VIVIENDO EN EL ESPÍRITU
En el sermón, veremos la segunda conseciencia de ser libres de la ley gracias a Cristo, y basado en Romanos 7 y 8. Veremos que es vivir en el Espíritu, que significa esto.
1. VIVIENDO BAJO EL ESPÍRITU (9)
6 Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
19 Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne,
20 para que anden en mis estatutos, guarden mis ordenanzas y los cumplan. Entonces serán mi pueblo y yo seré su Dios.
¶18 Y todo esto procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación;
19 a saber, que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones, y nos ha encomendado a nosotros la palabra de la reconciliación.
¶20 Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros; en nombre de Cristo os rogamos: ¡Reconciliaos con Dios!
21 Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en El.
2. VIVIMOS EN CRISTO POR EL ESPÍRITU (10)
6 Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre!
27 Respondió Juan y dijo: Un hombre no puede recibir nada si no le es dado del cielo.
3. POR LA OBRA DE DIOS TRINO (11)
Pero nótese cuán estrechamente relacionadas están las otras dos personas de la Santísima Trinidad con el Padre y por ende la una con la otra. Que el Padre actúa por medio del Espíritu es algo que se afirma claramente en el v. 11. Que aun el mismo Jesús no permaneció totalmente pasivo en su resurrección lo está implícito en Jn. 10:17, 18.
17 Por eso el Padre me ama, porque yo doy mi vida para tomarla de nuevo.
18 Nadie me la quitaa, sino que yo la doy de mi propia voluntad. Tengo autoridad para darla, y tengo autoridad para tomarla de nuevo. Este mandamiento recibí de mi Padre.
Esta verdad está cargada de significado práctico. Vivimos en un tiempo en que en algunos círculos evangelísticos se muestra un desproporcionado interés por Jesús, como si el honor y la gloria sólo le pudieran ser adjudicados a él. Otros, por su parte, llenos de una errónea suerte de fervor ecuménico, que trata de unificar a todos los cuerpos religiosos en una gran iglesia mundial, minimizan la obra del Salvador y enfatizan que todos los hombres son hermanos, ya que Dios es Padre de todos ellos. Y un tercer grupo, que últimamente se muestra muy vocal, magnifica los dones carismáticos y no pueden dejar de hablar del Espíritu.
Como lo demuestra Ro. 8:9–11 y como lo comprueba todo el resto de la Escritura, es el trino Dios, es decir, Padre, Hijo y Espíritu Santo, el único y verdadero Dios, quién debería ser el objeto central de nuestro amor y adoración.