7 Hasta cuando Senor Apoc 1_1_8

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«¿Hasta cuándo,Señor?»

David Roper


No había historia que le pro­dujera más consuelo a los judíos, que el relato sobre la manera como Dios sacó a sus padres de Egipto «con mano fuerte» (Éxodo 32.11). Cuando los israelitas estaban siendo oprimidos por los egipcios, ellos clamaban a Dios. Dios oyó su clamor (3.7) y fue movido a misericordia. Así, un día que Moisés andaba por el desierto, se detuvo delante de una zarza ardiente y oyó estas maravillosas palabras:

Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. [...] Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias, y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, [...] El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen (Éxodo 3.6–9).

Cuando estudiaba las palabras de apertura de Apocalipsis me llamaron la atención las semejanzas que hay entre la opresión sufrida por los israelitas bajo el reinado de Faraón, y la apremiante situación en que se encontraban los cristianos bajo el gobierno del emperador Domiciano. La respuesta de Dios a los desesperados clamores de los israelitas, fue extraordinariamente parecida a Su respuesta a las fervientes oraciones de los cristianos perseguidos.

Los cristianos estaban pidiéndole a Dios que los aliviara de sus sufrimientos. En el capítulo 6, leemos acerca de «los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios» (Apoc. 6.9). Clamaban a gran voz: «¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre [...]?» (Apoc. 6.10). Aquella súplica llena de dolor se añadía a «las oraciones de todos los santos» (Apoc. 8.3; vea también Apoc. 5.8; 8.4), que estaban sufriendo «tribulación» (Apoc. 1.9). Los cristianos debieron haberse preguntado: «¿Cuándo irá a intervenir Dios? ¿Cuándo nos vengará?». Apocalipsis es la respuesta de Dios a sus preguntas, sea que se las hayan planteado o no. Dios le dio un mensaje de consuelo a Moisés en el desierto; ahora le daba palabras de consuelo a Juan en la isla de Patmos.

En esta lección, estudiaremos los primeros ocho versículos de Apocalipsis. A primera vista, estos versículos parecen sencillamente servirle de intro­ducción al libro, y podemos vernos tentados a leerlos apresuradamente —debido principalmente a que ya comentamos con anterioridad muchas de sus frases.1 Después de haber reflexionado sobre este pasaje, no obstante, veremos cómo él marca la pauta de nuestro estudio.

«¿HASTA CUÁNDO NO NOS
SOCORRES?»
(Apoc. 1:1-2)

El libro comienza así:


1 Algunos de esos comentarios serán repetidos aquí porque son necesarios para la lección, y porque es un hecho comprobado que la repetición contribuye al aprendizaje.

 

APOCALIPSIS 1:1-8


|  GOD’S P
PUEBLO
DE DIOS
|

La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan, que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto (1.1–2).

La palabra «revelación» proviene del griego apokalupsis, la cual significa «descubrimiento» o «acto de develar». Imagínese el dramático acto mediante el cual se devela la última obra maestra de un gran artista. La expectación se ha estado acumulando; las especulaciones han alcanzado su nivel más alto. Por fin, cuando la obra es develada, la multitud se asombra de su magnificencia. De un modo semejante, la obra maestra consoladora de Dios es dramáticamente develada en el libro de Apocalipsis.

Al libro se le llama «la revelación de Jesucristo». Lo anterior puede significar 1) la revelación «por Jesucristo o proveniente de Él, 2) la revelación acerca de Jesucristo o 3) ambas cosas».2 El versículo en su totalidad apoya la idea de que ésta es una revelación que Jesús le dio a Juan, pero el libro también revela bastante acerca de Jesús mismo.

Hay tres verdades acerca de este primer versículo en las que se debe hacer hincapié: 1) Dios le dio a Jesús el mensaje.3 2) Dio el mensaje con el fin de beneficiar a «sus siervos»4 —en otras palabras, a Su pueblo (Romanos 6.17–18). 3) Dio el mensaje para manifestar a Sus siervos «las cosas que deben suceder pronto».5 (Énfasis nuestro.) La palabra griega que se traduce por «pronto» significa «rápidamente» o «inmediatamente».6 En respuesta a los que clamaban: «¿Hasta cuando, Señor?» (Apoc. 6.10), Dios respondió: «¡Ánimo; no tardaré! ¡Voy camino de rescatarlos y de castigar a sus enemigos! ».

Para hacer llegar este mensaje a Su pueblo, Dios usó una cadena de revelación. Dios le dio el mensaje a Jesús. Jesús envió a Su ángel para que le llevara el mensaje a Juan (vea también Apoc. 22.8, 16), para que éste, a su vez, se lo pudiera entregar al pueblo de Dios, con el fin de animarlos.

 
JSUS
JESÚS
ÁANGEL
JOH JUAN

Este «Juan» es el apóstol Juan, el cual pro­bablemente era el único apóstol que estaba vivo para ese tiempo. Éste les dio a sus lectores su garantía personal respecto de la autenticidad del mensaje: Declaró que había «dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que [había] visto» (Apoc. 1.2).7

Es significativo el uso que hace Dios de un ángel en la cadena de revelación. Cuando Moisés estaba en el desierto, fue «el Ángel de Jehová» el que se le apareció «en una llama de fuego en medio de una zarza» (Éxodo 3.1; énfasis nuestro). Así también, un ángel le fue enviado a Juan para que le dijera que Dios había oído a Su pueblo.

Es importante entender que Dios oye y le re­sponde a Su pueblo. En la tranquilidad de la noche, cuando el temor se apodera de nosotros, y la tristeza amenaza con consumirnos —cuando pareciera que nuestros clamores al Señor se los tragan las tinieblas— necesitamos recordar las palabras de Salmos 34.15: «Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos». ¡Es como Pedro dijo: «Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones» (1 Pedro 3.12)!

¿HASTA CUÁNDO NO NOS BENDICES OTRA VEZ?» (1.3)

En el versículo 3, hallamos una bendición muy peculiar del libro de Apocalipsis: «Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca». La expresión «el que lee» se refiere al que leía las Escrituras en la asamblea plenaria de la iglesia.8 En aquellos tiempos, había muchos que no podían leer —y muy pocos tenían suficiente para comprarse un ejemplar de las

    Escrituras. Para que las personas pudieran conocer la voluntad de Dios para sus vidas, era necesaria la lectura en público de la Palabra (Romanos 10.17).9 Hoy día, aunque abundan más las Biblias, todavía necesitamos oír la Palabra leída por aquellos que le pongan «el sentido» a la lectura. (Vea Nehemías 8.8.)

El versículo 3, hace hincapié en que Apocalipsis no sólo debía ser proclamado, sino también oído10 y guardado.11 Juan hizo hincapié en la importancia de lo anterior cuando se refirió a Apocalipsis como «profecía». La designación de «profecía», recalca que Apocalipsis proviene de Dios12 y que, por lo tanto, no ha de ser tomado a la ligera. En el libro de Apocalipsis abundan mandamientos explícitos e implícitos.13 No queda a discreción nuestra el oír y guardar tales mandamientos.

Cuando Moisés guiaba a los hijos de Israel, les dio instrucciones en el sentido de oír «atentamente la voz de [...] Jehová y [de guardar] todos sus estatutos» (Éxodo 15.26). Si lo hacían, serían bendecidos (Éxodo 23.22). Así también, Juan les dijo a los asediados cristianos de su tiempo, que las promesas de Apocalipsis eran solamente para los que permanecieran fieles (Apoc. 2.10).

Ese mensaje es todavía necesario hoy día. Cuando tenemos problemas, Dios no podrá influir en nuestras vidas, a menos que sometamos nuestra voluntad a la Suya. Jesús dijo: «Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis» (Juan 13.17; vea también Santiago 1.22). Hoy día se escucha una canción secular, la cual refleja la filosofía de muchos: «Lo hice a mi manera». Para ser bendecidos por Dios, ¡es necesario cultivar la actitud expresada en el hermoso himno que dice: «Haz lo que quieras de mí, Señor»!

Para los cristianos primitivos, la parte más alentadora del versículo 3, se encontraba en las palabras: «porque el tiempo está cerca».14 La frase «está cerca» es una traducción de la misma palabra griega básica que se traduce por «se ha acercado», en Marcos 1.15: «El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado». (Énfasis nuestro.) El anuncio hecho en Marcos 1.15, no daba a entender que el establecimiento del reino ocurriría miles de años después, en el futuro. Más bien, el que hablaba, estaba diciendo que por fin había llegado el momento para el establecimiento del reino. Del mismo modo, el apóstol Juan estaba tranquilizando a los cristianos de su tiempo, diciéndoles que la bendición de Dios se verificaría en ese tiempo, no en una fecha a miles de años en el futuro. «Una iglesia acorralada contra la pared, que está luchando por mantenerse viva, lo menos que necesita es un calendario celestial que le diga lo que va a suceder veinte siglos más tarde. Lo que necesita es saber que Jesús está presente, cuidando de su vida en ese momento».15

De vez en cuando, puede que usted también se sienta derrotado y solo. Cuando así suceda, recuerde que Dios es «nuestro pronto auxilio en las tribulaciones» (Salmos 46.1–7). Dios estaba presto para bendecir a los atribulados cristianos del primer siglo. ¡También está presto para bendecirlo a usted hoy día!

¿HASTA CUÁNDO NO RECONOCES NUESTRO SUFRIMIENTO?» (Apoc. 1.4)

Los versículos del Apoc. 1:4-7, siguen el formato estándar de las epístolas de los tiempos de Juan. Las cartas primero identificaban al remitente y a los destinatarios. Así, leemos: «Juan, a las siete iglesias que están en Asia» (vers.o 4a). No es al continente de Asia que se refiere, sino a la provincia romana de Asia, la cual se ubicaba sobre la costa occidental de lo que hoy es Turquía.16 Las siete iglesias son mencionadas más adelante en el capítulo: las congregaciones que se reunían en las ciudades de Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (Apoc. 1:11).

Comúnmente se escucha a algunos preguntar: ¿por qué estas siete iglesias?, pues eran más de

siete iglesias las que se habían establecido en aquella provincia. Podríamos hacer algunas suposiciones inteligentes: 1) Pudieron haberse elegido siete iglesias, con el fin de preservar el énfasis en el número «siete» del libro. 2) Estas siete iglesias pudieron haberse situado sobre una ruta que recorría el interior de la provincia; desde ellas, el mensaje de consuelo podía propagarse por toda la región. 3) Estas siete pudieron haberse elegido porque eran representativas de las iglesias de aquellos tiempos y de todos los tiempos.

Una pregunta más pertinente podría ser: «¿Por qué siete iglesias que estaban en Asia?». Hacia el tiempo en que Apocalipsis fue escrito, se habían establecido iglesias por todo el imperio romano, entonces, ¿por qué fueron enviadas las cartas a siete iglesias que estaban en Asia solamente? Allí era donde la persecución romana era más cruenta; allí era donde los cristianos estaban suf riendo más. Había dos razones para esto: 1) El culto al emperador era más fervoroso en Asia. «El culto a César era muy popular en [esta provincia]. Asia era terreno fértil para toda clase de cultos y misterios,17 y ninguno era más aceptado que éste, que combinaba tan hábilmente el patriotismo, la religión y el misticismo».18 2) También era en Asia donde el cristianismo se había arraigado más firmemente. Después del 70 d.C., esta provincia «era el princi­pal enclave del cristianismo».19 Como los cristianos se obstinaban en resistir el culto al emperador, el conflicto fue inevitable. Lo más recio del castigo romano recaía sobre los cristianos que vivían en Asia.

Dios sabía dónde había necesidad. Dios sabía dónde era que sus hijos estaban sufriendo, y envió Su consuelo allí, donde se necesitaba. Cuando vino a Moisés, le dijo: «Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, [...] he conocido sus angustias» (Éxodo 3.7). Le dijo a la iglesia que estaba en Pérgamo: «Yo conozco [...] dónde moras, donde está el trono de Satanás» (Apoc. 2.13) —donde

Satanás tenía más dominio. Dios es todavía el Dios que conoce. Dios conoce cuándo su corazón está quebrantado. Conoce cuándo las cargas de la vida amenazan con aplastarlo a usted. Conoce cuándo siente usted que ya no soporta más. ¡«Dios [...] sabe todas las cosas» (1  Juan 3.20)!

¿HASTA CUÁNDO NO NOS TRANQUILIZAS?» (Apoc. 1.4-5)

En las cartas de aquel tiempo, el saludo era lo que seguía. Juan escribió: «Gracia y paz a vosotros» (vers.o 4b).20 La «gracia» es el favor no merecido de parte de Dios; la «paz» es el resultado de la obra de Dios en nuestras vidas. No hay duda de que los lectores de Juan necesitaban que se les volviera a tranquilizar con la gracia de Dios, y de que sus corazones anhelaban la paz de Éste.

Juan añadió, por lo tanto, que este saludo provenía «del que es y que era y que ha de venir,21 y de los siete espíritus que están delante de su trono;22 y de Jesucristo» (vers.os 4c–5a). La forma como está redactada la frase es inusual; pero Juan hablaba de la Deidad —el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo: 1) En el contexto, el «que es y que era y que ha de venir», debe de ser el Padre, el Dios eterno.23 2) La expresión: «los siete espíritus que están delante de su trono», debe de referirse al Espíritu Santo.24 Como sólo hay «un Espíritu» (Efesios 4.4), el «siete» debe de estar siendo usado aquí en su sentido simbólico de «perfección» o «lo completo sagrado».25 Tal vez, la frase «los siete espíritus» se refiera a la perfecta capacidad del Espíritu Santo para cumplir la voluntad de Dios. 3) Completando la lista de la «Trinidad» está el nombre del hijo: «Jesucristo».

La frase que Juan usa aquí para describir a Dios Padre, habría tenido profundas repercusiones para sus lectores. Cuando Dios le dijo a Moisés que liberara a Su pueblo, éste, refiriéndose al nombre de Dios, protestó: «Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?» (Éxodo 3.13).

Entonces Dios le dijo a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY [...] Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros» (Éxodo 3.14). La frase que se traduce por «el que es» de Apocalipsis 1.4, es «la forma griega del YO SOY de (Éxodo 3.14)».26

Cuando lectores familiarizados con el Antiguo Testamento escuchaban esta designación para Dios en Apocalipsis 1, era inevitable que evocaran todo lo relacionado con la liberación de Israel por parte del Dios. Recordaban que Dios había facultado a Moisés y Aarón para hacer grandes señales con el fin de probarle a Faraón que ellos eran enviados por el Señor. Recordaban las diez plagas que puso de rodillas al poderoso Egipto —plagas que dieron comienzo con la conversión del agua en sangre.

Los oprimidos cristianos se tranquilizaban con la seguridad de que el Dios que no fue intimidado por Faraón, no era intimidado por César. El Dios que había liberado a Su pueblo en el pasado, podía liberar a Su pueblo en el presente, pues Dios todavía estaba al mando. Usted y yo deberíamos también tranquilizarnos con la certeza de que Dios puede librarnos de nuestros problemas. ¡Nuestro Dios es el Dios «que es y que era y que ha de venir»!

¿HASTA CUÁNDO NO TOMARÁS EL MANDO?» (Apoc. 1.5–6)

Cuando Juan mencionó al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, en los versículos 4 y 5, él puso de último al Hijo, porque el resto del capítulo es sobre Jesús. Juan comenzó haciendo hincapié en Jesús, diciendo quién es Éste: «el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra» (vers.o 5a). Cada una de las frases fue acuñada para consolar a los lectores de Juan: «El testigo fiel». Durante toda Su vida, Jesús dio fiel testimonio de la voluntad de Dios (Juan 3.32; 18.37),27 pero el significado de testigo fiel incluye más que lo anterior. La palabra griega que se traduce por «testigo» es la misma que se traduce por «mártir»; Jesús fue testigo fiel, incluso, «hasta la muerte» (Filipenses 2.8).28

«El primogénito de los muertos».29 El cuerpo de Jesús no fue dejado en el sepulcro. ¡Él derrotó a la muerte, cuando se convirtió en el primero que fue resucitado para no volver a morir! Les dijo a los que estaban siendo amenazados de muerte: «Estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y el Hades» (Apoc. 1:18). ¡Los cristianos tienen la certeza de que serán resucitados

(1 Corintios 15.54-57)!

«El soberano de los reyes de la tierra». Cuarenta días después de Su resurrección, Jesús ascendió a los cielos, donde se sentó a la diestra de Dios. Allí Él reina como «el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor de señores» (1 Timoteo 6:15; vea también Apocalipsis 19.16).30 No era César quien gobernaba el mundo; ¡era Jesús —y estaba a punto de demostrarlo!

Después de explicar quién es Jesús, Juan prorrumpió en un espontáneo cántico de alabanza: «Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apoc. 1:5-6). Juan estaba recordándoles a sus lectores acerca de lo que Jesús había hecho por ellos.

«Nos amó». Aunque en la Reina-Valera, esta expresión aparece en tiempo pasado, la palabra griega traducida por «amó» se encuentra en tiempo presente, lo cual indica acción continua.31 Jesús demostró Su amor con su venida a esta tierra, y con su muerte en la cruz, amor que continúa demostrando mediante su cuidado y protección para con nosotros. Esa maravillosa verdad con­solaba a los cristianos que enfrentaban la muerte (Romanos 8.36–37).

«Nos lavó32 de nuestros pecados». En la frase anterior [«nos amó»] se usó, en el griego, el tiempo presente, el cual indica acción continua. Esta frase está en tiempo aoristo, el cual indica acción sucedida una vez en el pasado.33 Esa acción sucedida una sola vez, ¡fue la muerte de Jesús en la cruz! Como Él derramó Su sangre por nosotros, el peso de la culpa fue quitado de nuestras almas (Romanos 5.9; Efesios 1.7; Colosenses 1.20;

.1  Pedro 1.18–19;. 1 Jn 1.7). ¡Nos liberó!

«Nos hizo34 reyes35 y sacerdotes para Dios, Su Pa­dre». Volvemos nuevamente al lenguaje usado en Éxodo. Dios les hizo a los israelitas esta promesa: «[...] si diereis oído a mi voz, y guardareis mi pacto [...] me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa» (Éxodo 19.5–6). Mil quinientos años después, esa promesa fue cumplida en el Israel espiritual, la iglesia (Gálatas 3.29; Romanos 2.28–29;.1 Pedro 2.9). Todos los cristianos son sacerdotes; hemos de ofrecer sacrificios espirituales a Dios (.1 Pedro 2.5; Hebreos 13.15; Romanos 12.1). No solamente somos sacerdotes, somos un sacerdocio real. ¡Somos parte de la familia real!36

Lea otra vez acerca de los anteriores atributos de Jesús, y verá que nada existe en el cielo y en la tierra, sobre lo que Él no pueda ejercer dominio. Debemos exclamar junto con Juan: ¡«A él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén» (Apoc. 1:6; vea Daniel 7.13-14)!

¿HASTA CUÁNDO NO CASTIGAS A NUESTROS ENEMIGOS?» (Apoc. 1.7)

Juan presentó a Jesús como el Fiel, el Resucitado, el Gobernante, el Amoroso y el Glorioso. Luego declaró que es El que viene: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá,37 y los que le traspasaron;38 y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén» (vers.o 7).

J.W. Roberts dijo: «Sería imposible negar que [esta] promesa se refiere principalmente a la segunda venida».39 Luego añadió que en este contexto, la promesa no podía limitarse a eso. Por todas las Escrituras se observa el simbolismo de la venida de Dios en las nubes para castigar a las naciones inicuas (vea Isaías 19.1, y Ezequiel 30.3– 4). Los cristianos que estaban siendo aplastados bajo la bota romana, necesitaban saber que el Señor iba a hacer algo inmediatamente para castigar a sus opresores. Jesús los tranquilizó con las palabras: «vendré pronto» (vea Apoc. 2.5,16; 3.11; 22.7, 12, 20; énfasis nuestro).

Cuando Él viniera en juicio contra el imperio romano, la aflicción se propagaría a todo lo ancho de la tierra. El versículo 7, dice: «y todos los linajes de la tierra40 harán lamentación por él». «No es ésta lamentación de arrepentimiento, sino de desespe­ranza».41 Los que persiguieran a los cristianos harían lamentación igual que los egipcios, cuando los primogénitos de éstos murieron (Éxodo 11.6). Los que infligieran dolor al pueblo de Dios, segarían ahora lo que habían sembrado —¡en doble y triple medida!

Debe hacerse hincapié en que (tal como Rob­erts lo expresa) la promesa del versículo 7, «se refiere principalmente a la segunda venida». (Énfasis nuestro.) Cada vez que en las Escrituras se menciona que Él «viene para juzgar», lo cual es juicio de carácter temporal, con ello se apunta a la culminante Segunda Venida, cuando por fin todos los hombres estarán de pie ante el trono de Dios, y serán juzgados —ese evento culminante cuando todos los males serán corregidos.42 ¡No había nada que produjera más consuelo a los cristianos primitivos que la idea de que Cristo volvería! ¡Esta misma idea también le producirá consuelo a su alma si usted está preparado para el regreso de Él!

Cuando Juan anunció que Jesús viene, él dijo: «Sí, amén». Literalmente, lo que dijo fue: «¡Amén, y amén!».43 Que toda la congregación diga: «¡Amén!».44



¿HASTA CUÁNDO NO NOS DAS TU GARANTÍA PERSONAL?» (Apoc. 1.8)

En el versículo 8, el Señor interrumpió el discurso de Juan para decirle: «Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso». El «Alfa» y la «Omega» son la primera y la última letras del alfabeto griego. En español diríamos: «Soy la A y la Z». Dios es el comienzo y el final, el primero y el último. La frase «el que es y que era y que ha de venir» es la misma del versículo 4, donde describe al Dios eterno. La expresión «el Todopoderoso» habla del poder de Dios, y proclama que el «soberano Señor de todos» es Dios, y no César (NEB).

No hay acuerdo entre los comentaristas, acerca de quién fue el que habló, si Dios Padre o Dios Hijo. El hecho de que el Padre fue descrito anteriormente como «el que es y que era y que ha de venir» favorece el punto de vista de que fue el Padre quien habló. El hecho de que Jesús declara más adelante: «Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último» (Apoc. 22.13; vea también Apoc. 1.17) favorece el punto de vista de que fue el Hijo quien habló.45 La cuestión tiene poca importancia.46 De uno u otro modo, el versículo 8, tiene el propósito de imprimirle el sello personal de autenticidad del Señor: «¡Puedes apostar tu vida a las promesas que he hecho, pues soy Yo el que he hablado!».

No había precedente para esta clase de garantía personal que el Señor estaba dando; pero tampoco lo había para la persecución que los cristianos estaban sufriendo. Los cristianos del tiempo de Juan necesitaban oír a Dios anunciando: «Yo me he hecho cargo personalmente». ¡Cuando usted tenga luchas en su propia vida, puede que también necesite esa garantía!

CONCLUSIÓN

Hemos observado varios paralelos entre la liberación de la que fueron objeto los israelitas esclavizados por parte de Dios, y Su liberación de los cristianos perseguidos. Otros paralelos podrían añadirse a la lista.47 Así como Dios envió a Moisés y Aarón a la presencia de Faraón, también leemos acerca de «dos testigos» que «tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga, cuantas veces quieran» (Apoc. 11.3, 6). Así como Dios cuidó de los israelitas en el desierto (Éxodo 3.18), leeremos acerca de un «lugar preparado por Dios» para la iglesia. Apocalipsis le llama a este lugar el «desierto»; allí el pueblo de Dios será sustentado (Apoc. 12.6, 14). Así como los israelitas viajaban por el desierto hacia una tierra que fluía «leche y miel» (Éxodo 3.17), nosotros viajamos hacia la ciudad que tiene «un río limpio de agua de vida», y hacia una tierra que tiene «el árbol de la vida» (Apoc. 22.1–2) —el lugar donde ¡Dios «enjugará toda lágrima de los ojos de ellos; y [donde] ya no habrá muerte» (Apoc. 21.4)!

Por el momento, no obstante, deseo hacer hincapié en el consuelo que los primeros ocho versículos de Apocalipsis nos pueden producir —si es que creemos las verdades que se encuentran allí. Cuenta una anécdota que había dos chicos discutiendo sobre el fenómeno del levantamiento del Sol por el Este y su puesta por el Oeste. Uno de los chicos dijo: «Mi padre dice que el Sol está totalmente inmóvil. Es la Tierra la que se mueve, sólo que parece como si fuera el Sol el que se moviera». El otro chico lo pensó por un rato, y luego expresó convencido: «Prefiero creer lo que me dicen mis ojos». El primero respondió serena, pero firmemente: «Yo le creo a mi padre». Si usted y yo hubiéramos vivido durante el primer siglo y hubiéramos aceptado lo que nos habrían dicho nuestros ojos, podríamos haber llegado a la con­clusión de que el cristianismo estaba destinado a la desaparición. Gracias a Dios que muchos cristianos le creyeron a su Padre y no a sus ojos. Su Padre les dijo que ellos vencerían si permanecían fieles. Se aferraron a esa promesa, y obtuvieron la victoria. ¡Que Dios nos ayude a creer en Él y a serle fieles!48

2 Robert Mounce, notes on the Book of Revelation (notas sobre el libro de Apocalipsis), The NIV Study Bible, gen. ed.

   Kenneth Barker (Grand Rapids, Mich.: Zondervan Publishing House, 1985), 1926.

3 Algunos escritores han sugerido que Juan tomó prestado de fuentes paganas (mitologías babilónica, griega, romana y

   judía), pero Juan enfatizó que el libro provino de Dios.

4 La palabra griega que se traduce por «siervos» significa «esclavos». La palabra señala que no somos dueños de nosotros

    mismos, que hemos sido comprados por precio (1era Corintios 6.19–20).

5 En el versículo 6, del capítulo 22, se lee también: «las cosas que deben suceder pronto».

6 La CEV traduce la frase de igual modo que la Reina-Valera (The Holy Bible: Contemporary English Version [La Santa Biblia,

   Versión en inglés contemporáneo] [Nashville: Thomas Nelson Publishers, 1995]), y en Peterson se lee: «lo que está a

   punto de suceder» (Eugene H. Peterson, The Message: New Testament With Psalms and Proverbs [El mensaje: el Nuevo

   Testamento y los Salmos] [Colorado Springs, Colo.: NavPress Publishing Group, 1995], 609).

 7 Vea también 22.8. Durante toda su vida, Juan fue un fiel testigo de la Palabra de Dios. En el versículo 2, no

          obstante, las frases «la palabra de Dios» y «el testimonio de Jesucristo», se refieren a todo lo que él había «visto» y oído

           en la isla de Patmos.

      8 «El» es singular, y «los» es plural. Un hombre hacía la lectura, pero muchos oían. En la CEV se lee: «todo el que les lee esta

           profecía a otros».

9 La lectura de la Palabra en público, era parte del culto que se llevaba a cabo en la sinagoga (Lucas 4.16; Hechos

  13.15) y llegó a ser una parte importante del culto cristiano.

     10 La experiencia de oír a la que se refiere 1.3, no significa sencillamente percibir sonidos o palabras. Más bien, conlleva oír la

          Palabra con anhelo, estando prestos a obedecerla (Hechos 10.33). La recepción de la Palabra es tan importante como

          la presentación de ella (vea la parábola del sembrador en Mateo 13, y Lucas 8).

    11 La palabra «guardan», proviene de una palabra griega que significa «velar, cuidar, proteger». Se nos responsabiliza

         de proteger el libro de Apocalipsis (22.18–19). En este contexto, no obstante, el significado de la palabra pareciera

          ser: «observar u obedecer».

   12 La mayoría de nosotros piensa automáticamente que «profecía» es predicción del futuro. Note, no obstante, que «las

         palabras de esta profecía» debían ser obedecidas. Uno no obedece una predicción; lo que obedece son mandamientos.

        Aunque Apocalipsis contiene predicciones acerca del futuro, el término «profecía» tiene que ver principalmente

         con «el mensaje inspirado», el cual contiene mandamientos a ser obedecidos (compare 22.7 y 22.12).

   13 La mayoría de los mandamientos explícitos se encuentran al comienzo y al final del libro (vea 2.5, 16, 25; 3.2–3, 11,

       18–19; 11.11), pero los mandamientos de 2.10 («No temas en nada lo que vas a padecer»; «sé fiel hasta la muerte»)

        están implícitos en todo el libro.

    14 La seguridad de que el tiempo estaba cerca, se encuentra también en 22.10.

   15 Harold Hazelip, The Lord Reigns: A Surveyof the Book of Revelation (El Señor reina: un estudio del libro de Apocalipsis)

        (Abilene, Tex.: Herald of Truth, n.d.), 4. (Énfasis nuestro.)

   16 Vea el mapa en la página 36 de esta edición.

  17 Vea sermón «El desafío de lo oculto» en la edición «Hechos, 8», de La Verdad para Hoy.

   18 Edward A. McDowell, The Meaning and Message of the Book of Revelation (El significado y el mensaje del libro de Apocalipsis)

        (Nashville: Broadman Press, 1951), 5.

   19 Ray Summers, Worthy Is the Lamb (Digno es el Cordero) (Nashville: Broadman Press, 1951), 85.

   20 Esta era la forma como acostumbraban saludar los escritores inspirados. Vea el comienzo de las cartas de Pablo y de

        Pedro. Vea también .2 Jn 3.

   21 En la segunda lección de esta edición, mencioné que la gramática del texto griego de Apocalipsis es poco ortodoxa en

        ciertos lugares. Este es uno de esos lugares. En el texto original se lee literalmente: «El Siendo, el Era y el Será».

       Como se mencionó anteriormente, la gramática podía ser poco ortodoxa, pero ¡es eficaz!

  22 La frase «delante de su trono» significa «prestos a hacer Su voluntad».

  23 La terminología se aplica a veces a Jesús; pero como Jesús está mencionado en el versículo 5, entonces aquí debe de

        aplicarse al Padre.

  24 Algunos piensan que la frase se refiere sencillamente a siete seres espirituales (tal vez ángeles) que estaban atentos a

       cumplir los mandatos de Dios. Esto es posible, pero el contexto inmediato —además del contexto del libro— favorece la

        conclusión en el sentido de que se trata del Espíritu Santo:

        1) No es normal que se agrupen espíritus inferiores juntamente con el Padre y el Hijo.

       2) Si la expresión «siete espíritus» (la cual también aparece en 3.1; 4.5; y 5.6) no se refiriera al Espíritu Santo, Apocalipsis

           tendría muy poco o nada que decir acerca del Espíritu Santo.

  25 Algunos ven una referencia a los atributos por partida séptuple que se da en Isaías 11.2, o a los siete ojos de Dios, que se da

        en Zacarías 4.6, 10.

  26 J.W. Roberts, The Revelation to John (The Apocalypse) (La revelación dada a Juan [el Apocalipsis]), The Living Word

       Commentary Series (Austin, Tex.: Sweet Publishing Co., 1974), 29.

  27 Un paralelo podría establecerse entre Moisés y Cristo, ya que ambos fueron fieles en dar testimonio acerca de la Palabra.

  28 Cuando Jesús les pedía a los cristianos que fueran fieles «hasta la muerte» (Apoc. 2.10), no les estaba pidiendo nada que Él

        mismo no estaba dispuesto a hacer.

  29 El término «primogénito» proviene de enseñanzas del Antiguo Testamento acerca de la preeminencia del hijo primogénito (vea, por ejemplo, Deuteronomio 21.15–17). En Colosenses 1.18, el término «primogénito» está vinculado con el término «preeminencia». El término «primogénito» no significa que Jesús fuera un ser creado, como los Testigos de Jehová alegan. 30 Algunos alegan que Jesús no está reinando ahora, pero la Biblia dice que sí (1era Corintios 15.24–28). Protestan: «Si Cristo está reinando, ¿por qué está el mundo tan mal?». Si la condición del mundo probara que Jesús no está reinando, también probaría que ningún miembro de la Deidad estaría reinando —¡ni siquiera el Padre! Un análisis de este tema aparece en: Jim McGuiggan, The Book of Revelation: Looking Into the Bible Series (El libro de Apocalipsis, serie: Análisis de la Biblia) (Lubbock, Tex.: International Biblical Resources, 1976), 35–37. 31 En el idioma griego, los tiempos tienen que ver más con acción que con el tiempo en sí. 32 N. del T.: En la versión de la Biblia que el autor usa, se lee: «nos liberó». N. del A.: La palabra griega que se traduce por «liberar» (louo) es muy parecida a la que se traduce por «lavar» (luo). En el versículo 14, del capítulo 7, se usa la palabra griega que se traduce por «lavar».33 El tiempo aoristo del griego equivale al pretérito indefinido del español, pero, reiterando, el énfasis es en la acción (vea pie de página 47). 34 N. del T.: Según el autor, en algunas versiones se añade «para que seamos», lo cual es interpretado por algunos, como prueba de que Jesús estaba hablando de un reino en el futuro. No obstante, el hecho de que en tales versiones las palabras «para que seamos» se encuentran en bastardillas, ello es una señal de que fueron añadidas por los traductores. En el texto original se lee como en la Reina-Valera: «Nos hizo reyes». No es un reino futuro; se trata de un reino que ya ha sido establecido (vea Colosenses 1.13). 35 N. del T.: En la versión de la Biblia que el autor usa, se lee: «reino» y no «reyes». El significado es básicamente el mismo. 36 Si desea ideas acerca de cómo reinamos con Jesús, vea los comentarios sobre 5.10, en la lección «Digno es el Cordero» de la edición a publicarse de La Verdad para Hoy, titulada «Apocalipsis, 3». 37 Esto echa por tierra la alegación de los Testigos de Jehová, en el sentido de que Jesús regresó calladamente y sin ser visto en 1914. 38 Vea Juan 19.32–37. 39 Roberts, 31. Roberts dijo esto por causa de la naturaleza abarcadora de la promesa: «todo ojo», «todos los linajes de la tierra». 40 En Apocalipsis, «linajes de la tierra» se refiere a los que no son cristianos. 41 William Hendriksen, More Than Conquerors (Más que vencedores) (Grand Rapids, Mich.: Baker Book House, 1954), 68. 42 Algunos alegan que no hay Segunda Venida, que Él ha venido para juzgar y lo ha hecho mediante visitas de carácter temporal; pero esto contradice las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre la Segunda Venida. Por ejemplo, debemos participar de la Cena del Señor hasta que Él venga (1era Corintios 11.26). Si la Segunda Venida ya se hubiera producido, entonces no deberíamos participar de la Cena del Señor. ¿Se atrevería a enseñar alguien que ya no deberíamos participar de la Cena del Señor? 43 Juan usó primero la forma griega de expresar afirmación, y luego la forma hebrea. Vea notas sobre la palabra «Amén» en relación con las notas sobre 3.14, en una edición a publicarse de La Verdad para Hoy. 44 Adaptado de Nehemías 5.13.


45 También, el hecho de que los versículos inmediatamente anterior y posterior al versículo 8, se refieren a Jesús, favorecería el punto de vista de que fue Jesús quien habló en el versículo 8. 46 Ambos forman parte de la Deidad (vea Colosenses 2.9). Lo que Uno hace, bien puede decirse que el Otro lo hace. 47 Vea la sección sobre «Moisés y el Éxodo» en la página 30 de esta edición. Otros paralelos podrían añadirse. Por ejemplo, note el sonido como de trompeta, que se usó para llamar la atención en el monte Sinaí (Éxodo 19.16, 19) y el usado en Patmos (Apocalipsis 1.10). Reiterando, podría hacerse notar que, al igual que Domiciano, Faraón era adorado como dios, y que el relato de Éxodo tenía un falso profeta (Balaam) así como la épica de Apocalipsis también habla de un falso profeta. 48 Si esta lección es usada como sermón, puede que usted desee volver a las palabras del versículo 5: Él «nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre». Las promesas son solamente para los que han sido lavados en la sangre —y uno debe ser bautizado para que sus pecados les sean lavados con la sangre (Hechos 22.16).


49 Peterson, 609. 50 Cualquier sello de autenticidad que sea reconocido en su región podría mencionarse. 51 N. del T.: Esta edición no ha sido publicada en español. 52 Mounce, 1926. Se pueden encontrar lecciones sobre las bienaventuranzas de Apocalipsis en el libro que recoge las conferencias de la Harding University de 1992, intitulado: Vision of Victory: The Book of Revelation (Visión de victoria: el libro de Apocalipsis), y en: D.T. Niles, As Seeing the Invisible: A Study of the Book of Revelation (Como viendo al Invisible: Un estudio del libro de Apocalipsis)(New York: Harper & Brothers, Publishers, 1961), 60–61.

                                                                                                                                                         

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