Hacedores de la Palabra (...no tan solamente oidores)

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Introducción

¿Qué es lo que distingue a un cristiano y un no-cristiano?
En ocasiones reducimos las diferencias entre un cristiano y uno que no es cristiano en base a lo que cree (doctrina) o quizá por lo que hace los fines de semana (i.e., ir a la iglesia).
Pensemos en el divorcio. ¿Qué porcentaje de cristianos se divorcian comparado con los no-cristianos?
Sabemos que el divorcio, aunque es permitido en ciertos casos (abandono y adulterio), es algo que desagrada a Dios.
Malaquías 2.16 RVR60
Porque Jehová Dios de Israel ha dicho que él aborrece el repudio, y al que cubre de iniquidad su vestido, dijo Jehová de los ejércitos. Guardaos, pues, en vuestro espíritu, y no seáis desleales.
Por tanto, el divorcio entre cristianos - donde no debe existir ni el adulterio ni el abandono - ha de ser 0%.
Sin embargo, el promedio nacional de divorcios es de 33%. Uno de cada tres matrimonios termina en divorcio.
El divorcio entree gente que dice sere “evangélica” es 26%. Uno de cada cuatro matrimonios - de parejas donde ambos dicen ser cristianos, termina en divorcio.
Lo mismo podríamos pensar en cuanto otros males de la sociedad como la dependencia de las drogas y alcohol, abuso doméstico, pornografía, fraude en lo relacionado a pagar impuestos, etc. - nos daríamos cuenta que estos males existen en porcentajes muy similares que entre los no-cristianos.
La iglesia ha sido llamada a ser luz en medio de las tinieblas. El problema es cuando los que dicen ser creyentes vivimos en obscuridad.
El día de hoy, Santiago confronta a la iglesia contemporánea y la exhorta a ser “hacedora de la palabra, y no tan solamente oidora.” Hoy consideraremos:
El poder de la palabra de Dios.
Ser hacedor y no tan solamente oidor.
Un ejemplo práctico.

I. El poder de la palabra de Dios.

La semana pasada vimos como la palabra de Dios es la que nos hace “nacer de nuevo”.
Santiago 1.18 RVR60
El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.
La palabra de Dios es la que nos hace ser una nueva criatura.
La palabra de Dios transforma nuestra vida.
La palabra de Dios nos limpia y nos da una nueva vida en Cristo Jesús.
…se entiende entonces que la palabra de Dios al darnos una nueva vida; tiene un impacto en como vivimos la vida sobre la tierra.
Notemos cuantas veces aparece una referencia a la palabra de Dios en los versículos 18-27:
v. 18 - “nos hizo nacer por la palabra de verdad”.
v. 19 - “la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.
v. 20 - “sed hacedores de la palabra”.
v. 23 - no ser solo “oidor de la palabra”.
v. 24 - habla de perseverar en “la perfecta ley”.
Con este énfasis Santiago quiere dar a entender que la palabra de Dios tiene una obra particular en la vida de los creyentes.
La obra de salvación no consiste tan solo en el perdón de nuestros pecados para estar bien delante de Dios.
El perdón de los pecados es crucial e importante, pero no es el todo de la obra de Dios en la vida del ser humano.
Notemos lo que Santiago dice en el versículo 21:
Santiago 1.21 RVR60
Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas.
Santiago dice que la palabra de Dios ha sido implantada en nosotros.
Esta palabra que ha sido implantada en nosotros tiene el poder de salvar nuestras almas.
Todo creyente, que ha tenido una experiencia genuina de salvación, ha recibido el implante de la palabra de Dios en su vida.
¿Qué quiere decir que la palabra de Dios ha sido implantada en nosotros?
Un implante tiene la idea de algo que ya mora en nosotros.
Es como un implante de cornea, un diente artificial, una rodilla artificial - esa parte implantada viene a formar parte de nosotros.
Jeremías hace referencia al implante de la palabra:
Jeremías 31.33 RVR60
Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo.
Jeremías profetizaba acerca del nuevo pacto que Dios haría con su pueblo.
Este pacto tenía algo particular: Dios nos daría la ley en nuestra mente y la escribiría en nuestro corazón.
La ley de Dios no sería tan solo externa sino que formaría parte de nuestra vida.
Esto no significa que automáticamente conoceríamos todo el contenido de la Biblia sino que ahora viviríamos sometidos a la autoridad de Dios revelada en su palabra.
Cuando no conocíamos a Dios no nos importaba obedecer o desobedecer la palabra de Dios - éramos nuestra propia ley.
Nosotros determinábamos lo que era bueno y malo.
Es por eso que en ocasiones llamábamos malo a lo que era realmente bueno, y llamábamos bueno a lo que realmente era malo.
Llegamos a la conclusión que una persona que ha tenido un encuentro con el Cristo resucitado tiene escrita en su mente y corazón la ley de Dios.
Esto es lo que marca la gran diferencia entre el cristiano y el no-cristiano.
Nosotros vivimos en esta vida con la ley de Dios gobernando nuestra conciencia.

II. Ser hacedor y no tan solamente oidor.

La realidad objetiva es que la ley de Dios está escrita en nuestra mente y corazón. Sin embargo, a causa de nuestra naturaleza pecaminosa - la realidad es otra. Santiago nos da un ejemplo que ilustra esta realidad:
Santiago 1.23–25 RVR60
Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace.
Santiago 1:23
Dos personas vienen ante un espejo.
La primera persona viene al espejo, mira su reflejo, y se va. No es afectado por lo que ha visto en el espejo. Si estaba despeinado, si tenía una mancha en el rostro, si tenía algo atorado en los dientes - nada importa. Sigue su camino como si nunca se hubiera mirado en el espejo.
Esta es la persona que solo escucha la palabra.
La segunda persona viene al mismo espejo, see mira, se analiza, y al ver las imperfecciones hace algo al respecto. Esta persona se sigue mirando, no olvida lo que ha visto sino que pone manos a la obra.
El espejo es la palabra de Dios.
Por eso Santiago se refiere al espejo como “la perfecta ley, la de la libertad”.
El hombre cuando viene ante la palabra de Dios llega a la convicción de sus faltas. No podemos leer la Biblia sin sentir cómo la Biblia habla a nuestra conciencia.
La Biblia no es un libro que simplemente es leído - la Biblia nos lee a nosotros y señala las áreas que desagradan a Dios.
Todo creyente cuando lee la Biblia es convencido que aun no somos lo que debemos ser.
Somos redarguidos por la palabra de Dios.
Nos damos cuenta en que áreas estamos fallando a Dios.
En ocasiones otras personas notan nuestras faltas mejor que nosotros mismos.
…y tenemos dos opciones:
Podemos ignorar lo que nos dice la palabra de Dios - y ser solo oidor de la palabra.
Podemos clamar a Dios que nos transforme, que cambie nuestra vida, que nos de dominio propio - de tal manera que somos hacedores de la palabra.
Si nosotros vemos la palabra de Dios nos damos cuenta como Dios fue moldeando la vida y carácter de nuestros padres y madres en la fe:
Abraham en dos ocasiones mostró su falta de fe en decir que Sara era su hermana. Sin embargo, Dios fue moldeando su vida de tal manera que ahora lo conocemos como el padre de la fe.
Jacob suplantó a su hermano mayor Esaú. Su relación con su hermano era una de enemigos. Dios obró en ambos de tal manera que hubo una hermosa reconciliación entre ellos.
Pedro, a pesar de ser un discípulo de Jesús, le negó tres veces porque temía las consecuencias de reconocer públicamente a Jesús. Sin embargo, Dios lo hizo un poderoso predicador del evangelio de Cristo.
Pablo había sido perseguidor de la iglesia de Cristo hasta que fue alcanzado por el evangelio de Cristo y lo hizo apóstol a los gentiles.
¿Por qué es tan importante que el creyente sea hacedor de la palabra?
Mateo 7.20 RVR60
Así que, por sus frutos los conoceréis.
Juan 13.35 RVR60
En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.
Nosotros podremos identificar quienes son el pueblo de Dios al ver el impacto de la palabra de Dios en sus vidas.
El mundo podrá identificar quienes son discípulos de Cristo al ver como nos sometemos a la palabra de Dios de tal manera que nos amamos los unos a los otros.
De otra manera, nuestro testimonio entre nosotros y al mundo entero, es un testimonio muerto que no tendrá ningún impacto.
Al no someternos a la palabra de Dios engañamos al mundo de lo que significa ser un creyente.
Pero, no solamente engañamos al mundo sino que nos engañamos a nosotros mismos pensando que estamos bien con Dios cuando en realidad lo estamos ofendiendo.

III. Un ejemplo práctico.

Santiago da un ejemplo de la vida real para que podamos entender lo que significa ser hacedor y no tan solo oidor de la palabra.
Santiago 1.19–20 RVR60
Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.
Santiago ilustra la experiencia de todo ser humano. Todos hemos estado en situaciones donde explotamos de coraje, nos airamos contra alguien.
Santiago dice que el creyente no debe actuar de una manera explosiva/violenta contra las personas porque no es justo delante de Dios.
No debemos insultar ni tratar a la gente con coraje.
Debemos ser prontos para escuchar, debemos pensar dos veces antes de hablar (contestar mal), y debemos ser tardos para airarnos.
Esto no significa que nunca vamos a estar molestos.
Sin embargo, la molestia, el coraje, no puede ser nuestra primera respuesta ante una situación conflictiva.
Esto requiere que Dios obre en nosotros paciencia, comprensión, compasión, y tolerancia. Estas son cualidades que se desarrollan con el tiempo por el poder del Espíritu Santo.
En 1:26 se refiere al mismo ejemplo en términos de refrenar la lengua:
Santiago 1.26 RVR60
Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana.
Al no refrenar la lengua y ceder ante el pleito, el insulto, el coraje explosivo simplemente nos engañamos a nosotros mismos.
Demostramos que nuestra vida religiosa es algo vano. En otras palabras de que nos sirve aparentar ser creyentes piadosos si al final de cuentas no vivimos lo que predicamos o decimos creer.
Hablamos del amor al prójimo y no respetamos a nuestra esposa/o.
Hablamos del amor a la familia y no hay armonía en el hogar.
Hablamos del amor de Dios por la humanidad y no respetamos a la gente que es diferente a nosotros o que piensa de manera distinta.
Santiago llega a una conclusión:
Santiago 1.27 RVR60
La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.
¿Cuál es la vida de piedad que Dios busca?
¿Cuál es la vida piadosa que agrada a Dios?
La vida que agrada a Dios es una vida que pone en práctica lo que dice la palabra de Dios.
Visita a los huérfanos.
Se guarda sin mancha en este mundo.
Notemos que no hay referencia a conocimiento de la Biblia.
Esto no significa que no es bueno…sino que nuestro conocimiento de la Biblia y de Dios deben afectar nuestra vida de tal manera que afecta nuestro diario vivir.
Analizamos nuestra vida y nos damos cuenta cuan lejos estamos de poner por obra la palabra de Dios.
Es algo que no podemos hacer nosotros mismos en nuestras propias fuerzas.
…por eso Jesús intercedió delante del Padre al decir:
Juan 17.17 RVR60
Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad.
Jesús oró al Padre que mediante su palabra fueramos santificados.
Jesús conoce nuestra debilidad.
Jesús sabe que necesitamos el poder del Espíritu Santo para ser transformados conforme a su bendita voluntad.
Confesemos pues nuestras faltas ante él porque él es fiel y justo para perdonar.
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