1 Corintios 9:16-10:12
Primera Parte .
Corintios 9:16-27.
Sus privilegios como apóstol 9:1–14
Pablo sabía que tenía ciertos privilegios como ministro en la obra de Dios porque se refiere a ellos seis veces en este pasaje: tenía derecho de comer y beber (9:4), este era el tema que preocupaba a los corintios. Además, podía haber tomado una esposa cristiana (9:5) y por último, merecía recibir el sostén económico de parte de las iglesias que atendía (9:6–14). Hace uso de tres ilustraciones de la naturaleza, para añadir más evidencia bíblica y confirmar esta conclusión.
Pablo ahora habla de la libertad en términos personales. No discute el tema de la libertad cristiana para todos, más bien la libertad abordada es su propia libertad como apóstol. Al hablar también del apostolado, no describe éste respecto a los otros apóstoles, sino que llama la atención a su propio apostolado.
9:15. Al terminar con su repertorio de argumentos, el apóstol dejó establecidos en forma convincente sus derechos en relación con la iglesia corintia. Sin embargo, de nuevo recalcó (cf. v. 12) su renuncia total al ejercicio de aquellos derechos, expresando en el v. 12 uno de sus motivos: evitar que su ministerio mostrara algún indicio de motivaciones mercenarias. En este v. encontramos una segunda razón relacionada con la primera: la oportunidad de afirmar la integridad de su dedicación al ministerio (cf. 2 Co. 11:9–12). Esta era su gloria, que ministraba de todo corazón en forma voluntaria y libre (cf. 2 Co. 2:17).
I. Su Renuncia a Privilegios.
A pesar de lo mencionado, el apóstol había hecho a un lado sus derechos por causa del evangelio (9:15–18). Tres veces les recuerda que no se había aprovechado de ellos (9:12, 15, 18). Podríamos preguntarnos, ¿por qué no lo hizo? El contesta diciendo que para no causar estorbos al evangelio (9:12). Preferiría más bien morir que permitir que se obstaculizara su ministerio o le impidiera realizar la obra que era su primera prioridad (9:15).
En los versículos que siguen en este capítulo, Pablo va a seguir con su ejemplo de cómo vivió él para predicar el evangelio y no poner trabas. Muchas veces somos nosotros mismos las trabas: nuestras actitudes, nuestras palabras, nuestras formas de relacionarnos lo que impide que la gente reciba a Jesucristo. Muchas veces creemos que es el diablo el que pone trabas; es cierto, el diablo se opone a la predicación del evangelio, nos tienta, nos pone tropiezos, siembra cizaña, pone división, y hace un montón de cosas. Pero él no es el único causante.
reflexión es cómo vamos nosotros a encarnar la Palabra. Cómo vamos nosotros eliminar potenciales trabas que quizá estemos poniendo: no digo que lo hagamos a propósito; pero debemos estar concientes de que podemos hacerlo, y el compromiso de nuestro llamado debe ser eliminar esas trabas.
reflexión es cómo vamos nosotros a encarnar la Palabra. Cómo vamos nosotros eliminar potenciales trabas que quizá estemos poniendo: no digo que lo hagamos a propósito; pero debemos estar concientes de que podemos hacerlo, y el compromiso de nuestro llamado debe ser eliminar esas trabas.
Dado que Pablo fue nombrado para predicar, no consideraba esa tarea como una razón para jactarse. Por el contrario, lo que lo compelía a predicar era la comisión que había recibido del Señor. Quería cumplir con la tarea que el Señor Jesús le había dado, a saber, predicar el evangelio a judíos y a gentiles.
«Pues ay de mí si no predico el evangelio». Pablo levanta el lamento de los profetas del Antiguo Testamento y de los apóstoles del Nuevo. Al igual que Pablo, estos hombres estaban dominados por la urgencia de dar a conocer el mensaje que Dios les había dado. Jeremías dijo que la Palabra de Dios era como fuego en su corazón y en sus huesos (Jer. 20:9) y Amós escribe que debido a que Dios ha hablado, él tenía que hablar (Am. 3:8).
Para él era un privilegio haber sido comisionado para predicar. Como esclavo de Cristo, obedecía de buena gana al que le envió y así recibió su recompensa. Esta recompensa no era algo que él deseaba. Predicaba el evangelio gratis (v. 18).
Pablo decidió ceder voluntariamente sus privilegios porque buscaba una recompensa de Dios (9:17). Sabía que si su sacrificio no era voluntario, entonces sólo podía decir que había cumplido con su mínima responsabilidad de mayordomo de Dios (compare Lucas 17:7–10).
Su punto es que si su trabajo no es voluntario, como lo dejó claro el v. 16, entonces no tiene derecho de paga. Ese punto lo establece con una metáfora usada anteriormente en 4:1. Su apostolado es parecido al de un «mayordomo/administrador» (generalmente un esclavo) a quien se le ha «confiado» la administración de una casa.
La segunda oración armoniza con el contexto, ya que Pablo indica que está bajo obligación divina de predicar el evangelio. Así que, el problema radica en la primera parte de este versículo, particularmente en la palabra recompensa.
Para él era un privilegio haber sido comisionado para predicar. Como esclavo de Cristo, obedecía de buena gana al que le envió y así recibió su recompensa. Esta recompensa no era algo que él deseaba. Predicaba el evangelio gratis (v. 18).
En cierto sentido, su «paga» es precisamente el no recibir «paga alguna». Pero en el argumento actual este «pago» de no tener pago le da también su «libertad» apostólica con respecto a todos, para que pueda con mayor libertad hacerse esclavo de todos (v. 19).
Surgen dos preguntas. Primero, ¿por qué escogió Pablo predicar el evangelio gratis? Por cierto que no lo hacía para lograr un mayor reconocimiento que el que tenían los otros apóstoles, que sí hacían uso de sus derechos apostólicos. Aunque Pablo escribe que ha trabajado más que los otros, da la gloria y la alabanza a Dios (15:10). La sola idea de hacer algo por conveniencia le repugnaba. Trabajaba para que el evangelio fuese cada vez más influyente en el mundo.
Segundo, ¿está pidiendo Pablo a los predicadores que lo imiten? La respuesta es un sonoro ¡no! En ninguna parte de sus epístolas se puede encontrar evidencia de que los predicadores debieran abrogar el mandamiento que Jesús dio a sus obreros del reino. Si un ministro del evangelio tiene una fuente independiente de dinero y ofrece sus servicios gratis, es libre de tomar esa decisión. Pero es una decisión personal que jamás debe imponer sobre otros. De la misma forma, Pablo tomó la decisión de suplir sus necesidades económicas trabajando en su negocio particular, pero nunca habría demandado lo mismo de sus colegas.
El apóstol se había hecho esclavo de todos (9:19–23) y aceptado las creencias de todo el mundo como si fueran suyas, a fin de no provocar ninguna ofensa que entorpeciera su misión.
Pero su proceder también lo ha llevado a ser libre de las restricciones meramente humanas. Ahora regresará al tema de la libertad (del v. 1) y explicará cómo su decisión de no usar sus derechos realza su libertad para ser en mucho mayor medida un siervo del evangelio.
II. Renuncia a sus Libertades.
Al no recibir un sueldo por sus servicios, Pablo no le debe nada a nadie. Nadie podía reclamar dominio sobre Pablo a causa de alguna responsabilidad monetaria (véase 2 Co. 11:7). Pablo tenía la libertad de proclamar el evangelio a quien quisiera.
Con la palabra libre, Pablo regresa al discurso sobre la libertad que empezó este capítulo (v. 1). Dijo que él era libre de las restricciones dietéticas que la ley mosaica imponía a los judíos. Ahora da a entender que es libre de dependencia económica. Al no aceptar compensación económica por el ministerio que realiza en Corinto, quedaba libre de cualquier imposición que pudiera obstaculizar su predicación.
Con los judíos me comporto como judío, para ganar a los judíos». Como aquel que es siervo de todos, Pablo empieza por su propia gente y se apega al principio de «a los judíos primeramente y también a los gentiles». Pablo era judío y hebreo de hebreos (Fil. 3:5). Pero cuando dice que se hace judío para los judíos, quiere decir que al ser un seguidor de Jesús vive en una nueva creación (2 Co. 5:17), que ya no es ni judío ni gentil
En su intento de ganar a los judíos para Cristo, Pablo se adaptaba a las costumbres judías durante su ministerio. Estos son algunos de los ejemplos notables: dejó que Timoteo fuese circuncidado «por causa de los judíos» (Hch. 16:3); hizo un voto nazareo para expresar a Dios su agradecimiento (Hch. 18:18); se purificó junto a cuatro nazareos y pagó sus gastos para la ofrenda sacrificial (Hch. 21:23, 24, 26).
Parece que quería hacer una clara distinción entre quienes estaban bajo la ley (v. 20) y quienes no estaban bajo la ley (v. 21). Esto no sólo distingue entre judíos y gentiles, sino que también parece distinguir entre los cristianos de conciencia débil que están bajo la ley y los cristianos fuertes que practican su libertad de la ley.
El tercer elemento de la serie, «los que están sin ley», corresponde al segundo como su opuesto. Aquí Pablo está refiriéndose a su conducta entre los gentiles, incluyendo la mayoría de los creyentes corintios, y especialmente aquellos que dentro de la comunidad están en contra de él.
los que están sin ley son los gentiles, ante quienes Pablo estaba dispuesto a abandonar los viejos prejuicios sobre asuntos moralmente indiferentes tales como no comer carne sacrificada a un dios pagano (10:27; cf. Hch. 15:29), para ganar a los gentiles a Cristo. Pero aunque Pablo era un defensor vigoroso de la libertad (Gá. 5:1), nunca sugirió que fuera partidario del libertinaje (cf. 1 Co. 6:12–20).
«Aunque yo mismo no esté sin la ley de Dios sino bajo la ley de Cristo». Con estas palabras, Pablo deja en claro a judíos y gentiles que no es un hombre sin ley. Hay que destacar que en tres versículos sucesivos, Pablo subraya a sus lectores cuál es su estado:
soy libre de todos los hombres (v. 19)
yo mismo no estoy bajo la ley (v. 20)
yo mismo no estoy sin la ley de Dios sino bajo la ley de Cristo (v. 21).
Adaptación. «A los débiles me he hecho débil para ganar a los débiles». Pablo ahora vuelve a su discusión sobre los cristianos con conciencia débil (8:9–13). Pablo ha completado el círculo al revisar la libertad que tiene en Cristo. Así, habla acerca de su relación para con el débil. Hubiéramos esperado un equilibrio sintáctico que incluyese al fuerte, pero a Pablo no le interesa comparar al fuerte con el débil. El fuerte era libre en Cristo y no tenía cargo de conciencia cuando comía carne sacrificada a ídolos.
Realidad. «A todos me he hecho de todo para por todos los medios salvar a algunos». El apóstol es un modelo para todo el que quiera ganar a la gente para Cristo. Pablo se acomodaba a las diferentes situaciones de cada cultura. Con los judíos vivía como judío, y con los gentiles como gentil (dentro de los límites del mandamiento de Cristo). Se hizo débil a los débiles, para así ser de todo para todos.
Pero lo más sorprendente es que después de este triple “todos”, dice “para que… salve a algunos”.
Todo lo que quieras invertir en el Reino es válido, y es necesario hacerlo, pero ten en cuenta esto: sólo para que se salven algunos. Pero si todo lo inviertes y sólo se salvan algunos, ¿imagínate el resultado si sólo inviertieras algo?
Ahora, creo que hay que hacer una aclaración, cuando Pablo dice “me hecho a todos de todo”. Yo no me tengo que hacer criminal, para ganar a los criminales. Yo no me tengo que drogar o ser un drogadicto para ganar a los drogadictos. Yo me tengo que hacer homosexual para ganar a los homosexuales. Pero sigue siendo válido el hecho que tengo que hacerme todo a todos, y usar todo tipo de herramientas y metodologías siempre y cuando no degraden a la persona en lo moral (Pablo dice “no estoy sin ley, sino bajo la ley de Cristo”).
«Y todo lo que hago». Notemos que cuatro veces Pablo escribe la palabra todo en los versículos 22 y 23. Es un siervo humilde del evangelio, que irá a cualquier parte, que descenderá o ascenderá a cualquier nivel de la sociedad o hará cualquier tarea por insignificante que sea, con tal que el evangelio sea proclamado a todos. Pablo no conocía la palabra discriminación, ya que decía que en Cristo no había «judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer» (Gá. 3:28).
Pablo estaba listo a viajar a Ilírico (lo que fue Yugoslavia y que ahora es Albania) y a España, para que el evangelio fuese lo más ampliamente divulgado (véase Ro. 15:19, 24).
«Para participar conjuntamente en él». Uno podría pensar que Pablo pierde, cuando afirma que su intención es servir a todos los que quieran escuchar el evangelio. Pablo no pierde, sino que se beneficia de las bendiciones que vienen con la predicación de las buenas nuevas. Cada vez que una persona cree en Cristo, se produce gozo y felicidad en el Señor, y Pablo el heraldo del evangelio participa en esa gozosa celebración. Además, el predicar las buenas nuevas de salvación le trae una rica bendición.
III. Disciplina para Ganar.
a. Premio. En el mundo antiguo, segundo en importancia a los juegos olímpicos estaban los juegos ístmicos, los cuales se llevaban a cabo a unos 16 kilómetros de Corinto. Los juegos se celebraban uno de cada dos años, atrayendo a numerosos atletas y espectadores de todas partes del mundo. Durante el año y medio que Pablo pasó en Corinto (50–52 d.C), los juegos se celebraron en la primavera del año 51 d.C. Esto lo familiarizó con los juegos y suponemos que asistió a alguno de ellos. Quizá movió su negocio de carpas a Istmia, donde tendría la oportunidad de presentar el evangelio a la gran cantidad de gente que venía a participar o a mirar los juegos.
b. Exhortación. «Corred de tal manera que ganéis». Pablo usa la metáfora de una carrera para indicar que todos los creyentes participan en una carrera espiritual. Es obvio que no quiere decir que de todos los creyentes sólo uno ganará. Pablo exhorta a los corintios a que tomen su vida espiritual seriamente y que la consideren como si fuera una competencia en la que deben esforzarse al límite.
¿Cómo encaja esta ilustración dentro del tema de la libertad apostólica? Pablo demuestra que para él lo único que tiene importancia es el progreso del evangelio, a lo cual él se entrega con todo su poder intelectual, espiritual y físico. De la misma forma, los creyentes de Corinto deben dedicarse a hacer que su vida espiritual progrese, como si corrieran en una carrera para ganar el premio.
El compromiso de Pablo con esta filosofía de ministerio no surgió de manera fácil. Requirió disciplina personal (e.g., de todo se abstiene; “se entrenan con mucha disciplina”, NVI95) como la del atleta que lucha por obtener la supremacía en su deporte (cf. 15:10). Pablo cedió en forma voluntaria ciertos privilegios de los que pudiera haber disfrutado, con el fin de ganar el premio. El galardón para Pablo no era la corona temporal (stefanon) otorgada por los hombres (en los juegos bienales cerca de Corinto, la “corona” era una guirnalda de pino), sino la corona eterna otorgada por Cristo (3:13–14; 2 Co. 5:10).
La corona del apóstol sería la consumación de la recompensa (1 Co. 9:18) que ya disfrutaba en forma parcial: la oportunidad de gloriarse ante Cristo por aquellas personas que se le había permitido ganar (2 Co. 1:14; Fil. 2:16; 1 Ts. 2:19).
«Todo el que compite en los juegos deportivos mantiene dominio propio en todo respecto». Pablo describe la actividad del individuo mediante el verbo griego agōnizomai (=luchar, pelear) de donde se deriva la palabra española agonizar. En el campo deportivo, el atleta somete su cuerpo y mente a una lucha severa. El competidor tiene que lograr un dominio propio completo para ganar (2 Ti. 2:5).
Dos ejemplos. En los versículos precedentes (vv. 24, 25), pasó de la segunda persona plural a la primera persona plural. De la primera persona plural, ahora procede a la primera persona singular, para apuntar a su propia conducta. Para esto usa dos ilustraciones sacadas del campo deportivo: atletismo y boxeo.
Una metáfora. «Trato mi cuerpo con severidad y lo esclavizo». En lugar de «Trato mi cuerpo con severidad», una traducción literal sería «le aplico a mi cuerpo un ojo amoratado». Esta es una imagen prestada del boxeo, en el cual los boxeadores aparecen con magulladuras en la cara. Al tomar prestada esta imagen, Pablo no quiere decir que él literalmente golpee su cuerpo. Fueron sus enemigos los que lo golpearon (2 Co. 11:23–25), y no tenemos ninguna razón para pensar que él se azotara o golpeara. Con la expresión esclavizar, Pablo indica que ejerce autocontrol y que se dedica a lograr su propósito.
«Para que no sea que después de haber predicado el evangelio a otros yo termine siendo descalificado». A primera vista, esta afirmación no parece ser definitiva. Algunos traductores han sentido la dificultad y han tratado de superarla expandiendo la oración o cambiando la redacción. Otras versiones leen: «no sea que … yo mismo sea rechazado por indigno» (VM). Otra parafrasea: «me cuido de no ser descalificado después de haber llamado a otros al torneo» (GNB).
Pablo estaba compitiendo bien y animó a muchos a unirse a él en la carrera (la palabra heraldo, kēryxas, se refiere al que convocaba a los competidores para una contienda), aunque eso no le garantizaba tener un final victorioso. Él mismo contemplaba la posibilidad de ser eliminado y no lograr el premio. En gr., una sola palabra, adokimos, trad. toda esta frase, que lit. quiere decir “reprobado”.