Sermón sin título (2)
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Adolescentes en los centros de tratamiento
En el 2011, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre los juzgados especializados en justicia para adolescentes en las entidades federativas radicaron un total de 23, 088 asuntos. De ellos, 19, 922 se encontraban en primera instancia y 3, 166 en segunda instancia; en los mismos, se registraron en total 21, 429 conductas antisociales asociadas a delitos del fuero común (Instituto Nacional de Estadística y Geografía, INEGI, 2012).
En el 2012, fueron ingresadas a los centros de tratamiento 10, 583 personas. De ellas, sobresalen 1, 753 por robo a casa habitación, 754 por robo a transeúntes en la vía pública y 682 por robo de vehículo (INEGI, 2013).
En el 2015, de los adolescentes ingresados, el 7% tenía entre 12 y 14 años de edad; el 15.9% tenía 15 años; el 27.7%, 16 años; el 35.1%, 17 años y el 13.5%, 18 o más años. De acuerdo con las conductas antisociales cometidas por los adolescentes ingresados, 86.9% fueron por primera vez, el 5.4% fueron reincidentes y el 7.6%, reingresos.
Al cierre de 2016, 104, 363 personas ingresaron a los centros penitenciarios y 4, 507 a centros de tratamiento y/o internamiento para adolescentes; el 4.1% fueron menores de 17 años. El 63.7% del total de delitos y conductas antisociales fueron del fuero común, presentándose el robo con un 32.6% (INEGI, 2017).
Al cierre de 2017, 98, 310 personas ingresaron a los centros penitenciarios y 2, 728 a centros de tratamiento y/o internamiento para adolescentes. El 69.4% del total de los delitos y conductas antisociales son del fuero común, siendo el robo el de mayor incidencia, aumentando en este año en un 37.6%: el ingreso de los adolescentes a los centros penitenciarios (menores de 18 años) fue de 2.2% y de jóvenes de 18 a 29 años, el ingreso fue bajo relativamente (40.5%) (INEGI, 2017).
En la Figura 2 se muestran las experiencias que han tenido los jóvenes de 15 a 29 años en un entorno delictivo (porcentaje de jóvenes que alguna vez han portado un arma, han estado en una pandilla violenta, han cometido actos de vandalismo, o bien, han tenido problemas con la policía); se observa que han sido como sigue: en la ciudad de Puebla, el 8.5 %, en Pachuca, el 12.0 %, en Tlaxcala, el 10.3%, en Tehuacán, el 9.3% y en Morelos, el 9.2%.
Figura 2. Experiencias que han tenido los jóvenes de 15-29 años en un entorno delictivo.
En la Figura 3 se muestran las situaciones personales y los factores de riesgo que enfrentan los jóvenes. Se puede observar que el entorno delictivo en que se involucraron alguna vez en la vida es del 12.0%. También se observa que, en el 2014, se involucraron en algún delito el 2.9%.
Figura 3. Factores de riesgo que enfrentan los jóvenes.
En la Figura 4 se muestra el porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años que experimentaron al menos un factor de riesgo individual durante el 2014. Se puede observar el porcentaje alto en el que los jóvenes se involucraron en alguna actividad de riesgo.
En relación a lo anterior, se confirma que la adolescencia es una de las etapas más vulnerable en el desarrollo humano. Arias Gallegos (2013) dice que la adolescencia es un periodo de transición. Desde ese enfoque, Erickson (citado en Gaeta y Galvanovskis, 2011) sostiene que la adolescencia es un periodo de transformación continua que requiere ajustes a cambios
Figura 4. Porcentaje de jóvenes de 15 a 29 años que experimentaron al menos un factor de riesgo individual durante el 2014.
Se puede decir que “la búsqueda de autonomía por parte del adolescente involucra desacuerdos que pueden desestabilizar las relaciones familiares, pero también ofrece una oportunidad para que el adolescente desarrolle estrategias de negociación para que los padres cambien sus posiciones” (Molina Pávez, Martínez Guzmán y Camsille Eltit, 2009. p. 164).
La familia pasa por un proceso de cambios a la llegada de la etapa de la adolescencia de algunos de sus miembros; de allí la relevancia de las prácticas parentales y el ambiente familiar como factores predictores de las conductas antisocial y delictiva de los adolescentes. Como señalan Loeber y Farrington (2012), “los factores de protección son relevantes para que los jóvenes desarrollen una baja probabilidad de violencia durante un período de la vida en el que la violencia tiende a emerger” (p. 24).
Además, Berk (citado en Arias Gallegos, 2013) menciona que “el papel de la familia en el desarrollo psicológico de la persona es indiscutible, el funcionamiento familiar es el mejor predictor de la aparición de las conductas agresivas, así como de su tránsito hacia la delincuencia juvenil” (p. 29).
Pregunta de investigación
La pregunta de investigación principal fue la siguiente: ¿En qué medida las prácticas parentales, tanto maternas como paternas, y el ambiente familiar son factores predictores de las conductas antisociales y delictivas de los adolescentes asistentes a cuatro festivales de jóvenes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día?
Al mismo tiempo, se pretendió determinar el grado de asociación y el potencial predictivo de las variables de las prácticas parentales, tanto paternas como maternas y el ambiente familiar con los datos sociodemográficos, para determinar si el género, la edad y quién viven impactan en la vida de los adolescentes en relación con las variables estudiadas.
La presente investigación planteó las siguientes hipótesis:
H1: Las prácticas parentales paternas y maternas y el ambiente familiar son predictores de la conducta antisocial de los adolescentes asistentes a cuatro festivales de jóvenes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
H2: Las prácticas parentales paternas y maternas y el ambiente familiar son predictores de la conducta delictiva de los adolescentes asistentes a cuatro festivales de jóvenes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día.
Metodología utilizada
Se trata de una investigación de campo de tipo cuantitativo, explicativo (ex post facto) y transversal. Las variables utilizadas en esta investigación fueron las siguientes: las conductas antisocial y delictiva fueron las variables dependientes y tantos las dimensiones de las prácticas parentales, como las del ambiente familiar fueron las variables independientes. Algunas variables demográficas consideradas en el estudio fueron las siguientes: género y con quién vivían los adolescentes.
Participantes
Respecto de la población del estudio, la unidad de observación fue de adolescentes voluntarios, asistentes a cuatro festivales de jóvenes de la Iglesia Adventista del Séptimo Día. La muestra quedó conformada por un total de 540 participantes. De acuerdo con la distribución de sujetos encuestados por su género, se distribuyó de la siguiente manera: el 59% fueron mujeres (n = 316) y el 41% fueron hombres (n = 216).