Una Vida Transformada
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Introducción
Introducción
La realidad de la resurrección de Jesucristo es una de las demostraciones más contundentes acerca de veracidad del mensaje de la Biblia.
Jesús dijo que iba a resucitar.
Jesús resucitó demostrando que 1) tiene el poder de vida en sí mismo 2) lo que dijo era verdad y por tanto podemos confiar en él.
Sin embargo, hay otro punto que nos ayuda a comprender la veracidad del mensaje de la Biblia - es decir, las vidas que fueron transformadas por le mensaje de Jesucristo.
Una cosa es ver la vida de un seguidor de Jesucristo que desde pequeño mostró simpatía/fue abierto al mensaje de Jesucristo.
Otra cosa es ver a una persona que no solo odiaba el mensaje de Jesucristo sino que activamente buscaba la manera d destruir al pueblo Cristiano. Esta clase de vida la vemos en le testimonio de la vida del apóstol San Pablo.
El día de hoy consideraremos:
El odio de un hombre contra Jesús
El poder soberano de Dios sobre un hombre
La transformación de una vida
I. El odio de un hombre contra Jesús
I. El odio de un hombre contra Jesús
Saulo aparece en el libro de los Hechos.
Recordemos que Saulo era su nombre hebreo mientras que Pablo era su nombre griego.
El día de hoy nos concentraremos en el capítulo 9.
Sin embargo, Saulo aparece desde .
Y Saulo estaba allí, aprobando la muerte de Esteban.
Aquel día se desató una gran persecución contra la iglesia en Jerusalén, y todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaria.
En la Biblia narra la historia del primer martír de la iglesia.
Esteban era una diácono usado por Dios que dio testimonio de la realidad de Jesucristo ante las autoridades judías.
Este gran hombre de Dios enfrentó el odio de las autoridades judías.
Él se mantuvo firme ante la turba de personas que querían quitarle la vida.
La Biblia nos dice como él permaneció con sus ojos levantados hacía el cielo mientras los judíos lo asesinaron al apedrearlo.
Entonces ellos, gritando a voz en cuello, se taparon los oídos y todos a una se abalanzaron sobre él, lo sacaron a empellones fuera de la ciudad y comenzaron a apedrearlo. Los acusadores le encargaron sus mantos a un joven llamado Saulo.
Hechos 7:57
Mientras Esteban estaba siendo asesinado, sus mantos habían sido encargados a un joven llamado Saulo.
No sabemos exactamente cuantos años tenía el joven Saulo.
Lo que si sabemos, según , es que ese joven estuvo de acuerdo con la muerte de Esteban.
La Biblia no nos dice, pero es posible que Esteban y Saulo tendrían una edad similar.
La razón que llego a esta conclusión es que Esteban había sido elegido para servir como diácono en la iglesia.
Los diáconos estaban encargados de la distribución alimenticia diaria para atender a las tantas viudas que había entre los creyentes de la iglesia.
Por tanto, podemos ver al joven Saulo consintiendo a la muerte de otro hombre, igual que él, quizá hasta la misma edad - todo por declarar que Jesucristo es el hijo de Dios y que Dios lo había resucitado de entre los muertos.
Saulo fue motivado por tal odio contra el pueblo de Dios que su única meta era destruir las vidas de aquellos que creían en Jesús.
Saulo, por su parte, causaba estragos en la iglesia: entrando de casa en casa, arrastraba a hombres y mujeres y los metía en la cárcel.
Hechos 8
Mientras los hermanos aun hacían duelo por la vida de Esteban, dentro del alma de Saulo arde una llama que desea arrasar con los creyentes.
Saulo, sin piedad, busca a los creyentes - hombres y mujeres por igual, sin importar que eran seres humanos igual que él - con la diferencia que ellos creían que Jesucristo era el Mesías prometido por Dios.
Ahora, en el capítulo 9 lo vemos viajando a un pueblo llamado Damasco para acabar con la comunidad de creyentes en ese lugar.
Este pueblo estaba a unas 152 millas de Jerusalén.
La Biblia describe la misión de Saulo:
Mientras tanto, Saulo, respirando aún amenazas de muerte contra los discípulos del Señor, se presentó al sumo sacerdote y le pidió cartas de extradición para las sinagogas de Damasco. Tenía la intención de encontrar y llevarse presos a Jerusalén a todos los que pertenecieran al Camino, fueran hombres o mujeres.
Hechos 9.1
Él va como el tiburón que ha olido sangre y pretende destruir a su presa.
Saulo va con una misión - de exterminar a aquellos que siguen el camino de Dios.
II. El poder soberano de Dios sobre un hombre
II. El poder soberano de Dios sobre un hombre
Sin embargo, por encima de todo está Dios quién es un Dios soberano.
Por encima de la muerte de Esteban, por encima de las amenazas y acciones de Saulo contra la Iglesia.
Por encima de los creyentes que han sido encarcelados y algunos quizá asesinados como Esteban.
Por encima de todo está el Dios soberano cuyo poder es incomparable.
Dios está por encima de todas las cosas.
El mismo poder resucitó al Señor Jesucristo de entre los muertos es el mismo poder que va a parar a Saulo en su camino hacia Damasco.
Saulo se dirige hacia Damasco cuando de repente:
En el viaje sucedió que, al acercarse a Damasco, una luz del cielo relampagueó de repente a su alrededor. Él cayó al suelo y oyó una voz que le decía:
—Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?
Hechos 9.3
Es en este momento en que Saulo, el perseguidor, el que va hacia Damasco para arrestar a los creyentes - en ese momento él es el perseguido, él es el arrestado - él es detenido por el gran poder soberano de Dios.
Dios se dirige exigiendo saber porque pretende Saulo perseguirlo.
Notemos que Saulo estaba persiguiendo a los creyentes.
Sin embargo, la voz de Dios dice que a quién está persiguiendo es a Dios mismo. ¿Por qué?
La realidad es que atentar contra los hijos de Dios es atentar contra Dios mismo.
Hacer violencia contra el pueblo de Dios es hacer violencia contra el Dios de la gloria.
Notemos como Jesús se revela ante aquel que lo considera su enemigo:
—¿Quién eres, Señor?—preguntó.
—Yo soy Jesús, a quien tú persigues—le contestó la voz—. Levántate y entra en la ciudad, que allí se te dirá lo que tienes que hacer.
Hechos 9:
No es nadie más que aquel cuyos seguidores ha querido destruir Saulo.
Es aquel en quien depositó su esperanza Esteban. Dio su vida creyendo en Jesús, la fuente de vida eterna.
Es aquel en quien esperaron todos aquellos que ahora estaban en una cárcel o muertos a causa de las acciones de Saulo.
Sin embargo, es el mismo Jesús que ahora ha arrestado a este sicario en su camino.
Jesús mismo, con su glorioso poder, lo detiene en el camino.
¡No más! No más arrestos, no más amenazas, no más muertes, no más cárcel.
Este es el gran poder de Dios manifestado.
El mismo poder que creó los cielos y la tierra.
El mismo poder que abrió el mar rojo.
El mismo poder que destruyó los muros de Jérico.
Es el mismo poder que ahora ha parado a Saulo en su camino, lo ha cegado, y ahora va a cambiar el rumbo de su vida por siempre.
III. La transformación de una vida
III. La transformación de una vida
Saulo ha sido cegado por el resplandor de la gloria de Jesucristo y es llevado a Damasco donde permanece tres días sin comer ni beber agua.
Dios le habla a Ananías que vaya a Saulo para orar por él y que así reciba la vista.
Había en Damasco un discípulo llamado Ananías, a quien el Señor llamó en una visión.
—¡Ananías!
—Aquí estoy, Señor.
—Anda, ve a la casa de Judas, en la calle llamada Derecha, y pregunta por un tal Saulo de Tarso. Está orando, y ha visto en una visión a un hombre llamado Ananías, que entra y pone las manos sobre él para que recobre la vista.
Ananías tenía gran razón en temer por su vida ya que Saulo era un sicario que odiaba al pueblo de Dios.
Sin embargo, ahora era un hombre que había sido arrestado/perseguido/vencido/conquistado por el gran poder de Dios.
Creo que Dios nos quiere decir algo con la ceguera que le causó a Saulo. Esa ceguera física era realmente una manifestación de la ceguera espiritual en la cual vivía Saulo.
Saulo odiaba al pueblo de Jesús porque estaba ciego ante la realidad de la identidad de Jesucristo.
Saulo estaba ciego ante la realidad que los primeros cristianos no eran gente fanática ni mucho menos gente que perjudicaba a la sociedad. Más bien, eran el verdadero pueblo de Dios.
Dios le revela a Ananías su plan para Saulo:
Hechos 9:15
—¡Ve!—insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel. Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.
Notemos la autoridad con la cual le habla Dios a Ananías - Dios es el Señor, Dios es el soberano, Dios es a quien servimos y por tanto solo hemos de someternos ante su autoridad. Él no solo procura nuestro bien sino también el bien de aquellos que viven sin Dios y sin esperanza, personas que viven en la oscuridad de su ceguera.
Dios le habla diciendo que Saulo es el instrumento que Dios va a usar para proclamar su nombre ante las naciones, reyes, y ante todo Israel.
Saulo, quien odiaba el nombre de Jesucristo - ahora ha de ser uno de sus principales heraldos.
Saulo, quien odiaba aquellos que predicaban el nombre de Cristo - ahora ha de ser testigo del mismo ante todos.
Saulo, quien estuvo de acuerdo con la muerte de Esteban por proclamar que Jesús era el hijo de Dios, ahora ha de proclamar el mismo mensaje.
Sin embargo, Saulo ha de padecer por proclamar el nombre de Jesús.
Sualo va a padecer al igual que padecieron aquellos a quienes persiguió.
No va a padecer como consecuencia de haber perseguido a los creyentes.
No va a padecer como si fuese un castigo por su vida pasada.
Va a padecer, porque al igual que él, habrán muchos ciegos que querrán acabar con su vida tal como él lo hizo con otros.
Notemos el momento maravilloso cuando Ananías llega al lugar donde está Saulo:
Hechos 9:17
Ananías se fue y, cuando llegó a la casa, le impuso las manos a Saulo y le dijo: «Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino, me ha enviado para que recobres la vista y seas lleno del Espíritu Santo.» Al instante cayó de los ojos de Saulo algo como escamas, y recobró la vista. Se levantó y fue bautizado;
Ananías ya no lo mira como un sicario.
Ni siquiera lo mira como un hombre ciego que ha recibido su castigo merecido de parte de Dios.
Ahora lo mira como su mismo hermano.
Ananías está convencido en que Dios va a manifestar su poder y va a concederle la vista física y la claridad espiritual necesaria para creer en Jesús y cumplir la misión que Dios le tiene preparada.
Notemos que al instante Dios sana a su siervo, a su instrumento, a su predicador, y es bautizado.
De ese día en adelante, Saulo proclama el nombre de Jesucristo con toda valentía:
Hechos 9:
y habiendo comido, recobró las fuerzas.
Saulo pasó varios días con los discípulos que estaban en Damasco, y en seguida se dedicó a predicar en las sinagogas, afirmando que Jesús es el Hijo de Dios.
Por fin Saulo pudo comprender lo que mantuvo firme la fe de Esteban, de tantos hombres y mujeres a quien el mismo arrestó, y de tantos otros creyentes que dieron su vida - por fin pudo entender porque es que mantuvieron su fe firme en Dios.
No es que ellos fueron muy creyentes o muy valientes sino que el amor de Dios los mantuvo y nada los pudo apartar de él:
¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿La tribulación, o la angustia, la persecución, el hambre, la indigencia, el peligro, o la violencia? Así está escrito:
«Por tu causa siempre nos llevan a la muerte;
¡nos tratan como a ovejas para el matadero!»
Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.