PADRE NUESTRO

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PADRE NUESTRO

La oración del padre nuestro
“Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén”.
La oración del Padre Nuestro se ha llegado a considerar una oración modelo que tiene como objeto servir de ejemplo de los elementos básico que deben poseer nuestras oraciones y no para usarla de manera supersticiosa ni como repetidos rezos, lo cual el Señor condena.
De acuerdo con algunos teólogos las peticiones que esta oración tiene son siete; mientras que otros teólogos solamente seis, considerándose las últimas dos como una.
En nuestro caso las estudiaremos como siete. Es importante también reconocer que existen otros pasajes bíblicos donde se nos enseña también a cómo orar.
Por ejemplo ; nos enseñan que debemos orar en el nombre de Jesús; enseña a incluir a todo hombre y gobernantes en nuestras oraciones; también nos enseña a orar sin cesar, ; , nos enseña a pedir sabiduría, confesar nuestras ofensas y orar unos por otros, etc. Veamos cada una de las siete peticiones que encontramos en el Padre Nuestro las cuales van precedidas de una invocación.
Padre nuestro que estás en los cielos
Jesús nos enseña que toda oración debe iniciar exaltando y santificando su nombre. Realmente la primera parte: “Padre nuestro que estás en los cielos”, es una invocación al Dios verdadero, mientras que la segunda: “santificado sea tu nombre” es la primera petición, lo que nos enseña que antes de poner cualquier petición delante de Dios, debemos presentarnos delante de Él con reverencia y exaltándolo todo esto se hace con un hombre de la tierra cuanto más no se hará con el Rey de reyes y Señor de señores. Por ese motivo Jesús nos dice que antes de realizar cualquier petición delante de Dios, debemos adorar y exaltar su nombre.
De acuerdo con el testimonio unánime de los cuatro evangelios, Jesús llamaba Padre a Dios siendo el evangelio según Marcos el que casi no usa este título.
Jesús enseñaba a sus discípulos a llamar a Dios Padre lo cual no era un concepto ajeno en el Antiguo Testamento (Véase ; ; ; , ; ; ), pero no llego a desarrollarse en la magnitud de cómo Jesús lo presenta. Para los judíos Dios era visto como un Ser Santo, Justo y temido por sus grandes juicios.
La invocación de Padre tiene un doble significado. Por un lado nos muestra el lado amoroso y compasivo de Dios al presentarlo como Padre nuestro, pero también nos enseña que es un Ser glorioso al que debemos temer y reverenciar por su gran santidad y gloria al estar sentado en su trono en los cielos.
. Ahora bien, el hecho de que aquí se le llame Padre nuestro no significa que Dios es Padre de toda la humanidad, sino solamente de aquellos que han nacido del Espíritu Santo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”, (). Por tanto el creyente puede acercarse a Dios en plena confianza consiente de que su Padre le ama y escucha.
Santificado sea tu nombre
Seguido de la invocación la primera petición tiene que ver con santificar su Nombre. Pero, ¿Qué significa esto? No olvidemos que cuando la Biblia habla del nombre de una persona se refiere a las características del carácter que lo identifican, por ejemplo, Dios cambio el nombre de Abram (padre exaltado) por el de Abraham (padre de multitudes) haciendo referencia a lo que haría en su vida, hacerlo padre de una gran nación;
Por lo tal cuando Jesús dice santificado sea tu Nombre, lo que realmente quiere decir es santificado sea la persona de Dios. La palabra santidad significa “ser separado de”, por tanto al pedir que su Nombre sea santificado lo que pedimos es que su Nombre sea tratado y reconocido de manera diferente a los dioses o ídolos de esta tierra.
Para los judíos el Nombre de Dios era tan reverenciado que muchas veces ni siquiera se atrevían a mencionarlo, de igual forma había un mandamiento que prohibía tomar en vano el Nombre de Dios: “No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.”, ().
Por tanto, si bien es cierto que Dios es nuestro Padre y tenemos la confianza de acercarnos a Él, también debemos guardar un temor reverente a su presencia ya que es un Dios excelso en santidad. También nosotros santificamos su nombre cuando testificamos con nuestra conducta una vida piadosa delante de los hombres. Para que su nombre sea santificado nuestro testimonio tiene que ser tal que Dios tiene que ser glorificado cuando los hombres vean la obra que Él ha realizado en nuestras vidas. La verdadera adoración y exaltación de su nombre está en nuestra manera de vivir ya que nosotros somos sus cartas leídas.
“Nuestras cartas sois vosotros, escritas en nuestros corazones, conocidas y leídas por todos los hombres; siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón”.
Por tanto, cuando oramos santificado sea tu nombre, no solo debemos esperar que su nombre sea exaltado entre las naciones, sino también debemos pedirle a Dios la sabiduría y capacidad de vivir rectamente en este mundo de pecado a tal punto que su nombre no sea blasfemado por nuestra causa: “Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados”, ().
Venga tu reino
La segunda petición de la oración modelo es: Venga tu reino. En los Evangelios las palabras el reino de Dios y el reino de los cielos se usan indistintamente y se refiere al gobierno soberano, glorioso y poderoso de nuestro Señor. El concepto del reino de Dios no es exclusivo del Nuevo Testamento, de hecho en el libro del profeta Daniel se hace mención de un reino eterno que se establecerá en esta tierra, y el profeta Isaías nos da más detalles en cuanto a dicho reino mesiánico. Por tanto, para los judíos no era un tema nuevo, al contrario ellos vivían esperando el establecimiento del reino de Dios en esta tierra.
Por ejemplo,el malhechor moribundo que murió clavado a la par de Jesús en la cruz le suplico que se acordara de él cuando viniera en su reino: “Y dijo a Jesús: Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”, (); Jesús enseñaba acerca del reino de Dios: “y diciendo: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”, (); sus parábolas trataban acerca del reino de Dios.
También en las cartas del Nuevo Testamento los apóstoles hablaron acerca del reino de Dios (, ; ; , , , etc.) , el reino de su amado Hijo (), su reino celestial (), su reino inconmovible (), el reino de Cristo (), y el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo ().
Muchos confunden el reino de Dios con la iglesia, sin embargo son dos conceptos diferentes aunque la iglesia tiene parte en este reino glorioso. Muchos creen que este reino comenzó cuando la profecía de Joel del derramamiento del Espíritu Santo se hizo realidad en el día de Pentecostés (; ).
La palabra griega que aquí se traduce como reino es basileía (βασιλεία) e involucra tres aspectos importantes: el territorio sobre el cual el rey reina; la dignidad real, su majestad y gloria; y el ejercicio de su poder soberano, o su reinado efectivo. Por tanto, podemos decir que la petición de venga tu reino se orienta más a la tercera, ya que si bien es cierto su reino esta entre los creyentes, no ha llegado a la consumación completa la cual iniciara cuando Jesús venga en gloria en su segunda venida y establezca su reino de mil años.
En nuestras peticiones nunca debe faltar aquella que exprese nuestro anhelo porque Dios establezca su reino entre nosotros, por eso el Señor en el libro de Apocalipsis en su último capítulo alienta a los cristianos a mantenerse santos y preparados, esperando ardientemente su segunda venida: “Y el Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente… El que da testimonio de estas cosas dice: Ciertamente vengo en breve. Amén; sí, ven, Señor Jesús”. (, ).
Hágase tu voluntad
Llegamos a la tercera petición: Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. Si observamos las primeras tres peticiones están relacionadas con los intereses de Dios y por otro lado las tres en sí forman un solo anhelo: Establecer de forma absoluta el reino glorioso de Dios.
La petición involucra a que sea la voluntad de Dios y no la nuestra propia la que se cumpla, tal y como Jesús nos enseñó cuando en el Getsemaní se sometió a la voluntad de Dios y no a la suya propia: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”, ().
Definitivamente esta petición tan sencilla es una de las cuales los cristianos más fallamos. Usualmente amamos hacer las cosas a nuestra manera, pero por eso debemos orar: Hágase tu voluntad.
Por ello la Biblia nos exhorta a conocerla: “Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”, (), lo cual implica una completa transformación de nuestra mente: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”, ().
También su eterna voluntad para nuestra vida es nuestra santificación: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación”, (). Si bien es cierto, todas estas son verdades en cuanto a la voluntad de Dios para nuestras vidas, también esta petición tiene un trasfondo escatológico que mira al establecimiento de su reino en esta tierra. La tres peticiones miran a aquel tiempo donde finalmente su nombre será santificado por los hombres, su reino vendrá a establecerse con poder y gloria, y su voluntad se hará aquí en el tierra así como lo es en los cielos.
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