El Poder de la Lengua
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Introducción
Introducción
Las palabras de una persona son capaz de inspirar al ser humano a hacer algo sublime o algo de lo mas vil.
El Dr. Martin Luther King inspiró a una generación de personas que lucharon por los derechos civiles de los afroamericanos mediante su discurso “I have a dream”.
Benito Juaréz inspiró ha inspirado a muchos mexicanos con el lema “el respeto al derecho ajeno es la paz”, frase que pronunció el día que entró a la CDMX tras haber sido fusilado el emperador Maximiliano 1 de México de Habsburgo.
El dictador Adolfo Hitler dijo que “aquel que se gane a la juventud se gana el futuro”, y vemos cómo cautivó los afectos de millones de alemanes que se unieron a su causa perversa que afirmaba la superioridad de la raza blanca.
La Biblia tiene mucho que decirnos acerca del poder de la lengua. El día de hoy consideraremos lo que la Biblia enseña acerca del poder de la lengua en base al tercer capítulo de la carta de Santiago.
Santiago era el medio hermano del Señor Jesucristo.
Lo más probable era que Santiago era el hijo biológico de Maria y José.
Habiendo sido el medio hermano del Señor Jesucristo él estuvo cerca de él.
Aunque sabemos que al principio sus propios hermanos no creían en él.
Es más, sus propios hermanos pensaban que Jesús estaba loco.
Sin embargo, Santiago con el tiempo pudo reconocer por la gracia de Dios que Jesús es el Mesías enviado por Dios para salvar a su pueblo de sus pecados.
Santiago sabía que el mismo Señor Jesucristo había enseñado acerca de la realidad que cada uno de nosotros daremos cuenta a Dios por cada una de nuestras palabras:
Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.
Jesús en más de una ocasión enfatizó que el creyente, el hijo de Dios, debe estar consciente que somos responsables por las palabras que salen de nuestra boca.
No podemos ser ligeros al hablar, ya que daremos cuenta por cada palabra.
Camada de víboras, ¿cómo pueden ustedes que son malos decir algo bueno? De la abundancia del corazón habla la boca.
Lo que nosotros hablamos refleja lo que hay en nuestros corazones.
El hombre habla de lo que está lleno su corazón.
Nuestras palabras son como una ventana que permite que los que nos escuchan se den cuenta de lo que realmente hay en nuestros corazones.
El día de hoy consideraremos:
La lengua de los maestros
La lengua del ser humano
La lengua del creyente
I. La lengua de los maestros
I. La lengua de los maestros
Santiago inicia su discurso sobre el poder de la lengua al concentrarse en la lengua de los que son maestros.
Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.
El pueblo de Dios siempre ha sido dirigido por pastores y maestros.
Estos son los hombres que Dios ha usado para guiar a su pueblo a conocer más a Dios y a madurar en Cristo.
Dios llama a estos hombres, y en cierto contexto a mujeres, para enseñar al pueblo d Dios.
Sin embargo, Santiago afirma que para los que son maestros habrá un juicio más severo.
Los maestros reconocidos en una congregación tienen la admiración y respeto de la congregación.
Por tanto, ellos tienen gran influencia sobre la congregación.
Ellos tienen el poder de enseñar la verdad, pero también pueden enseñar falsedad.
De hecho, una de las preocupaciones más grandes de en la iglesia primitiva era la abundancia de maestros falsos.
Habían muchas personas que lo único que querían hacer es reunir seguidores. Estos maestros falsos maestros no predicaban para que sus oyentes crecieran en Cristo sino para alimentar su propio ego.
Muchos de ellos enseñaban cosas falsas, cosas que agradaban a los oyentes, cosas que querían escuchar las personas, con tal de que tuvieran muchos seguidores.
El peligro de los falsos maestros es que lograban cautivar la atención de muchas personas que que se desviaran de la verdad y de la verdadera piedad.
Así que Santiago exhorta a la gente que no pretendan ser maestros solo por ser reconocidos como tal.
El trabajo de pastor y maestro es un trabajo peligroso porque Dios nos llamará a cuenta si no hemos predicado su palabra con fidelidad.
Hemos de someter nuestra mente y lengua a la autoridad de la Palabra de Dios.
Hemos de hablar lo que dice Dios en su palabra y nada más.
II. La lengua del ser humano
II. La lengua del ser humano
Después de esto Santiago amplía su enfoque al referirse a la población en general. No son solo los maestros que están propensas a ofender a Dios - y por ende ser juzgados con severidad.
Todos fallamos mucho. Si alguien nunca falla en lo que dice, es una persona perfecta, capaz también de controlar todo su cuerpo.
Hermanos míos, no pretendan muchos de ustedes ser maestros, pues, como saben, seremos juzgados con más severidad.
Todos fallamos.
Todos ofendemos.
Todos somos pecadores.
Todos nos hemos desviado de los mandamientos del Señor.
Sin embargo, aunque no todos fallamos en lo mismo, hay algo en lo cual todos los seres humanos hemos fallado.
Santiago sabe que existe un mal universal que afecta a todos los seres humanos.
No hay ser humano exento de este mal.
Todos los seres humanos hemos fallado en lo que decimos.
Cada uno de los que estamos sentados en este lugar hemos pecado por las palabras que hemos dicho en algún momento de nuestra vida.
Habrá una persona que diga que ellos no han ofendido a Dios mediante sus palabras.
La lógica de Santiago es que si nunca has fallado mediante tus palabras, entonces has de ser una persona integra, perfecta, sin maldad ya que si puedes dominar tu lengua seguramente tienes el poder de dominar todas las demás areas de tu vida.
Santiago parece decir que todos los seres humanos batallan con este mal. Todos los seres humanos batallamos con nuestra lengua.
Santiago nos ayuda a entender la influencia que ejerce la lengua sobre la vida del hombre. Para ilustrar la influencia de la lengua usa el ejemplo de los caballos y los barcos.
Cuando ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, podemos controlar todo el animal.
Un caballo, promedio pesa unas 750 libras.
Un caballo es capaz de arrollar a una persona.
Sin embargo, los hombres hemos podido domar los caballos mediante un freno. El freno es un instrumento que se pone en la boca del caballo por el cual el que lo monta dirige al caballo en la dirección que debe ir.
Es un instrumento tan pequeño comparado con el enorme tamaño de un caballo.
Sin embargo, ese pequeño instrumento dirige al caballo en la dirección que debe ir.
Fíjense también en los barcos. A pesar de ser tan grandes y de ser impulsados por fuertes vientos, se gobiernan por un pequeño timón a voluntad del piloto.
El segundo ejemplo que toma Santiago es el ejemplo del barco.
Un barco es mucho más enorme que un caballo.
El caballo es enorme en tamaño y en peso.
Es cientos de veces más grande que un caballo.
Sin embargo, el principio es el mismo - el timón pequeño tiene el poder de dominar la dirección del barco.
El que controla el timón controla el rumbo del barco.
Así también la lengua es un miembro muy pequeño del cuerpo, pero hace alarde de grandes hazañas. ¡Imagínense qué gran bosque se incendia con tan pequeña chispa!
La lengua es un miembro pequeño.
El cerebro es más grande que la lengua.
Los pies, los brazos, los hombros, etc. son más grandes que el cuerpo.
Sin embargo, la lengua tiene la misma función.
Uno dirá - el freno dirige al caballo y el timón dirige la dirección del barco. ¿Cómo es que la lengua dirige al ser humano?
Es cierto, que la lengua no dirige nuestra dirección.
La lengua no nos hace caminar de un lugar y luego nos lleva a caminar a otro.
Sin embargo, la lengua, o mejor dicho las palabras que pronunciamos con nuestra boca dan una indicación completa hacía donde se dirige nuestra vida.
También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos, contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida.
Santiago 3
Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno.
La lengua es comparada a una chispa, a una pequeña llama.
Esa pequeña llama tiene el poder de incendiar un bosque, una ciudad completa, de tal manera que le prende fuego a “la rueda de la creación” o mejor dicho al “curso de la vida”.
En otras palabras, todo lo que nosotros decimos muestra a los seres humanos que es lo que está dominando nuestra vida.
Esto sucede con cada ser humano. Las palabras que nosotros decimos muestran que es lo que nos domina.
Es interesante ver como Santiago compara el poder del ser humano en dominar toda clase de animal.
El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas;
Santiago 3.
En los circos y zoológicos podemos ver como el hombre ha podido dominar al mundo animal.
Existen espectáculos de elefantes bailarines y serpientes encantadas.
Al principios del siglo pasado habían hasta circos de pulgas donde algunos entrenaban a las pulgas a hacer ciertos brincos/ejercicios.
El hombre ha sido capaz de lograr domesticar muchos animales sin importar el tamaño de estos animales.
Pero, existe una verdad universal que aplica a todo ser humano:
pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal.
Esa verdad universal es que el ser humano no pude domar su propia lengua.
Podemos domar bestias, reptiles, animales, etc…pero no podemos domar este pequeño músculo que tenemos en nuestra boca.
Si nosotros no lo podemos domar quiere decir que este pequeño miembro nos tiene domado a nosotros.
Y esto es evidente al ver cuanto ser humano insulta, ofende, menosprecia, se burla, dice obscenidades, chismes, mentiras, etc…y esto es solo hablar de los que dicen ser cristianos.
Ahora, con la tecnología el problema se ha hecho aun peor porque antes muchos evitaban ofender en persona por verguenza o porque se cohibían hacerlo en persona - pero ahora es tan sencillo enviar un mensaje de texto y ofender a las personas.
Con un mensaje de texto decimos mentiras.
Con un mensaje de texto nos burlamos.
Con un mensaje de texto descargamos nuestra ira o coraje sobre un a persona.
El mal es el mismo. El pecado es igual. La manera en que lo hacemos es diferente pero la ofensa y el pecado es igual.
En ocasiones llegamos a pensar que los verdaderos pecados son aquellos pecados feos/escandalosos. Los verdaderos pecados son aquellos que otros cometen. Sin embargo, Santiago quiere que entendamos lo terrible que son los pecados que cometemos mediante el uso de nuestra lengua.
La lengua es esa pequeña chispa que puede causar un incendio y por consecuencia destruye todo en su camino (vv. 5-6).
La lengua es un mundo de maldad y contamina el cuerpo. Contamina al cuerpo porque demuestra toda la maldad que hay en el corazón (v. 6)
Todas las ofensas que salen de nuestra boca encuentran su fuente en el corazón del ser humano.
No es que cometimos un accidente y que salió el insulto de la nada - más bien las ofensas de nuestro corazón hablan del estado de cada ser humano.
Las palabras del ser humano reflejan el orgullo, el odio, la prepotencia, etc…que existe en cada ser humano.
La lengua es un veneno mortal (v. 8). Notemos que no habla de algo leve o benigno. La maldad de la lengua es mortal.
Con nuestra lengua podemos matar el animo de una persona.
Con nuestra lengua podemos llevar a una persona al borde de la depresión y la desesperación.
Este poder de la lengua, de insultar, de ofender, encuentra su impulso, su inspiración, su energía en el mismo infierno (v. 6).
Los eres humanos estamos hundidos en una situación desesperante al tener que reconocer que en nuestra boca está un miembro al cual no podemos dominar.
III. La lengua del creyente
III. La lengua del creyente
Santiago termina su exhortación al enfocarse en los creyentes y explica la situación contradictoria en la cual se encuentra el creyente:
Santiago 3.9
Con la lengua bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas, creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. ¿Puede acaso brotar de una misma fuente agua dulce y agua salada? Hermanos míos, ¿acaso puede dar aceitunas una higuera o higos una vid? Pues tampoco una fuente de agua salada puede dar agua dulce.
Por un lado, el creyente ha sido llamado a exaltar a Dios.
Por un lado, el creyente ha sido llamado a clamar al nombre de Dios.
El hombre canta a un Dios, alaba a Dios, ora a Dios.
El hombre con sus labios eleva una canción al creador del universo.
Por un lado, el hombre usa su boca para expresar su alabanza y agradecimiento a Dios.
Pero, con la misma boca ofende, degrada, insulta, a aquellos que han sido creados a imagen y semejanza de Dios.
Es como si hubiese una fuente que da agua dulce y salada.
Es como si hubiese una higuera que diera aceitunas o una vid que diera higos.
En otras palabras, es una contradicción que hayan creyentes que en el transcurso del día domingo alaban a Dios y a las pocas horas insultan a aquellos que han sido creados a imagen de Dios.
Por eso dice Santiago “Herman os míos, esto no debe ser así.”
Santiago dice que esto no debe ser así.
Pero, que no fue Santiago quien unos versículos antes dijo que la lengua no puede ser domada (v. 8).
A final de cuentas la razón principal por la cual el hombre ofende a Dios y a los hombres con sus palabras es porque no hay nadie que pueda domar su lengua. Todos los seres humanos son domados por su lengua.
La lengua domina al ser humano. La lengua es inspirada por el mismo infierno - por Satanás mismo.
Esta es la verdad universal que aplica a todos los seres humanos.
¿Cómo es que podemos dejar de vivir esta vida contradictoria en la cual un momento alabamos a Dios y a la vuelta de la esquina destruimos a una persona con nuestras palabras?
La respuesta la tenemos en que necesitamos ser dominados por Dios.
Necesitamos nacer de nuevo. El que ha creído en Cristo Jesús es una nueva criatura.
El que ha creído en Dios no es dominado por nadie más que por Dios.
El ser humano ha de rendir su vida entera a Dios de tal manera que Dios ejerce dominio sobre él en cada área de su vida.
El creyente ha de tomar este llamado en serio y analizar sus palabras.
Es promesa de Dios hacernos libros de todo lo que nos lleva a pecar contra Dios.
Es promesa de Dios darnos la autoridad de resistir el pecado.
Por tanto, reconozcamos nuestro mal carácter, nuestro orgullo, nuestro sentir de superioridad, nuestra carácter que no ha sido formado a la imagen de Dios.
Llevemos nuestra vida imperfecta al pie de la cruz y Dios será fiel y justo para perdonar y transformar cada area de nuestra vida.
Pidamos a Dios la autoridad para cambiar nuestras palabras que solo herían y ofendían a las demás por palabras que edifican, animan, y muestran amor/afecto a los demás.