SEGUNDA TENTACIÓN

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Segunda tentación

5, 6. … Así que, ¿confías en tu Padre?”, dice el tentador. “Bueno, probémoslo”: Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Puesto que eres el Hijo de Dios, arrójate abajo; porque está escrito:

El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti,

y

En sus manos te llevarán,

para que tu pie no tropiece contra una piedra.

Hay quienes ven una discrepancia entre Mateo y Lucas, dado que el orden en que Mateo relata las dos últimas tentaciones se invierte en Lc. 4:5–12. La respuesta es que, mientras Mateo ciertamente presenta una secuencia histórica, como se ve claramente no solamente por su uso de la palabra “Entonces” (v. 5), y del v. 11, “Entonces el diablo lo dejó”, sino también, como ya se ha notado, por la conexión interna entre la primera y la segunda tentación; Lucas, por el contrario, ni siquiera sugiere tal secuencia. Simplemente conecta las tres tentaciones por medio de la conjunción “y” (4:5, 9), pero no dice ni indica de modo alguno que están presentadas en su orden histórico. Así que no hay discrepancia.

Las palabras “el diablo lo llevó” se encuentran también en el v. 8, donde consideraremos la pregunta cómo deben entenderse. No nos sorprende que Mateo, el judío, llame a Jerusalén “la santa ciudad” (cf. 27:53). El propósito era que fuera eso (Sal. 46:4; 48:1–3, 9–14; 122; 137; Mt. 5:35). Muchos recuerdos queridos están relacionados con Jerusalén o Sion. ¿No era la ciudad donde había establecido su trono David, el gran antepasado de Cristo? ¿No había prometido Dios que allí establecería su morada? Aquí estaba el templo con su “lugar santo” y el “lugar santísimo”. Esta era la ciudad hacia la cual se dirigían las tribus para dar gracias al nombre de Jehová.

INTRODUCCIÓN.- Es claro que Mateo creía en la existencia de un “príncipe del mal” personal. Lo mismo creían los demás apóstoles y escritores inspirados, y Cristo mismo. Además de las referencias en , , ; ; ; y las otras ya mencionadas, véanse también ; ; ; ; ; ; , ; ; y 20:2.
Expulsado del cielo, el diablo se llenó de furor y de envidia. Su odio está dirigido contra Dios y contra su pueblo, especialmente contra Dios cuando está por revelarse en Jesucristo para salvación. En consecuencia, su propósito es engañar y seducir a su gran enemigo, el Mesías, a fin de que, junto con éste, pueda también arruinar su reino (véase 4:23). Los métodos del diablo son muy astutos (). Sobre este tema, véase C.N.T. sobre .

I.- SEGUNDA TENTACIÓN.

5, 6. … Así que, ¿confías en tu Padre?”, dice el tentador. “Bueno, probémoslo”: Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Puesto que eres el Hijo de Dios, arrójate abajo; porque está escrito:
El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti,
y
En sus manos te llevarán,
para que tu pie no tropiece contra una piedra.
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo, (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 234–235.

5, 6. … Así que, ¿confías en tu Padre?”, dice el tentador. “Bueno, probémoslo”: Entonces el diablo lo llevó a la santa ciudad, y lo puso sobre el pináculo del templo, y le dijo: Puesto que eres el Hijo de Dios, arrójate abajo; porque está escrito:

El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti,

y

En sus manos te llevarán,

para que tu pie no tropiece contra una piedra.

Hay quienes ven una discrepancia entre Mateo y Lucas, dado que el orden en que Mateo relata las dos últimas tentaciones se invierte en Lc. 4:5–12. La respuesta es que, mientras Mateo ciertamente presenta una secuencia histórica, como se ve claramente no solamente por su uso de la palabra “Entonces” (v. 5), y del v. 11, “Entonces el diablo lo dejó”, sino también, como ya se ha notado, por la conexión interna entre la primera y la segunda tentación; Lucas, por el contrario, ni siquiera sugiere tal secuencia. Simplemente conecta las tres tentaciones por medio de la conjunción “y” (4:5, 9), pero no dice ni indica de modo alguno que están presentadas en su orden histórico. Así que no hay discrepancia.

Las palabras “el diablo lo llevó” se encuentran también en el v. 8, donde consideraremos la pregunta cómo deben entenderse. No nos sorprende que Mateo, el judío, llame a Jerusalén “la santa ciudad” (cf. 27:53). El propósito era que fuera eso (Sal. 46:4; 48:1–3, 9–14; 122; 137; Mt. 5:35). Muchos recuerdos queridos están relacionados con Jerusalén o Sion. ¿No era la ciudad donde había establecido su trono David, el gran antepasado de Cristo? ¿No había prometido Dios que allí establecería su morada? Aquí estaba el templo con su “lugar santo” y el “lugar santísimo”. Esta era la ciudad hacia la cual se dirigían las tribus para dar gracias al nombre de Jehová

Hay quienes ven una discrepancia entre Mateo y Lucas, dado que el orden en que Mateo relata las dos últimas tentaciones se invierte en . La respuesta es que, mientras Mateo ciertamente presenta una secuencia histórica, como se ve claramente no solamente por su uso de la palabra “Entonces” (v. 5), y del v. 11, “Entonces el diablo lo dejó”, sino también, como ya se ha notado, por la conexión interna entre la primera y la segunda tentación; Lucas, por el contrario, ni siquiera sugiere tal secuencia. Simplemente conecta las tres tentaciones por medio de la conjunción “y” (4:5, 9), pero no dice ni indica de modo alguno que están presentadas en su orden histórico. Así que no hay discrepancia. Véase la astucia del diablo al proponerle esto:
(A) Al ver Satanás que Cristo, en el caso de satisfacer su hambre, confiaba tan plenamente en el cuidado que el Padre tenía de Él le ataca por ahí, induciéndole a que se arroje de lo alto, con la misma confianza de que el Padre velará por su seguridad. No hay extremos tan peligrosos, especialmente en lo que atañe al bienestar de nuestra alma, como la desesperación y la presunción. Hay quienes, al haber obtenido la persuasión de que Cristo puede y quiere salvarles de sus pecados, son tentados a presumir que les salvará también en sus pecados. Tan mala es la inseguridad de la salvación, como la presunción de la salvación. La primera es normal en la Iglesia de Roma; la segunda acecha dentro de la Reforma. Ambos extremos quedan refutados en y 3:7–10 respectivamente. Observemos ahora:
(a) Cómo preparó el demonio la tentación. Llevó a Cristo a Jerusalén, no por la fuerza, no contra su voluntad, sino con su consentimiento. Y le puso en pie sobre el alero del Templo. Véase aquí primeramente, cuán sumiso fue Cristo, al permitir ser llevado de esta manera por Satanás y cuán consolador es para nosotros el saber que, al permitir el Señor a Satanás que ejercitara su poder sobre Él, no consiente que lo ejercite con nosotros, porque conoce nuestra fragilidad. En segundo lugar, cuán astuto fue el diablo al escoger el sitio para tentar a Jesús. Lo sitúa en un lugar muy conspicuo y en la populosa ciudad de Jerusalén, gozo de toda la tierra; y en el Templo, una de las maravillas del mundo, continuamente observado con admiración por unos o por otros. Allí puede Cristo hacerse notar y demostrar que es el Hijo de Dios, no en la oscuridad de un desierto, sino ante multitudes.
Téngase en cuenta cómo Jerusalén es llamada la santa ciudad; así lo era por nombre y profesión. Pero no hay en la tierra una ciudad tan santa que se halle a salvo de las tentaciones del diablo. La santa ciudad es el lugar en que, con mayor ventaja y éxito, induce a los hombres al orgullo y a la presunción. Pero, bendito sea Dios por el hecho de que, en la Jerusalén de arriba, esa ciudad santa del todo, no entrará ninguna cosa impura, ni habrá jamás en ella tentación alguna. Satanás pone a Cristo sobre el alero, en el pináculo del Templo. Los lugares altos son lugares de tentación, pues son lugares que producen vértigo y son resbaladizos. Vemos aquí que el diablo levanta para hacer caer, mientras que Dios humilla para levantar. Especialmente peligrosos son los altos lugares en la iglesia; los que allí sobresalen por sus dones y han ganado buena reputación, necesitan mayormente mantenerse humildes y velar, porque el diablo tiene especial interés en derribarlos, tanto por la pieza que cobra como por el escándalo que levanta.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1076–1077.
Las palabras “el diablo lo llevó” se encuentran también en el v. 8, donde consideraremos la pregunta cómo deben entenderse. No nos sorprende que Mateo, el judío, llame a Jerusalén “la santa ciudad” (cf. 27:53). El propósito era que fuera eso (; , ; ; ; ). Muchos recuerdos queridos están relacionados con Jerusalén o Sion. ¿No era la ciudad donde había establecido su trono David, el gran antepasado de Cristo? ¿No había prometido Dios que allí establecería su morada? Aquí estaba el templo con su “lugar santo” y el “lugar santísimo”. Esta era la ciudad hacia la cual se dirigían las tribus para dar gracias al nombre de Jehová. Obsérvese que el diablo le dice: Échate abajo. Satanás no podía echarlo abajo, porque su poder es limitado. El diablo puede persuadir, pero no puede coaccionar; puede decirnos: échate abajo; pero no puede arrojarnos abajo. Si nosotros mismos no nos hacemos daño, nadie nos lo hará a la fuerza.
Con el permiso tácito de Dios, el diablo condujo a Jesús a esta ciudad, y lo puso en el pináculo mismo (literalmente, ala) del muro exterior de todo el complejo del templo. No se nos dice el punto exacto. Podría haber sido la corniza del pórtico real de Herodes, que da hacia el valle del Cedrón, y tiene una altura de unos ciento cincuenta metros, “una altura que provoca vértigos”, como declara Josefo (Antigüedades, XV. 412). Este punto estaba localizado al sudeste del atrio del templo, quizás en el lugar mismo, o cerca, en que según la tradición fue arrojado Santiago, el hermano del Señor. Véase el relato muy interesante en la Historia eclesiástica de Eusebio, II. xxiii. “Puesto que eres el Hijo de Dios”, dice el tentador (exactamente como en el v. 3), “arrójate abajo”. Su razonamiento probablemente seguía esta línea: “Así podrás demostrar tu confianza en la protección del Padre, confianza que por implicación acabas de confesar (v. 4). Además, si la Escritura, que con tanta prontitud citas, es verdad, no te sobrevendrá daño alguno, porque está escrito: “El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti”. No solamente detendrán tu caída. No, harán más. Muy tiernamente te tomarán en sus manos, para que, usando sandalias, no te hieras al golpear el pie contra algunas de esas agudas piedras que abundan en el fondo de ese abismo”.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077. Con el permiso tácito de Dios, el diablo condujo a Jesús a esta ciudad, y lo puso en el pináculo mismo (literalmente, ala) del muro exterior de todo el complejo del templo. No se nos dice el punto exacto. Podría haber sido la corniza del pórtico real de Herodes, que da hacia el valle del Cedrón, y tiene una altura de unos ciento cincuenta metros, “una altura que provoca vértigos”, como declara Josefo (Antigüedades, XV. 412). Este punto estaba localizado al sudeste del atrio del templo, quizás en el lugar mismo, o cerca, en que según la tradición fue arrojado Santiago, el hermano del Señor. Véase el relato muy interesante en la Historia eclesiástica de Eusebio, II. xxiii. “Puesto que eres el Hijo de Dios”, dice el tentador (exactamente como en el v. 3), “arrójate abajo”. Su razonamiento probablemente seguía esta línea: “Así podrás demostrar tu confianza en la protección del Padre, confianza que por implicación acabas de confesar (v. 4). Además, si la Escritura, que con tanta prontitud citas, es verdad, no te sobrevendrá daño alguno, porque está escrito: “El dará órdenes a sus ángeles acerca de ti”. No solamente detendrán tu caída. No, harán más. Muy tiernamente te tomarán en sus manos, para que, usando sandalias, no te hieras al golpear el pie contra algunas de esas agudas piedras que abundan en el fondo de ese abismo”.
El pasaje citado es del , . En la forma que se halla aquí en . Sin embargo, en la forma citada por el diablo, hay una omisión que algunos consideran importante, otros no. Según el hebreo, termina con las palabras “para guardarte en todos tus caminos”. nada contiene que corresponda con esto. sólo tiene “para guardarte”. Así que en estos dos Evangelios se omiten las palabras “en todos tus caminos”. Cuando se incluyen estas palabras, Dios promete proteger al hombre justo en todos sus caminos justos; porque tales son los caminos del hombre que habita al abrigo del Altísimo y mora bajo la sombra del Omnipotente, que encuentra su refugio en Jehová, en quien ha puesto su amor. En consecuencia, son los caminos del santo (), del hombre bueno (). Al tal se aplican las palabras: “Dará órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te guarden en todos tus caminos”. Cómo apoyó el diablo en la Escritura su propuesta: Porque escrito está: A sus ángeles les encargará acerca de ti. Pero ¿también Saúl está entre los profetas? ¿Está Satanás tan versado en la Escritura, que puede citarla con tal facilidad? Así parece. Nótese que es posible que una persona tenga su cabeza llena de conceptos bíblicos y teológicos, y su boca llena de expresiones de la Biblia, mientras su corazón está en plena enemistad con Dios y con todo lo divino (v. ).
Cuando se omiten las palabras “en todos tus caminos”, ¿no se hace más fácil interpretar el pasaje como si fuera una promesa de Jehová de proteger al justo sin importar lo que haga? Entendido así, el pasaje parece corresponder más de cerca con aquello que el diablo quería que Jesús hiciera.
Cuando se omiten las palabras “en todos tus caminos”, ¿no se hace más fácil interpretar el pasaje como si fuera una promesa de Jehová de proteger al justo sin importar lo que haga? Entendido así, el pasaje parece corresponder más de cerca con aquello que el diablo quería que Jesús hiciera.
Sin embargo, probablemente este punto sea de importancia menor, puesto que lo que Satanás omite es mucho más que unas pocas palabras en una cita. Omite toda referencia a la verdad bíblica de que Dios no condona, sino más bien condena y castiga la temeridad, el jugarse con la providencia, el arrojarse impetuosamente al peligro en forma injustificada (, ; ; ; , ; ; , ; ; ).
Hay una parte de verdad en esta tentación, hay una promesa acerca de tal ministración por parte de los ángeles, y el diablo lo sabe por experiencia, pues los ángeles guardan a los santos de las acometidas del enemigo. Pero hay también gran parte de mentira, por callar el contexto: De que te guarden en tus caminos (); en los caminos del deber, no fuera del camino que Dios indica. Si nos salimos del camino, perdemos el derecho a la promesa y nos ponemos fuera del alcance de la protección de Dios. Vemos, pues, que el demonio es un maestro en emplear las medias verdades, que son las peores mentiras, porque una mentira pura difícilmente puede conquistar el asentimiento de nuestra mente, la cual ha sido hecha para la verdad, pero cuando la mentira se reviste de una capa de verdad es verdaderamente peligrosa, porque es como el cebo que atrae al pez para que pique en el anzuelo. De ahí la necesidad que tenemos de conocer todo el consejo de Dios (), para no torcer el sentido de la Escritura por desconocimiento de lo que realmente dice el texto o el contexto; todo texto, sacado de su contexto, se convierte en un pretexto. El diablo, no sólo se calló el contexto, sino que usó el texto como pretexto para inducir a Jesús a tentar a Dios con la presunción del cuidado que Dios tiene de sus hijos.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077.
La obediencia a la proposición de Satanás era tentadora, porque, ¿qué hombre existe que al pedírsele que demuestre un punto, no sienta que debe hacerlo de inmediato sin preguntarse primero, “Qué derecho tiene mi oponente de pedirme que lo pruebe?” Sin embargo, Jesús no cae en la trampa. Comprende que si él hace lo que Satanás le está pidiendo, equivaldría a poner la presunción en el lugar de la fe, la desfachatez en lugar de la sumisión a Dios y su dirección. Hubiera significado nada menos que arriesgarse a la autodestrucción. La falsa confianza en el Padre, que el diablo exigía a Jesús en esta segunda tentación, no era mejor que la desconfianza que le había propuesto en la primera. Era someter a un experimento al Padre.

II.- CÓMO RESPONDE JESÚS A LA TENTACIÓN?

Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077.La obediencia a la proposición de Satanás era tentadora, porque, ¿qué hombre existe que al pedírsele que demuestre un punto, no sienta que debe hacerlo de inmediato sin preguntarse primero, “Qué derecho tiene mi oponente de pedirme que lo pruebe?” Sin embargo, Jesús no cae en la trampa. Comprende que si él hace lo que Satanás le está pidiendo, equivaldría a poner la presunción en el lugar de la fe, la desfachatez en lugar de la sumisión a Dios y su dirección. Hubiera significado nada menos que arriesgarse a la autodestrucción. La falsa confianza en el Padre, que el diablo exigía a Jesús en esta segunda tentación, no era mejor que la desconfianza que le había propuesto en la primera. Era someter a un experimento al Padre.
Una tradición rabínica dice: “Cuando el rey, el Mesías, se revela, viene y se para en el techo del lugar santo”. Basados en esta tradición, algunos comentaristas opinan que el tentador estaba tratando de sugerir que Jesús, al arrojarse del pináculo del templo, podría presentarse como el Mesías verdadero, porque, después de llegar a tierra milagrosamente a salvo, la multitud, habiendo observado el descenso con el aliento entrecortado, exclamaría: “Mirad, está ileso. ¡Debe ser el Mesías!” Para Jesús, sigue este argumento, éste habría sido un camino fácil hacia el éxito. Podría evitarse la cruz, y obtendría la corona sin lucha ni agonía.
Es una teoría interesante. Sin embargo, nada hay que le preste el más mínimo apoyo. No se hace mención de espectadores en el relato del Evangelio. Además, en su respuesta, Jesús no se refiere a nada por el estilo. Por lo tanto, creo que hay que desechar toda esta idea. también es un argumento en contra. Cómo venció Cristo la tentación. La venció, como a la primera, con la Escritura bien citada. El abuso que el diablo hizo de la Escritura no impidió que el Señor la usase debidamente y citase otra vez del Deuteronomio (6:16): No tentarás al Señor tu Dios. En el lugar de donde está tomada la cita, dice en plural: No tentaréis a Jehová vuestro Dios. Aquí dice en singular: No tentarás. Esto nos enseña a aplicarnos a nosotros en particular, tanto los mandamientos como las promesas que en la Biblia se hallan en plural.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077.
La razón por la que Jesús perentoriamente rechaza la proposición del diablo ya ha sido dada. Se presenta claramente en el v. 7. Jesús le dijo: También está escrito: No pondrás a prueba al Señor tu Dios. Esta es un cita de , que refleja la situación de los israelitas que se describe en , cómo, en un lugar llamado Masa y Meriba, probaron a Jehová y se rebelaron contra Moisés por falta de agua. Acusaron a Moisés de haberlos sacado cruelmente de Egipto, a ellos, sus hijos, su ganado, llevándolos al desierto para destruirlos. Estaban casi a punto de apedrearlo y, en vez de “dar a conocer todas sus necesidades y deseos delante del trono del Padre” a la manera de un hijo, insolente y provocativamente desafiaron a Dios diciendo: “¿Está Jehová entre nosotros?” Jesús sabe que una mala conducta similar de su parte equivaldría a una grave transgresión, esto es, al exponerse innecesariamente a un peligro para ver cuál sería la reacción del Padre, si estaría con él o no. Sabe que ello nada tiene que ver con la confianza humilde en el cuidado protector prometido en . Por lo tanto, en forma muy apropiada responde al tentador citando .
La vida cotidiana que nos rodea nos ofrece abundantes ilustraciones de una falsa confianza, similar a la que el diablo pedía a Jesús que ejerciera. Una persona busca fervientemente al Señor para que le otorgue la bendición de la salud. Sin embargo, no observa las normas de la salud. O le pide a Dios que salve su alma; sin embargo, no usa los medios de gracia tales como el estudio de las Escrituras, la asistencia a la iglesia, los sacramentos, el vivir una vida para beneficio de otros para la gloria de Dios. Alguien suplicará al Señor por el bienestar físico y espiritual de sus hijos, pero descuida el guiarlos en el camino del Señor. Un miembro de la iglesia que fue amonestado por haber asistido a un espectáculo pecaminoso, se defendió diciendo: “No puedo negar que asistí, pero mientras estuve allí, estuve orando constantemente: Aparta mis ojos, que no vean la vanidad ()”. A todo esto la respuesta es: “No pondrás a prueba al Señor tu Dios”. Si Cristo se hubiese echado abajo, habría tentado a Dios, (a) como si aún requiriese una ulterior confirmación de lo que tan expresamente le había sido ya confirmado. Cristo estaba suficientemente convencido de que Dios era su Padre y de que tenía cuidado de Él, (b) como si hubiese requerido una especial protección de Él, haciendo algo para lo que no había recibido ninguna orden del Padre. Si esperamos que, porque Dios ha prometido protegernos, no abandonarnos y proveer a todas nuestras necesidades, ya podemos marchar por el camino que nos parezca, hacer lo que nos plazca y meternos en el peligro, es que estamos llenos de presunción y tentamos a Dios. Hay incluso predicadores que escudan su falta de preparación en la promesa del Señor de que el Espíritu inspirará lo que han de decir quienes sean llevados ante los tribunales por causa de su nombre. Estos también tientan a Dios, aunque se imaginen que predican por inspiración. Nadie debe prometerse a sí mismo más de lo que Dios ha prometido.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077.
Matthew Henry y Francisco Lacueva, Comentario Bı́blico de Matthew Henry, (08224 TERRASSA (Barcelona): Editorial CLIE, 1999), 1077.
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo, (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 241–243.
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo, (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 240–241.
William Hendriksen, Comentario al Nuevo Testamento: El Evangelio según San Mateo, (Grand Rapids, MI: Libros Desafío, 2007), 240.
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