COMO 3 PERSONAS UN SOLO DIOS?

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COMO 3 PERSONAS UN SOLO DIOS?

Dios en tres personas: La Trinidad
¿Cómo puede Dios ser tres personas y sin embargo un solo Dios?
Los capítulos precedentes han considerado muchos atributos de Dios; pero si entendemos sólo esos atributos, no comprenderemos apropiadamente a Dios, porque no entenderíamos que Dios, en su mismo ser, siempre ha existido como más de una persona. De hecho, Dios existe como tres personas, y sin embargo es un solo Dios.
Es importante recordar la doctrina de la Trinidad en conexión con el estudio de los atributos de Dios. Cuando pensamos de Dios como eterno, omnipresente, omnipotente, etcétera, podemos tener la tendencia a pensar sólo en Dios Padre en conexión con esos atributos. Pero la enseñanza bíblica sobre la Trinidad nos dice que todos los atributos de Dios son verdad de las tres personas, porque cada una es plenamente Dios. Por tanto, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo son también eternos, omnipresentes, omnipotentes, infinitamente sabios, infinitamente santos, infinitamente amor, omniscientes, y todo lo demás.
La doctrina de la Trinidad es una de las doctrinas más importantes de la fe cristiana. El estudio de las enseñanzas bíblicas sobre la Trinidad nos da una noción más profunda del asunto que es el centro de toda nuestra búsqueda de Dios: ¿cómo es Dios en sí mismo? Aquí aprendemos que en sí mismo, en su propio ser, Dios existe en las personas de Padre, Hijo y Espíritu Santo, y sin embargo es un solo Dios.
EXPLICACIÓN Y BASE BÍBLICA
Podemos definir la doctrina de la Trinidad como sigue: Dios existe eternamente como tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo, y cada persona es plenamente Dios, y hay sólo un Dios.
A. La doctrina de la Trinidad se revela progresivamente en la Biblia
1. Revelación parcial en el Antiguo Testamento. La palabra Trinidad nunca se halla en la Biblia, aunque la idea que denota la palabra se enseña en muchos lugares. La palabra Trinidad quiere decir «tri-unidad» o «tres en uno». Se usa para resumir la enseñanza bíblica de que Dios es tres personas y sin embargo un solo Dios.
A veces algunos piensan que la doctrina de la Trinidad se halla sólo en el Nuevo Testamento, y no en el Antiguo. Si Dios ha existido eternamente como tres personas, sería sorprendente no hallar indicaciones de eso en el Antiguo Testamento. Aunque la doctrina de la Trinidad no se halla explícitamente en el Antiguo Testamento, varios pasajes sugieren o incluso implican que Dios existe como más de una persona.
Por ejemplo, según , Dios dijo: «Hagamos al ser humano a nuestra imagen y semejanza». ¿Qué significa el verbo en plural («hagamos») y el pronombre plural («nuestra»)? Algunos han sugerido que son plurales de majestad, una forma de hablar que el rey solía usar para decir, por ejemplo: «Nos complace concederte tu petición». Sin embargo, en el hebreo del Antiguo Testamento no hay otros ejemplos de que un monarca use verbos plurales o pronombres plurales para referirse a sí mismo con un «plural de majestad», así que esta opinión no tiene evidencia que la respalde.2 Otra opinión es que Dios aquí está hablándole a los ángeles. Pero los ángeles no participaron la creación del hombre, ni tampoco el hombre fue creado a imagen y semejanza de los ángeles, así que esta idea no es convincente. La mejor explicación es que ya en el primer capítulo de Génesis tenemos una indicación de una pluralidad de personas en Dios mismo. No se nos dice cuántas personas, y no tenemos nada que se acerque a una doctrina completa de la Trinidad, pero se implica que interviene más de una persona. Lo mismo se puede decir de («El ser humano ha llegado a ser como uno de nosotros, pues tiene conocimiento del bien y del mal»), («Será mejor que bajemos a confundir su idioma, para que ya no se entiendan entre ellos mismos»), e («¿A quién enviaré? ¿Quién irá por nosotros?»). (Note la combinación de singular y plural en la misma oración del último pasaje).
Es más, hay pasajes en donde a una persona se le llama «Dios» o «el Señor», y se distingue de otra persona de quien también se dice que es Dios. En el salmista dice: «Tu trono, oh Dios, permanece para siempre; … Tú amas la justicia y odias la maldad; por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros, ¡tu Dios te ungió con perfume de alegría!» Aquí el Salmo va más allá de describir algo que pudiera ser cierto de un rey terrenal y llama al rey «Dios» (v. 6), cuyo trono durará «para siempre». Pero luego, hablando a la persona que llama «Dios», el autor dice que «por eso Dios te escogió a ti y no a tus compañeros» (v. 7). Así que a dos personas separadas se les llama «Dios» (heb. Elojim). En el Nuevo Testamento, el autor de Hebreos cita este pasaje y lo aplica a Cristo: «Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos» ().
De modo similar en el David dice: «Así dijo el Señor a mi Señor: «Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies». Jesús apropiadamente entiende que David se refiere a dos personas separadas como «Señor» (), pero ¿quién es el «Señor» de David si no Dios mismo? ¿Y quién podría decirle a Dios: «Siéntate a mi derecha» excepto alguien que sea también completamente Dios? Desde la perspectiva del Nuevo Testamento podemos parafrasear este versículo: «Dios Padre le dijo a Dios Hijo: “Siéntate a mi derecha”». Pero incluso sin la enseñanza del Nuevo Testamento sobre la Trinidad, parece claro que David estaba consciente de una pluralidad de personas en un solo Dios. Jesús, por supuesto, entendía esto, pero cuando les pidió a los fariseos una explicación de este pasaje, «nadie pudo responderle ni una sola palabra, y desde ese día ninguno se atrevía a hacerle más preguntas» (). A menos que estén dispuestos a reconocer una pluralidad de personas en un solo Dios, los intérpretes judíos de la Biblia hasta este día no tienen una explicación más satisfactoria del (o de , o de los demás pasajes que acabamos de considerar) que la que tuvieron en el día de Jesús.
dice del pueblo de Dios que «se rebelaron y afligieron a su santo Espíritu», al parecer sugiriendo que el Espíritu Santo es otra persona distinta de Dios mismo (es «su santo Espíritu»), y que a este Espíritu santo lo «afligieron», lo que sugiere característica de capacidades emocionales de una persona distinta. ( también distingue «El Espíritu del Señor omnipotente» de «del Señor», aunque en ese versículo no se le atribuye ninguna cualidad personal al Espíritu del Señor).
Evidencia similar se halla en Malaquías, en donde el Señor dice: «El Señor Todopoderoso responde: «Yo estoy por enviar a mi mensajero para que prepare el camino delante de mí. De pronto vendrá a su templo el Señor a quien ustedes buscan; vendrá el mensajero del pacto, en quien ustedes se complacen» (). Aquí, de nuevo, el que habla («el Señor Todopoderoso») se distingue a sí mismo del «Señor a quien ustedes buscan», lo que sugiere dos personas separadas, a ambas de las cuales se les llama «Señor».
En el Señor está hablando, y dice de la casa de Judá: «la salvaré … por medio del Señor su Dios», de nuevo sugiriendo que a más de una persona se le puede llamar «Señor» (heb. Yahvé y «Dios» (Elojim).
Y en el que habla (evidentemente el siervo del Señor) dice: «Y ahora el Señor omnipotente me ha enviado con su Espíritu». Aquí el Espíritu del Señor, como el siervo del Señor, ha sido «enviado» por el Señor Dios en una misión en particular. El paralelo entre los dos objetos del envío («a mí» y «a su espíritu») encajaría con el concepto de ver a ambos como personas distintas; parece significar más que simplemente «el Señor me ha enviado a mí y a su poder».6 De hecho, desde una perspectiva completa del Nuevo Testamento (que reconoce a Jesús el Mesías como el verdadero siervo del Señor que predicen las profecías de Isaías), tiene implicaciones trinitarias: «Y ahora el Señor omnipotente me ha enviado con su Espíritu», si las dice Jesús el Hijo de Dios, se refiere a las tres personas de la Trinidad.
Todavía más, varios pasajes del Antiguo Testamento que hablan del «ángel del Señor» sugieren una pluralidad de personas en Dios. La palabra que se traduce «ángel» (heb. malak) significa simplemente «mensajero». Si el ángel del Señor es un «mensajero» del Señor, él es distinto del Señor mismo. Sin embargo en algún momento al ángel del Señor se le llama «Dios» o «el Señor» (vea ; ; [note «mi nombre está en él» en v. 21, RVR 1960]; con 38; ; con 14). En otros puntos en el Antiguo Testamento «el ángel del Señor» simplemente se refiere a un ángel creado, pero por lo menos en estos pasajes del ángel especial (o «mensajero») del Señor parece ser una persona distinta que es plenamente divina.
Uno de los pasajes más disputados del Antiguo Testamento que podría mostrar personalidad distinta para más de una persona es . Aunque en la parte anterior del capítulo se podría entender solo como una personificación de la «sabiduría» para efecto literario, que muestra a la sabiduría llamando al sencillo e invitándole a aprender, vv. 21–31, uno podría argüir, dice cosas en cuanto a la «sabiduría» que parecen ir más allá de la mera personificación. Hablando del tiempo cuando Dios creó la tierra, la «sabiduría» dice: «Allí estaba yo, afirmando su obra. Día tras día me llenaba yo de alegría, siempre disfrutaba de estar en su presencia; me regocijaba en el mundo que él creó; ¡en el género humano me deleitaba!» (). Su obrar como un «artesano» al lado de Dios en la creación sugiere la idea de una personalidad distinta, y las frases que siguen pudieran parecer incluso más convincentes, porque sólo una persona puede decir «Día tras día me llenaba yo de alegría», y puede regocijarse en el mundo y deleitarse en la humanidad.
Pero si decidimos que «sabiduría» aquí se refiere al Hijo de Dios antes de que encarnara, hay una dificultad. Los versículos 22–25 (VP) parecen hablar de la creación de esta persona a la que se le llama «sabiduría»:
El Señor me creó al principio de su obra,
antes de que él comenzara a crearlo todo.
Me formó en el principio del tiempo,
antes de que creara la tierra.
Me engendró antes de que existieran los grandes mares,
antes de que brotaran los ríos y los manantiales.
Antes de afirmar los cerros y los montes,
el Señor ya me había engendrado.
¿No indica esto que esta «sabiduría» fue creada?
En realidad, no. La palabra hebrea que comúnmente quiere decir «crear» (bará) no se usa en el versículo 22. La palabra que usa es kaná, que aparece ochenta y cuatro veces en el Antiguo Testamento y casi siempre significa «conseguir, adquirir». La LBLA es más clara aquí: «El Señor me poseyó al principio de su camino» (de modo similar RVR 1960). (Note este sentido de la palabra en ; ; , ; ; ; [“dueño”]). Este es un sentido legítimo y, si se entiende la sabiduría como una persona real, significaría sólo que Dios Padre empezó a dirigir y hacer uso de la poderosa obra creadora de Dios Hijo en el tiempo en que empezó la creación; el Padre convocó al Hijo para que trabajara con él en la actividad de la creación. La expresión «me engendró» en los versículos 24 y 25 es un término diferente pero podría llevar un significado similar; el Padre empezó a dirigir y hacer uso de la obra poderosa creadora del Hijo en la creación del universo.
2. Revelación más completa de la Trinidad en el Nuevo Testamento. Cuando empieza el Nuevo Testamento, entramos en la historia de la venida del Hijo de Dios a la tierra. Era de esperarse que este gran suceso estuviera acompañado de enseñanza más explícita en cuanto a la naturaleza trinitaria de Dios, y eso es en efecto lo que hallamos. Antes de mirar esto en detalle, podemos simplemente mencionar varios pasajes en donde se mencionan juntas a las tres personas de la Trinidad.
Cuando Jesús se bautizó, «en ese momento se abrió el cielo, y él vio al Espíritu de Dios bajar como una paloma y posarse sobre él. Y una voz del cielo decía: “Éste es mi Hijo amado; estoy muy complacido con él”» (). Aquí, en un mismo momento, tenemos a los tres miembros de la Trinidad desempeñando tres actividades distintas. Dios Padre habla desde el cielo; Dios Hijo está siendo bautizado y el Padre le habla desde el cielo; y Dios Espíritu Santo desciende del cielo para posarse y capacitar a Jesús para su ministerio.
Al final de su ministerio terrenal, Jesús dice a sus discípulos que «vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (). Los mismos nombres «Padre» e «Hijo», tomados de la familia, la más familiar de las instituciones humanas, indican muy fuertemente que el Padre y el Hijo son personas distintas. Cuando se pone al «Espíritu Santo» en la misma expresión y en el mismo nivel de las otras dos personas, es difícil evadir la conclusión de que al Espíritu Santo también se le ve como una persona de igual posición que el Padre y el Hijo.
Cuando nos damos cuenta de que los autores del Nuevo Testamento generalmente usan el nombre «Dios» (gr. Teos) para referirse a Dios Padre y el nombre «Señor» (gr. kurios), para referirse a Dios Hijo, es claro que hay otra expresión trinitaria en : «Ahora bien, hay diversos dones, pero un mismo Espíritu. Hay diversas maneras de servir, pero un mismo Señor. Hay diversas funciones, pero es un mismo Dios el que hace todas las cosas en todos».
De modo similar, el último versículo de 2 Corintios es una expresión trinitaria: «Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes» (). Vemos a las tres personas mencionadas separadamente en igualmente: «Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también fueron llamados a una sola esperanza; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por medio de todos y en todos».
A todas las tres personas de la Trinidad se las mencionan juntas en la frase de apertura de 1 Pedro: «Según la previsión de Dios el Padre, mediante la obra santificadora del Espíritu, para obedecer a Jesucristo y ser redimidos por su sangre» (). Y en leemos: «Ustedes, en cambio, queridos hermanos, manténganse en el amor de Dios, edificándose sobre la base de su santísima fe y orando en el Espíritu Santo, mientras esperan que nuestro Señor Jesucristo, en su misericordia, les conceda vida eterna».
Sin embargo, la traducción de la RVR 1960 de no se debe usar en esta conexión. Dice: «Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno».
El problema con esta traducción es que se basa en un número muy pequeño de manuscritos griegos no confiables, el más antiguo de los cuales procede del siglo XIV d.C. Ninguna traducción moderna en inglés incluye esta traducción, y todas la omiten, como también la mayoría de los manuscritos griegos de las principales tradiciones del texto, incluyendo varios manuscritos muy confiables del IV y V siglo d.C., y también citas incluidas por los padres tales como Ireneo (ca. 202 d.C.), Clemente de Alejandría (ca. 212 d.C.), Tertuliano (murió después del 220 d.C.), y el gran defensor de la Trinidad, Atanasio (373 d.C.).
B. Tres declaraciones resumen la enseñanza bíblica
En un sentido la doctrina de la Trinidad es un misterio que jamás podremos entender por completo. Sin embargo, podemos entender algo de su verdad resumiendo las enseñanzas de la Biblia en tres afirmaciones:
1. Dios es tres personas
2. Cada persona es plenamente Dios
3. Hay sólo un Dios
La siguiente sección desarrollará en más detalle cada una de estas afirmaciones.
1. Dios es tres personas. El hecho de que Dios es tres personas quiere decir que el Padre no es el Hijo; son personas distintas. También quiere decir que el Padre no es el Espíritu Santo, sino que son personas distintas. Y quiere decir que el Hijo no es el Espíritu Santo. Estas distinciones se ven en varios de los pasajes citados en la sección anterior tanto como en muchos otros pasajes adicionales del Nuevo Testamento.
nos dice: «En el principio ya existía el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios». El hecho de que el «Verbo» (que en los vv. 9–18 se ve que es Cristo) está «con» Dios muestra distinción entre él y Dios Padre. En Jesús habla a Dios Padre acerca de «mi gloria, la gloria que me has dado porque me amaste desde antes de la creación del mundo», mostrando de este modo distinción de personas que participan de la gloria, y en una relación de amor entre Padre e Hijo antes de que el mundo fuera creado.
Se nos dice que Jesús continúa como nuestro Sumo Sacerdote y Abogado ante Dios Padre: «Si alguno peca, tenemos ante el Padre a un intercesor, a Jesucristo, el Justo» (). Cristo es el que «también puede salvar por completo a los que por medio de él se acercan a Dios, ya que vive siempre para interceder por ellos» (). Sin embargo, a fin de interceder por nosotros ante Dios Padre, es necesario que Cristo sea una persona distinta del Padre.
Es más, el Padre no es el Espíritu Santo, y el Hijo no es el Espíritu Santo. Se les distingue en varios versículos. Jesús dijo: «Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho» (). El Espíritu Santo también ora o «intercede» por nosotros (), lo que indica una distinción entre el Espíritu Santo y Dios Padre ante quien se hace la intercesión.
Finalmente, el hecho de que el Hijo no es el Espíritu Santo también se indica en los varios pasajes trinitarios mencionados antes, tales como la gran comisión (), y en los pasajes que indican que Cristo volvió al cielo y luego envió al Espíritu Santo a la iglesia. Jesús dijo: «Les conviene que me vaya porque, si no lo hago, el Consolador no vendrá a ustedes; en cambio, si me voy, se lo enviaré a ustedes» ().
Algunos han cuestionado si el Espíritu Santo en verdad es una persona distinta, antes que simplemente el «poder» o «fuerza» de Dios en acción en el mundo. Pero el Nuevo Testamento es muy claro y fuerte. Primero están los varios versículos mencionados anteriormente, en donde se pone al Espíritu Santo en una relación de coordinación con el Padre y el Hijo (; ; ; ; ); puesto que el Padre y el Hijo son personas, la expresión coordinada intima fuertemente que el Espíritu Santo también es una persona. Luego hay lugares donde el pronombre masculino él (gr. ekeinos) se le aplica al Espíritu Santo (; ; ), lo que uno no esperaría de las reglas de la gramática griega, porque el sustantivo «espíritu» (gr. pneuma) es neutro, no masculino, y ordinariamente se le añadiría el pronombre neutro ekeino. Es más, el nombre Consejero o Consolador (gr. parakletos) es un término que comúnmente se usa para hablar de una persona que ayuda o da consuelo o consejo a otra persona o personas, pero se usa para referirse al Espíritu Santo en el Evangelio de Juan (14:16, 26; 15:26; 16:7).
También al Espíritu Santo se le adscriben otras actividades personales, tales como enseñar (), dar testimonio (; ), interceder u orar a favor de otros (), escudriñar las profundidades de Dios (), conocer los pensamientos de Dios (), decidir repartir algunos dones a algunos y otros dones a otros (), prohibir o no permitir ciertas actividades (), hablar (; ; y muchas veces en el Antiguo y Nuevo Testamentos), evaluar y aprobar un curso sabio de acción (), y entristecerse por el pecado en la vida de los creyentes ().
Finalmente, si se entiende que el Espíritu Santo es simplemente el poder de Dios, antes que una persona distinta, entonces toda una serie de pasajes no tendrían sentido, porque en ellos el Espíritu Santo y su poder o el poder de Dios se mencionan juntos. Por ejemplo, : «Jesús regresó a Galilea en el poder del Espíritu» estaría diciendo: «Jesús regresó a Galilea en el poder del poder». En : «Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el Espíritu Santo y con poder», significaría: «Me refiero a Jesús de Nazaret: cómo lo ungió Dios con el poder de Dios y con poder» (vea también ; ).
Aunque tantos pasajes claramente distinguen al Espíritu Santo de los otros miembros de la Trinidad, un versículo difícil ha sido : «Ahora bien, el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad». Los intérpretes a menudo han dado por sentado que «el Señor» aquí significa Cristo, porque Pablo frecuentemente usa «el Señor» para referirse a Cristo. Pero probablemente ese no es el caso aquí, porque se pudiera elaborar un buen argumento partiendo de la gramática y del contexto para decir que este versículo se traduce mejor con el Espíritu Santo como sujeto: «Ahora bien, el Espíritu es el Señor …». En este caso, Pablo estaría diciendo que el Espíritu Santo es también «Yahvé» (o «Jehová»), el Señor del Antiguo Testamento (note el claro trasfondo del Antiguo Testamento en este contexto, empezando en el v. 7). Teológicamente esto sería muy aceptable, porque se podría decir con verdad que así como Dios Padre es «Señor» y Dios Hijo es «Señor» (en el pleno sentido del Antiguo Testamento de «Señor» como nombre de Dios), también el Espíritu Santo es aquel a quien se llama «Señor» en el Antiguo Testamento; y es el Espíritu Santo el que nos manifiesta especialmente la presencia del Señor en esta era del nuevo pacto.
2. Cada persona es plenamente Dios. Además del hecho de que las tres personas son distintas, el testimonio abundante de la Biblia es que cada persona es también plenamente Dios.
Primero, Dios Padre es claramente Dios. Esto es evidente del primer versículo de la Biblia, en donde Dios creó los cielos y la tierra. Es evidente por todo el Antiguo y Nuevo Testamentos, en donde a Dios Padre claramente se le ve como Señor soberano sobre todo y en donde Jesús ora al Padre celestial.
Luego, el Hijo es plenamente Dios. Aunque este punto se desarrollará con mayor detalle en el capítulo 26, «La persona de Cristo», en este punto podemos brevemente notar varios pasajes explícitos. claramente afirma la plena deidad de Cristo:
En el principio ya existía el Verbo,
y el Verbo estaba con Dios,
y el Verbo era Dios.
Él estaba con Dios en el principio.
Por medio de él todas las cosas fueron creadas;
sin él, nada de lo creado llegó a existir.
En él estaba la vida,
y la vida era la luz de la humanidad.
Aquí a Cristo se le menciona como «el Verbo», y Juan dice tanto que él estaba «con Dios» y que él «era Dios». El texto griego hace eco de las palabras de apertura de : («En el principio …») y nos recuerda que Juan está hablando de algo que fue cierto antes de que el mundo fuera hecho. Dios Hijo siempre fue plenamente Dios.
Los Testigos de Jehová han cuestionado la traducción «el Verbo era Dios», y lo traducen como «la Palabra era un Dios» implicando que el Verbo era simplemente un ser celestial pero no plenamente divino. Justifican su traducción señalando el hecho de que el artículo definido (gr. jo, «el») no aparece antes de la palabra griega Teos («Dios»). Dicen que, por consiguiente, Teos se debe traducir «un Dios». Sin embargo, ningún erudito griego reconocido ha seguido tal interpretación, porque es de conocimiento común que la oración sigue una regla general de la gramática griega, y la ausencia del artículo definido solo indica que «Dios» es el predicado antes que el sujeto de la oración. (Una publicación reciente de los Testigos de Jehová ahora reconocen la regla gramatical pertinente pero continúan afirmando de todas maneras su posición en cuanto a ).
La irregularidd de la posición de los Testigos de Jehová se puede ver además en su traducción del resto del capítulo. Por varias otras razones gramaticales, la palabra Teos también carece de artículo definido en otros lugares de este capítulo, tales como el versículo 6 («Vino un hombre llamado Juan. Dios lo envió»), versículo 12 («les dio el derecho de ser hijos de Dios»), versículo 13 («sino que nacen de Dios»), y versículo 18 («A Dios nadie lo ha visto nunca»). Si los Testigos de Jehová fueran consistentes en su argumentación en cuanto a la ausencia del artículo definido, deberían haber traducido todos éstos casos con la frase «un dios», pero en cada uno de estos casos traducen «Dios».
en su contexto también es una fuerte prueba de la deidad de Cristo. Tomás había dudado de los informes de los otros discípulos de que habían visto a Jesús resucitado de los muertos, y dijo que no creería a menos que pudiera ver las huellas de los clavos en las manos de Jesús y poner su mano en su costado herido (). Después Jesús se apareció a los discípulos cuando Tomás estaba con ellos. Le dijo a Tomás: «Pon tu dedo aquí y mira mis manos. Acerca tu mano y métela en mi costado. Y no seas incrédulo, sino hombre de fe» (). En respuesta a esto, leemos que Tomás exclamó: «¡Señor mío y Dios mío!» (). Aquí Tomás llamó a Jesús «Dios mío». La narración muestra que tanto Juan al escribir su Evangelio y Jesús mismo aprobó lo que Tomás había dicho y alentó a todos los que oyeron a Tomás a creer lo mismo que Tomás. Jesús de inmediato le responde a Tomás: «Porque me has visto, has creído … dichosos los que no han visto y sin embargo creen» (). En lo que a Juan atañe, este es el dramático punto cumbre del evangelio, porque inmediatamente le dice al lector, y en el mismo siguiente versículo, que esta es la razón por la que escribió:
Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero éstas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida ().
Jesús habla de los que no le verán y sin embargo creerán, y Juan de inmediato le dice a los lectores que ha incluido los acontecimientos escritos en su Evangelio para que ellos puedan creer también de esta manera, imitando a Tomás en su confesión de fe. En otras palabras, todo el evangelio fue escrito para persuadir a las personas a imitar a Tomás, que sinceramente llamó a Jesús: «Señor mío y Dios mío». Debido a que Juan presenta esto como el propósito de su evangelio, la oración cobra fuerza adicional.
Otros pasajes que hablan de Jesús como plenamente divino incluyen , en donde el autor dice que Cristo es la «fiel imagen» (v. 3, gr. karákter, «duplicado exacto») de la naturaleza o ser (gr. jupostasis) de Dios; lo que quiere decir que Dios Hijo duplica exactamente el ser o la naturaleza de Dios Padre en todo detalle; cualquier atributo o poder que Dios Padre tiene, Dios Hijo lo tiene por igual. El autor pasa a referirse al Hijo como «Dios» en el versículo 8 («Pero con respecto al Hijo dice: «Tu trono, oh Dios, permanece por los siglos de los siglos»), y le atribuye a Cristo la creación de los cielos cuando dice de él: «En el principio, oh Señor, tú afirmaste la tierra, y los cielos son la obra de tus manos» (, citando ). se refiere a «nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo», y habla de «la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo». , hablando del pueblo judío, dice: «De ellos son los patriarcas, y de ellos, según la naturaleza humana, nació Cristo, quien es Dios sobre todas las cosas. !¡Alabado sea por siempre! Amén».
En el Antiguo Testamento, predice:
Porque nos ha nacido un niño, se nos ha concedido un hijo;
la soberanía reposará sobre sus hombros, y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte.
Al aplicarse esta profecía a Cristo, se refiere a él como «Dios fuerte». Note la aplicación similar de los títulos «Señor» y «Dios» en la profecía de la venida del Mesías en : «Preparen en el desierto un camino para el Señor; enderecen en la estepa un sendero para nuestro Dios», citada por Juan el Bautista en preparación para la venida de Cristo en .
En el capítulo 26, abajo, se considerarán muchos otros pasajes, pero estos deberían ser suficientes para demostrar que el Nuevo Testamento claramente se refiere a Cristo como plenamente Dios. Como Pablo dice en : «Toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo».
Luego, el Espíritu Santo también es plenamente Dios. Una vez que entendemos que Dios Padre y Dios Hijo son plenamente Dios, las expresiones trinitarias en versículos como («bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo») cobran significación para la doctrina del Espíritu Santo, porque muestran que al Espíritu Santo se le clasifica en un nivel igual con el Padre y el Hijo. Esto se puede ver si reconocemos lo inimaginable de que Jesús hubiera dicho algo como: «Bautícenlos en el nombre del Padre, y del Hijo y del arcángel Miguel»; esto le habría dado a un ser creado una posición enteramente inapropiada incluso para un arcángel. Los creyentes en todos los siglos pueden ser bautizados solamente en el nombre (y por consiguiente en una toma de carácter) de Dios mismo. (Note también los otros pasajes trinitarios mencionados arriba: ; ; ; ; ).
En Pedro le pregunta a Ananías: «¿Cómo es posible que Satanás haya llenado tu corazón para que le mintieras al Espíritu Santo … ¡No has mentido a los hombres sino a Dios!». De acuerdo a las palabras de Pedro, mentirle al Espíritu Santo es mentirle a Dios. Pablo dice en : «¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?» El templo de Dios es el lugar donde Dios mismo mora, lo que Pablo explica por el hecho de que «el Espíritu de Dios» mora allí, de este modo evidentemente igualando al Espíritu de Dios con Dios mismo.
David pregunta en : «¿Adónde podría alejarme de tu Espíritu? ¿Adónde podría huir de tu presencia? Si subiera al cielo, allí estás tú». Este pasaje atribuye al Espíritu Santo la característica divina de omnipresencia, algo que no se aplica a ninguna de las criaturas de Dios. Parece que David está igualando al Espíritu de Dios con la presencia de Dios. Huir del Espíritu de Dios es huir de su presencia, pero si no hay ningún lugar a donde David pueda huir del Espíritu de Dios, entonces él sabe que donde quiera que vaya también tendrá que decir: «Tú estás allí».
Pablo le atribuye al Espíritu Santo la característica divina de omnisciencia en : «El Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios [gr. literalmente «las cosas de Dios»] sino el Espíritu de Dios».
Es más, la actividad de dar el nuevo nacimiento a toda persona que nace de nuevo es obra del Espíritu Santo. Jesús dijo: «Yo te aseguro que quien no nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace del cuerpo es cuerpo; lo que nace del Espíritu es espíritu. No te sorprendas de que te haya dicho: “Tienen que nacer de nuevo”» (). Pero la obra de dar vida nueva espiritual a los seres humanos cuando se convierten es algo que sólo Dios puede hacer (cf. : «nacido de Dios»). Este pasaje, por consiguiente, da otra indicación de que el Espíritu Santo es plenamente Dios.
Hasta este punto tenemos dos conclusiones, y ambas se enseñan por profusamente toda la Biblia:
1. Dios es tres personas
2. Cada persona es plenamente Dios.
Si la Biblia enseñara sólo estos dos hechos, no habría problema lógico por ningún lado en hacerlos encajar uno con otro, porque la solución obvia sería que hay tres dioses. El Padre es plenamente Dios, el Hijo es plenamente Dios, y el Espíritu Santo es plenamente Dios. Tendríamos un sistema en donde hay tres seres igualmente divinos. Tal sistema de creencias se llamaría politeísmo; o, más específicamente, «triteísmo», o la creencia en tres dioses. Pero eso dista mucho de lo que la Biblia enseña.
3. Hay sólo un Dios. La Biblia dice claramente que hay un Dios y sólo uno. Las tres personas diferentes de la Trinidad son una no sólo en propósito y en acuerdo en lo que piensan, sino que son una en esencia, una en su naturaleza esencial. En otras palabras, Dios es sólo un ser. No hay tres dioses. Hay sólo un Dios.
Uno de los pasajes más conocidos del Antiguo Testamento es : «Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios es el único Señor. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas».
Cuando Moisés canta:
¿Quién, Señor, se te compara entre los dioses?
¿Quién se te compara en grandeza y santidad?
Tú, hacedor de maravillas, nos impresionas con tus portentos ()
la respuesta obviamente es: «nadie». Dios es único, y no hay nadie como él y no puede haber nadie como él. De hecho, Salomón ora: «Así todos los pueblos de la tierra sabrán que el Señor es Dios, y que no hay otro» ().
Cuando Dios habla, repetidamente dice sin dejar duda que él es el único Dios verdadero; la idea de que hay tres dioses para adorar antes que uno sería impensable a la luz de estas afirmaciones extremadamente fuertes. Sólo Dios es el único Dios verdadero y no hay nadie como él. Cuando habla, sólo él habla; no está hablando como un Dios de tres que deben ser adorados. Él dice:
Yo soy el Señor, y no hay otro;
fuera de mí no hay ningún Dios.
Aunque tú no me conoces, te fortaleceré,
para que sepan de oriente a occidente
que no hay ningún otro fuera de mí.
Yo soy el Señor, y no hay ningún otro. ()
De modo similar, llama a todos en la tierra a que se vuelvan a él:
Fuera de mí no hay otro Dios;
Dios justo y Salvador,
no hay ningún otro fuera de mí.
Vuelvan a mí y sean salvos,
todos los confines de la tierra,
porque yo soy Dios, y no hay ningún otro.
(; cf. 44:6–8).
El Nuevo Testamento también afirma que hay sólo un Dios. Pablo escribe: «Porque hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre» (). Pablo afirma que «no hay más que un solo Dios» (), y que «no hay más que un solo Dios» (). Finalmente, Santiago reconoce que incluso los demonios reconocen que hay sólo un Dios, aunque su asentimiento intelectual al hecho no es suficiente para salvarlos: «¿Tú crees que hay un solo Dios? ¡Magnífico! También los demonios lo creen, y tiemblan» (). Pero claramente Santiago afirma que uno «hace bien» en creer que «Dios es uno».
4. Todas las soluciones simplistas deben negar una hebra de la enseñanza bíblica. Ahora tenemos tres declaraciones, todas las cuales se enseñan en la Biblia.
1. Dios es tres personas
2. Cada persona es plenamente Dios.
3. Hay sólo un Dios.
En toda la historia de la iglesia ha habido esfuerzos por concebir una solución sencilla a la doctrina de la Trinidad negando una u otra de estas afirmaciones. Si alguien niega la primera afirmación, nos deja con el hecho de que cada una de las personas que se mencionan en la Biblia (Padre, Hijo y Espíritu Santo) es Dios, y que hay sólo un Dios. Pero si no tenemos que decir que son tres personas distintas, hay una solución fácil: son simplemente nombres diferentes de una persona que actúa diferente en diferentes ocasiones. A veces esta personas se llama a sí mismo Padre, a veces se llama Hijo, y a veces se llama Espíritu. No tenemos dificultad en entender eso, porque en nuestra propia experiencia la misma persona puede actuar en un momento como abogado (por ejemplo), en otro momento como padre de sus propios hijos, y en otro momento como hijo respecto a sus padres; el mismo individuo es un abogado, padre e hijo. Pero tal solución negaría el hecho de que las tres personas son individuos distintos, que Dios Padre envía a Dios Hijo al mundo, y que el Hijo ora al Padre, y que el Espíritu Santo intercede por nosotros ante el Padre.
Otra solución sencilla se hallaría al negar la segunda afirmación, es decir, al negar que alguna de las personas que la Biblia menciona realmente es Dios plenamente. Si simplemente sostenemos que Dios es tres personas, y que hay sólo un Dios, tal vez podríamos vernos tentados a decir que alguna de las «personas» en este un Dios no es plenamente Dios, sino que es una parte subordinada o creada de Dios. Esta solución la tomarían, por ejemplo, los que niegan la plena deidad del Hijo (y del Espíritu Santo). Pero, como vimos arriba, esta solución tendría que negar una categoría entera de la enseñanza bíblica.
Finalmente, como se anotó arriba, una solución sencilla surgiría al negar que hay sólo un Dios. Pero esto resultaría en una creencia en tres dioses, algo claramente contrario a la Biblia.
Aunque el tercer error no ha sido común, como veremos más abajo, cada uno de los primeros dos errores ha aparecido en un tiempo u otro en la historia de la iglesia y todavía persiste en algunos grupos de hoy.
5. Toda analogía tiene sus limitaciones. Si no podemos adoptar ninguna de estas soluciones sencillas, ¿cómo podríamos unir estas tres verdades de la Biblia y mantener la doctrina de la Trinidad? A veces algunos han usado varias analogías derivadas de la naturaleza o de la experiencia humana intentando explicar esta doctrina. Aunque estas analogías son útiles a un nivel elemental de entendimiento, todas resultan inadecuadas o equívocas bajo mayor reflexión. Decir, por ejemplo, que Dios es como un trébol, que tiene tres partes y sin embargo sigue siendo un trébol, falla porque cada hoja es sólo una parte del trébol, y no se puede decir de una hoja que sea todo el trébol. Pero en la Trinidad cada una de las personas no es simplemente una parte separada de Dios, sino que cada una es plenamente Dios. Es más, la hoja de un trébol es impersonal y no tiene personalidad distinta y compleja de la manera que la tiene cada persona de la Trinidad.
Otros han usado la analogía del árbol con tres partes: raíz, tronco y ramas, y todas constituyen un solo árbol. Pero surge un problema similar, porque estas son sólo partes de un árbol, y de ninguna de ellas se puede decir que sea todo el árbol. Es más, en esta analogía las partes tienen propiedades diferentes, a diferencia de las personas de la Trinidad, todas las cuales poseen todos los atributos de Dios en igual medida. Y la falta de personalidad en cada parte es igualmente una deficiencia.
La analogía de las tres formas del agua (vapor, agua y hielo) es también inadecuada porque (a) ninguna parte del agua jamás es las tres cosas a la vez, (b) tienen diferentes propiedades o características, (c) la analogía no tiene algo que corresponda al hecho de que hay sólo un Dios (no hay tal cosa como «un agua» o «toda el agua en el universo»), y (d) falta el elemento de la personalidad inteligente.
Se han derivado otras analogías de la experiencia humana. Se pudiera decir que la Trinidad es como el hombre que a la vez que es agricultor, alcalde de la ciudad y anciano en la iglesia. Funciona en papeles diferentes en ocasiones diferentes, pero es un solo hombre. Sin embargo, esta analogía es muy deficiente porque hay sólo un individuo haciendo estas tres actividades en tiempos diferentes, y la analogía no puede explicar la interacción personal entre los miembros de la Trinidad. (De hecho, esta analogía simplemente enseña la herejía llamada modalismo, que se considera más abajo).
Otra analogía tomada de la vida humana es la unión del intelecto, las emociones y la voluntad en un solo ser humano. Aunque estas son partes de la personalidad, sin embargo, ningún factor constituye la persona entera; y las partes no son idénticas en características sino que tienen capacidades diferentes.
Así que, ¿qué analogía debemos usar para enseñar la Trinidad? Aunque la Biblia usa muchas analogías de la naturaleza y la vida para enseñarnos varios aspectos del carácter de Dios (Dios es como una roca en su fidelidad, es como un pastor en su cuidado, etc.), es interesante que en ninguna parte la Biblia usa analogía alguna para enseñar la doctrina de la Trinidad. Lo más cercano que tenemos a una analogía se halla en los mismo títulos «Padre» e «Hijo»; títulos que claramente hablan de personas distintas y de la estrecha relación que existe entre ellos en una familia humana. Pero a nivel humano, por supuesto, tenemos dos seres humanos enteramente separados, y no un ser compuesto de tres personas distintas. Es mejor concluir que ninguna analogía expresa adecuadamente lo que es la Trinidad, y todas desorientan de maneras significativas.
6. Dios existe eterna y necesariamente como la Trinidad. Cuando fue creado el universo, Dios Padre habló las palabras creadoras poderosas que lo hicieron existir, Dios Hijo fue el agente divino que realizó estas palabras (; ; ; ), y Dios Espíritu Santo estaba activo «iba y venía sobre la superficie de las aguas» (). Así que es como esperaríamos: si los tres miembros de la Trinidad son igual y plenamente divinos, los tres han existido por toda la eternidad, y Dios ha existido eternamente como Trinidad (cf. también , ). Es más, Dios no puede ser otro que el que es, porque es inmutable (vea capítulo 11 arriba). Por consiguiente, parece apropiado concluir que Dios necesariamente existe como Trinidad; no puede ser otra cosa que lo que él es.
C. Han surgido errores al negar alguna de estas tres afirmaciones que resumen la enseñanza bíblica
En la sección anterior vimos cómo la Biblia exige que expresemos las siguientes tres afirmaciones:
1. Dios es tres personas
2. Cada persona es plenamente Dios.
3. Hay sólo un Dios.
Antes de examinar más las diferencias entre Padre, Hijo y Espíritu Santo, y la manera en que se relacionan entre sí, es importante considerar algunos de los errores doctrinales en cuanto a la Trinidad que han surgido en la historia de la iglesia. En esta revisión histórica veremos algunos de los errores que debemos evadir en cualquier pensamiento ulterior en cuanto a esta doctrina. De hecho, los principales errores trinitarios que han surgido, han resultado debido a una negación de una u otra de estas tres afirmaciones primordiales.
1. El modalismo aduce que hay sólo una persona que se nos presenta en tres formas (o «modos») diferentes. En varias ocasiones algunos han enseñado que Dios no es en realidad tres personas distintas, sino una sola persona que se aparece a los seres humanos en diferentes «modos» en ocasiones diferentes. Por ejemplo, en el Antiguo Testamento Dios aparece como «Padre». En los Evangelios, esta misma persona divina apareció como «el Hijo» como se ve en la vida humana y ministerio de Jesús. Después de Pentecostés, esta misma persona entonces se nos reveló como el «Espíritu» activo en la iglesia.
A esta enseñanza también se hace referencia con dos otros nombres. A veces se le llamas sabelianismo, por un maestro llamado Sabelio que vivió en Roma a principios del siglo III d.C. Otro nombre que se le da al modalismo es «monarquismo-modalista», debido a que esta enseñanza no sólo dice que Dios se nos reveló en «modos» diferentes sino también dice que hay sólo un supremo gobernador («monarca») en el universo y que es Dios mismo, que consiste de sólo una persona.
El modalismo obtiene su atractivo del deseo de recalcar claramente el hecho de que sólo hay un Dios. Puede aducir respaldo no sólo de pasajes que hablan de un solo Dios, sino también de pasajes como («El Padre y yo somos uno») y («El que me ha visto a mí, ha visto al Padre»). Sin embargo, el último pasaje puede simplemente significar que Jesús revela plenamente el carácter de Dios Padre, y el pasaje anterior (), en un contexto en el que Jesús afirma que realizará todo lo que el Padre le ha dado que haga y salvará a todos los que el Padre le ha dado, parece querer decir que Jesús y el Padre son uno en propósito (aunque también pudiera implicar unidad de esencia).
La debilidad fatal del modalismo es el hecho de que debe negar las relaciones personales dentro de la Trinidad que aparecen en tantos lugares de la Biblia (o debe afirmar que estas fueron simplemente una ilusión, no algo real). Por tanto, debe negar que hubo tres personas separadas en el bautismo de Jesús, donde el Padre habla desde el cielo, y el Espíritu desciende sobre Jesús como una paloma. Debe decir que todas esas instancias en donde Jesús ora al Padre son una ilusión o una charada. La idea del Hijo o el Espíritu Santo intercediendo por nosotros ante Dios Padre se pierde. Finalmente, el modalismo en última instancia pierde la esencia de la doctrina de la expiación; es decir, la idea de que Dios envió a su Hijo como sacrificio sustitutivo, y que el Hijo llevó la ira de Dios en nuestro lugar, y que el Padre, representando los intereses de la Trinidad, vio el sufrimiento de Cristo y quedó satisfecho ().
Es más, el modalismo niega la independencia de Dios, porque si Dios es sólo una persona, no tiene capacidad de amar o comunicarse sin otras personas en su creación. Por consiguiente fue necesario que creara al mundo, y Dios ya no sería independiente de la creación (vea capítulo 12 sobre la independencia de Dios).
Una presente denominación dentro del protestantismo (definida ampliamente), la Iglesia Pentecostal Unida, es modalista en su posición doctrinal.
2. El arrianismo niega la plena deidad del Hijo y del Espíritu Santo
a. La controversia arriana. El término arrianismo se deriva de Arrio, obispo de Alejandría, cuyos puntos de vista fueron condenados en el Concilio de Nicea en el 325 d.C., y que murió en el 336 d.C. Arrio enseñaba que Dios Padre en cierto momento creó al Hijo, y que antes de ese tiempo el Hijo no existía, ni tampoco el Espíritu Santo, sino sólo el Padre. Por tanto, aunque el Hijo es un ser celestial que existía antes que el resto de la creación y que es mucho mayor que todo el resto de la creación, con todo no es igual al Padre en todos sus atributos; se puede incluso decir que es «como el Padre» o «similar al Padre» en su naturaleza, pero no se puede decir que sea «de la misma naturaleza» como el Padre.
Los arrianos dependen fuertemente en pasajes que llaman a Cristo el Hijo «unigénito» de Dios (; , ; ). Si Cristo fue «engendrado» por Dios Padre, razonaban, eso debe querer decir que Dios Padre le dio la existencia (porque la palabra «engendrar» en la experiencia humana se refiere al papel del padre en la concepción del hijo). En hay respaldo adicional para el concepto arriano: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación». ¿Acaso la expresión «primogénito» aquí no implica que el Hijo fue en un punto traído a existencia por el Padre? Y si esto es verdad del Hijo, necesariamente debe ser cierto del Espíritu Santo también.
Pero estos pasajes no nos exigen creer la posición arriana. , que llama a Cristo «el primogénito de toda creación», se entiende mejor si se dice que quiere decir que Cristo tiene los derechos o privilegios del «primogénito»; es decir, de acuerdo al uso y costumbre bíblicos, el derecho de liderazgo o autoridad en la familia de la generación de uno. (Note en donde se dice de Esaú que vendió su «primogenitura»; la palabra griega prototokia es cognada del término prototokos «primogénito» en ). Así que, significa que Cristo tiene los privilegios de autoridad y gobierno, privilegios que le pertenecen como «primogénito», pero con respecto a toda la creación. La NIV en inglés traduce esto en forma útil: «el primogénito sobre toda creación».
En cuanto a los pasajes que dicen que Cristo fue el «Hijo unigénito» de Dios, la iglesia primitiva sintió tan fuertemente la fuerza de muchos otros pasajes que mostraban que Cristo era plena y completamente Dios, que concluyeron que, lo que sea que «unigénito» significara, no significaba «creado».* Por consiguiente el credo niceno en 325 afirmó que Cristo era «engendrado, no hecho»:
Creemos en un Dios, Padre Todopoderoso, Hacedor de todas las cosas visibles e invisibles, y en un Señor Jesucristo, Hijo de Dios, engendrado del Padre, el unigénito; es decir, de la esencia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, el mismo Dios del mismo Dios, engendrado, no hecho, pues es de una sustancia (jomoousion) con el Padre …
Esta misma frase la reafirmó el concilio de Constantinopla en 381. Además, la frase «antes de todos los siglos» se añadió después de «engendrado del Padre», para mostrar que ese «engendrado» fue eterno. Nunca empezó a suceder, sino que es algo que había sido eternamente verdad de las relaciones entre el Padre y el Hijo. Sin embargo, la naturaleza de ese «engendrado» nunca se ha definido muy claramente, aparte de decir que tiene que ver con las relaciones entre el Padre y el Hijo, y que en algún sentido el Padre ha tenido eternamente primacía en esa relación.
En repudio adicional a la enseñanza de Arrio, el credo niceno insistía que Cristo era «de la misma sustancia que el Padre». La disputa con Arrio tenía que ver con dos palabras que se hicieron famosas en la historia de la doctrina cristiana, homoousios («de la misma naturaleza») y homoiousios («de naturaleza similar»). La diferencia depende del significado diferente de dos prefijos griegos: homo- que quiere decir «mismo», y homoi- que quiere decir «similar». Arrio se contentaba con decir que Cristo era un ser celestial sobrenatural y que fue creado por Dios antes de la creación del resto del universo, e incluso que era «similar» a Dios en su naturaleza. Por tanto, Arrio aceptaba la palabra homoiousios. Pero el concilio de Nicea en 325 y el concilio de Constantinopla en 381 se dieron cuenta de que esto no era suficiente, porque si Cristo no era exactamente de la misma naturaleza del Padre, no es plenamente Dios. Así que ambos concilios insistieron en que los creyentes ortodoxos confiesen que Jesús es homoousios de la misma naturaleza de Dios Padre. La diferencia entre la dos palabras era sólo una letra, la letra griega iota, y algunos han criticado a la iglesia por permitir que una disputa doctrinal sobre una sola letra consuma tanta atención durante la mayor parte del siglo IV d.C. Algunos se han preguntado: «¿Podría algo ser más necio que discutir por una sola letra en una palabra?» Pero la diferencia entre la dos palabras era profunda, y la presencia o ausencia de la iota realmente marcaba la diferencia entre el cristianismo bíblico, con una doctrina verdadera de la Trinidad, y una herejía que no aceptaba la plena deidad de Cristo, y por consiguiente no era trinitaria y a la larga destructiva para toda la fe cristiana.
b. Subordinacionismo. Al afirmar que el Hijo era de la misma naturaleza que el Padre, la iglesia primitiva también excluyó una doctrina falsa relacionada, es decir, el subordinacionismo. En tanto que el arrianismo sostenía que el Hijo fue creado y no era divino, el subordinacionismo sostenía que el Hijo era eterno (no creado) y divino, pero con todo no igual al Padre en ser o atributos; el Hijo era inferior o «subordinado» en ser a Dios Padre. El padre de la iglesia primitiva Orígenes (ca. 185–254 d.C.) abogaba una forma de subordinacionismo que sostenía que el Hijo era inferior al Padre en ser, y que el Hijo eternamente deriva su ser del Padre. Orígenes intentaba proteger la distinción de personas y escribía antes de que la doctrina de la Trinidad fuera claramente formulada en la iglesia. El resto de la iglesia no le siguió sino que en el concilio de Nicea claramente rechazó su enseñanza.
Aunque muchos de los dirigentes de la iglesia primitiva contribuyeron a la formulación gradual de una doctrina correcta de la Trinidad, el más influyente de todos fue Atanasio. Tenía sólo veintinueve años cuando llegó al concilio de Nicea en 325 d.C., todavía no como miembro oficial sino como secretario de Alejandro, obispo de Alejandría. Sin embargo, su mente aguda y capacidad de escribir le permitió tener una influencia importante en el resultado del concilio, y él mismo llegó a ser obispo de Alejandría en 328. Aunque en Nicea fueron condenados, los arrianos rehusaron dejar de enseñar sus puntos de vista y usaron su considerable poder político en toda la iglesia para prolongar la controversia por la mayor parte del resto del siglo IV. Atanasio llegó a ser el punto focal del ataque arriano, y dedicó toda su vida a escribir y enseñar en contra de la herejía arriana. «Lo persiguieron con cinco exilios que abarcaron diecisiete años de huir y esconderse», pero, por sus incansables esfuerzos, «casi por sí solo Atanasio salvó a la iglesia del intelectualismo pagano». El «credo atanasiano» que lleva su nombre no se piensa hoy que proceda de Atanasio mismo, pero es una afirmación muy clara de la doctrina trinitaria que ganó uso creciente en la iglesia desde alrededor del 400 d.C. y en adelante y todavía se usa en las iglesias católica y protestante hoy. (Vea apéndice 1).
c. Adopcionismo. Antes de dejar la discusión del arrianismo, hay que mencionar una enseñanza falsa relacionada. El «adopcionismo» es el concepto de que Jesús vivió como un hombre ordinario hasta su bautismo, pero que Dios «adoptó» a Jesús como su «Hijo» y le confirió poderes sobrenaturales. Los adopcionistas no sostienen que Cristo existió antes de que naciera como hombre; por consiguiente, no piensan que Cristo fue eterno, ni piensan que es el ser exaltado y sobrenatural creado por Dios que sostienen los arrianos. Los adopcionistas piensan que incluso después de que Jesús fue «adoptado» por Dios como el «Hijo», no fue divino en su naturaleza, sino solamente un hombre exaltado a quien Dios llamó su «Hijo» en un sentido único.
El adopcionismo nunca logró la fuerza de un movimiento como el arrianismo, pero hubo algunos que sostuvieron ideas adopcionistas de tiempo en tiempo en la iglesia primitiva, aunque sus puntos de vista nunca se aceptaron como ortodoxos. Muchos en tiempos modernos que piensan que Jesús fue un gran hombre, alguien a quien Dios concedió poderes de manera especial, pero que no era realmente divino, caerían en la categoría de adopcionistas. La hemos colocado aquí en relación con el arrianismo porque esta noción también, niega la deidad del Hijo (y, de modo similar, la deidad del Espíritu Santo).
La controversia sobre el arrianismo llegó a su cierre en el concilio de Constantinopla en el 381 d.C. El concilio reafirmó las declaraciones nicenas y añadió una declaración de la deidad del Espíritu Santo, que había caído bajo ataque en el período desde Nicea. Después de la frase «y el Espíritu Santo», Constantinopla añadió: «el Señor y Dador de la vida; que procede del Padre, que con el Padre y Hijo juntos es adorado y glorificado; de quien hablaron los profetas». La versión del credo que incluye las adiciones de Constantinopla es lo que comúnmente se conoce hoy como el credo niceno (vea en la p. 1232 el texto del Credo Niceno).
d. La cláusula filioqué. En conexión con el credo niceno, hay que mencionar brevemente un desdichado capítulo en la historia de la iglesia, y se trata de la controversia sobre la inserción de la cláusula filioqué en el credo niceno, inserción que con el tiempo llevaría a la división entre el cristianismo occidental (católico romano) y el cristianismo oriental (que consiste hoy de las varias ramas del cristianismo ortodoxo oriental, tales como la iglesia griega ortodoxa, la iglesia rusa ortodoxa, etc.) en el 1054 d.C.
La palabra filioqué es un término latino que quiere decir «y del Hijo». No se incluyó en el credo niceno ni en la primera versión del 325 d.C. ni en la segunda versión del 381 d.C. Esas versiones simplemente decían que el Espíritu Santo «procede del Padre». Pero en el año 589 d.C., en un concilio regional de la iglesia en Toledo (en lo que ahora es España), se añadió la frase «y del Hijo», de modo que el credo entonces decía que el Espíritu Santo «procede del Padre y del Hijo (filioqué)». A la luz de y 16:7, en donde Jesús dijo que enviaría al Espíritu Santo al mundo, parecía que no podía haber objeción a tal afirmación si se refería que el Espíritu Santo procedía del Padre y del Hijo en un punto en el tiempo (particularmente en Pentecostés). Pero esta fue una declaración en cuanto a la naturaleza de la Trinidad, y se entendió que la frase hablaba de las relaciones eternas entre el Espíritu Santo y el Hijo, algo que la Biblia nunca considera explícitamente. La forma del Credo Niceno que tenía esta frase adicional gradualmente ganó en uso general y obtuvo endoso oficial en el 1017 d.C. La controversia entera se complicó por políticas eclesiásticas y luchas por el poder, y esto que parecía ser un punto doctrinal muy insignificante fue la principal cuestión doctrinal en la división entre el cristianismo oriental y occidental en el 1054 d.C. (La cuestión política subyacente, sin embargo, fue la relación de la iglesia oriental a la autoridad del papa). La controversia doctrinal y la división entre las dos ramas del cristianismo no se han resuelto hasta el día de hoy.
¿Hay alguna posición correcta en este asunto? El peso de la evidencia (por tenue que parezca) parece favorecer claramente a la iglesia occidental. A pesar del hecho de que dice que el Espíritu de verdad «procede del Padre», esto no niega que proceda también del Hijo (tal como dice que el Padre enviaría al Espíritu Santo, pero dice que el Hijo enviaría al Espíritu Santo). De hecho, en la misma oración en Jesús habla del Espíritu Santo como el que «yo les enviaré de parte del Padre». Y si el Hijo junto con el Padre envía al Espíritu Santo al mundo, por analogía parecería apropiado decir que esto refleja el orden eterno de sus relaciones. Esto no es algo en lo que podemos insistir claramente basados en un versículo específico, pero mucho de nuestra comprensión de las relaciones eternas entre el Padre, Hijo y Espíritu Santo vienen por analogía de lo que la Biblia nos dice en cuanto a la manera en que se relacionan a la creación en tiempo». Es más, la formulación oriental corre el peligro de sugerir una distancia innatural entre el Hijo y el Espíritu Santo, lo que conduce a la posibilidad de que incluso en la adoración personal un énfasis en una experiencia más mística, inspirada por el Espíritu, se pudiera buscar a costa del descuido de una adoración racionalmente entendible de Cristo como Señor. No obstante, la controversia fue en última instancia sobre un punto de doctrina tan oscuro (esencialmente, las relaciones entre el Hijo y el Espíritu antes de la creación) que ciertamente no merecía una división en la iglesia.
e. La importancia de la doctrina de la Trinidad. ¿Por qué la iglesia se preocupó tanto por la doctrina de la Trinidad? ¿Es realmente esencial sostener la plena deidad del Hijo y del Espíritu Santo? Sí, lo es; porque esta enseñanza tiene implicaciones para la médula misma de la fe cristiana. Primero, la expiación está en juego. Si Jesús es solo un ser creado, y no plenamente Dios, es difícil ver cómo él, una criatura, pudo aguantar la total ira de Dios contra todos nuestros pecados. ¿Podría alguna criatura, por grande que sea, de veras salvarnos? Segundo, la justificación por la fe sola queda amenazada si negamos la plena deidad del Hijo. (Esto se ve hoy en la enseñanza de los Testigos de Jehová, que no creen en la justificación por la fe sola). Si Jesús no es plenamente Dios, tendríamos razón para dudar si en realidad podemos confiar en que él nos salve completamente. ¿Podríamos realmente depender plenamente en alguna criatura en cuanto a nuestra salvación? Tercero, si Jesús no es un Dios infinito, ¿deberíamos orar a él o adorarle? ¿Quién sino un Dios infinito y omnisciente podría oír y responder a todas las oraciones de todo el pueblo de Dios? ¿Y quién sino Dios mismo es digno de adoración? En verdad, si Jesús no es más que una criatura, por grande que sea, sería idolatría adorarlo; y sin embargo el Nuevo Testamento nos ordena hacerlo (; ). Cuarto, si alguien enseña que Cristo fue un ser creado pero con todo el que nos salva, esta enseñanza erróneamente empieza a atribuir crédito por la salvación a una criatura y no a Dios mismo. Pero esto exalta erróneamente a la criatura antes que al Creador, algo que la Biblia jamás nos permite hacer. Quinto, la independencia y naturaleza personal de Dios está en juego; si no hay Trinidad, no hubo relaciones interpersonales dentro del ser de Dios antes de la creación, y, sin relaciones personales, es difícil ver cómo Dios pudiera ser genuinamente personal sin la necesidad de una creación con la cual relacionarse. Sexto, la unidad del universo está en juego; si no hay una pluralidad perfecta y perfecta unidad en Dios mismo, no tenemos base para pensar que puede haber alguna unidad última entre los diversos elementos del universo. Claramente, en la doctrina de la Trinidad está en juego la esencia misma de la fe cristiana. Herman Bavinck dice que «Atanasio entendió mejor que cualquiera de sus contemporáneos que el cristianismo se levanta o cae con la confesión de la deidad de Cristo y la Trinidad». Luego añade: «En la confesión de la Trinidad palpita el corazón de la religión cristiana; todo error resulta o se remonta a una reflexión más profunda, a una percepción equivocada de esta doctrina».31
3. El triteísmo niega que haya sólo un Dios. Una manera posible final de intentar una reconciliación fácil de la enseñanza bíblica en cuanto a la Trinidad sería negar que hay sólo un Dios. El resultado sería decir que Dios es tres personas y cada persona es plenamente Dios. Por consiguiente, hay tres dioses. Técnicamente este concepto se llamaría «triteísmo».
Pocos han sostenido este concepto en la historia de la iglesia. Tiene similitudes a muchas religiones paganas antiguas que sostenían una multiplicidad de dioses. Esta percepción resultaría en confusión en la mente de los creyentes. No habría adoración, ni lealtad, ni devoción absolutas a un solo Dios verdadero. Nos preguntaríamos a cuál Dios deberíamos darle nuestra lealtad máxima. Y, en un nivel más hondo, esta noción destruiría todo sentido de unidad última en el universo; incluso en el mismo ser de Dios habría pluralidad pero no unidad.
Aunque ningún grupo moderno aboga por el triteísmo, tal vez muchos evangélicos hoy sin intención tienden a una noción triteísta de la Trinidad, reconociendo la personalidad distinta del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, pero rara vez dándose cuenta de la unidad de Dios como un ser indiviso.
Grudem, W. (2007). Teología Sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica (pp. 234–257). Miami, FL: Editorial Vida.
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