilonia. Pero la enemistad no termina ahí. Después del regreso, encontramos a Jerusalén y a Judea llenas de enemigos del pueblo de Dios.
En los tiempos del Nuevo Testamento la iglesia se ve penetrada de nuevo por los no creyentes. Los agentes de Satanás en la iglesia, la mayoría de los judíos de la época de Jesús, se alían finalmente con el poder secular de Roma para expresar el máximo de su hostilidad con la crucifixión del mismo Jesucristo, Hijo de Dios.
El Nuevo Testamento abunda aun más con respecto a la continua hostilidad entre el pueblo de Dios y los hijos de Satanás. Esto lo vemos vivamente descrito en el capítulo doce del Apocalipsis.
Al señalar estos importantes temas en el Génesis, hemos mostrado también cómo están presentes a todo lo largo del Antiguo Testamento: la necesidad que tiene el hombre de Dios; el llamado del pueblo de Dios; la labor opositora de Satanás. La Escritura traza después la historia del trato de Dios con su pueblo en la historia de Israel. Dicha historia ha sido escrita teniendo como fondo la del mundo secular. El surgimiento y la caída de las naciones y de los grandes imperios están entretejidos en el plano posterior de la historia bíblica. La obra de Dios para redimir a su pueblo no fue algo aislado de la realidad cotidiana de la historia que se desarrollaba alrededor de Israel.
La historia del pueblo de Dios resulta ser la compilación de los éxitos y fracasos de Israel, que dependen de su mayor o menor obediencia a su Señor.
Cuando Israel heredó la tierra de Canaán, tuvo éxito y prosperó en ella solo mientras se mantuvo sujeto a la Palabra y a la voluntad de Dios. Cuando los padres comenzaron a dejar de preocuparse por instruir a sus hijos de acuerdo con el deseo expreso de Dios manifestado en :4ss, toda la nación sufrió. Así lo leemos en el recuento de los trágicos días de los jueces.
Cuando el pueblo era quebrantado por sus enemigos, y alcanzaba el punto extremo de la desesperación, Dios hacía surgir hombres del estilo de Samuel y David, quienes le hablaban de volverse a él. Los ejemplos de caudillaje de Saúl y de David muestran el marcado contraste que existe entre un pastor del rebaño de Dios que es infiel y otro que es fiel, confrontación que es típica de toda la historia del Antiguo Testamento.
Cuando fallan los dirigentes, como sucedió en los tiempos de Salomón y sus sucesores, los trágicos resultados afectan a toda la iglesia, y todos sufren, tanto los pecadores como los santos. Tanto la descendencia de Satanás en Israel como los creyentes verdaderos sufren las consecuencias de las infidelidades de Israel.
Para contrarrestar la mala influencia de Salomón y de otros como él, que llevaron a Israel por caminos de perdición, ciertos escritores anónimos de la Palabra de Dios les hicieron resistencia escribiendo obras como el Cantar de los Cantares y el Eclesiastés. El estudio de dichos libros muestra lo devastadora que puede ser la infidelidad de los líderes para toda la iglesia.
También para contrarrestar la mala influencia de Salomón y sus malvados sucesores al trono de Israel, Dios hizo surgir una continua oleada de profetas. Estos profetas se enfrentaron valientemente a la hostilidad de la falta de fe que existía en Israel para exhortar a aquellos que confiaban en Dios a continuar siéndole fieles.
Desde Joel en el siglo noveno antes de Cristo, quien previene contra la decadencia espiritual, mientras el gozo de servir a Dios desaparece de los corazones del pueblo; a través de todo el siglo octavo, con el gran número de profetas que denuncian los pecados sociales y las injusticias de sus días; y hasta los siglos séptimo y sexto, con su deterioro espiritual, Dios envía profeta tras profeta para que llamen al pueblo al arrepentimiento y al regreso a su Señor.
Amós reprende su falta de amor mutuo, mientras que Oseas describe su falta de amor a Dios. Jonás representa la aversión de algunos de los verdaderos hijos de Dios a obedecerle y someterse a sus designios redentores para con los hombres. Jeremías enfoca la condición pecadora de los corazones en el pueblo, y señala con esperanza una solución definitiva que vendrá de parte de Dios: el cambio de corazón.
En la cautividad, profetas como Ezequiel y Daniel dan testimonio de la gracia continua de Dios y de cómo él sostiene a quienes ponen en él toda su confianza.
La doctrina del remanente, que fue presentada en el siglo octavo por los profetas Amós e Isaías, y desarrollada posteriormente por los profetas Jeremías y Ezequiel, muestra que aunque el pueblo de Dios deberá pasar por grandes pruebas y terribles juicios, Dios preservará a todos aquellos que pongan su confianza en él. En ningún otro lugar tenemos una expresión mejor y más ferviente de esta esperanza que en el profeta Habacuc, cuyo ministerio se desarrolla en la época de la caída de Jerusalén.
El remanente del pueblo de Dios regresó de veras a su tierra. De la cautividad de Babilonia salió el gran contingente de todos aquellos que querían hacer la voluntad de Dios. Este remanente regresó a Jerusalén y reconstruyó su templo y sus muros. Esta época está marcada por un gran amor por la Palabra de Dios, y en especial por la Ley de Moisés. Es un período de reavivamiento y de regreso, o al menos, de un gran deseo de regresar a los altos niveles de exigencia que Dios había fijado para su pueblo en la Ley de Moisés.
Durante todo este tiempo, de avivamiento o decadencia espiritual del pueblo de Dios según se narra en el Antiguo Testamento, hay continuamente salmos, cantos, y proverbios que expresan la fe de los hijos de Dios que vivieron a través de todas esas épocas. Los autores de la mayoría de esos escritos nos son desconocidos. Pero puesto que han sido conservados en la Palabra de Dios, sabemos que lo que expresan, como cualquiera otra porción de las Escrituras, es Palabra de Dios.
Job manifiesta la fe de un hijo de Dios, probada en la confrontación con pruebas sumamente difíciles, pérdidas y sufrimientos. Es un testimonio de la longanimidad de Dios, comunicada a su vez a un hijo suyo, dándole fuerzas para mantenerse en su fe, aun en los momentos en que las personas más cercanas a él estaban en duda.
Los Salmos recogen en forma bella la fe de muchos de los hijos de Dios, además de David, el gran salmista. Quizá el Salmo primero es el que mejor ejemplifica el contenido de todo el libro. Presenta la justicia del pueblo de Dios, en contraste con la maldad de los que no tienen fe. Aquí, como en muchos otros lugares, el hijo de Dios se describe como un árbol trasplantado junto a corrientes de aguas de gracia y de la Palabra de Dios. Da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Ilustra maravillosamente la dependencia absoluta de los hijos de Dios en la Palabra y el poder sustentador de ese Dios. La pone también en fuerte contraste con la estéril vida del malvado, y su inevitable final sin esperanza y sin herencia.
Hemos esquematizado aquí solo brevemente el desarrollo del contenido del mensaje que Dios presentó a su pueblo en el Antiguo Testamento. Ello basta para demostrar la gran importancia que tiene este antiguo mensaje de Dios para su pueblo de hoy en día. La validez siempre actual de la Palabra de Dios fue elocuentemente expresada por el mismo Jesús cuando le hablaba a su propia generación. En cierta ocasión les replicó a los fariseos: «Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día, y lo vio, y se gozó.… Antes que Abraham fuese, yo soy» (, ). Como afirma también el autor de la Epístola a los Hebreos: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (). El Cristo eterno hace que la Palabra de Dios sea siempre para el pueblo de Dios algo importante y de sabor contemporáneo.
En los capítulos siguientes, pues, haremos algo más que estudiar la vida de un pueblo antiguo y aprender cosas sobre el mismo. Vamos a estudiar la revelación que hace Dios mismo sobre su verdad y su voluntad con respecto a su pueblo, no solo el pueblo de las épocas antiguas sino el de todos los tiempos. En este estudio tenemos mucho que aprender para nuestros días y para nuestra vida cotidiana
El plan de Dios en el Antiguo Testamento CAPÍTULO 1: VISIÓN DE CONJUNTO (DESDE GÉNESIS HASTA MALAQUÍAS)

VISIÓN DE CONJUNTO (DESDE GÉNESIS HASTA MALAQUÍAS)

El desarrollo histórico del trato de Dios con su pueblo del Antiguo Testamento es en sí mismo una verdad emocionante. Especialmente cuando nos damos cuenta de que la historia del pueblo de Dios que se desarrolla en la Palabra de Dios es también nuestra propia historia, si hemos creído en el Señor. Nosotros somos también pueblo de Dios. Lo que él le dijo a su pueblo hace miles de años tiene ciertamente una gran significación para nosotros hoy en día, porque Dios nunca cambia, y la necesidad que de Él tiene su pueblo tampoco cambiará jamás. Ni cambiará tampoco la naturaleza humana, a no ser por la gracia de Dios. En realidad, la revelación del Antiguo Testamento es la narración de cómo Dios ha cambiado a una muchedumbre de pecadores, transformándolos en propiedad suya, escogida entre los pueblos de la tierra. Puesto que esa labor comenzada en el Edén continúa hoy en día, la nube de testigos de los milenios pasados tiene mucho que decirnos a los de hoy.

El libro del Génesis nos habla sobre los orígenes del pueblo de Dios sobre la tierra. Nos cuenta sobre el propósito creador de Dios, y cómo creó ordenadamente todas las cosas, buenas y para su gloria. En Él se recoge la entrada del pecado en la vida del hombre, junto con la consiguiente pérdida de su amistad con Dios, que a su vez lo condujo al sufrimiento y al juicio. La crónica de la perversión del hombre que trajo como consecuencia el juicio terrible del diluvio da testimonio de la necesidad que el hombre tiene de Dios y de su gracia y salvación. Así, la idea de Dios como Salvador, que proporciona esperanza a través de su gracia, se convierte en una de las grandes doctrinas del Génesis y de toda la Palabra de Dios.

A través de todo el Antiguo Testamento podemos seguir una de las señales distintivas de los hijos de Dios, a saber, aquella sensación de necesidad de él. Vemos así cómo Jacob, Moisés, David, y Ezequías, entre muchos otros fieles, aprenden a confiar en Dios por encima de todo, y a buscar en él las respuestas a todas las perplejidades y pruebas de la vida.

Este es el pueblo de Dios, cuyos miembros son llamados uno a uno a pertenecer a la familia de Dios, y señalados por su fe en él. Así es como Dios llama a los que han de ser suyos, y este llamado aparece por vez primera en el Génesis.

Abraham, Isaac, Jacob, Judá, y sus hermanos, son todos llamados a la fe en Dios. También vemos cómo la fe que ha entrado por la gracia de Dios en los corazones de los miembros de su pueblo crece en cada uno de ellos. En ninguna otra parte del Antiguo o del Nuevo Testamento ofrece la Escritura una visión más clara del crecimiento de la fe en un hombre que cuando presenta el crecimiento de la fe de Abraham.

Al mismo tiempo vemos cómo se va desarrollando otra cualidad esencial del pueblo de Dios. El amor nace y crece en los que por naturaleza eran pecadores hostiles luego que la gracia de Dios efectúa su obra en sus corazones. Y así vemos a la familia de Jacob, egoísta y beligerante, unirse más profundamente con lazos de amor a través de las dificultades y las pruebas. Lo notamos de manera especial en dos hombres del Génesis, Judá y José.

Además de la fe y el amor, otra marcada característica de los hijos de Dios que se ve con frecuencia cada vez mayor en la Escritura es la esperanza. Esta esperanza le llega al pueblo de Dios, especialmente a Abraham y a sus hijos, a través de las promesas de Dios. Dichas promesas abarcan principalmente dos grandes esperanzas: la esperanza de una simiente (una multitud de descendientes), y la esperanza de una herencia (un lugar permanente donde vivir en la presencia de Dios).

En el Antiguo Testamento; vemos cómo se desarrollan ambos conceptos. La promesa de una simiente, dada por primera vez en Génesis 3:15, donde es llamada «la simiente de la mujer», es renovada posteriormente a Abraham. Se le da un hijo, Isaac, a través del cual se canalizan todas las promesas de Dios. Se le asegura que esa descendencia terminará convirtiéndose en una multitud. Y, como señala el Nuevo Testamento, la simiente prometida a Abraham culmina en una persona: el Cristo (Gá 3:16).

De igual manera, la herencia prometida primeramente a Abraham es la tierra de Canaán, tierra de promisión donde habrá de habitar su descendencia. En la época de Josué la posesión se convierte en una realidad, y en la de David, mil años después de Abraham, crece hasta alcanzar desde el río de Egipto hasta el Eufrates. Sin embargo, Israel a causa de su pecado, no es capaz de retener su posesión, y el imperio se va hundiendo, hasta que la misma Jerusalén cae en manos del enemigo.

En los días de la decadencia en particular el Señor comienza a mostrarles un nuevo concepto, la esperanza de un nuevo cielo y una nueva tierra, de una nueva Jerusalén. Ahora los ojos del pueblo de Dios se levantan para esperar una herencia que no se desvanecerá, y hacia esa misma esperanza sigue señalando el Nuevo Testamento (1 P 1:3, 4; Ap 21 y 22). Aunque la llamamos «esperanza nueva», el escritor de la Epístola a los Hebreos aclara bien que aun Abraham llevó consigo esta elevada esperanza hasta su muerte, y lo mismo sucedió con los demás creyentes del Antiguo Testamento (Heb 11:9, 10, 13–16).

Es necesario añadir una última observación con respecto al pueblo de Dios cuando, en los días de Abraham, comenzó a estar consciente de su llamamiento. El propósito de Dios no era solamente derramar sus bendiciones sobre ellos sino también que se convirtieran en un pueblo santo. Debían honrarlo y glorificarlo con sus vidas, en medio de los hombres de la tierra. Para que pudieran hacer esto, Dios los llamó a vivir una vida que lo honrara a través de la obediencia a su Palabra.

Una de las expresiones más claras de este continuo deseo de Dios para su pueblo se encuentra en Génesis 18:19, donde el Señor habla del principal propósito por el cual había llamado a Abraham. Dice el Señor: «Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él». Aquí vemos expresado llanamente que Dios, al escoger primero a Abraham y llamarlo, tenía la intención de que tanto él como su descendencia vivieran con una fidelidad tal que reflejaran la voluntad de Dios en sus vidas. La realización misma de las bendiciones que Dios había prometido a su pueblo dependía de si resultaba evidente en sus vidas que eran verdaderos hijos suyos. Los términos «justicia» y «juicio» usados aquí describen a través de toda la Escritura las altas esperanzas que Dios tenía puestas en su pueblo. Nunca suavizó sus exigencias, y a través de todo el período de la revelación del Antiguo Testamento reclamó continuamente de sus hijos esta vida y estos niveles de exigencia. Profeta tras profeta midió Israel a través de esas exigencias de justicia y juicio.

Hay un momento en el que el Señor le dice a Abraham: «Anda delante de mí y sé perfecto» (Gn 17:1). Dios nunca altera ni suaviza estas exigencias. Así vemos a Jesús decir mucho más tarde a sus discípulos: «Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto» (Mt 5:48). No puede haber exigencia mayor para el pueblo de Dios.

Más tarde, el Señor les dijo en el monte Sinaí a los que habían salido de Egipto que ellos eran su pueblo santo. Inmediatamente después de esta declaración, que está en el capítulo 19 del Éxodo, en el siguiente capítulo, el 20, les dio a conocer su voluntad bajo la forma de los Diez Mandamientos. Estos fueron, por tanto, dados al pueblo de Dios como expresión de la clase de vida que él quería que manifestaran al mundo.

A continuación de estas reglas específicas de conducta, que abarcan la totalidad de la voluntad revelada de Dios y que exponen más a fondo la voluntad de Dios con respecto a su pueblo, es decir, el «hacer justicia y juicio», Dios les dio un gran número de ejemplos o «juicios» que afectan a todos los aspectos de la vida. Así, siguiendo el Éxodo, en el capítulo 21 les da numerosos ejemplos tomados de la vida diaria y les enseña cómo toda faceta de su vida debe reflejar un esfuerzo conscientes por hacer la voluntad de Dios (los Diez Mandamientos).

Es aquí también donde Dios describe al pueblo los sacrificios o los medios de hacer que se dé cuenta de sus pecados y de su consiguiente necesidad del perdón divino. El pueblo no daría la talla de las altas normas establecidas por Dios. Por lo tanto, Dios les dio los sacrificios para impresionarlos con esta realidad y, al mismo tiempo, con la seriedad misma del pecado. Este debería romper el corazón de los hijos de Dios y hacerlo contrito ante él; así aprenderían a confiar en él. La totalidad del sistema sacrificial fue el medio que usó el Antiguo Testamento para humillar al pueblo de Dios y enseñarle a confiar en él. Además de todo eso, el sistema señalaba la necesidad de un salvador que pudiera rescatarlos del pecado.

El tabernáculo, introducido también en este período de la revelación, fue diseñado para mostrar al pueblo de Dios su necesidad espiritual y para llevarlo a confiar en el Salvador que Dios habría de enviarle. En sí mismo era un esquema de la obra de Cristo, como testifica posteriormente el autor de la Epístola a los Hebreos (Heb 9 y 10).

El libro del Génesis recoge también el inicio de la obra de Satanás, el gran enemigo de Dios y de su pueblo. A medida que se revelan el plan y el propósito de Dios para con su pueblo, se ve a Satanás en total oposición a los mismos y teniendo éxito cuando provoca al hombre, creado por Dios, a adoptar el mismo corazón rebelde y la misma naturaleza que él poseía. El Génesis recoge la tentación y la caída del hombre y el origen de los hijos de Satanás, los cuales continúan oponiéndose, a través de toda la historia de la redención, a Dios y a su familia, los hijos de Dios.

Satanás comienza en el Edén, pero no se detiene allí. Después de la caída, vemos a Caín, descendencia de Satanás, oponerse a Abel, quien, no obstante ser su hermano según la carne, era alguien totalmente ajeno a él en asuntos espirituales. Caín, como su padre el diablo, intenta destruir al hijo de Dios y logra matar al justo Abel, pero no puede frustrar el plan divino. Tan pronto como muere Abel, Dios hace surgir de Adán y Eva otro hijo, Set, en cuyos días, los hijos de Dios comenzaron a buscar al Señor. Es así como aparecen y se desarrollan las dos sucesiones de seres humanos en la superficie de la tierra.

Desde el punto de vista de Dios, nunca ha habido más que dos clases de hombres: los hijos de Dios y los hijos de Satanás. La trayectoria de ambos grupos puede seguirse a través de todo el Antiguo y el Nuevo Testamento, y sus respectivas categorías permanecen en realidad hasta nuestros días. Gran parte de las riquezas de la Palabra de Dios la vemos en la revelación bíblica con respecto a la naturaleza de los hijos de Dios y los hijos de Satanás, y el trato que Dios da a cada uno de ellos.

La oposición de Satanás continúa incluso después del diluvio. Así encontramos, por ejemplo, que Abraham y sus hijos se enfrentan con la continua hostilidad de la descendencia de Satanás que vive en Canaán. Más tarde, en Egipto, la malvada oposición de la simiente de Satanás en la persona del faraón y los egipcios es bien evidente. Cuando Israel sale de Egipto y se dirige de nuevo hacia Canaán, esta hostilidad de los enemigos de Dios aumenta. Toda la historia de Israel está repleta de enemigos.

Monte Sinaí

Trágicamente vemos cómo los hijos de Satanás se van infiltrando gradualmente en la familia del pueblo de Dios, la iglesia del Antiguo Testamento. Pronto habrá tantos incrédulos como creyentes, o quizá aun más, en la iglesia, el cuerpo visible del pueblo de Dios. En el Antiguo Testamento las hostilidades culminan con la caída de Jerusalén y la consiguiente cautividad en Babilonia. Pero la enemistad no termina ahí. Después del regreso, encontramos a Jerusalén y a Judea llenas de enemigos del pueblo de Dios.

En los tiempos del Nuevo Testamento la iglesia se ve penetrada de nuevo por los no creyentes. Los agentes de Satanás en la iglesia, la mayoría de los judíos de la época de Jesús, se alían finalmente con el poder secular de Roma para expresar el máximo de su hostilidad con la crucifixión del mismo Jesucristo, Hijo de Dios.

El Nuevo Testamento abunda aun más con respecto a la continua hostilidad entre el pueblo de Dios y los hijos de Satanás. Esto lo vemos vivamente descrito en el capítulo doce del Apocalipsis.

Al señalar estos importantes temas en el Génesis, hemos mostrado también cómo están presentes a todo lo largo del Antiguo Testamento: la necesidad que tiene el hombre de Dios; el llamado del pueblo de Dios; la labor opositora de Satanás. La Escritura traza después la historia del trato de Dios con su pueblo en la historia de Israel. Dicha historia ha sido escrita teniendo como fondo la del mundo secular. El surgimiento y la caída de las naciones y de los grandes imperios están entretejidos en el plano posterior de la historia bíblica. La obra de Dios para redimir a su pueblo no fue algo aislado de la realidad cotidiana de la historia que se desarrollaba alrededor de Israel.

La historia del pueblo de Dios resulta ser la compilación de los éxitos y fracasos de Israel, que dependen de su mayor o menor obediencia a su Señor.

Cuando Israel heredó la tierra de Canaán, tuvo éxito y prosperó en ella solo mientras se mantuvo sujeto a la Palabra y a la voluntad de Dios. Cuando los padres comenzaron a dejar de preocuparse por instruir a sus hijos de acuerdo con el deseo expreso de Dios manifestado en Deuteronomio 6:4ss, toda la nación sufrió. Así lo leemos en el recuento de los trágicos días de los jueces.

Cuando el pueblo era quebrantado por sus enemigos, y alcanzaba el punto extremo de la desesperación, Dios hacía surgir hombres del estilo de Samuel y David, quienes le hablaban de volverse a él. Los ejemplos de caudillaje de Saúl y de David muestran el marcado contraste que existe entre un pastor del rebaño de Dios que es infiel y otro que es fiel, confrontación que es típica de toda la historia del Antiguo Testamento.

Cuando fallan los dirigentes, como sucedió en los tiempos de Salomón y sus sucesores, los trágicos resultados afectan a toda la iglesia, y todos sufren, tanto los pecadores como los santos. Tanto la descendencia de Satanás en Israel como los creyentes verdaderos sufren las consecuencias de las infidelidades de Israel.

Para contrarrestar la mala influencia de Salomón y de otros como él, que llevaron a Israel por caminos de perdición, ciertos escritores anónimos de la Palabra de Dios les hicieron resistencia escribiendo obras como el Cantar de los Cantares y el Eclesiastés. El estudio de dichos libros muestra lo devastadora que puede ser la infidelidad de los líderes para toda la iglesia.

También para contrarrestar la mala influencia de Salomón y sus malvados sucesores al trono de Israel, Dios hizo surgir una continua oleada de profetas. Estos profetas se enfrentaron valientemente a la hostilidad de la falta de fe que existía en Israel para exhortar a aquellos que confiaban en Dios a continuar siéndole fieles.

Desde Joel en el siglo noveno antes de Cristo, quien previene contra la decadencia espiritual, mientras el gozo de servir a Dios desaparece de los corazones del pueblo; a través de todo el siglo octavo, con el gran número de profetas que denuncian los pecados sociales y las injusticias de sus días; y hasta los siglos séptimo y sexto, con su deterioro espiritual, Dios envía profeta tras profeta para que llamen al pueblo al arrepentimiento y al regreso a su Señor.

Amós reprende su falta de amor mutuo, mientras que Oseas describe su falta de amor a Dios. Jonás representa la aversión de algunos de los verdaderos hijos de Dios a obedecerle y someterse a sus designios redentores para con los hombres. Jeremías enfoca la condición pecadora de los corazones en el pueblo, y señala con esperanza una solución definitiva que vendrá de parte de Dios: el cambio de corazón.

En la cautividad, profetas como Ezequiel y Daniel dan testimonio de la gracia continua de Dios y de cómo él sostiene a quienes ponen en él toda su confianza.

La doctrina del remanente, que fue presentada en el siglo octavo por los profetas Amós e Isaías, y desarrollada posteriormente por los profetas Jeremías y Ezequiel, muestra que aunque el pueblo de Dios deberá pasar por grandes pruebas y terribles juicios, Dios preservará a todos aquellos que pongan su confianza en él. En ningún otro lugar tenemos una expresión mejor y más ferviente de esta esperanza que en el profeta Habacuc, cuyo ministerio se desarrolla en la época de la caída de Jerusalén.

El remanente del pueblo de Dios regresó de veras a su tierra. De la cautividad de Babilonia salió el gran contingente de todos aquellos que querían hacer la voluntad de Dios. Este remanente regresó a Jerusalén y reconstruyó su templo y sus muros. Esta época está marcada por un gran amor por la Palabra de Dios, y en especial por la Ley de Moisés. Es un período de reavivamiento y de regreso, o al menos, de un gran deseo de regresar a los altos niveles de exigencia que Dios había fijado para su pueblo en la Ley de Moisés.

Durante todo este tiempo, de avivamiento o decadencia espiritual del pueblo de Dios según se narra en el Antiguo Testamento, hay continuamente salmos, cantos, y proverbios que expresan la fe de los hijos de Dios que vivieron a través de todas esas épocas. Los autores de la mayoría de esos escritos nos son desconocidos. Pero puesto que han sido conservados en la Palabra de Dios, sabemos que lo que expresan, como cualquiera otra porción de las Escrituras, es Palabra de Dios.

Job manifiesta la fe de un hijo de Dios, probada en la confrontación con pruebas sumamente difíciles, pérdidas y sufrimientos. Es un testimonio de la longanimidad de Dios, comunicada a su vez a un hijo suyo, dándole fuerzas para mantenerse en su fe, aun en los momentos en que las personas más cercanas a él estaban en duda.

Los Salmos recogen en forma bella la fe de muchos de los hijos de Dios, además de David, el gran salmista. Quizá el Salmo primero es el que mejor ejemplifica el contenido de todo el libro. Presenta la justicia del pueblo de Dios, en contraste con la maldad de los que no tienen fe. Aquí, como en muchos otros lugares, el hijo de Dios se describe como un árbol trasplantado junto a corrientes de aguas de gracia y de la Palabra de Dios. Da su fruto a su tiempo y su hoja no cae. Ilustra maravillosamente la dependencia absoluta de los hijos de Dios en la Palabra y el poder sustentador de ese Dios. La pone también en fuerte contraste con la estéril vida del malvado, y su inevitable final sin esperanza y sin herencia.

Hemos esquematizado aquí solo brevemente el desarrollo del contenido del mensaje que Dios presentó a su pueblo en el Antiguo Testamento. Ello basta para demostrar la gran importancia que tiene este antiguo mensaje de Dios para su pueblo de hoy en día. La validez siempre actual de la Palabra de Dios fue elocuentemente expresada por el mismo Jesús cuando le hablaba a su propia generación. En cierta ocasión les replicó a los fariseos: «Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día, y lo vio, y se gozó.… Antes que Abraham fuese, yo soy» (Jn 8:56, 58). Como afirma también el autor de la Epístola a los Hebreos: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos» (Heb 13:8). El Cristo eterno hace que la Palabra de Dios sea siempre para el pueblo de Dios algo importante y de sabor contemporáneo.

En los capítulos siguientes, pues, haremos algo más que estudiar la vida de un pueblo antiguo y aprender cosas sobre el mismo. Vamos a estudiar la revelación que hace Dios mismo sobre su verdad y su voluntad con respecto a su pueblo, no solo el pueblo de las épocas antiguas sino el de todos los tiempos. En este estudio tenemos mucho que aprender para nuestros días y para nuestra vida cotidiana.

Es muy fácil olvidar cuán grande es Dios y cuán bendecidos somos. Perdemos la perspectiva cuando nos abrumamos por la rutinas de la vida. .
Los Salmos del son todas varias formas de lamento, ya que todas fueron escritas por David en tiempos de problemas, probablemente cuando huía del rey Saúl o de su hijo, Absalón.
y sentirme abrumado por el estrés de la vida o derrotado por mis propios fracasos. son todos varios
formas de lamento, ya que todas fueron escritas por David en tiempos de problemas, probablemente cuando huía
En su angustia, David clamó al Señor, pero puede ser fácil en medio de la angustia perder de vista cuán verdaderamente grande y maravilloso es Dios y cuán maravilloso es su amor por nosotros.
ya sea el rey Saúl o su hijo, Absalón. En su angustia, David clamó al Señor, pero puede ser fácil en
En medio de la angustia de perder de vista cuán verdaderamente grande y maravilloso es Dios y cuán maravilloso es
El amor por nosotros es.
Entonces, después de la serie de lamentos en los , el trae un alegre himno de alabanza a Dios por su grandeza y por su asombrosa bondad para con el hombre.
grandeza y por su asombrosa bondad para con la gente. Este es uno de los himnos más positivos y alegres de
Este es uno de los himnos más alegres de los salmos, una canción de alabanza que comienza y termina con una nota de exaltación a Dios: "¡ Oh Señor, nuestro Señor, cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra !".
los salmos, una canción de alabanza que comienza y termina con una de las líneas de alabanza más alegres y familiares en
La palabra de Dios: "¡ Oh Señor, nuestro Señor, cuán majestuoso es tu nombre en toda la tierra !"
La mayoría de los estudiosos creen que David probablemente escribió este salmo temprano en su vida, tal vez incluso cuando era un adolescente, cuidando a sus ovejas por la noche en los campos de Belén. Es probable que mas tarde David lo arreglo para el Maestro del Coro de manera que fuera cantado por el pueblo de Dios en la adoración.
la playa que estaba a pocos pasos de nuestro campamento. En nuestra primera noche, el pasado lunes por la noche, mientras
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Al ver la puesta de sol, pensé: "¡Oh Señor, nuestro Señor, qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra!"
entonces me di cuenta: "¡Ese es el próximo salmo que puedo predicar! ¡Que guay!"
El , como los salmos 3-7, está escrito por David. La mayoría de los estudiosos creen que David probablemente escribió este salmo
temprano en su vida, tal vez incluso cuando era un adolescente, cuidando a sus ovejas por la noche en los campos cercanos
Belén Creo que es un pensamiento muy bueno: que este salmo podría tener sus orígenes con un pastor de
Belén, en el campo por la noche, vigilando su rebaño. ¿Suena familiar?
Probablemente más tarde en la vida, como rey, David tomó este salmo y lo arregló para el Maestro del Coro, para la adoración.
El titulo "Gittith" se encuentra en los y 84. Esto es probablemente el nombre de una melodía popular, cantada al momento de las vendimias, cuando se pisaban las uvas en el lagar.
dirigir el canto para la adoración reunida del pueblo de Dios. Creo que probablemente fue en este momento que David
tomó muchos de sus salmos y los arregló para el canto corporativo y les dio "Al director del coro".
Este también se titula "Gittith". Este mismo título se encuentra en los y 84. Esto es
probablemente el nombre de una melodía popular, ya sea de Gath o cantada al momento de presionar
uvas. Me gusta pensar que es una melodía de prensado de uvas, silbada por las mujeres que pisotearon el
uvas. Es claramente una melodía alegre, ya que los , y 84 están todos alegres. Entonces, esta es una canción alegre, puesta a
canción popular, y destinada a ser cantada públicamente por el pueblo reunido de Dios.

A. Alabanza a Dios vv. 1-2

¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra! Has puesto tu gloria sobre los cielos; De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, A causa de tus enemigos, Para hacer callar al enemigo y al vengativo.” (, RVR60)
1
OL ORD , nuestro Señor,
¡Qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra!
Has puesto tu gloria sobre los cielos.
Inicia exaltando a YaHWeH, el nombre del pacto de Dios, que describe su inmutable autosuficiencia como el Gran YO SOY.
Nuestro Señor - Nuestro Maestro, gobernante, rey, soberano.
Nuestro Señor - o Nuestro rey soberanos.
Qué majestuoso: esta es una palabra que literalmente significa segun Strong: "grande; figurativamente, potente: excelente, famoso, galante, glorioso, bueno, señorial, poderoso, noble, principal, digno".
excelente, famoso, galante, glorioso, bueno, señorial, poderoso (-ier uno), noble, principal, digno ". (de Strong’s
definiciones)
El es un Dios autosuficiente e inmutable, nuestro soberano rey. Y su nombre, la revelación de su carácter, es poderoso, excelente, majestuoso, digno, en toda la tierra.
soberano, nuestro Señor, nuestro Maestro y gobernante. Y su nombre, la revelación de su carácter, es
poderoso, excelente, majestuoso, digno, en toda la tierra.
Has puesto tu gloria sobre los cielos". La gloria de Dios es tan grande que, mientras que Su nombre es visto como majestuoso y poderoso en toda la tierra, su gloria, su renombre, su fama, el peso de quien Él es: se ha establecido como por encima de los cielos, muy por encima de toda la Creación. Él es trascendente,.
" Has puesto tu gloria sobre los cielos". La gloria de Dios es tan grande que, mientras que Su nombre es visto como
majestuoso y poderoso en toda la tierra, su gloria, su renombre, su fama, el peso de quien
Él es: se ha establecido como por encima de los cielos, muy por encima de toda la Creación.
Este versículo de apertura es rico y entusiasta, pero también teológicamente preciso, alabanza a Dios. Podría ser
mal decir que Dios está en su creación o que su gloria está en la puesta de sol o en las estrellas. Su nombre, el
revelación de su carácter: se muestra majestuoso y poderoso en toda la creación, pero su gloria es
sobre los cielos La evidencia de la grandeza de Dios se puede ver a lo largo de su creación, pero Dios mismo
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Vs. 2 David nos muestra como Dios ha revelado su carácter incluso de la manera más simple y humilde. Los bebés nacen casi completamente indefensos y débiles, y sin embargo, el carácter de Dios es revelado, al ser sostenidos por el Señor cuando claman.
3
está entronizado sobre los cielos, sobre todo. Él es trascendente en el más alto grado, lo que se refleja en
Su divino nombre, YaHWeH, YO SOY.
El versículo 2 puede parecer un poco confuso después del conmovedor lenguaje del versículo 1:
2
De la boca de los bebés y bebés,
has establecido fuerza a causa de tus enemigos,
para calmar al enemigo y al vengador.
David parece estar diciendo que Dios ha revelado su carácter incluso de la manera más simple y humilde.
aspectos de su creación. Los bebés nacen casi completamente indefensos y débiles, y sin embargo, tienen tanto miedo
y maravillosamente hecho, incluso desde el principio. La misma manera en que un bebé lactante está conectado por Dios con
Los reflejos para amamantar muestran el fuerte carácter de Dios.
Jesús llevó el significado de este versículo un paso más allá, al entrar a Jerusalén y limpiar el Templo de cambistas y vendedores de animales. Los niños pequeños de Jerusalén lo alabaron. Por supuesto, esto enfureció a los enemigos de Jesús.
Templo de cambistas y vendedores de animales. Los niños pequeños de Jerusalén lo alabaron. Por supuesto,
Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman Perfeccionaste la alabanza?” (, RVR60)
Esto enfureció a los enemigos de Jesús.
Entonces, aquí, Jesús nos dice que los niños pudieron ver y responder adecuadamente a la revelación del majestuoso nombre de Dios en su poder sanador. Silenciaron a la los enemigos al ver y alabar claramente Dios, cosa que ellos se negaron a reconocer.
los escribas vieron las cosas maravillosas que hizo, y los niños gritaron en el templo: "Hosanna al
¡Hijo de David! ”Estaban indignados, 16 y le dijeron:“ ¿Oyes lo que dicen? ”Y Jesús
les dijo: "Sí; nunca has leído
"'De la boca de los bebés y lactantes
¿Has preparado alabanzas?
- , ESV
Entonces, aquí, Jesús nos dice que los niños pudieron ver y responder adecuadamente a la revelación de
El majestuoso nombre de Dios en su poder sanador. Silenciaron a la oposición al ver y alabar claramente
Dios por lo que los enemigos de Jesús se negaron a reconocer.

B. Reflexión humilde, vv. 3-4

En el versículo 3, David desvía la atención de los lactantes y los niños pequeños a los cielos: “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, La luna y las estrellas que tú formaste, Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (, RVR60)
la luna y las estrellas que has puesto en su lugar,
4 ¿Qué es el hombre para que lo tengas en cuenta?
y el hijo del hombre que lo cuidas?
¿Cuándo fue la última vez que realmente miraste los cielos?
El verbo traducido "mirar" es lo mismo que "considerar o inspeccionar de cerca o cuidadosamente, incluso contemplar gozosamente en asombro".
traducido "considerar" en otras versiones y puede significar "inspeccionar de cerca" y "considerar cuidadosamente" o
incluso "contemplar gozosamente en asombro".
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4 4
David pasó muchas noches en el desierto de Judea, donde las estrellas debieron haber sido asombrosas y abrumadoras. Mirar ese esplendor nocturno es muy humillante, ya que nos hace sentir muy pequeños e insignificantes. Así es como David responde.
han sido simplemente asombrosos y abrumadores. Mirar ese esplendor nocturno es muy humilde, ya que
te hace sentir muy pequeño y muy insignificante, que es exactamente como David responde.
¿qué es el hombre para que Dios nos tenga en cuenta, para que Él nos cuide?
humilde e insignificante. Cuando condujimos a la Isla del Príncipe Eduardo, fue un viaje largo, aproximadamente 18 horas.
o más durante dos días de manejo. Son poco más de 900 millas por trayecto. Google Maps me dice que manejamos
más de 2,200 millas durante nuestras vacaciones de una semana. Nuestros hijos pueden decirte que eso equivale a muchos, muchos
horas pasadas en la camioneta. Y, sin embargo, eso es menos de 1/10 º de la distancia alrededor de la Tierra, que está a punto
25,000 millas.
25,000 millas seguro parece un largo camino. Pero cuando comienzas a hablar de los cielos, te vas
números como ese detrás muy rápidamente. La luna está a 238,900 millas de distancia. El sol es casi 93 millones
kilómetros de distancia. La luz del sol tarda 8 minutos en recorrer esos 93 millones de millas, ya que la luz viaja a 671
millones de millas por hora.
Este tipo de números hace que nuestras cabezas naden, así que aquí hay una ilustración útil de la inmensidad del espacio.
de Charles Swindoll en su libro, The Finishing Touch -
Un científico sugirió una vez otra analogía interesante. Para comprender la escena, imagina un
Pavimento de vidrio perfectamente liso en el que se puede ver la mota más fina. Luego encoge
nuestro sol de 865,000 millas de diámetro a solo dos pies ... y colocar la pelota en el
pavimento para representar el sol.
- Salga de 82 pasos (aproximadamente dos pies por ritmo) y represente proporcionalmente el primero
planeta, Mercurio, dejó una pequeña semilla de mostaza.
- Da 60 pasos más y para Venus suelta un BB ordinario.
- Marque 78 pasos más ... ponga un guisante que represente la tierra.
- Salga 108 pasos desde allí, y para Marte, baje una cabeza de alfiler.
- Rocíe un poco de polvo fino para los asteroides, luego tome 7,888 pasos más y colóquelo
una naranja en el cristal para Júpiter.
- Después de 934 pasos más, suelta una pelota de golf para Saturno.
- Ahora se involucra mucho.
- Marque 2,086 pasos más, y para Urano ... una canica.
- Otros 2,322 pasos desde allí llegas a Neptuno. Deje que una cereza represente a Neptuno.
¡Esto tomará 2.5 millas, y ni siquiera hemos discutido sobre Plutón!
Tenemos una superficie lisa de vidrio de 5 millas de diámetro, pero solo una pequeña fracción del
cielos, excluyendo a Plutón.
Ahora, adivina qué tan lejos tendríamos que ir en la misma escala antes de poder dejar
otra pelota de baloncesto para representar la estrella más cercana.
Tendríamos que recorrer 6.720 millas antes de poder llegar a esa estrella.
Este diámetro de cinco millas representa nuestro sistema solar, y la Vía Láctea, nuestra galaxia, es más
de 160 millones de veces más grande que nuestro sistema solar. Eso significa que todo nuestro sistema solar podría ser
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retirado de la Vía Láctea y sería como sacar un par de granos de arena de un
Playa en la tierra.
¡Así de pequeños somos en el alcance de los cielos, justo dentro de nuestra galaxia!
Entonces, ¿qué es el hombre para que Dios nos tenga en cuenta, para que Él nos cuide?

C. Posición honorable, vv. 5-8

Le has hecho poco menor que los ángeles, Y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos; Todo lo pusiste debajo de sus pies: Ovejas y bueyes, todo ello, Y asimismo las bestias del campo, Las aves de los cielos y los peces del mar; Todo cuanto pasa por los senderos del mar.” (, RVR60)
Luego vienen las palabras más maravillosas de este salmo: “Sin embargo, lo has hecho. . . "
5 Sin embargo, lo has hecho un poco más bajo que los seres celestiales
y lo coronó de gloria y honor.
6 Le has dado dominio sobre las obras de tus manos;
has puesto todas las cosas debajo de sus pies,
7 todas ovejas y bueyes,
y también las bestias del campo,
8 las aves de los cielos y los peces del mar;
lo que pase por los senderos de los mares.
No es lo que somos o lo que hacemos de nosotros mismos, lo que nos hace significativos. Ese fue el error de los que estaban levantado la Torre de Babel, pensaron que podrían construir una torre para llegar al cielo, haciéndose un nombre para ellos mismos. Dios tuvo que bajar para ver, para condescender, solo para ver el trabajo insignificante que habían hecho.
constructores de la Torre de Babel hechos; pensaron que podrían construir una torre para llegar al cielo,
haciendo un nombre para ellos mismos. Dios tuvo que bajar para ver, para condescender, solo para ver al mezquino
insignificancia que habían hecho.
No podemos hacernos grandes, porque Dios ya nos ha hecho muy importantes. Nos ha hecho "un poco menos poderosos que los ángeles", pero están hechos a la imagen de Dios y Dios les dio dominio sobre las obras de sus manos, sobre toda la creación. Es un privilegio que no tienen los ángeles.
más bajo que los seres celestiales ". La palabra traducida" seres celestiales "aquí es Elohim, que puede significar
Dios o los ángeles; Es un poco vago. Creo que es intencionalmente vago, por eso prefiero el ESV
traducción "los seres celestiales" porque no estamos seguros exactamente a qué se destinan los seres celestiales.
Del mismo modo, la palabra "un poco" puede significar "un poco" o "por un momento", otra intencionalmente
recoge el
expresión vaga
No me gusta la decisión de NASB de hacer esto "un poco más bajo que Dios", porque somos mucho más bajos
que Dios Y sin embargo, en la disposición permanente de las cosas, cómo serán las cosas después de la gloriosa
resurrección: se nos dice que solo seremos más bajos que Dios. Prefiero la forma en que recoge el
verso y lo interpreta como "por un momento más bajo que los ángeles".
Los seres humanos están hechos exclusivamente a la imagen de Dios y Dios les da dominio sobre las obras de Su
manos, sobre su orden de creación. Este es un estado privilegiado más alto que el que se le da a los ángeles:
Los seres humanos son únicos - aunque existan creaturas mas poderosas que ellos. Como portadores de la imagen de Dios estamos excepcionalmente equipados para conocerlo, porque somos seres espirituales y para gobernar la creación, fuimos dotados no solo con inteligencia, sino tambien con creatividad, ingenio, capacidad de cooperación y comunicación. Todo esto nos ha permitido descubrir, inventar, construir y crear cosas maravillosas, desde música hermosa, literatura atemporal y grandes obras de arte, rascacielos, aviones supersónicos y naves espaciales.
poder, gloria y vida.
La creación de Dios puede estar llena de todo tipo de criaturas espléndidas y magníficas, algunas más hermosas,
algunos más fuertes, algunos más rápidos que los seres humanos, pero aun así los seres humanos son únicos. Como la imagen de Dios
portadores, estamos excepcionalmente equipados para conocerlo, porque somos seres espirituales y para gobernar la creación.
dotado no solo con inteligencia en bruto sino con creatividad, ingenio, capacidad de cooperación y
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comunicarse entre sí en las sociedades. Todo esto nos ha permitido descubrir, inventar, construir y
crea cosas maravillosas, desde música hermosa, literatura atemporal y grandes obras de arte hasta
rascacielos, aviones supersónicos y naves espaciales.
¿Realmente gobernamos sobre la creación?
1. Dominio perdido en Adán
retoma el y admite algo real que todos sabemos y experimentamos: “pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos; Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas.” (, RVR60)
En el diseño original de la creación de Dios, no dejó nada fuera del control del hombre. Y sin embargo, Adán, en su pecado y rebelión contra Dios, perdió su condición de viceregente sobre la creación. Se puso voluntariamente bajo el dominio de Satanás, razón por la cual Satanás ahora se llama "el dios de este mundo" o "el dios de esta era".
"¿Qué es el hombre, que lo recuerdas,
o el hijo del hombre, que lo cuidas?
7 Lo hiciste un poco más bajo que los ángeles;
lo has coronado de gloria y honor,
8
poniendo todo bajo sujeción bajo sus pies ".
Ahora, al someter todo a él, no dejó nada fuera de su control. En la actualidad, no
Sin embargo, ver todo en sujeción a él.
- , NVI
En el diseño original de la creación de Dios, no dejó nada fuera del control del hombre. Y sin embargo, Adán, en su pecado
rebelión contra Dios, perdió su condición de viceregente sobre la creación. Se colocó voluntariamente debajo
El dominio de Satanás, razón por la cual Satanás ahora se llama "el dios de este mundo" o "el dios de esta era".
En este estado caído, cuando no todo está sujeto a la humanidad, tratamos con el pecado, la enfermedad, debilidad y muerte. También tratamos con un mundo natural que nos es hostil de muchas maneras. Esto no es cómo Dios creó su mundo o sus imágenes en el principio.
y debilidad y muerte. También tratamos con un mundo natural que nos es hostil de muchas maneras. Esto es
no cómo Dios creó su mundo o sus portadores de imágenes en el principio.
2. Redimido en Cristo
Afortunadamente, continúa para darnos las buenas noticias en el versículo 9:
Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.” (, RVR60)
y honor por el sufrimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios pueda probar la muerte para todos.
- , ESV
Aquí es donde vemos la gloria de la palabra de Dios, incluso en un pequeño detalle como el uso del término "hijo del hombre” en el . Este salmo de David usa un paralelismo hebreo:
Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, Y el hijo del hombre, para que lo visites?” (, RVR60)
man ”en el . En un nivel, la canción de David solo usa un buen paralelismo hebreo:
David está señalando al Hijo del Hombre, a Jesús, a quien se le ha dado el dominio que Adán perdió, no solo pasó la prueba donde Adan falló, sino que pagó la penalidad en la que incurrió Adan al pecar.
y el hijo del hombre que lo cuidas? - v. 4
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Y sin embargo, el lenguaje es muy claro e intencionalmente singular del término "hijo del hombre" en adelante. Esta
finalmente nos está señalando al Hijo del Hombre, Jesús mismo, a quien se le ha dado el dominio que Adán perdió,
no solo pasó la prueba, Adam falló, sino que pagó la penalidad en que incurrió el fracaso de Adam.
Jesús, por la gracia de Dios, bajó de su gloria celestial y fue hecho, por un momento, inferior a los ángeles. El que comandaba los ejércitos celestiales en su gloria, fue asistido por los ángeles en el desierto y en el jardín de Getsemaní. El vino a restaurar la gloria y el honor que Adán perdió por su rebelión en el Jardín de Eden, aunque al hacerlo, significó un sufrimiento horrible al cargar sobre si el peso de nuestra maldad y sufrir la ira de Dios.
que los angeles El que comandaba ejércitos de ángeles en gloria celestial, fue ministrado para ser ángeles, que
renovó su fortaleza en el desierto del desierto y en el jardín de Getsemaní. Vino a
restaurar la gloria y el honor que Adán se había rendido tan tonta y destructivamente en el Jardín de
Eden, aunque hacerlo significa un sufrimiento horrible. Sufrió cuando fue tentado, para vencer al demonio.
trucos y ganar una justicia perfecta para nosotros, y sufrió aún más cuando se sometió
ser hecho pecado por nosotros, soportar la agonía que nuestros pecados merecen en la cruz en nuestro lugar.
Debido a la gloriosa victoria de Jesucristo y su ascensión al cielo, al trono más alto, en la diestra de Dios el Padre, todos los que le pertenecen. tienen garantizada la victoria sobre el estado caído de nuestro mundo y una esperanza futura de que, algún día, en la Resurrección, nosotros también tomaremos nuestro lugar dado por Dios como vice-regentes sobre toda la creación.
la diestra de Dios el Padre, todos los que le pertenecen tienen garantizada la victoria sobre
el estado caído de nuestro mundo y una esperanza futura que, algún día, en la Resurrección, nosotros también tomaremos nuestro
Lugar dado por Dios como vice-regentes sobre toda la creación.

D. Santa Alabanza, v. 9

Habiendo reflexionado sobre la majestad de Dios sobre la creación, la gloriosa gracia de Dios hacia las personas en la creación, David vuelve al tema de apertura. “¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!” (, RVR60)
Habiendo reflexionado sobre la majestad de Dios sobre la creación, la gloriosa gracia de Dios hacia las personas en la creación, David vuelve al tema de apertura de su canción de alabanza:
creación, David vuelve al tema de apertura de su canción de alabanza:
OL ORD , nuestro Señor,
¡Qué majestuoso es tu nombre en toda la tierra!
Esta es la linea melódica del salmo. Dios es glorioso en la tierra, él ha hecho cosas gloriosas al crearnos a su imagen y al redimirnos en Cristo, de manera que su majestad se exhibe en toda la tierra, proveyendo una esperanza final, donde toda la tierra será llena de su gloria.
y luego la línea de cierre es la conclusión triunfante, afirmando esa proposición de apertura tan poderosamente.
Su majestad se exhibe en toda la tierra, no solo en cómo están las cosas ahora, sino también en el mundo.
¡promesa de cómo serán en la resurrección, redención de todas las cosas!
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