1 Corintios 10:1-12
.
Sólo existen tres alternativas: quedarnos fuera de la carrera porque cuesta demasiado esfuerzo; entrar en la lucha y no pasar por el entrenamiento sabiendo que nunca ganaremos el premio; o participar en el certamen y pagar el precio esperando obtener la victoria a sabiendas de que nos costará mucho esfuerzo pero que la recompensa vale la pena.
Así eran los deportistas de los tiempos de Pablo por eso él hace la observación de que ponían demasiado esfuerzo para obtener una recompensa temporal y perecedera. Sin embargo, en la vida cristiana nosotros corremos para recibir un premio que jamás perece.
Pablo optó por la tercera alternativa y decidió participar en la carrera sometiéndose a la disciplina estricta del entrenamiento, que no todos están dispuestos a seguir. Se había esforzado y sabía que tendría un galardón. Tenía ciertos derechos, pero los había sacrificado haciéndose siervo de todos, aplicando una férrea disciplina para ganar la competencia.
EL PELIGRO DE PARTICIPAR
Aunque no había nada de malo en comer carne ofrecida a los ídolos, los que insistían en hacerlo se exponían a dos peligros: caer en idolatría y dar culto a los demonios. El argumento de Pablo es que debemos estar dispuestos a ceder nuestros derechos por el bien de los hermanos en Cristo porque hacerlos valer a expensas de nuestros semejantes equivale a idolatría.
El amor verdadero es más importante que el conocimiento. Si se abandona por hacer algo que se nos antoja, esa actividad puede llegar a convertirse en un ídolo. Pablo utiliza el ejemplo de Israel en el desierto para demostrar esto.
Pablo pareciera empezar un tema totalmente diferente en 10:1–13, pero un examen más meticuloso muestra que hay continuidad con el pasaje precedente (9:24–27). Se remonta a la historia para enseñarles a sus lectores las lecciones que los israelitas tuvieron que aprender cuando viajaban de Egipto por el desierto rumbo a la tierra prometida.
En un sentido, estos israelitas participaban en una competencia de fe en la que sólo dos personas, Josué y Caleb, recibieron la bendición. Se hace una comparación con la carrera (9:24) en la que todos los atletas participan, pero sólo uno recibe el premio. «El atleta al que el juez corona es la contraparte de los dos israelitas fieles que fueron los únicos a quienes se les permitió entrar a la tierra prometida
¿Por qué perecieron los israelitas en el desierto?
A pesar de los milagros que Dios hizo para sacarlos de Egipto, estos israelitas no tenían fe en Dios. Cruzaron el Mar Rojo, nunca les faltó alimento (maná), bebieron agua de una roca, la nube que los acompañaba los protegió del ardiente sol y recibieron un sinnúmero de otras bendiciones.
En lugar de adorar a Dios, los israelitas sirvieron a los ídolos que habían traído de Egipto (Am. 5:26). En el monte Sinaí se hicieron un becerro de oro (Éx. 32:1–6) y lo adoraron. Estos israelitas rebeldes no pasaron la prueba de la fe, y Pablo da a entender que los corintios que se entregan a la idolatría tampoco sirven a Dios.
A. Una Analogía. 10:1-5
a. «Porque no quiero que ignoréis, hermanos». La conjunción porque une este versículo con el contexto precedente (cap. 9) e indica que se continúa con el mismo tema. Además, Pablo usa el vocativo hermanos, el cual incluye a las hermanas e introduce nuevo material dentro del argumento. Les recuerda a los destinatarios algunos acontecimientos de la historia de Israel y usa estos incidentes como poderosos ejemplos. En todas sus epístolas, Pablo se muestra deseoso de que sus lectores no ignoren ciertas cosas.
b. «Todos nuestros antepasados estuvieron bajo la nube y todos cruzaron el mar». En forma sucinta, Pablo menciona el éxodo y el cruce del Mar Rojo. Dios guió a su pueblo por medio de una nube durante el día y por medio de una columna de fuego durante la noche (Éx. 13:21). De esta forma, podían viajar durante el día o la noche. La nube y la columna de fuego representaban la presencia de Dios cuidando a su pueblo. Aunque la nube y la columna de fuego siempre acompañaban al pueblo (véase Éx. 14:24; Nm. 12:5; Dt. 31:15; Sal. 99:7), algunos de ellos empezaron a dudar de la cercanía de Dios.
Pablo llama a los israelitas «todos nuestros antepasados». Con esto quiere decir que la nación entera de Israel salió de Egipto y que esta nación asume así el papel de los antepasados espirituales de los cristianos judíos y gentiles de Corinto. El pronombre nuestros coloca a los gentiles miembros de la comunidad cristiana al mismo nivel que los cristianos judíos.
La oración todos cruzaron el mar alude a Israel cuando cruzó el Mar Rojo por tierra seca, mientras que los egipcios se hundieron en las mismas aguas (Éx. 14). El hecho de que todo el pueblo llegó a salvo a la otra orilla, demuestra que Dios fue fiel hacia su pueblo en el pasado y asegura su fidelidad para el presente.
c. «Y todos fueron bautizados en unión a Moisés en la nube y en el mar». El pasado y el presente se unen cuando Pablo menciona el bautismo. El bautismo nos une a Cristo (Ro. 6:3; Gá. 3:27), y Pablo proyecta este significado al éxodo diciendo que los israelitas fueron bautizados para unirse a Moisés. Compara a los cristianos que ponen su fe en Jesucristo con los israelitas que pusieron su fe en Dios, quien estaba representado por su siervo Moisés (véase Éx. 14:31). Cristo redimió a su pueblo del pecado y de la muerte, así como Dios usó a Moisés para liberar a los israelitas de la opresión en Egipto y de las destructivas aguas del Mar Rojo.
Para los israelitas, el ser «bautizados en unión a Moisés» significó que eran miembros del pacto que Dios había hecho con su pueblo (Éx. 24:4b-8). Moisés sirvió como mediador de aquel primer pacto, el cual quedó obsoleto, pero Cristo es el mediador del nuevo pacto (Heb. 7:22; 8:6; 9:15).
¿Cuál es el significado de los dos elementos, la nube y el mar?
mediante la nube y el mar Dios separó a su pueblo de las fuerzas egipcias que buscaban su destrucción. La nube que estaba al frente de los israelitas, se movió a su retaguardia para separar al pueblo de Dios del ejército de Faraón (Éx. 14:19, 20).
El Mar Rojo sirvió de muralla defensiva para los israelitas, convirtiéndose en el límite que separaba a los egipcios de los israelitas (Éx. 23:31).
«La experiencia de estar ‘bajo la nube’ y de ‘pasar por el mar’ tenía que ver con la identificación de los hijos de Israel como un pueblo ahora separado de Egipto y bajo la protección de Dios». En suma, por medio de la nube y el mar, Dios separó a su pueblo para sí. El éxodo debe verse desde una perspectiva histórica y espiritual.
Así como la experiencia de pasar a través del Mar Rojo simbolizaba el término de la esclavitud de Israel y el comienzo de una nueva vida, así también el bautismo comunica la idea de que el cristiano es separado del pecado y consagrado a Dios.
a. «Y todos comieron la misma comida espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual». Cinco veces en cinco oraciones consecutivas, Pablo escribe todos. Es decir, todos los que participaron en el éxodo estuvieron bajo la nube, cruzaron el Mar Rojo, fueron bautizados en unión a Moisés, comieron comida espiritual y bebieron de la roca espiritual.
Dios sacó a los israelitas de Egipto, lejos de los graneros egipcios. Sin embargo, el Señor les proveyó de «pan del cielo». El pueblo llamó a este pan «maná», lo que quiere decir «¿qué es esto?» (Éx. 16:15). Cada mañana, a excepción del sábado, Dios hizo que el maná cubriera la tierra (Éx. 16:2–36). Este maná mantuvo vivos a los israelitas hasta que hubieron cruzado el Jordán, donde pudieron comer pan horneado del grano que crecía en Canaán. Entonces cesó la provisión de maná (Jos. 5:12).
Lo mismo ocurrió con la necesidad que Israel tenía de agua. Durante los cuarenta años que el pueblo viajó por el desierto, Dios les proveyó agua para ellos y su ganado. Moisés golpeó una roca en el monte Horeb y Dios suplió agua para el pueblo y sus animales (Éx. 17:6). Después Moisés golpeó otra roca en Cades, para dar de beber a la comunidad y a su ganado (Nm. 20:11).
Estos dos incidentes se dan como ejemplos de cómo Dios cuidaba constantemente a su pueblo. El salmista hace notar de que Dios partió rocas en el desierto e hizo que salieran corrientes de agua de la peña (Sal. 78:15, 16). En otras palabras, día a día Dios apagó la sed de hombre y animal por medio de proveerles de corrientes de agua en medio del desierto.
En los versículos 3 y 4, la palabra espiritual aparece tres veces con un sentido figurado. La comida, la bebida y la roca apuntan a una fuente espiritual. A través de su Espíritu, Dios estaba entregado activamente a la tarea de proveer para las necesidades básicas de su pueblo.
b. «Porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo». En el desierto, Dios en forma milagrosa proveyó de agua para los israelitas.
1. Jacob declara que Dios es «la Roca de Israel» (Gn. 49:24).
2. Moisés lo describe como una roca (Dt. 32:4, 15, 18, 30, 31).
3. Los salmistas lo llaman la roca (Sal. 18:31; 62:2; 78:35; 89:26; 95:1).
La palabra roca, tanto en los Salmos como en el cántico de Moisés, viene calificada a menudo por palabras que apuntan directamente a la obra redentora de Cristo: la roca de su [mi] salvación (Dt. 32:15; Sal. 62:2; 89:26; 95:1), Salvador (Sal. 89:26), redentor (78:35), creador (Dt. 32:18).
No nos sorprende que Dios no se agradara de ellos. Pablo acude a un eufemismo cuando escribe «de la mayoría de ellos». Lo que realmente quiere decir es que sólo dos de los hombres mayores de veinte años (Caleb y Josué) agradaron a Dios y entraron a la tierra prometida.
El resto murió en el desierto. En forma muy gráfica, Pablo afirma que los cuerpos muertos de esta gente quedaron esparcidos por el desierto (Nm. 14:16). Los funerales estaban a la orden del día
se puede calcular un promedio de 90 muertes diarias durante dicho período. ¡Qué recordatorio más constante y terrible de la ira de Dios!
Pablo compara al pueblo que murió en el desierto con los miembros de la iglesia de Corinto. El apóstol quería que los corintios supieran que todos los israelitas se beneficiaron de la diaria provisión de Dios y que, sin embargo, perecieron por su incredulidad
b. Un Ejemplo. 10:6-10.
Pablo entrega una lista de cinco ejemplos históricos tomados del mismo período.
1. El codiciar comida (Nm. 11:4)
2. Entregarse a la idolatría (Éx. 32:4, 6, 19)
3. Cometer inmoralidad (Nm. 25:1–9)
4. Tentar al Señor (Nm. 21:5)
5. Murmurar (Nm. 14:2, 36; 16:1–35)
«Para que no codiciemos cosas malas como ese pueblo lo hizo». Esta primera referencia a uno de los incidentes históricos nos recuerda el relato acerca de la chusma que reclamó por la comida. Cansados del maná de todos los días, dijeron: «¡Quién nos diera a comer carne! Nos acordamos del pescado que comíamos en Egipto … de los pepinos, los melones, los puerros, las cebollas y los ajos; y ahora nuestra alma se seca» (Nm. 11:4–6).
Pablo amonesta a los corintios diciéndoles lo que no deben hacer. Alude al décimo mandamiento: «no codiciarás» (Éx. 20:17; Dt. 5:21). Este mandamiento es la base del decálogo, ya que la codicia provoca todo tipo de pecados (Stg. 1:14, 15).
7. No seáis idólatras como algunos de ellos lo fueron. Como está escrito:
«El pueblo se sentó a comer y a beber
y se levantó a jugar».
La segunda referencia apunta a la ocasión en la que Aarón permitió que el pueblo hiciera un ídolo con forma de becerro (Éx. 32:1–20).
Tanto los israelitas que adoraron un becerro de oro en el monte Sinaí como los corintios que participaban en los ritos de los templos paganos, todos transgredían el segundo mandamiento.
Los corintios que entraban a los templos paganos durante los festivales paganos, se exponían a situaciones que los podrían llevar a pecar. Esto hacía que estuviesen en la misma categoría que los israelitas que «se levantaron para entregarse a una orgía pagana».
Los bailes que seguían a la comida por lo general terminaban en libertinaje. Por esto que el verbo griego paizein, que he traducido «jugar», puede adquirir una connotación negativa que le da el sentido de «se entregó al desenfreno»
8. Ni tampoco practiquemos la inmoralidad sexual como algunos de ellos lo hicieron, cuando en un solo día cayeron muertos veintitrés mil.
El tercer caso se refiere a un hecho que ocurrió cuando estaba por terminar el viaje de Israel por el desierto. Instigados por Balaam, los israelitas adoraron a Baal-Peor, practicaron los ritos cananeos de fertilidad y se entregaron a la inmoralidad sexual (Nm. 25:1–9; 31:16).
9. Ni tentemos a Cristo como algunos de ellos lo hicieron, y fueron destruidos por serpientes.
La cuarta referencia a la historia de Israel trata con el asunto de las serpientes (Nm. 21:4–9). Habiendo derrotado al rey de Arad, el pueblo de Israel se puso arrogante, rehusando rodear el reino de Edom. Se pusieron impacientes, blasfemaron contra Dios, acusaron a Moisés, rechazaron el maná y clamaron por agua. En respuesta, Dios les envió serpientes venenosas al campamento. Cuando el pueblo se arrepintió de su pecado, Moisés oró por ellos, hizo una serpiente de bronce y la colocó en un poste. La gente que había sido herida miró a la serpiente y sobrevivió (cf. Jn. 3:14, 15).
10. Y no murmuréis como algunos de ellos lo hicieron, y fueron destruidos por el ángel que destruye.
Una mirada a la historia de Israel mostrará que tenían el vicio de murmurar contra Dios, Moisés y Aarón. Como era tan frecuente su murmuración, no es fácil determinar el pasaje exacto al que Pablo alude en esta quinta referencia. A la luz de todo el presente versículo, hay dos incidentes que podrían ser buenos candidatos. Primero, después de haber oído el informe de los espías que volvieron de la tierra prometida, la comunidad entera murmuró contra Moisés y Aarón (Nm. 14:2).
Segundo, otra posibilidad es el relato que describe el motín de Coré, Datán, Abiram y On, quienes junto a 250 líderes se rebelaron contra Moisés (Nm. 16:1–35).
Las palabras se dirigen a los corintios, porque algunos líderes arrogantes podían inducirlos a murmurar contra Pablo. El apóstol ha tomado un ejemplo de las crónicas de Israel, para dejar en claro los peligros de murmurar contra Dios y sus siervos. Sin amenazar a los corintios, Pablo les enseña una lección que saca de la historia sagrada, a fin de inculcar en ellos el respeto por sus líderes espirituales (cf. Heb. 13:7, 17, 24).
c. Una Amonestación. 10:11-13.
«Y se escribieron para amonestarnos a nosotros». La Palabra de Dios tiene autoridad permanente para los creyentes de todas las épocas. En efecto, Dios nos ha entregado el Antiguo y Nuevo Testamento para amonestarnos a que vivamos una vida en armonía con sus preceptos (véase 9:10). La palabra amonestar ocurre en otra carta de Pablo, donde instruye a los padres a que críen a sus hijos en la «disciplina y amonestación del Señor» (Ef. 6:4, RV60). Con esto quiere decir que deben enseñarles a sus hijos las verdades de las Escrituras. De la misma manera, Dios amonesta con diligencia a su pueblo para que se apegue a su Palabra escrita, y les advierte que el no obedecerle les traerá trágicas consecuencias (cf. Heb. 10:31).
Junto con los corintios, cada creyente debe hacerle caso a la amonestación que Dios nos da en los días que conocemos como el fin del tiempo. Los hechos registrados en el Antiguo Testamento tienen el propósito determinado de advertirles a los creyentes que eviten el pecado y de apurar el día del Señor.
12. Así que, el que piensa que está de pie, cuídese de no caer.
Este es un aforismo que todos pueden tomar en serio. Por cierto, con frecuencia usamos este texto para decirle a alguien que evite la autosuficiencia y la arrogancia.
Dirige la aplicación a todos los lectores, pero en especial a aquellos que con orgullo creen que en Cristo tienen la libertad de hacer cualquier cosa o de ir a cualquier lugar. Pablo se refiere a los corintios que visitaban templos paganos (8:10).
El escritor de Hebreos dice: «Cuídense, hermanos, de que ninguno de ustedes tenga un corazón pecaminoso e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo. Más bien, mientras dure este ‘hoy’, anímense unos a otros cada día, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado» (Heb. 3:12, 13).
13. Ninguna tentación os ha sobrevenido que no sea común a todos. Pero Dios es fiel, y no permitirá que seáis tentados más allá de lo que podéis soportar, sino que con la tentación también proveerá de una forma de escape, para que podáis soportarla.
«Ninguna tentación os ha sobrevenido». ¡Qué ánimo para todo creyente! ¡Qué alivio saber que Dios ha puesto límites a la tentación! Pablo hace una pausa en su argumentación para traer una palabra de seguridad a sus desanimados lectores. Como corolario a su mandato de estar firmes y no caer (v. 12), Pablo se dirige a todo aquel que tiene que enfrentar los problemas de la vida diaria.