Hebreos

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NOTAS SOBRE HEBREOS

         Se concede permiso para utilizar este material de manera completamente gratis siempre y cuando se cumple con las siguientes condiciones:

         (1) no será alterado,

         (2) ni será vendido,

         (3) ni quedará excluida la información relacionada al autor.

 

Prefacio

  • \\ a la tercera impresión.*

         He sido grandemente ayudado por el estu­dio requerido para la pre­paración de estas Notas.  Espero sinceramente que de ellas los lectores también puedan  sacar una medida de ayuda.  Como consecuencia de preparar NOTAS SOBRE HEBREOS (una obra de largos meses), ahora veo más claramente la gloria y ex­celencia de Jesucristo y del Nuevo Testamento.  Las grandes exhortaciones de esta epístola me han dado más firmeza en la fe.

         Esta obra consiste en notas abreviadas.  Al lector de ellas le toca estu­diar, buscando las referencias y dando amplitud a los pensamientos bre­ves.

         Para esta presente impresión fue necesario pasar el texto a un ordena­dor.  Este trabajo fue hecho por una hermana en la fe, la Sra. Barbara McDonald, de Houston, Texas.  Agradecemos mucho esta contribución de tiempo y trabajo.  Valente Rodríguez, otro hermano mío en la fe, hizo el trabajo original de revisión  de manuscrito.  Gracias, hermano.

         Es un gran placer para mí ver estas NOTAS en circulación otra vez.  (La edi­ción original salió en junio de 1967).

         Demos gracias a Dios por su bendita Palabra de Vida, que es suficien­te y útil para informarnos acerca del camino al cielo.

Bill H. Reeves

Agosto de 1993.

Publicado por:

BRAEWICK PRESS, INC.

Houston, Texas.  U.S.A.

NOTAS SOBRE HEBREOS

 

INTRODUCCIÓN:

         I. EL AUTOR DE ESTE LIBRO--

         El autor de esta epístola novo-testa­men­taria no se identifica en ella.  Saber quién la escribió es cuestión dificultosa. Muchos han sido pro­puestos como el autor de ella, entre ellos siendo éstos los más co­munes: Pablo el apóstol, Apolos, Bernabé, Clemente obispo de Roma, y Lucas el evangelista.  Aunque es im­posible determi­nar la cuestión con exactitud, a continua­ción doy las evidencias que apuntan a Pablo el apóstol como el autor de este libro.

         A. La iglesia antigua del oriente, en donde primero circulaba este libro, afirma­ba que era Pablo su autor.  Personas fa­mo­sas y conocidas, tales como Clemente de Alejandría (a fines del siglo 2), Orígenes (a principios del 3), y Eusebio, obispo de Cesarea en Palestina (a principios del 3), afirmaban tal conclusión.  (Eusebio es el bien conocido "historiador de la iglesia").

         B. La iglesia antigua del occi­dente al princi­pio no aceptaba la conclusión de ser Pablo el autor, pero desde el tiempo de Jerónimo (392 d. de J.) y Agustín  (354-430) vino a ser la conclu­sión general de la iglesia occidental, hasta el tiempo de la Gran Reforma Protestante.  (Martín Lutero re­chazó esta con­clusión, y hasta la fecha la mayor parte de los comentaristas alemanes la han rechazado).

         C. La palabra de bendición al final (13:25) es la que usa Pablo en todas sus  epístolas.

         D. Pedro escribió a cristianos judíos (cuando menos en parte), y se refiere a una epístola es­crita por Pablo a ellos (2 Pedro 3:15).        

         E. Fue escrito durante la vida de Pablo, pues todavía existía el templo en Jerusalén.  El autor era amigo de Timoteo (13:23) (Timoteo era el compañero continuo de Pablo), y estaba de prisio­nero en Italia (13:18, 19, 24).       

         F. Este libro se incluyó en la versión de las Escrituras traducida al siríaco (hecha temprana en el siglo 2), y también en la an­tigua versión itálica.  Las inscripciones que acompañan a esta epístola en estas dos versio­nes traducidas atribu­yen al apóstol Pablo el ser el autor de ella. Ahora, consi­deremos brevemente las objeciones prin­cipales contra la conclusión de que es Pablo el autor de este libro.

                   a. "Pablo firmó su nom­bre a las otras trece epístolas escritas por él, pero A Los Hebreos no trae su nombre".  En res­puesta a esto, se puede decir que omitió Pablo su nombre por razones de táctica, pues había contra él mu­cho prejuicio de parte de hermanos judíos resi­dentes en Palestina.  Pablo no quiso distraer del men­saje del libro, cosa que habría hecho tal vez, principiándolo con su nombre. (Se omite también el nombre del autor en las tres car­tas de Juan por razones descono­cidas).

                   b. "Hebreos 2:3,4 indica que el au­tor no era apóstol, sino uno que ha­blaba según el testi­monio de otros". Es cierto que aquí en este pasa­je el autor emplea la pri­mera persona plural ("nosotros"), pero tam­bién lo hace en Hebreos 6:1-3.  ¿Por eso se consi­dera el au­tor delincuente como ellos a quienes escribió?  ¡En ninguna manera!  Usa la pri­mera persona, así asociándose con sus lectores, para hacer más suave su admo­nición. También lo hace en el capítulo 2, deli­cadamente impresionando a sus lecto­res acerca de sus debe­res como cristia­nos de prestar atención a las cosas oídas (Hebreos 2:1) y de no descuidar (Hebreos 2:3). Habiéndose incluido con ellos en los primeros tres versículos, terminó el punto (Hebreos 2:3,4), usando la misma primera persona plural.

                   c. "El estilo del griego empleado en la composición de esta epístola no es el de Pablo".  Se admite que el estilo de esta epís­tola en el grie­go es sublime, pero no hay evidencia suficiente para hacer de esta ob­jeción un caso contra Pablo como el autor. Pudo haber usado Pablo un ama­nuense, como Lucas, quien como hombre tam­bién inspirado podría haber escogido palabras o frases según su estilo.  Pero, todo esto es conje­tura y no comprueba nada a favor o en contra.

         En conclusión, podemos decir que las mu­chas evidencias favorecen la opinión de que Pablo es el autor, aunque es una cues­tión que no puede ser decidida sumaria y decidida­mente.

 

         II. A QUIENES FUE DIRIGIDA LA EPÍSTOLA---

         Como con la cuestión de quién es el au­tor de esta epístola, así con está; es imposi­ble saber con exactitud a quiénes fue diri­gida originalmente.  Pero es evidente que los reci­pientes originales eran cristianos judíos de al­guna parte.  Algunos comenta­ristas modernos opinan que fue escrita a los hebreo converti­dos residentes en Roma e interpretan Hebreos 13:24 de tal manera que tienen al autor saludando a esos hebreos de parte de italia­nos que estaban con él.  Pero la conclusión más aceptable y proba­ble del asunto es que fue escrita a los hermanos judíos residentes en Judea, y po­siblemente en Jerusalén en particular.  Para esta con­clusión sugiero las razones siguientes:

         A. Aunque no dice el texto mismo de la epístola a quiénes se dirige, la frase "a los he­breos" fue antepuesta a esta epístola en la anti­güedad, posiblemente antes del fin de la época apostólica.  Así vemos cuál era la opinión de los antiguos sobre el asunto.  Esta dedicatoria apare­ce en todos los ma­nuscritos griegos anti­guos y en la mayor parte de las versiones (traducciones a otras lenguas) antiguas (como por ejemplo, en la versión Siríaca y en la Itálica).

         B. Todos los llamados "Padres Eclesiásticos" concuerdan en la conclusión de que fue escrita a los hermanos hebreos resi­dentes en Palestina.

         C. El nombre "hebreo" aparece tres ve­ces en el Nuevo Testamento (Hechos 6:1;) (2 Cor. 11:22;) Fil. 3:5).  Los judíos de Palestina, que hablaban todavía el hebreo o más bien, el ara­meo, una corrupción del he­breo, se distinguían a los de habla griega, resi­dentes en países de in­fluencia griega.  Estos últi­mos eran llamados "helenistas" (de la pala­bra griega para indicar lo que era griego).  En Hechos  6:1, los "griegos" son los judíos hele­nistas, y los "hebreos" los de habla he­brea y residentes locales en Judea.  Eran to­dos estos cristianos, pero judíos (de raza) de distintos orígenes.

         D. La evidencia interna de la epístola apunta a esta conclusión como correcta, y se armoniza bien con ella, de que los reci­pientes principales de esta epístola eran los "hebreos en Judea."

         III. CUANDO FUE ESCRITA ESTA EPÍSTOLA Y DESDE DONDE--

         La conclusión, de que esta epístola fue es­crita desde Roma cerca de 63 d. de J., pronto después de libertado Pablo de la prisión la pri­mera vez, se basa en las obser­vaciones si­guientes:

         A. Hebreos 5:12 y Hebreos 10:32-34 indican que había pa­sa­do bastante tiempo desde su conversión a

Cristo.  No fue escrita, pues, temprano en el siglo pri­mero.

         B. Pero la nación judaica, destruida en 70 d. de J., todavía estaba en vigor y los servi­cios del templo todavía se celebraban,

según está indica­do en tales pasajes como Hebreos 8:4; 9:9,25;10:11; 13:10.

         C. Las epístolas Efesios, Filipenses, y Colosenses fueron escritas por Pablo du­rante su encarcelamiento en Roma.  Timo­teo estaba con él. Pero en Fil. 2:19-23, ve­mos que Pablo iba a enviar a Timoteo a los filipenses. En Heb. 13:23 vemos que Timo­teo ya estaba ausente de Pablo ("está en libertad", dice la versión Revisada, pero también se puede tradu­cir "enviado".  Véa­se la versión Hispanoamericana, mar­gen.  Pablo espe­raba la vuelta de Timoteo para hacer viaje con él hasta los he­breos para verles.  Parece, pues, que Pablo es­cri­bió esta epístola poco después de li­bertado de la prisión (según Fil. 1:21-26; 2:24 Pablo esperaba ser libertado de su primer encar­celamiento).

         D. Hebreos 13:24 indica que fue escrita desde Roma.  Escribiendo a los corintios desde Efeso, Pablo dice "Las iglesias de Asia os sa­ludan" (1 Corintios 16:19.  Ahora a los hebreos en­vía saludos desde Roma (o Italia), di­ciendo, "Los de Italia os salu­dan".

         IV. LA LENGUA EN QUE FUE ESCRITA ESTA EPÍSTOLA--

         Aunque Clemente de Alejandría y Jerónimo, dos comentaristas antiguos, y otros, afirmaban que esta epístola fue es­crita origi­nalmente en he­breo, su opinión se basó sola­mente en el hecho de que sería na­tural escribir a hebreos en hebreo. No afir­man haber visto u oído de copia escrita en hebreo.  Todos los manuscritos existentes están escritos en griego.

         Con la misma lógica empleada por esos anti­guos, concluiríamos que la carta a los ro­manos fue escrita originalmente en latín (la lengua de los romanos), pero sabemos que fue escrita en griego.  El griego era la lengua uni­versal en el tiempo apostólico.  Aun lo habla­ban los judíos residentes fuera de Palestina (los helenistas).  Aunque sabía Pablo hablar hebreo (Hech. 21:40), era de Tarso, donde el griego era la len­gua esta­blecida.  Era la lengua de Pablo.  Por unos veinticinco años había andado entre los ju­díos en muchos países, predicándo­les en griego, la lengua de sus servicios en las si­nagogas.

         Además, los doctos en lenguas nos afirman que la evidencia interna indica que no es traduc­ción del hebreo, sino una obra griega original.

         V. EL TEMA, LA NATURALEZA, Y EL OBJETO DE ESTA EPÍSTOLA---

         El tema es la gloria y excelencia de Cristo Jesús y del Nuevo Testamento. La natu­raleza de esta epístola es exhortatoria (Hebreos 13:22).  El objeto es evitar la apostasía al judaísmo (a la "fe de sus padres") y así con­firmar la fe de los cristianos judíos Hebreos 3:6,14; 4:14; 10:23), por medio de un gran contraste entre los dos Testamentos.

         Los capítulos 6 y 10, en particular, son ad­vertencias contra el volver atrás.  Estos cris­tianos hebreos confrontaban dos peli­gros muy grandes: la propaganda seduc­tora de los judai­zantes (los que abogaban por la esencialidad de guardar la ley de Moisés para ser salvos—(Hech. 15:1,24; etc.), y la persecución de parte de ju­díos incrédu­los (Hechos 8:1-3;) (1 Tes. 2:14-16; etc.).

         El tema de esta epístola desarrolla la relación entre los dos Testamentos.  El Antiguo (la ley de Moisés) era solamente una sombra del Nuevo.  El perdón por medio de sacrificios de animales, el sacer­docio y los servicios del tabernáculo y del templo, eran solamente típi­cos, apuntando al Nuevo Testamento en el cual estas cosas halla­rían su realidad.

         Esta epístola tiene por propósito, pues, exhortar.  Es un libro de motivos.  En página tras página se le presenta al cristiano he­breo las razo­nes por qué debe perseverar en la fe hasta la con­sumación de su carrera en Cristo (Hebreos 13:20-23).  No escribió el autor a judíos inconversos, para con­vertirlos (aun­que la argumentación en esta epís­to­la basta para esto), sino a judíos converti­dos en cristianos para que no se aparta­ran de la fe en Cristo por medio de la incredu­lidad (Hebreos 3:12).

         Muchos hermanos judíos comenzaron a ra­zonar que la diferencia entre el judaísmo y el cristianismo no valía el costo, pues eran perse­guidos casi de continuo.  Esta es la ocasión que se le presentó al autor para que escribiera esta epístola. En ella, pues, mag­nifica la superiori­dad de la ley de Cristo sobre la de Moisés.

         Esta epístola prueba lo que los doctos de entre los judíos incrédulos negaban; a saber, que Jesús de Nazaret, crucificado por

ellos, es el Mesías  (el Cristo),  y  por  consi­guiente el Hijo de Dios, y que su evangelio es esencial para la sal­vación de todo hom­bre, inclusive el judío que se gloriaba en ser descendiente de Abraham.  Esta epístola  proporcionó a los hermanos judíos per­se­guidos y tentados los ar­gumentos necesa­rios para refutar a sus opo­nentes a darles completo triunfo en sus batallas con ellos.

         VI. LA CANONICIDAD O AUTENTICIDAD DE ESTA EPÍSTOLA--

         Concluimos que la epístola a los hebreos es libro canónico porque:

         A. La evidencia apunta al apóstol Pablo como su autor.

         B. Era citado por hombres contemporá­neos (los llamados "Padres Apostólicos", o sea, doctos en la iglesia cerca del tiempo de los apóstoles) como epístola canónica, y eran reci­bidas estas referencias a la epístola por la igle­sia post-apos­tólica.

         C. Se encuentra en todas las versiones anti­guas de las Escrituras (la más antigua de éstas siendo la Siríaca, hecha a fines del siglo primero, o a principios del segundo).

         D. Se encuentra en todos los catálogos de los libros canónicos.  (Estos catálogos ex­presan el sentimiento común de los "Padres Eclesiásticos" respecto a cuáles libros son canó­nicos).

         E. La evidencia interna apunta a la na­turale­za inspirada de este libro.

         VII. UN BOSQUEJO DE ESTA EPÍSTOLA--

         A. La finalidad del cristianismo.  Dios ha hablado por el Hijo.  Cristo es superior a los pro­fetas (Hebreos 1:1-3).

         B. Cristo superior a los ángeles.  La huma­nidad de Cristo y su superioridad como mediador (Hebreos 1:4-2:18).

         C. Cristo superior a Moisés y a Josué.  Provee un reposo eterno comparado con aquel temporal ofrecido a los judíos fieles bajo Moisés y Josué (Hebreos 3:1-4:1).

         D. La superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el de Aarón, y la superioridad del Nuevo Testamento sobre el Antiguo (el se­gundo sobre el primero)  (Hebreos 4:14-10:18).

         E. Ejemplos de fidelidad y exhorta­cio­nes diversas presentados para la perseve­rancia y fide­lidad de los hermanos hebreos (Hebreos 10:19-13:25).

HEBREOS 1

         Resumen: Comienza esta epístola de una manera sublime.  No hay palabras de in­troduc­ción; no se identifican el autor y los re­cipientes.  Ya hemos notado cuál es el pro­pósito del autor (véase Introducción, V), y vemos al autor en­trando en él de una vez.  Confrontaban los her­manos hebreos en Palestina el gran peli­gro de volver al ju­daísmo, impresionados por la natura­leza imponente de la economía judaica (con sus ritos tradicionales nacionales), y tam­bién perse­guidos por los no cristianos de entre sus compa­triotas.  El autor, pues, comienza en este capítulo a mostrar la superioridad de la dis­pensación del evangelio sobre el sis­tema mo­saico, y la superio­ridad  de Cristo sobre los profetas y aun sobre los ángeles.  Se presenta la dignidad y la natu­raleza exaltada del Autor del cristianismo.  Los hechos presentados en este capítulo es­tablecen la autori­dad del evan­gelio como revelación de Dios, del mismo Dios quien había hablado a los judíos bajo la dispen­sación mosaica.  Siendo así el caso, vol­ver atrás los hermanos hebreos sería una tra­ge­dia (Hebreos 2:1-3).

1:1 -- "Dios".  El mismo que habló para dar la revelación del Antiguo Testamento es quien ha hablado para dar la del Nuevo.  El Autor de los dos es el mismo  Dios.
         --"en otro tiempo", literalmente, en tiempos antiguos.  Probablemente se hace refe­rencia al tiempo entre Abraham y Malaquías.
         --"muchas veces".  Más bien, como dice la versión Hispanoamericana, "en muchas porcio­nes", o en muchas partes.  Gradual­mente y en fragmentos Dios les iba reve­lando su vo­luntad. (Compárese Isa. 28:10).

         --"muchas maneras", a veces por sue­ños, a veces por visiones; por voces audi­bles, o por mensajes inspirados; etc.  Además, los profetas usaron diferentes for­mas de enseñanza (tipos, figuras, len­guaje literal y sencillo, sal­mos, poesía, pro­verbios, etc.). Véase Números 12:5-8.

         --"por los profetas".  El profeta era uno que hablaba por Dios (y no solamente pre­decía eventos).  Véanse Exodo 4:16 más Hebreos 7:1; Hechos 3:21.


1:2 -- "en estos postreros días".  Más bien, como dice la versión Hispano­ame­ricana, "al fin de estos días", que significa al fin de los días de la dispen­sación mosaica, cuando entró Jesucristo en el mundo.  Se refiere al ministe­rio personal de Cristo en la tierra.  "Finalmente les envió su hijo", Mat. 21:37.

         --"ha hablado por el Hijo".  Dice la ver­sión Hispanoamericana "nos habló en su Hijo".  (Así dice esta versión en el versículo 1, "en los profetas"). Hablando los profetas (del Antiguo Testamento), y Cristo el Hijo (en el Nuevo), en realidad era Dios quien ha­blaba.  Véase Deut. 18:18,19; Mat. 10:20; Luc. 10:16.

          --"por el Hijo"; literalmente, "en Hijo".  No aparece en el texto griego el artí­culo definido "el".  Nos ha hablado Dios en la persona de al­guien que es Hijo; es decir, en al­guien que sos­tiene con él la relación de hijo.

         Además, parece que aquí "hijo" es usado casi como un nombre propio; Cristo es llamado "Hijo".  El Logos (Juan 1:1, el "Verbo") no era conocido como el Hijo de Dios antes de su en­carnación.  El término "Hijo" de Dios" apunta a las relaciones que él sostiene con Dios (el Padre) como nues­tro Emanuel (Mat. 1:23).  Es llamado así el Logos debido a su nacimiento de la virgen (Luc. 1:35) y a su resurrección de los muer­tos (Hechos 13:33).  ¡No se llama así porque fuera engendrado por el Padre en la eterni­dad!  Cristo Jesús (el Logos) es eterno (Jn. 1:1; Heb. 1:8,12; 13:8; Miqueas 5:2, etc.), y no engen­drado en cuanto a existencia.  No obstante, el término "Hijo de Dios" no se aplica solamente a su hu­manidad (como lo hace el término "Hijo del hombre"), sino a su naturaleza divina en sus nuevas relaciones que sostiene  con el Padre como EMANUEL.  Juan 5:17-25 y Rom. 1:4 muestran cómo el término "Hijo de Dios" enfati­za la divini­dad de Jesús.  Con razón los judíos con­cluían que él se hacía Dios con lla­marse así (Juan 5:18; 10:33,36).  Véase tam­bién Mat. 16:16. En este sentido de ser divino se usa este término en este capítulo primero de Hebreos.

          --"heredero de todo".  Como el hijo he­reda lo del padre, así es que aquí se emplea

este tér­mino para enfatizar más la divini­dad de Jesús  a  quien  Dios  "constituyó he­-

redero de todo en pro­pósito en sus consejos y planes eternos (Efes. 3:11), y lo profetizó (Sal. 2:7-9), pero recibió el Hijo de Dios esta heredad en realidad después de su resurrec­ción de los muertos.  Heredó todas las co­sas: dominio, dignidad y gloria (Dan. 7:13-14; Isa. 9:6-7; Mat. 11:27; 28:18; Efes. 1:22; Fil. 2:5-11;. 1 Ped. 1:21).

         "Este es el heredero" (Mat. 21:38), y no­so­tros los cristianos somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo" (Rom. 8:17) (Heb. 11:7; Tito 3:7).  En este sentido "todo es nuestro" (1 Cor. 3:21-23).  El que es el "heredero de todo" es Señor.  De esto, pues, se deriva el significado del término "el Señor Jesucristo". Véanse Hech. 2:36; 10:36; Gál. 4:1, "el heredero  ...  es señor de todo".

         --"hizo el universo".  El texto griego dice que hizo "los siglos" o edades, pero en el griego koiné (común, vulgar--el en el cual fue escrito el Nuevo Testamento) la palabra aion, "siglo", puede significar lo que el si­glo contiene; por ejemplo, el universo físico.  El autor no se refiere a los siglos o dispen­sa­ciones en el tiempo, sino al universo físi­co (los cielos y la tierra y todo lo que tiene existencia en estos siglos).  Esta misma pa­labra se en­cuentra en Hebreos 11:3, donde el sentido es obvia­mente respecto al universo físico. Otros textos también enseñan la verdad aquí referida. Véanse Hebreos 1:10; Jn. 1:3,10; Col. 1:15-17;) (1 Corintios  8:6.

1:3 -- "resplandor de su gloria" (apaugasma tes dokses). apaugasma quie­re decir "fulgor", "resplandor", la luz que radia de un cuerpo iluminativo. Como es la refulgencia del sol para el sol, así es el Hijo de Dios para Dios.  Así es que vemos al Padre por el Hijo.  El Hijo da a conocer al Padre.  Esta re­ferencia es al Hijo encarnado.  Nadie encarnado ve al Padre. Considérense los textos siguien­tes: Mat 11:27; Jn. 1:18; 12:45; 14:9; 20:28; Col. 1:15; Fil. 2:6.

         --"la imagen de su sustancia" (carac­ter tes jupostaseos).  De la palabra griega caracter tenemos en español la palabra "carácter".  Esta palabra griega se refería tanto al instrumento para estampar, sellar o marcar como a lo estampado. La palabra jupostaseos significa "esencia, sus­tancia, naturaleza interior".  El Hijo, aun­que distinto en persona, es uno con él (Jn. 10:30), siendo el Hijo la perfecta represen­tación de la esencia o sustancia del Padre.

         --"sustenta todas las cosas con la pala­bra de su poder".  No puede haber atribu­ción de la di­vinidad de Jesús más distinta que la de estas pa­labras.  Declaran su poder infinito; de­claran su omnipotencia.  Véanse Hebreos 11:3; Gén. 1:3,6,9; Sal. 33:6,9; Hechos 17:28; Col. 1:17.  Con la palabra Jesús mandó al mundo físico (Mat. 8:26,27) y al mundo de demonios (Mat. 8:16).  Sanó a enfer­mos con la palabra y le­vantó a muertos (Mat. 8:16; Jn. 11:43), cam­biando así las leyes "naturales" de las cuales él mismo es el Autor.

         --"habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mis­mo".  Sobre la purificación según la ley de Moisés, véase Lev. 16:15,16,30; 17:11.  La Ley era una sombra (Col. 2:17; Heb. 10:1).  Cristo por su sangre hizo posible nuestro perdón de los peca­dos (Hebreos 7:17; 9:12,23,26, 28; 10:10; Hech. 20:28; Juan 1:29; Rom. 8:3; . 1 Ped. 2:24;.  1 Jn 1:7; Apoc. 1:5).

         --"se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas". Van tres par­ticipios (en el griego) en este versículo, que son: siendo, sustenta,  ha­biendo efectuado.  Ahora resta declarar que él reina. ¡Cuán grandes estas verdades que aquí son declaradas acerca del Hijo de Dios! Habiendo llevado a cabo el gran plan de redención de Dios, Cristo ¡se sentó!

         La frase "a la diestra" significa el lugar más exaltado de honor y autoridad.  Véanse, por ejemplo,. 1 Reyes 2:19; Sal. 45:9; 110:1; Mat. 20:20-23.

         Otros textos referentes a la ascensión de Cristo a la diestra de Dios: Mat. 22:44; 26:64; Mar. 16:19; Efes. 1:20-23; 4:10; Heb. 1:13; 8:1; 10:12,13; 12:2.  Su posición indica su plena au­toridad (Mat. 28:18; Fil. 2:6-11;) .1 Cor. 15:24,25).

         --"la Majestad".  Es una referencia a Dios el Padre.  La misma palabra griega, megalosune, aquí traducida "Majestad" aparece en Hebreos 8:1 y en Judas 25.  (Esto puede indicar que en Judas 25 se hace referencia a Dios el Padre más bien que a Jesucristo).

         Los primeros tres versículos contienen ocho declaraciones concernientes al Hijo de Dios y basadas en el Antiguo Testamento. El lector he­breo ve en ellas el punto princi­pal del escritor; es a saber, que Dios ha ha­blado de una manera su­perior a la del Antiguo Testamento, cuando ha­bló por los profetas.

1:4 -- Aquí se declara la superiori­dad de Cristo sobre los ángeles. Estos mensajeros celes­tiales son de alta posición y poder.  (Textos qué con­siderar: Sal. 103:20; Sal. 104:4;) .2 Sam. 14:17; Mat. 18:10; Luc. 20:36;) (2 Ped. 2:10,11;) Apoc. 5:11). ¡Pero les supera Cristo!

         Los judíos se gloriaban en la Ley de Moisés dispuesta u ordenada por ángeles (Deut. 33:2; Hech. 7:53; Gál. 3:19).  El autor aquí prueba que Cristo es superior a los ángeles en naturaleza y dignidad.  Véase también (1 Ped. 3:22;)

         El nombre referido en este versículo es el de Hijo, como lo indica el versículo si­guiente.  Lo "heredó" en el sentido de reci­birlo por virtud de su persona y obra en la redención del hombre.  Como son de ma­yor posición y preeminencia los hijos de la casa que los sier­vos en ella, así Cristo es mayor que los ángeles en que es el Hijo y ellos son siervos ("ministros").

1:5 -- La respuesta obvia a la pre­gunta presen­tada en este versículo es que ¡a ninguno!  Por consiguiente, ¡Jesucristo es superior a los án­geles!

         --"Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy".  Véase Sal. 2:7.  "Engendrar" aquí no sig­nifica lite­ralmente dar vida a alguien, sino según signifi­cado figurado indica "constituir" u "ordenar".  Según Hech. 13:33 y Rom. 1:4, ve­mos que la resurrección de Jesucristo de los muertos fue el hecho por el cual Dios constituyó públicamente su Hijo al que los reyes de la tierra rechazaron y cru­cificaron (Sal. 2:2,3).

         La argumentación en este versículo es para enfatizar que Jesucristo es más que hom­bre y que ángel.  Es cierto que los hombres, y tal vez los ángeles (Job 38:7), han sido llama­dos hijos de Dios (Luc. 3:38;) (2 Cor. 6:18), pero no ha sido llamado nin­gún hombre o án­gel "él Hijo de Dios".

         Sal. 2:7 más Hech. 13:33 no quiere de­cir que el día de la resurrección fue cuando fue lla­mado Jesucristo el Hijo de Dios, o llegó a serlo.  Aun en su encarnación fue llamado así (Luc. 1:35), como también antes de eso (Juan 3:17) y después (Mat. 17:5).  El punto es que al resuci­tarle de los muertos, y ha­cerlo el Rey sobre su reino, la iglesia, (Sal. 26; Efes. 1:20-23), Dios declaró formal y públicamente que él era su Hijo por exce­lencia. Como un padre engendra un hijo, así Dios declaró al mundo ("engendró") que Jesús es su Hijo por la resurrección de los muertos.

         --"Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo".  Véase (2 Sam. 7:14-16.)  La referencia primaria es a Salomón, el hijo de David.  Pero tiene doble referencia en este pasaje.  En Jesucristo se cumple la refe­rencia se­cundaria (en cuanto al contexto), y Luc. 1:33 muestra que solamente en Cristo se cumple la parte referente al reino eterno de él.  Los judíos entendían que este pasaje se refería también al Mesías.  Salomón, pues, era tipo de Cristo.

1:6 -- Se presentan dos problemas en este versí­culo; es a saber, (1) la posición en la frase de "otra vez", y (2)  ¿cuál texto va referido en este versículo?  Vamos a considerarlos.

         La versión de Valera 1960, la que em­plea­mos en este comentario, dice, "Y otra vez, cuan­do introduce al Primogénito en el mundo ...".  La idea de "otra vez" es que como ya citó el autor en el versículo ante­rior algún pasaje del Antiguo Testamento, ahora cita otro.  Pero dicen las ver­siones Hispanoamericana, Moderna, J. T. de la Cruz, y otras más o me­nos así: "Y cuando intro­duce segunda vez al Primogénito en el mundo", o "Cuando otra vez vuelve a traer el Primogénito ...".  Tales traduc­ciones im­plican que ya le "introdujo" una pri­mera vez y ahora se hace referencia a alguna se­gunda.  Esta es la traduc­ción que está más conforme a la construcción natural del texto griego.

         Los premilenaristas, basándose en esta úl­tima traducción (que yo también entien­do que es la correcta), afirman que aquí el au­tor se re­fiere a la segunda venida personal de Cristo.  Tal interpre­tación no solamente contradice una hueste de pasajes, sino también ignora el con­texto por completo.  El autor estuvo probando a sus lecto­res en el siglo 1, con pasajes del Antiguo Testamento, la supremacía de Jesucristo so­bre los ángeles para que no apos­tataran de la fe de Jesús.  No fue su punto tra­tar de lo que fuera Jesús antes de su corona­ción como Rey sobre su reino (la iglesia), ni lo que será después de entre­gar el reino al Padre (1 Cor. 15:24).

         ¿Qué es, pues, esta "segunda introduc­ción" en el mundo?  La primera fue su en­car­nación (Hebreos 10:5).    Dios   le   introdujo  o  lo

pre­sentó otra vez al mundo por medio de la resurrección de los muertos.  Véanse los comentarios sobre el versículo 5.  Dios lo resucitó y coronó como el Rey sobre su reino.  Dios, en la resurrección y coronación de Jesús, declaró al mundo lo que es su Hijo (Hech. 2:36; 10:36).  Cristo mismo lo llamó una (segunda) "venida" (Mat. 16:28).  Dios mandó a los ángeles adorarle porque fue exaltado a una posición suprema como la Cabeza de su iglesia, como el Rey de su reino (Efes. 1:20-23; Fil. 2:9-11;) (1 Cor. 15:27;) (1 Ped. 3:22).  A este reinado el autor repeti­da­mente se refiere en esta primera sección de su epístola.  El contexto demanda tal in­terpreta­ción. Presenta la razón por qué de­be­mos serle fieles ahora.

         ¿Qué diremos del segundo problema en este versículo?  La cita que presenta el autor en este versículo 6 se halla literal­mente y palabra por palabra en Deut. 32:43, según la versión de los Setenta (El Antiguo Testamento en griego). Pero el texto hebreo de Deut. 32:43 no incluye tales palabras, y por eso algunos comentaristas recha­zan este pasaje de Deuteronomio como la cita referida en este versículo 6. Estos ofrecen Sal. 97:7 (donde el texto hebreo dice "dioses" y no "ángeles", aunque la versión de los Setenta en este lugar dice "ángeles").

         A favor de la posición de que la cita es to­mada de Deut. 32:43 (versión de los Setenta) se puede decir que dicho pasaje en esa versión es exactamente según las pala­bras halladas en Heb. 1:6.  Pablo citó este mismo pasaje de Deuteronomio, según la versión de los Setenta, en Rom. 15:10. Cristo muchas veces citó de esta versión, como también lo hicieron sus apóstoles. Por más de trescientos años había sido ésta una versión tenida en alta estima por los judíos. Se afirma que los Setenta tradujeron de una copia del texto hebreo que tenía la frase que en el pre­sente texto hebreo no se encuen­tra; a saber, ésa que dice "adórenle todos los ángeles de Dios".

         Sea como sea el caso, Heb. 1:6 se basa en autoridad apostólica y prueba que Jesús me­rece la adoración de ángeles.

         --"Primogénito".  Véanse Col. 1:15,18; Rom. 8:29; Apoc. 1:5. Entre los judíos el pri­mer nacido tenía preeminencia en la fami­lia.  Así es que la palabra "primogénito" vino a sig­nificar "el que tiene la preemi­nencia".  Este es el punto de Pablo en Col. 1:15-18, "para que en todo tenga la preemi­nencia".   La  palabra  se  encuentra  en  Sal.

89:27, referente a David, quien no era el primero nacido en la familia de su padre, pero en la economía de Dios sí tuvo la pre­eminencia en­tre los reyes de la tierra.  Se halla esta palabra, en el plural, en Heb. 12:23, referente a la preemi­nencia de los que compo­nen la iglesia de Dios.  La pre­eminencia de Jesucristo es todo el punto del autor en Hebreos capítulo 1.

1:7 -- Véanse Sal.104:4.  El objeto del autor inspirado es mostrar la superiori­dad de Jesucristo sobre los ángeles por medio de mos­trar que su posición es infe­rior a la de él. Ellos son ministros; él es el Señor que manda.

         --"hace a sus ángeles espíritus".  Otras ver­siones dicen "vientos" en lugar de "espíritus".  La palabra griega pnuema quiere decir primera­mente "viento" (Juan 3:8), y luego el "espíritu" humano (1 Tes. 5:23).  Sus mensajeros (ángeles) son rápi­dos como el viento y poderosos y des­tructivos como llamas de fuego (tal vez el relám­pago). Han traído mensajes de Dios a los hom­bres (Luc. 1:19,26-28), y han traído destruc­ción sobre los hombres (Gén. 19:1 y sig.; Ex. 12:23,29;) (1 Crón. 21:15;) (1 Sam. 24:15,16;) Hech. 12:23).

1:8 -- Véanse Sal. 45:6.  Este salmo es una ale­goría que tiene su aplicación en el Mesías, to­cante a sus perfecciones, conquis­tas y adminis­tración justa.  Continúa el au­tor probando la su­perioridad de Jesucristo sobre los ángeles.

         --"Tu trono"; símbolo de dominio y au­tori­dad para regir.

         --"oh Dios".  Para sostener su negación de la Deidad de Jesucristo, los unitarios tradu­cen el pasaje para que diga "Dios es tu trono para siem­pre".  (Véase por ejemplo la versión Nuevo Mundo, de los Testigos de Jehová).  Los unita­rios añaden la palabra "es" después de "Dios" (porque afirman que "Dios" aquí en este caso es del nominativo, y no vocativo).  Pero es vocativo y la tra­ducción correcta es la dada en la versión Valera Revisada, la que es­tamos em­ple­ando. Esta traducción cabe en el contex­to que tiene por pro­pósito exaltar a Cristo.  Este versículo, citado del salmo, de­clara la Deidad de Jesucristo; es llama­do Dios.

         --"por el siglo del siglo".  Véanse Dan. 7:14; Luc. 1:33;) (2 Ped. 1:11.)

         --"Cetro de equidad es el cetro de tu reino".  El cetro es una vara de material precioso y es usado por reyes como insignia de su dignidad (véase Ester 4:11).  El Mesías es Dios; es Rey, y su reinado es carac­terizado por la equidad.  Véanse Isa. 11:2-5; Jer. 23:5; Apoc. 15:3.

1:9 -- Véase Sal. 45:7.

         --"Dios, el Dios".  El texto bien puede ser traducido así: "Dios, oh Dios..." (Véase al pie, versión Hispanoamericana). En este caso se llama Dios Jesucristo, como es lla­mado en el versículo 8.

         --"óleo de alegría".  Se refiere a las con­se­cuencias alegres de la coronación de Jesús.  Esta figura se basa en la costumbre oriental de ungir la cabeza con aceite (Sal. 23:5). Así eran ordenados al oficio los sacer­dotes (Lev. 8:12; Núm. 3:3) y los reyes (1 Sam. 9:16; 10:1; 16:3;) (2 Sam. 2:7;) (1 Reyes 1:34).  La palabra Cristo quiere decir un­gido.  El es tanto Sacerdote como Rey, ungido por Dios con el Espíritu Santo (Hechos 10:38; Isa. 61:1-3).

         --"más que a tus compañeros".  Cristo ha sido exaltado más arriba de todo rey un­gido.  El es el Rey de reyes (Apoc. 17:14).

1:10 -- Véase versículo 2.  Esta cita es to­ma­da del Sal. 102:25. Lo que este salmo dice res­pecto a Jehová, aquí es aplicado por el autor al Mesías, a Jesucristo.  La Deidad o Divinidad de Jesucristo es presentada cla­ramente en este pa­saje.  ¡El es el Creador!

1:11-12 -- "Ellos perecerán".  Véanse Mat. 24:35;) (2 Ped. 3:7,10-12. El que ha creado con la palabra, también con ella sostiene (versículo 3), y por fin destruirá.

         --"mas tú permaneces". La creación no du­rará, pero Cristo es inmutable. Véase tam­bién Hebreos 13:8.

1:13 -- Véase Sal. 110:1.  Este salmo de David tiene referencia al Mesías.  Véanse Hebreos 10:13; Mat. 22:41-46; Mar. 12:35-37; Luc. 20:41-44; Hech. 2:34,35;) (1 Cor. 15:25.)  Este pasaje pre­dice la conquista completa por Cristo de todos sus enemigos, sean án­geles u hombres.  Mientras tanto ocupa Jesucristo el puesto de más alto honor (Véase versículo 3). ¡Nunca han re­cibido los án­geles tal honor!

         --"tus enemigos por estrado de tus pies".  Esta figura se basa en la práctica an­tigua de po­ner los pies sobre el cuello del conquistado (Jos. 10:22-25).

1:14 -- Cristo es el exaltado; los án­geles son ministradores. Son siervos.  Muchos son los pasajes que hacen referen­cia a la obra de los án­geles en su servicio a favor de los que serán sal­vos.  He aquí al­gunos: Mat. 18:10; Luc. 1:11-20; 2:9-13; 15:10; Juan 20:11-13; Hech. 1:10,11;  5:19,20;) (1 Ped. 1:12.)

HEBREOS 2

         Resumen:  Después de una fuerte exhor­ta­ción acerca de no descuidar de nuestra salvación, basada esta exhortación en lo dicho en el capítulo primero, pasa el autor a la argu­mentación de la superiori­dad de la nueva dis­pensación sobre la vieja.  Cristo es superior a los ángeles, pues a Cristo y no a ellos está su­jeto el mundo bajo el Nuevo Testamento.  Cristo encarnado (Dios en la carne) tiene todo sujetado a él.  Fue capacitado para ser nuestro Salvador por medio de tomar sobre sí nuestra natu­raleza y sufrir la muerte en la cruz.  Para poder salvarnos, tuvo que morir, y para morir tuvo que ser hombre.  Esto, en turno, demandó que naciera de mujer.  Por medio de su muerte ha librado a los cristianos de la servidum­bre del diablo.  Esta salvación y el socorro que él ofrece se extienden a la si­miente de Abraham, y no a los ángeles.  El, habiendo sufrido y sido tentado, se capaci­tó para ser nuestro sumo sa­cerdote y quien puede socorrer a los tentados y que sufren.

        

2:1 -- "Por tanto".  Es decir, en vista de lo di­cho en el capítulo 1, se sigue la adver­tencia si­guiente.

         --"a las cosas", o sea, a las del evange­lio, predicadas directamente por el Señor en la carne, o por sus escogidos apóstoles inspi­ra­dos.

         --"nos deslicemos" (pararruomen).  Este verbo no aparece más en el Nuevo Testamento, pero en la versión de los Setenta del Antiguo aparece en Prov. 3:21 ("no se aparten"), y esta palabra griega en forma de adjetivo aparece en Isa. 44:4 ("corrientes de las aguas" -- versión Moderna).  Esta palabra significa "fluir" y por consiguiente "pasar sin que se le dé atención de­bida".  Si no ponemos la debida atención a las cosas del evangelio, habladas por Dios a través de su Hijo y los apóstoles de él, nos es­curriremos (dice la versión Hispanoamericana, y otras) poco a poco, hasta haberlas dejado atrás.  Separados de ellas, nos perderemos.

2:2 -- "Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme".  Se re­fiere a la ley de Moisés dada en el monte Sinaí.  Dios ha­bló (Hebreos 12:25,26) a Moisés, y éste al pueblo, pero también participaron los ánge­les en la presenta­ción de esta ley (aunque de los detalles de su participación no tenemos co­nocimiento). Véanse Hech. 7:38,53; Gál. 3:19.  Tal vez pronunciaron las palabras que Dios mandó y sirvieron de "ministradores" (Hebreos 1:14) en excitar los true­nos, re­lámpagos, te­rremotos, etcétera, que acompaña­ron ese evento re­ferido.  (Véase también Deut. 33:2 y compá­rese Sal. 68:17).

         --"y toda transgresión" = ir más allá de lo escrito (por ejemplo, Lev. 10:1,2).

         --"desobediencia" = no hacer lo man­dado.

         --"recibió justa recompensa".  Véanse Núm. 15:30-36; Deut. 17:2-12; 27:26; Heb. 10:28.

2:3 -- "nosotros".  Es la iglesia en gene­ral.

         --"descuidamos" (amelesantes).  Este verbo se encuentra en Hebreos 8:9, "me desentendí" de ellos; "los traté con desprecio", versión Moderna.

         --"primeramente por el Señor".  Esto fue profetizado: Deut. 18:18,19; (Hech. 3:22,23).

         --"fue confirmada ... oyeron".  Véanse Hech. 1:8,21,22; 10:41;) (1 Jn. 1:1-3.)

2:4 -- En el versículo 3 y en éste vemos el propósito divino de los milagros; es a saber, confirmar la palabra predicada.  Eran, pues, temporales los milagros hechos por Cristo y sus apóstoles, y por los cristianos primiti­vos que re­cibieron de éstos "repartimientos del Espíritu Santo"; eran el testimonio de Dios dado para probar la au­tenticidad del mensaje predicado.  (Véase Mar. 16:20).  Descuidar de este mensaje de salva­ción, pues, es descuidar de lo que dice.

        

2:5 -- "el mundo venidero".  ("el mundo habi­tado que está por venir", ver­sión Moderna).  Este versículo es favorito del premi­lenarista, porque lo interpreta para que se refiera al "nuevo mundo" o "tierra nueva" de su sistema materialista. Las palabras griegas, ten oi­kou­menen ten mellousan, quieren decir "el mun­do habi­tado, a saber, el que viene".

         ¿Desde cuál punto de vista viene?  ¿Toda­vía venía cuando el autor escribió es­tas líneas? ¿To­­davía viene en este siglo veinte?  Una cosa es veni­dera hasta el tiem­po de su llegada, y luego no más es venide­ra. Por ejemplo, enseñó Jesús a sus discípu­los a orar que viniera el reino (Mat. 6:10).  Pero muchos todavía siguen orando, "Venga tu reino", aunque ya hace más de die­cinueve siglos que vino.

         La expresión "mundo venidero" era una ex­presión de los judíos para referirse al tiempo del reinado del Mesías; es decir, el tiempo cuando vendría a reinar el Mesías.  De ese "mundo veni­dero" (desde el punto de vista de los judíos bajo la dispensación mosaica) dice el autor de esta epístola "estamos hablando".  El contexto de­termina la interpretación correcta de este texto.  Este texto va dentro del contexto que habla de la superioridad de Jesucristo en esta dispen­sación cristiana.  ¡De esto está ha­blando el autor en esta epístola a los cristianos he­breos y solamente de esto!

         La administración de este reino (la iglesia) de Cristo no ha sido entregada a ángeles, ¡sino a Jesucristo!  El go­bierno de este reino celestial descansa sobre los hom­bros de Cristo (Isa. 9:6).  Sólo él abre y cie­rra (Apoc. 3:7), tiene las llaves de la muerte y del Hades (Apoc. 1:18), y es la Cabeza exaltada (Efes. 1:22,23).

         Después de la dis­pensación mosaica, iba a venir otra, la final (1 Cor. 10:11). Para los judíos era el "siglo veni­dero" (Heb. 6:5).  Ahora, los cristianos esta­mos en este siglo, en este reino.  Está sujetado completamente a Cristo, y no a los ángeles.  ¡De esto estuvo hablando el autor desde Hebreos 1:1, y no de algún supuesto milenio de los materia­listas del siglo veinte quienes to­davía espe­ran tal cosa "venidera"!  Los premilenaristas ignoran por completo el contexto al tor­cer este pasaje.

         --"acerca del cual estamos hablando".  El contexto comprueba claramente que el autor está ha­blando acerca del reinado de Cristo ahora en esta dispensación cristiana.

2:6-9 -- Véase el Salmo 8.  Los premilenaristas ven en este pasaje (Salmos 8:5-8) una refe­rencia fuerte al milenio materialista de su sistema de cosas, y naturalmente in­terpretan el Salmo 8 así. Ha de admitirse que el Salmo 8 parece re­ferirse, en parte, al dominio absoluto del hom­bre. Pero el uso que el autor de esta epístola hace del Salmo 8 no admite tal interpretación.  El propó­sito del autor en esta sección de la epístola es establecer la reclamación de que es Jesucristo el Hijo de Dios y el Señor nues­tro.  No está tra­tando alguna cuestión acerca del dominio del hombre en algún mundo físico futuro.  Cristo, en Mat. 21:15,16, se refiere a este salmo (Salmo 8:2) y lo aplica a la alabanza que le daban los niños duran­te su ministerio per­sonal.

         Es cierto que en el principio Dios sujetó todo el mundo físico a Adán (Gén. 1:26).  Pero el dominio del hombre sobre el mundo fí­sico, de aquel tiempo, o en algún tiempo fu­turo, no es el punto tratado por el autor en esta sección de su epístola.  El trata la exaltación y coronación del Hijo de Dios, después de haber sido muerto y resucitado y ascendido a los cielos, recibiendo enton­ces el gobierno de todo el mundo para rei­nar sobre él.  ¡Este es el punto del contexto, y no podemos salirnos de él, para interpre­tar estos versículos de otra ma­nera!  (Véanse los comen­tarios sobre el versículo 5).

         El Salmo 8 tiene al Hijo de Dios por re­fe­rencia principal, si no total.  Mateo 21:15,16;) (1 Cor. 15:27; y  Efes. 1:22 lo indi­can. Pero puede haber una referencia primaria, y luego secundaria (o profética), en este salmo.  En este caso, lo que se dice del hom­bre (el primer hombre) halla su culminación o perfec­ción en Cristo Jesús (el se­gundo hombre) (1 Cor. 15:47).  Sea como sea, una cosa es cierta: a saber, que el autor inspi­rado de esta epístola aplica el Salmo 8 a  Cristo el Mesías.  ¡Esto el contexto lo deman­da!

         --"¿Qué es el hombre ... O el hijo del hom­bre ...?"  En la poesía hebrea la misma cosa es dicha de dos maneras, o con varie­dad. Pero no hemos de entender que se habla de dos cosas distintas. "El hombre" y "el hijo del hombre" es lo mismo.  Se refiere a Cristo, o a la naturaleza humana en la persona de Cristo.

         --"para que le visites".  Es decir, tra­tarle con tanto honor, o hacerle tanto caso.

         --"Le hiciste ... le coronaste ... le pu­siste ..."  Se emplea el tiempo pretérito por el fu­turo.  En las profecías, para enfatizar lo cierto de lo predi­cho, se habla de la cosa fu­tura como de una cosa ya hecha.  El salmis­ta pre­dice la encarnación de Jesús, la coro­nación de él después de su humi­llación en la muerte de la cruz, para gobernar todo el universo ya suje­tado a él.  Aunque hecho Jesús inferior a los ángeles en su encarna­ción, fue coronado de gloria y de honra, exaltado así sobre los ánge­les, cuando Dios le resucitó y le sentó a su diestra (Fil. 2:5-11).  Esto le garantiza a Cristo dominio completo sobre las obras de Dios.

         --"Todo lo sujetaste bajo sus pies".  Véanse (1 Cor. 15:27;) Efes. 1:22.  No sola­mente sujeta­dos hombres y ángeles, sino tam­bién el mundo de las bestias (Sal. 8:7,8), por­que Cristo lo go­bierna para el beneficio del hombre en la tierra.

         --"pero todavía no vemos que todas las co­sas le sean suje­tas".  Aunque toda autori­dad o poder le ha sido dado en la tierra y en el cielo (Mat. 28:18), to­davía no le están sujetas todas las cosas, porque hay ángeles y hombres rebeldes y desobedien­tes que resisten su reinado.  "Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.  Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte".  (1 Cor. 15:25-26).  En el día de la resurrec­ción, ya no habrá más muerte y todo ene­migo habrá sido conquistado por Cristo. Véase Heb. 2:14,15.

         --"Pero vemos a aquel ... los ángeles".  Dice el autor inspirado que Jesús es el refe­rido en el Salmo 8, y aquí en Heb. 2:7.

         --"coronado de gloria y de honra" des­pués de haber muerto por los hombres, y a causa de sufrir esa muerte.  Dios se hizo hom­bre, hecho inferior a los ángeles, y lue­go mu­riendo por el hombre (Mat. 16:21), fue exal­tado y coronado de gloria y honra (Mat. 16:28), y porque sujetará por fin todas las co­sas, debemos servirle fiel­mente y no ser movi­dos de nuestra fe en él sola­mente porque los judíos incrédulos presentan ar­gumentos en contra de la Deidad de Jesús.

2:10 -- "Porque convenía".  Los ju­díos incré­dulos no podían aceptar la idea de un Mesías que moriría  (como conquista­-

do) -- Juan 12:34.  Pero Dios ("aquel por cuya causa ... las cosas subsisten"--compárese Rom. 11:36) tenía el de­recho so­berano de decidir qué convenía en el gran plan de redención. Determinó que el hom­bre sería perdonado por medio de la muer­te de su Hijo (Gál. 1:4; Heb. 1:3;10:5-10).  Si Dios nos ha proveído el esquema per­fecto de redención para el hombre, aunque en­volvió la humillación y sufrimiento de su Hijo, ¿quién es el hombre que razone que esto no convenía?

         --"llevar muchos hijos a la gloria".  Véase Jn. 1:12.  "A la gloria" se refiere al cielo.  Véase Rom. 8:29,30.

         --"perfeccionase por aflicciones".  Las aflic­ciones son todas las cosas que sufrió Jesús en la carne, como uno identificado como "hombre", y que terminaron en su sufrimiento y muerte en la cruz.  Estas aflicciones le "perfeccionaron" a Jesús, no en algún sentido de ser hecho moral­mente perfecto, pues no tuvo nunca pecados o imperfecciones, sino en el de hacerle un salvador  eficaz, porque la re­conciliación del hombre con su Dios requería muerte.  El pecado merece la muerte (Rom. 6:23; Ez. 18:20); para justifi­carnos Dios, Cristo tuvo que morir por nosotros (Rom. 3:25,26; Col. 1:22,23).

         Convenía a Dios, pues, hacerle a su Hijo un salvador perfecto por medio de la muerte (después de otros su­frimientos como hombre en la carne) de él en la cruz.  Al morir en la cruz, Cristo pudo de­cir, "Consumado es" (o, perfec­cionado es) (Jn. 19:30).  Véanse también Heb. 5:8,9; 7:28; Luc. 13:32, "soy hecho perfecto", versión Moderna. (Al tercer día entraría en Jerusalén donde moriría por el hombre, lle­vando a cabo, o perfeccionando -- "consu­mado es" -- su obra como Salvador).

         --"autor de la salvación".  La palabra griega arkegos significa prime­ramente el que provee el principio de algo, o que diri­ge.  Jesús, que quiere decir "salvador", es el autor o la causa princi­piante de nuestra sal­vación. Véanse Hebreos 12:2; Hech. 3:15; 5:31 (Príncipe, o Director).  En Heb. 5:9, "autor" es de otra palabra griega.

2:11 -- El que santifica es Cristo y los santifica­dos son los cristianos, perdona­dos por el sacri­ficio de Cristo (Hebreos 9:14; 10:14,29; 13:12; Jn. 17:14-17;) (1 Cor. 1:30).  Ambos él y ellos son de una sola natura­leza­; a saber, la naturaleza huma­na (véase versículo 14).  Pues, éste es todo el punto del capítulo 2.  (Algunos entienden que el "uno" de la frase "de uno son todos" se re­fiere a Dios el padre de todos; otros, que a una sola familia). El Mesías tomó de la na­tu­raleza del hombre, siendo enviado del Padre (Jn. 17:21), aunque en su propia na­turaleza es más exaltado que los ángeles (pues es Dios).

         --no se avergüenza de llamarlos herma­nos".  Aunque Jesucristo participó de nues­tra naturaleza (versículo 14), no es meramente humano, pues de otra manera, ¿en qué con­sistiría la condescendencia aquí implicada al decir, "no se avergüenza"? ¡Cristo es Dios! pero se hizo carne (Jn. 1:14), y por eso puede llamar her­manos a los cristianos.

2:12-13 -- En estos dos versículos van tres ci­tas del Antiguo Testamento para confirmar lo dicho en el 11; a saber, que el Mesías tomó de la naturaleza humana.

         --"Anunciaré ... tu nombre".  Véase Sal. 22:22.  Durante su tiempo en la carne, el Mesías (según afirma este salmo mesiánico, que también habla de los sufrimientos del Mesías en la carne) declararía a sus herma­nos (también en la carne, o de la misma na­turaleza) las perfecciones y carác­ter de Dios.  Esto lo hizo (Jn. 17:26; 1:18).  El pun­to del autor en este pasaje es recordar a los hermanos hebreos (y convencer a los judíos inc­rédulos) que el Mesías había de ser hom­bre (encarnado), y de aflicciones (Isa. 53), para que siendo de la na­turaleza del hom­bre pudiera sim­patizar con los hombres y morir por ellos para traerles a la gloria (versículo 10).  Esto lo hace, no citando la historia de la vida de Jesús de Nazaret (registrada en Mateo, Marcos, Lucas y Juan), sino citando pasajes del Antiguo Testamento re­ferentes al Mesías.

         --"En medio ... te alabaré".  Véase Mat. 26:30.  El punto es que el Mesías se identifi­có con sus discípulos como siendo de la misma na­turaleza humana, llamándoles hermanos y ala­bando a Dios juntamente con ellos como uno de ellos.

         La palabra "congregación" (ekklesia, de la cual tenemos la palabra "iglesia") in­dicaba a los judíos la nación ju­daica reu­nida en Jerusalén donde adoraban a Dios, pero es aplicada aquí por el autor inspi­rado al pueblo de creyentes en Jesús durante el reinado del Mesías.

         --"Yo confiaré en él".  Véase Isa. 8:17.  Aunque Dios, el Mesías se hizo carne, y en la carne, como todo hombre, dependía de Dios (hasta el fin de sus días en la carne--Luc. 23:46).  Son los hombres quienes de­penden de Dios.  Al profetizar Isaías estas palabras acerca del Mesías, mostró que el Mesías se identifica­ría como hom­bre.

         --"He aquí, yo y los hijos que Dios me dio".  Véase Isa. 8:18.  Con estas palabras el Mesías se identifica con los hombres.   Los "hijos" de este pasaje no son "hijos de Dios" ni "hijos de Adán", pro­piamente. El punto es que el Mesías y los "hijos" son de uno (versículo 11); es decir, de la mis­ma naturaleza.  Ahora, es cierto que los cristia­nos son "hijos de Dios" y que somos da­dos a Cristo (Juan 17:6) como discípulos de él.  Pero este pasa­je en Isaías es citado para probar que el Mesías tuvo que tomar de la naturaleza del hom­bre.  Así era el plan de Dios.

2:14 -- "los hijos".  Los hijos de Dios; cristia­nos santificados. Cristo murió por todo el mundo (Hebreos 1:3; 2:9; Juan 11:51,52;) (1 Jn. 2:2), pero los referidos aquí son los que han obede­cido al evangelio.

         --"participaron de carne y sangre".  Los cris­tianos son de naturaleza humana.

         --"él también ... de lo mismo".  Para po­der morir por los hombres, Dios tuvo que to­mar de la naturaleza humana.  Y para esto tuvo que na­cer de mujer (Juan 1:14; Gál. 4:4; Fil. 2:6- 8).

         --"para destruir...el imperio de la muer­te".  Para hacer ineficaz, o inactivo.  El diablo (diablos, equivalente a la palabra hebrea, Satanás, quiere decir "calumniador, acusa­dor"   véase Apoc. 12:10) todavía por el pe­cado trae la muerte al hombre pecador, pero Cristo en su muerte hizo inefi­caz la obra del diablo porque ahora por Cristo seremos resucitados de la muerte y vivire­mos para siempre.  El diablo tuvo el poder de traer la muerte física sobre la raza hu­mana por me­dio de tentar a Adán y Eva a pe­car.  Todo hombre está pues destinado a la muerte física (Heb. 9:27).  La muerte es­piritual (la "segunda muerte"-- Apoc. 2:11; 20:6) vendrá sobre todo pecador que muere fuera de Cristo o que no es cristiano fiel.  La muerte de Cristo quita al diablo este "imperio de la muerte", o lo hace ineficaz o inactivo, porque el pecador que obe­dece a Cristo y es fiel hasta la muerte (Apocalipsis 2:10), será resucitado de la muerte física y escapará la segunda muerte, la espiritual.

2:15 -- Por medio de Cristo todos pue­den ser librados de la cautividad del diablo.  La muerte es un mal penal, produ­cido por el peca­do, y todo hombre (fuera de Cristo) teme este mal. Pero es el diablo quien conduce al hombre a pecar, y por eso el hombre está sujeto a la ser­vidumbre de él.  A este pobre sujeto Cristo libra por medio del evangelio.

2:16 -- "no socorrió a los ángeles".  La versión Hispanoamericana dice, en las referen­cias al pie de la página, "v. 16. Griego, ase".  La Moderna dice, "no echa mano de los ángeles".     La idea es de echar mano Cristo del hombre, o asir de él, para salvarle (versículo 15), y para ayu­darle (versículo 18). No ha obrado Cristo salvación para los án­geles, sino para los creyentes de la raza huma­na.

         --"la descendencia de Abraham".  Dicen la versión Hispanoamericana y la Moderna, "la si­miente de Abraham".  Murió Cristo por todos (versículo 9), pero salva en parti­cular solamente a la simiente de Abraham, o sea, a los que creen en él según la fe de Abraham.  Los judíos en la carne eran des­cen­dencia de Abraham, pero los creyen­tes en Cristo son la simiente de Abraham aquí refe­rida (véanse Gál. 3:29; Rom. 9:6-8; Gál. 4:28; Juan 1:12,13).

2:17 -- "debía ser".  Dado que Cristo se entregó a la obra de salvar la simiente de Abraham, convenía o era debido o preciso que participara de la naturaleza del hom­bre.

         --"misericordioso".  Tomando nuestra natu­raleza, conoció las pasiones, tentacio­nes y sufri­mientos del humano, y por eso estaba ca­pacitado para mostrar misericor­dia hacia el hombre peca­dor.

         --"y fiel sumo sacerdote".  Compadeciéndose del hombre perdido, po­rque era misericordioso (aunque sin pecado Cristo, Heb. 4:15), vino a ser un sumo sa­cerdote fiel; es decir, cumplió su oficio de sumo sacerdote, ha­ciendo lo necesario para nuestro rescate.  Toda la esperanza del hombre perdido dependía de la fidelidad de Cristo en cumplir con su ofi­cio; o sea, morir por nosotros.  Si no hubiera sido un sumo  sacerdote  misericordioso  y  fiel,  no habría cumplido con su oficio y el hombre no habría tenido ninguna esperanza.

         El día de la expiación, y las actividades del sumo sacerdote anualmente para expiar los peca­dos del pueblo, se presentan en Levítico 16.  Esto era tipo del sacrificio de Cristo de sí mismo en la cruz, y de la pre­sentación de este sacrificio a Dios en el cie­lo. Véase Heb. 7:17,27; 9:12.

         --"en lo que a Dios se refiere", es decir, en la obra de redención, glorificando las de­mandas de la justicia de Dios, y a la vez su gran misericor­dia, gracia, y amor hacia el hombre. Cristo es el "ministro del san­tuario y de aquel verdadero ta­bernáculo que levantó el Señor, y no el hombre".

         --"para expiar".  Véanse (2 Cor. 5:18-21;) (1 Jn. 2:2; 4:10.)

2:18 -- Los sufrimientos de Jesús (Hebreos 5:7; Mat. 16:21; etcétera) y sus tentaciones (Mat. 4: 1-11; etcétera) le capacitaron para poder impartir al que sufre y es tentado el esperado socorro.

HEBREOS 3

         Resumen:  En este capítulo el au­tor continúa enfatizando la superioridad de Jesucristo so­bre Moisés.  Como es superior a la casa el que la construyó, así lo es Cristo a Moisés, porque siendo Dios es Cristo el cons­tructor de la casa de Dios, ya sea en la dispen­sación mosaica o en la cristiana. Además, como el hijo sobre la casa es su­perior al siervo en ella, así es superior Cristo a Moisés.  Los dos han sido fieles en sus dos ca­pacidades res­pectivas--el uno como hijo, el otro como siervo--pero el hijo es superior al siervo.  A éste quien es supe­rior debemos considerar.  Es el apóstol y sumo sacerdote de nuestra confe­sión. Al no hacer esto los lectores he­breos, po­drían caer ante la tentación de vol­verse a la ley de Moisés, dejando al superior por el inferior.

         Luego, el ejemplo de la peregrinación literal de los israelitas bajo Moisés en el de­sierto se pre­senta como ilustración de la nues­tra espiritual bajo Cristo, en que como muchos de ellos no entraron en la tierra prometida a causa de su in­credulidad, así nosotros los cris­tianos tampoco entraremos en el reposo de los cielos si somos engaña­dos por el  engaño  del pecado.    Debemos,

pues, exhortarnos para que no nos pase lo que a ellos pasó, sino que sea­mos firmes y fieles hasta el fin de nuestra ca­rrera cris­tiana.

3:1 -- "hermanos santos".  Véase Hebreos 2:11.  Son cristianos apartados (santifica­dos) por Cristo (Hebreos 2:17).     --"participantes" (metokoi).  Se emplea en Hebreos 1:9, "compañeros", y en Hebreos 3:14.  En forma verbal se emplea en Hebreos 2:14, "participó".

         --"llamamiento celestial".  Así se con­trasta este llamamiento con el de Israel que era terrenal.  Es celestial este llamamiento porque (1) viene del cielo (Fil. 3:14;) (1 Cor. 1:2) (2) nos llama a la gloria de los cielos (Hebreos 2:10); (3) como miembros de la iglesia so­mos ciudadanos del reino de los cielos (Col. 1:13), nuestra ciu­dadanía está en los cielos (Fil. 3:20), y la Cabeza de la iglesia reside en los cielos (Apocalipsis 14:1,13).  Somos llamados por el evangelio (2 Tes. 2:14).

         --"apóstol y sumo sacerdote".  Moisés era el "apóstol" (el enviado -- griego, aposto­los) del Antiguo Testamento (Ex. 3:10, 13-15).  Cristo es el del Nuevo (Mat. 10:40; 15:24; Luc. 4:18; Jn. 3:17; 17:18; 20:21;) (1 Jn. 4:14). Es el "mensajero (ángel) del pac­to", según Mal. 3:1.

         Siendo enviado de Dios, es apóstol, y dando su vida en sacrificio por nosotros y ofre­ciendo ese sacrificio a Dios (Hebreos 2:17), es sumo sa­cerdote.  Aunque Moisés era "apóstol" de Dios, no era sumo sacerdote a la vez.

         --"de nuestra profesión".  Es decir, el objeto de nuestra confesión.  Confesamos que Jesucristo es el gran apóstol y sumo sa­cerdote de Dios.  Pedro confesó (aunque en otras pala­bras) esta verdad, Mat. 16:16.  La palabra griega jomologia (profesión, o confesión; es preferible "confesión") se em­plea también en (2 Cor. 9:13;) (1 Tim. 6:12,13;) Heb. 4:14; 10:23; y en forma verbal, en Heb. 13:15.

3:2 -- "el cual es fiel ... constituyó".  Dios le constituyó apóstol y sumo sacer­dote.  Compárese Hech. 2:36.  Vino Jesucristo al mundo para serle fiel en la ta­rea indicada (Jn. 4:34).  Acerca de la fideli­dad de este sumo sa­cerdote, véase los co­mentarios sobre Hebreos 2:17.

         --"como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios".  Véanse versículo Hebreos 3:5;10:21;  Núm. 12:7.   Moisés  era  apóstol  de  un  lla­mamiento terrenal, pero no apóstol y sumo sacerdote de uno celes­tial.  La casa de Dios era el pueblo judío (y no el taber­náculo).  Era Israel tipo o figura de un edi­ficio (casa).  (Esta "casa de Dios" es la misma que la "congregación", o iglesia, "en el desierto" de Hech. 7:38).  La iglesia de Cristo se presenta bajo la misma figura (versículo 6; Efes. 2:20-22;) (1 Ped. 2:5;). 1 Tim. 3:15).  Como Moisés era fiel como apóstol en la formación de la casa (o pue­blo) de Dios de aquel tiempo, así tam­bién ha sido fiel Cristo Jesús como apóstol y sumo sacerdote en la formación de la casa o iglesia de Dios de esta última dispensación.

3:3 -- Aunque Moisés era fiel y digno de gloria, de mayor gloria es digno Cristo (el apóstol y sumo sacerdote consti­tuido así por Dios), como es de más honor el constructor de una casa que la casa mis­ma.  Moisés era parte de la casa (o pueblo de Dios), pero Cristo es el fun­dador o cons­tructor del pueblo de Dios (sea el que es­ta­ba bajo el Antiguo Testamento, o sea el que está bajo el Nuevo).

3:4 -- Se exalta el Cristo a la posi­ción de Dios mismo.  Se declara la Deidad de Jesús.  Como toda casa tiene a alguien por constructor, así también es Dios el que ha establecido toda ins­titución divina, y este constructor es Jesucristo. Es, pues, Dios.  (Hebreos 1:8-10).  Es superior Cristo a Moisés, porque ha sido el autor de la dis­pensación mosaica como también de la cris­tiana.  "Todas las cosas" significan toda dis­pensación o arreglo divino, toda "casa de Dios".

3:5 -- Nada se quita a Moisés.  Era muy fiel en su capacidad. Pero su oficio era el de sier­vo en la casa (pueblo) de Dios. Los judíos incré­dulos (y a cierta medida los cristianos hebreos) se gloriaban en Moisés.  El autor aquí repite (v. 2) la admisión de que era fiel Moisés.  Pero el punto es que Cristo es mayor en gloria y honra.

         --"para testimonio de lo que se iba a decir".  Eran las cosas que Dios le iba reve­lando de vez en vez (Núm. 12:6-8, "le apa­receré ... hablaré con él"), las cuales cosas servían de tipo o figura de las cosas venide­ras de la dispensación del evangelio.  (Véase Jn. 5: 46).  Era Moisés siervo fiel (para comunicar al pueblo la volun­tad de Dios), pero ¡siempre era siervo!

3:6 -- "pero Cristo como hijo sobre su casa".  No desprecia el autor a Moisés, sino exalta a Jesucristo a su debido posición de honra y gloria. Moisés era siervo en la casa; Jesucristo hijo (heredero—Heb. 1:2) sobre la casa.  La "casa" aquí es el pueblo de Dios, o iglesia de Dios, de la dispensación del evangelio (Nuevo Testamento).  "su" se re­fiere a Dios el Padre (Núm. 12:7), aun­que la iglesia es de Cristo igualmente (Mat. 16:18, "mi iglesia"; Rom. 16:16; Hech. 20:28: etcé­tera.

         --"la cual casa somos nosotros". Si so­mos de Cristo (cristianos), somos miembros de la iglesia de la cual es la Cabeza, y sobre la cual es el Hijo de Dios.  Aquí la iglesia (el pueblo de Dios bajo el Nuevo Testamento) se presenta bajo la figura empleada en este con­texto, que es la de una casa. (Véase versículo 14).  Aquí entra la admo­nición contra la apostasía.  Es condicional la sal­vación.  Somos la casa (pueblo) de Dios porque so­mos cristianos, pero la condición es que re­ten­gamos firme hasta el fin (de la vida) la fe que tenemos en el gran apóstol y sumo sacerdote de Dios, en Jesucristo, y el glo­riarnos en la espe­ranza de la vida eterna en el evangelio prometida.

         En estos primeros seis versículos se presenta Cristo como superior a Moisés, aun­que no se le quita nada a Moisés en cuanto a su debida gloria y honra.  La ver­dad es que Jesucristo es superior.  ¡Cómo debemos seguir fieles a él, y no abando­nar nuestra confianza en él por algo inferior (que, para los cristianos hebreos, habría sido el judaísmo)!  La posibili­dad de la apostasía es pro­bada por el ejemplo de los israelitas, según lo narrado en los si­guientes versícu­los.

3:7 -- En los versículos Heb. 3:7-11 va una cita to­mada de las palabras de David, halladas en Sal. 95:7-11.  Pero en realidad eran palabras del Espíritu Santo.  (Véanse (2 Ped. 1:21;) Mat. 1:22; Heb. 9:8; 10:15; y compárese (1 Tim. 3:16).

         Debido que es mayor Cristo que Moisés y que el ser nosotros la casa de Dios ahora de­pende de ser firmes hasta el fin, debemos prestar atención a su voz, y esto hoy.  Todos sus man­damientos se dirigen a nosotros hoy.  Son man­damientos dados por el Espíritu Santo y no obe­decerlos hoy es re­chazar hoy al Espíritu Santo. ¡Hoy puede ser la última  vez  que  nos hable (Gén. 6:3)! Dios quiere obedien­cia pronta (Hech. 2:41; 16:33).

         Les era una fuerte tentación a los her­manos hebreos volver al judaísmo, y así caer de la gra­cia de Cristo (Gál. 5:1-4). Volver atrás sería ser infieles.  Pero Cristo y Moisés eran fieles, Cristo como Hijo sobre la casa, y Moisés como siervo en ella.  Los infieles eran los judíos bajo Moisés que ca­yeron en el de­sierto.  Volver atrás (caer de la gracia) sería la infidelidad condenada por Moisés.  Véase Juan 5:45.

3:8 -- "No endurezcáis nuestros co­ra­zones", cosa que siempre se hace cuando el hombre no oye (para obedecer) la voz de Dios. Siendo sensual el corazón, engañado por el pe­cado (Hebreos 3:13), no presta atención a lo que Dios le dice.

         --"en la provocación", "en el día de la tenta­ción".  Se hace referencia a Éxodo 17:1-7, "rencilla" y "prueba".  Véase Sal. 95:8.  El texto hebreo da los nombres propios del lugar (Meriba y Masah), mientras el griego (versión de los Setenta, y aquí en Heb. 3:8) da el signi­ficado de estos nombres.

         Los judíos pusieron la paciencia de Dios a prueba con sus murmuraciones.  "Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?" (Ex. 17:7).  Le tentaron (Ex. 17:2) y le pro­vocaron a ira. Antes de esta ocasión, le ha­bían tentado (Ex. 16:1-4).

3:9 -- Por cuarenta años Dios obró mi­lagros a favor de los judíos, quienes a pesar de eso como un pueblo (hubo pocas excepciones) pasó ese tiempo tentando a Dios con sus corazo­nes endurecidos. (Véanse Núm. 14:22-30; Deut. 9:7). (Unos ejemplos de esto: Ex. 14:10-14; 15:24; 16:1-4; 17:1-7; 32:1-10; Núm. 11:1-3, 4-35; capítulo 14.  Después de esto vagaron por el de­sierto por 38 años, cuando al fin llegaron otra vez a Cades-barnea donde murmuraron otra vez por agua, Núm. 20:1-13.

3:10 -- El corazón (los deseos, afec­tos) de esos judíos vagaba, según las atrac­ciones car­nales, y no se fijó en la ley de Dios. El período de cua­renta años era más que suficiente para descu­brir el carácter verdadero de ellos.

         --"no han conocido".  Es decir, no han aprobado mis caminos para andar en ellos.  La palabra "conocer" muchas veces en las Escrituras significa "aprobar". (Véase por ejem­plo Mat. 7:23). Dios les mandaba, pero ellos aprobaron otro camino o manera de vivir que era según sus corazones vagantes (sensuales, carnales).

3:11 -- "juré en mi ira".  Véase Núm.14:20-35.  Se repite en Números 32:10-12 y en Deut. 1:34-36.

         --"No entrarán en mi reposo".  (Véase Sal. 95:7-11).  Fueron excluidos de la tierra de pro­mesa, la de Canaán.  Véase también Deut. 12:9.  Fue el reposo de Dios porque fue pro­visto por él. Es tipo del reposo en el cielo (como veremos en el capítulo 4).

3:12 -- Dios sacó de la esclavitud de Egipto a los judíos, les dio órdenes de en­trar en la tierra de promesa y poseerla, pero por su in­creduli­dad (desobediencia) caye­ron muertos en el de­sierto. Ahora, a los cri­stianos hebreos, dice el autor que ellos mar­chaban en este Desierto (la vida de prueba en la iglesia) rumbo a la Tierra prometida (el reposo en el cielo).  Aquellos ju­díos te­nían corazones vagantes (Hebreos 3:10), y si no­so­tros tenemos uno malo de incredulidad, nos apartaremos del Dios vivo. Aquellos propusie­ron apartarse de Dios (Núm. 14:4), porque re­chazar los mandamientos de Dios equivale a apartarse de él y siempre ter­mina por proponer substitutos, que es de­sobediencia

         Los cristia­nos hebreos, tentados a vol­ver al judaísmo, se apartarían de Dios si dejarían la suficiencia en Cristo Jesús y en el evangelio de él.  La fe en Jesucristo es esencial para que crea la persona en Dios el Padre (Juan 5:17,18,22,23; 17:3).  Volver al judaísmo los cristianos hebreos equi­valdría a un re­chazamiento de Jesucristo, y esto signifi­ca­ría apartarse del Dios vivo, porque sería un acto de incredulidad (falta de fe).

         Como la fe indica obediencia, la incre­duli­dad indica desobediencia (versículo 15), "endure­z­cáis", también el versículo 18, "desobe­de­cieron", y aun el 19, "incredulidad").

3:13 -- "exhortaos ... cada día".  Este es deber de cada cristiano, y no tan sola­mente del predi­cador.  (Compárese 10:24).  Es esencial esta exhortación diaria para que no caigamos.

         --"Hoy". El tiempo de la gracia de Dios.  El "hoy" para aquellos judíos rebel­des en el desierto terminó cuando Dios juró su destrucción. Nuestra oportunidad tam­bién pue­de pasar pronto. Al oír la voz de Dios, obedezcamos en seguida. Hoy nos habla; ¡obedezcamos hoy!

         --"endurezcáis por el engaño del pe­ca­do".  Cristo reprendió a los once porque te­nían sus corazones endurecidos para no creer las eviden­cias de su resurrección (Mar. 16:14).  La incre­dulidad es el fruto de un corazón endu­recido por el engaño del pecado, y ya no recibe las buenas impre­siones de Dios (Hech. 19:9).  El pecado en­gaña, ofreciendo lo que no da, y también quita la fe. No creyendo, el corazón se en­durece con­tra la voz de Dios y promueve a más desobe­diencia.  El pecado engaña.  Nótese Efes. 4:22.

         El diablo tentaba a los cristianos he­breos con la apostasía al judaísmo (para es­ca­par la perse­cución y gozar de la popula­ridad de sus compa­triotas), tratando de en­gañarles con hacerles pen­sar que esto no sería apostasía de Dios.  Pero el autor de esta epístola recuerda a estos hermanos que dejar su fe en Cristo Jesús terminaría en apartarse del Dios vivo, e indica­ría que el pecado (la apostasía, en este caso) les habría engañado a tal grado que tendría sus co­ra­zones endurecidos contra la voz de Dios y por eso andarían en la incredulidad (desobediencia).

3:14 --  (Véase versículo 6).

         --"participantes de Cristo"; es decir, par­tici­pantes en las bendiciones espirituales en Cristo (Efes. 1:3) y coherederos con él.  Somos uno con él en todo lo que Dios ha pro­metido para los suyos (Jn. 15:1-7; 17:21-23; Efes. 5:30;) (1 Cor. 12:27).

         --"con tal ... del principio".  Dice la ver­sión Moderna, "si retenemos firme el prin­cipio de nuestra confianza hasta el fin". Es condicio­nal la salvación.  Los israelitas co­menzaron bien pero terminaron mal.  Hemos comenzado, y estamos en la vida de prueba ahora.  Si mantenemos fir­me hasta el fin el principio que hemos hecho en la fe, gozaremos las promesas de Dios en la vida eterna. Los hermanos he­breos habían creído en Jesucristo (el Mesías). Tenían, pues, las prome­sas de Dios de salva­ción, y la reali­zación de esas promesas depen­día de con­tinuar en esa fe en Jesucristo, en lu­gar de rendirse a la tentación (del pecado enga­ño­so) de volver a la ley de Moisés.

3:15 -- "entre tanto que se dice".  Esta frase en el griego es casi igual a la ha­llada en Hebreos 8:13, "al decir".  Puede ser tradu­cida así: "tocante a lo que se dice", o "como se implica en lo que se dice".  La idea es "que somos partici­pantes de Cristo si per­manecemos fieles" (versículo 14), "como se im­plica en lo que dice esta cita to­mada de Salmos 95:7,8" (versículo 15).  El versí­culo 15 va juntamente con el 14.  (Véase Hebreos 4:7). El autor repite en este versículo la cita toma­da del salmo y presentada en el versículo 8.  Véanse los comentarios dados allí.

3:16 -- Esta es la primera de tres pre­guntas de advertencia, la segunda y la tercera se hallan en los próximos dos versí­culos.

         --"todos los que salieron ..."  No ha de to­marse literalmente la palabra todos, sino en el sentido de prácticamente el pueblo ente­ro, pues hubo dos excepciones, Josué y Caleb (Núm. 14:30).  En este sentido se usa la palabra todo y todos en tales textos como Mat. 3:5; Jn. 3:26;) (2 Cor. 3:2;) Fil. 2:21.

         Casi todo el pueblo de Israel que salió de Egipto provocó a Dios.  Ahora que casi todo el pueblo de Israel rechazó a Jesucristo y le cruci­ficó, ¿por eso debían los herma­nos he­breos ju­daizar?  ¡En ninguna manera!

3:17 -- "... disgustado ..." (Véase versículo Hebreos 3:10, y los comentarios sobre los versículos 9,10).

         --"cuyos cuerpos cayeron en el desierto" (Véase Núm. 14:29).

3:18 -- (Véase versículo 11).  A pesar de ha­ber sido testigos los israelitas de tantos milagros de parte de Dios, rehusaron creer que Dios po­dría introducirles en la tierra prometida para po­se­erla.  Deut. 1:6-8, el mandamiento de poseer la tierra prome­tida.  Deut. 1:26, rehusaron ha­cerlo; es de­cir, no creyeron, pues el desobede­cer es por falta de fe.  Como creer es obede­cer, no cre­er es desobedecer.  Aquí en Heb. 3:18, pues, dice el texto que eran éstos los que "desobedecieron".  Según Deut. 1:32 y Núm. 14:11, no creyeron a Dios cuando les mandó ir a poseer la tierra, a pesar de ha­ber visto los muchos milagros de Dios an­terror­mente. La advertencia para los cristi­anos hebreos (y para todo cristiano) es ésta: como aquellos no entra­ron en el reposo de Dios debido a su falta de fe, así nos prohi­birá entrar en el cielo esa misma falta de fe en Cristo Jesús.

3:19 -- La conclusión del argumento y de pre­sentar el caso de los israelitas de­sobedien­tes en el desierto.  La incredulidad fue la causa de su caída.  Miremos nosotros (versículo Hebreos 3:12) para que no nos pase lo mismo.  Tenían ellos un viaje de solamente once días para viajar con fe hasta la tierra pro­metida (Deut. 1:2;-unas 200 millas, o 320 kilómetros), y allí gozar del reposo, pero la incredulidad les hizo fallar.  Su ejemplo nos sirve de advertencia (1 Cor. 10:5-11).

HEBREOS 4

         Resumen: Los versículos 1 al 11 conti­núan la discusión comenzada en el capí­tulo 3. Se des­cribe el reposo de Dios, y éste se identifica como el estar con Dios en los cielos eternamente.  Los del éxodo no en­traron en el reposo de Canaán debido a su incredulidad.  La aplicación a los he­breos es que tampoco noso­tros los cristianos en­traremos si no continua­mos en la fe de Jesús.  El reposo de Dios en el séptimo día, después de la creación, el séptimo día guardado por los judíos bajo la ley de Moisés, y la posesión de la tierra prome­tida, son figuras o tipos de este reposo de Dios.  Es el verdadero reposo que queda para el pue­blo (fiel) de Dios. Aun David, en el Salmo 95, escribiendo quinientos años después de la pose­sión de Canaán, exhorta a los de su genera­ción no ser incrédulos, sino obedecer la voz de Dios que llama al hombre a este reposo.  Esto prueba que el reposo de Dios es espiritual, y no material.  Los cristianos debemos procurar entrar en él.

         Los versículos 12 y 13 recuerdan a los he­breos (y a nosotros también) que Dios no puede ser engañado.  Su Palabra penetra hasta las partes más interiores del ser hu­mano y nada se esconde. Nos conviene, pues, ejercer cui­dado espiritual y continuar en la fe, en lugar de apostatar.

         Los versículos 14 al 16 comienzan una dis­cusión sobre el sacerdocio de Jesús que con­tinúa hasta el capítulo 10. Considerando los hermanos hebreos cómo es este gran  sacer­dote, querrían  acercarse   al   trono   de

Dios por Jesucristo para hallar el oportuno socorro.

4:1 -- "Temamos, pues".  Los her­ma­nos he­breos estaban en peligro de caer de la gra­cia de Dios.  Por eso les exhorta a temer tal po­sibili­dad.  No pudieron entrar en el reposo de Canaán los judíos incrédu­los (desobedientes-- Hebreos 3:18,19); la misma falta de fe excluiría ahora a los hebreos cristia­nos del reposo de Dios, que es la vida eter­na en el cielo.  A esto se refiere la fra­se, su reposo, en este versículo 1.

         --"alguno de vosotros parezca no ha­berlo alcanzado".  Fallar al no al­canzar el cielo.  Dice la versión Hispanoamericana, "Temamos, pues, no sea que tal vez ... al­guno de vosotros parezca ha­berse quedado atrás".  Dejar la fe de Cristo por el judaísmo sería incredulidad. Por este pe­cado se queda­ron atrás los israelitas salidos de Egipto y no se les concedió entrar en la tierra pro­metida. Ahora si los hermanos hebreos co­meten el mismo pecado, se quedarán atrás y no se les concederá entrar en el cielo.

4:2 -- "Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva".  La versión antigua de Valera dice, "se nos ha evangelizado".  No es el evangelio en el sen­tido presentado en (1 Cor. 15:1-4.)  La palabra evangelio quiere decir buenas nuevas.  Como a los israelitas salidos de Egipto se les anunció la buena nueva de un repo­so en la tierra de Canaán, también a nosotros (los cristianos) te­nemos las buenas nuevas de reposo, el del cielo.  Permanece aún la promesa de reposo, y no fue una promesa solamente para aquellos judíos en el desier­to.

         --"pero ... oyeron".  Las buenas nuevas dadas a los israelitas en el desierto no sola­mente contu­vieron una promesa, sino también un manda­miento (Deut. 1:20,21; Núm. 13,14).  Pero el mensaje que les fue predicado (el oír la  pala­bra), que fue la pro­mesa y el mandamiento de ir a poseer la tierra prometida, no fue reci­bido en sus co­razones con fe (Núm. 14:2-4), y por eso no les aprovechó esa palabra que oye­ron.  (Compárese Mat. 13:13-16).

4:3 -- El versículo 1 dice que perma­nece la promesa de un reposo. El versículo 2 nos dice que esa pro­mesa nos ha sido dada tanto a nosotros  (los cristianos)  como a los israelitas.  Ahora el 3 dice que los que entran en este reposo (de la vida eterna en los cielos) son los cre­yentes.  Esto es probado por la cita hallada en Sal. 95:11, porque si a los incrédulos, o desobe­dientes (Sal. 95:10), no se les permi­tió entrar, se implica que se lo permitirá a los creyentes, u obedientes.  La pro­mesa es hecha para los cre­yentes; éste es el pun­to.  Los hermanos hebreos andaban en el peli­gro de abandonar la fe en Cristo por el ju­daísmo (Hebreos 3:12).

         --"aunque las obras suyas estaban aca­badas desde la fundación del mundo".  Después de los seis días de obras en la fun­dación del cos­mos, reposó Dios en el sép­timo (versículo 4).  No descansó de cansancio fí­sico, sino reposó de sus obras en el sentido de que cesó de ellas y contempló la belleza y perfección de ellas (Gén. 1:31-2:3).  Contempló con felicidad y satisfacción su crea­ción.  A este reposo de fe­licidad invita Dios a su pueblo de toda dispen­sación.  En este reposo eterno de Dios (del cual eran tipo el reposo del séptimo día y la tierra de Canaán) entra el cre­yente.  Es el reposo de Dios ("mi reposo"). Es el verdadero reposo en el cielo para el fiel.  Este reposo de Dios, ofre­cido al creyente, y consis­tiendo en feli­cidad eterna, fue instituido desde la fun­dación del mundo.

4:4-5 -- "en cierto lugar".  Véase 2:6.  Los lectores de esta epístola estaban fami­liariza­dos con las Escrituras del Antiguo Testamento y no era necesario dar citas exactas.  Se hace refe­rencia a Gén. 2:2 (y re­petida en Ex. 20:11; 31:17).

         --"reposó Dios de todas sus obras en el sép­timo día".  Véanse los comentarios sobre el versículo 3, primer pá­rrafo, arriba.

         --"Y otra vez aquí: No entrarán en mi repo­so".  Véanse Sal. 95:11 y los comenta­rios sobre el versículo 3.  Dios, después de aca­bar sus obras de creación y formación, en el séptimo día reposó, gozando de la grata contemplación de este aca­bamiento.  No entraron en este reposo (eterno, como tam­poco en el típico de la tierra de Canaán) los del éxodo debido a su incredulidad. No en­traremos tampoco nosotros los cristianos si no conti­nuamos en la fe.

         El argumento del autor (en el versículo 5) al em­plear aquí el Salmo 95 (escrito por David unos quinientos años después de la pose­sión de la tie­rra de Canaán) prueba que no se refiere Dios (por David) al reposo en la tierra de Canaán, sino a uno todavía futuro. Además, no pudo haber sido el reposo del séptimo día, cosa que ya tenían los judíos para guardar y obser­var.  Tanto el re­poso del séptimo día, como la posesión de Canaán, son tipos o figuras del re­poso eter­no con Dios en los cielos.

4:6 -- Dios proveyó un reposo.  Debido a su in­credulidad (versículo Heb.4:2; 3:11, 12,18), los del éxodo no entraron en ese reposo. Pero Dios no planea ni provee en vano.  Se sigue, pues, que queda un reposo para los israelitas verdaderos, quie­nes como Caleb y Josué tienen fe para hacer la voluntad de Dios. Tiene que haber un repo­so de Dios en reserva.  Esta conclusión (la con­clu­sión del argumento se presenta en el versículo 9, que­da un reposo para el pueblo de Dios) sigue del hecho de que Dios proveyó un reposo y aunque los incrédulos no entraron en él, otros segura­mente entrarán.  Estos otros son los de la fe en Cristo Jesús.

4:7 -- "después de tanto tiempo"; se refiere a los quinientos años entre Moisés y David.  Es evidente que el reposo, tipifica­do por la pose­sión de la tierra de Canaán, la cual fue prome­tida a los del éxodo, no fue ofrecido sola­mente a ellos.  David, unos quinientos años des­pués de Moisés, habla a su propia generación, di­ciendo que el pue­blo de Dios no hiciera como aquellos del éxodo, quienes fallaron al no en­trar en el reposo debido a su incredulidad.  "Hoy", es decir, en el tiempo de David, había una promesa de reposo todavía.  Todavía es "hoy", aún para nosotros, porque todavía es tiempo de gracia y de oportunidad, pues nos habla la voz de Dios, diciéndonos que entre­mos en su reposo. Dios ha determi­nado un día; es decir, menciona Dios un tiempo expresa­mente.  Dios habla "hoy", y "hoy" es cuando el oyente debe obedecer su voz, en lugar de endurecer su corazón, posponiendo obediencia.  Diciendo Dios "hoy", se enfatiza la urgencia de actuar aho­ra mismo mientras hay oportuni­dad.

4:8 -- Josué dio a la segunda gene­ración de los del éxodo el reposo físico en la posesión de la tierra de Canaán (Jos. 1:15; 22:4; etcétera).  Pero no les dio el reposo verdadero de Dios (llamado "mi reposo", es decir, el reposo de Dios), porque quinientos años después de esto David exhortó a su generación a no rechazar la voz de Dios en su tiempo ("hoy", para ellos) que mandaba entrar en su reposo.  La posesión de Canaán era solamente un tipo del verda­dero re­poso de Dios.

4:9 -- ¡La gran conclusión del ar­gumen­to!  Hay un reposo que nos queda.  No es el del séptimo día, observado bajo la ley de Moisés.  Este lo guardaron quince siglos los judíos.  No es la posesión de la tierra de Canaán.  Quinientos años después de ese evento histórico, David to­davía exhortaba al pueblo de Dios entrar en el re­poso de Dios.  Es el reposo celestial para el "pueblo de Dios" (los de la fe).  El sábado judai­co era figura de él (Col. 2:17), como también lo era la posesión de Canaán (Sal. 95:11, donde dice "reposo", en lugar de "tierra", según Núm. 14:30).

         La palabra reposo en este versículo es distin­ta, en el texto griego, a la usada en Heb. 3:11,18; Hebreos 4:1,3,5,10,11.  Aquí es sabbatismos, y en los demás textos es katapausis.  "Katápausis" sig­nifica sencillamente cesa­ción de labor, o re­poso en el sentido co­mún.  "Sabbatismós" es una pa­labra, con su sufijo griego agregado a una pala­bra he­brea. Indica literalmente la guarda u obser­vancia de reposo.  Se refiere al reposo eter­no en Cristo, que el fiel gozará en el cielo, como el "sábado" (día de reposo) judaico de la ley de Moisés significaba un día en siete para descanso, y como Dios reposó en el sép­timo día después de la formación del cosmos (versículo 3,4).  Hablando el autor de la carta a los hebreos, a gente bien acostum­brado a guardar el "sábado" mosaico, crea una palabra, di­ciendo que ahora a los cris­tianos fieles nos queda un "sabbatismós" para nosotros.  Dice la versión Hispano­ame­rica­na, "un reposo sa­grado".

         Los sabatistas modernos citan este ver­sículo para afirmar que "queda un reposo" en el sentido de que debe el cristiano toda­vía guardar el sép­timo día de la semana.  Ignoran por completo la argumentación del autor en esta sección de su epístola y hacen que este versículo diga que to­davía tene­mos (nos queda) el sábado judaico y que debemos guardarlo.  Pero el contexto des­miente tal posición y el versículo 11 la destruye por completo, pues dice que nosotros los cristianos procuremos entrar en aquel reposo.  Es algo en qué entrar todavía.  ¡Es el cielo!  El verbo "queda" (apoleipo) no quiere de­cir, "está en vi­gor todavía", sino que "está reservado".  No dice el autor que "queda el día de reposo". Para de­cir esto habría usado la palabra común,  sab­baton. Pero dijo sabbatismos (explicada arriba).  El cielo será para el redimido como un sábado, o reposo.

4:10 -- Todo santo que entra en el re­poso de Dios (muere en Cristo y por fin será re­sucitado a la vida eterna en el cielo), no sola­mente entra en reposo, en el sentido de cesación de labor, sino también en el sabbatismos, que es la celebración del sá­bado celestial.  En esta clase de reposo entró Dios cuando terminó su obra de formar el cosmos.  Cesa de trabajar y sufrir, el que muere en Cristo, sí (Apoc. 14:13), pero también entra en el reposo del "gozo de su se­ñor" (Mat. 25:21).  (Véanse también Luc. 16:22; 23:43;. 2 Cor. 5:8; Fil. 1:23; Apoc. 7:14-17).

4:11 -- ¡La gran exhortación que si­gue a la gran conclusión!  Establecido el he­cho de que se nos reserva un reposo sabáti­co en el cielo, procu­remos con diligencia entrar en él.  Muchos son los textos que así nos exhortan, por ejemplo, Luc. 13:24;. 2 Ped. 1:5-11.        En el versículo 1, se nos exhorta temer; ahora en el 11, procurar entrar.  El gran ejem­plo en el asunto es el de los del éxodo (Hebreos 3:12; .1 Cor. 10:1-12).  ¡Podemos caer!

4:12 -- Los del éxodo cayeron muer­tos en el de­sierto y no entraron en el reposo de Canaán, porque no prestaron atención a la pala­bra de Dios (versículo 2).  Nadie debe, pues, tener en poco la Palabra de Dios.  La advertencia del capí­tulo 3, y la promesa de reposo del 4, se ba­san en ser la Palabra la voz de Dios.  No piense nadie que Dios no cumplirá con las promesas de su Palabra, ni que no castigará al desobe­diente o incré­dulo.  ¡Es poderosa su Palabra para cum­plir!

         --"la palabra de Dios"; es decir, la ver­dad de Dios (2 Tim. 2:15), o sea lo que ha dicho Dios.

         --"viva".  (Véanse Juan 6:63;. 1 Ped. 1:23).  Es tan viva como Dios; por eso cum­plirá según declara.  (Véase Isa. 55:10,11).

         --"eficaz".  La palabra en griego es energes. En español tenemos la palabra ener­gía.  La Palabra está llena de energía y poder de Dios, para llevar a cabo sus de­cla­raciones.  (Véanse .2 Cor. 10:4;. 1 Tes. 2:13).  ¿Cómo pue­de el hombre creer que está su­jeta la Palabra de Dios a sus opiniones y puntos de vista?

         --"más cortante...dos filos".  (Véanse Isa. 11:4; 49:2; Efes. 6:17; Apoc. 1:12,16; 19:15, 21).  Esta figura denota el po­der de la Palabra de Dios para descubrirle al hombre su caso verdadero y castigarle com­pleta­mente si no se arrepiente.

         --"penetra ... el espíritu".  El alma (psuche) es la vida que el espíritu da al cuerpo, mientras van juntos los dos.  Es la vida animal, la sede de lo que pertenece y concierne a la vida en la car­ne.  El espíritu (pneuma) es el principio vital que anima al cuerpo; es la parte inmortal del hombre, dada por Dios. Pablo, en .1 Tes. 5:23, hace esta distinción (aunque en otros textos se usan al­ter­nativamente los dos términos).  En. .1 Cor. 2:14,15 vemos que el hombre natu­ral (psukikos, la palabra psuche en forma de adje­tivo) se distingue del hombre espiri­tual (pneumatikos, la palabra pneuma en forma de adjetivo).

         No obstante, no entiendo que el autor inspi­rado está diciendo que la Palabra de Dios literal­mente hace separación entre el alma y el espíritu (como si fueran dos enti­dades separa­das e inde­pendientes), sino que solamente ha­ce uso de una expresión para denotar la obra de la Palabra de Dios en exponer lo más inte­rior de nuestra vida terrestre y la condición de nuestro espíritu.  Todo nuestro ser es expuesto por la Palabra de Dios y ella declara la condi­ción de él. Nos revela el hombre natural y también el espiritual.

         --"las coyunturas y los tuétanos".  Esta ex­presión figurada ilustra el poder de la Palabra de Dios en penetrar a los rincones más íntimos e interiores del hombre.  Es en vano tratar de es­condernos de la investiga­ción de la Palabra de Dios.

         --"y discierne ... del corazón".  La Palabra de Dios juzga nuestros pensamien­tos y propósitos de corazón.  El verbo dis­cierne, en el texto grie­go, es más bien un adjetivo que describe a la Palabra.  Dice el texto que la Palabra es kriti­kos.  En espa­ñol tenemos la palabra crítico.  ¡La Palabra de Dios critica!  ¡Tomen nota de esto, los que "critican" a la iglesia de Cristo de no hacer nada sino criticar! En realidad, la palabra cri­ticar quiere decir, no hablar mal de otro, sino juzgar o discernir.  Muchos, para  escapar  el   jui­cio   de   este   Juez   (la Palabra de Dios), tratan de destronarle.  Niegan la autenticidad de la Biblia (la reve­lada Palabra de Dios) y la desa­creditan todo lo posible. Pero esa Palabra vive y perma­ne­ce (1 Ped. 1:23), y será la base del Juicio Final (Juan 12:48; Apoc. 20:12).

4:13 -- Como es poderosa la Palabra para juz­gar, también la es para prever y pe­netrar con omnisciencia.

         --"desnudas".  (Véanse Sal. 139:11,12; Prov. 15:11).

         --"abiertas".  La palabra griega signi­fica lite­ralmente "tener el cuello expuesto" o doblado para atrás, como se hacía con los cau­tivos para degollarlos, o con los anima­les para sacrificarlos. La aplicación aquí es que es im­posible que el hombre se esconda de Dios y del escrutinio de su Palabra.

         --"a quien tenemos que dar cuenta".  (Véanse Hebreos 12:23; Rom. 14:12).  Los versículos 12 y 13 de este capítulo recuerdan al lector de lo serio del caso, pues toda incredulidad y re­sisten­cia a la Voluntad de Dios es cosa bien sa­bida por él y no escapará de su jui­cio y cas­tigo.

4:14 -- "gran sumo sacerdote".  (Véanse Hebreos 2:17; 3:1).  Se había hecho mención  del sacerdocio de Cristo, pero ahora el au­tor pasa a presentar las pruebas, cosa que le ocupa hasta el capítulo 10. Es nuestro gran sumo sacerdote, exaltado infinitamente so­bre todo sacerdote ju­daico.

         --"traspasó los cielos".  Traspasó los cielos creados (Hech. 1:11) para entrar en la presencia de Dios ("el cielo mismo", 9:12,24).

         --"Jesús el hijo de Dios".  Nuestro sumo sa­cerdote no es ningún hombre sino Dios mismo.  Sobre su Deidad ya ha hablado el autor en los primeros tres capítulos.

         --"retengamos nuestra profesión".  (Vé­anse Hebreos 3:1; 10:21,23). Esta exhortación im­plica que los hebreos corrían el riesgo de aban­donar esa pro­fesión.  Muchos son las exhorta­ciones en esta carta.  En este solo capítulo ve­mos éstas: "Temamos" (versículo Hebreos 4:1), "procuremos" (versículo Hebreos 4:11), "retengamos" (versículo Hebreos 4:14), y "acerquémonos" (versículo Hebreos 4:16). La condi­ción espi­ritual de los hermanos he­breos demandaba mu­cha exhortación.  (Véase 13:22).

4:15 -- "Porque ... debilidades".  Véanse  los  comentarios  sobre Hebreos 2:16-18.   El verbo "compadecerse" en el texto griego es sum­patheo.  En español tenemos simpatizar y sim­patía. Jesús puede participar de nues­tros senti­mientos respecto a nuestras peti­ciones, porque ha sufrido de manera seme­jante.

         --"sino uno que fue tentado en todo se­gún nuestra semejanza, pero sin pecado".  Véanse 7:26; Isa. 53:9;. 1 Ped. 2:22.

4:16 -- "Acerquémonos, pues, con­fia­damente al trono de la gracia".  En vista de lo que tenemos (v. Hebreos 4:14), nos acerque­mos al trono de Dios (Hebreos 8:1), llamado el de la gracia, para hacerle a Dios por Jesucristo nuestras peticiones.  (Véase .1 Jn 5:14).

         --"para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro".  Nuestras pruebas de la vida requieren la ayuda cons­tante y apropiada para la ocasión.  No hay que pen­sar en judaizar, volviendo atrás a un sacerdocio inferior para ha­llar el socorro necesitado.  Tenemos un gran sumo sacer­dote en los cielos a la diestra de Dios, él mismo Dios, y si ora­mos en fe, según se nos manda, recibiremos todo lo necesario. (Véanse Efes. 6:18; Fil. 4:6;. 1 Tes. 5:17).

HEBREOS 5

         Resumen: Este capítulo comienza una comparación entre el sumo sacerdote de la dis­pensación mosaica, y el de la del Nuevo Testamento, quien es Cristo Jesús.  el autor ya había introducido el punto en Hebreos 2:17,18; 3:1; y Hebreos 4:14-16, y ahora continúa en este capítulo y en los siguientes.

         Para evitar la apostasía de los herma­nos he­breos, el autor enfatiza la superiori­dad del sacer­docio de Cristo al del Antiguo Testamento.  Cristo Jesús es mayor que el sumo sacerdote le­vítico en posición, en ca­rác­ter y en la calidad de sacrificio ofrecido. Aquí en este capítulo, el punto principal en la discu­sión es el de los re­quisitos del sa­cerdocio.  En los versículos 1 al 4, se presen­tan las cualida­des del sumo sacer­dote judaico.  En los 5 al 10, se nota que és­tas se ha­llan en Cristo Jesús, y esto ¡en un grado superior!  Entonces, ha­biendo intro­ducido el tema glorioso y a la vez profundo acerca de la comparación entre los dos sa­cer­do­cios, y puntos relacionados que es­ta­blecen la superioridad de la dispensación cristiana, el autor llama la atención, en los versículos 11 al 14, a la condición difícil de los lec­tores para entender este tema, debido a su falta de crecimiento en el evangelio.  Sigue el autor, en el capítulo 6, la adver­tencia contra la aposta­sía, antes de seguir en el 7 otra vez con el tema del sacerdocio.

5:1 -- "en lo que a Dios se refiere"; es decir, en asuntos religiosos, o en lo que Dios les manda que hagan para su salva­ción.

         --"ofrendas y sacrificios".  Véanse Hebreos 8:3 y Hebreos 9:9, donde aparece la misma frase.  Las ofrendas (doron) eran artículos sin vida animal (por ejemplo, Lev. 2) (tal vez va in­cluido el incienso, Lev. 16:12), mientras que los sacrificios (thusia) eran de ani­males cuya sangre era derramada, y así sacrifi­cada la vida de ellos.  Véase Hebreos 9:6-10. A veces los dos términos se usan alternativamente; por ejemplo, Gén. 4:3-5; Heb. 11:4, "ofrendas" (doron).  Pero aquí en Hebreos 5:1, van contrastados los dos términos para que se incluya todo cuanto ofrece el sumo sacer­dote por el pueblo.

5:2 -- "paciente"; otra cualidad, o vir­tud, del sumo sacerdote.

         --"ignorantes y extraviados". Véase Núm. 15:28-31; Lev. 4:1,13,14.  Los sacrifi­cios eran para éstos, y no para los que a sa­biendas, y sin arrepentimiento, traspasaban la ley de Dios.

         --"puesto que él también está rodeado de debilidad".  Véase Hebreos 7:28.  El caso de Aarón, el primer sumo sacer­dote judaico, EX. 32:1-6.  Siendo hombre dé­bil, podía simpatizar con los débiles.  Ya ha­bía men­cionado el autor las debi­lidades nues­tras como cristianos (Hebreos 4:15), y como puede nues­tro Sumo Sacerdote compadecerse de ellas.

5:3 -- Siendo pecador el sumo sa­cer­dote ju­daico, tenía que ofrecer por sus propios peca­dos como también por los del pueblo.  Véase Lev. 16, el día (anual) de la expiación. Véase también el mandamiento en Lev. 9:7.  Hay otra referencia a esto en Hebreos 9:7.

5:4 -- Otra cualidad del sumo sa­cerdote: su es­cogimiento y honra viene de Dios.  Había leyes específicas en cuanto a la sucesión de sumo sa­cerdotes.  El punto de contraste es, como ex­plica el versículo si­guiente, que Cristo tampoco tomó el sumo sacerdocio sin ser designado por Dios.  Este versículo no tiene nada que ver con la idea de que hoy en día los llamados "ministros" reciban "llamamientos" de Dios para el lla­mado "ministerio".  Como el oficio de sumo sacerdote, bajo la ley de Moisés, fue insti­tuido y gobernado por Dios, así también es el del Nuevo Testamento. Números 16 na­rra un ejemplo de cómo Coré trató de usur­par el puesto de sumo sacerdote.  Nótese también Judas 11.

         --"como lo fue Aarón".  Véase Ex. 28:1.

5:5 -- Con este versículo, el autor co­mienza a demostrar la superioridad del sacerdo­cio de Jesucristo.  Como nadie to­maba el sacer­docio bajo la ley de Moisés sin ser designado por Dios, tampoco lo tomó Cristo así.  Dios le de­signó, demostrando al mundo con levantarle de los muertos que Jesucristo es su Hijo. Salmos 2:7, aquí cita­do, se refiere a la resurrección de Jesucristo de los muertos (Hech. 13:33; Rom. 1:4).  Véase Hebreos 1:5, comentarios.  El Mesías es Sumo Sacerdote, Profeta y Rey.  Aquí se enfa­tiza su puesto como Sumo Sacerdote.  Jesús no se exaltó a esta posición, sino Dios le exaltó (glorificó), llamándole "Hijo".

5:6 -- Véase 5:10.  Se cita Salmos 110:4.  Este salmo es mesiánico (véase Hebreos 1:13, comentarios).  Ahora el autor cita el versículo 4 del Salmo 110 para probar que el Mesías es un sa­cerdote, no según el orden de Aarón, sino el de Melquisedec, a quien el mismo Abraham, el pa­dre de la nación judaica, "dio los diezmos de todo" (Hebreos 7:2). Los lectores hebreos, tentados a apostatar al ju­daísmo (es decir, a lo representado por el sumo sa­cerdocio de Aarón), verían su gran error al considerar que el sumo sacerdocio de Jesucristo es según uno mayor que Aarón, pues Melquisedec lo era. ¡Todos los hijos de Abraham (los judíos del Antiguo Testamento) dieron diezmos (por su padre Abraham) a este mismo Melquisedec, quien era tanto sacerdote como rey!  (Gén. 14:18).  Por decreto de Dios Jesucristo fue constituido tanto sacerdote como rey (y no solamente sacerdote, como en el caso del sacerdocio aarónico).  Véase también Zac. 6:13.  Cristo ocupa los dos puestos.

         Se trata en el capítulo 7 de esta epístola de que el sacerdocio de Jesucristo es según el orden de Melquisedec.

5:7 -- Jesucristo puede simpatizar con nosotros (Hebreos 4:15).  Este es el punto princi­pal de este ver­sículo, y se compara con lo del versículo 2.  El resto de este versículo 7 lo prueba, pues enfatiza sus hondos sentimientos en la carne.

         --"en los días de su carne" se refiere al tiem­po de encarnación, de su ministerio perso­nal, o al período de su humillación en la tierra.  Véase Hebreos 2:14; 10:20.

         --"ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas".  Luc. 22:44; Mat. 27:46 (como también Mat. 26:38,39 y 27:50); Juan 12:27,28.  Véase .1 Ped. 4:1.

         --"al que lo podía librar de la muerte".  A Dios Padre hizo sus plegarias; al todopo­de­roso.  Dios pudo haberle salvado de la muerte física (Mat. 26:53, 54), pero ¿qué dice el versículo 54?

         --"fue oído a causa de su temor reve­rente".  No dice este versículo que Cristo pidió a Dios que le librara de la muerte y que Dios se lo con­cedió (que le oyó para concedérselo).  Cristo pi­dió que si era la vo­luntad del Padre, pasara de él esa copa de muerte (Mat. 26:39).  Pidió en oración que se hiciera la voluntad de Dios (Mat. 26:39, 42; Mar. 14:36).  Dios le oyó y se lo con­ce­dió, dejándole morir por los hombres peca­do­res, aunque no sin el fortalecimiento de un ángel enviado (Luc. 22:43) antes de mo­rir, y luego después de morir, le resucitó de los muertos (Hech. 2:23,24).  Véase también Sal. 22:24 (salmo mesiánico, versículo 1). Su te­mor reverente fue la causa de que fuera oído por Dios el Padre.  La palabra griega para decir "temor re­verente" se halla solamente en este pasaje y en Hebreos 12:28, "reverencia".  Se emplea en forma ver­bal en 11:7.

5:8 -- "Y aunque era Hijo".  Siendo Dios (el punto enfatizado en el versículo 5) y no so­lamente algún sacerdote descendiente de Leví, no por esto reclamó estar exento de hacer su parte en la redención del pecador.

         --"por lo que padeció aprendió la obe­dien­cia".  Aprendió en el sentido de expe­rimentar la obediencia al sufrir la muerte de la cruz (Fil. 2:6,8).  Después de sus ple­garias en Getsemaní, fue a la cruz en obe­diencia a la voluntad de Dios, y no a la del hombre, para llegar a ser maldición (Gál. 3:13) y pecado (2 Cor. 5:21) para la sal­va­ción del hombre perdido.  Fue fiel (obediente, Hebreos 2:17; 3:2) en esta tarea.

5:9 -- "y habiendo sido perfeccio­nado"; es de­cir, completamente calificado como Sumo Sacerdote y para ser el Redentor de la humani­dad perdida.  Véanse Hebreos 2:10; 7:28; comentarios.  Perfec­cio­nar significa completar, o llevar a cabo.  Cristo acabó su tarea de sufrir la muerte por el pecador, él siendo inocente, y así al­canzó la meta; es a saber, el ser el au­tor a causa de nues­tra salvación.

         --"autor".  Según la versión Hispano­ameri­cana, "causa".  Aquí la pala­bra griega es aitios, "la causa que pro­cura". El Mesías, al morir en la cruz por los hom­bres, es la causa de nuestra sal­vación.  (En Hebreos 2:10 la palabra traducida "autor" es otra.  Véanse los comentarios ahí).

         --"obedecen".  Los salvos por Cristo son personas obedientes, no solamente en lle­gar a ser salvos, sino también en continuar siendo salvos.  (Véanse Mat. 7:21; Juan 14:15; Rom. 1:5; 16:26). No son meramente "creyentes", sino de fe viva (Sant. 2:24).

5:10 -- "fue declarado por Dios sumo sacerdote".  "Nombrado por Dios", dice la ver­sión Hispanoamericana, tradu­ciendo la palabra pro­sagoreutheis, que significa  saludar, reco­nocer, dirigirse a al­guien por nombre.  Cristo, cuando le llevó a Dios su sacrificio de muerte en la cruz, des­pués de ascender a los cielos (Hebreos 6:20), fue salu­dado por Dios con el nombre o título de sumo sacerdote.  Así Dios le llamó, o nombró.  No se glorificó a sí mismo en este asunto (versículo Hebreos 5:5,6).  Aquí se hace referencia de nuevo a Sal. 110:4.

                  

5:11 -- Con este versículo se co­mienza una des­viación del tema central del sacerdocio de Cristo que es según el orden de Melquisedec. La desviación continúa has­ta el fin del capítulo 6; luego de nuevo el autor trata este gran tema.  El autor con­dena la inhabilidad de los herma­nos he­breos para comprender bien estos asun­tos pro­fundos, debida esta inhabilidad a su falta de atención al estudio de la Palabra de Dios.  En el capítulo 6 les exhorta a madu­rar su en­tendi­miento y conocimiento de la Palabra de Dios. Les advierte contra la apostasía; les anima a ser más diligentes, y para esto les pre­senta el ejemplo de Abraham.

         --"difícil de explicar, por cuanto os ha­béis  hecho  tardos   para   oír".  La dificul­tad consistió en la condición espiritual de los oyentes, y no en el autor de la epístola, como tampoco en el tema mismo.  La pala­bra tardos es traducción de la palabra griega nothros, que encierra la idea de no empu­jar.  Se emplea en Hebreos 6:12, "perezosos".  Esta condición espiritual de los hebreos era una a la cual habían llegado ("os habéis hecho").  Nótese en el versículo si­guiente, "habéis llegado a ser". A este estado conduce la negligencia o descuidado espiritual (Hebreos 2:1-3), al endurecimiento de corazón, y a la incre­dulidad (Hebreos 3:7,8,12,13).

5:12 -- Debido al tiempo de ser cristia­nos, estos hermanos tenían la obliga­ción moral de ser maestros de otros pero habían llegado al estado de necesitar que otros les enseñaran de nuevo las ideas ru­dimen­tarias de los oráculos de Dios.

         --"rudimentos"; stoicheia, "las partes prin­cipales o constituyentes de algo". Se emplea en Gál. 4:3,9; Col. 2:8,20; .2 Ped. 3:10,12.  Se hace referencia aquí a las ideas rudimentarias del evangelio, como son pre­sentadas en Hebreos 6:1,2.

         --"las palabras de Dios"; loguion, un orá­culo o declaración de Dios, (Hechos 7:38; Rom. 3:2;. 1 Ped. 4:11).

         --"leche, y no de alimento sólido".  El estado infantil de estos hermanos hebreos se debía al deseo de continuar bajo los tipos y símbolos de la ley de Moisés, y también a la presión de perse­cución a la cual es­taban sujetos, en lugar de an­dar en la doctrina del Cristo resucitado, el Rey y Sumo Sacerdote.

5:13-14 -- La palabra niño es traduc­ción de la palabra griega napios.  Se em­plea en este pasaje para indicar el no madu­ro. Nótese .1 Cor. 13:11, donde aparece esta pala­bra griega.  Los hebreos no eran "niños en Cristo" en el sen­tido de nuevos conver­sos, sino en el de no madu­ros, no crecidos. (Compárense .1 Cor. 3:1,2 con .1 Cor. 2:6; y Efes. 4:13,14).  El recién convertido es niño en Cristo y por medio de la leche de la pa­labra de Dios crece (1 Ped. 2:2).  Pero si no cre­ce, continúa siendo no crecido (no maduro, no "perfecto"), y su dieta es de leche sola­mente. Esto no es bueno.  Debemos crecer hasta el esta­do do madurez y comer ali­mento sólido. El he­cho de que necesitaban leche estos hermanos hebreos, y no podían comprender fácilmente lo que es de alimen­to  sólido  (como  es  de  él  la  doc­trina  del

sa­cerdocio melquisidecano de Jesucristo), indicaba su estado de poco creci­miento espiritual.  No habían alcanzado madu­rez y por eso experimentaban dificultad en com­pren­der las cosas hondas del evangelio.

         --"la palabra de justicia" es la del evan­gelio que revela la justicia de Dios para que por la fe alcancemos la justicia (Rom. 1:16,17).

HEBREOS 6

         Resumen: Los primeros tres versí­culos presentan una exhortación de los puntos más ele­vados.  Luego, en los versículos 4 al 8, advierte el autor contra la completa apostasía.  Entonces anima a los hermanos con expresarles la espe­ranza que él tenía de que ellos serían exitosos en la ca­rrera cristiana, habiendo con­quistado el es­ta­do de pereza que caracterizaba a algunos.  Los versículos 13 al 15 presentan el ejemplo de Abraham, quien alcanzó la promesa po­rque tenía la paciencia necesaria.  A pesar de persecuciones y ocasiones que nos pue­den de­sanimar, podemos vencer porque tenemos un fortísimo consuelo en la pro­mesa jurada de Dios y podemos asirnos de la esperanza que nos es como segura y fir­me an­cla del alma.  No hay razón por qué no seamos sal­vos eter­namente. Esta es la idea que les pre­senta el autor en los últimos versículos de este capítulo.

6:1 -- "los rudimentos de la doctrina de Cristo"; literalmente "dejando el discur­so de los principios de Cristo". No es la mis­ma frase grie­ga, como la hallada en Hebreos 5:12, pero se hace refe­rencia a lo mismo.  Dice el autor que no debe­mos conti­nuar para siempre en el estado de co­nocimiento rudimentario de las cosas del evange­lio de Cristo.

         --"vamos adelante a la perfección"; es decir, al estado maduro de conocimiento (Fil. 3:10) de las cosas de Cristo. Véase Hebreos 5:13,14, comentarios.  Para evitar la aposta­sía y la per­dición por ella, tenemos que ir adelante a la perfección. Esta acti­tud es esen­cial para la salvación .  "Vamos ade­lan­te" se contrasta con "tardos para oír" (Hebreos 5:11).

         --"no echando otra vez el fundamento".  No es casa lo que tiene puro fundamento.  Una vez echado el fundamento, no es razo­nable echarlo otra vez.  Ahora se debe edi­ficar y completar el edificio.                                          --"arrepentimiento de obras muertas".  La palabra arrepentimiento (metanoia) sig­nifica cambio de mente o vo­luntad.  No es tristeza, sino que sigue a la tristeza que es según Dios (2 Cor. 7:10).  No es cambio de conducta, sino que lo produce (Hech. 3:19; Mat. 3:8).  Las "obras muertas" aquí referi­das no son solamente las obras de la ley de Moisés (que no procuraban vida espiri­tual, sino eran sombras y tipos de las cosas ve­nideras, y por eso ceremo­nias o formas sin vida), sino también las obras que causaban muerte por ser malas en sí (Gál. 5:19-21).  Tenemos que cambiar nuestra volun­tad res­pecto a estas obras o cosas. La frase obras muertas aparece también en Hebreos 9:14.

         --"la fe en Dios", con respecto a su exis­ten­cia, carácter y plan para los hombres.  La fe vie­ne por el oír la Palabra de Dios (Rom. 10:17).  Es esencial para la salvación (Rom. 10:10; Heb. 11:6).  La fe en Jesús se incluye en esta frase aquí tratada (Jn.  3:18; 5:23).

6:2 -- "doctrina de bautismos".  La pa­labra bau­tismos es plural, aunque espera­ríamos ver una palabra singular (Efes. 4:5). Además, aquí apare­ce la palabra griega baptismos, en lu­gar de baptisma, que es la palabra común en el Nuevo Testamento para "bautismo".  (baptismos aparece en Mar. 7:4,8 y en Heb. 9:10, y se refiere a la­vamientos judai­cos).  Algunos comentaris­tas creen que el autor se re­fiere solamente a los lavamientos ju­daicos, y aplican todas las cosas de estos dos versículos al primer Testamento.  Pero aunque es posible que tiene en mente el autor tales lava­mientos tam­bién, es más probable que se hace refe­ren­cia principalmente al bautismo en agua (que es uno, Efes. 4:5) y al bautismo en el Espíritu Santo (Mat. 3:11; Hech. 2:1-4). Aun el bau­tismo de Juan se relacionaba con la introduc­ción del cris­tianismo (Mar. 1:4 y Hech. 19:1-5). Cristo fue "bautizado" en su­frimiento (Luc. 12:50).  El jui­cio final será también un "bautizado" en sufri­miento (Mat. 3:11).  La en­señanza sobre bautis­mos era parte de los ru­di­mentos de la doctrina de Cristo.

         --"imposición de manos". Este acto sim­bó­lico databa del tiempo de la ley de Moisés (Lev. 1:4; 3:2; 16:21; 24:14; Núm. 8:12).  En el Nuevo Testamento vemos que Jesús imponía sus manos sobre niños (Mat. 19:13) y sobre enfer­mos a veces cuando los sa­naba (Mat. 9:18; Mar. 6:5).  Los apóstoles imponían las manos a veces cuando sana­ban (Hech. 8:17,19; 19:6).  Este acto simbó­lico pasó con el paso de los milagros que eran para la infancia de la iglesia, siglo pri­mero.  No hay hoy en día en la iglesia oficio que imparta do­nes milagrosos, y por eso no habría significado o sentido en una mera ceremonia de imponer las manos sobre per­sonas.

         --"resurrección de los muertos". Este quinto elemento de la doctrina de Cristo es la base mis­ma de toda esperanza para la vida eterna.  Véanse Jn. 5:28,29; Hech. 23:6; 24:15.  Los sa­duceos no creían en la resu­rrec­ción (Mat. 22:23; Hech. 23:8), como tampoco los fi­lósofos del mundo (Hech. 17:32).

         --"juicio eterno".  Los resultados y con­se­cuencias de este juicio son eternos, y por eso no habrá apelación a corte más alta.  Véa­nse Mat. 25:46; Mar. 9:48;. 2 Tes. 1:9; Apoc. 22:11.

6:3 -- "esto haremos" se refiere a "ir adelante a la perfección" (versículo 1).

         --"si Dios en verdad lo permite".  Esta frase denota dependencia de Dios para el éxito en toda empresa. (Compárese Jn. 15:5).  Los lectores, debido a su condición espiritual (5:11), necesita­ban la ayuda de Dios para salir de esa condición.  Ellos a su vez tenían que cooperar en el asunto.

6:4-6 -- Compárese Hebreos 10:26-31.

         Este pasaje enseña claramente la posi­bilidad de caer de la gracia de Dios de tal ma­nera que se pierda la persona.  "Es im­posible que ... sean otra vez renovados ..."  Los comen­taristas calvinistas, para evitar la fuerza de este pasaje contra la falsa doctri­na de "la perseve­rancia de los santos" (o "la imposibilidad de apostasía"), afirman que este pasaje se refiere, no a cristianos verda­deros, sino solamente a profesados.  Pero las varias expre­siones aquí empleadas apun­tan obviamente a quienes ha­bían sido verdaderos cristianos. El autor de esta epístola aquí describe al que había sido un cristiano en el más amplio sentido de la palabra cristiano.  (Véase Hebreos 10:29, "fue santifi­ca­do").

         Consúltense también los siguientes pa­sajes, tocante a la blasfemia contra el Espíritu Santo, pues tiene  que  ver con este caso:  Mat. 12:24-32; Mar. 3:22-30; Luc. 12:10; .1 Jn. 5:16.

         --"Porque".  Debemos suplicar la ayuda de Dios para ir adelante a la perfección o ma­durez de conocimiento, porque ¡grande es el peligro de la apostasía completa! de la cual es imposible ser renovado para arre­pentimiento.

         --"fueron iluminados". La expresión ésta significa tener conocimiento de la ver­dad y andar en ella. Véanse Hebreos 10:32;. 2 Cor. 4:4; Efes. 1:18; 5:8; Col. 1:12,13;. 1 Tes. 5:5; .1 Ped. 2:9; .1 Jn. 2:9-11.

         --"y gustaron del don celestial".  Gustar signi­fica experimentar. Véanse 2:9; 1 Ped. 2:3.  La frase "don celestial" se refiere a todo lo que se goza en Cristo Jesús (Efes. 1:3; Jn. 6:33;. 1 Jn. 5:11).

         --"y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo".  El cris­tiano par­ticipa de la dirección del Espíritu Santo.  Véanse Jn. 14:17; Rom. 8:1-17; Gál. 4:6; 5:22-25.

         --"gustaron de la buena palabra de Dios".  Véanse Jn. 7:17; Rom. 12:2.  Los re­feridos en este pasaje ha­bían expe­rimen­tado (gustado) la excelencia de la verdad de Dios.

         --"y los poderes del siglo venidero".  Se hace referencia a las obras poderosas y mi­la­grosas realizadas por el Espíritu Santo en la introduc­ción y confirmación del evange­lio en esta última dispensación, la cristiana.  Se llama "el siglo ve­nidero" porque así se expresaban los judíos al referirse a la dis­pensación del Mesías. Véanse los comen­tarios sobre 2:5.  El verbo empleado en este versículo está en tiempo llamado pretérito, indicando acción re­alizada en un tiempo pasado.  Estos hermanos habían experimen­tado estos po­deres del refe­rido "siglo", y por eso es evidente que ese "siglo" no es venidero desde el punto de vista del tiem­po nuestro.

         --"y recayeron".  También está en el tiempo pretérito.  No es cuestión de que "si caen algu­nos", sino que recayeron. Algunos ya lo hicieron.  Véase .1 Cor. 10:12.

         --"sean otra vez renovados para arre­pen­ti­miento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vitupe­rio".  El es­tado de apostasía completa hace im­posible que éstos sean renovados otra vez para arrepenti­miento.  Ahora les espera el castigo eterno (Hebreos 10:27).  No va a haber "otro sacrificio por los pecados" (Hebreos 10:26), y estos rechazan a Cristo comple­tamente (Hebreos 10:29), identificándose con los que crucificaron a Jesús, después de vituperarle públicamente (Mat. 26:67,68; 27:39-44).  En esto consiste la imposibilidad del caso.  Estos no solamente dejan la fe en Cristo, sino también ahora se oponen fuerte­mente a él. (Considérese también. 2 Tes. 2:11,12).  Los participios crucifi­cando y vitu­perándole indican acción continua.

         Este pasaje (vv. 4-6) no trata el caso de un hermano tomado en alguna falta (Gál. 6:1), o de alguno que niega a Cristo por medio de persecu­ción (Mat. 26:69-75), sino de cristianos que apostatan a tal grado que no solamente se apartan de Cristo, sino se oponen a él fuerte­mente y re­chazan por completo el único sacri­ficio por los pecados (el evangelio de Cristo) que emplea Dios para la salvación del hombre.  ¡Ellos no tie­nen remedio!  Son apóstatas aca­bados.  Sí, es posible que el cristiano caiga de la gra­cia; de otra mane­ra, de nada sirve esta fuer­te advertencia en este pasaje, y en otros mu­chos en el Nuevo Testamento.

6:7-8 -- Una ilustración del princi­pio tratado en los versículos 4 al 6.  Compárese 10:27; Mar. 11:12-14,20,21; Jn. 15:2 (los cris­tianos que pro­ducen fruto) y 15:6 (los apóstatas y otros que no producen fruto); Gén. 1:11 (bendición) y Hebreos 3:17 (maldición).

6:9-10 -- Habiendo presentado el autor su ad­ver­tencia muy fuerte, ahora pasa a animar a sus lectores a perseverar fieles hasta el fin, para ser salvos, en lugar de producir "espinos y abro­jos".

         --"pertenecen a la salvación".  Esta frase se compara con la destrucción mencionada an­te­riormente (versículo 8).

         --"vuestra obra y trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habien­do servido a los santos y sirviéndoles aún", la be­nevolencia de parte de cristianos in­dividua­les. La mayor parte de los textos bíblicos, to­cante a la benevolencia, trata de casos de obras del indivi­duo, y no de la colectividad (la iglesia local).

         --"hacia su nombre".  Compárense Mat. 25:40;. 1 Jn. 4:20,21.

6:11-12 -- Se contrasta la diligencia (celo ar­duo) con la pereza.  Véase Hebreos 5:11.

         --"hasta el fin (de la vida).  Véase 3:6,14.  En cuanto a ser diligentes hasta el fin, compárese .2 Ped. 1:10,11.  Es­tos hermanos habían sido dili­gentes en las obras bené­volas, pero necesitaban mostrar diligencia en el cono­cimiento. Com­párese. 2 Ped. 3:18.

         --"imitadores de aquellos", es decir, de pa­triarcas, judíos y cristianos.  Véase la lista de ta­les hombres en el capítulo 11. El ejemplo de Abraham es el digno de imita­ción en parti­cular, como veremos en los versículos si­guientes.

         --"heredan las promesas".  Son las pro­mesas materiales y espirituales hechas por Dios a Abraham y a otros, a través de los si­glos, con término en la una y gran promesa de la salvación eterna. Véanse Hebreos 1:14; 4:1,9,11.

         --"por la fe y la paciencia", los dos ele­men­tos faltantes en las vidas espirituales de estos hermanos hebreos, pero necesarios y esenciales para heredar la promesa de la vida eterna.

6:13-14 -- Es presentado aquí el ejem­plo de Abraham para animar a los he­breos, pues eran descendientes (en la carne, como también en es­píritu) de él.  Recibió Abraham esta prome­sa se­llada con el jura­mento de Dios porque era hom­bre de fe y paciencia.  El caso referido se halla en Gén. 22:16-18.

         --"juró por sí mismo" (Gén. 22:16); es decir, por "su eterno poder y deidad" (Rom. 1:20).

6:15 -- La esperanza de Abraham se basaba en la promesa de Dios. De igual manera se basa la nuestra.  Como él espe­raba con pa­ciencia la promesa, hasta reci­birla (en parte; es decir, la parte personal, pero no la tocante a la venida del Mesías a morir por el mundo y a rei­nar so­bre su pueblo), así nosotros también tene­mos que per­severar en fe, esperando hasta reci­birla (Hebreos 10:36,37).

         Este versículo se relaciona con el 12, "aquellos ... que heredan las promesas".  Abraham es una ilustración de esta afirma­ción.

         --"alcanzó la promesa", o sea, la parte de ella que se aplicaba a él personalmente.  La pro­mesa hecha a Abraham tiene su cumpli­miento completo en la salvación que se ofrece a todo el mundo en Cristo (Gál. 3:8,16; Romanos capítulo 4).  Pero Abraham recibió el principio del cumpli­miento de la parte de la promesa que tuvo que ver con una gran descendencia en la carne.  El vivió hasta ver sus primeros descen­dientes. Recibió además grandes bendiciones mate­riales de Dios.  Cuando murió, alcanzó el reposo (Heb. 4:10; Mat. 8:11).  El por fe mi­raba delante al tiempo en que recibiría las ben­diciones espiritua­les de Dios (Hebreos 11:13-16). En este sentido “vio el día de Jesús” (Jn. 8:56), pues por la fe aceptó la promesa de Dios de que por su descendencia vendría el Mesías para bendecir espiritualmente a to­das las naciones, haciendo posible para todo el mundo la salva­ción eterna. Abraham alcanzó la promesa, pues, parte en su vida, y parte en su muerte.  Era fiel y pa­ciente hasta la muerte.  El autor de esta epístola exhorta a los hebreos a se­guir el ejemplo de Abraham.

6:16-17 -- Esta costumbre es antigua y univer­sal, y generalmente el juramento pone fin a la discu­sión.  Debido a la fuerza y la persuasión del ju­ramento para los hombres, Dios empleó la misma práctica para "mostrar más abundan­te­mente" que lo que promete es verdad.  Si los hombres po­nen más confianza en la promesa respalda­da por ju­ramento, para que el "heredero" ponga más con­fianza en la promesa de Dios, él juró también.

         --"a los herederos".  Véase Gál. 3:26-29.

         --"de la promesa".  Véase el versículo 14, la pro­mesa referida en Gén. 22:16-18 y cum­plida completamente en la bendición de salvación para todas las naciones en Cristo Jesús.

         --"La inmutabilidad de su consejo".  Los planes y propósitos de Dios no cambian.  Con toda seguridad puede el hombre con­fiar en la palabra jurada de Dios.  Es inmu­table. Este con­sejo de Dios (Hech. 20:27) envuelve todo el plan de salvación por medio del evangelio de Cristo, pues ha sido el propósito de Dios unir en Cristo para salvación a los gentiles y a los judíos (Efes. 1:9-11; 3:3-6, 11).

6:18 -- "dos cosas" = la promesa y el jura­mento.

         --"es imposible que Dios mienta".  Véanse Tito 1:2;. 2 Tim. 2:13).

         --"tengamos un fortísimo consuelo".  La promesa y el juramento de Dios proporcio­nan este consuelo tan fuerte para combatir la duda y el desánimo.  Este consuelo no se basa en la fuerza o justicia del hombre mismo, sino en la palabra verdadera e in­mutable de Dios.  ¡Dios ha prometido la vida eterna y no puede mentir!

         --"los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de noso­tros".  El verbo aquí empleado (hemos acudido para asirnos) alude a la práctica bajo la ley de Moisés de huir a las ciudades de refugio para escapar de la ven­ganza.  Véanse Núm. 35; Deut. 4:41-43; capítulo 19; Jos. 20. La aplicación espiritual es del peca­dor que huye de la condenación de la muerte para alcan­zar la salvación en Cristo Jesús.  Nos asimos, pues, de la esperanza de la vida eterna por medio del sacrificio de Cristo.  El evangelio revela la ira de Dios contra el pe­cador y el resca­te en Cristo Jesús. Huimos para asirnos de la es­peranza (de perdón y vida eterna en Cristo) que el evangelio nos ofrece.

6:19 -- "la cual" = la esperanza de la vida eterna (Véanse Hebreos 10:38,39; Tito 1:2).

         --"dentro del velo" = el lugar santí­simo, símbolo del cielo, la morada de Dios.  Véase Lev. 16:2.  La esperanza del cristiano de morar eternamente con Dios en el cielo sirve de ancla segura y firme (bebaian, la misma palabra ha­llada en Hebreos 3:14) para el alma agitada en esta vida terrenal por pruebas y tentaciones. Pero ningún daño le pa­sará al alma así asegurada por tal "ancla".

6:20 -- "precursor".  Cristo entró pri­mero (Juan 14:2,3;. 1 Cor. 15:20,23).  Es el pre­cursor en dos sentidos: entró (1) para presentar su sacrifi­cio a Dios por nosotros (Heb. 8:1-3; 9:11,12, 24-26), y (2) para de­jarnos un camino a la vida eterna (Jn. 14:4-6; Heb. 10:19,20).

         --"hecho sumo sacer­dote para siempre según el orden de Melquisedec".  El haber entrado en el cielo prueba que el sacerdo­cio de Jesús es su­perior al de Aarón. ¡Pongamos, pues, nuestra confianza en él, y no en el orden de cosas se­gún el Antiguo Testamento!  Esta es la exhor­tación del au­tor a los hebreos.

         Ahora, vuelve el autor al tema gran­dioso del sacerdocio de Jesucristo según el or­den de Melquisedec, después de dejarlo en 5:11.  Habiendo dado las advertencias y las exhortacio­nes halladas en Hebreos 5:12-6:19, ahora continúa con el tema que será desa­rrollado más ampliamente en el capítulo 7.

HEBREOS 7

         Resumen: La historia sagrada acerca de Melquisedec es brevísima (Gén. 14:18-20).  Lo que se omite en esta historia, tanto como lo que se menciona, importa para que sirva él de tipo de Cristo Jesús.  El autor de esta epístola ya había introducido el caso de Melquisedec (véanse Hebreos 5:6,10; 6:20), y ahora, después de desviarse del tema para dar la advertencia y amonestación del capítulo 6, vuelve a desarro­llarlo.

         La argumentación del autor se basa en la historia registrada acerca de Melquisedec.  No tuvo principio o fin, ni padres ni des­cen­dencia, que la historia registre.  Aparece en las páginas sagradas como rey y sacer­dote, y no habiendo registro que cuente su linaje o des­cendencia, ni predecesores ni sucesores en su sacerdocio, sirve de tipo para Cristo y su sa­cerdocio.

         Hebreos 7:3 es un modo hebraico de expre­sar la completa falta de registro o his­toria tocante a su origen y fin como hom­bre. Melquisedec completamente llenó su sacerdo­cio en su propia persona, no te­niendo predece­sor ni sucesor, y por eso se dice que era sacer­dote "para siempre".  Los términos para  siempre y perpetuamente indi­can lo completo del período bajo considera­ción, sea corto o largo dicho período.

         La historia (Gén. 14:18-20) y el Salmos 110:4) presentan toda la información inspi­rada, y de estas dos cosas el autor a los he­breos deriva su argumentación (por el Espíritu Santo, desde luego).  El argumento en breve es este: que el sacerdocio levítico no era final; que otro surgiría, el cual dura­ría para siempre.  Antes de haber ley de Moisés y sacerdocio levítico, la historia sa­grada cuenta el caso de un rey y sa­cerdote, Melquisedec, quien era mayor que Abraham el padre de los judíos. Luego, el Salmos 110:4, es­crito siglos después de in­trodu­cidos la ley de Moisés y el sacerdocio levítico, declara que Dios ha jurado que el Mesías ha de ser constituido sacerdote se­gún el orden de Melquisedec. Jesucristo cumple esta profecía y su sacerdocio es el final y perfecto.

         Este capítulo se puede dividir así:

         Versículo  Hebreos 7:1-10, la historia de Melquisedec y su superioridad al sacerdocio levítico porq­ue era su­perior a Abraham, el patriarca.Versículo Hebreos 7:11-19, la imperfección del sacerdo­cio levítico evidenciada por  la  declaración de Dios en Sal. 110:4.  Fue abrogado, pues, y el sacerdocio del Mesías, según el orden de Melquisedec, fue instituido para lograr esta perfección.

         Versículo  Hebreos 7:20-22,  la superioridad del sacer­docio de Cristo al levítico porque fue insti­tuido por ju­ramento de Dios, mientras que no lo fue el levíti­co.

         Versículo  Hebreos 7:23-25, lo inmutable del sacer­docio de Cristo, pues él vive para siempre, mien­tras que la muerte caracterizaba al sacer­docio levítico.

         Versículo Hebreos 7:26-28, lo superior del sacerdocio de Cristo evidenciado por el carácter per­fecto de Jesucristo que no requería sacrificio por sí mis­mo, mientras que el sumo sacer­dote levítico tuvo que ofrecer por sí mismo cada año, y luego por el pueblo.

7:1 -- Hay solamente tres pasajes bíbli­cos que ha­cen mención de Melquisedec:

         1. Gén. 14:18-20.  Esta es la historia com­pleta acerca de él.  No hay más registro acerca de él.

         2. Sal. 110:4 (salmo mesiánico).  Aquí se declara que Cristo sería sacerdote según el orden de Melquisedec.

         3. Las citas en Hebreos 5:6,10; 6:20; capí­tulo 7.  Estas presentan la argumenta­ción del autor sobre la similitud del sacer­docio de Melquisedec y el de Cristo Jesús.

         --"rey de Salem".  Era el rey del pueblo lla­mado Salem, del que probablemente vino a ser su nombre Jerusalén, pues Sión se llama Salem en Sal. 76:2.

         --"sacerdote del Dios altísimo".  Era tanto REY como  SACERDOTE.  Ocupaba los dos oficios, cosa que no experimentó ningún sacer­dote levítico.  Para servir de tipo para Cristo (quien es Rey y Sacerdote), tenía Melquisedec que ser las dos cosas a la vez.  Vemos que desde el tiempo de Noé y el gran diluvio, había habido algunos que seguían la religión de Jehová Dios, y ahora Melquisedec servía de sacerdote a los de Canaán, en el tiempo de Abraham (antes de ha­ber judíos), que creían en Jehová Dios.  No era Melquisedec de ningún linaje sacer­dotal; se su­pone, pues, que Dios le ordenó directamente y la gente le reconocía como tal.  Al bendecir a Abraham, probó que era sacerdote de Jehová Dios.

         --"que salió ... y le bendijo. Véanse Gen. 14:19.  Ejercitó Melquisedec su oficio real y sacerdotal, al "salir a recibir" a Abraham, trayendo consigo pan y vino (probablemente para refrescar a estos soldados pastores victoriosos).  En esto probó que era mayor que Abraham, pues (como dice el versículo 7) el que bendice es mayor que el que recibe la bendición.

7:2 -- "diezmos de todo".  Reconoció Abraham el sacerdocio de Melquisedec, no so­lamente al recibir su bendición temporal (el pan y el vino) y su bendición espiritual, sino también al darle los diezmos de todo. Agradecido Abraham por la victoria en la gue­rra, hizo esta ofrenda a Dios, por medio del sacerdocio de Melquisedec.  (Al ofrecer los antiguos la décima parte, se ad­mitía que todo se debía a Dios.  El diezmo no se origi­nó con la ley de Moisés, sino era una prácti­ca muy antigua, si no se remontaba hasta el tiempo de Adán).

         --"cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz".  Literalmente el nom­bre Melquisedec significa "rey de justicia".  El versículo 1 nos dice que era rey de Salem, y Salem significa "paz".  En esto vemos más evidencia de que era Melquisedec un tipo apropiado de Jesucristo, el "príncipe de paz" (Isa. 9:6) y quien "aborrece la maldad" (injusticia) (Sal. 45:7).  Por la justicia de Cristo el pecador puede al­canzar paz con Dios.  Nótense Sal. 85:10 e Isa. 32:17.

         Se enfatiza el sacerdocio de Melquisedec en el hecho de bendecir a Abraham y de aceptar los diezmos, y su oficio real en el significado de su nombre y del nom­bre de la cuidad sobre la cual era rey.

7:3 -- "sin padre, sin madre, sin ge­nea­logía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida"; es decir, nada ha sido regis­trado en la na­rración de Génesis acerca de ello.  De esta mane­ra pudo servir Melquisedec como tipo del que no tiene principio ni fin, pues él es el "principio y fin" (Apoc. 1:8).

         El sacerdocio de Melquisedec no tuvo inte­rrupción (como siempre lo tenía el leví­tico, pues moría un sacerdote y otro tomaba su lu­gar).  Por eso no necesitaba sucesión.  Así sir­vió su sacer­docio como tipo del de Cristo.  Al sacerdocio de Melquisedec le fal­tó todo lo que era necesario para el levítico.  ¡La genealogía importaba para todo!  Pero en  el  caso  de  Melquisedec,  las  Escrituras ignoran a propósito su genealogía para en­fatizar que no heredó su sacerdocio, ni lo pasó a otros. Aparece él de repente en la historia y así desaparece. Sin embargo, a éste le dio Abraham los diezmos, recono­ciendo así que era sacerdote de Jehová Dios.

         El Mesías iba a venir para ser sacerdote se­gún el orden de Melquisedec (Sal. 110:4).  No vendría, pues, de linaje sacerdotal (versículo 14), por­que el orden de Melquisedec era uno aparte de linaje sacerdotal.  ¡Este es el punto de este versí­culo 3!

         --"hecho semejante al Hijo de Dios".  Era semejante en estos puntos: (1) era rey de justicia y de paz, (2) no tenía (registro de) ge­nealogía ni sucesores en su sacerdo­cio, (3) te­nía un sacer­docio perpetuo (no habiendo regis­tro de su muerte), y (4) era rey y sacerdote a la vez, uniendo en uno estos dos oficios.

         --"permanece sacerdote para siempre", o "a perpetuidad" (versión Hispanoameri­cana); es decir, en cuanto al registro hallado en Génesis.  No se registra su muerte, como tam­poco su na­cimiento. No tuvo predecesores ni sucesores.  (No era así el caso con el sacerdo­cio levítico, versículo 23).  Compárese el versículo 24. Son relativos los términos "para siempre" y "perpetuo.  Quieren decir, "todo el tiempo bajo consi­deración, sin interrupción o término", sea este tiempo en sí largo o corto.  El sacerdo­cio de Melquisedec era "perpetuo" en que no de­pendió de otros y no fue interrumpi­do por toda su duración.  De esta ma­nera sirvió de tipo del de Cristo.  Además, su sa­cerdocio es perpe­tuado en el de Cristo, el anti­tipo perfecto.

7:4-7 -- Si el autor de esta epístola podía pro­bar que Melquisedec era mayor que Abraham, así probaría a la vez que el sacerdocio de Cristo (que es según el de Melquisedec) es ma­yor que el le­vítico (pues los levitas estaban en los lomos de Abraham cuando él (1) diezmó a Melquisedec de lo mejor del botín -- la ver­sión Moderna dice en el margen, "Griego, de la cima de (lo mejor de los despojos)", y (2) reci­bió la bendición del sa­cerdote Melquisedec).

         --"Abraham el patriarca".  El punto de énfa­sis es éste: que Melquisedec es mayor que el pa­dre de los judíos.  Uno según el or­den de Melquisedec sería, pues, mayor que cualquier orden de la descendencia de Abraham. Pero las Escrituras de los judíos (Sal. 110:4) afir­maban que el Mesías sería ¡según el orden de Melquisedec!  Volver los hebreos cristianos al judaísmo, pues, equi­valdría a dejar lo mejor por lo inferior.

         --"ciertamente los que entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen manda­miento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham".  Véanse Núm. 18:21-32; Deut. 14:22-29.  Según el man­damiento de Dios los israelitas pagaban el diezmo de lo que recibían a los sa­cerdotes.  De esta ma­nera se puede decir (como aquí en Hebreos 7:5 se afirma) que los sacerdo­tes levitas tomaban el diezmo de los israelitas.

         --"Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las pro­mesas".  Se hace refe­rencia a Melquisedec, quien no era descen­diente de Abraham.  Su dignidad no consistía en ser del linaje de Abraham, como era el caso con los sa­cerdo­tes levitas.

         La grandeza de Abraham se hace resal­tar con recordar el bien conocido hecho de que era Abraham a quién fueron dadas las prome­sas (Hebreos 6:12-16). No obstante, Melquisedec tomó diezmos de él, que era tan grande.  ¡Pero es ma­yor quien toma el diezmo que el que lo paga, y quien bendice que el que es bendecido!  Esta es una ver­dad innegable.  (Ejemplos; Gen. 27:27-29; 48:9-22; Luc. 24:50).  Abraham, pues, quien recibió la promesa divina, y por eso era te­nido por los judíos como superior a todos, mostró su inferioridad respecto a Melquisedec al pagarle el diezmo de lo mejor, y esto voluntariamente.

        

7:8 -- "Y aquí" (en la dispensación mo­saica, con el sacerdocio levítico) "ciertamente reciben los diezmos hombres mortales".  Los sacerdotes levíticos repre­sentaban un sacerdo­cio de cambio continuo debido a ser ellos mortales; es decir, sujetos a muerte (versículo 23).

         --"pero allí" = lo referido en Gén. 14:18-20.  Por no haber registro de la muerte de Melquisedec, se presenta en la historia sa­grada solamente como uno que vive.  Su sacer­docio no era de cambio continuo,  sino de dura­ción "perpetua" (versículo 3).  Las Escrituras  no  mencio­nan  nada  acerca  del principio o del fin de Melquisedec.  Sencillamente pintan el cua­dro de un sa­cerdote y un sacerdocio no inte­rrumpidos por nada y que duran interminable­mente, para que sirvan de tipo del sacerdocio del Mesías (Sal. 110:4).  (Sin duda murió Melquisedec física­mente, como mueren to­dos los hombres, Hebreos 9:27, pero el cuadro o registro bíblico acerca de él, hallado en Génesis 14:20, es uno de vida sola­mente.  Véanse los comentarios sobre el versículo 3).

7:9-10 -- Leví en persona no recibía diezmos, pero sí en sus descendientes, los sacer­dotes. De igual manera no pagó diezmos en per­sona por sí en Abraham, su antepasado.  Esta ver­dad pone de manifies­to la superioridad del sa­cerdocio de Melquisedec sobre el levítico, y por consi­guiente la del sacerdocio de Cristo Jesús sobre el levítico.

7:11 -- "Si, pues, la perfección fuera  por el sacerdocio levítico". Esta versión emplea el verbo en el subjuntivo ("fuera"), indicando un caso no real. Pero es más co­rrecto como dice la versión Moderna, "Si pues la perfección de las cosas era por me­dio del sacerdocio levítico ... ¿qué más ne­cesidad ha­bía ..."  El autor supone, por el momento, que la perfección era por el sa­cerdocio levítico (cosa que afirmaba el ju­dío), y luego pregunta: ¿ Por qué, pues, dice el Sal. 110:4 que el Mesías sería de otro orden comple­tamente dis­tinto?

          --"perfección".  El propósito del sacer­docio levítico era preparar al hombre (judío) para su entrada a la presencia de Dios.  La pa­labra griega teleiosis quiere decir el fin o consumación de algún plan.  Ahora, el sacerdo­cio levítico no lo­gró ese fin o consumación. Tenía defecto (Hebreos 8:7). La ley de Moisés no pudo hacer perfecto o jus­to al peca­dor (Gál. 3:21,22). El defecto o imper­fección del sacerdocio levítico (o sea, la ley de Moisés -- van juntas las dos cosas y están en pie o caen juntas) será discutido más adelante por el autor (véanse versículos Hebreos 7:19,23; 10:1-4).

         El verbo correspondiente al sustantivo "perfección" se emplea en Hebreos 9:9; 10:1,14.

         El sacerdocio levítico no pudo en reali­dad quitar el pecado del hombre.  Podía sola­mente de manera típica o simbólica. Había ne­cesidad de que hubiera un sa­cer­do­cio que pu­diera qui­tarlo en realidad.  Por eso, Sal. 110:4.

         --"otro sacerdote". Aquí la palabra griega es heteros, e in­dica "otro" de distinta clase, y no otro de la mis­ma. Otro, de la misma clase, es allos.  Estas dos palabras, con sus dis­tin­ciones, se emplean en Gál. 1:6,7. Versículo 6 habla de otro evangelio dife­rente o distinto (al cual los gálatas iban alejándose), y el versículo 7 dice que ese otro evange­lio no es otro (de la misma clase que el evangelio salvador, porque de esta clase no hay sino uno).  Hay otros evangelios distintos, pero no otros de la misma clase.  Ahora, el Sal. 110:4 predice que Dios iba a le­vantar a un sacer­dote de otra clase distinta a la levítica.  Iba a ser un sa­cerdocio completa­mente diferente; iba a ser se­gún el orden de Melquisedec. De nuevo el autor de esta epís­tola demuestra la superioridad del Nuevo Testamento sobre el Primero.  Véase Hebreos 10:14, co­mentarios.

7:12 -- La gran conclusión del argu­mento pre­sen­tado en el versículo 11. La ley de Moisés y el sacer­docio levítico estaban en pie o caían jun­tamente, porque la una cosa dependía de la otra. Cambiada una cosa, la otra también sufri­ría el cambio.  Véase Hebreos 8:13.  Es una inferencia nece­saria.

         Como este argumento bastaba para callar a los judaizantes en el primer siglo de la era cris­tiana, también basta ahora para callar a los mo­dernos, los sabatistas.  La guarda del sábado era parte de la ley que ha sido cambiada.  Si el sa­cerdocio levítico no está en vigor todavía, tam­poco la guarda del sábado ni cualquier otro punto de la Ley de Moisés.

         Véanse también el versículo Hebreos 18; 10:5-10.

7:13-14 -- Lo de Sal. 110:4 se ha dicho res­pecto a Jesucristo (5:6,7).  Esta afirmación no la nega­rían los lectores a quienes escri­bió el autor de esta epístola.  Pero, se sabía que Jesucristo, en la carne, no era de la tri­bu de Leví, sino de Judá Véanse Gén. 49:10; Isa. 11:1; Miq. 5:2; Mat. 1:3; 2:1; Luc. 3:33. Siendo de otra tribu, tenía que ser de otro sa­cerdocio.  Los sacerdotes del Primer Testamento eran de la tribu de Leví, pero el gran Sumo Sacerdote, Jesucristo (Hebreos 4:14), del Nuevo Testamento es de la de Judá.

         --"vino".  Más literalmente, "brotó", como un vástago, o "subió".  Es el verbo griego anatello.  Se em­plea en el Nuevo Testamento metafórica­mente refe­rente a Cristo, en Mat. 4:16 ("resplandeció") y en 2 Ped. 1:19 ("salga").  El sustantivo de este verbo, anatole, se aplica al Mesías en Jer. 23:5; Zac. 3:8; 6:12 (Renuevo, o Vástago según la versión Moderna).

         --"de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio".  La Ley de Moisés autorizó un sa­cerdocio de la tribu de Leví.  El silencio de las Escrituras no autoriza nada.  Por eso no era autorizado un sacerdocio de otra tribu.  Pregun­tan los innovadores: "¿Dónde dice la Biblia que no se puede hacer así y así?"  Esa clase de pre­gunta muestra rebelión hacia la autoridad de las Escrituras.  La pregunta que hacer es ésta: "¿Qué dicen las Escrituras que se debe hacer?"  ¡Eso es lo que se autoriza!

7:15 -- ¿Qué es "aun más mani­fiesto"?  La respuesta: la pro­posición arriba dec­larada en los versículos 11-14, que el sacerdocio levítico era in­suficien­te para lograr el propósito necesario y por eso tendría que ha­ber un cambio de sacer­docio y de la ley basada en él.  Lo declarado en Sal. 110:4 lo hace más evidente o mani­fiesto.

7:16 -- "no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia". Aquí esta versión se vuelve comentarista, pues el texto griego dice "un mandamiento carnal". Véase la versión Moderna.  Se llama "carnal" el mandamien­to concerniente a los sacerdotes le­ví­ticos porque la ley de Moisés especificaba que tenían que ser de cierta tribu o cumplir con cier­tos requisitos en el cuerpo.  Este sacerdocio fue gobernado por una ley que mandaba sola­mente en estas conside­raciones en la carne.

         --"sino según el poder de una vida indes­tructible". En cambio, el sacerdocio melquisedeciano  de Cristo se basa en el poder de vida in­des­tructible. Indirectamente, se declara en este pasa­je la Deidad de Jesús.  El es la vida (Juan 1:4; 11:25; 14:6).  La muerte no pudo destruir o poner fin a este Sumo Sacerdote cuando él se ofreció a sí mismo en la cruz. Siempre vive como nuestro Sumo Sacerdote para darnos vida eterna.  Su re­clamación de ser el gran Sumo Sa­cerdote no se basa en descendencia car­nal, sino en que vive para siempre. El es la fuente de vida (Juan 14:6). "La carne" ca­racterizaba al sacer­docio levítico, mientras que "la vida indestructi­ble" al sacerdocio melquisedeciano de Cristo Je­sús.

7:17 --El autor apela otra vez al testi­monio de Dios en Sal. 110:4, donde afirma que sería el Mesías un sacerdote para siempre.  Véase Hebreos 5:6.

                  

7:18-19 -- Mejores son las versiones Hispanoamericana y Moderna en estos dos ver­sículos. Dicen así: "Porque resulta, por un lado, la abrogación del mandamiento prece­dente, por su flaqueza e inutilidad (pues la Ley nada per­feccionó); y por otro, introducción de mejor  es­peranza,  por  me­dio de la cual nos acercamos a Dios", y "Hay por una parte, la abrogación del mandamiento anterior, a causa de su fla­queza e inutilidad (porque la ley no llevaba nada a su per­fección), y por otra, hay la in­troducción de una promesa mejor, por me­dio de la cual nos acer­camos a Dios".

         El punto es que por una parte sucede que la Vieja Economía fue hecha a un lado (versículo 12), porque tenía deficiencia, y que por otra parte la Nueva es introducida, por la cual nos acercamos a Dios para salvación eterna.

         La ley de Moisés no perfeccionaba (versículo Hebreos 7:11; 8:7; Rom. 8:3; Gál. 3:21).  Si hubiera per­feccio­nado, no habría venido Jesús a morir en la cruz (Gál. 2:21).  Ahora la ley de Cristo (Gál. 6:2; Rom. 8:2; .1 Cor. 9:21; Sant. 4:12) ha sido intro­ducida como la espe­ranza mejor (porque quita el pe­cado, Hebreos 2:14), por la cual sí puede el hombre ser justificado y el plan de Dios llevado a cabo (a perfección).  Por el evan­gelio el hombre se acerca a Dios, o tiene ac­ceso a él (Hebreos 4:16).

         Contrástese 9:14 con la debilidad de la ley de Moisés para perfeccionar.  Sí era buena la Ley (Rom. 7:12), pero no tenía provisión para perdón de pecados.  Sirvieron la Ley y el sacer­docio levítico para un propósito temporal, como un tipo de lo que después sería introdu­cido.  ¡Qué lo­cura sería para los hermanos he­breos vol­ver a poner su esperanza en una ley y en un sa­cerdocio abrogados!

7:20-21 -- La superioridad del sacerdo­cio de Cristo es manifiesta en el hecho de que des­cansa sobre el juramento de Dios (el ju­ra­mento expre­sando lo durable y perma­nente de la cosa con­firmada por él).  El sa­cerdocio levítico no tenía tal evidencia o confirmación de perma­nencia. Dios ha ju­rado y no cambiará ("no se arrepen­tirá") en cuanto al modo de salvación para el hom­bre perdido.

7:22 -- "Por tanto, Jesús es hecho fia­dor".  Cristo responde por todo el mundo (obediente al evangelio) con su propia muerte en la cruz.  El garantiza que los reci­pien­tes del Nue­vo Testamento reci­birán su he­rencia, según la promesa de Dios, y que no perderán la esperanza (versículo 19), a pesar de ser pecadores débiles en esta vida, si le son fieles hasta la muerte.  El responde por esto; es fia­dor.

         --"de un pacto mejor".  Véase Hebreos 8:6.  El hecho de ser Jesucristo el fiador de este pacto por el jura­mento de Dios, hace que sea pacto me­jor.

7:23-24 -- Véanse versículo Hebreos 7:8,16.  Se hace de nuevo hincapié en lo inmutable del sacer­docio de Cristo y por lo tanto superior al del Viejo Testamento.  Porque él vive para siempre, su sa­cerdocio es "para siempre" (versículo Hebreos 7:21).  No pasa de uno a otro.

7:25 -- "por lo cual puede también sal­var perpetuamente a los que por él se acercan a Dios".  Su poder de salvar es debido a su sa­cer­docio inmutable y permanente.  El vive para siempre y por eso tiene el poder de salvar com­pletamente ("hasta lo sumo", versión Moderna). Salva así a los que "por él se acer­can a Dios".  Los tales son quienes reconocen que Dios es "justo y el que justi­fica al que es de la fe de Je­sús" (Rom. 3:26).  Nadie viene al Padre sino por él (Juan 14:6).

         --"viviendo siempre para interceder por ellos".  Compárese Rom. 8:34; también, .1 Jn 2:1.  Se refiere a todo lo que ha hecho Cristo, y hace, para la jus­tificación y redención eterna de los suyos.  Cristo presentó los méritos de su muerte al Padre Dios por los que vienen a Dios (Hebreos 1:3), presenta las peticiones de los suyos a Dios (1 Tim. 2:5), y ve que todas las co­sas les ayu­den a bien (Rom. 8:28).

7:26 -- "Porque tal sumo sacerdote nos convenía".  Véase 4:15.  Nos conviene tener un sumo sacerdote como lo es Jesucristo para sa­tis­facer nuestras necesidades para la sal­vación eter­na.  (2:10 habla de lo que con­viene a Dios; este ver­sículo de lo que a no­sotros, los pecado­res).  No conviene un sa­cerdote mortal y peca­dor (como lo eran los levíticos), sino uno que vive para siem­pre y que puede ofrecer el sacri­ficio necesario, que es una vida perfecta. En el carác­ter per­sonal de Cristo y en su obra re­dentora, el pobre pecador halla lo que le con­viene.

         --"santo, inocente, sin mancha". ("inmaculado", versión Moderna; "incontaminado", versión Hispano­americana). Véase .1 Ped. 1:19. Compárese lo de este versí­culo 26 con el sa­cer­dote levítico que tenía que bañarse (para limpieza ceremonial) y ponerse las santas ves­tiduras (Lev. 16:4).

         --"apartado de los pecadores", no sen­cilla­mente en que durante su vida en la tie­rra no par­ticipaba en los hechos malos de pecado­res,  sino  más  bien  en  el  hecho  de que ascendió a los cie­los, bien lejos de la habitación y de la oposi­ción de hombres pecadores.  El verbo "apartado" in­dica aquí una acción, más bien que una condi­ción.  Compárese Hebreos 1:3; 2:9; 4:14.

         --"y hecho más sublime que los cielos".  Se expresa así el grado de su exaltación.  Tiene Cristo supremacía absoluta sobre todo el univer­so.  Véanse Efes. 1:22,23; 4:10; .1 Ped. 3:22.

7:27 -- Véase Hebreos 2:17.

         --"que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumo sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo".  Véanse Hebreos 5:3; Lev. 9:7; 16:6-10.

         --"porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo".  Lo hizo una vez, no anualmente como en el caso del sumo sacerdote levítico.  El Sumo Sacerdote que nos conviene, por no ser pe­ca­dor, no tiene que ofrecer por sí mismo "cada día" para poder inter­ceder siempre por los cristianos.  Siendo pecado­res, los levíti­cos cada año sí tu­vieron que hacer esto.  Véanse Hebreos 8:3; 9:7,12,14,26,28; 10:10,11,14.

         Hay tres puntos en este versículo que distin­guen el sacerdocio de Cristo del de los levitas; a saber, (1) no ofreció por sí mismo, sino sola­mente por el pueblo, (2) no ofreció repetida­mente su sacrificio, y (3) se ofreció a sí mismo y no la sangre de anima­les.

7:28 -- Concluye el autor su argumen­tación, con­trastando el sacerdocio levítico, al cual la ley de Moisés constituía hombres débiles, pe­cadores y quienes tenían que ofrecer sa­crificios por sí mis­mos, con el de Jesucristo, el Hijo he­cho perfecto para siempre, quien fue consti­tuido sacerdote por el juramento de Dios dado después de la Ley (pues Sal. 110:4 fue escrito cinco siglos des­pués), cosa que indicaba que sería abrogada la ley de Moisés.

         --"hecho perfecto".  (Véanse Hebreos 2:10; 5:9, co­mentarios)

         En vista de estas consideraciones serias, ¿podría el lector serio de esta epístola de todos modos querer volver al judaísmo?  ¡En ninguna manera!

HEBREOS 8

         Resumen: Los versículos 1 al 6 pre­sen­tan el ministerio de nuestro gran Sumo Sacerdote como mucho más exaltado que el del levítico, pues es celestial, y no terrenal.  Es verdadero y no típico o figurado sola­mente.  Es permanente, mientras que el leví­tico sola­mente prefiguraba a éste.

         En los versículos 7 al 13 se presentan las consideraciones que prueban que es mejor el Se­gundo Pacto que el Primero.  El ministe­rio de Cristo es más exaltado que el levítico a medida de que es mejor el Nuevo Pacto que el Viejo.  Se concluye que Dios mismo ha decla­rado que es viejo el Primer Pacto y por consi­guiente ha sido abolido.  ¡Seguramente no que­rrían los hermanos hebreos volver a lo ya desa­parecido!

8:1 -- "Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo".  La versión antigua de Valera dice, "la suma acerca de lo dicho es ...".  Se deja la impresión de que el autor ahora está haciendo un resumen de lo que ya ha dicho en los capítulos anterio­res.  Pero ése no es el significado.  La versión Moderna dice, "Lo prin­cipal, pues, entre las cosas que decimos es esto ...".  La Hispanoamericana dice, "Ahora bien, el punto capital de lo que venimos diciendo, es ...".  El significado es que el punto princi­pal de lo que se está diciendo es la ministración exaltada de Cristo Jesús en el san­tuario celestial (versículo 1,2).  ¡He aquí la gran consolación para los hermanos he­breos, en el tiempo de persecución y tentación de parte de los judíos incrédulos que se ape­gaban a lo que desapareció! ¡El Señor Jesucristo, el exaltado Hijo de Dios, es nues­tro gran Sumo Sa­cerdote en el cielo!  ¡Es superior, pues, a cual­quier sa­cerdocio en la tierra, y al le­vítico en par­ticular!

         --"es que tenemos tal sacerdote," como el des­crito en Hebreos 7:26-28.

         --"el cual se sentó a la diestra del trono en los cielos".  Véase Hebreos 10:11-13. (Véase también Hebreos 1:3, comenta­rios).  Lo que se llama el "trono de la Majestad" en Hebreos 1:3 y Hebreos 8:1 se llama el "trono de Dios" en Hebreos 12:2. (Véase también Hech. 7:55,56).  La expre­sión "a la diestra" denota estar cerca de Dios en una posi­ción de alto ho­nor, gloria y exaltación.  Compárense Efes. 1:20-23; Fil. 2:9;. 1 Ped. 1:21; 3:22.

                  

8:2 -- "ministro".  La palabra griega aquí es leitourgos, una palabra com­puesta de dos, público y obra. Quiere decir un siervo o ministro público. Cristo Jesús obra por el pueblo ante Dios en el cielo.  (Nótese: de esta palabra griega te­nemos en español la conocida palabra liturgia, que algunas iglesias em­plean para decir el orden de servi­cios, o ritos).

         La idea de "predicador" no se adhiere a la pa­la­bra "ministro", según el uso bí­blico.  Se le aplica a Cristo la palabra "ministro" en este pas­aje para indicar el papel que él desem­peña de servir a su pueblo en el santuario celestial.  El Sal. 110:1-4 se refiere a la exal­tación de Jesucris­to a la diestra de Dios para ser tanto rey como sacerdote.

         --"del santuario".  Tenemos aquí las pala­bras griegas  ta jaguia, que lite­ralmente quieren decir "los (lugares o co­sas) santos", pero es la frase bíblica para indicar el santuario, y en este pasaje la referencia es al cielo mismo. Véanse Hebreos 9:8,12,24,25; 10:19; 13:11.  Véanse los co­men­tarios sobre Hebreos 9:1.

         --"el de aquel verdadero tabernáculo que le­vantó el Señor, y no el hom­bre".  Según algunos comentaristas, el "santuario" y el "verdadero ta­bernáculo" se re­fieren al mismo lugar, al cielo.  Pero Hebreos 9:11,12 parece distinguir entre el "tabernáculo" y el "Lugar Santísimo". Si es así, el verdadero taber­náculo (de Hebreos 8:2) y lla­mado el "más perfecto y no de esta crea­ción" (en Hebreos 9:11) es la iglesia de  Cristo.  Es el verdadero, no porque fuera falso el de la economía judaica, sino por­que es el perfec­to y substancial, en con­traste con el im­per­fecto y simbólico de la ley de Moisés.  El tabernáculo judaico (griego, skene, "carpa", "tienda") fue hecho de mate­ria­les físi­cos y por manos humanas, pero la igle­sia de Cristo fue edificada por él (Mat. 16:18) y no es de esta creación, pues es el reino de los cielos; es espiri­tual.  (Por eso los miem­bros de la iglesia de Cristo están "sentados en los luga­res celestiales con Cristo Jesús," Efes. 1:3; 2:6).

8:3 -- "Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacri­ficios".  En los versículos 3 al 5 la línea de pensamiento es ésta:  El propósito del sacerdote es ofrecer ofrendas y sacrificios; Cristo es un Sumo Sacer­dote y por eso tiene que tener algo que ofrecer, de otra ma­nera no sería sacer­dote; pero no puede ofrecer nada en la tie­rra, porque en la tierra  hay quienes ofrecen sacrificios según la ley levít­­ica; los que ofrecen en la tierra sirven a algo inferior, puesto que es nada más una figura y som­bra de lo que es superior; se sigue, pues, que Cristo es sacer­dote en un santuario su­perior, ya que es ce­lestial.

         --"por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer".  Véanse Hebreos 2:17; 7:27; 9:11-14,25,26; 10:10.

8:4 -- La Ley estipulaba que los sacer­dotes (sobre la tierra) tenían que ser de la familia de Aarón, de la tribu de Leví (Núm. 3:10; 18:1-7).  El ju­ramento que hizo a Jesucristo sacer­dote (Sal. 110:4) por necesidad le hizo sacer­dote para ser­vir en el cielo, en un san­tuario celestial, por­que el Mesías vino de la tribu de Judá (Hebreos 7:14).  Jesucristo, pues, no puede ser considerado como sacerdote en­tre sacerdotes.  Queda solo, con un santua­rio celestial, apro­piado para su sacerdocio espiritual y su sacri­ficio de sí mismo.

8:5 -- "los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales".  Los sacerdo­tes levíticos servían en lo que prefigu­raba a las cosas celestiales y verda­deras.  El taberná­cu­lo ju­daico, con sus ser­vicios y artí­culos, era una re­presentación del Santuario ce­lestial y del verda­dero ta­bernáculo (versículo 1,2).  Véanse Col. 2:17; Heb. 10:1. Una sombra o figura no tiene realidad en sí, sino es una prueba de la existencia de lo que es real o ver­dadero en substancia. Siendo copia y repre­sentación el sacerdocio leví­tico con su taberná­culo material, se daba prueba de que hay algo real y verda­dero.  Son el santua­rio y ta­berná­culo celes­tiales.  Los sacerdotes aa­rónicos ser­vían en la representación de las cosas celestia­les, y no en ellas mismas.  Su sacerdocio, por lo tanto, era inferior.  Lo que sigue en este versículo es la prueba de esta afirmación.  A Moisés se le dio un modelo que seguir, porque el tabernáculo terrenal iba a ser una representa­ción del celestial.

         La palabra figura es de la griega jupo­deigma y se emplea en Hebreos 4:11 ("ejemplo") y en Hebreos 9:23.  La palabra som­bra es de la griega skia y se emplea en 10:1, signi­ficando una sombra cau­sada por algún objeto contra el cual da la luz, y que deja la imagen o representación de ese obje­to.  Es como un deli­neamiento o bos­quejo.

         --"como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole".  El verbo aquí es chrematidso. Se em­plea en Mat. 2:12,22; Luc. 2:26; Hech. 10:22; Heb. 11:7; 12:25, e in­dica un mensaje u orá­culo de Dios dado de ma­nera sobrena­tural.  Se emplea en Hech. 11:26 ("se les llamó").  Esto indica que Dios les llamó cris­tianos, y ¡no sus oponentes!

         --"Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte".  Véanse Ex. 25:9,40; 26:30; 27:8; Núm. 8:4; Hech. 7:44.  (En cuanto al templo de Salomón, véase .1 Cr. 28:11-13).

         --"modelo".   Dice la versión Moderna, "diseño".  La palabra griega es tupos.  La pala­bra española "tipo" es muy semejante.  En Rom. 6:17 se traduce "forma". Significa molde, mode­lo, patrón, o ejemplo.  En los conse­jos eternos de Dios se planeó el santuario celes­tial, y el modelo de esto se le enseñó a Moisés para que hiciera el tabernáculo terrestre según ese plan o modelo.  Ese modelo tuvo que ser imitado (en el taber­ná­culo típico) y por eso se le mandó a Moisés hacer todo con cuidado y con­forme al modelo que le fue enseñado en el monte Sinaí.  (La iglesia de Cristo--véanse los comenta­rios en el versículo 2 sobre "verdadero tabernáculo"-- es se­gún el plan de Dios).  ¡Cuán grande pecado es el de los hom­bres de cambiar ese plan!  El ins­titu­cionalismo y la centralización de obras y fi­nanzas de muchas iglesias locales, son vio­la­cio­nes de ese modelo perfecto para la iglesia.  No se le permitió a Moi­sés cambiar ese mo­delo; mucho menos a los hombres hoy en día.  La iglesia de Cristo no es una institución hu­mana en ningún sentido; sino el reino de los cielos.

         Lo estricto del mandamiento de Dios dado a Moisés en el monte Sinaí implica que el taberná­culo terrestre y sus servicios iban a ser­vir sola­mente de representación del verdadero en el cielo en el cual sirve nuestro Sumo Sacerdote, Jesu­cristo.  Existe en el cielo una realidad de lo que era bos­quejo o diseño el santuario judaico y sus servicios.  Era según el original celestial, en el cual Jesucristo sirve como Sumo Sacerdote en el Nuevo Testamento.

8:6 -- El ministerio (servicio) del Mesías, como Sumo Sacerdote, es mejor que el leví­tico en la proporción en que es mejor el Nuevo Pacto, del cual él es mediador, que el Pacto Viejo.  El oficio de Cristo es mejor porque es celestial, y no terre­nal, y porque es del Pacto que es mejor, porque tiene mejores promesas. En Hebreos 7:22 vemos que es fiador de un mejor pacto, siendo estable­cido su sacerdocio por el juramento de Dios.  Aquí es mediador de un mejor pacto, teniendo un minis­terio más exaltado, pues es ce­lestial.  En cada caso vemos la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el levítico.

         --"mejor ministerio".  Compárese .2 Cor. 3:6-9.

         --"mediador".  Véanse Hebreos 9:15; 12:24;. 1 Tim. 2:5.

         --"mejores promesas", porque son espi­ritua­les y para vida eterna.  Las del Primer Pacto eran principalmente de naturaleza mate­rial.

8:7 -- Véase Hebreos 7:11-19, comentarios.  No tenía la ley mosaica falta o imperfección positiva.  En sí era santa (Rom. 7:12). La falta o de­fecto consis­tía en no tener la Ley provisión para per­dón de los pecados.  Era débil la Ley "por la carne" (Rom. 8:3); es decir, era débil a causa de la debi­lidad de los hom­bres bajo ella.  Eran débi­les en la carne esos hombres y pecaron.  La ley no les podía perdonar.  Véase Gál. 3:21. La jus­ticia no podía ser por guardar obras de ley (Rom. 3:20; Gál. 2:16; 3:11), porque no era perfecto ningún hombre. Todos pecaron (Rom. 3:23).

         La Ley no fue dada con el propósito de jus­tificar.  Para el propósito para el cual fue dada, era buena (Rom. 7:12). Cumplió su pro­pósito.  No era cuestión de que Dios se hubiera desani­mado con la Ley y la hubiera quitado por eso.  ¡En ninguna manera! Dios hace todo se­gún sus consejos eternos (Hech. 15:18; Efes. 1:11).  Dio la Ley con otro fin.  Véanse Gál. 3:19-24; Rom. 3:20).  Era prepa­ratoria para el evangelio.

         El hecho mismo de que se buscaba en la historia lugar para otro testamento prue­ba que el primero no era final y completo para los propósi­tos de Dios.  Este argu­mento lógico se basa en lo que profetizó Jeremías (capítulo 31).  Algunos de los herma­nos hebreos pensaban en volver al test­a­mento que consideraban final y perfecto, consi­derando al cristianismo como incom­pleto.  ¡El caso era al contrario!

8:8 -- Véase Jer. 31:31-34.

         --"Porque reprendiéndolos", o hallando falta en ellos. "Tachándolos" dice la versión Hispa­noamericana. Según el versículo 7, te­nía de­fecto el Primer Testamento.  Según el 8, te­nía de­fecto el pueblo (véase versículo 9, "no permanecie­ron en mi pacto").  Esto va ex­plicado arriba en el primer párrafo de los comentarios, versículo 7.

         --"estableceré", en el griego sunteleso, que quiere decir completar, lle­var a cabo entera­mente, consumar, dar cum­pli­miento a algo, con­cluir.  La raíz de esta pa­labra es tel, como es el caso con la palabra tele­tosis (Hebreos 7:11, "perfección") y con teleleio­menon (Hebreos 7:28, he­cho per­fec­to"). La perfección que faltaba en el Primer Testamento, ahora existe en el Segundo.

         --"con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto".  Jeremías dio esta pro­fecía des­pués de ser esparcidas las diez tribus de Israel.  Esta profecía tiene su cumpli­miento, no en algu­na supuesta restauración o conver­sión a Cristo de las doce tribus lite­rales de Israel, sino en los des­cendientes espirituales de Abraham, "el Israel de Dios", la iglesia de Cristo (Gál. 3:29; 6:16; Rom. 2:29; 9:6,26).  La expresión "la casa de Israel y la casa de Judá" significa el pueblo de Dios, y el pueblo de Dios bajo el reinado del Mesías es la iglesia de Cristo.  Véanse 10:21;. 1 Tim. 3:15.

8:9 -- "No como el pacto que hice con sus padres".  Es decir, el pacto sinaítico, la ley de Moisés.  En ese pacto se desarrolló el elemento carnal o ma­te­rial de las promesas hechas a Abra­ham.

         --"El día que los tomé de la mano para sa­carlos de la tierra de Egipto".  "El día", en sen­tido de período de tiempo (el tiempo entre la sa­lida en Egipto y la entrada en Canaán).

         --"Porque ellos no permanecieron en mi pacto".  Eran infieles.  Endurecieron sus corazo­nes (Hebreos 3:8,12,15).  Traspasaron los términos del pacto, aunque ha­bían prometido obedecerlos (Ex. 19:5-8; Deut. 5:27; 7:9-11).

         --"Y yo me desentendí de ellos, dice el Se­ñor".  Dice la versión Moderna, "los traté con desprecio".  Significa que los castigó por su de­sobediencia (Hebreos 3:11; 4:3,5).  El verbo en el griego en este caso es ameleo, que es compuesto de "melo" (tener cuidado de algo), y "a" que sirve para negar.  Es decir, no cuidar de.  Se emplea este verbo en Hebreos 2:3, "descuidamos".  Cuando Dios vio que los judíos persistían en sus desobedien­cias, ya dejó de cuidar (proteger) de ellos y los castigó.             

8:10 -- "casa de Israel".  Véanse los comenta­rios sobre el versículo 8. Es el Israel verda­dero, los cre­yentes de todas las naciones.

          --"Después de aquellos días, dice el Señor"; es decir, des­pués de todo ese período de desobe­diencia e in­credulidad de los judíos. El versículo 8 habla de días que venían.  Iban a ser los días del reinado del Mesías (la dispensa­ción del evange­lio), después de aquéllos del pacto sinaítico.

         --"Pondré mis leyes en la mente de ellos y sobre su corazón las escribiré".  Compárese .2 Cor. 3:3. El Nuevo Pacto es ca­racterizado por una ley puesta por obra volun­tariamente, de co­razones dispuestos (Rom. 6:17, "obedecido de corazón"), y no por un código escrito en tablas de piedra.  El infante judío era miembro del Pacto Viejo, aparte de obediencia de corazón, pero no así en el Nuevo Pacto.  En éste, todo miembro es caracterizado por obe­diencia de co­razón a esa ley de la pala­bra de Cristo.  (Nótese Jn. 3:3,5;. 1 Cor. 4:15; Sant. 1:18; .1 Ped. 1:23).

         --"Y seré a ellos por Dios, y ellos me serán  por pueblo". Véanse .2 Cor. 6:16; Apoc. 21:3. Esta expresión indica la rela­ción más íntima que por razón de un pacto se puede tener.  Enfatiza el gran privile­gio que ten­drá el cristiano por el evangelio.

8:11 -- "Y ninguno enseñará a su pró­jimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor".  Bajo la ley de Moisés, el que nacía judío entraba en el Pacto y des­pués le te­nían que en­señar quién era Jehová Dios y cuál era su Ley.  El Nuevo Pacto es dife­rente; es mejor.  Ahora, bajo el Nuevo Pacto, entra en él solamente el en­señado y obediente al evangelio. Véanse Juan 6:44,45; Mat. 28:19,20; Mar. 16:15-16; Luc. 24:47; Hech. 2:40,41.  El miembro del Nuevo Pacto, y partícipe en sus bendicio­nes, es una per­sona nacida por la palabra de Dios.  Véanse los comentarios sobre el versículo 10, úl­timo párrafo.

         --"Porque todos me conocerán"; es decir, todos los referidos, que son los del Nuevo Pacto.

         --"Desde el menor hasta el mayor de ellos", en condición y no en edad.  Ninguno se exceptúa debido a su condi­ción social en la vida. El caso es el mismo para todo miem­bro del Nuevo Pacto.

8:12 -- "Porque seré propicio a sus in­justicias, y nunca más me acordaré de sus peca­dos y de sus iniquidades".  Este es el cuarto gran punto de dife­rencia entre los dos pactos; a saber, el per­dón de los pecados.  No había perdón en realidad bajo el Primer Pacto (10:4).  En la san­gre de Cristo Jesús (la del Nuevo Testamento, Mat. 26:28) hay remisión de pecados (1 Jn. 1:7).  Perdonado el cristiano, nadie le puede acusar de nada (Rom. 8:33,34; Apoc. 12:10).

                  

8:13 -- "Al decir: Nuevo Pacto, ha dado por viejo al primero".  El autor de esta epístola toma la pa­labra "nuevo" kainos (la mis­ma usada en el versículo 8) y prueba que Dios (por Jeremías, capítulo 31) declaró, hacía seis siglos, que el Primer Pacto era viejo.  Esta es la implicación hecha por Dios al decir que iba a establecer un NUEVO pacto. Jesucristo no lo hizo viejo con su venida a la tie­rra.  Pablo no lo hizo viejo.  ¡Ya era viejo, por la declaración de Dios! La decla­ración de Dios por Jeremías reconocía la in­suficiencia del Primer Pacto y la necesidad de uno nuevo.

         En Hebreos 12:24, la palabra "nuevo" es de la pala­bra griega neos. kainos signi­fica "nuevo" en el sentido de ser dife­rente en natura­leza a lo que precedía, mien­tras que neos sig­nifica "nuevo" en el sen­tido de tiempo.  El Primer Pacto tenía más tiempo; precedía al Nuevo Pacto en cuanto a tiempo. Pero, el Nuevo Pacto es también "nuevo" en que es completa­mente diferente, o de una natu­raleza nueva.  (Véase versículo 9, "no como el pacto ...").

         --"y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer".  Esta es una verdad evidente en sí; es una verdad gene­ral.  No está diciendo el autor que la Ley de Moisés está desa­pareciendo ahora que él es­cribe. Ya había sido quitada (Col. 2:14).  Cualquier cosa, en cualquier tiempo, que se envejece, ya pronto des­aparece. La Ley de Moisés, pues, desapareció porque era vieja.

HEBREOS 9

         Resumen: Los primeros diez versí­culos presentan el tabernáculo bajo el pri­mer pacto, con sus ofrendas y sacrificios que eran incapaces para perfeccionar al que estaba bajo ese pacto. Entonces por medio de contrastes, se presenta la perfección y eficacia del santuario, sacrificio, y sacerdo­cio de Cristo. Al fin del capítulo se pre­sen­ta la se­mejanza entre la muerte del hombre y la de Cristo, para ilustrar que no era ne­cesario que la muerte de Cristo se repitiera muchas ve­ces.  Murió una sola vez, y basta.

9:1 -- Este versículo se conecta con Hebreos 8:5.

         --"Ahora bien, aun el primer pacto".  La palabra pacto no apa­rece en el texto griego, pero se suple aquí porque así se indica en el versículo an­terior (Hebreos 8:13).

         --"tenía ordenanzas de culto". La pa­la­bra griega dikaioma significa una ordenanza o regla justa, y por eso divi­na.  Se emplea en Hebreos 9:10 también.  La palabra griega latreia quiere decir culto o servi­cio rendido a Dios. Se emplea en Hebreos 9:6; Jn. 16:2; Rom. 9:4; 12:1.  El primer pacto, tenía preceptos dados por Dios para gober­nar el ser­vicio rendido a él en el santuario terrenal.  La grandeza y lo divino de este santuario sirven para representar al san­tuario celestial.

         --"y un santuario". Aquí es término singular en el griego, to jaguion, y se re­fiere al taberná­culo entero, con sus dos depar­tamentos. Lite­ralmente dice la frase, "un lugar santo de (este) mundo".  (La for­ma plural sen­cilla, ta jaguia, cuando se contrasta con la forma plu­ral doble, jaguion jaguion, quiere decir "el lugar santo--9:2, mientras que la forma plural doble significa "el lugar santí­simo"-- Hebreos 9:3.  ta jaguia sola tam­bién se aplica al "lugar santí­simo", sea el terrenal-- Hebreos 9:8,24,25; 13:11, o bien el celestial-- Hebreos 8:2; 9:8,12; 10:19).

         --"terrenal".  No hay connotación mala en la expresión "terrenal" (o de este mundo, kosmos).  Se indica solamente que es de ma­teriales terrena­les que perecen, de fabri­ca­ción de manos huma­nas, y que pertenece a esta vida.  Se contrasta con "las cosas ce­lestiales" (Hebreos 8:2,5; 9:11,23,24).

9:2 -- "Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lu­gar Santo". Aunque la versión Revisada da el sentido correcto, la Moderna es más exacta y lite­ral. Dice, "Porque un tabernáculo fue prepa­rado, el primero...el cual se llama el Lugar Santo (jaguia).  Y después del se­gundo velo, el ta­ber­náculo que se llama el Lugar Santísimo (jaguia jaguion)".  La palabra griega skene, carpa o tienda, se aplica al tabernácu­lo entero, y también a cada "parte" (como dice la ver­sión Revisada), o "departamento" (como dice la Hispanoamerica­na).  Nótese el versículo 6, donde el texto griego dice, "en el primer tabernáculo", y el 7 donde dice, "mas en el segundo".  (Así es la traducción en la ver­sión Moderna). Nuestra versión interpreta más bien que traduce, al de­cir "la primera parte", y "la segunda parte".  El autor habla de dos car­pas, la una y la otra, porque te­nía la carpa dos cuartos o lugares, y los dos constituyen lo que se llama el skene, la carpa.  La palabra tabernácu­lo, en este versí­culo, se refiere a lo mismo que en el pri­mero se llama un santuario.

         --"estaban el candelabro".  Véase Ex. 25:31-37; 37:17-24.

         --"la mesa".  Véase Ex. 25:23-30.

         --"y los panes de la proposición". Véase Lev. 24:5-9. Literalmente dice el texto griego, "la pre­sentación de los panes".

9:3 -- "Tras el segundo velo".  (Véase 6:19, co­men­tarios).  Hubo dos velos.  Del pri­mero leemos en Ex. 26:36,37; 36:37,38.  El se­gun­do divi­día los dos departamentos del ta­berná­culo.  Del segundo leemos en Ex. 26:31-33; 36:35,36.

         --"estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo".  Véanse los co­men­tarios sobre los versículos 1,2.

9:4 -- "el cual tenía un incensario de oro".  Aquí tenemos un punto difícil, aparente­mente.  Todas las versio­nes en español que tengo dicen "incensario", pero algunas en inglés dicen "altar del in­cienso" (admitiendo en notas de mar­gen que puede ser traducida la palabra griega  thumiaterion, incensario.

         Sabemos que había en el Lugar Santo un altar del incienso (Ex. 30:1-10), tapado de oro, y para uso diario.  Pero el autor menciona algo que tenía el Lugar Santísimo.  No pudo haber estado equivo­cado el autor inspirado, di­ciendo que este altar se encontraba en el Lugar Santí­simo.  Los comentaristas (son pocos) que entien­den que "altar del incienso" es la traduc­ción co­rrecta, y que Pablo no omitiría un mue­ble tan importante que pertenecía al Lugar Santo, expli­can que el Lugar Santísimo "tenía" este al­tar, no en el sentido literal de ocupar una posi­ción el al­tar en dicho lugar, sino en el de "pertenecer" al Lugar Santísimo (aunque ocu­paba una posición en el Lugar Santo), porque Ex. 30:6 lo mencio­na en estrecha conexión con el Lugar Santísimo.  Además, dicen éstos, las Escrituras no mencio­nan ningún "incen­sario de oro" como artículo perma­nente en el Lugar Santísimo.

         Por otra parte, la evidencia más conclu­siva para mí indica que debe leerse este pa­saje (9:4), "incensario de oro" y no "altar del in­cienso de oro". La palabra griega thumia­terion, de este pasaje, se en­cuen­tra solamente aquí, en .2 Cr. 26:19 y Ez. 8:11 (versión de los Setenta, el Antiguo Testamento en griego), donde ob­via­mente se hace referencia a incensarios y no a al­tares. La versión de los Setenta usa otra palabra, thusiasterion, para refe­rirse al altar del incien­so.

         Parece, pues, que el autor pasó por alto al altar del incienso, colocado en el Lugar Santo, y aquí hace referencia al incensario de oro que se empleaba una vez al año en el Lugar Santísimo (Lev. 16:11-14).  No era su propó­sito elaborar una descripción del ta­bernáculo. Su argumenta­ción tiene más bien que ver con lo que se hacía anualmen­te en el Lugar Santísimo, como figura de la obra salvadora de Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote en el cielo. Aunque el in­censa­rio de oro no era artí­culo permanente en el Lugar Santísimo, tenía que ver con el servicio anual el día de la expia­ción.

         --"y el arca del pacto cubierta de oro por to­das partes".  Era una caja especial, lla­mada así porque contenía "las tablas del pacto".  Véase Ex. 25:10-16.

         --"en la que estaba una urna que contenía el maná".  Véase Ex. 16:32-34.

         --"la vara de Aarón que reverdeció".  Véase Núm. 17:1-10.

         --"y las tablas del pacto".  Véanse Ex. 25:16; 34:28; Deut. 10:1-5.  Declara .1 Reyes 8:9 que en el tiempo de Salomón no había en el arca nada sino las dos tablas.  Evidentemente la urna de maná y la vara de Aarón habían sido removi­das del arca.  No se sabe más acerca de ellas.  En cuanto al arca misma, no hay men­ción acerca de ella después del cautiverio en Babilonia.  Se su­pone que fue llevada por los babilonios y nunca devuelta, o destruida por ellos.

9:5 -- "querubines de gloria".  Véanse Ex. 25:18-22; .1 Reyes 8:6,7; .1 Cr. 28:18.  La pa­labra que­rubín quiere decir guardián, uno que cuida.  Los querubines evidentemente son una orden de án­geles (Gén. 3:24).  Se llaman en Hebreos 9:5 "de gloria" porque miraban hacia el propiciatorio, hacia la gloria divina que se ma­nifestaba sobre el arca (Ex. 25:22; 40:35; Lev. 16:2; Núm. 7:89). Simbolizaban a los ángeles que rodean la gloria de Dios en el cielo.

         --"el propiciatorio".  Este era la cu­bierta o tapa del arca. Era el "trono" o "sede" de miseri­cordia sobre el arca. (La misericordia de Dios es ofrecida al hombre a base de que sea satisfecha la justicia).  La palabra he­brea kapporeth en Ex. 25:17, quiere decir "cubierta, tapa".  Pero la versión de los Setenta dice jilasterion epithema, literalmente "propiciatorio cu­bierta", o sea, "la cubierta de expiación". Después la ver­sión de los Setenta nada más dice el jilaste­rion, o propiciato­rio.  Aquí en Heb. 9:5 aparece la palabra griega jilasterion.  La sangre espar­cida sobre la tapa del arca es lo que la hacía que fuera el "propiciatorio".  (Esto fue hecha cada año--Lev. 16:14).  La misma palabra griega aparece en Rom. 3:25, "propiciación" ("sacrificio ex­piato­rio", ver­sión Mo­derna).

         La sangre de Cristo nos cubre los peca­dos.  Por eso es él nuestra propiciación (1 Jn. 2:2; 4:10 -- jilasmos).  En Rom. 3:25, pues, Pablo presenta a Cristo como el pro­piciatorio verda­dero, porque como la gloria de Dios reci­bía la expiación anual en la forma de sangre de anima­les esparcida so­bre el propiciatorio del arca, así Dios por la sangre de Cristo cubre los pecados del que obedece al evangelio hoy en día, mostrándole así al hombre su misericordia.  El propiciatorio del arca era figura de Cristo (Rom. 3:25).

         Compárese Jn. 20:12.  Los dos ángeles to­maron una posición cerca del cuerpo de Jesús, semejante a la de los querubines so­bre el propi­ciatorio.  Esto nos hace pensar en el "propiciatorio" verdadero y espiritual que es la muerte de Cristo.

9:6 -- "Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo".  Véase versículo 2, comen­ta­rios.  Este versículo enfatiza lo sagrado y lo ex­clusivo del Lugar Santísimo por medio de mos­trar que en el Lugar Santo entraban dia­ria­mente más de un sacerdote, aten­diendo al servi­cio dia­rio en ese departa­mento del taber­náculo.  Ahí quemaban in­cienso en el altar de oro en la maña­na y en la tarde, alistaban las lámparas (Ex. 30:7,8; Luc. 1:9), y cambiaban los panes de la pro­posición cada semana (Lev. 24:8). Atendían a las ofrendas por el pecado de individuos, rocian­do la sangre de un becerro hacia el velo del ta­bernáculo (Lev. 4:6).  Pero, al hacer todo esto, no entraban más adentro en el tabernáculo. Oficia­ban solamente en el Lugar Santo.

9:7 -- "pero en la segunda parte".  Véase versículo 2, comen­ta­rios.

         --"solo el sumo sacerdote".  Este se con­trasta con "los sacerdotes" del versículo 6, quie­nes tomaban turnos para oficiar en el pri­mer tabernáculo, o sea el Lugar Santo.

         --"una vez al año". Véase Lev. 16, el día anual de la expiación; también Ex. 30:10.  Era el día décimo del mes séptimo. Entraba más de una vez durante ese día, pero el punto es que en un solo día del año entra­ban, y no entraba en otros días del año. (Entraba primero con el incensario para quemar incienso. Nótese el versículo 4, comenta­rios. Luego entraba la segunda vez con la sangre del be­ce­rro, y la tercera vez con la sangre del macho ca­brío.  La tradición judaica dice que entraba una cuarta vez para quitar el incensario).

         --"no sin sangre".  Esto se narra en Lev. capítulo 16.  Véase también Lev. 17:11.

         --"la cual ofrece por sí mismo y por los pe­cados de ignorancia del pueblo".  Véase Hebreos 5:3.  De esta manera se enseñaba que tanto el sumo sa­cerdote como el pueblo eran transgre­sores de la ley de Dios.  (¡No así con el gran Sumo Sacer­dote nuestro!).  Durante el año los indivi­duos eran respon­sables por sus pecados, Lev. 4:27-35.  Pero el día de la expiación era para ofrecer por el pueblo como nación.

9:8 -- "dando el Espíritu Santo a enten­der". El era el autor y el in­tér­prete del sistema levítico.  El relato del Pentateuco no es mera­mente de naturaleza histórica.  Contiene una en­señ­anza espiri­tual.

         Por implicación el Espíritu Santo daba a en­tender lo que por inferencia necesaria el hombre debía haber entendido. 

         --"con esto"; es decir, con el taberná­culo y sus arreglos y servicios. Dejaba Dios que el Sumo Sacerdote entrara (y solamente él) en el Lugar Santísimo, para simbolizar la en­trada en el cielo mismo del Mesías, Jesucristo, nuestro gran Sumo Sacerdote. La posición del Lugar Santo impedía para que no entraran los sacerdotes y el pueblo en general en el Lugar Santísimo.  El he­cho de entrar en el Lugar Santísimo solamente el sumo sacerdote, con sangre para sus pe­cados y para los del pueblo, daba a enten­der que el cami­no al cielo para toda la hu­manidad no era sabido todavía. La salva­ción del hombre era todavía un misterio cubierto por un velo. Cuando Jesucristo fue crucificado, "el velo del templo se rasgó en dos" (Mat. 27:51) y se reveló que por la muerte de Cristo ha sido abierto camino al cielo (Hebreos 10:19,20).  Ya no serviría más el taber­náculo viejo. Ya se había levantado el "verdadero" (Hebreos 8:2) y el "más perfecto" (9:11).

         --"que aún no se había manifestado el cami­no al Lugar Santísimo". Todavía no tenía el hombre en realidad la manera de obtener la re­misión de pecados para go­zar de la vida eterna con Dios en el cielo.  Ahora, por el evan­gelio de Jesucristo, se le revela al hombre cómo entrar (versículo Hebreos 9:12; 10:19, 22).

         --"entre tanto que la primera parte del taber­náculo"; li­teral­mente, "el primer tabernáculo" (el Lugar Santo).  Véase versículo 2, comentarios.

         --"estuviese en pie"; o sea, durante la dis­pensación judaica.

9:9 -- "Lo cual"; es decir, el tabernáculo con sus arreglos y servicios.

         --"es simbólico para el tiempo presente".  La palabra griega aquí es parabole.  El tabernáculo era para­bólico de las realidades del tiempo pre­sente.  Véase Hebreos 8:5.  Servía de objeto para una lección, de representación de las reali­dades del Nuevo Testamento.

         --"según el cual"; según el símbolo (que era el tabernáculo)

         --"se presentan ofrendas y sacrificios".  Los sacrificios eran ofreci­dos según los detalles del rito levítico.  Véase Hebreos 5:1, comentarios.

         --"que no pueden hacer perfecto". La pala­bra griega aquí para decir "perfecto" es teleios.  No significa algún es­tado absoluto de no tener pecado, sino lo que es maduro, completo, aca­bado.

         --"en cuanto a la conciencia, al que prac­tica ese culto". Los ritos levíti­cos no toca­ban la con­ciencia. Como "la som­bra de los bie­nes venide­ros, no la imagen misma de las cosas" (Hebreos 10:1), no podían alcanzar para el creyente un perdón real, sino solamente simbólico.  No po­dían purificar la conciencia, o sea perdonar.  Ahora, la fe y la conciencia del individuo eran importantes y esenciales bajo el Antiguo Testamento pero Dios perdo­naba al creyente fiel a base de lo que nos logra el Nuevo Testamento de Cristo.  No podía ha­cer el Antiguo Testamento lo que nos logra el Nuevo. ¡Este es el argumento principal del autor en su epístola a los hebreos!  Véase Hebreos 7:11,19.  Compárense Hebreos 7:27; 8:7; 10:1,11; Hech. 13:39).

         La palabra griega teleios, referente a Cristo y a los cristianos, aparece muchas veces en esta epístola (Hebreos 2:10; 5:9; 6:1; 7:28; 11:40; 12:23).   ¡Esto es significante!

9:10 -- "ya que consiste sólo de comi­das y bebidas". Se refiere a los re­gla­mentos bajo la ley de Moisés respecto a qué comer a qué be­ber.  Estos servían, en parte, para guardar a los judíos como dis­tintos a los de las demás nacio­nes.

         --"de diversas abluciones".  Dice la ver­sión Moderna, "diversos géneros de bautis­mos". El texto griego emplea la palabra baptismos. Véase Hebreos 6:2, comenta­rios. Dicen algunos comen­taristas, miem­bros de iglesias sec­tarias que rocían agua para hacer el bautismo, que estas ablucio­nes, o bautismos, no eran casos de inmer­sión.  ¿Eran casos, pues, de rociamien­to?  ¡No se atre­ven a afir­marlo!  Nada más nie­gan que eran ca­sos de inmersión.  Pero el texto dice que eran bautis­mos. Toda parte bautizada ¡fue lavada! (y no solamente ro­ciada con agua).  Había casos en que todo el cuerpo era bautizado (o lavado): Ex. 29:4; Lev. capítulo 15, varios versí­culos; Hebreos 16:4,26,28; 17:15; 22:6; Núm. 19:7,8,19; ca­sos en que eran lavados las manos y los pies--Ex. 30:19,20; eran lavadas vasijas de made­ra--Lev. 15:12; eran la­vados otros artículos--Núm. 31:21-24.

         --"y ordenanzas acerca de la carne".  Estas eran ceremonias que tocaban la pure­za externa y las condiciones de esta vida. No bastaban para introducir el pecador, como per­sona perdonada, a la presencia de Dios.

         --"impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas".  Se re­fiere a la dispensación del evange­lio, la in­troduc­ción de la cual puso fin a las im­perfec­ciones (7:11) del orden levítico, y en­dere­zó las cosas.  Lo imperfecto del orden levítico apun­taba al tiempo cuando sería introducido lo per­fecto del Nuevo Testamento.  (¿Por qué, en­tonces, que­rrían los hermanos hebreos volver a lo del taber­náculo viejo?)  Las ordenanzas le­víti­cos eran temporarias y para la introducción de un sistema mejor, el cual podría purificar la con­ciencia.  No eran el arreglo perfecto para la re­misión de peca­dos.  La palabra traducida "reformar" es de la griega diorthosis, que sig­nifica "poner las cosas derechas" o "traer las co­sas a una satisfac­ción".  El Antiguo Testamento no podía poner las cosas derechas, o satis­facto­rias.  Por eso fue quitado; era temporario.

         En cuanto a este tiempo de reformación (la dispensación del evangelio), véanse tam­bién Mat. 19:28 y Hech. 3:21.

9:11 -- Los primeros diez versículos de este ca­pítulo presentan el tabernáculo terrenal; ahora, para formar un contraste, se presen­ta el celes­tial.  Se presentan ahora los ser­vicios más ele­vados y eficaces de Cristo, el Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento.  Todo esto sirve para mostrar las perfeccio­nes del sacerdocio de Cristo.

         --"Pero estando ya presente Cristo, sumo sa­cerdote".  Esta frase muestra la exaltación de Cristo sobre los sacerdo­tes levíticos.

         --"de los bienes venideros". Son las ben­di­cio­nes incluidas en la redención eterna lo­grada para nosotros por Cristo (versículo 12; Efes. 1:3).  Sí pue­de Cristo "hacer perfecto, en cuanto a la con­ciencia al que" obedece al evan­gelio (versículo 9).  Incluye la promesa de la heren­cia, según el versículo 15.

         --"por el más amplio, y más perfecto taber­náculo".  La dis­pen­sa­ción mosaica tenía su ta­bernáculo (versículo 2); la del evan­gelio tiene el suyo, que es más amplio y más perfecto.  El sumo sa­cerdote le­vítico, cumpliendo con los ritos figura­dos de ese tabernáculo, en­traba (una vez al año) en el Lugar Santísimo, pero Cristo, por el sacri­ficio de su propia vida (los ritos del ta­bernáculo más amplio y perfecto) ha entra­do una vez para siempre en el verdadero "Lugar Santísimo", que es el cielo mismo.  Este tabernáculo tiene su Lu­gar Santísimo (el cielo, versículo 24) y su Lugar Santo (la igle­sia--véase Hebreos 8:2, comenta­rios; también Efes. 2:20-22).

         --"no hecho de manos, es decir, no de esta creación".  No per­te­nece a la creación natural o del universo ma­terial.  Véase Jn. 18:36.  Compárese con la descripción del cuerpo glorifi­cado (2 Cor. 5:1).

9:12 -- No solamente son diferentes los dos ta­bernáculos, sino también es diferente la sangre del tabernáculo celestial.

         --"y no por sangre de machos cabríos ni de becerros".  El día de la expia­ción entraba el sumo sacerdote le­vítico en el Lugar Santísimo con la sangre del becerro y después con la del macho ca­brío (Lev. 16), pero nuestro gran Sumo Sacer­dote ha entrado una sola vez al cielo, habiendo muerto por el hombre en la cruz de calvario, ha­biendo obte­nido así la re­dención para el hombre.  ¡La san­gre de Cristo es el medio de redención!  ¡Expía los pecados del hombre!

         --"sino por su propia sangre"; es decir, por los mé­ritos de su muerte. Puso su vida en sacrifi­cio (Jn. 10:17,18).

         --"entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo"; mien­tras que el levítico entraba anualmente.  Véase Hebreos 7:27, co­mentario.

         --"habiendo obtenido eterna redención".  (Véanse Hebreos 2:13,14; Mat. 20:28; Hech. 20:28; Efes. 1:7;. 1 Tim. 2:6; Tito 2:14;. 1 Ped. 1:18,19).

 

9:13-14 -- Aquí se contrastan las dos clases de sangre.  Si la una clase, por admisión, era efi­caz, ¡cuánto más la otra! (la de Cristo). ¡Es mucho más eficaz la sangre de Cristo Jesús!

         --"Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rocia­das a los inmundos, santifican".  El versículo Hebreos 9:12,13 intro­duce la sangre usada el día anual de la expiación.  El 13 agrega la de la bece­rra (Núm. 19).  Si la sangre de es­tos animales tuvo efecto (logrando los fines de la ley de Moisés para purificación le­gal), ¡cuánto más efecto tiene la de Cristo para perdonarnos los pecados en realidad!

         --"para la purificación de la carne".  Véase versículo Hebreos 9:10, comentarios. Una gran parte de la in­mun­dicia de los judíos consistía en conta­minarse exterior­mente (Núm. 19, por ejemplo, tocando ellos a un muerto).  La sangre de animales bas­taba para purifi­carles de contaminaciones cere­moniales.  En cuanto a purificar sus con­ciencias de pe­cados, no lo podía hacer, excepto simbóli­camente.  La eficacia de la sangre de anima­les consistía sola­mente en que era ofre­cida según las ordenanzas divinas (para limpiar simbólicamen­te). Estos sa­crificios por el pe­cado y por las contaminaciones o in­mun­dicias ceremoniales servían para man­te­ner la idea de que es  necesa­ria la sangre para la purifica­ción.  Servían como "sombra y figura" (Hebreos 8:5; 10:1) de la purifi­cación por la sangre de Cristo.

         --"¿ cuánto más la sangre de Cristo".  Si la de animales era eficaz para un propósito cere­monial, ciertamente lo es la sangre del Hijo de Dios (Véase .1 Jn. 1:7).

         --"el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo". Llevando letra ma­yús­cula la palabra Espíritu, los traducto­res indi­can que creen que la referencia se hace al Espíritu Santo.  Pero el texto origi­nal no tenía distinción de letra mayúscula y minúscula. Aunque muchos co­mentaristas entienden que la referencia es al Espíritu Santo, otros entienden que es la natura­leza divina de Cristo la cosa aquí referida. Nadie podía quitar la vida de Cristo ni evi­tar que la to­mara otra vez (Jn. 10:17,18). El propio espíritu eterno de Cristo entregó su cuerpo y vida hu­mana a la muerte para ob­tener la salvación de nuestras almas.  Véase Hebreos 2:14,15.  La eficacia de la sangre de Cristo consistió en que fue dada por un ser eterno y sin mancha, y esto voluntariamente.

         --"sin mancha". Así tenía que ser el animal sacrificado bajo la ley de Moisés (Lev. 1:10; 22:19-22).  Véase 6:1, comenta­rios.

         --"a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas".  Véase versículo Hebreos 9:9,10,  comentarios.

         --"para que sirváis al Dios vivo".  Dios no es ser­vido por medio de "obras muertas".  En esta dispen­sación podemos servir a Dios solamente por medio de aceptar el sacrifi­cio perfecto he­cho por su Hijo.

9:15 -- "Así que, por eso es mediador".  Es uno que interviene o  se  in­terpone  entre dos, para hacer paz o rati­ficar un pacto.  Véase Gál. 3:19,20. Cristo es el mediador del Nuevo Pacto (8:6; 12:24;. 1 Tim. 2:5).

         --"de un nuevo pacto".  Es el referido en Hebreos 8:8.

         --"para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el  primer pacto".  Véase 10:4; la sangre de animales no podía qui­tar el pecado.  Antes de la muerte de Jesucristo, el perdón era sola­mente simbólico y no real.  Por eso era ne­cesario que Cristo mu­riera por el peca­dor (versículo 14), y así tendría el "llamado" de toda época el derecho absoluto de gozar de la heren­cia eterna.

         El "primer pacto" aquí referido es el de Hebreos 8:7.  Véase también Hebreos 11:39,40.

         --"los llamados".  Los herederos del tes­t­a­mento son los de toda época que por la fe y la obediencia han llegado a ser hijos de Dios.  Véase .1 Ped. 1:3-5.

         --"reciban la promesa de la herencia eterna"; es decir, en reali­dad y de hecho.  A esto se refie­ren "los bie­nes" del versículo Hebreos 9:11.  El Espíritu Santo fue dado como "arras de nuestra herencia" (Efes. 1:14).

         La muerte de Cristo puso el Nuevo Testa­mento en vigor, porque fue el precio de rescate del pecador (Hech. 20:28; Mat. 26:28). Los pe­cadores que aceptan los tér­minos del test­amento, reciben la salvación por herencia.

9:16-17 -- Estos dos versículos ilustran el punto presentado en el versículo 15: que era ne­ce­sa­ria la muerte de Cristo para la remisión de pe­cados.  Es una ilustración tomada de las leyes de toda na­ción civilizada, en cuan­to a heredar y he­rencias y sirve para enfati­zar la necesidad de la muerte de Cristo para ratificar o aprobar el Nue­vo Testamento.

         --"el testador".  Cristo es el Mediador; tam­bién es el Testador.  Dios le "constituyó he­redero de todo" (Hebreos 1:2), y por eso todo le perte­nece.  Aunque todo procede de Dios, la heren­cia llega al lla­mado solamente por Cristo Jesús, el "heredero de todo".  Es él quien hace here­dar.  Somos "coherederos con Cristo" (Rom. 8:17), si somos de los "llamados" que perma­necen fieles.

         El Nuevo Testamento no estaba en vi­gor durante la vida de Jesús, sino el Viejo.  En su muerte en la cruz, Jesucristo puso fin al Viejo Testamento y ratificó su Nuevo (Col. 2:14).

                  

9:18-20 -- Véase Ex. 24:1-8.  En la inaugura­ción del primer pacto fue necesaria la muerte.  Esta sangre de animales era tipo de la de Cristo.

         --"habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo".  Lo mandado por Dios, según Éxodo capítulo 20 al 23, fue escrito en un libro, inclusive los Diez Man­damientos.  (El tabernáculo to­davía no ha­bía sido establecido).  Debe no­tarse que los Diez Man­damientos eran par­te del pacto que fue qui­tado para hacer lu­gar para el Nuevo.

         Moisés, en Éxodo 24, no menciona, como lo hace el autor de esta epístola, la sangre de los machos cabríos, el agua, la lana es­carlata e hiso­po, ni que el libro fue rociado con la san­gre con agua, etcétera.  Como en el caso de las cuatro narraciones del evan­gelio (según Mateo, según Marcos, según Lucas, y según Juan), uno de los autores menciona algo que omite el otro, pero las omi­siones no indican necesariamente dis­crepancias o contradicciones.  Puede ser que los machos ca­bríos fueron incluidos en los "holocaustos" (Ex. 24:5), y seguramente fue­ron incluidos en la ex­piación anual (versículo 12 de este capítulo 9).  La sangre para ser rociada era diluida con aguas corrientes y se em­pleaban para esto "grana e hisopo" ("lana escarlata e hisopo", dice la versión Moderna) (Lev. 14:4,6, etcétera; Ex. 12:22).  En cuanto a la grana, compárese Isa. 1:18.

         Si el autor de esta epístola no mencionó  es­tas cosas según la información de alguna tra­di­ción judaica verdadera, entonces segu­ramente por inspiración divina supo estos detalles.

         --"Esta es la sangre del pacto". Es se­me­jante en expresión a 10:29; Mat. 26:28; 1 Cor. 11:25.

9:21 -- Véase Ex. 40.  Esto sucedió  como un año después de lo narrado en Ex. 24.  Ex. 40 men­ciona solamente aceite, y no mencio­na sangre.  Pero Lev. 8 suple los detalles no men­cionados en Ex. 40.  Véase en particular Lev. 8:15,24,30.

9:22 -- "Y casi todo es purificado, se­gún la ley, con sangre".  Dice la ver­sión Moder­na, "casi todas las cosas son pu­rifica­das".  La palabra griega panta aquí indica "todas las co­sas".  En cuanto a cosas purifi­cadas (ceremonialmente), en casi todo caso se emplea­ba sangre.  A veces se usaba fuego y agua (Núm. 31:22,23,24). Aun eran purifi­cadas cere­monial­mente con agua ciertas personas (Lev. 16:26,28).  Véase versículo 10, co­mentarios.

         --"y sin derramamiento de sangre no se hace  remisión".  Pero en cuanto al perdón de los pe­cados, la re­misión de los pecados, era necesaria la san­gre (y no agua o fuego).  Véanse Lev. 17:11; Efes. 1:7:. 1 Jn. 1:7.

         Algunos presentan a Lev. 5:11-13 como un caso en que se exceptúa esta regla.  Al muy po­bre, que no podía proporcionar la sangre de dos palominos o dos tórtolas, se le permitía ofrecer para expiación la décima parte de un efa de flor de harina.  La flor de harina era aceptada como substituto por la sangre. Esto enfatiza lo necesa­rio de la sangre para expia­ción. La flor de harina no remitía pecados, sino que era substituto de la sangre que sí re­mite (la de animales, simbólica­mente, y la de Cristo en realidad).

9:23 -- "figuras".  Véase Hebreos 8:5, comenta­rios.

         --"Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así".  Se hace referencia al tabernáculo terrenal con sus artí­cu­los. Tanto el Lugar Santo como el Santísimo fueron purifi­cados simbólica­mente con sangre (versículo Hebreos 9:21; Lev. 16:11-20).

         --"pero las cosas celestiales mismas" inclu­yen la igle­sia sobre la tierra y los redimidos en el cielo en la eternidad, que son el antitipo del ta­bernáculo mosaico.

         --"con mejores sacrificios que estos".  El cielo o habi­tación de Dios nunca ha necesitado nin­guna pu­rificación, pues nunca ha sido impuro (Apoc. 21:27). Quiere decir que el cielo ha sido hecho accesible al hombre pe­cador. Ha sido he­cha po­sible la entrada al cielo. Ahora puede el hombre perdonado habitar el cielo con Dios.  Un lugar santo se considera impuro o contaminado si entra en él un inmundo (pecador). Para que el peca­dor entre en el cielo puro, Cristo tuvo que entrar primero con el sacrificio de su muerte para hacer satisfac­ción, y luego pue­de entrar el peca­dor per­do­nado. Esto fue prefigurado por la en­trada en el Lugar Santísimo del sumo sacerdote, para santificar el Lugar Santísimo con sangre, y así hacer aceptable el culto del pueblo a Dios.  Por la sangre de Cristo la presencia de Dios en el cielo llega a ser el lugar de asamblea para Dios y su pueblo redimido.

         La frase "mejores sacrificios" se refiere a la muerte de Cristo.  La frase está plural porque la muer­te de Cristo (el sacrificio de nuestro Gran Sacerdote) corres­ponde a los sacrificios plu­ra­les mencionados an­te­rior­mente en esta frase.

9:24 -- "Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano", en el Lugar Santí­simo.  Véanse 8:2; 9:1, comentarios.

         --"figura del verdadero".  En cuanto a la pa­labra "figura", la voz griega dice anti­tupos, o sea "antitipo".  (Véase 8:5, comentarios sobre tupos).  A Moisés se le mostró  el tipo (tupos, Hech. 7:44; Heb. 8:5), modelo, o patrón, a se­guir en la cons­trucción del tabernáculo.  Vino a ser, pues, el tabernáculo una copia ("antitipo") que corres­pondía a ese modelo ("tipo").  (La pa­labra antitipos se emplea dos veces en el Nuevo Testamento: en Heb. 9:24 y en .1 Ped. 3:21, donde el bautismo se llama un "antitipo". Co­rresponde al dilu­vio, que sirvió de tipo, porque como "ocho personas fueron sal­vadas por agua", versículo 20, el bautismo nos salva, (versículo 21).  El punto en Heb. 9:24 es que el san­tuario mo­saico correspondía (como copia) al pa­trón (tipo) celes­tial que le fue mostrado a Moisés en el desierto. Ahora, cuando nos refe­rimos al Tabernáculo Celestial como el "antitipo", es por­que corres­ponde espiritual­mente al tabernáculo mosaico.  La idea inhe­rente en la palabra antitupos es la de "corresponder, ser una copia."

         --"sino en el cielo mismo".  Véanse versículos Hebreos 9:12; 4:14; 6:20.

         --"para presentarse ahora por nosotros ante Dios".  Como el sumo sacerdote le­vítico cada año entraba en el Lugar Santísimo para presentar su sacrificio en la "presencia" de Dios, manifes­tada sobre el arca (Lev. 16:2) (pues los judíos considera­ban a Dios como sentado sobre el arca en el "trono de miseri­cordia" -- véase 9:5, comen­tarios), así Cristo ha entrado en el cielo para pro­curarnos el perdón de los pecados por la presen­tación del sacrificio de sí mismo.  Véanse Hebreos 7:25; Rom. 8:34.

9:25-26 -- Aunque hay puntos de se­me­janza entre los Sumos Sacerdotes, los hay también de diferencia: versículo 24, no ha en­tra­do Cristo en el santuario mosaico, sino en el cielo mismo; versículo 25, no ha tenido que hacer el mismo sacrifico año por año, por­que se ha sacrificado a sí mis­mo.  El sumo sacer­dote levítico tenía que repetir su sacri­ficio porque usaba sangre ajena (y de ani­mal, versículo 12).  El sacrificio de Cristo basta en el plan de Dios para perdonar a los de toda dis­pensación (Hebreos 2:10,14,15; 9:15; Jn. 1:29).

                   --"padecer muchas veces".  Eran repe­tidos "muchas veces" los sacrificios levíticos por­que eran de sangre de animales (Hebreos 10:4), cosa que no podía perdonar.  El Sumo Sacerdote del Nuevo Testamento es dife­rente en este aspecto de repe­tidos sacrifi­cios, porque su propia san­gre basta para perdonar. Decir que tenía él que hacer re­petidos sacrificios implicaría repetidos pa­deci­mientos, cosa que es absurda.

         --"la consumación de los siglos" = el tiempo en que las edades pasadas alcanzan su meta.  Es el tiempo del Nuevo Testamento, los días que venían (Hebreos 8:8-12).  Siendo el sacrifico de Cristo para todas las generaciones, la muerte de él en la cruz indicó la consumación de los siglos, o sea, el fin de los períodos ante­diluviano, pa­triarcal, y mosaico. Vivimos en la última dispensación.  Compárese .1 Cor. 10:11.

         --"una vez para siempre".  Véanse Hebreos 7:27, comentarios.

         --"por el sacrificio de sí mismo".  Véanse Hebreos 1:3; 2:14; 7:27; 8:3; 10:10.

         --"quitar de en medio el pecado".  Véase versículo Hebreos 9:14.

9:27-28 -- Todavía se presenta la idea de con­trastes, como en los versículos 24-26.  El caso de Cristo es semejante al de la humanidad en ge­neral.  El hombre vive y muere una sola vez y luego es juzgado.  "Así también" (versículo 28) vi­vió en la carne Cristo, murió por el hombre (haciendo el sacrificio una sola vez, versículos Hebreos 9:25,26), y la Corte Suprema (Dios) invirtió, puso en re­versa, la sentencia de los judíos in­cré­dulos y de Pilato, aceptando su sacrificio y exaltándole a lo sumo (Fil. 2:9; Efes. 1:20-22;. 1 Ped. 3:22).  La muerte no puede ocurrir mu­chas veces. El hom­bre muere una sola vez, y no muchas. Así con Cristo; murió una sola vez.  Este versículo ilustra lo declarado en el 26 tocante a la singularidad de la muerte de Cristo.  La muerte, el juicio y la re­conciliación obrada por Cristo ¡son cosas que no se repiten!

         --"está establecido para los hombres que mueran una sola vez".  Véase Gén. 3:19.

         --"así también Cristo fue ofrecido una sola vez".  Si el hombre muriera más de una vez, habría ne­cesi­dad de que muriera Cristo por él por cada vida en el pecado.  Pero siendo que no es así el caso, no ha muerto Cristo sino una sola vez.

         --"para llevar los pecados de muchos".  Véase .1 Ped. 2:24.

         --"aparecerá por segunda vez".  El verbo griego jorao indica que será visto Jesucristo vi­siblemente cuando venga la segunda vez, como era visible en la pri­mera venida, cuan­do vino a deshacer el pe­cado.  Véanse Hech 1:11; Apoc. 1:7.

         Salía el sumo sacerdote cada año del Lugar Santísimo y aparecía al pueblo que le esperaba (Lev. 16:17,23,24; compárese Luc. 1:9,10,21).  Así vendrá Cristo del "cielo mismo" (versículo 24) a los que le esperan para sal­vación.  Véanse .1 Cor. 1:7;. 1 Tes. 1:10; .2 Tim. 4:8; Tito 2:13.

HEBREOS 10

         Resumen: En los primeros cuatro versí­cu­los el autor muestra por la repeti­ción continua de los sacrificios la inhabili­dad del sistema levíti­co para perfeccionar al hombre. Del 5 al 10 ha­bla de cómo un cuerpo fue pre­parado para el Mesías, para que por él, crucifi­cado en la cruz, fuera santificado el pecador.  Este solo sacrificio bastó para proporcionar la remisión de pe­cados, versí­culos 11 al 18.

         Siguen tres grandes exhortaciones, basa­das en el hecho ya establecido; es a saber, que ha sido hecho el gran sacrificio sufi­ciente, que no ne­cesi­ta repetición.  Estas son: "acerquémonos", "mantengamos fir­me", y "considerémonos", ver­sículos 19 al 25.

         Entonces en seguida vemos la gran ad­verten­cia contra la apostasía.  Terribles son las conse­cuencias de rechazar la expiación de Cristo Jesús, volviendo atrás al judaís­mo, ver­sículos 26 al 31.

         Otra vez el autor exhorta a los lectores, y los anima, a fin de que continúen en la fi­de­lidad, so­portando las pruebas difíciles de la vida, para al­canzar por fin el gran galar­dón, versículos 32 al 39.

10:1 -- Este versículo se conecta con Hebreos 9:14.

         --"Porque la ley" = toda la economía ju­daica.

         --"teniendo la sombra". La palabra griega es skia.  Véase Hebreos 8:5, comentarios.  Una som­bra promete la presencia cercana de la substancia, pero no es la substancia; nada más apunta a ella. La repetición continua de los sacrificios bajo la ley de Moisés in­dica la naturaleza in­substancial de la eco­nomía judaica.

          --"de los bienes venideros".  Véase Hebreos 9:11, co­mentarios.

         --"no la imagen misma de las cosas".  La palabra griega para "imagen" es eikon.  Significa la substancia misma o la incorporación completa de la cosa. Aunque te­nía la Ley una mera inti­mación, el evangelio tiene la presentación verda­dera o de hecho de estos bie­nes.  La Ley con sus sacrificios, re­presentaba en general (como lo hace una som­bra a la substancia que la proyecta) las bendi­ciones futuras que se tendrían después en el evangelio.

         --"nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año". Se hace referencia a la expia­ción anual, Lev. 16, que sucedía en el dé­cimo del mes séptimo. Esos sa­crificios levíti­cos cumplie­ron el propósito de Dios de apuntar al gran sa­crificio de Cristo en la cruz que había de venir.  (Véase 9:23).  Pero no po­dían "hacer perfectos" a los del pueblo judaico (ni a nadie).

         --"hacer perfectos a los que se acercan".  Véanse Hebreos 7:11, co­menta­rios; Hebreos 9:9, comentarios.  Hebreos 10:4 presenta la razón por qué no podía la Ley hacer per­fecto a nadie.  La Ley no podía salvar al creyente.

10:2 -- “De otra manera cesarían a ofre­cerse.”  No ha­bría habido necesidad de repetir sacrificios con re­ferencia a los mismos pecados.  Un sacrificio completo y final no necesita repe­ti­ción.  El sa­crificio de Cristo fue final y completo y por eso ocurrió una sola vez. Esta perfección y fi­na­lidad no se encuentra en sombras o figuras.  Los sa­crificios legales eran repetidos, cosa que era admisión del sentido de culpa en la con­cien­cia del judío.

         --"pues los que tributan este culto" son los que "se acer­can" (versículo 1). Dice la versión Hispa­no­americana, "los adoradores". En el griego es un participio, latreu­ontas, "los que ado­ran".  La misma palabra aparece en Hebreos 9:14, en forma ver­bal, latreu­ein, y se tra­du­ce "servir", y significa rendir homenaje o ser­vicio religioso.

         --"limpios una vez, no tendrían ya más con­ciencia de pecado".  La conciencia aquí significa el estar consciente de tener culpa debido al peca­do.  Compárese Hebreos 9:9.

10:3 -- "Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados".  El pro­pósito de la institución levítica de expiación era traer a la memoria del judío de año en año su culpa de pecado.  Los sacrificios dia­rios (Ex. 29:38,39), sema­narios (Núm. 28:9), mensuales (Núm. 28:11-15), y anuales (Lev. 23), no basta­ban para hacer satisfacción verdadera y de hecho por el pecado.  Aun des­pués del sacri­ficio el día de la expiación anual, se confesaban los pe­cados de la nación sobre la cabeza del ma­cho cabrío enviado a Azazel (removimiento, ale­jamiento, Lev. 16:20-26).  Esto simboli­zaba el echar Cristo nuestros peca­dos al olvido completo.

         Bajo el primer pacto se hacía memoria de los pecados; bajo el nuevo, no son recordados más (8:12,13).

10:4 -- "Porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los peca­dos".  Véase versículo Hebreos 10:11.  No podía porque no hay relación entre la sangre de animales y la culpa moral del hombre.  La sangre de animales so­la­mente podía servir de sombra de la sangre de Cristo que en realidad quita el pecado y lo echa al olvido. No podía sa­tisfacer la justicia de Dios ni purificar el co­razón del hombre (Hebreos 9:9,10; compárese Miq. 6:7).

         Los toros y los machos cabríos eran sa­crifi­cados el día de la expiación anual (Hebreos 9:7; Lev. 16).

10:5-7 -- Estos versículos son tomados del Sal. 40:6-8, en su sentido mesiánico.

         --"Por lo cual".  Dado que no podía qui­tar los pecados la sangre de animales, entró Jesucris­to en el mundo para hacer el sacri­ficio necesario.

         --"entrando en el mundo dice".  Las palabras siguientes, to­madas del Sal. 40, son las de Cristo por la boca de David.

         --"Sacrificio y ofrenda no quisiste".  No que­ría Dios esas cosas como quiere la obedien­cia.  (Véanse .1 Sam. 15:22; Sal. 51:16,17; Isa. 1:11-17; Jer. 6:20; 7:22,23; Amós 5:21-24; Miq. 6:6-8).  Esos sacrificios en sí y solos no podían per­donar al pecador.  Se requería un sacri­ficio más aceptable.  Con referencia al Mesías, el sen­tido es que tales sacrificios no lograban el fin al cual fue enviado él al mundo.  Fue logrado ese fin solamente por su obediencia "hasta la muerte" (Fil. 2:8).  Esos sacrificios tenían su importancia típica, apun­tando al gran sacrificio del Mesías, pero no eran un fin en sí.  No satisfacían la jus­ticia de Dios (versículo 4).  No podían servir de base para la misericordia de Dios en redimir al hom­bre perdido.  (Véanse versículo 8.9).

         --"Mas me preparaste cuerpo."  El au­tor aquí cita la versión de los Setenta, en lugar del texto hebreo (como ahora lo tenemos).  Según el texto hebreo actual, se dice "has abierto mis oí­dos".  Esta expresión significa hacer de uno un siervo obediente.  (Compárese Isa. 50:5).  El pensamiento ex­presado en he­breo en el Sal. 40 y aquí tam­bién en Heb. 10, es el de preparación para obedecer.  El rescate del pecado no fue ob­tenido por medio de sacri­ficios de anima­les, sino por la obediencia de parte del Mesías a la volun­tad de Dios.  Un cuerpo fue preparado para Cristo ("participó de carne y sangre", Heb. 2:14), para que sir­viera de instrumento con el cual el Mesías pudiera rendirle al Padre la obe­diencia per­fecta (versículo 10).

         La razón de por qué dice la versión de los Setenta "cuerpo", y la hebrea "oídos", pre­senta un problema difícil, aunque las dos ex­presiones conducen al mismo pen­samiento de "siervo obe­diente".  (Isa. 50:5 junto con Fil. 2:7,8).  O da la versión de los Setenta el sen­tido correcto (en griego, y para la mente griega) de esa expresión en hebreo, o citaron los traductores de alguna versión hebrea dife­rente al texto actual en he­breo.  El autor de esta epístola no hubiera usado el texto de la versión de los Setenta, para un punto tan signi­ficante, si no fuera el texto griego según el mismo significado de Sal. 40:6-8.

         --"Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad". La frase, "he aquí que vengo" se re­fiere a la encar­na­ción (versículo 5).  (Véanse también Juan 16:28; 18:37; Mat. 18:11).

         --"Como en el rollo del libro está escrito de mí".  El pensamiento es éste: "Los sacrificios de animales no quitan el pecado.  Por esto he venido yo en el cuerpo, para hacer tu voluntad y dar mi vida como sacrifi­cio por el pecado.  De esto tes­tifican las Escrituras".  Gén. 3:15 (juntamente con Gál. 3:16-18) apunta a la obra redentora de Cristo.  La institución ju­daica de sacrificios pre­sentaba en figura la obra expiatoria de Cristo.  Moisés y los pro­fetas apuntaban a Cristo, el Mesías (Jn. 5:46; Hech. 26:22).  La venida del Mesías para morir por el hombre era el tema de los pro­fetas del Antiguo Testamento (Mat. 5:17; Luc. 24:44; Jn. 5:39).

10:8-9 -- En estos dos versículos el au­tor en­seña cómo ha de ser entendida la cita to­mada del Salmo 40.  Primero se presenta lo que no quiere Dios (como cosa final y completa), y luego lo que sí quiere, que es la obediencia de Cristo al morir en la cruz.  Esto sí es final y completo. El sistema de sa­crificios levíticos, aunque de insti­tución divina y bueno para el pro­pósito con que fue designado, era solamente pre­paratorio para el fin deseado.  Cuando, pues, se cumplió su pro­pósito especial, fue quitado lo temporario.  (Véanse Hebreos 7:11,18,19, comen­tarios).

         El versículo 8 presenta la inhabilidad de los sacri­ficios levíticos para quitar el pecado.  El 9 mues­tra que, habiendo dicho el Mesías lo que no quie­re Dios y lo que le agrada, entonces de­clara esto: que él mismo viene para hacer la voluntad de Dios tocante a la redención del hombre pecador.

         --"Las cuales cosas se ofrecen según la ley".  Eran legales, y agradables a Dios para servir el propósito de sombra y figura (Hebreos 8:5; 9:23; 10:1), pero no agra­dables para servir de realidad y subs­tancia.  Eran temporales y sirvieron su pro­pósito divino hasta venir el Mesías y ofre­cer su propia vida por el pecado del hom­bre.

         --"lo primero" = en particular, los sa­cri­ficios y ofrendas y holocaustos y expiacio­nes de la Ley.  (Los quita porque no tienen eficacia para quitar la culpa del pecado).   En general la frase se apli­ca al Antiguo Testamento (7:12,18).

         --"esto último" = en particular el hacer Cristo la voluntad de Dios. (Si lo primero hu­­biera tenido eficacia, no habría venido Jesucristo a morir por el hombre).  En gene­ral la frase se aplica al Nuevo Testamento de Cristo Jesús.

         En conexión con el versículo 9, véanse tam­bién Hebreos 7:12,18; 8:13; Gál. 4:24.  Este solo ver­sículo basta para refutar la herejía de los saba­tistas.  Véanse también los comentarios sobre Hebreos 7:12 y 9:18-20.

10:10 -- "En esa voluntad".  Este versí­culo presenta el gran efecto de haber cumplido Cristo con la voluntad de Dios en su muerte en la cruz.  Obtuvo nuestra santi­ficación (el que fué­ramos apar­tados del pe­cado).  En virtud de la obe­diencia de Cristo a la voluntad de Dios, so­mos los cristianos santi­ficados. Véase Fil. 2:8.

         La frase "esa voluntad" apunta a la de Dios de que muriera Cristo por los hombres.  Véase versículo 9.  Denota el plan de salvación en el evan­ge­lio.  La voluntad de Dios (y no la del hombre) es la base de la sal­vación.

         --"somos santificados". Dice el texto grie­go, "somos los santificados".  La palabra griega sig­nifica "apartar", "apartados".  Los "santos" jaguioi, son los "santificados"  egui­asmenoi, aquí referidos en este versí­culo. Véanse Hebreos 2:11; 10:14; 13:12; Jn. 17:19; Hechos 20:32; 26:18.

         --"mediante la ofrenda del cuerpo de Jesu­cristo".  Véase versículo 5.

         --"hecha una vez para siempre".  Esta frase en­fati­za el contraste entre lo completo del sa­cri­ficio de Cristo y la repetición de los sa­crifi­cios levíticos (versículo 11).  Véase 7:27, co­menta­rios.

10:11-12 -- Llegamos ahora al clímax de toda la argumentación. "Todo sacerdote está en pie dia­riamente" (dice la versión Hispanoa­mericana), pero "Cristo se ha sen­tado".  Esto in­dica lo in­completo e insu­ficiente del sistema leví­tico, y lo completo y suficiente del sistema novo testamentario.

         --"Y ciertamente todo sacerdote está".  El tiempo presente aquí indica que todavía, aun después de establecido el Nuevo Testamento, y hasta el año 70 d. de J.C. (cuando fue destruida la ciudad de Jerusalén por los ro­manos), los sa­cerdotes ju­daicos ofrecían los sa­crificios quita­dos.  Véase Introducción, III, B.

         --"día tras día ministrando y ofreciendo mu­chas veces los mismos sacrificios".  Véanse Hebreos 9:9; 10:1.

         --"que nunca pueden quitar los peca­dos".  Véase versículo Hebreos 10:4.

         --"pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre".  El texto griego no dice Cristo, sino "éste" (sacerdote), contrastado con los leví­ticos.  La versión antigua de Valera dice, "Pero éste".  La Moderna dice, "empero éste".  Y la Hispanoamericana dice, "pero aquél".  No obs­tante, el contexto indi­ca que la referencia se diri­ge a Cristo.

         --"un solo sacrificio por los pecados" = "la ofrenda del cuer­po de Jesucristo" (versículo Hebreos 10:10).

         --"se ha sentado a la diestra de Dios".  Véase Hebreos 1:3, comenta­rios.  Ya que ha obtenido eterna re­dención (Hebreos 9:12), se ha sentado a la diestra de Dios. Todavía es nuestro Sumo Sa­cerdote (Hebreos 4:4; inter­cede por no­sotros (Hebreos 7:­25), y nos socorre (Hebreos 2:18; 4:16).

10:13 -- "de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies". Se refiere el autor de nuevo (1:13) a Sal. 110:1. Véase también 1 Cor. 15:25,26. Es­tos "enemigos" son el dia­blo, el imperio de la muerte (2:14), y todo oponente de Cristo (Mat. 12:30).  Todos serán sujetados a él, ya sea por obediencia voluntaria al evangelio en esta vida, ya por su poder castigador en el Juicio Final (2 Tes. 1:7-10; Fil. 2:10,11).

10:14 -- Compárense Hebreos 9:26 y Hebreos 10:12.

         --"porque con una sola ofrenda" = su muerte en la cruz.  Es una ofrenda completa.  No ne­ce­si­ta repetición.  Es suficiente para los peca­dos del mundo.

         --"hizo perfectos".  Véase Hebreos 7:11, co­menta­rios.  Esto se conecta con todo lo que se pre­senta en esta epístola, tocante a la perfec­ción, al "teleiósis".  El "telos" (o sea, la meta o fin) no fue alcanzado por el sistema levítico.  Cristo, con una sola ofrenda, lo alcanza.  Considérense los textos en que aparece la forma verbal de esta palabra (Hebreos 2:10; 5:9; 7:19,28; 9:9; 10:1,14; 11:40; 12:23), el sus­tan­tivo de la palabra (Hebreos 6:1; 7:11; 12:2 "consumador"), y el adjetivo comparativo (Hebreos 9:11).

         --"para siempre".  Este estado de per­fección (de no faltar nada para el perdón de los pecados) en Cristo es permanente.

          --"a los santificados".  Véanse versículo 10, co­mentarios; versículo 29.

         Cristo ha provisto todo cuanto necesita el hombre pecador. No le falta nada. No ne­ce­sita más expiación. Esta perfección o plenitud en Cristo hace que sea fútil e im­propio el re­troceder al judaísmo.

10:15-17 -- ¡Las Sagradas Escrituras son el tes­timonio del Espíritu Santo! (Véa­nse Hebreos 3:7; 9:8).  El autor apela otra vez (Hebreos 8:8-12) a Jer. 31:33,34 para probar por las Escrituras del Anti­guo Testamento (inspiradas por el Espíritu San­to) que aun bajo el Primer Pacto era el plan de Dios que recibieran el perdón de sus peca­dos los san­tificados por el sacrificio (solo, final y com­pleto) de Cristo Jesús.  Ahora, los lecto­res tenían que rechazar al profeta Jeremías, al rechazar la sufi­ciencia y finalidad de él.

         --"lo mismo" = lo afirmado en los versículos Hebreos 10:12-14; es a saber, que Cristo ha alcanzado la per­fección, o consumación, necesaria por me­dio de la ofrenda de sí mismo en la cruz.  Así Dios, en su justicia, ha podido extender al hombre su mi­sericordia, perdo­nando al pecador.  El Espíritu Santo (por Jeremías) pro­fetizó esto, diciendo que Dios no se acordaría más de los pecados y trans­gresiones.  Así ates­tiguó el Espíritu Santo a lo di­cho en los versículos 12-14 de este capítulo.

10:18 -- "Pues donde hay remisión de éstos, no hay más ofrenda por el pecado".  Este versículo finaliza el argumento pre­sente: habiéndonos alcan­zado Cristo el perdón de los pecados, ya no hay más ofrenda por el pe­cado, ni necesidad de más.  La gran necesi­dad del hombre peca­dor ya está proporcionada, ya satis­fecha, ya suplida.  Es superior el Nuevo Testa­mento sellado por la sangre de Cristo al Antiguo Testamento sellado por la sangre de sa­cri­ficios repetidos de animales.

         Este versículo expone la falsedad de la doc­trina católica romana del Sacrificio de la Misa.  ¡No es sacrificado Jesús de nuevo cada vez que se celebra la llamada Misa!  Si fuera sacrificado así de día en día, estaría sufriendo diariamente (Hebreos 9:26).  Y no ayuda decir que la Misa es un sa­crificio sin sangre (o sea, una mera representa­ción), pues "sin derramamiento de sangre no se hace remi­sión" (Hebreos 9:22).

10:19 -- El autor ya terminó la parte "doctrinal" (o de argumentación) de su epís­to­la y ahora conti­núa la parte exhorta­toria dejada al fi­nal del capí­tulo 6. En los capítulos del 1 al 3, y del 7 al 10, probó el autor su afirmación de que es superior Cristo a los ángeles, y a Moisés, que su sa­cerdo­cio es superior al leví­tico, y que el sis­tema levíti­co de sacrificios era imperfecto mien­tras que su propio sacrificio alcanza la perfección necesaria.  Ahora pasa a las exhortaciones basa­das en estas grandes ver­dades.

         --"Así que, hermanos, teniendo libertad". Dice la versión Hispano­americana, "confianza".  La palabra griega es parresia. Aparece en el versículo Hebreos 10:35; 3:6 y 4:16.  La frase griega dice lite­ral­mente así: "teniendo confianza para (o, to­cante a) la entrada al Lugar Santísimo".

         Antes de morir Cristo por los hombres, no había acceso al trono de gracia de Dios.  Pero ahora sí hay entrada. Todos pueden hacer uso de esa entrada con confianza, o li­bertad, para entrar en el cielo.

         --"para entrar en el Lugar Santísimo".  Véanse Hebreos 8:2 y Hebreos 9:1, co­mentarios sobre "santuario".  Compárese Hebreos 9:12.

         --"por la sangre de Jesucristo", que es el medio por el cual tenemos acceso al cielo.  Entró en el cielo Cristo una vez, con su propio sacrifi­cio (Hebreos 9:24-26), y a causa de esto podemos tener confianza tocante a entrada al cielo.

10:20 -- Una traducción literal de los versículos 19 y 20 ayudará al lector a ver el significado de las dife­rentes frases en  el versículo 20.  "Teniendo, pues, hermanos, confianza tocante a la  entrada del Lugar Santísimo, por medio de la sangre de Jesús, la cual (entrada) él nos inauguró, (como) un camino nuevo y  vivo, a través del velo, esto es, de su carne..."

         --"por el camino nuevo y vivo que él nos abrió".  Más bien, "nos inaugu­ró".  La misma palabra, egkainidzo, se emplea en Hebreos 9:18, donde dice la versión Hispanoamericana, "inaugurado".  Esta palabra griega quiere de­cir, "dedicar, iniciar, innovar, instituir como nuevo".  Cristo nos inau­guró esta en­trada al cielo, que es un camino nue­vo y vivo.  Lo hizo cuando entró, como Sumo Sacerdote, en el Santuario Celestial.

         La palabra tradu­cida "nuevo" significa re­ciente.  (Compárese el adverbio correspondiente a esta palabra, que apa­rece en Hech. 18:2, "recién").  Este camino al cielo fue nueva­mente hecho po­sible por el Nuevo Pacto de la gracia de Dios.  Se llama "vivo" también, contrastándose así con el camino muerto (falto de vida) y pura­mente simbólico que servía para entrar en el Lu­gar Santísimo del Viejo Pacto. Es un ca­mino caracterizado por tener vida, pues con­duce a la vida eter­na; y Cristo, quien es este camino, es la vida (Jn. 14:6).

         --"a través del velo".  Véase 9:8, comenta­rios.  El segundo velo (Hebreos 9:3) servía de entrada al Lugar Santísimo e impedía la entrada en él de los judíos en ge­neral.  Ahora, podemos entrar por ese velo al "Lugar Santísimo" porque fue rasgado para be­neficio nuestro en la cruz de Cristo.  En virtud de su muerte, podemos entrar en el cielo.  El Cristo cruci­ficado es el "velo de entrada".  Dice él, "nadie viene al Padre, sino por mí" (Juan 14:6); es de­cir, sino por mi sangre, mi muerte, mi velo.

         --"esto es, de su carne"; es decir, su cuer­po crucificado.

 

10:21 -- "y teniendo un gran sacer­dote".  Tenemos dos cosas: la confianza tocante a entrada, y un gran sacerdote.  Véanse Hebreos 4:14; 7:25; 10:11,12. Como Melqui­sedec, Cristo se sienta en su trono como Sacerdote (capítulo 7).

         --"sobre la casa de Dios".  Véase Hebreos 3:6 y .1 Tim. 3:15.  La casa de Dios es la iglesia, o pue­blo, de Dios. Véase Hebreos 3:2, comentarios.  La "casa de Israel y la casa de Judá", en Hebreos 8:8, viene siendo aquí en Hebreos 10:21 "la casa de Dios".  Véase Hebreos 8:8, co­mentarios.

10:22 -- "acerquémonos". La misma palabra grie­ga se emplea en Hebreos 4:16; 7:25; 11:6.  ¿Acercarnos a qué? A Dios y a su trono de gra­cia (en oración y culto y servicio), y fi­nal­mente al cielo mismo (después de la re­surrec­ción).  Pero tenemos que hacerlo se­gún las condiciones que siguen.

         --"con corazón sincero", libre de toda hipo­cresía y profesión exterior.

         --"en plena certidumbre de fe", libre de du­das (Sant. 1:6) respecto a Dios y a sus pro­mesas, creyendo que Dios nos aceptará en vir­tud de la muerte de Cristo.  La fe produce esta plena certi­dumbre.

         La palabra griega, traducida "plena certi­dumbre", aparece en Hebreos 6:11 y .1 Tes. 1:5.

         --"purificados los corazones de mala  con­ciencia".  Para esta frase, y la siguiente ("lavados los cuerpos con agua pura"), doy las versiones Hispanoamericana y Moderna: "rociados como han sido los co­razones y lim­pios de mala con­ciencia, y la­vados los cuerpos con agua pura"; "teniendo los corazones rocia­dos, para limpiarnos de una mala conciencia, y lava­dos los cuerpos con agua pura". literalmente dice el texto griego así: "habiendo sido rociados en cuanto a los co­ra­zo­nes de conciencia mala, y habiendo sido la­vados en cuanto al cuerpo con agua pura".  El autor emplea la idea de rociar y lavar, basán­dose en las prácticas simbólicas bajo la ley de Moisés.  Nótense ahora Hebreos 9:9,13,14; 12:24.  En cuanto al rociamiento levítico, véanse Ex. 24:8; 29:20,21; Lev. 8:30.

         Ningún hombre puede acercarse a Dios consciente de tener la culpa del pecado en su vida.  Pero la sangre de Cristo nos quita el pe­ca­do (1 Jn. 1:7,9).  Esto nos de la con­fianza para acercarnos a Dios (1 Jn. 3:21).  En .1 Ped. 1:2, vemos la expresión, "para obedecer y ser rocia­dos con la sangre de Jesucristo".  Literalmente dice el texto grie­go, "para obe­diencia y rocia­miento de la sangre de Jesucristo".  La obedien­cia es la parte humana, y el rociamiento de la sangre de Cristo es la divina, en el plan de salva­ción.  Aquí Pedro alude a Ex. 24:8, porque bajo el Nuevo Testamento a los del pueblo de Dios es a quie­nes se aplica la sangre de Cristo. Véase Heb. 9:18-20, comentarios.

         En cuanto a la "conciencia", véanse Hebreos 9:9,14 y Hebreos 10:2.  Significa el estar consciente de tener culpa de pecado.

         --"lavados los cuerpos con agua pura".  Se refiere al bau­tis­mo  en  Cristo  (Hech. 22:16; Efes. 5:26; Tito 3:5).  En cuanto al lavamiento levítico, véanse Ex. 29:4; 40:12; Lev. 8:6; 16:4.

         El cristiano es totalmente santificado o apartado (en cuerpo y corazón) para servir a Dios (Rom. 12:1), y rendirle culto (Jn. 4:23,24).  Tiene que estar completamente lim­pio para acer­carse a Dios ahora en culto y ser­vicio, y para en­trar en el cielo en la re­surrec­ción de los muer­tos.

10:23 -- "Mantengamos firme".  La palabra griega es katecho. Se emplea en Hebreos 3:6,14.  Véase también Hebreos 4:14, donde aparece la pala­bra  krateo.

         --"sin fluctuar".  Aquí el texto griego emplea la palabra aklines, que es un adjeti­vo predicado, que significa "no incli­nado".  Se aplica a "profesión". La idea es, pues, "mantener no in­clinada la profe­sión". La tentación para los her­manos he­breos era incli­nar esa profesión ha­cia atrás; o sea, hacia el judaísmo.  La exhorta­ción aquí es a no hacerlo. Véase versículo Hebreos 10:35.  Se le exhorta no dejar que sea movida esa profe­sión por persecución (versículo Hebreos 10:32-34), ni por cualquier tentación, atracción o ar­gumen­tación judaica.

         --"la profesión".  La palabra griega (jomologuia = "misma pala­bra") (véase 4:14, comentarios) en su forma verbal quiere decir concordar con la decla­ra­ción de otro. Aquí se aplica a que con­cuerde el cristiano con la de­cla­ración del Nuevo Testamento respecto al sa­crifi­cio del Mesías.  La fe (versículo Hebreos 10:22) y la confesión (versículo Hebreos 10:23) siempre van juntas (Rom. 10:9,10).

         --"de nuestra esperanza".  Véanse versículo Hebreos 10:34; 6:18,19, comentarios.

         --"porque fiel es el que prometió".  Dios no va­ría, no cambia, después de prometer (Hebreos 11:11; Isa. 65:16, "el Dios de verdad"; Núm. 23:19; Deut. 7:9;. 1 Cor. 1:9; Rom. 11:29;. 1 Tes. 5:24; Tito 1:2).  Compárense .1 Cor. 10:13; .2 Tim. 2:11-13.  ¡Cuán grande es esta incitación a ser fieles hasta la muerte! ¡Dios promete y cumplirá!

10:24 -- "Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor".  Otra exhortación (versículo 22,23): la de no ser egoís­tas (Fil. 2:4), sino contribuir a la fuerza espiritual de otros. Otros son influidos por nues­tra conducta (en palabra y en hecho), sea buena o mala.  El Nuevo Testamento de­manda el cui­dado mutuo del uno por el otro, para estimular al amor y a las buenas obras.  Esto contribuye mu­cho a la perse­verancia y fi­delidad de todo her­mano.  El cris­tiano verda­dero no es indife­rente a las necesida­des espiri­tuales de su hermano.

         --"y a las buenas obras". Véase Mat. 5:16.  Las "buenas obras", en la cuales debe­mos an­dar, son las preparadas por Dios para noso­tros (Efes. 2:10).  ¡No es buena obra lo que ca­rece de  au­torización novo testamentaria, no im­porta lo bueno que  parezca al hombre!  ¡Ningún proyec­to antibíblico puede ser justi­ficado meramente por ser considerado una "buena obra."

 

10:25 -- La persecución y la oposición en ge­neral desanimaba a muchos hermanos he­breos y cau­saba que dejaran de congregarse con los santos para culto público. Esto era pecami­noso. El re­unirse contribuye a la estimulación mencio­nada en el versículo anterior. El Nuevo Testamento menciona mucho a la asamblea pú­blica (Hech. 2:42; 20:7; .1 Cor. 14; 16:1,2; Sant. 2:2).

         --"no dejando".  El mismo verbo se emplea en 13:5 (dejaré).

         --"de congregarnos", o reunirnos. El tex­to griego emplea aquí el sustantivo epi­sunagogue, que significa el reu­nirse en un solo lugar.  Esta es la cosa que no se debe dejar.  Se emplea esta palabra también en .2 Tes. 2:1.  Nuestra reunión con Cristo en el día final depende mucho de nuestras reuniones públicas como iglesias locales ahora.  La una cosa es preparatoria para la otra.  Este acto de reunirse en asamblea se aplica a to­das las reu­niones de la iglesia local (siendo esto posible) y ¡no solamente a una sola en particular!

         --"como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca". Los hermanos he­breos, a los cuales escribió el autor esta epístola, veían acercarse algún día (evento) te­rrible. No tuvo el autor que explicar a cuál día se refería.  El ver acercarse ese día debía de haber servido de gran ánimo para ser fieles (no dejando las re­uniones), en lu­gar de ser más y más indiferentes y negli­gentes.  Puede ser que se refiere el autor al día de la destrucción de Jerusalén, cosa que iba a acon­tecer en esa ge­neración (Mat. 24:34), y que era de gran inte­rés para ellos.  El tener qué huir a los montes (Luc. 21:20,21), y las demás calami­dades en la tie­rra (Luc. 21:23), demandarían de los her­manos gran determinación espiritual y fi­deli­dad, para no ser vencidos.  Les conve­nía por eso se­guir reuniéndose para exhor­tación en sus ejerci­cios espirituales.  Véase versículo Hebreos 10:37.

         Si el "día" de este versículo se refiere al fi­nal, a la segunda venida personal de Jesucristo, entonces el punto es éste: Seamos fieles y perse­verantes, no dejando de reunirnos y de exhor­tarnos, porque cada día nos trae más cerca del día final (Rom. 13:11), cuando daremos cuenta a Dios. Ahora, si nos aparta­mos de la fe, en ese día seremos condenados.

 

10:26 -- Sobre los versículos Hebreos 10:26-29, véase Hebreos 6:4-6, co­mentarios.

         --"Porque si pecáremos". El con­texto mues­tra que el autor se refiere a la apostasía voluntaria al judaísmo. Véase versículo 29.  No se trata en este pasaje algún pe­cado de ignorancia o de omisión o de debi­li­dad.  Las ver­siones Hispa­noamericana y Moderna dicen,  "Si pecamos".  El tiempo presente en el griego aquí indica una acción continua, y no un solo acto.  Literalmente dice el texto griego, "Si seguimos pecando volun­ta­riamente". Se indica, pues, una condición es­piritual, la cual va descrita en el versículo 29. El pe­cado de este contexto es el de apostatar de la fe y volver al judaísmo. A este mismo pe­cado se re­fieren Hebreos 2:1; 3:7,8; 6:4,5, y el pasaje pre­sente.

         --"voluntariamente".  La palabra griega ekousios.  Se encuentra sola­mente aquí y en .1 Ped. 5:2.

         --"después de haber recibido el conocimien­to de la verdad".  Véase Hebreos 6:4, "una vez fueron iluminados". La apos­ta­sía del que aquí va descri­to no era el re­sultado de alguna decisión de mo­mento, sino una de­terminada.  Las personas aquí tratadas son "adversarios" (versículo 27).  Son apósta­tas delibe­rados.

         --"ya no queda más sacrificio por los peca­dos".  Al abando­nar su profesión de fe en el sa­crificio de Cristo, ya no quedaría más sacrificio que les quitara su pecado.  No ha de ser repetido el sa­crificio de Cristo por el pecado, y por eso si se rechaza ese sacrificio, no tiene salva­ción el que lo hace.

 

10:27 -- "Sino una horrenda expecta­ción de juicio".  No les espera a tales apóstatas otro sa­cri­ficio, sino solamente la ira justa de Dios. Como el fuego consume a lo que quema, así Dios des­truirá (castigará, versículo Hebreos 10:29) a tales apóstatas.

         --"y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios".  "Ardor de fuego", dice la ver­sión Moderna.  No dice el texto griego me­ra­mente "fuego", sino literal­men­te celo de fuego, dzelos.  Se pre­senta el castigo de Dios como un fuego vivo, que con celo extiende sus llamas a con­su­mir.  Compárense Sal. 79:5; Ez. 36:5; Sof. 1:18.  Véanse también 12:29; Lev. 10:2; Núm. 16:35; .2 Tes. 1:7,8.

10:28 -- "El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente". Véase Deut. 17:2-7 (apostasía a la ido­latría).  El apóstata bajo el An­tiguo Testamento no tenía perdón; mucho menos el bajo el Nuevo.  Véanse también Deut. 13:6-10; Núm. 15:30-36.  No dice el autor que todo transgre­sor o pecador bajo la ley de Moisés tuvo que ser muerto irre­misi­blemente, sino el que re­cha­zaba la ley de Moisés, o la menospreciaba (como lo hacía el apóstata). Dice la versión His­panoamericana, "Si uno que ha menospre­ciado la ley de Moisés ..."  Dice la Moderna, "Aquel que ha de­sechado la ley de Moisés ..."

10:29 -- Luc. 12:47,48 presenta la lec­ción aquí aplicada.  Al que recibe mucho, mucho se le de­mandará.  Si el apóstata bajo el Antiguo Testamento sufrió la muerte física, mucho más severo (que la muerte física) será el castigo del apóstata bajo el Nuevo, y aquí descrito en este versículo.  Las tres frases que siguen en este vers­ículo describen la naturaleza de la aposta­sía bajo considera­ción.

         --"mayor castigo".  Hay castigo que es ma­yor que la muerte física. ¡Los Testigos de Jeho­vá enseñan al contrario! Es la eterna per­dición (2 Tes. 1:9), el castigo eterno (Mat. 25:46).

         --"pisoteare al Hijo de Dios". Esta es una expresión para indicar desprecio y con­de­nación.  Para una ilustración, véase Mat. 7:6.

         --"inmunda" = común, no sagrada. La pa­l­a­­bra griega es koinos. Tener la san­gre de Cristo por común es negar su efica­cia para perdonar a pecadores.  Si la sangre de Cristo era común, y no divina, se seguía que fue la sangre de cual­quier cri­minal.    

         --"la sangre del pacto".  Véase Hebreos 9:20.  El apóstata había sido "rociado" por esta san­gre (véase versículo 22, comentario).

         --"en la cual fue santificado".  El apóstata había sido cristiano. Véase Hebreos 6:4, comentario, primer párrafo.

         --"e hiciere afrenta al Espíritu de gracia" = insultar, repro­char, al Espíritu Santo, después de haber sido "hechos partícipes  del  Espíritu  Santo" (Hebreos 6:4).  Esto fue hecho por medio de re­chazar la obra, las pala­bras, y la predicación (por hombres inspirados) del Espíritu Santo.

         Este versículo Hebreos 10:29 presenta las tres personas en la Deidad: Dios, el Hijo, y el Espíritu Santo.  La acción del apóstata aquí descrita es tal como se hace a personas.  El Espíritu Santo es una per­sona.

10:30 -- "Pues conocemos al que dijo", que es un Dios de Verdad.  Cumplirá con su pa­la­bra, sea para bendecir, o para castigar en justi­cia.

         --"Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor".  Es citado de Deut. 32:35, y usado por Pablo en Rom. 12:19.  La palabra "venganza" viene de la griega ekdikesis; literalmente, "de justicia". Dios no castiga en un sentido de cobrar una injuria personal, sino en uno de hacer justi­cia.  Considérense. 2 Tes. 1:8;. 1 Ped. 2:14, "castigo"; más bien, "venganza" (ekdikesis). Toda in­justi­cia merece cas­tigo.  El Dios justo castigará.  Esta es la "venganza" aquí referida en Heb. 10:30. La palabra griega no lleva la idea que hoy en día se adhiere a la palabra "venganza"; a sa­ber, la de retornar mal por mal como conse­cuencia de haber recibido injuria personal.

         --"Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo". Véanse Deut. 32:36; Sal. 135:14. Tan justo es Dios que no dejará pa­sar los pecados de su pro­pio pue­blo. ¡Todo apóstata será castigado!

         Aquí, como en otros muchos pasajes bíbli­cos, la palabra "juzgar", krino, lleva el sentido de juzgar por suje­tar a castigo.

10:31 -- "horrenda".  Este adjetivo se empleó en el versículo Hebreos 10:27.

         --"caer en manos" ¡para ser castigado!  El contexto trata de apóstatas. Es para él ho­rrenda cosa caer en manos del Dios vivo (y por lo tanto poderoso y enérgico para llevar a cabo sus ame­nazas) para ser casti­gado.

         Compárense Hebreos 12:29; Mat. 10:28; Luc. 12:4,5.  Dios es amor, sí, pero no es sola­mente amor.  ¡Hay que apelar al temor en el hombre, como muchas veces lo hicieron Jesucristo y los autores inspirados del Nuevo Testamento!

         El caso en .2 Sam. 24:14 no es paralelo a éste.  David no era apóstata.  Fue para co­rrec­ción, y no para castigo eterno, que es­cogió caer en mano de Jehová, en lugar de en la del enemi­go.

10:32 -- El autor deja de advertir contra la apos­tasía y comienza a dar una palabra de aliento, recordando a los lectores de sus lu­chas anterio­res en las cuales mostraron gran fe y de­termi­nación.  Recordando esto, y la ayuda de Dios que les ha­bía sido dada en ellas, tendrían ánimo para so­portar las circunstancias actuales.

         Después de advertir en el capítulo 6, les animó (Hebreos 6:9-12). Ahora en este capítulo hace lo mismo.

         --"Pero traed a la memoria los días pasa­dos".  Se refiere al tiem­po después de su conver­sión, cuando su­frieron mayores persecuciones y afliccio­nes que ahora.

         --"después de haber sido iluminados".  Véanse versículo Hebreos 10:26; 6:4. Compárense .1 Cor. 2:10; Gál. 1:16.

         --"sostuvisteis gran combate de padeci­mien­tos".  Com­­­pár­ense Hech. 8:1-3; 12:1-3.

10:33 -- Considérese .1 Tes. 2:14,15.

         --"por una parte, ciertamente, con vitupe­rios".  Los vituperios eran persecuciones ver­bales, siendo ellos falsamente acusados y re­presentados malignamente. Esta palabra en griego es oneidismos y se emplea en Hebreos 11:26; 13:13; Rom. 15:3; .1 Tim. 3:7.

         --"y tribulaciones"; del griego, thlipsis, que significa una presión o peso que tiende a tumbar el espíritu o ánimo del hom­bre.

         --"fuisteis hechos espectáculo".  La versión Hispanoamericana dice, "siendo ex­puestos a la vergüenza pública". La Moderna dice, "siendo hechos el hazmerreír de las gen­tes". El texto grie­go dice theatrid­zomenoi.  De la raíz de esta palabra tenemos "teatro".  Considérense Hech. 19:29 y .1 Cor. 4:9, donde aparece la palabra griega theatron, "teatro" y "espectáculo".

         --"llegasteis a ser compañe­ros de los que estaban en una situación semejante".  Tuvieron comunión con los perseguidos, ali­viando sus sufrimientos se­gún pudieron (versículo Hebreos 10:34). Compárese Fil. 3:10, en cuanto a tener comu­nión con los que sufren.

10:34 -- "Porque de los presos también os com­padecisteis". Compárese Hebreos 6:10. Véase Hebreos 13:3.  "Compadecerse" es la traducción aquí de la palabra griega sunpatheo.  Se emplea aquí y en 4:15.  De esta palabra griega tenemos "simpatizar".

         --"y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo".  Véase Hech. 5:41.  Esta fue una gran evidencia de su fe ge­nuina.  Nó­tese Fil. 4:13.  Las posesiones materia­les no han de com­pararse con las celes­tiales.  Nótese Fil. 3:7,8.

         --"sabiendo que tenéis en vosotros".  Me­jor es la versión Hispanoamericana, "vosotros mis­mos tenéis", y la Moderna, "tenéis para vosotros mismos".  Es cuestión de manus­critos.

         --"una mejor y perdurable herencia en los cielos". La frase "en los cie­los" no aparece en muchos manuscritos (véase la versión Hispanoamericana), pero es evidente que allí esperan dicha he­rencia (1 Ped. 1:4).

         La versión Moderna dice "posesión" en lu­gar de "herencia". La palabra griega es juparc­sis, y se emplea aquí y en Hech. 2:45.  La pala­bra "bienes" en este versí­culo es de la misma palabra griega, nada más que en forma verbal (Mat. 6:20).

10:35 -- Habiéndose portado tan valien­te­mente en tiempos anteriores, ya no debían echar de sí, o desechar, su confianza, como soldados cobardes que abandonan sus es­cudos y huyen, porque esta confianza tiene gran recom­pensa si la retenemos firme has­ta el fin (véase 3:6).  Semejante admo­nición es dada en el versículo 23.

         --"No perdáis, pues, vuestra confianza".  (Véase versículo Hebreos 10:19, comen­ta­rios).

         --"que tiene gran galardón". Dice la ver­sión Hispanoamericana, "recompensa"; y la

Moderna, "remuneración". Es interesante la palabra griega en este caso; es mistha­podosia. Se compone de tres partes:  misth-apo-dosia.  misthos quie­re decir "sueldo"; y apodidomi quiere decir "entregar". Así vemos que la palabra com­puesta significa "pagar el sueldo que se debe". ¡Valiosa, pues, es esta confianza! Nos traerá la re­munera­ción, o recompensa, en el día final.  La misma palabra se emplea en Hebreos 2:2 y Hebreos 11:26. Otra forma de esta misma palabra com­puesta se en­cuentra en Hebreos 11:6, "el que paga el sueldo" ("remunerador", dice la versión Moderna).

10:36 -- "porque os es necesaria la pa­ciencia". Véase Rom. 5:3-5; Sant. 1:2-4; 2 Cor. 6:4.  La pa­la­bra "paciencia" se traduce de jupomone, que literalmente quiere de­cir "permanecer bajo".  La idea aquí es la de per­manecer bajo las pruebas y tribulacio­nes, en lu­gar de renunciar la fe en Cristo para evitar tales aflicciones.  (En esta cone­xión, considé­rese Hebreos 12:7,8).

         La paciencia es activa cuando persevera en bien hacer (Rom. 2:7), en dar fruto (Luc. 8:15), o en correr la carrera que tenemos por delante (Heb. 12:1).  Es pasiva cuando so­porta o sufre toda clase de oposición (Rom. 12:12; Sant. 1:12; Luc. 21:19).

         --"para que habiendo hecho la voluntad de Dios", en cuanto a sufrir aflicciones y pruebas de nuestra fe con toda pa­ciencia, en particular, y ser obedientes, en ge­neral.

         --"obtengáis la promesa"; o sea, la cosa prometida, que es la vida eterna, o galardón (versículo 35).  Véase 6:15, comentario.

10:37-38 -- Adapta aquí el autor las palabras de Hab. 2:3,4. La lección, tanto en Habacuc, como en Hebreos, es que Dios segu­ramente vendrá en juicio contra sus enemigos (los Caldeos en Habacuc, y los judíos incrédu­los en Hebreos) en el tiempo apropiado (según los planes de Dios), y aunque los arrogantes serán castigados, los justos (por fe) vivirán.

         --"vendrá".  Véase versículo 25, comenta­rios.  Probablemente la "venida" a que se re­fiere aquí es la providencial de Cristo para des­truir a Jeru­sa­lén. Era un evento cercano (70 d. de J. C.) que fue precedido por muchas persecuciones para los cristianos (Luc. 21:12-19). Se les exhortaba ser pacientes en estas persecuciones temporarias (Lucas 21:19), porque cuando "viniera" el Hijo de Hombre para des­truir a Jerusalén (Lucas 21:27), ellos ten­drían "redención" de esas perse­cuciones (Lucas 21:28), pues la caída y destrucción de Jerusalén puso fin a ellas.

         Si esta epístola fue escrita en 63 d. de J.C. (véase Introducción, III), el evento refe­rido arriba sucedió siete años después de ha­berse escrito.

         El punto de este pasaje, pues, es que no era remoto el tiempo de su rescate de la perse­cución y las pruebas.  La historia secu­lar re­gistra cómo huyeron de Jerusalén los cristianos (según man­dato de Cristo, Luc. 21:21) y esca­paron así de la destrucción que vino sobre los judíos incrédulos.

         Si esta "venida" (como el "día" que "se acer­ca", versículo Hebreos 10:25) se refiere a la segunda ve­nida per­sonal de Cristo en el día final, en­tonces la exhortación sigue siendo la mis­ma, pues es breve el tiempo de prueba comparado con el de la re­compensa (la vida eterna), y así relativa­mente es "pronto" que volverá Cristo.  Compárese .1 Cor. 7:29.

         --"Mas el  justo  vivirá  por  fe".   Véase Hab. 2:4.  Esto también se cita en Rom. 1:17 y Gál. 3:11.  ¡La fe es esencial para salvación!  ¡Cuando nos deja la fe, nos deja también la vida espiritual! El objeto del autor es per­suadir y animar a los her­manos he­breos a no aposta­tar, sino ser fuertes en la fe, con­fiando en Dios para la salvación eter­na.  El que continúa en "plena certidumbre de fe" (v. Hebreos 10:22) vivirá, por­que es en la base de fe que el justo vive.

         --"Y si retrocediere, no agradará a mi alma".  Véase Hebreos 6:4-8.  Si el hombre justo, que vivía por fe, re­trocede, o se retira de la fe (en Jesucristo), entonces esto no le agradará a Dios. El re­ne­gado no llevará con­sigo el “galardón” (versículo Hebreos 10:35).

10:39 -- Véase Hebreos 6:9.

         --"Pero nosotros no somos de los que retro­ceden para perdición". ¡Hay quienes lo hacen! Los calvinistas creen al contrario.  Véase 6:6, comentario sobre "recayeron".  Sí podemos caer de la gracia y ser perdidos.

         --"sino de los que tienen fe para preserva­ción".  La palabra griega peripoiesis, aquí tra­ducida "preser­vación", significa poseer, ganar, ad­qui­rir, alcanzar. Aparece en .1 Tes. 5:9 y en .2 Tes. 2:14, donde se traduce "alcanzar".  Por la fe continua el justo alcanza, o gana, su vida.  Esta es la vida eterna.

         --"del alma". Aunque aquí los traductores dicen "alma", traducen la misma palabra (psuche) "vida" en Mat. 10:39; 16:25, 26.  Es por la fidelidad (fe) hasta la muerte, sopor­tando toda clase de prueba y aflicción, que el hombre justificado por Dios, gana su vida.  Retroceder es perder la vida.

HEBREOS 11

         Resumen:  El capítulo 10 termina, exhor­tando a los lectores a perseverar en la fe, como el único medio de evitar la apos­tasía y la perdición subsecuente.  Ahora este capítulo describe la naturaleza y los triunfos de la fe.  Siendo he­breos los lecto­res, el autor apunta a las Escrituras del Antiguo Testamento que na­rran eventos en las vidas de los antiguos, de la dispensa­ción pa­triarcal y la mosaica, los cuales ilus­tran la necesi­dad de la fe para agradar a Dios y recibir buen testimonio de él.  ¡En toda época la fe ha sido el medio por el cual el hombre ha agradado a Dios y por fin re­cibirá la vida eterna!  La fe es el po­der que hace ven­cer al mundo (1 Jn 5:4).

11:1 -- Esta es la definición bíblica de la fe.

         --"Es, pues, la fe la certeza".  "Sustancia", dice la versión antigua de Valera, y la Hispanoa­mericana. "Seguridad", dice la Mo­derna.  La palabra griega es jupostasis.  Se emplea en Hebreos 1:3 ("sustancia") y en Hebreos 3:14 ("confianza").  Los otros dos textos donde aparece son .2 Cor. 9:4; 11:17. Está com­puesta de dos partes: jupo = bajo, y sta­sis = estar, o pararse. Literal y primaria­mente quiere decir lo que sostiene como fundamento.  La fe es, pues, la confianza firme y bien basada respecto a los objetos de la esperanza.  La fe da sustancia a lo que se es­pera y no se ve todavía.

         --"de lo que se espera" = las bendiciones espiri­tuales ahora y en el futuro, en el cielo.

         --"la convicción", de la palabra griega elegkos, que aparece sola­mente aquí y en .2 Tim. 3:16 ("redargüir"), ("reprensión", versión Moderna).  Quiere de­cir una prueba o demos­tración de alguna pro­posición, y luego convicción o persua­sión.  Se traduce "reprensión" en .2 Tim. 3:16, porque la Palabra de Dios es una prueba que convence al pecador de su cul­pa.

         --"de lo que no se ve", de tiempo pasado (por ej., versículo 3), presente o futuro.  En particu­lar se refi­ere la frase a la existencia de Dios, del cielo y de las glorias prometidas tocante a la resurrec­ción de los muertos y la vida eterna.

         La fe es un argumento convencedor para la mente. No es buen argumento, o prueba, toda fe, pues la fe en todo caso de­pende de la eviden­cia.  Pero la fe del cris­tiano se basa en las evi­dencias incontrover­tibles y abundantes de la Palabra de Dios (Rom. 10:17).  Ahora si es falsa la Biblia, es falsa nuestra fe en las cosas no visi­bles.  Pero los ataques de los incrédulos a través de los siglos no han podido destruir la ve­racidad de la Biblia.

         Muchos tiene "fe," pero no en la ver­dad.  Eva creyó a Satanás, quien le engañó con una mentira ("no morirás"). Presentó él una mentira como si fuera la verdad.  De igual ma­nera mu­chos creen una mentira hasta la fecha (2 Tes. 2:11). Sin la fe (en cualquier campo de creencia) estaríamos limitados al mundo an­gosto de los cinco sentidos    (gustar,   tocar,   ver,   oír,   oler).  ¡Nadie se limita así, ni el profesado ateo!  Todo el mundo ejerce la fe.  Pero una dada fe no pue­de ser más válida que la eviden­cia en la cual se basa.  Nótense las varias refe­rencias en este capí­tulo a cómo por la fe "se vieron" cosas no visi­bles (versículo Hebreos 11:3,7,13, etcéte­ra).

 11:2 -- "porque".  La experiencia de los anti­guos comprueba que la fe tiene el poder de reali­zar lo no visto.

         --"por ella alcanzaron buen testimonio" de parte de Dios, y el Espíritu Santo ha registrado en el Antiguo Testamento sus hechos de fe. Bajo cir­cunstancias difíciles mostraron gran con­fianza en la Palabra de Dios y por su fe logra­ron soportar las aflicciones y ver de lejos la recom­pensa de su fe (versículo Hebreos 11:11).

         --"los antiguos" = todos los héroes de fe mencionados en este capítulo desde Abel hasta los macabeos.  Aquí aparece la pala­bra griega presbuteros, de la cual te­nemos la palabra "anciano"; pero se em­plea aquí, no en sentido de título ni en el de persona de gran edad, sino en el de antiguos de tiempos pa­sados. En este sentido se emplea en Mat. 15:2; Mar. 7:3,5.

         Si los lectores quieren hallarse en esta lista de "los antiguos", ¡que presten aten­ción a Hebreos 10:39!

11:3 -- "Por la fe entendemos" que el origen de las cosas es según Gén. 1:1.  La teoría de la evolución no explica el origen de las cosas, ni puede la ciencia verdadera trazar las cosas visibles hasta su origen.  La palabra creativa de Dios no está suje­ta al experimento científi­co, pero sí es el objeto de la fe.

         --"haber sido constituido el universo".  Véase Hebreos 1:2, comenta­rio.

         --"por la palabra de Dios". Véase Hebreos 1:3, co­mentario.  No se hace referencia aquí al Logos (el Verbo), el Agente de la creación (Hebreos 1:2; Jn. 1:3), sino al mandato del Verbo que trajo a la existencia todas las cosas (Gén. 1:3, etcétera; Sal. 33:6,9).  La palabra griega en este versículo, tra­ducida "palabra", es rhema, que signi­fica una declara­ción o palabra hablada; una vo­luntad ex­presada; un mandato.  Véase Luc. 5:5, por ejemplo.

         --"de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía" = la creación vi­sible no fue for­mada de materiales preexis­ten­tes.

11:4 -- "Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín". Véase Gén. 4:3-5.  El sacrificio de Abel se basó en la revela­ción de Dios (Rom. 10:17). Caín siguió la razón humana e ig­noró la reve­la­ción divina, y por eso ofreció un substituto, o sea, una obra de mérito humano.  Dios no lo aceptó.  Compárese .1 Sam. 15:22.

         --"por lo cual alcanzó testimonio".  Véase Gén. 4:4.  La manera en qué Dios lo hizo no está reve­lada.

         --"de que era justo".  Compárense Mat. 23:35; .1 Jn. 3:12.

         --"dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella"; es decir, por su fe ejemplar registrada en las Sagradas Escrituras.

11:5 -- Véase Gén. 5:21-24. Enoc mostró una vida de fe. "Caminó Enoc con Dios".  (De Noé se registra lo mismo, Gén. 6:9).  Compárese .2 Cor. 5:7.  Caminar con Dios = agradar a Dios.  Su traslación es un testi­monio continuo del hecho de que los justos por la fe vivirán.  Judas 14,15 nos informa que Enoc era predicador y profeta.

         --"Por la fe Enoc fue traspuesto".  Tenemos un caso seme­jante en .2 Reyes 2:1,11.

         --"para no ver muerte" = no experi­men­tar muerte como lo hacen los hombres.  La palabra "ver" se emplea para decir "experimentar" en tales pasajes como Luc. 2:26; Jn. 8:51.  El caso de Enoc y Elías seme­ja a lo dicho en .1 Cor. 15:52 y .1 Tes. 4:17.

 

11:6 -- Enoc agradaba a Dios (versículo 5), porque era hombre de fe en su vida diaria.  Se si­gue, pues, que sin la fe es imposible agra­dar a Dios.  Enoc es de veras un ejemplo sobresaliente de hombre de fe, pues su fe en el Dios no visible, y en el galardón no visible, agradaba a Dios y le trajo a Enoc la traslación milagrosa.  Es la fe lo que no de­bemos perder (Hebreos 10:35).

         --"Pero sin fe es imposible agradar a Dios".  La confianza (fe) es lo que cualquier padre espe­ra de su hijo, cualquier cónyuge de su compa­ñero, o cual­quier hombre de su prójimo, si ha de haber relaciones agrada­bles.  Sin fe es im­posible agradar a Dios porque el incrédulo no va a ha­cer lo que Dios manda, y de la manera que él man­da.  La fe en la existen­cia de Dios, y en la re­compensa que dará Dios al creyente obe­diente, es lo que con­duce al hombre a hacer lo que él manda y cómo él lo manda.

         --"porque es necesario que el que se acerca a Dios" (como adorador, nótese Hebreos 7:19) crea dos co­sas: (1) "que le hay" (es decir, creer en la exis­tencia de Dios); (2) "y que es galar­don­a­­dor de los que le buscan" (literalmente, uno que entrega sueldo.  Véase Hebreos 10:35, comentario, y compárese Gén. 15:1).

 

11:7 -- Véase Gén. 6:5-22.

         --"Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó".  La fe bíblica y la obediencia no pueden ser separadas.  Nótese Rom. 1:5, "la obediencia a la fe"; también, Rom. 1:8 juntamen­te con Hebreos 16:19.  Véase Hebreos 8:5, comenta­rio sobre la misma pala­bra griega para decir “advertir.”  Pasaron ciento veinte años en­tre la advertencia y el cumplimiento, cosa que demandó gran fe de parte de Noé.

         --"cosas que aún no se veían".  (Nótese versículo 1, "lo que no se ve").  No tenía Noé nin­guna ra­zón humana (filosófica, científica, etcétera) para creer que habría un gran di­luvio que cu­briría las montañas más altas. ¡Nunca había habido tal cosa! La "experiencia na­tural" de unos 1600 años estaba en contra de tal posibilidad.  La Palabra de Dios fue la única base de la fe de Noé, y con que po­dría responder a los "críticos" incrédulos de su tiempo. Si los "críticos" modernos nie­gan la historicidad del diluvio bíblico, se­guramente en los tiempos de Noé algunos negaban la posibili­dad de tal evento.

         --"con temor". Véase Hebreos 5:7, comentario, donde aparece la misma palabra griega.  No fue miedo de ser ahogado, sino temor de Dios, que es respeto o reverencia.  Todo el mundo "es movi­do" por algún motivo o fuerza.  ¿Que nos mueve a nosotros?  ¿La popularidad?  ¿La codi­cia?  ¿La vanagloria?  Noé fue movido ¡por el temor de Dios!

         --"preparó el arca en que su casa se salvase".  Véase .1 Ped. 3:20.

         --"y por esa fe condenó al mundo".  Compárense Mat. 12:41,42; Rom. 2:27.  Todo el mundo que presta atención a lo que Dios dice, por su fe obediente condena a los que no prestan atención.  Por ciento veinte años tuvo el mundo la oportunidad, no de preparar arcas, sino de arrepentirse (para que Dios no enviara el diluvio.  Compárese Jonás 3:5-10), pero no prestaron atención a la predicación de Noé (2 Ped. 2:5).

         --"y fue hecho heredero de la justicia".  Véase Hebreos 6:17, comentario sobre "herederos".

         --"que viene por la fe".  Véase Rom. 3:21,22.  En este pasaje, más bien "según  (kata) la fe", como dice la versión Hispano­americana, o "conforme a la fe", como dice la versión Moderna.  En Romanos (por ej., Hebreos 1:17; 9:30; 10:6, según el tex­to griego) la jus­ticia es de fe (ek pisteos).  Esto indica que la fe es la fuente de la justicia.  En Rom. 3:30, es por me­dio de la fe, dia tes pisteos.  En este caso la fe es el instru­mento que trae la justicia.  Aquí en Heb. 11:7 es "según la fe", kata pistin; es decir, la justicia es conforme a la fe, consistente con ella, o de acuerdo con ella.

11:8 -- Véanse Gén. 11:3-12:4; 15:7; Hech. 7:2,3.

         --"Por la fe Abraham, siendo llamado, obe­deció". Véase versículo 7, primer comentario. Ejer­ció Abraham esa "convicción" respecto a una he­rencia no visible (y de la cual no tenía ningún conocimiento per­sonal), pero sí prometida por Dios (y por eso "lo que se espera", versículo 1).  Véanse Gén. 15:6; Romanos capítulo 4.

         Por la misma fe el cristiano camina ha­cia el cielo, la herencia prometida pero no visi­ble para el cristiano.

11:9 -- Toda la vida de Abraham era una de fe, de confianza, en la palabra de Dios.  Durante su vida la tierra prometida no era suya (Hech. 7:5).  Sabía Abraham que des­pués sus descen­dientes la recibirían en rea­lidad (Gén. 15:7,8,16,18-21).  Por eso no edificó ninguna ciudad en ella, sino moraba en tiendas como extranjero en estancia temporaria.  Véanse Gén. 23:4; 47:9.

         --"la tierra prometida". Véase Gén. 12:7; 13:15; 15:8-21. La fe les inspiró a Abraham, a Isaac, y a Jacob, a soportar con paciencia su vida incierta como extranjeros, porque les aseguraba un hogar permanente en el futuro (versículo Hebreos 11:10, 14-16).

         --"coherederos de la misma promesa".  Véase Gén. 26:3,4; 28:4,13,14.

11:10 -- "porque esperaba la cuidad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios". Tiene fundamentos; es de­cir, perma­nencia (porque fue edificada por Dios, y no por el hombre), cosa que no te­nían sus tien­das. Compárese Apoc. 21:14.  De esta ciudad es Dios el arquitecto, cons­tructor, y preparador (versículo Hebreos 11:16).  Véanse Hebreos 12:22; 13:14; Gál. 4:26; Apoc. 3:12; 21:2,10; 22:19. Consiste esta ciu­dad en la co­muni­dad de los creyentes fieles.  La "tierra de promesa" (Canaán) era tipo o figura de la celes­tial (la vida eterna en los cielos).  La fe de Abra­ham veía lo no visto; "vio" la ciu­dad celes­tial (versículo Hebreos 11:1; .2 Cor. 4:16-18).

11:11 -- "Por la fe también la misma Sara".  Ella que antes no ha­bía creído (Gén. 18:11-15), ahora sí creyó y como consecuencia pudo concebir. Tenía como 90 años de edad (Gén. 17:17), y ya no podía con­cebir según las leyes naturales (Gén. 18:11; Rom. 4:19). Sola­mente la fe le pudo guiar a aceptar la promesa de Dios respecto a un hijo.

         --"porque creyó que era fiel quien lo había  prometido". La fidelidad de Dios fue la única base de la fe de Sara.  Según lo que se veía, era imposible.  Pero la fe es la con­vic­ción de lo que no se ve (versículo 1).

11:12 -- Véanse Gén. 15:5; 22:17; (Hebreos 12:2); Deut. 1:10; Rom. 4:18-21.

         --"ése ya casi muerto".  Véase Rom. 4:19.

 

11:13 -- "Conforme a la fe" = en el ejercicio de fe, o según una vida de fe. Murieron co­mo vi­vie­ron: con fe, creyendo que siempre re­cibirían las bendiciones de las promesas.

         --"todos éstos".  Véase versículo Hebreos 11:9.  Estos re­cibie­ron las promesas (Gál. 3:16).

         --"sin haber recibido lo prometido".  Reci­bieron las promesas verbalmente, pero no el cumpli­miento de ellas.  Se refiere en parti­cular a la venida del Mesías (la simiente prometida, Gál. 3:16) y a la descendencia espiritual (los redi­midos en Cristo, Efes. 1:14).

         --"de lejos" es una frase respecto a tiempo, y no a distancia.  Compárese Jn. 8:56.

         --"creyéndolo y saludándolo"; es decir, en cuanto al cumplimiento de las promesas.

         --"confesando que eran extranjeros y pere­grinos sobre la tierra".  Véanse Gén. 23:4; 47:9; Sal. 39:12.

11:14 -- Por palabra y hecho estos pa­triarcas de­clararon que buscaban una residencia perma­nen­te y fija, una patria propiamente suya.  En el mundo eran peregrinos.  Su pa­tria, pues, no había de ser de este mundo, de esta tierra.  No podía ser el Canaán lite­ral, sino el celestial.

11:15 -- Abraham e Isaac enviaron a la tierra de donde había salido Abraham (de Ur de los cal­deos, Gén. 11:28; Hech. 7:2-4; de Me­sopotamia, Gén. 24:10; y de Padan-aram, Gén. 28:2) para conseguir esposas para sus hi­jos.  Tenían, pues, oportunida­des para volver a esa tierra y a vivir así con más comodidades, pero ¡no lo hicieron! (Lo mis­mo se puede de­cir en cuanto al cristiano hoy en día: tiene mu­chas oportunidades pa­ra volver al mundo, cosa que hacen mu­chos porque no andan por fe).  Véase Gén. 24: 5-8.

11:16 -- "Pero anhelaban una mejor" que Canaán o aún que Mesopotamia.

         --"esto es, celestial". El objeto de sus anhe­los y ex­pectaciones no era la tierra de Canaán, ni la de Mesopotamia.  Dado que no volvieron a Mesopotamia, y se consid­eraban peregri­nos en Canaán, obviamente buscaban una tierra celes­tial.

         --"por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos". Debido a su gran ex­presión de fe, Dios tomó sobre sí el nombre de "Dios de ellos" (Gén. 17:7; 28:13; 32:9; Ex. 3:6,15; 4:5; Mar. 12:26).

         --"porque les ha preparado una ciudad".  Véanse Hebreos 6:15; 9:15; 11:10, comentario.  Les pre­paró, dice el texto griego, empleando el tiempo pretérito. Es decir, en sus consejos y propósitos eternos, Dios sabía (la presciencia) que les daría la vida et­erna en los cielos a conse­cuencia de su fe.  Compárese Mat. 25:34.

         Este pasaje hace evidente que estos pa­triar­cas creían en la inmortalidad del alma.  Además entendían que las promesas tenían aplicación espiritual, pues en cuanto a Canaán literal no se les permitió poseerlo, "ni aun para asentar un pie" (Hech. 7: 5).  Su gran fe les condujo a espe­rar el cumpli­miento de las pro­mesas en el mundo veni­dero, o celestial.

11:17-18 -- Véase Gén. 22:1-19.

         --"Por la fe Abraham, cuando fue probado,  ofreció a Isaac"; es decir, mostró que es­tuvo dispuesto a hacerlo, y que lo habría he­cho si Dios no les hubiera restringido (Gén. 22:11,12).  Para Abraham el hecho ya era su­ceso, tan com­pletas fueron sus inten­ciones de ofrecerle. Men­talmente, sucedió el sacrificio.  Véase Gén. 22:16.

         --"y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito".  La grandeza de la fe de Abraham se evidencia en que iba a qui­tar la vida del único hijo suyo, de quien dependía la pro­mesa de Dios de que Abraham tuviera una des­cendencia nume­rosa (Gén. 17:17-21; 21:12). Pero no dudó del man­damiento de Dios que pa­reció con­tradecir a los mismos pro­pósitos de Dios.

         Según Rom. 9:6-9, el significado com­ple­to de la palabra "descendencia" para Abraham en Isaac es la espiritual por medio de Cristo Jesús.

11:19 -- "pensando que Dios es pode­roso para levantar aun de entre los  muertos".  La fe de Abraham en el poder de Dios de resucitar (aunque nunca había visto caso de esto, versículo 1) le condujo, no meramente a matar a Isaac, sino a ofrecerlo a Dios en sacrificio.

         --"de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir". Dice la versión Moderna, "de donde también le volvió a reci­bir en parábola". Así dice el texto grie­go lite­ralmen­te. Isaac no murió literalmen­te; por lo tanto no pudo ser re­sucitado lite­ralmente. Pero práctica­mente (en cuanto a la mente de Abraham) murió, y cuando por fin Abraham le llevó del altar, fue como si hubiera sido resu­citado de los muertos.  La "muerte y resurrec­ción" de Isaac fue parabólica, y no literal, y apunta a la muerte y resurrección del único Hijo de Dios, Jesucristo.

11:20 --         Véase Gén. 27:26-40.  Las bendiciones que Isaac dio a Jacob y a Esaú, concernien­tes a ellos y a sus descendientes futu­ros, fue un he­cho de confianza, o fe, de que Dios cumpliría las bendiciones envueltas.  La fe fue la única base en la cual pudo Isaac de­clarar las bendi­ciones, por­que las circuns­tancias naturales y las probabilida­des hu­manas no apuntaban a tales fortunas.

11:21 -- Véase Gén. 47:31 Gen. 48:1-20.

         --"adoró apoyado sobre el extremo de su  bordón".  Véase Gén. 47:31.  Porque creyó que serían llevados sus hue­sos de Egipto para ser sepultados en Canaán, expresó su gratitud a Dios, inclinándose para adorar. Según Génesis, adoró antes de bendecir a los dos hijos de José.  El punto en este texto de Hebreos es que hizo Jacob dos cosas por fe: a saber, bendijo y adoró.

         Dice el texto hebreo (en Gén. 47:31), "se inclinó sobre la cabecera de la cama".  Pero la versión de los Setenta, la cual cita aquí en Heb. 11:21 el autor de esta epístola, dice "bordón" en lugar de "cama".  (En cuanto a su bordón, véase Gen. 32:10, "cayado", o "bordón" según la ver­sión Valera antigua).  Las mismas letras he­breas que forman la pala­bra para "cama", forman también la palabra para "bordón", con la dife­rencia de algunos puntitos para indicar diferencia de vocal.  Es más probable que la palabra co­rrec­ta es "bordón", según la versión de los Setenta, y Heb. 11:21.

11:22 -- Véase Gén. 50:22-26. Su man­­damien­to tocante a sus huesos mostró su gran fe en la promesa de Dios respecto a la posesión de Canaán de parte de los israelitas (Gén. 12:7; 15:13,14).  Véanse Ex. 13:19; Jos. 24:32. Su prosperidad en Egipto no disminuyó su fe en los planes de Dios.  Aun­que fue el se­gundo en mando en Egipto, y considerado toda su vida de adulto como egipcio, y me­reciendo una se­pultura de honor nacional, dio el manda­miento que probó que él se consideraba todo el tiempo como peregrino en Egipto. ¡Qué fe más grande en lo que no se veía!

         Jacob, el padre de José, dio un manda­mie­n­to semejante y por la misma razón.  El fue se­pultado en Canaán inmediatamente después de morir (Gén. 50:1-14), y José después del éxodo.

11:23 -- Véase Ex. 1:22--2:10.  Según Hech. 7:20, este niño fue "agradable a Dios".  Esto indica que por la fe los padres de Moisés vie­ron que Dios haría uso de él.  Además, su de­sobediencia a Faraón se basaba en su temor de Dios (Ex. 1:17).  Compárense Hech. 4:19.  Cuando ya no podían escon­derle más en la casa, pusieron su confianza en Dios al poner al niño a solas en la arqui­lla.  Compárense Sal. 27:10.

11:24 -- Véanse Ex. 2:11; Hech. 7:22-25. Tentados los hermanos hebreos a volver a la ley de Moisés, se les recuerda que el mismo Moisés es un gran ejemplo de la fe, aún en Cristo (Jn. 5:45-47).

         La decisión de Moisés fue basada en su fe.  No es de suponerse que hizo él una de­cla­ración formal de su decisión, sino sola­mente al dejar la corte y casa real e identifi­carse con sus herma­nos, los israelitas, por­que eran el pueblo de Dios y porque creía en los planes de Dios para ese pueblo. Era acto de fe, porque las cir­cunstancias del momento no indicaban nada de bueno para el pueblo judaico.  El no andaba por vista sino por fe.

11:25 -- Véase Hech. 7:22-25.  Estas opciones  se presentaron a Moisés: (1) gozar de su alta posi­ción en Egipto, con sus honores, repo­sos y place­res carnales, y esto tempo­ralmente (por una vida física, que a lo mejor es breve--Job. 9:25,26; Sant. 4:14; 5:5), o (2) gozar de las bendiciones eternas pro­metidas por Dios a Abraham y a sus des­cendientes, aunque por el momento y por un tiempo breve (2 Cor. 4:17) tuviera que sufrir grandes sacrificios personales y aflicciones. ¡Por fe hizo su decisión!  No an­daba Moisés por vista, sino por fe. Su fe le condujo a creer las verdades declaradas en Job 20:5 y Sal. 112:6.

11:26 -- "teniendo por mayores rique­zas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios." El participar Moisés en los sufrimien­tos tales como su­frió Cristo, y por las mismas razones que los sufrió Cristo, era para él mayor riqueza que los teso­ros de los egipcios. Escogió su­frir estas aflic­ciones con el pueblo de Dios porque creía en los propósitos de Dios res­pecto a la salvación.  Escogió tener co­mu­nión con los sufrimientos de Cristo (Fil. 3:10; .1 Ped. 4:13,14; compá­rese Col. 1:24).

         --"porque tenía puesta la mirada en el  ga­lardón". Véase Hebreos 10:35. Miró Moisés al galardón y reposo ce­lestial, del cual era tipo la tierra de pose­sión que le fue pro­metida a Abraham y a su descen­dencia. Compárese .2 Cor. 4:18.

11:27 -- "Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey". ¿Cuándo dejó a Egipto?  Hay tres in­terpretaciones principales, las cuales aho­ra nota­mos:

         (1) Ex. 2:14,15, cuando huyó de Egipto y fue a Madián. "Moisés tuvo miedo".  Pero se explica que son relativos los "miedos" de los pa­sajes (Ex. 2:14 y Heb. 11:27). Tuvo miedo res­pecto al descubrimiento del egipcio muerto.  Es un miedo natural, como lo tuvieron los pa­dres hebreos al mandato del rey (Ex. 1:16).  Pero no tuvo miedo del rey en cuanto a su huida de Egipto, dejan­do la casa real, como tampoco los padres de él no temieron esconder al niño Moi­sés.  Esta salida de Egipto precedió a la insti­tu­ción de la Pascua, y Heb. 11:27,28 menciona tal orden de eventos.

         (2) Ex. 10:28,29, cuando salió con todo el pueblo para no volver.  Esta vez no hubo miedo alguno en conexión con la salida.  En cuanto a lo de la Pascua, el orden de even­tos no es punto de importancia en el relato en Hebreos 11.

         (3) La "salida" de Egipto en el sentido de dejar de identificarse como egipcio (men­cionado en el versículo Hebreos 11:24) e identificarse con los israelitas.

         --"porque se sostuvo como viendo al Invisi­ble". Compárese Hebreos 11:1. Moisés creía tan­to en Dios y en la vo­luntad de Dios para su vida como si le hu­biera podido ver a Dios con los ojos físi­cos. No mi­raba a Faraón ni a lo del momento, sino al Invisible y a los decre­tos divinos respecto a la posesión de Canaán por los israelitas, y a la re­com­pensa eterna. (Los dioses egipcios eran vi­sibles.  Los egipcios eran idólatras. Moisés ser­vía al Dios ver­dadero, quien es invisible.)

11:28 -- Véase Ex. 12:1-18.

         --"Por la fe celebró", o instituyó (dice la versión Hispanoamericana, margen) "la pas­cua".  Este acto de parte de Moisés manifestó su fe en la Pascua de Jehová como el medio por el cual escaparían los israelitas de la muerte de los pri­mogénitos. (Esta pascua era tipo del "Cordero de Dios" cuya san­gre fue derra­mada para el rescate nuestro de la muerte eterna, .1 Cor. 5:7).

         --"y la aspersión de sangre".  Véase Ex. 12:7,22.

         --"para que el que destruía a los primogéni­tos nos los tocase a ellos".  Véase Ex. 12:23.  Compárense .1 Cr. 21:12,15; Sal. 78:49; .1 Cor. 10:10.

11:29 -- Véase Ex. 14:15-32.  La pro­mesa de Dios produjo fe, y Dios cumplió con su pro­mesa.  El suceso en el Mar Rojo sirvió para salvación a los creyentes (los israelitas), y para destrucción para los incrédulos (los egipcios).  ¡Dios reina! A no­sotros nos toca creer.

11:30 -- Véase Josué capítulo 6.  La fe ve lo in­visible (Hebreos 11:1). Por medio de la fe los israeli­tas pudieron ver de antemano lo que sus ojos físi­cos vieron aquel séptimo día cuan­do cayó el muro de Jericó.  Seguramente se sentían muy seguros los habitantes de Jericó al ver a los is­raelitas mar­chando en silencio cada día. Segu­ramente lanza­ron burlas, pues no se toman ciu­dades en esa forma.  Pero los caminos de Dios no son según los nuestros (Isa. 55:8,9).  Los hom­bres emplean sitios y ataques directos y armas materiales.  Dios no depende de es­tas cosas.  Compárese .2 Cor. 10:4. La toma de Jericó fue puramente mila­grosa, y la fe les trajo a los israelitas la victoria.

11:31 -- Véanse Jos. 2:1-21; 6:22-25; Sant. 2:25; Mat. 1:5.

         --"Por la fe Rahab la ramera no pereció".  Compárese Mat. 21:31.  La fe convierte. Pero el autor de esta epísto­la no está recomendando el carácter pasado ni todo hecho de Rahab, sino su fe en este nego­cio de recibir a los espías israeli­tas. Fue ex­cepcional  su  fe,  ha­biendo  sido  ella una pagana.  Santiago menciona a Abra­ham y a Rahab para ilustrar la clase de fe que salva. Esto es singu­lar.

         Sabía ella lo que Dios iba a hacer, ¡y creyó! Corrió el riesgo de ser muerta por sus compatrio­tas, porque "veía" por la fe lo que no se veía; es decir, la destrucción de Jericó y la conquista final de Canaán de parte de los isra­elitas. Se identificó con los israelitas, cre­yendo que Dios iba con ellos.  Llegó a ser una antepasada de Jesús en la carne (Mat. 1:5).

         --"juntamente con los desobedientes" = los que no cre­yeron que su ciudad caería para los israeli­tas, y por eso perecieron.

11:32 -- El autor reconoce que por falta de tiempo no puede seguir dando casos deta­llados que ilus­tran la naturaleza y los triun­fos de la fe.

         El orden de nombres en la lista de este versí­culo no es cronológico, pues el autor ins­pirado no está escribiendo un libro de historia. Tam­poco está alabando todo he­cho en la vidas de éstos, sino su fe que les condujo a victorias en la causa de Dios.

         Véanse los siguientes textos: Gedeón, Jue. 6:11--8:32; Barac, Jue. 4:1--5:31; Sansón, Jue. 13:2--16:31; Jefté., Jues. 11:1--12:7; David, .1 Sam. 16:1--.1 Reyes 2:11; Samuel, .1 Sam. 1:1--25:1.

         --"los profetas" mostraron gran con­fianza en Dios y en los mensajes y tareas que él les dio.

 

11:33 -- Estas cuatro expresiones dan evi­dencia del poder, no de la fuerza e iniciati­va humana, sino de la fe.

         --"que por fe conquistaron reinos".  Véa­se .2 Samuel 8.

         --"hicieron justicia".  Véanse .1 Sam. 12:1-4;. 2 Sam. 8:15; .1 Crón. 18:14.  Se aplica tam­bién a los rei­nados justos de los jueces.

         --"alcanzaron promesas" en casos indi­vidua­les (como por ejemplo, lo que dice Hebreos 6:15).  No se refiere al cumplimiento de la gran promesa de la venida y reinado del Mesías y de la vida eterna, como es referido en los versículos 13 y 39.  Dos ejemplos de esto los hallamos en .2 Reyes 19:14-34; 20:1-7.

         --"taparon bocas de leones".  Véanse Jue. 14:6; .1 Sam. 17:34,35;. 1 Cr. 11:22; Dan. 6:16-23.

11:34 --   "apagaron fuegos impet­uosos".  Véase Daniel capítulo 3.

         --"evitaron filo de espada".  Véanse .1 Sa­muel 19 (David); .1 Reyes 19:1-8 (Elías); .2 Reyes 6:8-23 (Eliseo); Jer. 36:26 (Jeremías).

         --"sacaron fuerzas de debilidad". En sentido fí­si­co, Ezequías sirve de ejemplo (2 Reyes 20:1-11); en sentido espiritual, sirven de ejem­plos Barac, Gedeón y Jefté.

         --"se hicieron fuertes en batallas".  Son ejemplos de esto Josué, Barac, David, etcétera

         --"pusieron en fuga ejércitos extranjeros".  Se hace re­feren­cia a las derrotas de los filisteos, de los moabitas, de los amonitas, etcétera.

11:35 -- "Las mujeres recibieron sus muertos mediante resur­rección". Véanse .1 Re­yes 17: 17,24; .2 Reyes 4:17-37.  Estos mi­lagros dependieron de la fe de estas mujeres.

         --"más otros fueron atormentados, no acep­tando el rescate, a fin de obtener mejor resurrec­ción". Sufrieron torturas hasta la muer­te.  Parti­ciparon en la resurrección a la vida eterna y por eso es una mejor que aquéllas que fueron para la vida física.

         Rehusaron negar su fe para ser liberta­dos de sus torturas. Estuvieron bajo sen­tencia de muerte y negar su fe les habría traído algo como si fuera una "resurrección" de los muer­tos. Pero no lo quisieron, sino la resurrección que es mejor que aquélla.  Algunos entienden que éste es el sentido de la expresión, "mejor resurrección".

11:36 -- Para algunos ejemplos de esto, véan­se Jueces 16:25; .1 Reyes 22:27;. 2 Cr. 16:10; 36:16; Jer. 20:1-7; 32:2,3; 37:15; 38:6-13.

11:37 -- "Fueron apedreados".  Véanse .1 Reyes 21:1-16; .2 Crón. 24:20-22; Mat. 21:35; 23:35,37.

         --"aserrados". 2 Sam. 12:31 menciona es­­ta clase de castigo. Dice la tradición ju­daica que así fue muerto Isaías por el rey Manasés.

         --"puestos a prueba".  Sus perseguido­res trataron de obligarles a negar su fe en Dios, antes de matarlos.  Esto aumentó sus sufri­mientos y aflicciones.

         --"muertos a filo de espada". Véanse .1 Sam. 22:11-22; .1 Reyes 19:10; Jer. 26:23.

         --"anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados,  maltratados".  Véanse .1 Reyes 1:8; 17:3-9; 19:3-14.

11:38 -- "de los cuales el mundo no era digno".  El mundo no era digno de aquellos cre­yentes a quienes les juzgó indignos de él. Compárese Hech. 22:22. Aunque esta­ban en el mundo, no eran del mundo.  Compárese Juan 17:14.

         --"errando por los desiertos, por los mon­tes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra". Véanse .1 Sam. 24:3; .1 Reyes 18:4.

11:39 --"Y todos éstos, aunque  alcanza­ron buen testimonio mediante la fe". Véanse versículo Hebreos 11:2, 5.

         --"no recibieron lo prometido". Véase versículo Hebreos 11:13; y también Hebreos 10:36.  Tiene que ver con la obra redentora del Mesías y con todo lo que espera­mos pero todavía no vemos (versículo 1). Es la vida eterna con Dios por toda la eternidad. Considérense Mat. 10:32; Apoc. 3:5; Mat. 25:34-40; Jn. 6:40; Fil. 3:21.

11:40 -- "proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros" = el mejor pacto estable­cido sobre mejores promesas (Hebreos 8:6), que es el Nuevo Testamento con el perdón de peca­dos y oferta de resurrección a vida eterna.  De esto ha estado hablando el autor a tra­vés de su epístola. Los antiguos alcanzaron buen testi­monio median­te la fe (versículo 39), pero no alcan­zaron la "perfección", o estado completo, aparte de lo del Nuevo Testamento.  (El "estado completo" con­siste en la comunión plena con Dios por medio de la re­velación per­fecta-- Hebreos 1:1, el pacto me­jor-- Hebreos 8:6; y el sacrificio mejor de Jesucristo-- Hebreos 9:23).  Por eso, a los he­breos se les recuerda que noso­tros (los cristia­nos) tenemos la "cosa mejor", y por lo tanto es ridículo abando­narla para volver atrás a la ley de Moisés.

         --"para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros". La perfección de los anti­guos dependía esencialmente de las ben­diciones y privilegios que los mis­mos he­­breos gozaban por medio de la en­car­nación, sacrificio, expiación y mediación de Jesucristo. No podían los anti­guos ser perfeccionados aparte de noso­tros, porque su estado completo dependía de re­cibir las ben­diciones prometidas a los creyentes en Cristo.  Estas bendiciones son el perdón de peca­dos en realidad y la resu­rrección a la vida eterna.  Estas bendiciones no podían ser ofreci­das en realidad antes de la dis­pensación del evangelio, en la cual dispen­sación andamos noso­tros los cristianos.

         Los antiguos deseaban ver y oír lo que ahora nosotros vemos y oímos (Luc. 10:24; .1 Cor. 2:9,10).  Por eso el más pequeño en el reino de los cielos (la iglesia del Nuevo Testamento) es mayor que Juan el bautista (Mat. 11:11), en que vive el tal actualmente en el goce de las bendi­ciones, cosa que Juan y los antiguos nada más miraban con los ojos de la fe.

         Ahora, si los antiguos podían perseve­rar en fe, teniendo solamente la promesa de bendi­cio­nes futuras, ¡cuánto más debería­mos noso­tros perseverar fielmente, quienes tenemos participac­ión en el mismo sistema perfecto del Mesías (el evangelio del Nuevo Testamento)!

HEBREOS 12

         Resumen: Este capítulo continúa la exhor­tación del autor a sus lectores hebreos a perseve­rar en su carrera cristiana, recordándo­les del ejemplo de fe de los mu­chos testigos mencio­nados en el capítulo 11.  Les exhorta a siempre mirar a Jesús en su carrera (versículo Hebreos12:1:3).

         Les urge a soportar sus aflicciones y pruebas con resignación paciente, sabiendo que la disci­plina de Dios es para el bien de sus hi­jos (versículo Hebreos 12:4-11).

         Se les exhorta que renueven su ánimo y sus esfuerzos para andar derechamente en cora­zón y mente, y que ayuden a los más débiles para que nadie perezca (versículo Hebreos  12:12,13).

         En los versículos Hebreos  12:14-17 la exhortación es a an­dar en paz y pureza de vida, cuidando de no me­nospreciar sus privilegios y debe­res cristia­nos, porque ya perdidos no habrá cambio de determi­nación en la mente de Dios para tales almas.

         En la última sección (del Hebreos 12:18-29) les re­cuerda de la superioridad del Nuevo Pacto sobre el Viejo y mayormente de la permanen­cia del Nuevo.  Menospreciar los privilegios y deberes de membresía en este reino inconmo­vible, en lugar de servir a Dios con reverencia y temor porque la gra­titud en el cristiano así le impulsa, es traer sí la ira del que es fuego consumidor.

12:1 -- "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos".  La pa­la­bra "nube" simboliza aquí un número in­menso (Ez. 38:9).

         Los mencionados en el capítulo 11 que al­canzaron testimonio respecto a su fe (Hebreos 11:2,5,39), ahora en Hebreos 12:1 se presentan como testigos, cuyos hechos de fe están registra­dos en el Antiguo Testamento para ur­gir­nos a co­rrer fielmente como ellos corrie­ron.  Testifican con sus vidas de fe la eficacia de la fe para al­canzar la salvación eterna y así metafórica­mente se presentan como mirándonos en nues­tra carrera en la fe.

         Estos no nos miran literalmente desde el cielo para ver si estamos corriendo bien, sino como Abel (aunque muerto, como ellos tam­bién) por sus hechos registrados en las Escrituras él (y ellos) nos hablan acerca de lo que rea­liza y logra la fe.

         --"despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia".  En lugar de "asedia", dice la versión Moderna "cerca", y la Hispano­ame­ri­cana, "rodea". Como los pesos in­necesarios es­torban al atleta que corre, así tambi­én la incredu­lidad al cris­tiano.  Los afa­nes y de­seos pecamino­sos re­sultan de la incre­dulidad.  El ejercicio con­tinuo de la fe es la única seguridad de que no perdamos la carrera hacia la vida eter­na.  (La incredulidad era el pecado que princi­palmente "cercaba" a los hermanos hebreos.  Véanse capí­tulos 3 y 4).

         --"y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante".  Compárese .1 Cor. 9:24.

         Sobre la "paciencia", véase Hebreos 10:36, co­menta­rios.  La paciencia incluye tanto la per­sistencia y perseverancia activa como el so­porte pasi­vo.  Como los antiguos perse­veraban hasta reci­bir el premio, así corramos nosotros con perse­verancia hasta recibir el nuestro. Aquí la pa­ciencia es per­se­ve­rancia.  Muchos comienzan pero no termi­nan; no per­severan hasta el fin.

12:2 -- "puestos los ojos en Jesús". Aparte del es­tímulo para perseverar que propor­cionan los an­tiguos, también la grandeza y el ejemplo de Jesucristo se presentan aquí para esti­mular a los hebreos.  Quitar el cristiano los ojos (de la fe) de Cristo, para mirar a lo mundano, aunque sea por breve tiempo, es disminuir la velocidad en la "carrera".  ¡Ningún atleta quita la vista de la meta, o del blanco!  Mira hacia delante y corre con todo empeño.

         --"el autor".  Véase Hebreos 2:10, comentarios.

         --"y consumador (teleiotes)". Véase Hebreos 10:14, comentarios so­bre "hizo perfectos".  No aparece esta pala­bra en ningún otro texto del Nuevo Testamento.  Jesús es el Autor y Director de la fe y el que la comple­ta o perfecciona.  Es el "principio y el fin" en cuanto a la fe (el plan de salvación). Tiene toda pre­eminen­cia en esto.  Ahora como él sufrió fielmente para alcanzar el gozo puesto delante de él, así también nosotros suframos con pacien­cia (perseverancia) para alcanzar el gozo nuestro en el cielo.

         Además nos guía en la fe por su ejemplo que bien ilustra la naturaleza, el poder y la efi­cacia de la fe (el creer). Por eso debe­mos siem­pre mirar a él.

         --"de la fe" = el sistema de creencia en el evan­gelio del Nuevo Testamento. Se usa la palabra "fe" en este sentido objetivo en tales pasajes como Hech. 6:7; 13:8; 24:24; Gál. 1:23; 3:23; Judas 3; Apoc. 14:12.

         Este "sistema de creencia" requiere que crea el recipiente de sus bendiciones.  Rom. 1:17 ha­bla de la justicia de Dios que se basa en creer y se predica al hombre para que crea ("por fe y para fe").

         --"el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz".  Murió Jesucristo por no­sotros porque fue movido por el gozo de re­alizar la salvación del hombre perdido, como también por el de hacer la voluntad del Padre (Sal. 40:6,7; véase Heb. 10:5-7, comentarios).

         --"menospreciando el oprobio".  "Ver­güen­za", dicen las versiones Moderna e Hispa­no­americana.  La muerte por crucifi­xión era la más vergonzosa de todas en ese tiempo.  No obstante, Cristo no rehusó su­frir esa vergüenza (Fil. 2:8) para cumplir la voluntad de Dios fielmente.  ¡El es nuestro ejemplo su­premo de obediencia fiel!  Véase 5:8, comenta­rios.

12:3 -- No es Jesús solamente ejemplo qué seguir en la cuestión de la vida de fe, sino en el de la perseverancia en medio de provo­cación y opo­sición.

         --"Considerad a aquel que sufrió tal con­tra­dicción de pecadores contra sí mismo". Cristo sufrió (en paciencia) la "contradicción", o sea, toda la opo­sición de los incrédulos (hasta la muerte de cruz).  Ninguna oposición de pe­cado­res (en pa­labra o hecho) le hizo des­viarse del camino puesto delante de él.  Debemos conside­rar a Jesús, pues, para perseverar a pesar de las opo­siciones que encontramos en la vida y no per­der ánimo hasta el punto de dejar de andar se­gún Cristo.  Véase también .2 Tim. 2:8,9.  En cuanto a "contradicción", compárese Judas 11.

         --"para que vuestro ánimo no se canse hasta  desmayar".  Cuando el alma del cristiano se dobla bajo el peso de las pruebas y aflicciones de la vida, no hay nada que le ayude tanto a sopor­tarlo como mirar y considerar a Jesús.  Así hacía Pablo el apóstol, y así pudo decir lo de Col. 1:24.

12:4 -- Véase 10:32-36.

         --"Porque aún no habéis resistido hasta la  sangre".  Otros hermanos (como Esteban y Ja­cob, Hechos 7,12) ha­bían muerto por su fe en Cristo, pero los recipientes de esta epístola no habían teni­do que sufrir tanto y por eso estaban sin excusa si desmaya­ban en la vida cristiana.  Ellos tenían que com­batir la tentación principal de dejar su fe en el Mesías para poder aliviarse de las persecucio­nes de los judíos incré­dulos.

         Jesús es el ejemplo supremo de perse­ve­ran­cia a pesar de oposición "hasta la muerte de cruz". No se rindió a la tenta­ción de salvar la vida física para aliviarse del sufrimiento (Mar. 15:30-32).  Pero noso­tros, ¡qué fácilmente nos rendimos cuando nos toca el sufrimiento (aunque no sea "hasta la muerte")! Siempre triunfaremos si determinamos resistir al pecado "hasta la san­gre".

         --"combatiendo contra el pecado". El pe­ca­do se personifica aquí. Contra él (o en nosotros o en otros) tenemos que combatir (con agonía, dice la palabra griega), ¡porque él procura nues­tra muerte eterna!

12:5-6 -- Véase Prov. 3:11,12.  Compárense Job. 5:17; Apoc. 3:19.

         En la sabiduría de Dios las aflicciones sirven buenos propósitos en las vidas de sus hijos.  Son una indicación del cuidado paternal de Dios hacia los cristianos.  Ahora no aflige Dios a su pueblo por afligirlo, sino hace uso de las aflicciones para corregir,  casti­gar, o disciplinar, con el fin de hacer vol­ver a él a los que andan mal.

         La palabra traducida "disciplina" es de la voz griega paideia, y se em­plea en los versículos Hebreos 12:7,8 también.  En el versículo Hebreos 12:9, apa­rece la pala­bra paideutes, que significa "uno que cas­tiga".  En la carne tene­mos padres, como "castigadores". Dice nues­tra tra­ducción en español, "padres terrenales que nos disci­plina­ban".

         El verbo paideuo quiere decir (a) instruir, aconsejar, disciplinar, co­rre­gir, y apa­rece en este sentido en tales textos como Hechos 7:22; Efes. 6:4; .2 Tim. 2:25; Tito 2:12; (b) casti­gar, y apa­rece en este sen­tido en tales textos como .1 Cor. 11:32; .2 Cor. 6:9; Heb. 12:6; Apoc. 3:19.

         Compárense .2 Sam. 7:14; 12:13,14; Sal. 89:31-34.

         El castigo que emplea el padre para co­rregir a su hijo es un acto de amor.  El pa­dre lo hace para el bien del hijo.  De otra manera, no le amaría (Prov. 13:24).

         --"desmayes".  Es la misma palabra usa­da en versículo 3.

         Los hermanos hebreos, al inclinarse para atrás hacia la Ley de Moisés para evitar la per­secu­ción, probaban que estaban olvi­dando la lección de Prov. 3:11,12. Véase también Hech. 14:22.

12:7 -- "Si soportáis la disciplina".  Más bien dice la versión Hispano­ame­ricana, "Sufrís pacientemente para cor­rección ..."  El punto es que el pro­pósito del sufrimiento es que se corri­jan los hermanos en sus faltas.  El castigo correc­to es prueba de la relación con Dios que, como hijos, tienen los cristianos.  Además, sa­be­mos que la disciplina del Señor proviene del amor de Dios y es prueba de su amor.  De esto los her­manos he­breos se olvidaban.

12:8 -- En lugar de quejarse de la dis­ciplina co­rrectiva o desear evitarla completa­mente (cosa que probaría que son bastardos espiri­tuales, y no hijos de Dios), los cristia­nos deben tomar ánimo, reconociendo que la disci­plina es evi­dencia del amor de Dios y de nuestro estado de hijos de Dios.  Desear no ser discipli­nados es desear no ser hijos de Dios.  El bastardo es niño aban­do­nado por su padre, pero el hijo le­gítimo es criado en disciplina por el padre.

12:9 -- El caso de disciplina de parte de Dios no difiere en principio al del padre terrenal, quien castiga y disciplina a sus hijos y le reve­rencian y respetan.

         Dios disciplina al cristiano para su bien.  Compárese Deut. 8:3.

         --"que nos disciplinaban".  En lugar de verbo, en el texto griego la palabra es sus­tan­tivo ("castigadores").  Véanse los versículos 5 y 6, comen­tarios.

         --"¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus".  El hombre es más que cuerpo y aliento, o resuello.  Tiene espíritu del cual Dios es el Padre.  (Véanse Ecles. 12:7; Zac. 12:1). El cuerpo mue­re como su padre que lo en­gendró, pero el espíri­tu continúa como lo hace su pa­dre, Dios.  Es inmortal el alma, o espíritu.  Los materialistas harían bien en prestar más atención a este pasaje.      

         --"y viviremos?". La vida espiritual aho­ra  y por  la  eternidad  depende  de  suje­tarse a Dios, el Padre de los espíritus.  Compárese Deut. 21:18-21.

12:10 -- La disciplina de parte de pa­dres te­rre­nales es breve y falible, siendo basada en juicio huma­no.  Pero la del Padre de los es­píritus es infalible y para nuestro prove­cho eter­no.

         Participar de la santidad de Dios (1 Ped. 1:15,16) es el bien más exaltado para el hombre.  Compárese .2 Ped. 1:4.

12:11 -- "Es verdad que ninguna dis­ciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza".  La discipli­na causa dolor y por eso mientras dura no es causa de gozo.  Pero causar dolor es el obje­to inme­diato de ella.  No obstan­te, el fruto per­manente de ella es "fruto apacible de justicia", si la acep­tamos en la manera co­rrecta.  Compárense Sal. 119:67,71; Rom 5:3-5; .2 Cor. 4:17.

         "pero después".  Con el tiempo la dis­ciplina trae su fruto, produciendo en el cris­tiano que la acepta una vida más pura, de­vota, muerta al pe­cado, y viva a Dios.  Produce paz en el corazón y con Dios.  Compárese Fil. 4:7.

         --"a los que en ella han sido ejercita­dos".  Como el atleta es ejercitado por las lu­chas de la competencia, y al fin de sus lu­chas es coronado, así era "ejercitado" el cristiano hebreo por las luchas del alma al sufrir perse­cución en lugar de volver a la Ley de Moisés (para evitar la perse­cución). Estas persecucio­nes en realidad servían de disciplina para el alma, y como para ellos, así para todo cristiano en todo tiempo traen las pruebas "corona", o gran recompensa.  Véanse Mat. 5:10-12; Hech. 5:41.

12:12-13 -- "Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paral­izadas".  Véase Isa. 35:3.  Los lectores habían llegado a un esta­do de desánimo debido a las persecu­ciones y pruebas.  Se les manda, en vista de las expli­caciones ante­riores respecto al pro­pósito de la disciplina, a renovar su ánimo y sus esfuerzos de llevar las pruebas y a an­dar de nuevo en la fuerza de la fe.  La amis­tad con el mundo pa­raliza la espirituali­dad del cristiano. Uno tiene que ejercer la fe para vencer todo obstáculo.

         --"y haced sendas derechas para vuestros  pies".  Véase Prov. 4:26.  Las "sendas derechas" son pensamientos co­rrectos que conducen a la meta de la carrera espiritual, que es el cielo.  Todo pensa­miento incorrecto, respecto o la per­secución y a la dis­ciplina que ella ocasiona, pro­duce "sendas chuecas".  ¡Tomad ánimo y andad derecha­mente en corazón y mente!

         --"para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado". "Lo cojo" se refiere a los más débiles espiritualmente en­tre los hermanos hebreos. Los más fuer­tes de­bían ayu­dar a éstos, con ejemplo y palabra, para que no se perdieran en apos­tasía.  Com­párense Rom. 14:1; 15:1; Gál. 6:1; Isa. 35:3-6, en cuanto a ayudar unos a otros en sus necesidades espiritua­les.

12:14 -- En tiempos de persecución y prueba, tien­de todo el mundo a contención y a dis­cor­dia. Aquí se le exhorta al cristiano a pro­curar con di­ligencia ver que reine la paz y que su vida mues­tre santidad en todo.  Esta exhorta­ción parece tener el propósito principal de evi­tar que se des­víen los her­manos más débiles y que éstos con­taminen a los demás. Los versículos 14-17 deben leerse juntamente.

         --"Seguid la paz con todos". Aquí "seguir" significa no meramente moverse en cierta direc­ción, sino proseguir con diligen­cia. Compárense Rom. 12:18; 14:19; Mat. 5:9.

         --"y la santidad".  Véanse .2 Cor. 7:1;. 1 Ped. 1:16;. 1 Jn. 3:3.

         --"sin la cual  nadie verá al Señor" = nadie estará aprobado en su presencia. Compárense Mat. 5:8; Apoc. 22:4.

12:15 -- "Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios". Comp­árese 4:1. Alcanzar la gracia de Dios es obtener lo que su gracia ofrece; es a saber, la vida eterna.  Como peregrinos, marchando en el Camino de Santidad (Isa. 35:8), todos deben ver que nin­guno sea un débil y desanimado, o un apóstata, que cae a un lado y así deja de llegar al final de la marcha.

         --"que brotando alguna raíz de amargura". Véase Deut. 29:14-21 (donde se refiere a dejar la fe de Dios por la idolatría).  Aquí en Hebreos 12 se aplica al que se opone amargamente a la fe del evangelio, por palabra o impureza de vida, y trabaja por desviar a otros de la fe.  Tal hombre puede es­torbar a toda una congrega­ción de gente (1 Cor. 5:6).  Tenemos que ejer­cer supervisión ("Mirad", de la voz griega episkopeo, como en .1 Ped. 5:2, "cuidando de ella") en este asunto.

         --"os estorbe, y por ella muchos sean con­taminados ". Compárese Jos. 6:18; 7:25, 26.

12:16 -- "no sea que haya algún forni­cario".  La fornicación es cualquier acto sexual ilícito. Es el término general para toda impureza sexual; incluye el término específico "adulterio".  (Todo adulterio es fornicación, pero no toda fornicación es adulterio. La homo­sexualidad es fornicación).

         -- "profano" = lo contrario de "santo"; lo común. La misma palabra griega se em­plea en .1 Tim. 1:9. Se aplica aquí al que re­nuncia sus privilegios y deberes como cris­tiano para gozar de los deseos mundanos por un tiempo breve.

         --"como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura". Véase Gén. 25: 27-34. Manifestó su desprecio por los dere­chos y privi­legios de su primogeni­tura con ven­derlo todo por una sola comida física. De igual manera algunos de los he­breos iban cam­biando sus grandes privi­le­gios espirituales por la satis­facción carnal tem­po­raria de escapar de la perse­cución y por la popularidad y satisfac­ción carnal del mundo.

12:17 -- Véase Gén. 27:30-41.

         --"y no hubo oportunidad para el  arre­pen­timiento".  El arre­pentimiento es cambio de mente.  Este cambio de mente en Isaac no lo halló Esaú cuando llegó el tiempo de recibir la bendi­ción, aunque lo pro­curó con lágrimas. No cambió de mente Isaac, el padre, sino habló por inspi­ración, dando la ben­dición del primogénito al segundo nacido, a Jacob. Así, dice el autor de esta epístola, como Esaú por un acto profano en el cual des­preció su primogenitura perdió la bendi­ción deseada, ta­mbién los hermanos he­breos podrían perder la vida eterna a causa de su apostasía, y después no habría "cambio de men­te" de parte del Padre para salvar a tales infieles.

         Véanse Hebreos 6:4-6; 10:26-31. El ejemplo de Esaú sirve para todos los que menosprecian sus privilegios y las promesas divinas.  Una vez per­didos, no se recobrarán, por muy tristes o arre­pentidos que estén en el día final.

12:18-19 -- Véanse Éxodo 19:16--20:19; Deut. 4:11; 5:22; 9:15; 18:16.

         Los versículos Hebreos 12:18-20 dan la razón de toda la instrucción y exhortación de lo an­terior (versículos 14-17).  Urge el autor de esta epístola a sus lecto­res a no volver a la Ley de Moisés. Con este fin les recuerda de aquello a lo cual no habían  lle­gado (como a cosa perfecta y fi­nal y en que que­darse), comparándolo con esto a lo cual sí ha­bían llegado, versículo Hebreos 12:22. La perfección (telei­osis, véase 7:11, comentarios) no se hallaba en la Ley de Moisés.  Dicha ley fue añadida (Gál. 3:19; Rom. 5:20) para propósi­tos tempora­rios.  Era para los israelitas en la carne  so­lamente. Los cristianos hebreos no habían llegado para que­darse a tal cosa imper­fecta y temporaria. Habían llegado al cumpli­miento de las promesas hechas a Abraham y cumplidas en Cristo.

         Los puntos negativos de los versículos Hebreos 12:18-20 dan énfasis a los positivos de los versículos Hebreos 12:22-24.  Es mu­cho más superior esto a lo cual ha­bían llegado los hermanos he­breos que aquello de lo cual habían salido y que había sido abolido por la muerte de Cristo (Col. 2:14). Las circuns­tancias que aten­dían a la presentación de la Ley de Moisés en el Monte Sinaí tenían el diseño de llenar a la gente de admiración y temor para que no apostataran. Pero hay más razón para no apostatar bajo el Nuevo Testamento.

12:20 -- Véase Ex. 19:12,13.

         --"no podían soportar a lo que se  orde­na­ba"; es decir, no po­dían soportar la manera en que Dios les re­velaba su voluntad (Éxodo 20:19).

12:21 -- El Antiguo Testamento no registra esta declaración de Moisés. Tal vez la dijo en la oca­sión mencionada en Ex. 19:19.  Pero el Espíritu Santo reveló esta verdad al autor de la epístola

12:22 -- Ahora el autor comienza a dar las ra­zo­nes por qué no debían los hebreos volver al ju­daís­mo.

         Descendió Dios sobre el Monte Sinaí, con todo el fenómeno mencionado en los versículos 18 al 20, pero no para permanecer allí, sino para co­municarse con su pueblo que se quedó a buena distancia.  Pero el Monte Sión, la Jerusalén ce­lestial, es la ciudad de Dios donde él mora eter­namente y donde estará su pueblo para siempre en comunión cercana.  ¡A esto os habéis acerca­do! dice el autor a los hebreos.

         --"sino que os habéis acercado" (para queda­res) = "pertenecéis". Esta expresión indica lo per­manen­te de la cosa.  Si uno ha llegado, no tiene que seguir caminando.

         --"al monte de Sión" = Jerusalén, literal­mente (Sal. 125:1,2; Isa. 2:3).  Simból­ica­mente repre­senta al cielo (Apoc. 14:1,2).  Es la "ciudad" de los redimidos, cuya ciudadanía está en los cielos (Fil. 3:20).

         --"a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial". Véanse Hebreos 11:10,16; 13:14; Gál. 4:26; Apoc. 3:12; 21:1,10; 22:19.  Una ciudad es donde mora y pertenece la pe­rsona.  Como cris­tianos "hemos llegado" (pertenecemos) al reino de los cielos, que es la iglesia de Dios, de Cristo. Dios mora en su igle­sia (Efes. 2:22).  Su pueblo estará con él eterna­mente.  Esto será en el cielo.  La Jerusalén terres­tre era la capital y centro del judaísmo y por eso sir­ve de tipo de la morada eterna del pueblo de Dios según el Nuevo Tes­tamento.

         --"a la compañía de muchos millares de  ángeles". La versión Hispanoamericana dice, "y a decenas de millares de ángeles, a la asamblea general e iglesia de los primogénitos..."  Estas dos ver­siones juntan la frase "festiva convoca­ción", o "asamblea gene­ral", con "iglesia de los primo­génitos". La versión de Valera (la antigua y ésta) junta la frase ("la compa­ñía" con "ángeles".  Es difícil saber a cuál frase perte­nece, pues el texto griego origi­nal no empleaba signos ortográficos, o de puntuación. Para mí la frase pertenece a "ángeles", como lo indica esta pre­sente versión que estamos empleando en estas Notas.

         De todos modos, lo significante es que la frase "compañía" (o más bien, "festiva con­voca­ción") viene de la palabra griega paneguris, que quiere de­cir una fes­tiva con­­vocación, o sea, un gran grupo congre­gado para celebrar alguna fes­tividad. Este grupo (sea de ángeles o sea la igle­sia redimida) es parte de la descrip­ción de aque­llo a lo cual ¡nos hemos acer­cado! si somos cris­­tianos.

         Véanse Dan. 7:10; Judas 14; Apoc. 5:11; 7:11,12.  El número, presencia, y ala­banzas de los ángeles añaden esplendor a la gloria de Dios y a la atracción del cielo.  El cris­tiano se asocia con estos seres celestiales que se ocupan en rendirle a Dios loores y ala­banzas.  (¿Cómo podría uno apostatar de una relación tan sublime?)

12:23 -- "a la congregación". La pala­bra "con­gregación" es de la voz griega ek­klesia, que se traduce mu­chas veces "iglesia". Aquí se hace referen­cia a los redi­mi­dos vivos en la tierra.

         --"de los primogénitos". Como el primer na­cido en la familia judía gozaba de cierta pree­minencia y honor (Gén. 27:37; .1 Crón. 26:10), así es que esta palabra vino a tener el significado de "preeminencia" y "excelencia". Así se usa en Col. 1:15,18; Sal. 89:27 (David no era el primer nacido en la familia de su pa­dre, .1 Sam. 17:14).  Véase Ex. 4:22 también. Compárese Sant. 1:18.

          --"que están inscritos en los cielos".  Véanse Luc. 10:20; Fil. 4:3; Apoc.  3:5; 13:8; 17:8; 20:15; 21:27.  ¡Más razón para no apos­tatar!

          --"a Dios el Juez de todos".  Esta frase enfatiza que Dios es el Soberano del universo.  En vista de esta verdad, todo creyente debe andar en el te­mor de Dios (en lugar de con­templar la posi­bili­dad de apostatar).  Véanse Hebreos 10:30; 11:16.  Además, si somos cristianos fieles nos asocia­mos con el Gran Juez, quien nos vengará de todos nuestros perseguidores que nos han per­se­guido en esta vida.  Compárese Gén. 18:25.

         --"a los espíritus de los justos hechos  per­fectos" = los men­cio­nados en el capítulo 11, y todo hombre justifica­do por la muerte de Cristo, y ya en el Hades, esperando la resurrección del día final.

         Apostatar de la fe es dejar de asociarse con una gran compañía de redimidos (vivos: la iglesia en la tierra; y muertos en la carne: los "espíritus hechos perfectos" y morando en el Hades).

12:24 -- "a Jesús el Mediador del  pacto".  Véan­se Hebreos 8:6; 9:15; co­mentarios. Los israelitas en el Monte Sinaí se acercaban a Moi­sés; los cristianos a Cristo Jesús, a él que media entre Dios y los hombres (1 Tim. 2:5).

         En cuanto al "nuevo pacto", véanse Hebreos 7:22; 8:6-13; 13:20, comentarios.

         --"y a la sangre rociada". Véanse Hebreos 9:13, 14,19; 10:22, comentarios.

         --"que habla mejor que la de Abel".  En este sentido, el punto es el siguiente: Abel nos habla por su fe (11:4), diciéndonos que Dios bendecirá al creyente obediente, pues por eso él ofreció su sacrificio (de sangre, Gén. 4:4). Pero la sangre de Cristo nos ha­bla de la reali­zación de dicha bendición, pues ya que murió Jesús, el creyente obediente puede tener en re­alidad el perdón de sus pecados y la promesa de vida eterna.  El sa­crificio de Abel era tipo del sacrificio del "Cordero de Dios" (Jn. 1:29), Jesucristo mismo.

         Con la adición de las dos palabras "la de", entonces la idea es que la sangre de Jesús habla mejor que la (sangre) de Abel de­rramada por Caín.  La de Abel reclama venganza, y la de Cristo, misericordia (Luc. 23:34).

         Para mí el contexto (y el texto griego en este versículo) apunta más bien a la pri­mera de las dos interpretaciones. La versión Hispanoameri­cana da el sentido literal del texto griego, al decir: "habla mejor que la de Abel". Las dos pala­bras, "la de", van en letra cursiva para indicar palabras intercaladas, o agregadas al texto por los traductores. 

         En vista de todo esto (lo de los versículos Hebreos 12:22-24), ¿cómo podría el lector original de esta epístola pensar en volver a la Ley de Moisés?

12:25 -- "Mirad que no desechéis al que  habla". Así comienza esta epísto­la: "Dios, ha­biendo hablado".  ¡Dios se había dirigido a los hermanos hebreos en el evangelio, tan­to como lo hizo a los israe­litas en el Monte Sinaí! Serias son las con­secuencias de desechar lo que Dios ha di­cho. Compárese Hebreos 10:28,29, comentarios.

         --"Porque si no escaparon aquellos que de­secharon al que los amonestaba en la tierra".  Véase Hebreos 2:2,3, co­men­tarios.  Un ejemplo de esto se halla en Éxodo 32.

         --"amonestaba".  Véase Hebreos 8:5, comenta­rios sobre "se le advirtió". Dios advertía, o amones­taba, a aquéllos en el Monte Sinaí por medio de ángeles (Hech. 7:39,53).

         El mensaje del evangelio es la adver­ten­cia y amonestación de Dios ahora desde el cielo. Habló por ángeles en esa ocasión, y ahora (en la dispensación del evangelio) ha ha­blado por su Hijo.

         --"mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos".  Dios ha dado una revelación divina desde el cielo por medio de su Hijo (Hebreos 1:1,2) y por el ministerio del Espíritu Santo enviado a los apóstoles. Desechar a Dios y a su mensaje, para volver a la observancia de la Ley de Moisés, sería una gran tragedia.

         Dios habló "en la tierra" (en el Monte Sinaí por medio de ángeles), y el efecto llenó de es­panto a todos. Pero ahora ha ha­blado (en el evangelio y por su Hijo) "desde los cielos", indicándose así por este contraste la importan­cia de prestar atención en lugar de desechar al que habla, que es Dios mismo.

12:26 -- "La voz del cual conmovió la tierra".  Véanse Ex. 19:18; Sal. 68:8.

         --"pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo". Véase Hageo 2:6,7. Esta pro­fecía se refirió primaria­mente a la gloria del se­gundo templo, y luego a los cambios efectuados por la venida y reinado del Mesías (el Deseado de todas las naciones). El ser conmovida alguna cosa in­dica la naturaleza temporaria de ella. Los hermanos hebreos "se habían acercado" a lo que tiene perma­nencia y perfección y finalidad.  ¿Por qué apostatarían de ello?

         La presentación de la Ley de Moisés en Sinaí ocasionó una conmoción local, pero la in­troducción del evangelio "agitó" el uni­verso.  La voz de Dios hizo temblar a Sinaí, pero la intro­ducción y consumación de lo de los versículos 22 al 24 hace que se con­mueva todo el universo, pues no puede permanecer nada de lo temporario o de lo falso.

         Esto enfatiza el hecho de que es mucho más sublime y admirable la introducción del evangelio que la de la Ley de Moisés, y por eso más peli­grosa cosa sería apostatar del evangelio.

12:27 -- La venida del Mesías y la dis­pensa­ción del evangelio ha derribado y volteado todo sis­tema temporario como también fal­so.  Tiene per­manencia.  A ella pertenecen las "cosas in­con­movibles".  Esta conmoción continúa en esta dis­pensación hasta que se quite todo lo que no tiene permanencia. Considérense Hebreos 2:14; Apoc. 11:15; .1 Cor. 15: 24-26; .2 Ped. 1:11.

         El reino de Cristo no es temporal, como lo era el judaico, y por eso no puede ser con­movido (Dan. 2:44; 7:14; Luc. 1:33).  Dejar el hermano hebreo esta institución divina y permanente por lo que fue con­movido (quitado), era sellar su castigo eterno.

12:28 -- Debido que los cristianos he­mos lle­gado a lo que tiene permanencia (y no puede ser con­movido como lo pudieron la teo­cracia judaica y las instituciones falsas de los hom­bres) (Dan. 7:14), tengamos gra­titud por haber sido hechos  partícipes de este reino (la iglesia de Cristo) y con ella sirvamos en adora­ción y en vida a Dios de manera agradable, que es con temor y reve­rencia.  Les exhorta el autor a los hermanos he­breos a hacer esto, en lugar de volver atrás al judaísmo.

12:29 -- "Porque nuestro Dios es fuego consumidor".  Véase Deut. 4:24. El punto es que Dios es fuego consumidor para el hermano apóstata que renuncia su fe en Cristo por volver al ju­daísmo. (Lo es también a todo pecador que en el juicio final se encuentre fuera de Cristo). Con más razón, pues, de­bemos servir a Dios de la manera desig­nada en el versículo ante­rior. Véase Hebreos 10:27,31, comentarios.

HEBREOS 13

         Resumen: Este capítulo final de la epísto­la consiste principalmente en diversas ex­hortaciones en cuanto a sus deberes como cris­tianos.  Se basan ellas en todo lo que va ex­puesto en la epístola. Una exhortación sobre­saliente es la de no ser llevados por doctrinas extrañas a la que no es sana, sino de­jando "Jerusalén" (el judaís­mo) atrás, salir a andar identificados como de Cristo, quien padeció "fuera del campamento", porque vamos hacia la ciudad celestial. El au­tor pide las oraciones de los hermanos, les ex­presa una ben­dición, y finalmente les salu­da.

13:1 --  "Permanezca el amor frater­nal".  Amor fraternal es la traducción de la pala­bra griega filadelfia, la cual se emplea en Rom. 12:10; .1 Tes. 4:9; .1 Ped. 1:22;. 2 Ped. 1:7. Es una palabra com­puesta de dos: amor (filos) y hermano (adelfos). Significa el afecto natural que hay entre herma­nos, que se evidencia en la bondad y la simpatía ofrecidas en tiempo de nece­sidad. Los he­breos manifestaban este amor (Hech. 2:44-47; Heb. 6:10; 10:33).  Aquí la ad­monición es a que con­tinúe.

13:2 -- "No os olvidéis de la hospitali­dad".  "Hospitalidad" es la traducción de la pa­labra griega filoxenia, la cual se em­plea sola­mente aquí y en Rom. 12:13.  Es com­puesta de dos palabras: amor (filos), y desco­nocido (xenos).  En el versículo 1, la palabra filadelfia indica amor hacia her­manos, y en el versículo 2, la palabra filoxenia, amor hacia (hermanos) des­co­nocidos.  En .3 Jn 5, aparece la palabra xenos, donde por el contexto se sabe que se hace referencia a hermanos desco­nocidos, aun­que la palabra misma solamente signi­fica al­guna persona no conocida. A los hermanos hebreos en estos dos versículos, se les exhorta a continuar a mostrar su amor ha­cia los herma­nos y a no olvidarse de amar aún a los herma­nos no conoci­dos en persona.

         Las Escrituras no limitan nuestro amor a hermanos. Otros textos enfatizan la ne­cesi­dad de amar a todos, para hacerles bien (Gál. 6:10; Mat. 10:42; 25:38-40; etcétera).

         --"porque por ella algunos, sin saberlo, hos­pedaron ángeles". Véase Gén. 18:1--19:3. Compárense Jueces 6:11-22; 13:2-20. La idea no es que posiblemente hos­pedaremos ángeles, sino que como aquéllos (Abraham y Lot) mostraron amor hacia desco­nocidos que a su vez (siendo ángeles en este caso) les hicieron gran bien, noso­tros también podemos recibir una bendición de otros a quie­nes recibimos con afecto y aten­ción.

13:3 -- "Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos".  Véase Hebreos 10:32-34.  Compárese .1 Cor. 12:26.  Debemos orar por nuestros hermanos que están sufriendo a causa de su fe (Hech. 12:5), y visitar a los encarce­lados (Mat. 25:39).

         --"y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo".  Véase Hebreos 11:25,37.

13:4 -- "Honroso sea en todos el ma­tri­mo­nio, y el lecho sin mancilla".  Los cristianos (como todos desde luego) deben tener por hon­roso el matrimonio, y como consecuen­cia lo guardarán puro. Nadie tiene dere­cho de prohibirlo a na­die (1 Tim. 4:3).

         --"pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios".  Véanse .1 Cor. 6:9,10; .1 Tes. 4:3,6; Apoc. 21:8; 22:15.

         Según el reconocido erudito, W. E. Vine, la palabra "fornicación" (porneia) "se usa de una relación sexual ilícita ... incluyendo adulterio", pero la palabra "adulterio" (moicheia) denota el tener relación ilegítima con el esposo, o la  espo­sa, de otro.  "Fornicación" es el término com­prensivo o inclusivo.  No se limita a relación sexual entre solteros. El adulterio, la homose­xualidad, la bestialidad, y la poligamia, son todos casos de fornicación. Todo adulterio es fornica­ción, pero no toda fornicación es adulterio. "Fornicación" es término general; "adulterio" es término específico.

13:5 -- "Sean vuestras costumbres  sin ava­ricia".  Comp­árese .1 Tim. 6:9,10.  En el versículo 1 vimos la palabra com­puesta de amor y her­mano, y en el 2, amor y descono­cido.  Aquí en el 5 las palabras "sin avaricia" son la traducción de la griega afilarguros.  Tiene tres partes: no (a), amor (filos), y dinero (arguros, plata).  Se emplea en .1 Tim. 3:3, también.

         --"contentos con lo que tenéis ahora".  No es prohibi­ción contra el procurar mejores condicio­nes de la vida física (1 Cor. 7:21; Rom. 12:11), sino una exhortación a poner nuestra confianza en Dios y no en la fuerza del brazo human­o. Sobre con­ten­tarse y contentamiento, véanse Luc. 3:14; .1 Tim. 6:6,8; .2 Cor. 9:8.  El adjetivo de esta palabra se emplea en Fil. 4:11.

         --"porque él dijo: No te desampararé, ni te  dejaré". Véanse Deut. 31:6,8; Jos. 1:5; .1 Cr. 28:20.  Compárese Mat. 6:25-34.

13:6 -- Véase Sal. 118:6. Compárese Sal. 56:4. La versión Hispanoamericana dice, "El Señor es mi ayudador; no temeré; ¿qué me hará el hom­bre?" La Moderna dice, "... ¿qué puede hacerme el hombre?" Pero, sea en forma de­clarativa o de interrogación, el sentido es el mismo.

         En el versículo 5 vemos lo que "él dijo".  Ahora, debido a eso, nosotros "podemos decir" esto ci­tado de Salmos. Las promesas de Dios  a dife­ren­tes individuos,  y  la  fe  y confianza de éstos, basadas en estas prome­sas, están registra­das en las Escrituras para el pueblo de Dios de toda ge­neración. Compárense Rom. 15:4; 1 Cor. 10:11. Los hebreos habían dejado la au­toridad de la ley de Moisés, pero no el uso le­gítimo de las Escritu­ras del Antiguo Testamento.

13:7 -- El propósito de las exhortacio­nes en esta sección (vv. Hebreos 13:7-17) es evitar la aposta­sía al ju­daís­mo de parte de los hermanos hebreos. En este ver­sículo se presenta el ejemplo de al­gunos ya di­funtos que les habían guiado en la fe de Jesús.

         --"Acordaos de vuestros pastores". La pala­bra tra­du­cida "pastores" literalmente quiere decir "los que guían". Dice la versión Hispanoameri­cana en la margen, "directores". La misma pala­bra se em­plea en los versículos Hebreos 13:17, 24.  La idea aquí no es tanto de quienes go­biernan o rigen, como la de quienes guían o conducen con el ejemplo de vida y con la pala­bra predicada. No se trata en este versículo la cuestión de "pastores" en el sentido novotes­ta­mentario de "obispos" o "ancianos".  (Mucho menos se trata de predica­dores sectarios, lla­ma­dos "pastores" en sentido de título).  Se trata de tomar ánimo los hermanos hebreos por medio de recordar el mensaje e imitar el ejem­plo  de la vida de predicadores fieles de la pa­labra ya difun­tos, que les habían con­ducido en la verdad por medio de su men­saje y su vida.  Esteban y Jacobo, hermano de Juan, son dos ejemplos de éstos (Hechos 7, 12).

         --"considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe".  La fe de éstos nos re­cuerda del tema y propósito del capítulo 11.  .2 Tim. 4:6-8 es una buena ilustración del punto de este versículo.

 

13:8 -- "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos".  El carácter nada cambia­ble de Jesús se pre­senta aquí para afirmar la fe variable de los he­breos, fluctuando entre su fide­lidad a Cristo y la tentación de volver atrás al ju­daísmo.  Jesús, dice el autor, no es así cam­biable, sino el mismo que fue predicado "ayer" por los que "guiaban" (versículo 7), y es el mismo hoy, sen­tado a la diestra de Dios como Sumo Sacerdote in­tercediendo por nosotros, y así el mismo para siempre.  La inmu­tabilidad de Jesús aquí se pre­senta para exhortar a los hebreos a perseve­rar.

         Compárese Hebreos 1:11,12, comentarios.

         Nótese: Este versículo no tiene ab­so­luta­mente nada que ver con la cuestión de hacer Jesús milagros hoy en día, o de no ha­cerlos.  Los que practican la llamada "santidad divina" a me­nudo citan este ver­sículo pero ig­noran el contex­to por comple­to y tuercen las Escrituras, afir­mando que Jesús sigue obrando (por ellos, desde lue­go) milagros de sanidad como lo hacía en la tierra.  Pero el propósito de los milagros y la du­ración de la era de mila­gros, ¡no es tema de este contexto!

13:9 -- "No os dejéis llevar de doctrinas  extrañas".  Compárese Efes. 4:14-16.  Aquí se hace referencia especial a las doctri­nas del ju­daísmo y de los judai­zantes, aunque esta exhor­tación vale en todo tiempo y respecto a cualquier doctrina humana.

         --"porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia".  La gracia es el favor de Dios manifestado en la muerte de Cristo por los peca­dores (Hebreos 2:9), y enseña­do en el evan­gelio predi­cado.  La verdad del evange­lio, pues, es lo que afirma el co­razón (la mente y afectos).  En cam­bio, las "doctrinas diversas y extrañas" llevan lejos al corazón.  Como Jesús es incam­biable, así también lo es su doctrina. Además, lo es el cora­zón afirmado por esta doctrina.  (¡La gracia en­seña!, Tito 2:11,12).

         --"no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas".  Véase 9:9,10.  Las viandas representan las ordenan­zas ce­remo­niales de la ley de Moisés, las cua­les no podían afirmar el corazón, porque no trajeron verdadera satisfacción a las necesi­da­des espiritua­les de los judíos.  Esos sa­crificios no perdonaban. Compárense Rom. 14:17; .1 Cor. 8:8.

13:10 -- "Tenemos un altar". Metafóri­ca­mente el "altar" es Cristo sacrifi­cado por los pecados del mundo.  Véase Juan 6:53-57.  El altar es puesto por el sa­crificio.  El altar material (del ju­daísmo) era para los judíos lo que es Cristo para los cristianos.  Como solamente los judíos te­nían el derecho exclusivo de beneficiarse de los sacri­ficios en el altar, así solamente el cre­yente en Cristo puede recibir los benefi­cios del sacrificio de Cristo en la cruz. No podía haber ninguna esperanza de salva­ción para los her­manos he­breos que volve­rían al judaísmo, en lugar de se­guir partici­pando de Cristo (Hebreos 10:26-29).

         --"del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo". El judío in­con­verso apelaba a los hebreos con lo ex­clu­sivo del altar judaico. El autor de esta epístola re­cuerda a los hebreos que noso­tros también te­nemos un altar exclusivo, del cual no tiene nin­gún incrédulo derecho de participar. "Comer del altar" es par­ticipar de sus benefi­cios o bendicio­nes. Véanse .1 Cor. 10:18; 9:13.  Los que "sirven al taberná­culo" repre­sentan a los judíos incrédulos, y no pueden participar de los benefi­cios de la muerte de Cristo, porque para esto es nece­saria la fe en Cristo (Jn. 6:47; 8:24; 20:31).

13:11 -- El Sumo Sacerdote, el día de la expia­ción, no comía de los dos sacrificios.  ¡No se comió carne!  (El corazón no es afirmado con viandas--versículo 9). Los dos sa­crificios fueron consumidos con fuego.  Véase Lev. 16:11,14-16,27.  Fueron quemados con fue­go "fuera del campamento".

13:12 -- "Por lo cual" = para cumplir la figura, o tipo.

         --"también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre". Esta frase enfa­tiza el valor y la eficacia de la sangre de Cristo. Véanse Hebreos 2:11, comentarios.  Nos se­para (santifica) para ser el pueblo de Dios.

         La sangre de los dos animales sacrifica­dos el día de la expiación cada año era tipo de la del "Cordero de Dios" (Jn. 1:29).

         --"padeció fuera de la puerta".  Véase Jn. 19:17,18. Compárese Hech. 7:58.  El cam­pa­mento en el desierto era tipo de la ciudad li­teral de Jerusalén, el "campa­men­to" del ju­daísmo. Era Jerusalén la ciudad capital del ju­daísmo. Como los cuerpos de los dos ani­males sacrificados fueron quema­dos en el fuego fuera del campa­mento, así Jesucristo sufrió la cruci­fixión fuera de la puerta de Jerusalén. Ahora para participar de los bene­ficios de su muerte, los judíos tenían que "salir de Jerusalén", de­jando el judaísmo atrás, para identifi­carse con el sa­crificio del "Cordero de Dios".

13:13 -- "Salgamos, pues, a él, fuera del campamento". ­Según la idea judaica, lo de fuera del campamento signi­ficaba lo inmundo. Pero era necesario para el judío "salir del cam­pamento" (dejar el ju­daísmo repre­sentado por Jerusalén, un mero campamento temporario, y no una ciudad per­manente) para obtener la salva­ción del alma, porque fue allí donde el Mesías padeció por to­dos. No había espe­ranza (ni la hay hoy en día) en la descen­dencia carnal.  La única manera de hallar la aceptación de Dios es por medio de llevar el vi­tuperio de Cristo.

         --"llevando su vituperio".  Véanse Hebreos 11:26; .1 Ped. 4:14. Tenemos que identificar­nos con Cristo.  Tenemos que ser de él y sufrir por él exactamente como si hubiéramos estado  pre­sentes aquel día que él salió de la ciudad para ser crucificado. Considérese el ejem­plo de Pa­blo, Fil. 3:3-8. Volver al judaísmo para evitar la persecución (o por otro moti­vo) habría sido para los hermanos hebreos el rehusar identifi­carse con el Salvador y llevar su vitupe­rio.

13:14 -- Salir del campamento (de Jeru­salén, del judaísmo) sería para el judío dejar su pa­tria. ¡Pero la ciudad de Jerusalén no era per­ma­nente! ¡Lo que representaba (para el judío inconverso) no era perma­nente! Iba a ser des­truida esa ciudad (Mateo capítulo 24).

         El cristiano, pues, busca (Hebreos 11:14) una ciudad, o patria, que sí permanece.  Véase Hebreos 11:10,14,16. No era nada para el hermano hebreo "salir del campamento" en vista del gran premio que se obtiene en Cristo (Hebreos 10:35; 11:6,26). Jesús mismo salió de esa ciudad pa­ra morir por el hombre, y profetizó la des­trucción de ella. El hermano he­breo, pues, debía sufrir el destierro de esa ciu­dad, para an­dar fielmente como "extranjero y peregrino" (Hebreos 11:13) unos cuanto años en esta tie­rra, sa­biendo que así podría por fin llegar a la ciudad eterna en el cielo.  Véase Hebreos 12:22, comen­tarios.

13:15 -- El cristiano fiel confiesa con su boca su fe en Cristo, y éste es el "sacrificio" que quiere Dios y que se le alabe. El "fruto de la­bios" es lo que los labios dicen (Isa. 57:19; Oseas 14:2).  En lugar de volver al sistema judaico de sacri­ficios, se les exhorta a los hermanos hebreos ofrecer a Dios el "sacrificio de alabanza" que consiste en con­fesar con los labios la fe en Cris­to.  Véanse Mateo 10:32; Rom. 10:9,10.

         Nuestros sacrificios son "espirituales" (1 Ped. 2:5). Véase también el versículo 16 que si­gue.  Son ofrecidos por la mediación de Cristo ("por medio de él", dice este versí­culo). Véase Hebreos 4:14-16.

         Seguramente la entonación de himnos es una manera en que los labios rinden ala­banza al nombre de Dios.

13:16 -- "Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis". La versión Hispano­ame­ricana dice, "Mas de la beneficencia y comuni­cación no os olvi­déis ..." La moderna dice, "Mas del bien hacer y de la comunicación no os olvi­déis".

         El versículo 15 menciona la alabanza; éste, otros dos sacrificios espirituales. El ocu­parnos en es­tros deberes es prueba de nues­tra actitud correcta y que se conforma a la Divina. Estos son los sacrificios que le agradan a Dios. ¡Olvídense los hermanos hebreos de cualquier otra clase de sa­crifi­cio!

13:17 -- "Obedeced a vuestros pasto­res", o directores (los que guían), "y  sujetaos a ellos". Es la misma palabra griega que aparece en versículo 7.  Véanse los comentarios allí.  Por el tiempo de los verbos, sabemos que aquí se re­fiere a vi­vos,  mientras que en el 7 ya estaban muertos los que habían guiado.

         Estos son los obispos o ancianos de las con­gregaciones. Estos "os presiden en el Señor" (1 Tim. 3:1-7; Hech. 20:17,28; .1 Ped. 5:1-4). No son meramente hombres mayores de edad, sino quienes dirigen la congregación y a los cuales se nos manda que les obedezcamos, o nos sujete­mos.

         --"porque ellos velan por vuestras almas", para que no vuelva atrás nadie, ni al judaísmo ni al mundo. Es por eso que debemos obede­cerles y sujetarnos a su dirección fiel. Desde luego si ellos guían mal, no hemos de seguir­les, Hech. 20:29,30).

         --"como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso". La ale­gría es el resul­tado de andar bien todos y ser salvos eterna­mente. De la pérdida de herma­nos (que caen en la apostasía o en la mundana­lidad) re­sulta la "lamentación" (versión Hispanoamericana), o "pesa­dum­bre" (versión Moderna).  Véase de nuevo Hebreos 6:4-8 y Hebreos 10:26-31.

         Aunque experimentarían lamentación los ancianos en tal caso, la gran desventaja (en reali­dad tragedia) sería para los apósta­tas.

13:18 -- "Orad por nosotros". Compárense .1 Tes. 5:25;.2 Tes. 3:1; Rom. 15:30; .2 Cor. 1:11; Col. 4:3; Efes. 6:18,19.

         --"pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo". Solamente en el caso de tener bue­na conciencia puede uno pedir las oraciones de otros. El autor sabía que con confianza podrían los herma­nos hebreos orar por él porque su oposición al ju­daísmo y sus fuertes exhortaciones no se basaban en ninguna consideración siniestra o egoísta, sino en una buena con­ciencia mientras él servía a Dios en Cristo Jesús.

         Sobre "buena conciencia", véanse Hech. 23:1; 24:16; .1 Tim. 1:5,19 (Rom. 14:23); 3:9; .2 Tim. 1:3; .1 Ped. 3:16,21.

         Este versículo, y el siguiente, hacen evi­dente que el autor era persona bien co­no­ci­da de los hebreos.

13:19 -- "Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto".      Pidió las oraciones de los hebreos para que Dios bendijera sus deseos de re­unirse con ellos. Véase versículo Hebreos 13:23. ¡La oración tiene efica­cia!  (1 Jn. 5:14; Mat. 7:7).

         No sabemos qué le impidiera al autor haber ido con anterioridad a los hebreos.  Tal vez fue su encarcelamiento. Véase Introd., III C.

13:20 -- "Y el Dios de paz".  Esta ex­presión de la Deidad se halla en las epístolas de Pablo sola­mente (Rom. 15:33; 16:20; .2 Cor. 13:11;  Fil. 4:9;. 1 Tes. 5:23).

         Dios es el Autor (1 Cor. 14:33) y Dispensa­dor (Col. 1:2) de la paz.  Se les re­cuer­da esto a los hebreos a quienes era ne­cesa­rio ex­hortarles a seguir la paz (véanse Hebreos 12:14, comenta­rios).  Ten­drían ellos a vol­ver al ju­daísmo, a no seguir a sus directo­res, a olvi­darse de la ayuda mutua, etcéte­ra.  Estas inclinacio­nes o actitudes no produ­cían paz. Los muchos problemas en la iglesia siempre estorban la paz que Dios quiere que reine.

         --"que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo". Era según el Nuevo Testa­mento que el Sumo Sacerdote, quien se ofreció a sí mismo, resucitara de los muertos.  Por la resu­rrección Dios de­claró abierta y públi­camente que Jesucristo es su Hijo (véanse 1:5, comentarios sobre "Mi Hijo").

         --"el gran pastor de las ovejas". En el versículo 17 el autor menciona a los directores, que son los ancianos, obispos, o pastores de con­gregaciones de santos. Ahora se refiere al Gran Pastor, a Jesucristo. Véanse Jn. 10:11;. 1 Ped. 2:25; 5:4.  (Nótese: en esta ver­sión, la Revisada de Valera, 1960, en los versículos 7, 17 y 24 aparece la palabra "pastor", como también aquí en el 20.  Pero en el tex­to griego son dos palabras distintas.  En los 7, 17 y 24 es jegoumenoi, que quiere decir "los que guían" o dirigen.  En el 20 es poimen, que signi­fica "pastor").

         Los profetas se referían al Mesías con el título de "Pastor" (Isa. 40:11; Ez. 34:23, David = Jesús; Zac. 13:7).

         Las "ovejas" son los cristianos, la igle­sia.  Véanse Jn. 10:16; Luc. 12:32; Efes. 2:11-16.

         --"por la sangre". Véanse Hebreos 9:14-23, co­men­tarios; Mat. 26:28. Por virtud de la sangre de Jesús derramada en la cruz, el Soberano del Universo pudo levantar de los muer­tos a Jesucris­to y ofrecer al pecador cre­yente el perdón de sus pecados.

         --"del pacto eterno".  El Nuevo Pacto es eterno; el Viejo pasó. Véase Hebreos 8:13, comen­tarios.

13:21 --"os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad". Era útil tal ex­pre­sión de deseo de parte del autor para quie­nes andaban en peligro de apostatar de la ver­dad y volver al judaísmo.

         --"haciendo él en vosotros lo que es agrada­ble delante de él por Jesucristo".  Com­párese Fil. 2:12,13. Dios lo hace por medio de su verdad revelada en Jesucristo.  Lo hacemos no­sotros en el sentido de poner por obra lo que nos ha dicho Dios.

         Dios lo hace "por Jesucristo", el Alfa y la Omega de la obra salvadora de Dios.  No lo hace por el judaísmo, ni por cualquier otro sistema. ¡Jesucristo es exaltado a tra­vés de esta epístola!

         --"al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén".  Esta doxología se aplica a Dios (Rom. 16:27) como también a Cristo (2 Ped. 3:18). Se aplica a los dos a la vez en Apoc. 5:13. En este versículo sigue inmediatamente a Jesucristo, y por eso mu­chos consideran que justamente se aplica a Cristo.  De hecho, él es el exaltado a través de esta epístola. Se le aplica a él la gloria que los ju­díos solían dar a Dios el Padre. Pero por otra parte, dicen otros, más bien se aplica aquí a Dios el Padre porque él es el sujeto prin­cipal de toda la frase de los versículos 20 y 21.

         "Amén" es palabra hebrea.  Quiere de­cir "de cierto". El apóstol Juan es el único de los autores novo testamentarios que la em­plea en repetición, diciendo "Amén, amén" (De cierto, de cierto; Jn. 3:3,5). Se empleaba en las sinagogas (y después en las asambleas de cristianos, .1 Cor. 14:16) por los oyentes para afirmar que estaban de acuerdo con lo leído o dicho.

13:22 -- "Os ruego, hermanos, que soportéis".  Suavemente y con ternura el autor se dirige a los lectores que tanto necesitaban el mensaje de esta epístola. La exhortación se requiere cuando andamos mal, o estamos para hacer mal. El no arrepen­tido no quiere la exhortación, pero al que anda mal, o está para hacerlo, le conviene "soportarla". La exhortación no hace mal a nadie.

         --"la palabra de exhortación". Esta frase se refiere a la epístola entera, y declara que la natu­raleza de ella es exhortatoria. Mucho ne­cesita­ban los hermanos hebreos la "palabra de exhor­tación" de esta epístola, en vista de las ideas y prejuicios judaicos que les rodeaban.

         --"pues os he escrito brevemente".  Aunque esta epístola es relativamente larga, comparada con otras en el Nuevo Testamento, es breve en vista del tema tratado y el problema atendido. En Hebreos 5:11 el autor indicó que había mucho que decir.

 

13:23 -- Véase Introducción, III C.  La asocia­ción tan íntima entre Pablo y Timoteo es fuerte indi­cación de que Pablo es el autor de esta epístola, pero no es prueba absoluta de ello.

         --"Sabed que está en libertad nuestro her­mano Timoteo". Si la expresión "está en liber­tad" se re­fiere a algún encarcelamiento que sufrió Timoteo, éste es el único pasaje en el Nuevo Testamento referente a ello.  No hay en las cartas escritas por Pablo desde la cárcel en Roma nin­guna in­dicación de que hubiera estado encarce­lado Timoteo, aunque Timoteo estaba con Pablo gran parte del tiempo (Fil. 1:1; Col. 1:1; Filemón 1).

         --"si viniere pronto, iré a veros".  El au­tor deseaba ir a ver a los hermanos hebreos.  Véase versículo Hebreos 13:19, comenta­rios.  Este versículo indi­ca que el autor estuvo libre en este momento de escribir.

13:24 -- "Saludad a todos vuestros pastores".  Véase versículo 17, co­mentarios.

         --"y a todos los santos" conocidos por los he­breos dondequiera y a quienes tendrían la opor­tunidad de ver. Sobre "santos", véase Hebreos 3:1, co­mentarios.

         --"Los de Italia os saludan" = herma­nos co­nocidos por el autor en Roma. (Los que toman la posición de que no fue escrita esta epístola por Pablo, ni desde Roma, expli­can que "los de Ita­lia" eran hermanos italianos, o romanos, que estaban con el autor de dónde escribió él la epístola, y que mandan saludos juntamente con el autor a los he­breos en Roma).  Véase Intro­ducción I. E; y III. D.

13:25 -- "La gracia sea con todos voso­tros".  Es la gracia (o favor) divina la que de­sea el autor que sea con los lectores.  Véanse Rom. 16:20; Tito 3:15, etcétera.

         --"Amén".  Véase versículo Hebreos 13:21, comenta­rios.

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