Jesus y Nicodemo
Introduccion
Evidentemente, el cambio que nuestro Señor declara aquí necesario para la salvación no es superficial ni ligero. No es una mera reforma, una corrección, un cambio moral o una alteración exterior de la vida. Es un profundo cambio del corazón, de la voluntad y del carácter. Es una resurrección. Es una nueva creación. Es pasar de muerte a vida. Es la implantación en nuestros corazones de un nuevo principio procedente de lo alto. Es dotar de existencia a una nueva criatura, con una nueva naturaleza, nuevos hábitos de vida, nuevos gustos, nuevos deseos, nuevos apetitos, nuevos juicios, nuevas opiniones, nuevas esperanzas y nuevos temores. No es nada más ni nada menos que esto lo que está implicado cuando nuestro Señor declara que todos necesitamos “nacer de nuevo”.
El estado corrupto en el que nos encontramos todos sin excepción hace que este cambio de corazón sea absolutamente necesario: “Lo que es nacido de la carne, carne es”. Nuestra naturaleza está completamente caída. Los designios de la carne son enemistad contra Dios (cf. Romanos 8:7). Venimos a este mundo sin fe, amor a Dios o temor de Él. No tenemos inclinación natural a obedecerle o servirle y no experimentamos placer alguno por naturaleza en hacer su voluntad. Ningún hijo de Adán iría jamás a Dios por sí mismo. La descripción más acertada del cambio que todos necesitamos a fin de convertirnos en verdaderos cristianos es la expresión “nacer de nuevo”.
13 Nadie jamás fue al cielo y regresó, pero el Hijo del Hombre bajó del cielo