LA ORACION

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LA ORACION

La oración del padre nuestro
La oración del padre nuestro
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.
La oración del Padre Nuestro se ha llegado a considerar una oración modelo que tiene como objeto servir de ejemplo de los elementos básico que deben poseer nuestras oraciones y no para usarla de manera supersticiosa ni como repetidos rezos, lo cual el Señor condena.
segun algunos teologos las peticiones que esta oración tiene son siete; mientras que otros teólogos dicen son solamente seis, considerándose las últimas dos como una. En nuestro caso las estudiaremos como siete.
Es importante también reconocer que existen otros pasajes bíblicos donde se nos enseña también a cómo orar. Por ejemplo ; nos enseñan que debemos orar en el nombre de Jesús; enseña a incluir a todo hombre y gobernantes en nuestras oraciones; también nos enseña a orar sin cesar, ; , nos enseña a pedir sabiduría, confesar nuestras ofensas y orar unos por otros, etc. Veamos cada una de las siete peticiones que encontramos en el Padre Nuestro las cuales van precedidas de una invocación.
Padre nuestro que estás en los cielos
Jesús nos enseña que toda oración debe iniciar exaltando y santificando su nombre. Realmente la primera parte: “Padre nuestro que estás en los cielos”, es una invocación al Dios verdadero, mientras que la segunda: “santificado sea tu nombre” es la primera petición, lo que nos enseña que antes de poner cualquier petición delante de Dios, debemos presentarnos delante de Él con reverencia y exaltándolo.
En todo país cuando una persona visita al presidente o rey se tiene que someter a un gran protocolo. Las personas sin que nadie se lo diga generalmente visten sus mejores vestidos, los celulares son desactivados y si tienen que hablar con el mandatario preparan un discurso con las palabras más apropiadas para el momento y antes de pedirle cualquier cosa, el discurso inicia con un saludo y alago.
Ahora si todo esto se hace con un hombre de la tierra cuanto más no se hará con el Rey de reyes y Señor de señores. Por ese motivo Jesús nos dice que antes de realizar cualquier petición delante de Dios, debemos adorar y exaltar su nombre.De acuerdo con el testimonio unánime de los cuatro evangelios, Jesús llamaba Padre a Dios siendo el evangelio según Marcos el que casi no usa este título. Jesús enseñaba a sus discípulos a llamar a Dios Padre lo cual no era un concepto ajeno en el Antiguo Testamento (Véase Deuteronomio 32:6; Salmo 103:13; Isaías 63:16; Jeremías 3:4, Jeremías 3:19; Malaquías 1:6; Malaquías 2:10), pero no llego a desarrollarse en la magnitud de cómo Jesús lo presenta.
Para los judíos Dios era visto como un Ser Santo, Justo y temido por sus grandes juicios. La invocación de Padre tiene un doble significado. Por un lado nos muestra el lado amoroso y compasivo de Dios al presentarlo como Padre nuestro, pero también nos enseña que es un Ser glorioso al que debemos temer y reverenciar por su gran santidad y gloria al estar sentado en su trono en los cielos.
Ahora bien, el hecho de que aquí se le llame Padre nuestro no significa que Dios es Padre de toda la humanidad, sino solamente de aquellos que han nacido del Espíritu Santo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (). Por tanto el creyente puede acercarse a Dios en plena confianza consiente de que su Padre le ama y escucha.
Santificado sea tu nombre
Seguido de la invocación la primera petición tiene que ver con santificar su Nombre. Pero, ¿Qué significa esto? No olvidemos que cuando la Biblia habla del nombre de una persona se refiere a las características del carácter que lo identifican, por ejemplo, Dios cambio el nombre de Abram (padre exaltado) por el de Abraham (padre de multitudes) haciendo referencia a lo que haría en su vida, hacerlo padre de una gran nación;
Por lo tal cuando Jesús dice santificado sea tu Nombre, lo que realmente quiere decir es santificado sea la persona de Dios. La palabra santidad significa “ser separado de”
Para los judíos el Nombre de Dios era tan reverenciado que muchas veces ni siquiera se atrevían a mencionarlo, de igual forma había un mandamiento que prohibía tomar en vano el Nombre de Dios: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.”, (Éxodo 20:7).
Por tanto, si bien es cierto que Dios es nuestro Padre y tenemos la confianza de acercarnos a Él, también debemos guardar un temor reverente a su presencia ya que es un Dios excelso en santidad.
También nosotros santificamos su nombre cuando testificamos con nuestra conducta una vida piadosa delante de los hombres.
Para que su nombre sea santificado nuestro testimonio tiene que ser tal que Dios tiene que ser glorificado cuando los hombres vean la obra que Él ha realizado en nuestras vidas. La verdadera adoración y exaltación de su nombre está en nuestra manera de vivir ya que nosotros somos sus cartas leídas.
“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
Por tanto, cuando oramos santificado sea tu nombre, no solo debemos esperar que su nombre sea exaltado entre las naciones, sino también debemos pedirle a Dios la sabiduría y capacidad de vivir rectamente en este mundo de pecado a tal punto que su nombre no sea blasfemado por nuestra causa: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, (Efesios 4:1).
Venga tu reino
La segunda petición de la oración modelo es: Venga tu reino. En los Evangelios las palabras el reino de Dios y el reino de los cielos se usan indistintamente y se refiere al gobierno soberano, glorioso y poderoso de nuestro Señor. El concepto del reino de Dios no es exclusivo del Nuevo Testamento, de hecho en el libro del profeta Daniel se hace mención de un reino eterno que se establecerá en esta tierra, y el profeta Isaías nos da más detalles en cuanto a dicho reino mesiánico. Por tanto, para los judíos no era un tema nuevo, al contrario ellos vivían esperando el establecimiento del reino de Dios en esta tierra.
Por ejemplo, José de Arimatea, un miembro del sanedrín la Biblia declara que él esperaba el reino de los cielos: “José de Arimatea, miembro noble del concilio, que también esperaba el reino de Dios, vino y entró osadamente a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús”, (Marcos 15:43);
también el malhechor moribundo que murió clavado a la par de Jesús en la cruz le suplico que se acordara de él cuando viniera en su reino: “Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”, (Lucas 23:42); Jesús enseñaba acerca del reino de Dios: “y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, (Mateo 3:2);
sus parábolas trataban acerca del reino de Dios. También en las cartas del Nuevo Testamento los apóstoles hablaron acerca del reino de Dios (, ; ; , , , etc.) , el reino de su amado Hijo (), su reino celestial (), su reino inconmovible (), el reino de Cristo (), y el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo ().
Muchos confunden el reino de Dios con la iglesia, sin embargo son dos conceptos diferentes aunque la iglesia tiene parte en este reino glorioso. Muchos creen que este reino comenzó cuando la profecía de Joel del derramamiento del Espíritu Santo se hizo realidad en el día de Pentecostés (; Hechos 2:1-13). La palabra griega que aquí se traduce como reino es basileía (βασιλεία) e involucra tres aspectos importantes: el territorio sobre el cual el rey reina; la dignidad real, su majestad y gloria; y el ejercicio de su poder soberano, o su reinado efectivo.
Por tanto, podemos decir que la petición de venga tu reino se orienta más a la tercera, ya que si bien es cierto su reino esta entre los creyentes, no ha llegado a la consumación completa la cual iniciara cuando Jesús venga en gloria en su segunda venida y establezca su reino de mil años. En nuestras peticiones nunca debe faltar aquella que exprese nuestro anhelo porque Dios establezca su reino entre nosotros, por eso el Señor en el libro de Apocalipsis en su último capítulo alienta a los cristianos a mantenerse santos y preparados, esperando ardientemente su segunda venida: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente… El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”. (, ).
Hágase tu voluntad
Llegamos a la tercera petición: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Si observamos las primeras tres peticiones están relacionadas con los intereses de Dios y por otro lado las tres en sí forman un solo anhelo: Establecer de forma absoluta el reino glorioso de Dios. La petición involucra a que sea la voluntad de Dios y no la nuestra propia la que se cumpla, tal y como Jesús nos enseñó cuando en el Getsemaní se sometió a la voluntad de Dios y no a la suya propia: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, (). Definitivamente esta petición tan sencilla es una de las cuales los cristianos más fallamos. Usualmente amamos hacer las cosas a nuestra manera, pero por eso debemos orar: Hágase tu voluntad. Por ello la Biblia nos exhorta a conocerla: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”, (), lo cual implica una completa transformación de nuestra mente: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, (). También su eterna voluntad para nuestra vida es nuestra santificación: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”, (). Si bien es cierto, todas estas son verdades en cuanto a la voluntad de Dios para nuestras vidas, también esta petición tiene un trasfondo escatológico que mira al establecimiento de su reino en esta tierra. La tres peticiones miran a aquel tiempo donde finalmente su nombre será santificado por los hombres, su reino vendrá a establecerse con poder y gloria, y su voluntad se hará aquí en el tierra así como lo es en los cielos.
Danos el pan de cada día
Rápidamente llegamos a la cuarta petición de esta oración modelo. Pasamos de pedir los intereses de Dios a los nuestros propios, de pedir por las cosas espirituales y eternas a las terrenales y necesarias para vivir. La expresión: El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy denota la total dependencia del ser humano de que Dios provea a sus necesidades diarias. En los antiguos tiempos el pan era considerado un producto básico para el mantenimiento de la vida del ser humano, por tanto lo que aquí se pide es que el Padre Celestial provea todo lo necesario para la subsistencia humana, como vestuario, alimento, techo, etc. La petición es clara al decir que esta provisión debe ser diaria, no mensual, anual o semanal, ni siquiera se pide por el pan de mañana. Esto enseña que a diario pidamos que su misericordia y provisión llenen nuestras necesidades básicas. Este concepto no es nuevo en la Biblia, de hecho lo vemos en el libro de Éxodo cuando dio proveyó el maná y les pidió que cada día recogieran solo lo necesario a excepción del sexto día que recogían el doble debido al Sabbat, y cuando recogían más de lo necesario, el maná criaba gusanos y hedía.
“y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer. Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana. Más ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés… Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán”.
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También vemos el concepto de la provisión de cada día cuando Elías visito a la viuda de Sarepta donde la Escritura dice que nunca se agotó el aceite y la harina y siempre hubo sustento para el profeta, la viuda y su hijo aun cuando ni siquiera el rey de Israel Acab tenía para alimentar a sus caballos por causa de la sequía de 3 años.
“Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra. Entonces ella fue e hizo como le dijo Elías; y comió él, y ella, y su casa, muchos días. Y la harina de la tinaja no escaseó, ni el aceite de la vasija menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”.
Por tanto, nosotros sus hijos debemos pedir que cada día Dios nos provea de lo necesario para vivir, posiblemente no todos seremos ricos, pero de algo podemos estar seguros, Dios proveerá cada día con seguridad y como el salmista declararemos: “Jehová es mi pastor; nada me faltará”, ().
Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden
La quinta petición es tan importante como la de pedir a diario nuestro pan y está relacionada con la salud espiritual y moral. La petición es: perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. El estudio del griego nos puede ayudar a acercarnos a su verdadera interpretación. Por un lado la palabra deuda proviene del griego ofeílema (ὀφείλημα), que literalmente significa alguien que está endeudado. Jesús utiliza esta palabra de deudas para referirse a pecados porque en el arameo la palabra que se utilizaba tanto para pecado como para deuda era la misma ya que para los judíos nuestros pecados eran una deuda moral y espiritual que adquiríamos con nuestro Señor. Por otro lado se encuentra la palabra perdónanos que proviene del griego afíemi (ἀφίημι) que puede traducirse como perdonar, abandonar, echar fuera, salir, dejar, remitir, y en este sentido se refiere a una clase de perdón que echa fuera todos nuestros pecados para no ser más recordados, el perdón perfecto. Por ende, en nuestras oraciones debemos pedir por el perdón de todos nuestros pecados. En el Antiguo Testamento vamos a encontrar Salmos donde se pide el perdón de Dios (; ; ; ; y 130:1-4), también encontramos la confesión de pecados en algunas oraciones modelos, como la del profeta Daniel (), la de Nehemías () y Esdras (). En el Nuevo Testamento también se nos exhorta a pedir perdón por nuestras trasgresiones:
“Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”.
Ahora bien, la oración añade algo más y es que seamos perdonados como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Jesús espera que nosotros sepamos perdonar a todos aquellos que nos ofenden, de lo contrario como podremos clamar por perdón si nosotros guardamos odio en contra de alguien que nos ofendió. Con respecto a esto, Jesús relato la parábola de los dos deudores (), donde uno debía 10, 000 talentos y como no podía pagar su señor ordeno quitarle su mujer, hijos y todo lo que tenía para pagar su deuda, pero éste se postro delante de su señor y le suplico y se le perdono su deuda por misericordia. Luego pasado los días este encontró a un consiervo que le debía 100 denarios, y le rogaba que le tuviera paciencia para que le pudiera pagar, pero el siervo malo no quiso y lo echo en la cárcel. Esto molesto a los demás consiervos y le contaron a su señor y este molesto porque el siervo malo no mostro la misma misericordia lo entrego al verdugo. Esta parábola expresa que así como Dios perdono nuestras ofensas, así también nosotros debemos perdonar a los que nos ofenden. Nuestra condición espiritual se ilustra en esta parábola por aquel que fue perdonado de una deuda de 10,000 talentos. Para tener una mejor idea de lo que representa esta cantidad consideremos lo siguiente: los impuestos anuales pagados por Judea, Galilea, Idumea, Samaria y Perea sumaban como 800 talentos. Un esclavo, joven y fuerte, valía un talento. Dice el libro que Amasías “tomó a sueldo por cien talentos de plata, a cien mil hombres valientes”. Todo el oro en el arca del pacto valía menos de 30 talentos (). El punto es que era una cantidad que jamás podía pagar. Así es la deuda que el hombre debe a Dios. Es una "cantidad" que simplemente no podía y no puede pagar. Su única esperanza es que Dios le perdone la deuda.
Finalmente, evaluemos el punto de otorgar el perdón. La oración pide que Dios nos perdone como nosotros perdonamos a los demás; pero, ¿cuándo es que debemos perdonar? ¿A todos los que nos ofenden? Veamos como lo enseña la Biblia. En el evangelio según Lucas dice: “Mirad por vosotros mismos. Si tu hermano pecare contra ti, repréndele; y si se arrepintiere, perdónale”, (), es decir, el perdón se debe otorgar cuando el que ha ofendido se arrepiente. Esta parte en la Biblia muchas veces es mal utilizada por las personas que dañan a otros diciéndoles a sus ofendidos que deben perdonar porque así dice la Biblia, y por tanto tienen que seguir aguantando. Pero esto no es así. El perdón se le otorga a alguien que se arrepiente, y el arrepentimiento trae un cambio en la actitud, pensamientos y sentimientos. En Mateo se nos ofrece otro ejemplo de cómo y cuándo se otorga:
“Por tanto, si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Más si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano”.
Las palabras “has ganado a tu hermano" significan que la persona se arrepintió, pero si no lo hace se tiene que confrontar con testigos y luego con la iglesia, y si aun así no acepta su culpa, se tiene que tener por gentil y publicano, es decir, alejarse de él y no recibirlo entre los hermanos. Por tanto, si alguien nos causa daño o nos ofende, podemos amonestarla por tal cosa, si ésta lo acepta y se arrepiente, le perdonamos y lo ganamos para que este en paz con Dios; pero si no, no le podemos otorgar el perdón y deberíamos solo alejarnos del tal; pero qué significa esto. Debemos odiarlo. En ninguna manera. Debemos guardar nuestro corazón de toda raíz de odio. Solamente debemos esperar en Dios que Él pagara a cada uno según su obra.
“Porque él pagará al hombre según su obra, y le retribuirá conforme a su camino”.
“Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo”.
“No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor”.
No nos metas en tentación
La sexta petición está relacionada con la quinta. Después de pedir que Dios perdone nuestros pecados Jesús nos enseña a pedirle que nos ayude a no pecar al decir: no nos metas en tentación. Estas palabras han dado mucho que comentar en cuanto a la pregunta ¿es Dios el que tienta al hombre? Para poder responder a esta interrogante podemos evaluar el significado etimológico de la palabra griega que aquí se traduce como tentación para tener una mejor idea. La palabra tentación se traduce de peirasmós (πειρασμός) la cual tiene un doble significado. Por un lado, cuando se refiere a Satanás la palabra usualmente se traduce como tentación, pero cuando se usa en referencia a Dios se traduce prueba. La Biblia es clara al decirnos que Dios jamás tienta a nadie, sino es una obra del diablo que seduce nuestra vieja naturaleza para que pequemos.
“Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.
Sin embargo, también es cierto que Dios permite que el diablo tiente a los justos con el objetivo de probarlos, tal y como lo hizo con Abraham cuando le pidió que sacrificara a su hijo: “Aconteció después de estas cosas, que probó Dios a Abraham…” (); probó también a Job (), el mismo Jesús fue probado: “Pero vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”, (); el apóstol Pablo fue probado: “sirviendo al Señor con toda humildad, y con muchas lágrimas, y pruebas que me han venido por las asechanzas de los judíos”, (); y en general todos los cristianos somos y seremos probados por Dios.
“En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”.
Ahora bien, el versículo anterior de nos dice la razón por la cual somos probados: para que nuestra fe crezca Toda prueba de parte de Dios tiene como objetivo moldearnos y hacernos mejores cristianos cada día, por eso alguien dijo en cierta ocasión que las pruebas sacan lo mejor de nosotros mismos, pero las tentaciones lo peor.
“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”.
No obstante, debemos estar claros que también Dios permitirá que el diablo nos tiente y podemos caer en sus trampas, por ello debemos orar: no nos metas en tentación. Uno de los nombres que recibe es el Tentador, y ha estado tentando a la humanidad desde el principio. Tentó a Eva en el Huerto del Edén (), tentó a David a censar al pueblo (), tentó a los ángeles caídos para que abandonaran su propia morada () el Apóstol Pablo envió a Timoteo a Tesalónica temiendo que “hubiera tentado el tentador” a los cristianos de ese lugar” (). Por tanto, debemos siempre orar a Dios que nos de la fuerza y nos ayude para que cuando la tentación venga a nosotros la podamos vencer, por ello Jesús alentó a sus discípulos a orar ya que el espíritu está dispuesto, pero la carne es débil.
“Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”.
La oración es un elemento clave en la vida del creyente que nos ayudará a resistir al diablo, si lo hacemos así podremos estar seguros que junto con la tentación siempre vendrá la salida.
“No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.
Más líbranos del mal
Llegamos a la séptima y última petición de esta oración modelo: mas líbranos del mal. Muchos la han considerado como parte de la sexta, sin embargo, la conjunción "más" denota su carácter individual. Por otro lado la sexta es concluyente al solo pedir que seamos librados de las tentaciones, una parte del mal, mientras que la séptima pide la liberación de todo el mal: enfermedades, escasez económica, ataque de hombres malos, el diablo o cualquier tipo de tragedia. Los cristianos sabemos que vivimos en un mundo dañado por el pecado y lleno de maldad por tal motivo en nuestras oraciones debemos pedir por la protección divina. El apóstol Pablo solía pedirle a Dios que lo guardara de toda obra mala: “Y el Señor me librará de toda obra mala, y me preservará para su reino celestial. A él sea gloria por los siglos de los siglos. Amén”, (); también decía que Dios tiene poder de librarnos del poder de las tinieblas: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”, (); y de igual forma el autor de la carta a los Hebreos dice que Dios nos puede liberar del poder del diablo: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”, (). En general, a través de la oración podemos pedir que seamos librados de todo mal que nos dañe y nos aleje de Dios.
Doxología final
Al final de la oración encontramos la doxología final de la oración del Padre Nuestro: porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. Esta solemne parte literaria de adoración a Dios parece haber sido agregada al texto original, ya que no se encuentra en los textos más antiguos. Por ejemplo la Vulgata Latina, obra del cuarto siglo D.C. del erudito Jerónimo no la considera, esto teniendo en cuenta que el autor era considerado un crítico muy reverencial y conservador como también competente e imparcial. Muchos creen que fue agregada por motivo a litúrgicos, como una forma de finalizar la oración glorificando a Dios. Otros consideran que fue inspirada de una oración que aparece en 1 Crónicas: “Tuya es, oh Jehová, la magnificencia y el poder, la gloria, la victoria y el honor; porque todas las cosas que están en los cielos y en la tierra son tuyas. Tuyo, oh Jehová, es el reino, y tú eres excelso sobre todos”, (). Sea como sea nos enseña que así como nuestras oraciones deben iniciar adorando y magnificando el nombre de nuestro Dios, deben terminar de igual manera. Así finaliza una oración muy diferente a las judías. No tan extensa y que expresa de manera sencilla la forma de como Dios desea que los hijos del Reino vivan, por eso Tertuliano, un padre de la iglesia primitiva la llamo: “el resumen de todo el evangelio”.
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