Amigos de Jesús

Juan: Sermones expositivos  •  Sermon  •  Submitted
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El amor de Cristo a nosotros debe impulsarnos a amarnos entre nosotros los hermanos como él nos ha amado.

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El amor de Jesús a nosotros

El evangelio de Juan contiene afirmaciones teológicas tan profundas que probablemente nunca lograremos a entender en su totalidad. Pero en medio de su profundidad teológica es sumamente vívido y reconfortante. No por nada es uno de los primeros libros de las Escritura que te recomiendan leer cuando recién has creído.
La primera frase del capítulo versículo 9 es una de esas que quiebran el corazón de los discípulos de Jesús. Mirad cuanto ama Cristo a sus seguidores: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor.” (, énfasis añadido)
Si esto no estuviera escrito en la Palabra de Dios sería difícil de creer, pero está escrito, y es verdad. De la misma manera en que el Padre ama al Hijo así Cristo ama a los suyos. Así que haremos mucho bien en considerar el amor del Padre al Hijo.
En los evangelios hay dos ocasiones donde se escucha la voz del Padre desde el cielo. En ambas ocasiones la voz del Padre pronuncia las siguientes palabras “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia” (; ). Jesús es el objeto del amor del Padre. Como Hijo unigénito recibe del Padre el amor celestial sin medida. Es un amor indescriptible, incomprensible, totalmente insondable. Este amor, que trasciende toda medida que Jesús recibe del Padre, y es de esa misma manera que el nos ama.
Por tanto, el amor de Cristo es totalmente indescriptible e incomprensible. El apóstol Pablo habla de esto en Efesios cuando dice:
Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo,de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu;para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” ()
El amor de Cristo, tal como lo entiende Pablo excede toda medida y todo conocimiento. Sin embargo el pide en oración que los hermanos sean capaces de conocerlo, no intelectualmente sino experimentalmente. Aunque no podemos terminar de entender y comprehender el amor de Cristo, podemos experimentar ese amor que trasciende toda medida y conocimiento. Podemos experimentar aquel amor que hay del Padre a Cristo ¿no es esto sorprendente y reconfortante? Tal como el Padre ama a Jesús, así mismo Jesús nos ama a nosotros.
Que gozo es entonces el llamado a permanecer en el amor de Cristo. Muchas veces es fácil dudar del amor de quién asegura amarte. El amor de los hombres suele ser fluctuante y efímero: un día muero de amor por ti, al siguiente muérete tú sin mí. Pero el amor de Cristo no es así.
El amor de Cristo hacía los suyos se agotará el mismo día que el amor de Dios el Padre se agote para su Hijo Jesucristo. Puedes confiar en que eso nunca pasará. Por lo cual, puedes con toda confianza aferrarte al amor de Cristo que nunca cambia, que nunca mengua, que nunca se agota. Que deleite es permanecer en el amor de Cristo.
Alguno podrá decir aquí “pastor, yo quiero permanecer en el amor de Cristo, ¿cómo lo hago?”. Las palabras de Jesús son claras para responder esta pregunta: “Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.” (, énfasis añadido).
Para permanecer en el amor de Cristo debemos guardar sus mandamientos. Es la obediencia a Dios el camino para permanecer en su amor.
Ahora bien, es importante hacer notar aquí que no estamos diciendo que hay que guardar los mandamientos de Cristo para que su amor permanezca en nosotros. No, hermano. Tu obediencia no hace que Cristo te ame más; tu desobediencia no hacer que Cristo te ame menos.
Pienso que alguno quisiera aquí bajarme del púlpito acusándome de hereje, pero esto es así. No es por nuestra obediencia que nos ganamos el amor de Dios. Es por la obediencia de Cristo que somos amados por el Padre. Tu obediencia no puede agregarle nada a la obra de Cristo, tu desobediencia no puede quitarle nada tampoco. Si somos amados es enteramente y gratuitamente por gracia, y la gracia siempre es inmerecida.
según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad,para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,” ()
Lo que el Señor Jesús esta enseñando aquí es que guardando los mandamientos es que nosotros permanecemos en su amor. El amor de Dios no se aleja de nosotros, somos nosotros los que, por nuestra desobediencia y rebeldía podemos alejarnos de Él.
el amor de Dios
Esto es más entendible cuando pensamos en unos padres que aman mucho a su hijo, pero su hijo es rebelde. Este joven se va de casa alejándose de sus Padres. ¿Dejaron sus padres de amarle? No ¿verdad? el amor de sus padres sigue allí, inconmovible; el amor de sus padres permanece. Es el joven que yéndose de casa se aleja también del amor.
Con nosotros ocurre exactamente los mismo. El amor de Cristo por nosotros permanece. No cambia, no mengua, no se acaba. Su amor se mantiene firme e inconmovible. Los que no permanecemos en su amor somos nosotros, que por nuestro pecado y rebeldía nos alejamos de él.
Por eso es que Jesús, al recordarnos cuán grande es su amor nos ordena que permanezcamos en su amor, guardando sus mandamientos.
Esto queda más claro cuando el Señor dice que el ha permanecido en el amor del Padre guardando sus mandamientos. El Señor Jesús desde la eternidad, antes de la fundación del mundo, ha sido objeto del amor del Padre (), pero al guardar los mandamientos del Padre el ha permanecido en el amor de Dios. Nunca se alejo de ese amor porque siempre guardo los mandamientos.
¿Para qué les dijo esto el Señor a sus discípulos? Para que el gozo de ellos compartieran el gozo de Jesús al disfrutar del amor divino, y para que ellos participaran de un gozo completo.
¿Qué podía llenar de alegría el corazón de los discípulos en aquellas horas donde serían separados de Jesús? Solamente saber que aunque físicamente Cristo se iba a alejar de ellos Su corazón no. Lo único que podría traerles pleno gozo en aquellas horas sombrías era saber que nada podría separarlos de amor de Cristo.
¿Hermano mío, estás pasando por momentos de turbación y angustia? Permanece en el amor de Cristo. Es decir, aférrate, por la fe, al amor de Jesús. Como Pablo, pídele a Dios que te permita experimentar el amor de Cristo, ese amor que excede toda medida y todo conocimiento. Solo el amor de Cristo puede traerte paz y gozo en la más oscura noche. Su amor no se ha ido, Su amor permanece. No dudes de Su amor, haz tuyas las palabras del apóstol Pablo cuando dijo:
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (, RVR60)
Y haciendo tuyas estás palabras por medio de la fe, esfuérzate por guardar sus mandamientos en todo momento.
¡Qué grande es el amor de Cristo!
Ahora, en segundo lugar, veamos:

El amor de Cristo entre nosotros

Animando a sus discípulos por medio de recordarles lo grande su amor a ellos, el Señor anima una vez más a estos a que se amen unos a otros: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado.” (). Somos amados por Cristo como el Padre le ama y, tomando su ejemplo y su amor, debemos amar a nuestros hermanos tal como Cristo nos ama.
La consecuencia natural de conocer el amor de Dios en Cristo es que amaremos a nuestros hermanos. Juan lo dice en su primera carta:
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” ()
y luego cuando dice:
Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano.” ()
Al amor de Cristo nos mueve a amar a los hermanos. Una evidencia de que permanecemos en el amor de Cristo es que permanecemos amando a nuestros hermanos.
Luego en el versículo 14 el Señor Jesús hace otra hermosa aseveración que nos debe hacer arder el alma. Les dice a sus discípulos, “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (v.14). ¿Cómo llama Jesús a aquellos que guardan sus mandamientos? Los llama amigos.
¡Qué tan alto honor de ser llamado amigo de Dios! Aquél honor que tuvo el patriarca Abraham de ser llamado Amigo de Dios (“Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios.” (). Ese alto privilegio de ser llamados amigos de Dios nosotros lo tenemos por la obra de Jesús.
El mismo enseño que no hay más grande amor que el poner la vida por sus amigos y esto es precisamente lo que el hizo. Puso su vida por propiciación de aquellos a quienes él llama sus amigos. Ahora, hermanos, el hecho de que Jesús nos llamé sus amigos y diera su vida por nosotros se vuelve mucho más notables cuando entendemos que por naturaleza en realidad eramos enemigos de Dios, pues la Escritura dice:
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ro 5.10–11). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación.” (, RVR60)
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
Si hoy podemos ser llamados amigos de Dios es por la pura gracia del Señor y por la muerte vicaria de Cristo nuestro salvador. No fuimos nosotros los que eligieron ser amigos de Cristo, fue él quien nos eligió para ser llamados sus amigos ¡Oh bendición sin igual, soy llamado amigo de Dios! Yo me reconozco como su siervo, pero él me llama su amigo. Oh, mi amigo, hermano y Señor murió en la cruz para darme perdón ¡No hay amigo como Cristo!
Miren que dicha es ser llamado amigo por Jesús: el Señor nos da a conocer la voluntad de su Padre (v.15), nos asegura que llevaremos fruto que permanezca, y nos promete que todo lo que pidiéremos en su nombre al Padre él nos lo dará.
¿Qué debemos hacer nosotros entonces? Amarnos los unos a los otros (v.17)

Conclusión

El amor de Cristo que hemos recibido es un amor indescriptible e incomprensible, permanezcamos en su amor, guardando sus mandamientos. No permitas que por tu pecado y alejes del amor del Señor
Es por la obra de Cristo en la cruz que hoy podemos ser llamados amigos suyos. ¿Cómo podremos vivir alegremente en aquellos pecados por los que nuestro Amigo sufrió en el Calvario? Apartate de tu pecado, vive en obediencia a nuestro Señor y Amigo, Jesús
Habiendo recibido semejante amor de Cristo, amemos a nuestro hermanos así como el Señor nos ha amado. Si hay un lugar donde el amor debe percibirse y palparse, ese lugar es la Iglesia de Dios. Que se diga de nosotros, la Iglesia como alguna vez dijo Tertuliano al mirar a los hermanos:
“¡Mirad cómo se aman! Mirad cómo están dispuestos a morir el uno por el otro” (TERTULIANO, Siglo II)
Amigo mío, tú que hoy viniste enemistado con Dios, no te vayas a casa como llegaste. El Señor te llama hoy. Ríndete a Él y recónocelo como tu Señor y Salvador y el te llamará su amigo. Hoy, por medio de este débil hombre Él te llama a la reconciliación (). Te ruego en el nombre del Señor ¡reconcíliate con Dio! No te vayas a casa siendo enemigo de Dios, “si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” () y el te llamará su Amigo.
Reina Valera Revisada (1960). (1998). (Ro 10.9–10). Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas.
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