No basta sólo con orar, hay que obedecer
Se espera que nosotros los discipulos de Jesús nos relacionemos correctamente con él.
Introducción:
Jesucristo es la Vid, la Vid verdadera. La unión de la naturaleza divina con la humana, y la plenitud del Espíritu que hay en Él, recuerdan la raíz de la vida que fructifica por la humedad de la buena tierra. Los creyentes son los pámpanos de esta Vid. La raíz no se ve y nuestra vida está escondida con Cristo; la raíz sustenta al árbol, le difunde la savia, y en Cristo están todos los sustentos y provisiones. Los pámpanos de la vid son muchos, pero al unificarse en la raíz no son sino una sola vid; de este modo, todos los cristianos verdaderos, aunque disten entre sí en cuanto a lugar y opinión, se unen en Cristo. Los creyentes, como los pámpanos de la vid, son débiles e incapaces de permanecer, sino como nacieron. —El Padre es el Dueño de la vid. Nunca hubo un dueño tan sabio, tan cuidadoso con su viña como Dios por su Iglesia que, por eso, debe prosperar. Debemos ser fructíferos. Esperamos uvas de una vid, y del cristiano esperamos un temperamento, una disposición y una vida cristiana. Debemos honrar a Dios y hacer el bien, esto es, llevar fruto
Jesús primero describe quién es él y qué es lo que él desea.
La permanencia continua de un discípulo con Jesús (el que permanece en mí) y la morada de Jesús en el creyente (y yo en él) da como resultado un fruto abundante (cf. v. 8). Pero aquellos que no creen enfrentan el desastre. Los pámpanos muertos no llevan fruto, son cortados (v. 2). Debido a que son inútiles, los echan en el fuego, y arden. ¿